Hetalia.

Mis días de Alemania Nazi.

Capítulo 1.

Hola ^ ^Antes que nada, amigos y amigas, quiero implorar que el cielo me ampare por tocar un tema de lo mas delicado hasta nuestros días, el imperio alemán nazi. O conocido como Tercer Reich, o Gran Reich Alemán. ¿Cuál es mi interés por este tema? Pues la verdad deseo que la gente conozca lo que fue esta época tan terrible, llena de genocidios y discriminación, y sobre todo, el comportamiento, no solo de Alemania, sino de los países que intervinieron en esta época, incluyendo la guerra mundial. Pues, aquí les dejo este primer capi, dependiendo de si les gusta o no, será su futuro, si vive o muere.

Mi cabeza da vueltas… No puedo soportarlo más… ¡¿Qué he hecho?!

1934, Una nueva era muere por salir a la luz, de la mano de un ilustre llamado Adolf Hitler. Este hombre, con ideales y convicción cual fierro, habla de una manera de lo más convincente ante la multitud congregada. Sus palabras son de lo mas fuertes, casi pueden destrozar el ímpetu mas firme como a un árbol ante el huracán…

Al terminar una de esas tantas reuniones, salgo a tomar un poco de aire. Me siento un tanto abrumado de escuchar esas ideas suyas, pero no puedo hacer más que obedecer, es mi jefe. Para Hitler, el crear humanos perfectos que anduvieran libres por el mundo era una constante en sus ideas. Al descubrir la eugenesia, se deshizo de los escrúpulos que como ser humano pudiera tener todavía, y se dispuso a quitar del medio a todo aquel que le impidiera llegar a su meta.

Pero lo peor del asunto fue esa maldita idea en su mente. Una noche, me citó en su estudio. No había muchas gentes de servicio, ya que era muy tarde. Respiré hondo, tratando de aclarar mis ideas. Toqué a la puerta un par de veces antes de que me permitiera entrar. El lugar era grande, con una maravillosa vista por aquel ventanal. Las cortinas rojas hacían juego con las banderas de esvásticas colgadas en los pedestales a los lados de su escritorio.

-Siéntese, Ludwig, ¿Qué quiere tomar, Kirsch, o un poco de Pharisäer?

-Euh, no señor, estoy en horas de servicio… Me han dicho que usted quiere hablar conmigo…

-En efecto… Eres la viva representación de Alemania, el país que amo y deseo evolucionar a otro nivel. ¿Sabes cual es la razón por la cual nosotros perdimos en la guerra mundial?

-Pues, en la guerra la moneda siempre está echada al aire… Podemos ganar o, perder.

-Nein. Perdimos por una sucia y asquerosa conspiración… Nosotros los alemanes ya estábamos destinados a la derrota por culpa de esos malditos judíos.

-¿Judíos?

-Natürlich. Los judíos comenzaron una conspiración en conjuntos con los comunistas, y henos derrotados, pagando ese tributo por nuestra pérdida. Ludwig, no cierre su mente. Nosotros los alemanes somos la raza aria superior entorno a la cual debe girar el mundo. Cada vez la gente nace siendo una mezcla de genes enfermos, combinaciones de lo más aberrantes. Debemos purificar la raza.

Sus palabras cada vez me asombraban más y más. Era evidente que por años le lavaron el cerebro, haciéndolo creer el mesías alemán que tanto Eckart anhelaba, y creía haber visto en Hitler. A los teutones nos llamaba arios. La raza superior. Pude ver detrás de los cristales de una de sus vitrinas un ejemplar de su libro llamado Mein Kampf, donde explica que la raza aria no debe mezclarse con razas inferiores ya que con ello traería enfermedad, regresión física e intelectual. A pesar de ser un alemán, no estoy de acuerdo con ello.

-Señor, estoy de acuerdo en que debemos engrandecer nuestro país, y salir de esta crisis que parece interminable…

-No esperaba menos de usted, Ludwig…

-Sin embargo, no creo que las razas que usted llama inferiores sean un obstáculo. Debo admitir que me da miedo que usted haya dicho el término "Purificar la raza"

-Ah, Ludwig… Imaginaba que tal vez su cabeza siga aun cerrada. No podemos permitir que aquellos defectuosos anden por donde quiera, procreando hijos con nuestras mujeres, ni mucho menos podemos permitir que los judíos estén por ahí, sin recibir su castigo. Todo aquello que estorbe al bien común, debe se eliminado.

