Naruto no me pertenece y eso.

Advertencias.- Palabrillas altisonantes, OOC y Universo alterno

.

.

.

Capitulo XIII.- Despertar

.

.

.

Extrañamente, a pesar de la fecha en el calendario, la pesada cortina de lluvia aislaba a la modesta casa de campo del resto del mundo, y después de pensarlo detenidamente por un momento, llegué a una conclusión: ¿Por qué demonios estaría lloviendo en Marzo?

Sin prestarle demasiada atención al estrafalario clima, me dediqué a ver como lo las gotas terminaban por perderse en el horizonte teñido de tonalidades grises, sin formas misteriosas ni significados ocultos, parecía incluso como si un ente supremo se empeñara en limpiar el mundo de todo el barro y los pecados existentes por imposible que aquello pareciera, y aunque por lógica sabía que no era así, era tan tontamente romántica que me consolaba pensando de aquel modo. ¿Y si yo me pudiera purificar del mismo modo?

Suspiré mientras me ponía de pie con desgana, pues observar las gotas estamparse contra el suelo fértil y lodoso se había convertido en una actividad más dolorosa y desgastante de lo inicialmente previsto. Fuera como fuera, el comienzo de un nuevo día me esperaba entre la lodosa tormenta, aun a pesar de la apocalíptica noche de compromiso, seguía viva. Eso básicamente quería decir dos cosas: 1) no había muerto y 2) debía afrontar todo aquello que me deparaba el destino, que por ahora, se transmutaba en el desayuno.

Me arrastré como pude hasta el comedor de la infinita casa de campo, que a pesar de no tener más plantas, contaba con infinidad de habitaciones en las cuales cualquier persona un poquito demasiado despistada (como yo) podría acabar por extraviarse.

Sin prestar mucha atención a la decoración que a pesar de ser hermosa me daba una sensación desagradable en el centro el pecho, me adentré en la cocina, donde Minato y Kushina terminaban de preparar un titánico desayuno de tres platos.

-Buenos días, ¿puedo ayudarles en algo? –saludé al verlos tan ajetreados, cortando, friendo y revolviendo en las sartenes y ollas, las que desprendían largos torreones de un vaporoso aroma que abría el apetito.

-Buenos días –respondieron al unísono –Estamos bien, pero muchas gracias –agregó la madre de Naruto, concentrada en rebanar alguna legumbre cuyo aspecto no era tan apetecible como cabría imaginar al percibir el olor.

-Ino ya debe estar sentada a la mesa, podrías acompañarla si prefieres–agregó Minato, dirigiéndome una de esas sonrisas amables que te hacían sentir que todo estaba perfecto… Aunque no fuera así.

Asentí y les agradecí mientras cruzaba la única puerta que me separaba de mi amiga, que en realidad se dedicaba a distribuir de manera regular nueve cubiertos en la mesa del comedor principal, y no en la barra como yo había anticipado.

Ino levantó la vista de la infinita mesa de caoba pulida en cuanto percibió mi presencia en la habitación.

Sus ojazos azules combinaban con la decoración de colores suaves en toda la casa, lo que me dio una repentina sensación de calidez, muy a pesar del sombrío día que hacia fuera.

La rubia se precipitó hacía mí, mientras soltaba con descuido los finos cubiertos de plata, que al chocar con el resto de utilería hicieron un ruido extraño, agudo, que desentonaba con toda la quietud y tranquilidad del ambiente.

-Hola –saludé mientras me veía envuelta en uno de sus asfixiantes abrazos. Solté, sin poder contenerme, una risita por su actitud que me hacía entrar en papel de niña mimada.

-¿De qué te ríes tonta? –dijo mientras me soltaba, fingiendo disgusto -¿Qué tal te encuentras hoy? –cuestionó a continuación con mayor naturalidad.

-Bien, creo que ya me siento mejor.

