¡Hola a todos! ¡Feliz San Valentín! Aquí vengo con la última viñeta de este pequeño fic con el tercer olor de la Amortentia de Ronald Weasley. Espero que os guste tanto como me ha gustado a mí escribirlo.

Antes de dejaros con la escena, quiero dar las gracias a quienes me dejaron un review en el capítulo anterior: maryL, adrisstbdt, damcastillo, Cris Snape, Aeerdna, Lui Nott, lumus-maxima, Arhatdy-Uchiha, Bella Valentía, Presonita y Maye Malfter. Muchas gracias a todas :)

Disclaimer: Todo lo que podáis reconocer, pertenece a J.K. Rowling.


Capítulo 3: Madera lustrada

Si había algo que a Ron le gustase, era el ajedrez.

Le había gustado desde que era pequeño, cuando se padre le había enseñado cómo funcionaba aquel juego que implicaba un tablero y un montón de figuritas que cobraban vida. Aprendió a jugar muy rápido y, pronto, se hizo tan bueno que ganaba a su padre antes de cumplir los ocho años. Le encantaba y, además, se le daba bien.

Ron siempre había sido el último en todo, el que tenía que ir varios pasos por detrás de los demás, el que no tenía nada en lo que destacar; salvo el ajedrez. Era lo suyo, su cosa especial. El olor de la madera lustrada de las piezas le relajaba y concentraba. Cuando estaba sentado frente a un tablero de ajedrez, lo único que importaba era el próximo movimiento. Se concentraba tanto en el juego que todo lo demás se reducía a mero decorado.

Miró el tablero que tenía delante y, acto seguido, alzó la mirada para observar a Hermione. Hacía ya un rato que se habían quedado a solas en la sala común. Quería hablar con ella, pedirle perdón, decirle que había sido un auténtico gilipollas, pero que la quería tanto que tendía a comportarse como un gilipollas cuando ella estaba cerca. Por fin había roto con Lavender. Después de semanas siendo un cobarde, hoy su relación con Lavender había llegado a su fin. Necesitaba hablar con Hermione.

—¿Quieres jugar? —preguntó Ron a Hermione, señalándole el tablero de ajedrez como si fuese una ofrenda de paz.

Hermione levantó la mirada del libro que estaba leyendo, ésos de lectura ligera que no parecían muy ligeros, con esa expresión de desconcierto que siempre ponía cuando alguien la interrumpía en mitad de algo muy interesante. Pero, esta vez, no frunció el ceño. Se quedó mirando el tablero como sopesando qué hacer. Y eso le extrañó.

Casi estaba esperando su no rotundo y que volviese al libro. No porque ella estuviese enfadada con él, sino porque era la tónica habitual cuando él le preguntaba si quería jugar al ajedrez con él. Normalmente, él solía pasarse un buen rato intentando convencerla y, algunas veces, hasta lo conseguía. A Hermione no le gustaba perder, por eso solía rehusar a jugar contra él. Porque, no era por fardar, pero él no perdía nunca. Había veces que incluso hacía cosas como sacrificar a la reina, solo para ver qué pasaba, pero, aun así, siempre acababa ganando. Sin excepción.

—De acuerdo —murmuró Hermione dejando su libro a un lado.

Aquella respuesta le sorprendió. Aunque no es como si fuese a quejarse. Hubiese estado dispuesto a leerse todos los malditos libros de la sección de Historia de la Magia si con eso hubiese podido pasar un rato con ella. La había echado tanto de menos que, ahora que la había recuperado —un poquito—, no pensaba joder las cosas otra vez. No iba a arriesgarse.

Solo fue cuando Hermione se hubo sentado, cuando percibió con más claridad el olor a madera lustrada que despedía el ajedrez. ¿Por qué no se había dado cuenta de eso antes? ¿Por qué había tenido que esperar hasta que ella estuviese frente a él para percatarse? ¿Por qué todo parecía ser solo cuando ella estaba a su alrededor?

—Mueves primero —informó Ron al ver que de su lado quedaban las blancas.

Los primeros movimientos de Hermione fueron cautelosos y premeditados. Él no era capaz de hacer otra cosa que mirarla. Ni siquiera tenía que prestar atención al tablero; sabía cuáles iban a ser sus próximos siete movimientos y tenía otros cinco de repuesto. No entendía cómo ella podía concentrarse en el ajedrez cuando él no era capaz de prestarle la menor atención.

