Y oficialmente esta historia termina hoy. No puedo creerlo, mi primer historia! Gracias a todas, quienes estuvieron desde el inicio y quienes se unieron conforme la historia avanzaba. Gracias por sus favorites, follows y reviews.
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Estábamos en una cafetería que se había vuelto nuestra favorita los días de vacaciones que podíamos estar en Forks, en un par de semanas comenzaríamos nuestro tercer año. Llevábamos dos años en la universidad, y Edward y yo llevábamos cuatro años siendo novios. Es más, hoy era nuestro cuarto aniversario. Y según Alice, Edward tenía una sorpresa para mí. Aunque recordando los aniversarios anteriores me sentía un poco… ansiosa. Si Alice solía exceder algunas cosas, Edward era un claro ejemplo que siempre podías superarte.
+++FLASHBACK+++
Era un raro, pero bien recibido, día soleado en Forks. Un día perfecto para pasarlo en el bosque en un día de campo. Edward y yo estábamos celebrando nuestro primer aniversario de novios, así que Alice propuso que hiciéramos algo especial nosotros solos.
–Luces hermosa. – comentó Edward cuando llegué hasta la planta baja de mi casa, donde él me esperaba.
–Gracias, tú también luces muy bien.
–Bien, me largo. Pero ustedes, diviértanse. – dijo Alice sugerente, como siempre que usaba la palabra "diviértanse". Miré a Edward, quien se limitó a reír, al parecer él también estaba acostumbrado a las insinuaciones de sus hermanos. Me acerqué para besarlo, un beso para nada inocente. Con el tiempo había perdido un poco la timidez.
–Uh. Eso, eso sí fue un beso. – silbó Alice cuando nos separamos.
–Pensé que ya te largabas. – contestó Edward girando un poco para verla.
–Quería ver.
– ¿Tienes algún complejo de voyeur? – inquirió burlón.
–Solo me siento un poco atraída por ver a mi querido hermano besar a mi mejor amiga.
–Que Rosalie no te escuche. – bromeé.
–Oh, les digo lo mismo a las dos. – contestó con un encogimiento de hombros. Negué con la cabeza mientras sonreía. Alice nunca iba a cambiar. Cuando Alice al fin se fue, Edward y yo nos internamos en el bosque, caminando unos minutos hasta que llegamos a un prado. Lo habíamos encontrado un día en que huimos de Alice y sus repentinas ganas de salir de compras. Pusimos en el suelo las mantas y la comida que habíamos preparado.
–Es un lindo día.
–Lo es. – coincidí. – Feliz aniversario. – dije dándole mi regalo. Una colección de discos de música clásica, Edward adoraba escucharla durante las tardes.
–No debías molestarte.
–Solo es justo si tú tienes algo para mí, que sé que si... Y conociéndote, mi regalo no es nada comparado con el tuyo.
–mmm… yo no diría eso. Cualquier cosa que me des está de más. El que estés conmigo es más que suficiente. – respondió poniendo un mechón de cabello tras mi oreja, antes de acercarse para besarme. Al separarnos me tendió una pequeña caja envuelta en papel plateado.
–Alice sugirió que te obsequiara una, pero esta la he escogido yo. – dijo al tiempo en que yo rompía el papel y abría la pequeña y alargada caja. Una hermosa pulsera de oro blanco, con un dije de un signo de infinito se encontraba dentro.
–Es hermosa. – admití. – Y lo mejor es que es algo sencillo. – lo piqué. Él sonrió altanero.
–No, lo mejor es que en cada aniversario podré regalarte un nuevo dije…– señaló antes de volver a besarme.
+++FIN FLASHBACK+++
Pero aquel gesto tan agradable y aliviador de complacer mis peticiones y no regalarme nada demasiado lujoso no había durado tanto. Y el siguiente año Edward cumplió su palabra, haciendo caso omiso de mi solicitud.
+++FLASHBACK+++
–Vas a terminar sin joyas familiares. Si sigues obsequiándomelas a mí, Alice me odiará. –dije acariciando el pequeño pero hermoso diamante en forma de corazón que Edward acababa de colgar de mi pulsera. Al principio me había negado a aceptarlo, no quería llevar algo tan valioso pegado de mi muñeca. Pero, ¿A quién engañaba? Obviamente estaba encantada con la joya. Era increíblemente perfecta.