-Claro, claro. Esta casa puede relajar a cualquiera en cualquier situación ¿no? –comenzó Ino, mientras gesticulaba con un poquito de petulancia –La abuela Tsunade dice que siempre que algo malo le sucedía venía a este lugar, que le ayudaba a pensar…–agregó más bien pensativa–… Y como siempre me has recordado un montón a ella…

Dejó la frase incompleta mientras clavaba su penetrante mirada azulina en mí, como si de repente se hubiera olvidado de lo que estaba diciendo. O como si pensara que no era necesario completar la frase. Cualquiera que fuera el caso, me encogí de hombros y di mi mejor intento de sonrisa, que no era tan falsa como las de hace dos días.

-A todo esto Ino –hasta entonces me percaté de algo realmente extraño -¿Por qué estamos usando tantos cubiertos?

Ino me volteó a ver con cara de circunstancias, lo que me hizo fruncir el entrecejo.

–Supongo que ya es un poco tarde para intentar explicarte, probablemente debí tomarme mi tiempo para hablar de ello ¿no? –mencionó como si nada en un tono demasiado neutral para mi gusto.

– ¿De qué hablas Ino? –pregunté ya un poco asustada.

Ino y sus ideas locas de confortarme y apoyarme siempre eran una mala combinación, l odecía por experiencia.

–No es nada de lo que te debas preocupar realmente –dijo mientras rodaba los ojos y hacia un gesto displicente con sus manos –tú céntrate en disfrutar toda esta atención puesta en ti.

Al tiempo que Ino finalizaba su idea, escuché claramente las llantas de algún vehículo abriéndose paso a través del barro que rodeaba la casa. No fui capaz de mucho más que abrir los ojos desmesuradamente y contener el impulso de correr en dirección a la habitación que momentos atrás todavía ocupaba. Deseché la teoría porque, conociéndome, terminaría por extraviarme y, en serio, nadie podría encontrarme.

-¿Qué es esto? –musité a duras penas, queriendo parecer enfadada, pero dando más un aspecto de cachorrito empapado por la tormenta que se desataba fuera.

Justamente cuando mi amiga se disponía a proporcionarme una explicación -coherente, quiero pensar- Naruto irrumpió en el hogar del brazo de Mikoto.

Vale. No era que me desagradara la presencia de la adorable e insistente mujer, pero sí que era cierto que me hacía pensar en ciertos asuntos que no me apetecía para nada sacar a colación. Ni ahora ni en mil años más.

Para mi desgracia no venían solos, detrás de ellos ingresaron Fugaku e Itachi, y al final, como si Dios simplemente me odiara, entró Sasuke, despojándose de su abrigo más bien húmedo por el tiempo de exposición a la tormenta, teniendo el aspecto de uno de esos modelos que aparecían en los anuncios de moda para varones.

-¿Cómo se encuentran hoy, damas? –Itachi fue el primero en saludar, con su típica actitud que por alguna razón mística jamás era acorde a la situación.

-Excelentemente –se adelantó Ino, quien sonreía como si aquello no asemejara a un jurado imparcial que me evaluaría por los crímenes cometidos.

-Es obvio que se debe a mi llegada ¿no es así, Saku? –soltó Naruto con un tono meloso mientras se acercaba a mi peligrosamente, para después restregar su mejilla contra la mía, como si yo fuera una de esas almohadas súper suaves.

No pude evitar poner mala cara ante el contacto, demasiado empalagoso.

Naruto había superado su etapa de enamoramiento adolescente conmigo hacia mucho, es decir, todos sabíamos que la mayor parte de su vida giraba ahora en torno a Hinata, pero últimamente (de mi cumpleaños para acá) había vuelto a retomar su faceta sobreprotectora y agobiante.

Evidentemente, les agradecía un montón a todos por apoyarme en este momento, de no ser por ellos, probablemente me encontraría debajo de un puente aleatorio a punto de contraer hipotermia, pero aun así, no podía sentirme sinceramente cómoda en ese momento, es más, puedo asegurar que de haber podido echar a todo mundo de ahí, lo habría hecho.

