Bueno, pues este es el capítulo final. Solo decir que me he retrasado un poco en subirlo porque el miércoles se me rompieron las gafas y la verdad es que veía muy mal y además estaba algo mareada por lo mismo, pero ya están bien.
Muchas gracias a todas las que habéis seguido esta historia, de verdad. Cada comentario que me llegaba me alegraba mucho.
Espero veros en la siguiente ^_^
Un beso a todas!
Pansy se presenta en el despacho de Hermione a la semana siguiente. Se prepara bien antes de ir porque sabe que no será fácil. Conoce el temperamento de la gryffindor y también su tesón, por lo que no espera que de primeras esté dispuesta a ayudarle.
Golpea dos veces, y por fin oye su voz. Es tarde y ya no hay casi nadie en el ministerio, por eso ha escogido esa hora, sin secretarias o compañeros preguntones.
Oye la voz de Granger instándole a pasar y ve su cara de extrañeza al abrir.
—Parkinson —dice, y no sabe si es una pregunta o un saludo.
—Granger —le corresponde ella con una sonrisa.
Sin esperar a que le den permiso, se sienta frente a la castaña y se pone cómoda.
—¿Qué te trae por aquí? —pregunta Hermione bastante desconfiada.
—Verás, me he dado cuenta de que ambas, irremediablemente, nos hemos inmiscuido en la relación de Potter y Draco —observa como la chica alza una ceja—. Sé que en tu caso fue totalmente diferente. Tú viniste de frente y soltaste lo que pensabas, y yo fui sutil con Potter y está claro que ninguna sabe manejar al otro. Así que he pensado que quizás si nos ponemos de acuerdo, podemos hacer que esto termine bien para ambos.
—¿Quieres que Harry no se acerque a Malfoy? —pregunta Hermione sin terminar de entender bien qué pretende la slytherin.
—Todo lo contrario, querida.
—Pues no te entiendo, porque Harry no va a seguir con lo que tenía con Malfoy.
—¿Qué es exactamente lo que Potter quiere de Draco? —pregunta sabiendo que con los gryffindor hay que ir directos a matar.
—Harry es… él no debió inmiscuirse en ninguna relación con Malfoy, son completamente diferentes y yo sabía que terminaría haciéndole daño.
—¿Estás insinuando que a Harry le gusta Draco más allá de la relación que han estado manteniendo?
Hermione frunce los labios porque por un lado, quiere dejarle claro que sí, y que por eso no puede seguir con aquello, pero por otro lado, no quiere exponer a su amigo de semejante forma.
Pansy lee las dudas de la chica en sus gestos, y la anima a seguir hablando con otra dulce sonrisa.
—Aunque así fuese, ¿Qué cambia eso?
—Digamos que es Draco el que está irremediablemente enamorado de Potter, ¿y eso? ¿Cambiaría algo?
Hermione resopla de risa.
—¿Malfoy enamorado de Harry? ¿A ti no te ha contado cómo lo trata y juega con él?
—¿Y a ti te ha contado alguien cómo le hierve la sangre a Draco cada vez que McLaggen pone un dedo sobre Potter?
—Eso puede ser fácilmente porque a Malfoy le de rabia que ahora esté con Cormac, no es necesariamente que esté enamorado de él; además, lo de Harry y él no es absolutamente nada serio, Cormac es un poco imbécil.
Pansy ve un hueco. Un pequeño sitio que Granger le está dejado para entrar.
—¿No te cae bien McLaggen? —le pregunta con toda la ingenuidad posible.
—No es eso —se apresura a aclarar—, es que es todo músculo y nada ahí arriba, ¿me entiendes? Y solo utiliza a Harry para exhibirse.
—La verdad es que la relación de Draco y Harry es todo lo contrario a la que mantiene con ese jugador.
—Ya —dice Granger mirándola suspicaz—, porque para Malfoy, Harry no es más que un juguete, y se juega en casa.
Pansy teme haber metido la pata y haber desandado todo lo que ya había conseguido. Así que compromete más a su amigo sabiendo que realmente no está mintiendo.
—Eso es lo que él quiere pensar. Pero créeme, está totalmente colado por Harry. Te lo digo yo, que lo conozco mucho mejor que él mismo. Pero necesito saber si Potter siente algo por él, si no esto que estamos hablando no me sirve de nada.
Hermione vuelve a poner esa mirada, entrecierra los ojos e intenta leerle la mente sin necesidad de utilizar legeremancia, ella nunca la ha necesitado, siempre ha sido buena receptando los sentimientos de los demás, detectando las mentiras.