-¿Eliminado?

-Gelöscht.

-No, nosotros no podemos...

-Claro que podemos. Estás ante la mayor autoridad del mundo. Si yo digo que es negro, es negro, si digo que es blanco, es blanco. Si digo es de día, es de día, si digo que hace sol, así es... No ha logrado comprender el poder ilimitado que tango en mis manos. Y ahora, luego de que todos los preparativos estén efectuados, empezaremos con el exterminio.

-Una cosa es la guerra, pero... ¿Matar gente inocente?

-No hay inocentes…-Sentenció con una mirada fuerte.

Hitler tenía ahora el puesto de canciller, y tras la muerte del presidente Hindenburg, realizó una proclamación: "La posición de Presidente del Reich será combinada con la del Canciller. La autoridad del presidente será por lo tanto transferida al presente canciller y Führer, Adolf Hitler. El seleccionará su diputado. Esta ley es efectiva a partir de la muerte del Presidente Von Hindenburg". Este era el comienzo del Tercer Reich, el cual se esperaba durara mil años…

Ahora Hitler tenía mayor poder. Sin embargo conforme pasaba el tiempo, varios de sus antiguos aliados eran asesinados, algunos bajo sospecha de deslealtad, después de todo, ya no le convenía a Adolf que siguieran vivos. Este fue un paso muy importante en su carrera hacia la dictadura que había anhelado, pero no estaría en el poder por nadie mas que por si mismo. Podía seguir o nos las normas o reglas, incluso ignoras las que él mismo hubiera establecido.

Una honda tristeza se apoderaba de mí, poco a poco sentía que las cosas iban a complicarse con Hitler en el poder, pero era evidente de que la mayoría de los alemanes estaban en absoluta negación, o de plano esperaban en Hitler a un Mesías, como Eckart quería ver en Adolf. La violencia en las calles se fue incrementando, las protestas en contra del gobierno de Hitler fueron atraídas como abejas a la miel…

Luego de realizar un referéndum, Hitler ganó el 90% de la elección, que era unos 38 millones de votos, por lo cual todo el poder que poseía se convertía en la ley absoluta. Todo lo que Hitler proclamara sería obedecido, y era el único que decidía que estaba bien, o mal. Así, el 12 de marzo de 1938 Austria fue anexado al Reich. No voy a negar que un principio me diera mucho coraje, y más por las insistentes acusaciones de Roderich hacia mí. Todo el tiempo era discutir por estupideces, como si yo no tuviera ya suficientes problemas.

Hitler abolió el tratado de Versalles, donde nosotros los alemanes pagáramos un tributo correspondiente por ser derrotados en la guerra mundial, con ello empezaron a sacar de Alemania a los no alemanes, y dejando como huéspedes y con permiso del Estado a los extranjeros que hubieran llegado a Alemania antes de 1914. El orden que Hitler esperaba imponer cada día se iba haciendo cada vez más estricto. Pero este era su ascenso al poder. A su reinado, si se me permite decirlo, ya que el se sentía un rey… No, el se creía Dios, Todopoderoso, omnipresente, omnipotente…

De este modo, los que fueran de razas inferiores, como eslavos, gitanos, judíos, incluso los rusos, polacos y comunistas serían eliminados, y los sobrevivientes serían llevados a trabajar como esclavos sin derechos ni beneficios, hasta que perecieran. Hitler influía en cada aspecto de la vida general alemana, dictaba la manera de criar a los niños, que fueran duros ya que debían sufrir la lucha por ser el más fuerte, al crecer, se seleccionaba algunos para que formaran la elitista SS.

En cuanto a los miembros de razas "intermedias" ( letones, estonios, checos, ucranianos, etc.) continuarían existiendo como campesinos y mano de obra con algunas garantías, bajo control de amos y supervisores alemanes, especialmente miembros de las SS, que recibirían tierras y esclavos en relación a sus "méritos". Obviamente Hitler se estaba echando al "mundo encima" ya que las quejas de Ucrania, Letonia, Estonia y Checoslovaquia me llegaron como la lluvia sobre campos fértiles en verano, abundantes…

Pero lo que ahora se avecinaba puedo decir que era lo peor de todo. Si lo que estoy contando es de por si racial, cruel e inhumano, la denominada Solución Final, era la gota que derramó el vaso. Los gitanos y judíos eran llevados a campos de concentración, donde eran ejecutados de la peor manera. En paredones, golpeados, cámaras de gas… La tortura era variada.