La verdad era que, justo ahora, no me apetecía para nada discutir ningún asunto concerniente a lo que debería suceder conmigo, consideraba que primero, sería prudente, no sé, saber quién demonios era yo en aquel momento, que quería hacer de mi vida.

No lo sé, por dar un ejemplo.

.

.

.

Después de atestarle tremendo golpe a Sasuke, como si en aquello se hubieran ido todas mis fuerzas, dejé de sentir, de ver y de saber dónde demonios era arriba y dónde era abajo.

Era un poco como estar en una habitación aislada, completamente a oscuras, de tal manera que no podías ver absolutamente nada, que ni siquiera sabias donde estabas, o tus manos, o tu pies, o incluso tu rostro.

Sin embargo, podía seguir escuchando, como si se tratara de uno de esos sueños en los que confundes la realidad con tu imaginación, como si todo mundo hablara a través de un túnel, o como si yo estuviera a una profundidad considerable. Aun así, solo percibía trozos, como si mi cerebro estuviera demasiado agotado como para ser capaz de procesarlo todo de un modo adecuado.

-No pienso soltarla en ningún momento… -percibía piezas rotas de la conversación, la vibrante voz de Sasuke era la que resonaba más claramente en mi cabeza.

-Y yo no pienso que debamos quedarnos mucho tiempo más, por dios Sasuke, ¿te importaría subir de una vez al maldito auto? –el tono molesto de la voz de Ino me fastidió un poco.

Y luego, como si se tratara de un castigo por mis pensamientos a medio hacer, silencio. Tan apacible que daba miedo, se volvió a apoderar de lo poco que me quedaba de consciencia.

-Sí, lo mejor será que compremos algo rápido, antes de que despierte –esta vez la voz sonaba más lejana. Tal vez Naruto.

Los autos. Podía escucharlos en intervalos también, uno que otro conductor que pasaba por la avenida como un bólido, las luces fugaces que me deslumbraban a pesar de tener los ojos cerrados, la respiración que podía sentir, una mano acariciándome la espalda, como si fuera un bebé, el latir acompasado de un corazón, que me impulsaba más a la inconsciencia que a abrir los ojos y enfrentar todo aquello.

-Itachi nos está siguiendo, será mejor que le llames Ino –la voz era tan neutral que me costaba asimilar que se trataba de Naruto.

Aunque a estas alturas no era muy buena procesando cualquier tipo de información, a decir verdad.

Silencio y oscuridad nuevamente, y aunque pareciera escalofriante, lo prefería, aunque no podía recordar exactamente el porqué.

-¿Necesitas ayuda?

-Estamos perfectamente, ¿Qué habitación es? –la familiar voz de Sasuke vino acompañada en esta ocasión de un suave bamboleo que, a pesar de dicha sutilidad, me revolvió el estómago y me agitó la cabeza, por lo que ahora además de noqueada, me encontraba terriblemente mareada.

-¿Sakura?

Los cálidos y protectores brazos de Sasuke fueron patéticamente sustituidos por una superficie que se asimilaba a una cama, pero que no era tan suave como cabía esperar.

Luego de lo que me pareció una eternidad, la consciencia regresó a mí, suave, como una ola que rompe tranquilamente contra las piedritas diminutas a la orilla del río, y que se lleva un par de granitos de arena con ella, como para no olvidarse de que estuvo ahí.

-Te lo dije antes ya, está confundida. No la voy a dejar sola, incluso aunque despierte y me abofetee de nuevo. Eres su amiga, pero yo… -la agitada voz de Sasuke se elevaba por momentos y casi pude sentir su exasperación.

Pobre hombre, simplemente deberían dejarlo en paz. Era verdaderamente fastidioso cuando el mundo se volvía así de molesto, ¿verdad?

-Está bien, no te diré más Sasuke, pero considérate advertido. Ella por fin ha explotado hace unas horas, y dudo que cuando despierte quiera tenerte cerca –la susurrante voz de Ino me llegaba un poco más distante.

¿Qué hacían esos dos hablando sin mí?

Intenté abrir los ojos, pero era realmente difícil.