—No estoy diciendo que no te crea —dice a continuación—, pero sinceramente, aunque Harry y Malfoy estuviesen locos el uno por el otro, dudo mucho que esto diese algún buen fruto. Es decir, son completamente diferentes y no creo que Draco Malfoy sea la pareja que Harry necesita.
—¿Estás insinuando que Draco no se merece estar con Harry? —pregunta ahora sí algo molesta.
—Yo no he dicho eso —se apresura a aclarar—. Pero no me negarás que su pasado los abala. ¿O alguna vez los viste lanzándose alguna buena palabra?
—Mira, Granger, te diré lo mismo que le dije a Draco la primera vez que me negó que Potter le gustase: desde que se conocieron, no han hecho más que pelearse, buscarse el uno al otro e intentar llamarse la atención y ahora que ya no son ni niños, ni adolescentes, resulta que cuando vuelven a encontrarse se dedican a practicar sexo.
—Visto así —añade Hermione mirándola ahora bastante curiosa.
—Está claro lo que pasa. A Draco le gusta, pero jamás lo admitirá hasta que no lo haya hecho consigo mismo primero. Pero sé que cuando se dé cuenta será demasiado tarde, así que quiero ayudarlo. ¿A Potter le gusta o no?
—Sí —admitie por fin—. Por eso no quiere seguir quedando con él, porque sabe que Malfoy no quiere nada aparte de sexo y al final lo pasará mal.
—Bien, pues ya está, ahora solo tenemos que poner nosotras de nuestra parte.
—¿Cómo? ¿Les diremos a cada uno lo que siente el otro?
—¿Estás loca? Aunque le dijese a Draco ahora mismo que Potter está tremenda e irremediablemente enamorado de él, jamás lo admitiría.
—¿Y cual es el plan? —pregunta algo molesta.
Volverle inalcanzable.
Eso no es un plan, piensa Hermione mientras termina de recoger sus últimos documentos antes de irse. Además, ella no puede evitar que Harry siga cayendo en las redes de Malfoy.
Es su mejor amigo, no su hijo, ni su hermano pequeño, aunque a veces lo parezca; y es un adulto. Si quiere verse con él, lo hará. Puede evitar que se encuentren si se coordina con Pansy. Incluso puede apoyar al imbécil de McLaggen si al final es cierto que lo de Malfoy va a terminar.
"¿Te estás oyendo?" se dice, sabe que tiene que odiar mucho a Cormac para que prefiera que Harry salga con Draco antes que con él, pero lo cierto es que a día de hoy, lo prefiere. Y no porque el rubio sea santo de su devoción, sino porque Cormac ya le ha demostrado en más de una ocasión que solo anda con Harry por conveniencia, y eso es algo que no soporta. Sobre todo porque ve que la relación que hay entre Harry y Draco es muy sincera (exceptuando que ninguno le dice al otro que le gusta, obviamente) y sabe que el rubio odia la fama de Harry tanto como este, que se cortaría un pie antes de aprovecharse u obtener algo por ser pareja de Harry y que es completamente alérgico a los medios de comunicación.
Si alguna vez tuviese que definir el Yin—Yang sabe que los utilizaría a ellos como base y símil, pues representan perfectamente lo que este concepto significa. Se complementan tanto el uno al otro que realmente da miedo, podrían fusionarse y crear a un ser superior. Suerte que aún la ciencia y la magia no están tan avanzadas y dos hombres no pueden tener hijos, aunque sería un bonito tema de estudio.
Cuando su mente termina de divagar continúa pensando en qué hacer para que Harry parezca inalcanzable a ojos de Draco. Intenta ser empática y asumir que es ella la que está en el lugar del rubio. Y por un momento decide que la idea de Pansy de matar a Draco de celos no es tan mala después de todo. Es sencilla tanto para ellas, como para ellos. Bueno, dar celos a Malfoy y evitar que cuando este vaya a buscarlo, Harry caiga en sus redes, sí será algo más complicado.
El viernes por la noche, Harry no puede creer que por fin Hermione haya accedido a tener una cita doble. Sabe que Cormac nunca le ha caído bien y aunque está claro que no es el amor de su vida, ni mucho menos, por ahora sirve a su propósito de pasar el rato y evitar pensar en otras personas. Lo que sería mucho más fácil si no fuese porque está entrando en este preciso momento por la puerta del restaurante donde están cenando.
—¿No es ese el hurón? —dice Ron a los pocos segundos de que Harry lo haya visto.
—Pues parece que sí, qué casualidad.