Por las noches, no podía conciliar el sueño. Me revolvía en la cama, dando vueltas y vueltas, mientras mi cuerpo se enredaba en las sábanas, cubierto del sudor procedente de mis pesadillas. Despertaba dando gritos como un chiquillo, temblando y con lágrimas en los ojos. No podía contenerme, a pesar de que me obligaba a mi mismo. La muerte resonaba en mi cabeza, podía escuchar los gritos y lamentos de los fallecidos en esta terrible era del caos mental que era Hitler. La luna brillaba en todo su esplendor, pero no me iluminaba más. Era como si hubiera olvidado que yo existo. No la culpaba de ello.

Deseaba poder terminar con toda esa masacre que a diario se registraba en los campos de concentración. En tanto, la represión contra los homosexuales, testigos de Jehová, judíos y los opositores de Hitler dio inicio a una persecución masiva. Todos esos ámbitos de la sociedad eran llevados a la muerte o a trabajar como esclavos hasta que fallecieran. Uno de esos días, me tocó, como soldado que soy, ir en representación de Tercer Reich a vigilar el campo de concentración Auschwitz, a unos 43 Km al oeste de Cracovia, en Polonia.

Se dividía en diferentes campos subalternos, y fui llevado verificar que todo funcionara como era debido al campo Auschwitz I, en donde se administraba todo el complejo. En 1942 llegó a tener unos 20,00 prisioneros, entre ellos se encontraba Feliks Łukasiewicz, la representación de Polonia. Recuerdo que tuve muchos problemas con él. Los soldados de la SS que fueron mandados conmigo a ese campo le torturaban, lo dejaban sin alimento y no conforme con eso, lo encerraban en una celda muy pequeña donde yo cabria apenas arrodillado.

Sus ropas estaban llenas de sangre, con el labio inferior partido a golpes. Sentí mucha pena por él, tal vez mas de la que debía sentir por mi mismo, debido a las atrocidades que en cierto modo permitía a Hitler cometer. Me miró de reojo, con las rodillas pegadas al pecho y los brazos rodeando sus piernas. Traía puesta una túnica de color verde, toda rota y sucia. Sus cabellos rubios lucían descoloridos, polvorosos, su mirada era tan perdida, pero llena de odio. Y ese odio me pegó de lleno en la conciencia.

-¿Qué quieres, Ludwig? ¿Aun no estás satisfecho? O sea, ¿Qué no ha sido suficiente?

No le respondí de inmediato. Me culpaba de su actual estado, de la situación de su gente. Y si era culpable. Y de nuevo la conciencia. No pude hacer otra cosa que bajar la mirada.

-No pretendo que esto siga, Feliks, quiero tanto o mas que tú que esto acabe y…

-¡En serio!

Sus labios ladraban las palabras con mucha rabia. Frotó sus pies descalzos uno contra otro tratando de calentarlos en vano, el piso estaba un poco frio.

-O sea, Ludwig, ¿Crees que por ser tu prisionero no pienso? Estás esperando mi muerte… Mi gente cada vez está siendo reducida críticamente, y me dices que deseas que esto acabe… ¿No será que deseas que ellos acaben conmigo? Pero que puedo esperar, si eres un impuro, tu sangre alemana está podrida…

-Feliks…

Era verdad… Mi sangre estaba podrida, corrompida y todo por las ambiciones de un enfermo mental con el poder de Dios para mandar y ordenar a su entera disposición. Unas lágrimas surcaban las mejillas llenas de suciedad de Polonia, dándole un aspecto de niño que trabajara en una cantera. Con el dorso de la mano derecha se limpiaba las mejillas, barriendo más la suciedad por su cara.

-¿Por qué yo? ¿Qué demonios he hecho para que me hagas esto, Ludwig?

-No quiero que sigas haciendo preguntas que no te voy a responder. Yo mismo estoy forzado a obedecer, no veo el por qué tú mismo no lo hagas…

-¡Eso no viene al caso! No te compares conmigo, por favor… O sea, tu situación y la mía no son iguales… Yo soy un pobre prisionero, y tú eres el victimario… No vas a parar hasta verme muerto… Mi gente se muere y tú quieres que te compadezca… Simplemente patético…

-¡Cállate!