-¿Sakura? –murmuró Sasuke, ansioso.

Tranquilo, quise contestarle, todo está bien. Se oía realmente mal.

-¿Está despertando? –musitó Ino, más calmada que mi mejor amigo.

-No lo sé.

Aunque en apariencia la voz de Sasuke sonará medianamente normal, pude percibir que la angustia que experimentaba se entremezclaba con su aparente calma, algo realmente preocupante tratándose de él.

Esa misma sensación se instaló en mi pecho, inquietándome. ¿Qué era lo que estaba tan mal?

Vino en ese momento su atípica expresión triste a mi mente, aunque yo aún no podía abrir los parpados, la imagen se encontraba tatuada en mi memoria. Los espesos ojos perdidos en la nada, la línea inexpresiva que formaba su boca cuando algo le preocupaba más de la cuenta, la nostalgia de una época que ya no estaba ahí, que se había esfumado hacía mucho tiempo para entonces.

Quise con todas mis fuerzas consolarlo, levantar una mano y rozar con ella su mejilla, para darle ese brillo a su expresión monocromática que me parecía más bello que toda la variedad posible de colores vivos.

Aun así, mis manos, mis brazos, mis piernas… Toda yo me encontraba adormecida, no podía encontrar la parte correcta de mi cuerpo y terminé balbuceando cosas sin sentido.

-Está bien Sakura, estoy aquí –en esta ocasión, el susurro vino acompañado de un pequeño apretón que me ayudó a encontrar la ubicación espacial de mi ser en aquel momento tan confuso y extravagante.

Estaba dispuesta a dar más señales de vida con mi voz, pero para entonces sentía la garganta tan seca que creí que comenzaría a generar fuego por cuenta propia en cualquier momento.

A pesar de ello, me sobrepuse a la terrible sensación y continué intentando regresar al mundo real.

-Sasu…ke…-fue la primer palabra legible que logré pronunciar.

Tranquilízate por el amor de Dios, no te hará ningún bien, quería decirle con mi habitual expresión que intentaba reñirlo en serio, pero mis cuerdas vocales no daban para más, y si vamos al caso, tampoco era como que pudiera levantarme y participar en un maratón.

-Estoy justo aquí, todo está bien ahora Sakura –fue la apresurada respuesta a mi débil petición.

Preferí sumergirme en el sopor que él me ofrecía y usé la consciencia de la que disponía para asentir de manera débil.

No sé si aquello lo tranquilizó o si en cambio lo inquietó más, pero puedo asegurar que, al menos, durante los siguientes 45 minutos estuvo canturreando como un loro a voz baja que todo estaba bien, que no me preocupara por nada más, y que estaba justo aquí, a mi lado.

Seguramente hubiera hecho algo para callar su incoherente monólogo si hubiera recordado lo que había acontecido hace apenas unas cuantas horas, pero en aquel momento, poco me importaba recordar o no, solamente sabía que estar ahí, entre su brazos, sintiendo el latir tranquilo de su corazón era como un antídoto para mi cabeza que no dejaba de dar vueltas, que me sentía segura y que, según yo, podía estar ahí por una eternidad más.

Pero la vida es cruel, y lo que ya había hecho no iba a desaparecer así nada más.

Para cuando abrí los ojos, pude discernir que nos encontrábamos en una impersonal (y más bien barata) habitación de hotel.

Las cortinas oscuras se encontraban cubriendo dos amplias ventanas, sin embargo, el material del que estaban compuestas las mismas dejaba entrever algunas líneas de luz emitidas por faroles, afuera. Los números de un incandescente rojo en el reloj despertador que se encontraba al otro lado de la habitación, en un pequeño tocador, indicaban las 5:45 de la mañana, y Sasuke se encontraba dormido a mi lado, aun sentado en la cama, sosteniéndose en esa posición con ayuda de la cabecera acolchada de la recámara.