Y si no fuese porque Harry sabe que Hermione no lo soporta, diría que no parece para nada sorprendida. Maldita su suerte. Eso piensa, aun cuando es incapaz de quitar sus ojos de él. ¿Acaso se vuelve cada vez más atractivo?, ¿o es el simple hecho de que mientras no lo ve la imagen que su cabeza crea de él es infinitas veces peor de como es en realidad?
—Harry —lo llama Cormac—, podemos ir a otro sitio si quieres. Es que no se lleva bien con Malfoy —aclara estúpidamente delante de Ron y Hermione.
Odia que haga eso, que delante de la gente se comporte como si ambos fuesen una pareja con esa confianza. No soporta que le ponga la mano sobre el antebrazo cuando le habla, que dé por sentado cosas que desconoce, (¡que se lleva mal con Draco! si supiese que ha follado más con Draco que con él…) pero sobre todo, lo que más le irrita, es que intente aparentar esa complicidad que es obvio que no tienen. Que le llame "cariño" delante de otras personas, cuando en la intimidad, el gesto más romántico que tiene con él es seguir haciéndolo hasta que él también se corre. Pero ese es Cormac; por suerte, puede contar con los dedos de una mano y le sobran, las veces que han estado con Ron y Hermione en la misma habitación y con poca gente más.
Pero es una válvula de escape, es esa canción triste que pones cuando tienes ganas de llorar para conseguirlo. Es masoquismo. Pellizcarte el brazo para saber que aun sientes algo. Es difícil de explicar, pero está ahí.
—¿Y quién se lleva bien con Malfoy? —añade Ron causando que ambos se rían.
De repente siente claustrofobia y vuelve a mirar a Draco. Este le devuelve la mirada, una extraña expresión que no ha visto antes en él. Labios entre abiertos, es difícil descifrar que está pensando, pero es incapaz de dejar de mirarlo. Cierra la boca y tuerce el gesto, conformidad, quizás. Ojala estuviese sentado a su lado, ojala fuese su mano la que está posada en su antebrazo, ojalá pudiese levantarse simplemente y besarlo hasta dejarlo sin aliento.
—Draco —lo llama Pansy—. ¿Pollo o ternera?
—Eh —responde rompiendo el contacto visual con Harry—. Pollo, gracias.
Dicho eso, vuelve a mirarle. Está hundido, se está ahogando y no sabe en qué. Es algo que jamás ha sentido antes, le hace estar enfadado, como ahora, o perdido, cuando Harry lo mira, o flotando, si Harry le besa. Pero no le pone nombre, porque eso sería aceptarlo. No le pones nombre a un perrito callejero que sabes que no puedes quedarte, porque entonces es peor. Sobre todo si el perrito ya tiene dueño.
Jamás ha deseado una relación. Nunca, siempre ha pensado que solo los estúpidos querrían una. Es por eso que odia la que tienen Harry y McLaggen. Son estúpidos, ambos. Si no existiese ese acuerdo tácito de que las parejas deben de ser fieles, él seguiría quedando con Harry. Eso no estaría nada mal. Sin compromisos, él y Harry probablemente estarían en este momento rodando sobre una cama, estaría lamiendo su piel cálida y suave; lo oiría gemir sobre su oído y pronunciar su nombre una octava más grave de lo que suele hablar.
Ahora que lo piensa, espera que no pronuncie el nombre de ese de la misma forma. Jamás sonaría como cuando dice Draco, pero aun así, se le revuelven las tripas al pensarlo. No, es imposible que comparta con ese lo mismo que con él. Esa intimidad es solo de ellos dos. Él no la comparte con nadie más, así que Harry tampoco puede.
Los mira como si con algún tipo de súper poder, pudiese adivinarlo solo con eso. Los ve riéndose de alguna tontería que ha dicho Granger. Adora cuando Harry se ríe. Normalmente, mientras lo hacen, Draco siempre suele soltar alguna burrada que provoca esa risa descontrolada e inocente en Harry, tiene que admitir que alguna vez lo ha hecho aposta. Así que esa risa también es suya. Solo suya.
Y es de esa forma, mientras se adjudica cada gesto del moreno, que se da cuenta; que cae del guindo por fin. Parpadea rápidamente y recoge todo el aire de su alrededor. Porque no es posible. Eso no puede ser. Uno no se… no se…, sino quiere, y él no quiere que le pase eso con nadie. ¿Cuáles son los síntomas? ¿Hay alguna poción para curarlo?
Cuando piensa que debe estar paranoico y pensando en tonterías, observa a McLaggen acercarse a Harry y besarlo, este parece incómodo, pero eso solo hace que sus ganas de estrangularlo sean aun mayores. ¿Pasa eso cuando te gusta alguien? ¿Tienes ganas de estrangular? No está nada seguro.