– ¿Cuál es el objetivo de mantenerlas guardadas durante más tiempo? Además, Alice tiene las suyas propias. – rebatió abriendo la caja que le entregué. Sus ojos se abrieron ampliamente, brillando con emoción.
– ¿Cómo lo conseguiste?
–Digamos que no eres el único que tiene joyas familiares. – respondí con falsa petulancia.
–Wow, esto es grandioso. Pero no puedo aceptarlo, no creo que Charlie esté muy contento. – dijo, viendo con añoranza el vetusto reloj de bolsillo. Sabía que le encantaría, él era un amante de las antigüedades.
–No te preocupes, fue Charlie quien sugirió que te lo obsequiara. – confesé. Aun me sorprendía un poco lo mucho que Charlie aprobaba a Edward. Era genial, pero aun así, una sorpresa.
–Bien, pues no soy yo quien va a negarse. – aceptó mirando el regalo casi con devoción. Era más que evidente que estaba hipnotizado. Mi corazón se hinchó al verlo tan feliz. Bien, empezaba a comprender un poco el loco deleite que Edward sentía al regalarme algo realmente especial. Si, lo entendía. Pero solo un poco.
+++FIN FLASHBACK+++
Aunque bien el aniversario que más recordaba era el anterior. Habíamos peleado ese día en específico. Como en todo noviazgo había problemas y discusiones y nosotros las teníamos de vez en cuando, pero creo que ninguno de los dos olvidaría los motivos por los que comenzó esa discusión en particular.
+++FLASHBACK+++
– ¡Adivina quién soy!– canturreó una conocida y masculina voz desde mi espalda, al tiempo que me tapaba los ojos. Me reí, dejando de lado el libro que estaba leyendo mientras mi hora libre terminaba. Era una costumbre entre él y yo hacer esto.
–mmm… deberás darme más pistas. ¿Eres un chico o una chica? – bromeé. Él me revolvió el cabello, haciéndome reír.
–Ey, eso no fue amable. Yo no me burlo de tu voz chillona. – dijo intentando molestarme. Rodé los ojos.
–Lo que sea. ¿Cómo estás?
–Nervioso. – admitió.
– ¿Porque? ¿Has decidido que es hora de dar el gran paso? – jugué, conociendo bien, su miedo a "amarrarse", como él lo llamaba. Esperé que me soltara una de sus típicas respuestas de: "¿Estás loca? Las demás chicas también se merecen un poco de mí." Pero me sorprendí al verlo con los ojos desmesuradamente abiertos y jugueteando con los botones de su camisa negra.
–Jake, ¿En serio? – dije emocionada. Según me había contado, ya llevaba cinco años con su novia, Leah. Parecían ser una pareja disfuncional, insultándose y tratándose más como enemigos que como otra cosa, pero era evidente el amor que sentían por el otro. O eso es lo que me había parecido a mí en el momento en que los conocí, peleando por ser mi compañero de equipo en clase de literatura. Al final, nuestro profesor decidió –simplemente para que dejaran de pelear- que si yo aceptaba, bien podíamos trabajar los tres juntos. Nos habíamos hecho buenos amigos desde entonces. Aunque era más cercana a Jacob, ya que lo veía con más frecuencia, pues Leah cuidaba de su hermano pequeño por las tardes.
–Sí, he decidido proponérselo hoy.
–Vaya. – silbé. –No esperé vivir para ver este momento. Wow, ¡felicidades! – chillé lanzándome a sus brazos, mientras lo abrazaba fuertemente.
–Gracias, pero aun no acepta. – rió nervioso. Él me rodeó con sus enormes brazos también, hasta que escuchamos como alguien se aclaraba la garganta.
–Edward. – dije emocionada, soltándome de los brazos de mi amigo. Emoción que desapareció cuando vi a Tanya Denali colgada de su brazo. Normalmente yo no era celosa, pero aun recordaba a la rubia compañera de clase de Edward, diciéndome como ella iba a conseguir quedarse con mi novio.