Quise despertarlo para que me viera por fin consciente, pero después, conforme la neblina de la inconsciencia iba dejando mi mente, iba recordando los diferentes sucesos no sólo de la noche anterior, si no de la última semana, la más agitada de mi vida.

Entonces preferí desperezarme un momento y detenerme a pensar en la mejor manera de proceder de acuerdo a la situación.

Recapitulando: Me había comprometido con Neji, Sasuke (hasta donde yo sabía) estaba de novio con mi prima Karin, mismo que después de golpear a Neji, me había dejado claro que para nada me correspondía, pero que quería que siguiéramos siendo amigos, aunque se había mantenido a la distancia desde entonces, razón por la cual, al parecer, yo había visto como una prioridad fundamental llamarle para poner una tonta canción de amor en un evidente estado de ebriedad.

Y por supuesto, la cereza sobre el pastel: Se había aparecido en mi fiesta de cumpleaños proclamando estar locamente enamorado de mí, para después ser echado de la misma por mis propias manos. Casi como una bofetada del destino (o como la que yo le había propinado hace apenas unas horas) se había enterado de la nada de mi compromiso con Neji.

En este punto, no podía estar más confundida. Les había gritado a mis padres frente a nuestros allegados, había roto mi compromiso y todavía recordaba la sensación al lanzar lejos el carísimo anillo de oro blanco que me había vinculado al bastardo mentiroso traidor que era Neji. Y por increíble que pareciera, había sobrevivido a todo ello.

Ahora me encontraba, Dios sabrá por qué estrafalaria razón, en un motel de paso, con el amor de vida a mi lado y 18 años recién cumplidos.

Eso me dejaba más a la deriva todavía.

Por lo que Sasuke se había empeñado en repetir durante toda la noche, él estaría dispuesto a quedarse a mi lado, a huir junto a mí.

Pero por otra parte, yo no podía simplemente ser así de cobarde; había guardado toda clase de sentimientos negativos, acumulándolos en mi interior, hasta estar al borde, y finalmente todo eso había colapsado. Y Sasuke era pieza clave en todo ello.

No quería decir que lo odiara, ya quisiera yo sentir algo así por él, pero era cierto que no podía darme la vuelta y fingir que nada había pasado, que él nunca me había lastimado, que ahora, solamente basándome en sus recientes actitudes y acciones, esta era una persona diferente del impulsivo e inseguro muchacho del que yo estaba enamorada.

Era algo simplemente imposible de ignorar, y yo ya no estaba dispuesta a jugar su juego una vez más.

Así pues, para cuando me incorporé con cautela, tenía decididas tres cosas.

Número uno, no volvería a encerrarme en mí misma de aquella manera, tan dañina.

Número dos, no tenía a estas alturas mucho que perder, así que pondría todo mi empeño para conseguir aquello que verdaderamente deseaba.

Número tres, Sasuke sería una constante en mi vida, estuviera él de acuerdo o no, ya fuera como amigo, como una pareja estable, o bien, como un recuerdo imborrable en lo más profundo de mí.

Repase mis nuevas líneas de acción en mi mente mientras me aseaba de la mejor manera posible en el diminuto baño que poseía la habitación, lo cual me hizo ver y asimilar que todavía tenía puesto el vestido de compromiso, el cual estaba tan arrugado que debería considerarse un crimen federal, haciendo combinación con la sudadera negra que había sido mi compañera el día anterior.

Hice lo que pude con mi pelo, ya que alguien (probablemente Ino) había desecho el sofisticado recogido para evitarme más dolores de cabeza, pero ahora se habían formado una suerte de rizos que saltaban cada uno en una dirección diferente, por lo que después de humedecerlo e intentar peinarlo con mis dedos, intente hacer una trenza con lo que me quedaba de motricidad para disimular de la mejor manera aquella maraña sin sentido.

-¿Sakura? –fue el sonido, amortiguado por la puerta del baño, que me alertó de que mi acompañante había despertado.

-Estoy aquí –contesté elevando la voz, sorprendiéndome de lo patosa que todavía sonaba, para acto seguido abrir la única puerta que nos separaba a mí y al autor de la pregunta inicial.