Ve como el gryffindor (su gryffindor, porque en esa mesa hay tres más que no le interesan para nada) se levanta y saca de su bolsillo el aparato ese que utiliza para hablar con muggles o con Granger. Se lo lleva al oído e inmediatamente sale de la habitación.
Es la suya, ahora o nunca.
Pide disculpas a Pansy y Blaise (que están haciéndose arrumacos y pasando bastante de él) y se levanta.
Sigue a Harry por el pasillo, lo oye murmurar por su teléfono y pararse contra una de las paredes.
Está sopesando si acercarse o no, principalmente porque no tiene ni idea de que decirle. ¿Ser franco y contarle cuanto lo echa de menos? No, mejor se inventa una excusa vana, tampoco quiere espantarlo.
Se acerca con cautela, observando su gesto. Sus ojos se abren y lo oye tartamudear. De repente, parece que algo malo ha ocurrido. Alguien lo ha llamado para darle una mala noticia.
Termina poniéndose junto a él sin importarle nada más, porque la angustia se apodera de él también sin que sepa que está pasando realmente, pero esa expresión de Harry se ha transmitido a su cuerpo.
Lo mira, sus pupilas siguen sus gestos, está frente a él a pocos centímetros y Harry lo está ignorando, sabe que no es por él, si no por lo que sea que le estén diciendo por el dichoso aparato.
Entonces lo cierra y se queda mirando al frente. Parece que sigue sin verle.
—Harry —susurra.
Este parpadea por un instante y por fin tiene consciencia de la persona que tiene delante.
—Draco —dice con sorpresa.
—¿Qué ha ocurrido? —pregunta, cuando en realidad quiere tocarle. Quiere que quite esa expresión que no queda nada bien en su rostro, quiere que sonría, que le mire, que le diga que es tonto, que lo bese, pero no que esté triste o dolido o lo que sea que esté.
—Es…
—¿Qué demonios pasa aquí? —pregunta McLaggen acercándose a ellos.
—Lárgate —le dice Draco enseguida.
—Si alguien sobra aquí eres tú, Malfoy.
No quiere discutir con ese imbécil cuando Harry está tan pálido como si estuviese enfermo. Pero es que se lo está ganando a pulso.
Granger y Weasley aparecen, lo que le faltaba, llamados por el alboroto.
McLaggen, Weasley y él discuten mientras Granger se acerca preocupada a Harry.
Y él lo hace también, dejando a los otros dos con la palabra en la boca.
—¿Qué ha pasado, Harry? —pregunta ella acariciándole el pelo con suavidad.
Harry eleva sus ojos verdes, brillantes por unas lágrimas que luchan por salir.
—Es… mi tía. Ha muerto —afirma con extrañeza, como si ese plan fuera algo imposible e insólito.
La chica lo abraza inmediatamente y Draco se queda estático. Que él supiese, Harry no tenía familia. No conocía la existencia de ninguna tía. De nadie.
Ron, que ha dejado de discutir junto a McLaggen, le ha dado una palmada en el hombro.
—¿Era tu primo Dudley? —pregunta el pelirrojo.
Y lo que Draco se pregunta es por qué siente celos de que Weasley sepa cosas de la familia de Harry y él no.
—Sí, murió anteayer, quieren que vaya. Al parecer ha dejado algo para mí.
—Bueno —interviene Cormac—, te acompaño al ministerio, allí seguro que sabrán algo.
—¿Al ministerio? —pregunta Harry levantando la cabeza.
—Sí. No entiendo como siendo quien eres no te han avisado… desde luego iremos a poner una queja formal e informar de esta irregularidad, se va a enterar todo el mundo de que…
—Cormac —le corta Harry con voz cansada—, mi tía era muggle. Por eso no me ha avisado nadie.
—Ah.
"Desde luego, que tío más imbécil". Piensan Draco y Hermione al mismo tiempo.
—Ron y yo te acompañaremos, ¿Dónde será el sepelio?
—No hay sepelio, murió anteayer. Solo me han llamado porque me dejó algo en su herencia y es necesario que yo esté presente para la lectura. Ni siquiera me habrían avisado… No hace falta que me acompañéis, chicos, total, solo tendré que oír como leen su testamento.
—En ese caso —interrumpe de nuevo el otro jugador—, será mejor que me vaya, mañana es la entrevista y si no duermo bien apareceré con ojeras.
Todas las miradas se posan en él. Draco sopesa mejor la idea de darle ese puñetazo que se estaba ganando con tanto esmero.