Solté un golpe seco contra la reja de su celda con una macana. Feliks se retorció del susto y se alejó de la reja, temblando como gelatina. Reaccioné. Guardé el objeto y me llevé una mano a la cara. Pero por Dios… ¿Qué estaba pasando conmigo? Tal vez me enfurecía que me hablara de ese modo, o era tal vez que reconocía que era verdad. Yo era patético. No debía comparar nuestras situaciones, tan diferentes.

-Lo, lo siento, no quise asustarte… Yo…

-Eres como ellos, Ludwig…

Su ojos seguían lloviendo, como una tormenta interminable que naciera desde lo mas profundo de su ser.

-Tarde o temprano, Ludwig, serás mas como ellos… Terminaras por… Por… Ellos me tratan muy mal, o sea, se que soy un preso, pero eso es detestable, ellos me golpean, me humillan… Lo único para lo que salgo de esta maldita celda es para que me hagan daño, me violan entre varios, me obligan a satisfacerlos con mi boca, es tan repulsivo y humillante…

-Feliks, yo no sabia, eso yo no… Yo no lo sabía… Te lo juro…

-¿Me lo juras, por cual Dios? ¿Aun crees en Dios?

-Yo… Yo no sé…

-Mejor vete… No quiero que me tengas lástima. Mejor ten lástima por ti mismo… Si muero, para mi será la gloria, pero tú seguirás vivo… Eso es peor castigo…

Vi las marcas de los golpes en su cuerpo, las cicatrices que apenas se cerraban, los moretones y hematomas que sobresalían de su piel blanca. Sus ojos estaban tan apagados, llenos de temor… Pero me miraban con pena. Él aun podía darse el lujo de verme como a un pobre diablo a pesar de sus propias penas. Sus ropas conservaban aun manchas de sangre, unas secas, otras más frescas. Y por un instante desee dañarlo.

Un sentimiento de aborrecible odio se abría paso en mi pecho, queriendo expresarse de manera física. Saqué la llave de mi bolsillo y abrí la celda. Tomé a Feliks por el cuello y lo saqué de la celda, mientras pataleaba y me gritaba cualquier insulto. Yo no le escuchaba. Quise retorcerle el cuello, hacerlo chillar hasta que suplicara su muerte. Sujetaba mis muñecas en un vano intento por apartarme de sí, pero yo era evidentemente más fuerte.

No conforme con eso, lo estrellé de cara contra la pared, separando sus piernas. Su nariz había sido golpeada con violencia en la pared, logrando que ésta sangrara como una llave abierta. Su cuello, pecho y ropas se llenaron de ese vital líquido, podía olerlo, me quité los guantes para poder tocarlo con mis dedos, y cuando lo hice, me sentí poderoso. Su sangre polaca en mis dedos, resbalando las yemas por su cara, mientras esa expresión de terror embargaba su mirada.

-¡Lud… Ludwig…! ¡Maldito!

Pegué mi cuerpo demasiado a su espalda, me sentía excitado, imaginando que Feliks era una mujer, de todos modos, su apariencia y su voz eran muy femeninas. Subí con una de mis manos la orilla de su túnica, hasta poder ver su muy maltratado trasero. Deseaba poder oírlo llorar, suplicar piedad, mientras lo violara… De repente, una patada de razón me dio de lleno en la cabeza. Retrocedí, espantado de mi mismo. Feliks cayó de lado, tratando de contener la hemorragia nasal.

-¡Lo siento… Lo siento, Feliks, perdón!

Salí corriendo, huyendo de mi realidad, mientras lo ojos acusadores de Feliks me perseguían. Me estaba volviendo como ellos. Me estaba convirtiendo en un ser aborrecible, despiadado, tan cruel como el mismo Hitler. ¿Acaso, me preguntaba, una nación se convierte en la esencia del corazón de su líder? Mi cabeza da vueltas… No puedo soportarlo más… ¡¿Qué he hecho?!

CONTINUARA…

Si ustedes lo desean. Quise poner una insinuación de yaoi aunque no soy yaoista, me desagrada, por que tengo amigas que les gusta, mi Alemania es hetero, ¿Eh? Como dije antes, para mi es un poco o un mucho delicado tocar este tema. Pues espero continuarlo. Un poco de historia y los sentimientos de Ludwig Beilschmidt al respecto. A ver como les cae.

See ya!

NOTA: Hetalia es creación de Hidekaz-san.