Entonces deseé no haberlo hecho. Demonios, ¿Cómo hacía para ponerme así de nerviosa cada que lo veía?

Independientemente de mi anterior resolución, en ese mismo instante lo único que quería era correr hacia él y abrazarlo tan fuerte que nadie ni nada pudiera separarme de él jamás.

Calma, me dije a mi misma.

-¿Cómo te sientes? –preguntó todavía con la cautela asomándose en el borde de sus palabras y la ansiedad apenas reflejada en sus ojos.

-Um… -dudé de hacerle saber mi reciente resolución –Supongo que estoy bien ahora… Ya que todo ha pasado –mi voz volvía a ser la de una pequeña niña asustadiza, lejos de la mujer fuerte como la que pretendía actuar.

-La verdad es que callarte todo eso… -lo meditó un momento, como repasando las toneladas de información que no le había contado –Cualquiera hubiera terminado más o menos igual.

No me sorprendía que lo dijera, menos que lo pensara. Es decir, desde siempre él me había conocido como nadie, era natural que supiera que le ocultaba algo, algo grande.

-En realidad, creo que una buena parte se hubiera podido evitar si no fuera así de dramática… Ya sabes…

No tenía ningunas ganas de verme débil ahora, pero era mejor empezar a hablar claro, y aunque la aportación fuera algo innecesaria, confiaba en que tal vez me auxiliaría a acceder un poco más al complicado interior de la mente de Sasuke, quien ya dirigía su mirada negruzca nuevamente hacía mí.

-No, Sakura –dijo con un indicio de sorpresa que no había logrado borrar de sus facciones –La verdad es que no creo que tu dramatismo haya tenido mucho que ver, la forma en que tus padres te han impuesto cosas siempre me ha parecido excesiva, y tu complacencia para con ellos definitivamente no es normal, pero esto simplemente está a otro nivel.

Para cuando terminó de hablar, me vi capaz de subir la mirada hacia él, ni siquiera me había dado cuenta de que tenía la cabeza gacha.

Él acrecentó esa sensación, con los hermosos ojos dulcificados, pero la voz exasperada, como una madre que regaña a un hijo porque se ha puesto en peligro, y está molesta por eso, pero ahora ya que todo ha quedado a sus espaldas, también puede permitirse sentir alivio.

Prolongué el silencio hasta que estuve segura de lo que quería decir, mientras la desesperación se hacía más visible en Sasuke a cada segundo que el reloj dejaba atrás.

-Yo… Estoy muy segura que quiero dejar eso atrás. No pienso volver a ser la chica buena que obedece a todo mundo –afirmé mientras corregía mi posición, casi sin notarlo.

Una breve sonrisa torcida, apenas perceptible, fue la casi inmediata respuesta de Sasuke.

-Tal vez podría ayudarte con eso –aportó complacido, aunque era justo lo que yo intentaba dejar de hacer.

Antes de ruborizarme, asentir como una tonta princesa ilusionada y correr a sus brazos, me detuve a aclarar las implicaciones de lo que él había dicho tan calladamente, más como una promesa que como un secreto, pero que igualmente guardaba confidencialidad entre nosotros dos y estas cuatro paredes.

-Sasuke… -me permití acariciar su nombre, no sabía cuánto tiempo con él me quedaba –no quiero que… No creo que esa sea la mejor manera… -mis palabras decididas quedaron atascadas en mi lengua mientras registraba la confusión llenando sus preciosos rasgos, antes de que afilara la mirada y se tornara amenazante.

Un paso en falso y entonces él se rompería delante de mí, para casi inmediatamente después, recomponer su expresión más fría y odiarme por lo que nos quedaba de vida.

Respiré hondo, tomando valor, aclarando mis ideas.

-¿A qué te refieres, exactamente? –preguntó en susurro que me pareció más imponente que si lo hubiera gritado.

-Es sólo que… siento que debo hacerlo yo sola, aprender por mí misma para poder continuar –tomé el aliento que no me faltaba, inflando mi pecho –no quiero depender de ti, de nadie, nunca más.