Hermione también va a poner su granito de arena, se queda con ganas de preguntarle qué demonios hacía con Cormac aún, pero se calla por dos razones, la primera porque Harry no tiene ánimos en ese momento para hablar de ello, y segundo, porque piensa que si Draco encuentra algún tipo de apoyo, terminará por golpearlo. Puede verlo en sus gestos, ahora entiende todo lo que Pansy lleva tanto tiempo diciéndole. Solo hay que verle la cara.
Todos sienten alivio cuando Cormac se va y se quedan los cuatro solos. Entonces, es cuando Ron nota algo raro y carraspea.
—Bueno, Malfoy… quizás tú también deberías irte.
Draco alza una ceja aristocráticamente.
—No pienso irme a ningún lado —dice mirando a Ron como si fuese más bajo que él—. Y me da igual lo que digas —añade dirigiéndose a Harry— no puedes ir solo a eso. Granger.
Dice el apellido de Hermione para que esta le apoye.
—Tiene razón, Harry, deberías dejar que alguno de nosotros te acompañase al menos. Además de apoyo moral, también puede que necesites otro tipo de asesoramiento, recuerda cómo son tu primo y tu tío…
—En ese caso quizás debería ir yo —dice Draco rápidamente provocando que todos le miren con un matiz extraño, nada que no esperase—. Soy él único aquí con experiencia en leyes.
—Mágicas —aclara Hermione.
—Es prácticamente lo mismo.
Podría apelar y decirle que no tiene ni idea, y que será de la misma ayuda que un hipogrifo, pero prefiere callarse, porque si no se equivoca, es la primera vez que ve a Malfoy reclamando a Harry para él, y no le parece mala idea. El pobre de Ron los mira a ambos sin saber muy bien que pensar. Quizás deba llevárselo a casa y comenzar a explicarle todo, porque vistas las miradas que Draco y Harry se están lanzando en este momento, está más claro que el veritaserum que estos dos acaban juntos.
—Vamos cariño —le dice a su novio.
—Pero… Hermione…
Esta tira de él y se lo lleva.
El pasillo se queda vacío a expensas de lo que decidan hacer Draco y Harry.
—¿Sigues queriendo venir conmigo? —pregunta el moreno lleno de inseguridades.
—Sí, si tú quieres.
—Quiero.
Draco lo mira con intensidad, porque sabe que esa conversación es más transcendente de lo que parece a simple vista.
—Vamos —dice con la simpleza de estar completamente seguro de dónde y con quién quiere estar en ese momento.
—Antes de irnos tengo que advertirte algunas cosas sobre mi… familia.
Nada de lo que le haya dicho Harry lo ha preparado para lo que le espera a Draco al cruzar el umbral del número cuatro de Privet Drive.
Cuando un chico de su edad aproximadamente abre la puerta, su expresión de sorpresa no puede ser mayor.
Harry le estrecha la mano y Draco sería incapaz de descifrar que está pensando, su expresión es difícil de definir, no sabe si está indignado porque Harry esté allí o enfadado, o indiferente, porque sus ojos y su boca se han quedado completamente petrificados.
—Lo siento —le dice Harry con total sinceridad.
Este tan solo asiente.
Entran para adentro y el chico los conduce a una especie de salón muggle bastante cargado. Hay imágenes de un niño rubio y bastante gordo por doquier. De todas las edades posibles. Cuando ve una de adolescente cae en la cuenta de que es el chico que los ha conducido ahí, que ahora tiene el pelo más oscurecido.
Un hombre enorme, con bigote, se levanta en cuanto Harry cruza el umbral de la puerta. Sus ojos dicen claramente que la presencia del moreno allí no es grata.
—¿Qué hace ese aquí? —dice señalando a Draco.
—Es mí abogado —miente.
El hombre gruñe, pero su hijo rápidamente se acerca y le agarra el brazo como si fuese una bestia a la que hay que apaciguar.
—Papá —le advierte.
Todos se sientan en unas sillas, donde Draco, por primera vez, advierte a un hombre vestido de negro que ya estaba allí.
Se leen las últimas voluntades de la tía de Harry. La forma en que quería descansar, cosas que quería dejar a algunas personas, y por fin llega el turno de su sobrino.
—Sobre Harry James Potter, la señora Petunia Dursley, deja en herencia esta carta, legítima y firmada ante notario, dejando por escrito, que todo lo que en ella se nombra es parte del legado familiar de los Evans y pertenece a su último miembro. Procedo a leer la carta.
Querido Harry:
Cuando leas esto ya me habré ido, y lo habré hecho con la conciencia llena de remordimientos. Remordimientos que mi orgullo no me ha dejado satisfacer, pero que me acompañarán siempre.