A cada minuto que pasaba se le ocurrían más cosas que decirle. No solo que tendía a comportarse como un gilipollas cuando ella estaba cerca. Quería decirle que no sabía exactamente cuándo se había dado cuenta de que era una chica pero que, cuando lo descubrió, ya estaba pillado hasta las trancas. Quería decirle que le gritase, por favor, o al menos que no dejase de hablarle nunca más, porque cuando alguien que tiene mucho que decir calla, el silencio resultaba ensordecedor. Quería decirle que todas esas cosas de las que se quejaba, como hacer los deberes, no poder jugar al quidditch porque ella no había terminado de leer o tener que escuchar sus interminables discursos sobre el P.E.D.D.O., las había echado tanto de menos, que hasta le haría los panfletos para que repartiese entre los estudiantes para concienciar sobre los derechos de las criaturas mágicas.

Sus siguientes movimientos fueron rápidos y precisos y la arruguita que se le formaba a Hermione en la frente cada vez le parecía más adorable. Quería repasarla con sus dedos y ponerle los mechones de pelo que se le escapaban tras la oreja. Estaba a solo dos movimientos de ganar. Solo tenía que tenía que mover el alfil al E2 y, después podría dar jaque al rey. Estaba chupado.

—Peón a C6 —dijo sin despegar los ojos de Hermione.

Ella le dirigió una mirada sorprendida. Él ni siquiera parpadeó, solo elevó levemente la comisura de sus labios, descubriendo en un suspiro diecisiete expresiones distintas en la cara de Hermione. Era como si se estuviese debatiendo entre si seguir adelante o no.

—Jaque... mate... —y Hermione lo dijo muy bajito, porque no podía creer que eso estuviese pasando. Acababa de ganar al ajedrez a Ronald Weasley. Lo imposible.

—Me has ganado —murmuró Ron. Y, mientras esas palabras salían de su boca, se dio cuenta de que no estaba hablando de ajedrez. En absoluto.

Porque era verdad, porque Hermione le había ganado, en todos los sentidos en los que se puede ganar a una persona. Porque le daba igual haber perdido al ajedrez. Porque ese juego, de repente, ya no parecía ser tan importante. Porque el ajedrez podía gustarle, pero, ni por asomo, tanto como le gustaba Hermione. Porque Hermione era, definitivamente, su cosa favorita en el mundo entero.


¡1000 palabras exactas! Termino el reto llegando al máximo de las palabras permitidas. ¡Estupendo! Y, ahora... ¡quiero opiniones! ¿Qué os ha parecido? ¿Os ha gustado? ¿Creéis que la madera lustrada sería el tercer olor de la Amortentia de Ron? Cualquier cosa que opinéis sobre el fic en general y esta viñeta en particular, me gustaría saberla. Así que dejadme un review contándomelo todo.

Como ya sabéis, este fic ha sido escrito, junto a If you wanna, I might, para el reto de Olores de Amortentia, del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black. ¡Pasaos por allí, leed las historias presentadas y votad por vuestras historias favoritas! (¿Las mías? jijijiji).

Antes de despedirme, haré un poquito de publicidad del long-fic que acabo de empezar. Se llama Yo, mí, me... contigo y es un James&Rose. Da igual cómo o con cuánta fuerza intentes sustituir un gran amor, no funciona. Eso Rose lo sabe muy bien. Lo que no sabe es por qué James la dejó. Pero como todas las historias tienen dos caras, puede que aun haya cosas por descubrir y, es posible que, en el camino que separa las dos, James y Rose vuelvan a encontrarse. ¡Entrad y descubrid qué se esconde detrás de este inicio y cómo sigue la historia! De momento, solo está publicado el primer capítulo pero este fin de semana subiré el siguiente, ¡así que pasaos y decidme qué os parece! También es una historia que participa en un reto de long fic del foro de los Black.

Sin más, y recordandoos que rellenéis ese cuadradito que está justo aquí debajo si queréis que Ron os deje ganar al ajedrez, os deseo que todo os vaya bonito :3

Un beso y un achuchón,

Basileya