Con la llovizna cayendo, había tenido que ponerse un par de botas. Estacionó la camioneta al ras de la vereda. La casa de los padres de Adam se hallaba escondida en medio de un halo de juncos, fue difícil pasar sin chapotear algún charco y embarrarse los pantalones con lodo.

Insultó más de una vez tras atorarse en el barro.

Toc, toc, toc.

La puerta era de madera de roble, concisa; debió tocar tres veces para que escucharan del otro lado.

La puerta quedó a medio abrir cuando un rostro aterciopelado con una mirada inocente le dio la bienvenida a Naomi.

No creía estar preparada para lo que fuere a seguir.

—…¿Sí? —obviamente, la cara de la madre de Adam podía leerse a la perfección: estaba descolocada por saber qué hacía un miembro de la policía en el porche de su casa, aunque intentaba mantener la calma usando un tono de voz dulce.

—¿Usted es la madre de Prince Adam?

—Así es. ¿Ha ocurrido algo? ¿Dónde está mi hijo? —la preocupación en su tono de voz no se hizo esperar. Naomi se preparó para dar el golpe.

—Lamento darle esta noticia. Hemos encontrado el cuerpo de su hijo en las veredas de la cuadra 76, lado oeste… —veía que la mujer, como todo familiar que es informado de un fallecimiento, se tomaba unos minutos para digerir la información. La miraba con los ojos vidriosos, ida en otro mundo, como si intentara entender pero no cuadraban las situaciones en su cabeza—. En verdad que lo siento, era muy joven.

Un par de segundos en silencio fueron suficientes para desgarrarle las entrañas.

—…¿Cómo? —tartamudeó.

—Choque automovilístico. Era imposible que sobreviviera, perdió mucha sangre. Su hijo iba caminando por la acera luego de que saliera de la Universidad, dos coches cruzaron camino y él no observó hacia los lados, iba con los auriculares puestos. Lo lamento.

La mujer tragó espeso, repleta de dudas. Con sus ojos azules miraba a Naomi, luego el suelo, luego hacia los lados, y de vuelta a Naomi.

—Exactamente, ¿cuánta sangre perdió? —intentó decir con la mayor de las prudencias, pero su voz se quebraba.

—No hemos medido eso aún. Su hijo… ha quedado destrozado, señora. El impacto del choque fue muy fuerte, los automóviles iban a alta velocidad —la llovizna comenzaba a espesarse. Pronto tendría que marcharse—. ¿Se encuentra bien, señora?

Los ojos de la mujer veían el suelo con concentración, no apartaba las pupilas de éste. Relamió sus labios, y volvió a fijarse en la pelinegra.

—Necesito ver el cuerpo de mi hijo, ¡ya! —gritó. Reaccionando mal de un momento a otro, totalmente comprensible.

Naomi no se inmutó ante la exigencia, continuó firme en el mismo lugar.

—Podrá verlo en el funeral.

—¡No! ¡Necesito verlo ahora!

—Señora, le ruego prudencia. Comprendo su situación pero, su hijo ha quedado como todas las demás víctimas de choques. Está irreconocible.

—Tengo que verlo —cubrió sus ojos con una mano mientras se sostenía del marco de la puerta. Comenzaba a marearse—. Usted es policía y debe estar al servicio de las personas, ¡debe llevarme hasta donde se encuentra mi hijo!

—Señora, yo simplemente vine a comunicarle la triste noticia, no sé en qué morgue se encuentra exactamente su hijo ahora. Deben estar haciéndole estudios de autopsia y todo el papeleo del acta de defunción. Lo lamento, no puedo ayudarla.

La mujer comenzó a chillar lacrimosamente. Un par de pasos escandalosos se oyeron bajar por una escalera y aproximarse hacia la puerta. Se trataba de un hombre mayor, rondando los cincuenta. Por el parecido con el niño, era probable que fuese su padre. Y ahora que lo recordaba, según lo dicho por Adam, su única familia en la isla eran sus padres y su pequeña hermana, asique obviamente se trataba de éste.

—¿Qué está pasando aquí? ¿Quién es usted? —señaló a Naomi con el dedo índice—. Cariño, ¿qué pasa?

—Es Adam… —sollozó la mujer, y el hombre pronto miró desconcertado a la morena.

—¿Qué…? ¿Qué ha ocurrido con mi hijo, qué sucede? —preguntó, utilizando un tono más que agresivo.

La mujer cubría su rostro con las manos. La morena traía una placa policial en la chaqueta. Era obvio lo que sucedía. Pronto abrió los ojos desconcertado.