Eras el hijo de mi hermana pequeña, mi única hermana, lo único que me quedaba de ella. Ese rastro de magia que me la arrebató.
Quizás merezcas esta explicación, puede que no quieras oírla. No merezco ser escuchada, desde luego. No después de cómo se te trató en esta casa. Jamás me lo perdonaré, pero creo que ya puedo disculparme con mi Lily desde el cielo.
No es una razón válida, o al menos ahora lo veo así, puede que en el pasado, cuando apareciste en mi puerta con tan solo un año, si fuera suficiente. Ahora con el paso de los años, lo veo una estupidez.
Cuando Lily tenía once años, la perdí. Siempre fuimos uña y carne, siempre fui su hermana mayor, su mentora. Siempre era Tuny enséñame a hacer esto, dime como se hace esto otro… pero entonces, cuando tenía once años, llegó aquella maldita carta. Y nos separó. Ya no pude ser más su hermana mayor, ya no era nada para ella. Mientras más lechuzas llegaban a nuestro balcón, más lejana la veía. No me contaba nada, preocupaba a nuestros padres, se inmiscuía en cosas que no entendíamos. Y un día simplemente se fue.
Ahora quizás entiendas un poco porque mi animadversión a la magia que tanto amas y que yo tanto odio. Cuando Lily murió yo ya no la conocía, hacía años que no sabía nada de ella, ni siquiera sabía cómo te llamabas, casi ni conocía a tu padre, James.
Sé que no merecías pagar por toda mi frustración y lo que ocurrió entre nosotras, pero eres, como he dicho, lo último que me quedaba de ella, y a la vez representabas esa magia que se la llevó, llevas el nombre completo de quien me quitó a mi Lily, James Potter; que apareció en mi puerta cuando tenía quince años por primera vez, y a partir de ahí mi hermana jamás volvió a ser la misma. Jamás la recuperé.
Lo único que puedo dejarte son algunas cosas que pertenecieron a nosotras o a nuestros padres. Objetos que han estado en la familia Evans por generaciones.
Los tengo guardados en una caja dentro del armario que hay en la guardilla. Deseo que tengas los recuerdos de nuestra familia.
Petunia Evans.
Harry no sabe que pensar. Por un lado le ha sorprendido que su tía sufriese algún tipo de remordimiento. Ya en su adultez, llegó a pensar que en aquella familia no sabían que significaba esa palabra. Durante todos aquellos años más de una vez tuvo la vana ilusión de que sus tíos se arrepentirían de lo que habían hecho y lo llamarían para disculparse. Pero por supuesto no ocurrió.
Su tío apenas le mira a la cara, se levanta en cuanto el notario ha dejado de leer y se va de la sala. Él hace lo mismo, lo único que quiere es recoger lo que sea que su tía le ha dejado y largarse cuanto antes. No soporta estar en esa casa, no comprende cómo pudo sobrevivir allí durante tantos años.
Draco le sigue en completo silencio. No sabe que pensar ahora mismo de él, pero sinceramente, no tiene la cabeza en este momento como para andar pensando en ello. Prefiere esperar a ver qué ocurre, pero después de abandonar este horrible lugar lleno de recuerdos más horribles aun.
Sube despacio las escaleras, recordándolas más altas, todo es más pequeño. Supone que ahora que ha crecido todo se lo parece. Quizás el no subirlas con ningún temor también.
Llega a la guardilla y no tarda en dar con lo que su tía le ha dejado. Todo está en una caja lacrada con el nombre "Evans" en sus cuatro lados.
Le irrita pensar que esa caja lleva ahí desde siempre y jamás se la han dejado ver o tocar. Que ha vivido junto a recuerdos de su madre y le han negado ese derecho. Si ya se sentía enfadado, cada segundo que está pasando entre esas paredes, está provocando que eso aumente.
La abre con cuidado y comienza a sacar cosas de ella: viejas fotografías, papeles, cartas, un reloj antiguo que parece no funcionar…
Ve a su madre, tan joven, risueña, ajena al futuro que le esperaba; sin saber que muchos años después su hijo, al que apenas conoció, iba a estar allí convertido en todo un adulto, observándola con los ojos empañados en lágrimas, deslizando las yemas de sus dedos por su rostro, anhelando tocar una piel que le correspondía por naturaleza, que debería haber crecido disfrutando y de la que no recuerda absolutamente nada.
Se sorprende al encontrar una en movimiento. Viene grapada a una carta que parece estar a punto de romperse.