-Es razonable –me informó después de pensárselo unos momentos.

Podría haber guardado silencio y dejarlo ser, pero no quería traicionar mi supuesta convicción tan pronto.

-Suena como si me hubieras dado tu permiso Sasuke, y el punto es precisamente ese –me armé de valor, pero igualmente no fui capaz de verlo a la cara.

Escuché como inhalaba, como rezando a las deidades en las que no creía por un poco de paciencia.

-Llevas razón también en eso –comenzó, con la voz más ruda de lo que realmente pretendía, adiviné –pero es que lo haces sonar tan malditamente fatal que… -suspiró una vez más, como si se ahogara con sus propias palabras.

Me animé a contemplarlo otra vez, y la verdad es que la visión era entrañable.

No había malicia en su expresión, y tenía las cejas alzadas, luciendo preocupado, agotado. Repentinamente, sentí la urgencia irrefrenable de disculparme.

-Lo siento Sasuke, no tenías que… -no me dejó continuar.

-No te disculpes, solo no me alejes esta vez ¿de acuerdo, Sakura? –sonrío imperceptiblemente, dándole más impacto a sus inverosímiles palabras –Yo tampoco lo haré.

El rubor fue ineludible en esta ocasión.

Joder, mis ojos ya estaban anegados de lágrimas, y no eran de tristeza precisamente.

-No me quiero alejar tampoco Sasuke –comencé, y nunca me había sentido tan miserable en toda mi vida, ni siquiera en la semana anterior, como cuando finalicé lo que tenía por decir –pero creo que lo mejor por ahora es mantener la distancia, sin perder el contacto.

No fui tan valiente como para atreverme a verlo a los ojos mientras decía aquello.

El silencio que vino a continuación, se balanceaba entre la confusión y el enojo.

-¿Qué estas intentando decir ahora? ¿Podrías simplemente soltarlo y dejar de dar rodeos? –fue su enojada replica.

-Estoy intentando decir que te amo Sasuke… -su expresión cansada, llena de dudas, frenó mis torpes y apresuradas palabras –pero nos hemos hecho tanto daño que… No estoy segura que esto sea lo indicado… -musité al final, sin fuerzas.

-¿Dudas de lo que siento por ti? ¿Crees que te estoy mintiendo? –expresó consternado, casi ofendido.

La verdad no me parecía tan grave la acusación, es decir, él no había sido precisamente sincero conmigo, su reproche no venía para nada a cuento. Esta afirmación, más falsa de lo que creía, rondaba mi cabeza cuando me decidí a darle respuesta a sus preguntas.

-No Sasuke, no creo que mientas –y era verdad –pero estoy muy consciente de todas las veces que me has prometido más o menos lo mismo, y no puedes negar que en esas ocasiones no ha terminado muy bien que digamos.

-¿Estas entonces insinuando que no sé lo que siento? –la violencia afilada en cada una de sus palabras me dejo en blanco.

¿Realmente dudaba tanto de él?

Me odié a mí misma cuando advertí que sí, lo hacía. Dudaba de lo único seguro en mi vida.

-Yo… Lo siento… -no pude contener las traicioneras lágrimas en esta ocasión, dando todo por perdido, haciendo alarde de mis ineludibles capacidades para darme por vencida antes de haberlo intentado por lo menos.

-Joder Sakura, no puedo creer que estás hablando en serio –discrepo Sasuke agitadamente, mientras yo me preparaba para la consecuente verborrea a gritos que muy seguramente me seguiría por el resto de mi vida.

Pero en cambio, lo que vino a continuación, más allá de dejarme fría, despertó una agradable sensación en el centro de mi pecho, similar a lo que se siente cuando llegas a casa después de un largo viaje, idéntico al consuelo y a la esperanza.