–Eddie, creo que interrumpimos. – dijo la muy entrometida mientras soltaba una risita. Eso solo hizo que Edward mirara con más rencor a Jacob.
–Creí que estarías estudiando en la biblioteca. – dijo viéndome con recelo.
–Decidí que podía leer aquí mientras terminaba mi hora libre. Pero justo después, Jacob… – le expliqué. Él sabía lo mucho que me gustaba sentarme bajo la sombra de los árboles, en los jardines del campus.
–Lo sé. Jacob, Jacob, Jacob. – farfulló. ¿Pero que le pasaba? No era yo quien traía enganchando del brazo a uno de mis fans.
– ¿Podríamos hablar? En privado. – me apresuré a aclarar al ver que Tanya no hacia ningún esfuerzo por soltarse del brazo de Edward.
–Claro. Lo siento Tanya, te veré en clase. – se despidió. La rubia plantó una sonrisa falsa en sus labios, al tiempo que lanzaba su cabello tras su hombro con coquetería. Me despedí de Jake con un movimiento de mi mano. Tomé mi bolso y metí en él, el libro que había estado leyendo.
– ¿Puedes explicarme que fue eso? – pedí en cuanto estuvimos tras uno de los edificios cercanos, sabía que nadie caminaba por ahí a esta hora de la mañana.
–No sé de qué hablas. – lo evadió, encogiéndose de hombros.
–Oh, por favor. Somos adultos y podemos decir las cosas tal y como son. ¿Por qué te desagrada Jacob?
– ¿Es que no es obvio? Pasas gran parte del día con él, hablas todo el tiempo sobre él, pero ese no es el problema. Es más que evidente que se siente atraído por ti. Y estoy llegando a pensar que quizá él te atrae a ti también. – dijo con tono derrotado. Lo miré en shock durante unos segundos. De no haber estado tan molesta, habría reído a carcajadas por sus absurdas suposiciones.
– ¿Pero qué estás diciendo? Eso es… es… ¡es ridículo! Jacob es solo un amigo.
–Pues no es lo que parece. Pasan tanto tiempo juntos que cualquiera que los viese creería que tu novio es él y no yo. Además, ¿Por qué clase de amigo, olvidarías tu tercer aniversario? – dijo enfurruñado.
–No lo olvidé. Quedamos de acuerdo en vernos por la noche para celebrarlo. – me defendí. –Y créeme, la gente tal vez pensaría que Jacob y yo somos más que amigos, pero si los viesen a ustedes, la gente jamás dudaría que Tanya y tú son novios.
– ¿Qué? – dijo con los ojos abiertos como platos y después largándose a reír. Se reía… ¡De mí!
–No te burles que hablo en serio, Edward Cullen. Cada vez que te ve, ella no puede sacarte las manos de encima. ¡Y tú no haces nada por impedirlo! – le acusé.
–Eso no es así…– dijo con el ceño fruncido. Bien, él también lo había notado, pero era demasiado educado para admitirlo en voz alta.
– ¡Oh, claro que es así! ¡Ella está enamorada de ti!
–Estas confundiendo las cosas.
– ¡Vamos Edward, eres un chico inteligente! ¡No puedo creer que estés tan ciego!
–No estoy ciego. ¡Y no cambies de tema, esto es sobre Jacob y tú!
–No hay un Jacob y yo como tal. Él tiene novia y va a comprometerse con ella. Y si no fuese así, tampoco pasaría nada porque yo estoy contigo. Creí que habíamos dejado atrás la etapa de las dudas…– dije volteando, dispuesta a irme al apartamento que compartía con Alice y Rose. Las clases podrían pasar por hoy.
–Eso… vuelve con Jacob. – comentó teatralmente. Sabía que lo hacía para provocarme. Me giré bruscamente, sacando en un rápido movimiento y lanzándole mi regalo por nuestro aniversario, con tan mala -o buena- puntería, que le golpeé en la cabeza.
–Eres odioso. – sentencié antes de salir huyendo de ahí. Seguí mi plan, llegué al apartamento y me dispuse a dormir todo el día. No tenía ánimos para una nueva pelea con las chicas sobre la ropa que debía vestir hoy. Hoy mi única cita era con Morfeo.