Petunia:
Sé que odias todo lo que tenga que ver con la magia, pero observa esto, es mi primera fotografía con movimiento. Unos chicos de mi clase me han ayudado a hacerla, ¿no es genial?
No quiero que sigamos enfadadas, prometo mandarte más como estas, pero de cosas bonitas.
Un beso.
Lily.
En la imagen salen tres personas. Sus padres. Tienen quince años, o algo así, nunca ha sido muy bueno adivinando las edades. Y el otro es Remus, sin duda alguna. Joven, risueño, sin esa sombra en los ojos que siempre cargaba en sus últimos años. Rodeando el hombro de su padre. Ambos riéndose.
Cuando la primera lágrima resbala por su mejilla, decide que prefiere dejar estos momentos para su intimidad. Recoge todo lo que ha sacado, lo cierra y lo encoje para después guardárselo en un bolsillo.
Observa a Draco por primera vez desde que han entrado en la guardilla, permanece en silencio, impávido. Daría lo que fuese por saber que está pensando, excepto la caja que guarda en su bolsillo. Le gustaría saber que pasa por su cabeza, que clase de impulso le ha hecho venir con él esta noche. ¿Qué quiere? ¿A qué está jugando?
De repente, le sonríe de lado. Es una sonrisa de consolación, es de ese tipo de sonrisas que significan: "bueno… estoy aquí" y le gustaría poder abrazarlo. Estrecharlo entre sus brazos durante unas cuantas horas, besarlo sin ninguna otra intención que sentirlo lo más cerca que se puede estar de otra persona. Cerrar los ojos sabiendo que está ahí y no se moverá. Pero no sabe si eso ocurre de verdad.
—Vámonos —le dice por fin.
Ambos salen de la pequeña habitación y vuelven abajo.
Dudley le está esperando, parece impaciente por decirle algo.
—Hay algunas cosas —dice con un tono de voz bastante inseguro—, cosas de cuando vivías aquí. Quizás quieras verlas...
Asiente. Y sigue a su primo hasta ese lugar. Ese que ha evitado mirar desde que ha llegado. El que ha esquivado con toda la intención.
Ahora está ahí, frente a la puerta, incapaz de imaginar cómo demonios pudo pasar tanto tiempo dentro. Su estómago está encerrado en un espacio igual de pequeño ahora. Asfixiante.
Con un fuerte nudo en la garganta corre el pestillo que ya está algo oxidado y abre la puerta
Durante unos instantes se queda sin respiración, el nudo en su garganta es tan grande que no puede tragar. No imaginaba que le fuese a afectar tanto ver este sitio de nuevo. Se agacha y con cuidado toca algunas cosas que aún permanecen en su lugar. Cosas olvidadas, rotas, inservibles que para él, en algún momento, fueron la salvación, la evasión; pudo perderse en ellas y viajar a otro lugar aunque fuesen unos pocos momentos.
Observa sobre el catre polvoriento y ajado lo que Dudley le ha dicho, solo hay un par de hojas de papel viejas, dibujos que hizo en su niñez, juguetes rotos que para él eran tesoros, y algunas cosas de su primer año en Hogwarts. Recoge la caja con cuidado y al igual que con la otra, la encoje y la guarda en su bolsillo.
—¿Por qué guardan tus cosas en este viejo y pequeño hueco? —pregunta Draco cuando al mover la caja sale un puñado de polvo.
Harry lo mira con intensidad unos minutos, sin saber que decirle. La verdad puede causar varias cosas en Draco. Que se burle, que se sorprenda o que simplemente se quede ahí, donde está. Decide arriesgarse, porque quiere saber qué va a pasar con ellos. Quiere que Draco se burle, se sorprenda o se quede. Pero que se decida de una vez.
—Esta era mi habitación —dice quedamente.
—¿Cómo tu habitación? ¿Dónde guardabas tus cosas? —pregunta, cosa natural, nadie espera lo que tiene que decirle ahora.
Aun con las manos en los bolsillos de su larga gabardina, se gira para mirarlo a los ojos, quiere observar su reacción, ver si para él es tan natural como lo era para su yo niño lo que va a decir.
—No, donde dormía y pasaba la mayor parte del día. Siempre que no estuviese haciendo las tareas de la casa o huyendo de mi primo, claro.
Y no ve ni burla, ni sorpresa. Lo ve fruncir los labios entrecerrar los ojos. Acercarse a su alacena a observarla desde más cerca.
Jamás nadie ha visto esa parte de él. Ni Ron, ni Hermione… Nadie. Se siente humillado y patético. Siente que no hay cosa peor que enseñarle a Draco, con su mansión y sus túnicas de centenas de galeones.
—Harry.