-No, ni siquiera se te pase por la cabeza que lo voy a dejar así nada más Sakura, y tampoco pienso echarte en cara todo lo que me has ocultado, como tú no tuviste reparo en hacer –comenzó, dando lugar a la vergonzosa sorpresa en mi rostro húmedo –quizá tengas razón y es eso lo que me merezco por hacer el idiota todo este tiempo. Sea cual sea el caso, no lo quiero, y no me pienso rendir contigo, hasta que… Mírame por lo menos Sakura –lo dijo como una amenaza, y no yo ni siquiera había notado que los sollozos me había obligado a bajar la cabeza –Hasta que te des cuenta que no miento, que te amo, y no hay vuelta atrás en eso.

Muda, como estaba, no podía hacerle saber de la repentina confianza en él y en sus afirmaciones que su discurso había sembrado en mí.

-Ahora límpiate el rostro, no pienso hacerte derramar más lágrimas. Es una promesa –afirmó antes de ponerse de pie y salir de la habitación a Dios sabe dónde.

Ya en soledad, me dispuse a sentarme en la cama que habíamos compartido mientras intentaba convencerme que este no era el momento ni la situación para dejar de ser virgen.

Una vez hube prosperado en ese propósito, obedecí sus instrucciones de limpiar el rastro de mis saladas amigas, apreciando por vez primera la agradable temperatura ambiente en la habitación, luego de contemplar por la ventana como el viento parecía empeñado en arrancar del asfalto cualquier edificación que se encontrara cimentada en el mismo.

Luego de aquello, no pude arrepentirme más de las palabras que ya había dicho, haciéndole saber a Sasuke que "quería mantener la distancia" pues no volví a saber de él en el resto del día.

Ino ingresó minutos después en la habitación, trayendo consigo una muda de ropa nueva, confidencias y la promesa de una reconfortante ducha.

Manteniendo una trivial charla con la rubia, como siempre había sido tan fácil, independientemente de la situación, bajamos al modesto restaurante-bar del establecimiento que, ahora sabía, se encontraba en algún punto de ningún lugar en particular. Me decanté por un desayuno tradicional, añadiendo trocitos de frutas de la temporada.

El hecho de que Sasuke no se apareciera por ahí como yo esperaba, me amargo el momento, y aunque tampoco la comida estaba precisamente deliciosa, estaba tan hambrienta que logré terminarlo todo.

El viaje a la casa de campo de los padres de Naruto fue tranquilo, muy a pesar de que las cinco horas de viaje fueron invertidas en explicar mis motivos y objetivos de aquí en adelante, una ventaja de viajar con dos rubios que dan la apariencia de no tomar nada muy en serio.

.

.

.

Hey!

Pues eso, tengo la desvergüenza de aparecerme por aquí (literal) años después.

¿Qué puedo decir? La verdad es que ocurrieron un montón de cosas en la vida, y aunque casi siempre estaba o muy ocupada o ignorando mis responsabilidades, este fic siempre fue como una espinita clavada en mi mente. Así que heme aquí, incluso tengo un nuevo PC y es más bonito escribir en él… Si, en el anterior ya me había cargado algunitas teclas. No me juzguen.

Como sea, ojalá quienes lo empezaron a leer puedan terminarlo. No garantizo que lo actualice mañana, pero ya saben que lo terminare a toda costa. Muchas gracias por seguir aquí, y por disfrutar la historia, espero que se hagan un tiempito para dejarme un review con su opinión jóvenes (¿?)

En cuanto a la historia, pues ya estamos entrando en la recta final, esta todo en mi cabeza, pero escribirlo y que me quede como quiero es todo un reto :b Solté todo lo que tenía atascado durante todo este tiempo, y escribí como si no hubiera un mañana, so decidí dejarlo un poquitín a medias para que nadie me venga a decir que se quedó ciego, para que las personitas que lo siguen desde el principio tengan chance de acordarse de que va, y aunque igual esta emocionante, para que fuera más fácil de digerir :3

Y ya me callo porque ha de ser bien fastidioso leer esto. Perdón (otra vez)

Los quiero, no intenten comprenderme. Solo ámenme (¿?)