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Escuché el timbre retumbar una y otra vez. Me levanté de golpe, maldiciendo a las chicas por dejar siempre olvidadas sus llaves. Me fijé que todo estaba oscuro, ya era de noche. Abrí la puerta de un tirón, molesta por la insistencia de quien fuese, esperando encontrarme con cualquiera de los chicos, listo para molestarme. Pero en lugar de alguno de ellos, se encontraba Edward. Edward con gesto arrepentido, un enorme ramo de flores en sus manos y un increíble chichón en la frente. Sabía que yo lo había causado. Preocupada, lleve mis manos hasta su frente, tocando apenas el golpe.
– ¡Au! – se quejó en broma. Me dio una sonrisa de disculpa, reflejo de la mía. Me hice a un lado para que entrara en el apartamento. Encendí las luces, al tiempo que él entró dejando las flores en la mesita de centro.
–Son para ti. Sé cuánto te gustan las orquídeas. – dijo entre avergonzado y orgulloso. El que él recordara mis flores favoritas solo hizo sentirme miserable… es decir, yo lo había golpeado. Maldita réplica en miniatura del Aston Martin Vanquish v12.
–Gracias, son hermosas. – dije viendo las hermosas flores en tonos azul y morado.
–Quiero disculparme por la escena de hoy por la mañana. Actué exageradamente y prometo que haré lo posible porque eso no vuelva a suceder. Siento tanto haber… dudado de ti. Perdóname. – pidió tomando mi mano con temor. Oh, Dios. El verlo así me hacía doler el corazón. Sí, él había actuado de forma excesiva, pero yo no me había quedado atrás. Me sentí mal por verlo tan asustado.
–Claro que estas perdonado. Y yo también debería disculparme. – Edward me miró con el ceño fruncido, aunque luego hizo una mueca de dolor. Tapé mi cara con mis manos.
– ¿Qué sucede? – inquirió apartando mis manos.
– ¿Es que no lo ves? Me siento como uno de esos hombres abusadores que golpean a sus mujeres. – lloriqueé. Edward me vio desconcertado y luego comenzó a reír. Escondí mi cara avergonzada en su pecho.
–No es gracioso. – grazné desde su pecho.
–Lo es. Si fue un accidente, olvídalo. Y si no lo fue, entonces tienes puntos extra por el buen lanzamiento. – se burló. Gimoteé y él rió de nuevo.
–Bien, ya que ambos nos hemos disculpado y hemos sido perdonados. He traído tu regalo, pero no te preocupes, no podría lanzártelo. – Bromeó. Luché con el ansia de golpearlo de nuevo. Si Emmett se enteraba de esto, no lo olvidaría jamás.
–Ya tienes mi corazón, así que tú eres la única que sabe cómo abrirlo. – dijo colocando un nuevo dije, esta vez, una llave. Era muy bonita y delicada. Pero yo sabía que para él eso no sería suficiente regalo.
–Sé que te gustarán. – se apresuró a decir al ver mi expresión.
–Por cierto, me gustó mucho tu regalo. – dijo Levantando un enorme paquete del que no me había percatado, lo abrí bajo su atenta mirada, encontrándome con una colección de primeras ediciones de mis libros favoritos. Claro que me gustaban, pero debieron costar una fortuna.
–No puedes devolverlos. – sentenció al ver que iba a protestar. Rodé los ojos.
–Entonces espero que en nuestro próximo aniversario no se te ocurra darme un anillo de compromiso, o un auto. – bromeé. El simplemente sonrió antes de besar mi sien.
+++FIN FLASHBACK+++
Y aquí estábamos ahora, celebrando nuestro cuarto aniversario. Si bien no habían sido para nada perfectos, habían sido los mejores años de mi vida. Sonreí, sabiendo que aunque peleáramos, siempre lograríamos resolverlo.
–Quiero un café con leche… y una rebanada de pan de chocolate. – pedí a Bree, la chica que siempre nos atendía.
–Quiero lo mismo. – dijo Edward. Eso era raro, él normalmente solo pedía un café negro. Me sonrió mientras tomaba mi mano. Unos minutos después, Bree volvió con lo que ordenamos. Ella le sonrió cómplice, y justo alcancé a ver el momento en que Edward le guiñaba el ojo. ¿Cómo se atrevía? ¡Y conmigo enfrente!