Dudley los interrumpe aunque sus miradas se encuentran antes de que se vuelvan a fijar en su primo.
—¿Sí?
—Tienes que firmar algunas cosas.
—Claro
Ambos lo siguen de vuelta al salón, su tío está allí al parecer firmando algo también. Cuando lo ve acercarse vuelve a mirarlo con el máximo de los rencores.
—Espero que tan solo hayas cogido lo que te pertenece —le dice con asco.
—A día de hoy no hay nada en esta casa que quiera, o no me pueda permitir, gracias —le escupe como el veneno.
—Sí, no me olvido de que los que son como tú tenéis formas de conseguir lo que queréis sin ningún esfuerzo y sin merecéroslas.
—Si estás insinuando… —comienza a decir Harry.
—Mire, señor, por llamarlo de alguna forma —interrumpe Draco—, guárdese sus opiniones. No sabe quién es Harry, como lo respetan y lo conocen en nuestro mundo, lo que se ha ganado con su esfuerzo. Aun así, prefiero ser un ladrón o lo que sea que esté insinuando antes que ser una criatura despreciable y rastrera como usted. Ningún ser humano tendría los escrúpulos de hacer lo que hizo y de tratar así a un…
—¡Fuera de aquí! —grita Vernon acercándose a Draco—. ¡Saca a este engendro de mi casa y largaos!
Harry se pone entre ambos y no se achanta ante su tío.
—Ten cuidado con lo que haces —le avisa señalándole con el dedo—. Ya no soy un niño flacucho de once años. Y no me hará falta la varita para ponerte en tu sitio.
Este parece asustado y también se da cuenta en ese justo momento de que lleva razón. Harry es ahora un hombre, un hombre fuerte y decidido. Ya está fuera de él.
Se van de allí en cuanto termina de firmar los papeles, dejándose la mirada culpable y suplicante de Dudley. No quiere volver a esa casa mientras viva. No volverá a hacerlo.
Se escabullen a un callejón cercano para poder aparecerse, y es cuando Draco por fin se dirige a él.
—¿Cómo puedes defender a los muggles después de todo lo que te han hecho pasar?
Entiende la pregunta, pero también sabe que Draco no comprende la respuesta.
—No todos son así.
—Pero…
Harry se pone frente a él, lo mira a los ojos y durante unos segundos Draco cree que va a besarlo, pero luego lo agarra de la muñeca y remanga su camisa, dejando la marca tenebrosa a la vista de ambos.
—¿Te gustaría que te juzgaran igual que al resto que lleva esa marca? —le pregunta.
—No, pero entiendo que los demás lo hagan —luego mira hacia arriba, vuelve a los ojos verdes de Harry—. Pero tú no eres así —dice siendo consciente por primera vez de lo que trata de decirle—. Siempre has sabido mirar más allá.
—Solo trato a cada persona como se merece, Draco.
—¿Y me merezco yo todo lo que tú puedes darme? —le pregunta, una cuestión que él mismo se ha replanteado muchas veces dentro de su cabeza y que por primera vez se atreve a decir en voz alta.
—Eso depende —Draco tuerce el gesto, le pregunta con su mirada. Harry se apresura a aclararle—. Depende, ¿merezco que tú quieras darme algo?
Está enamorado. Esta perdida y completamente enamorado de él. Si en algún momento ha tenido una mísera duda, esta se ha esfumado por completo. Ya no existe. Ahora, para él, solo hay ojos verdes, muy verdes que lo miran, manos que acarician el motivo de mayor vergüenza que aun retiene en su piel, y sobre todo esa boca, esa que no solo lo besa, si no que reproduce palabras hechas a medida para él, que salidas de otros labios no tendrían ningún significado, que pronunciadas por otro hombre serían mensajes en la arena que se borran con las olas, y que susurradas por Harry se graban a fuego en su piel, en su oído. Solo tiene que mirarlo a él porque es lo único que ve ahora. Lo demás ha desaparecido entre espesas brumas. Sus ojos son como dos faros que le guían, y ha estado tan perdido…
—Te lo mereces todo, pero además —dice mirándolo fijamente y sonriendo—, da igual, porque es tuyo, siempre lo ha sido, y aunque no quisiera, es demasiado tarde.
Ambos se miran, se sonríen; y por último se abrazan con fuerza para aparecerse en algún lugar más íntimo, un sitio donde puedan hablar largo y tendido sobre todo lo que aún tienen pendiente, pero sobre todo, donde puedan dar rienda suelta a todo eso que sienten y no se puede expresar con ninguna palabra, ni ningún símbolo de ningún idioma que exista.