–Desearía no haber visto eso. – comenté dolida, al tiempo que me paraba para irme. Edward rápidamente me tomó del brazo.
–No es lo que crees.
–Yo misma te vi. – siseé. Luché por soltarme con discreción, no pretendía hacer un escándalo. Y hoy parecía haber más gente que en otras ocasiones.
–Sí, pero eso no es todo. – insistió.
– ¡Oh! ¿Planeabas coquetear con ella más descaradamente? ¡Sinvergüenza! – lancé, peleando ahora más arduamente por soltarme.
–No es lo que dije. Siéntate y bebe tu café. – me ordenó.
–No quiero.
– ¡Hazlo, Bella! – dijo tomando mi café y poniéndolo cerca de mi boca. Comenzamos a forcejear por el dichoso café. Ahora, sin importarnos que la gente nos viera entretenidos.
– ¡He dicho que no! – chillé al tiempo en que lo empujaba con demasiada fuerza y hacia que el café se derramara sobre nosotros dos. Era una suerte que me gustara frío. La cafetería entera se quedó en silencio, yo especialmente. Estaba en shock. No tanto por lo que había ocurrido, sino por lo que vi dentro de la taza de café. Oh-Por-Dios. Llevé mis manos a mi boca y Edward me ayudó a sentarme de nuevo.
–Oh por Dios. – susurré al sentarme. Bree llegó hasta nosotros.
–Siento esto. Yo me haré cargo. – se disculpó Edward.
–No se preocupen. Tengo todo bajo control. – replicó ella haciéndole señas a un chico que rápidamente limpió el desastre.
– ¿Esto era lo que…? Oh por Dios. – repetí como una idiota.
–Y ahora la magia se ha perdido. – dijo entre burlón y frustrado.
–Yo lo siento pero, ¿Cómo iba yo a saberlo? – me defendí.
–La idea era que no te enteraras. – sentenció.
–Lo lamento.
–Todo está bien. – me reconfortó dejando la taza vacía en la mesa y luego tomado mi mano. Pero veía en su rostro que, claramente las cosas no estaban bien. Vi de nuevo la taza, esa que en su interior contenía -no sabía si impreso o simplemente pegado- un: ¿Quieres casarte conmigo?
–En serio, Edward. Lamento haber arruinado tu sorpresa. – me disculpé de nuevo. Si bien no había esperado esto, sabía que un día Edward me lo propondría. Total, yo prácticamente había aceptado cuando accedí gustosa a llevar mi collar/anillo de promesa. Después de todo, mi miedo al casamiento había mermado. No todos los matrimonios terminaban en divorcio, los padres de Edward eran un claro ejemplo.
–No te preocupes, esperaré a que lo olvides y luego idearé otro plan. – ironizó. Vaya, en serio lo había malogrado. Agaché la cabeza. Él había sido dulce al pensar en esto especialmente para mí y yo vengo y lo arruino todo.
–O…– dijo cavando en su pan de chocolate. ¡Eso era! Por eso él lo había ordenado, sabía que yo siempre devoraba el pan y no sería sensato que encontrara el anillo antes que la propuesta. Así que él se aseguraría de que yo viera el anillo en su pan, al tiempo que encontraba las palabras en mi taza de café. Quise llorar por haberlo jodido todo.
–…puedo hacerlo justo ahora. – dijo arrodillándose frente a mí. Sollocé de… para que negarlo, sollocé de emoción.
–Bella, este tiempo contigo ha sido maravilloso. Y espero… sé, que es solo un poco de lo que nos espera estando juntos. ¿Me harías el honor de casarte conmigo? – escuché a muchas chicas contener la respiración por la sorpresa de lo que estaban mirando, muchos chicos se codearon y señalaron en nuestra dirección. Percibí los susurros generales pero las lágrimas, esas las tenía yo, agolpándose en mis ojos y luchando por salir. Asentí vigorosamente, sabiendo que no podría decir: Sí, sin que se me quebrase la voz. Introduje mi dedo en el anillo y me lancé a los brazos de Edward, abrazándolo fuertemente, él suspiró con alivio. Tonto, debería haber sabido que diría que sí. Luego de unos minutos en los que nos disculpamos de nuevo y Edward dejara una jugosa propina, salimos en dirección al auto. Edward comenzó a reír en cuanto unas chicas, a quienes nunca había visto en mi vida, me felicitaron, me dijeron lo afortunada que era y me pidieron que les mostrase mi anillo. Luego partimos a mi casa, debía cambiarme antes de que Alice me viera, si no, le daría un pre infarto. Reímos durante todo el camino, recordando el desastre con el café.
– ¿Qué sucedió? – dijo un sorprendido Charlie. Edward se sentó cerca de él.
–Larga historia. Iré a darme una ducha rápida. – le resté importancia, aun teníamos que pensar como se lo diríamos a Charlie. Él asintió con la cabeza, al tiempo que ponía su atención en Edward.
– ¿Ha dicho que si? – le escuché susurrar.
– ¿Lo sabias? – indagué. Los dos pegaron un brinco en su lugar.
–Bueno, Bella. ¿No esperabas que te lo propusiera sin pedirme consentimiento antes, no? Así no es Edward. – dijo Charlie en tono casi ofendido. Miré a Edward con la ceja alzada. ¿Qué había hecho para que Charlie lo aceptara tanto? Él simplemente se encogió de hombros sonriendo arrogante y comenzó una plática sobre deportes. Bien, supongo que Charlie siempre quiso un hijo varón, alguien con quien hablar cosas de machos y eso. Luego de ducharme y cambiarme de ropa, nos dirigimos a la casa Cullen.
–Me disculpo por todo lo que viene ahora. – Edward señaló con disimulo en dirección a Jasper, quien trataba de calmar a una inquieta Alice.
–Parece que dijo que sí. – dijo Emmett llegando a nuestro encuentro.
– ¿Pero qué significa ese desastre? – berreó Alice al ver a Edward. Rodé los ojos, estaba claro que no iba a pasarlo por alto. Y así fue…
–¡No puedo creerlo! Ni siquiera viniendo de Bella. – aulló Emmett, quien llevaba al menos media hora riendo, tirado en el suelo luego de que Edward les contara -con exceso de detalles en mi opinión- lo que había pasado.
–Bueno, tú ni siquiera hubieras llegado a la proposición si llego a descubrirte guiñándole un ojo a la mesera. – opinó una muy embarazada Rosalie ojeando su revista. Emmett hizo un puchero, al tiempo que se acercaba a acariciar el prominente vientre de ocho meses de su esposa. Las malas lenguas dijeron que se casaban por el embarazo de Rose, pero Emmett se sentía orgulloso de desmentir aquello, diciendo que era imposible, porque fue concebido en la noche de bodas. Claro que no importaba a quien se lo contara, Emmett no se ahorraba ningún detalle.
– ¡Parece que ya está aquí! – canturreó Alice cuando se escuchó un auto estacionar frente a la casa. Emmett y Edward lucharon por salir primero, aunque terminaron en empate. Las chicas, Jasper y yo los seguimos, luego de rodar los ojos. Un hermoso auto azul -del que solo llegué a saber que era un Audi- se encontraba estacionado en la calzada. Emmett corrió a admirar la carrocería, mientras Edward firmaba los papeles que un hombre de mediana edad le tendía. Cuando Edward hubo terminado, el hombre regresó al camión que había traído el coche y partió. Reparé de repente en que todos tenían la mirada puesta en mí. ¿Porque? ¿Qué tenía yo que ver? ¿Ni que el auto fuera para…? ¡NO!
– ¿Algo que tengas que decir? – dije con clara hostilidad, dirigiendo una furibunda mirada a Edward.
–Bueno… el año pasado en nuestro aniversario tú dijiste…– Oh, por favor. ¿Acaso él no había entendido que era una broma? Pasé una mano por mi cabello con irritación, al tiempo que me preparaba para explotar.
–Corre…– escuché a los chicos sugerir a mi flamante prometido. No hay que decir que él les tomó el consejo en menos de un segundo, corriendo hacia el bosque conmigo siguiéndolo.
–¡Edward Cullen!
De nuevo, mil gracias a todas las personas que estuvieron pendientes de este fic.
Nos leemos en otra historia :)