—Lamento mucho la pérdida. Pero mi tarea era venir hasta aquí a comunicárselos. Eso es todo. Tienen todo el derecho de ver el cuerpo, pero será en otro momento, cuando los policiales vengan por ustedes. Enserio que lo lamento. Debo marcharme ahora. Sólo necesito su permiso para comunicar el caso de su hijo en los medios televisivos.

La escena era desgarradora. Los padres de Adam quedaron allí, con la puerta a medio abrir, sollozando fuerte, desconsolados.

Era cruel una mentira como aquella, debería ser hasta ilegal. Reconocía que los métodos que utilizaba L eran tan poco morales que causaban espanto. No estaba segura de si quería continuar con el plan. Le partía el alma ver a esa pareja sufriendo así por una burda mentira.

Y, para colmo, debía hacer lo imposible por obtener el permiso para divulgar la muerte de su hijo a todos los habitantes de la isla, sin siquiera darles a cambio la información sobre el paradero del cadáver de su hijo.

…Esperaba que L supiera lo que estaba haciendo, porque ella creía que todo esto se le estaba yendo de las manos.

—¡No! ¡No vas a divulgar la muerte de mi hijo! ¡No lo permitiré! —gritó el hombre, mientras abrazaba y consolaba a su esposa.

Debía mantenerse firme, no podía irse con las manos vacías, aunque doliera, debía terminar con el cometido.

—Lo siento, pero es lo que nos toca hacer. A eso se dedican los medios de comunicación.

—¡No le permitiremos decir nada hasta que no nos deje ver el cuerpo!

—Puede ver el cuerpo si quiere, pero como le he dicho antes, yo no puedo llevarlos. Vendrá una unidad de policía especial para eso, hoy mismo. Mi deber termina aquí —ya no estaba segura de sí continuar con esto, ¿qué sucedería cuando tuviera que confesarles que, en realidad, su hijo no estaba muerto?

No creía que lo soportarían, nadie en su sano juicio lo haría. No lucían muy fuertes como para aguantar semejante bomba.

L…

Rogaba que L supiera exactamente lo que estaba haciendo.

o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o

Aún miraba a su alrededor, sintiéndose sapo de otro pozo, calculando uno por uno todos sus movimientos, ya que, como se lo esperaba, había más de una persona echándole el ojo, estudiándole con detenimiento.

Había que ver el lugar nada más: una habitación totalmente alumbrada, donde las cortinas blancas de seda combinaban perfectamente con los antiguos candelabros.

Light se había puesto sus mejores ropas al estilo clásico: un esmoquin típico e impersonal que no lo destacaba en absoluto; mientras tanto, el resto, se había ido a la ceremonia repletos de colores llamativos, abundaban el anaranjado, el rojo y el turquesa. A estas alturas, era el único vestido de traje, y completamente de negro.

Norrix se había entretenido con un grupo de sujetos que reían y bebían; tosían y fumaban constantemente. El resto de los invitados en el salón llevaban caras largas, y sonreían disimuladamente mientras chequeaban la hora cada tanto, o interrumpían sus conversaciones para atender llamadas telefónicas.

Y allí estaba él, con ambas manos en los bolsillos, esperando por una llamada más que importante, que hacía tiempo venía estrujándole los nervios: un par de noches atrás, llegó a sus manos una nota de Mikami, anunciando que el día anterior, mientras él y Lían dormían, un grupo de sujetos había ingresado a la casa a horas de la madrugada, con obvias intenciones de llevárselo todo. Así de simple fue el mensaje, y lo había dejado a Light con tremenda incertidumbre. La señal telefónica de la Isla era tan pobre que hacía días no había podido llamar a sus amigos, estaba preocupado por saber si hubo golpes o algo violento de por medio.

Suspiró con agobio.

Checó la inmensa TV, postrada en una de las paredes del salón. Obviamente no se oía nada por las risas y conversaciones del bullicio; lo único que logró ver fue la fotografía de un joven rubio de ojos claros que había sido asesinado ese mismo atardecer. Leía en el encabezado de la noticia que se trataba de un tal Adam Prince, bastante joven: un adolescente sin ir más lejos; aparentemente un choque automovilístico en el cual el muchacho no tuvo nada que ver, solo una víctima que deambulaba por el lugar desacertado en el momento desacertado. Había que ver como habiendo tan pocos vehículos en ese lugar, justamente un choque en medio de la nada iba a cobrarse una vida.

Era para la risa, sin ofender.

Tomó su propio móvil y, colocándolo sobre la lustrosa mesa de madera que se hallaba al lado de su cuerpo, ponía a girar el aparato en círculos hasta "marearlo", y cuando el envión perdía fuerza, repetía el movimiento. Sinceramente, no podía dejar de pensar en Lían, temía que los malditos ladrones aquellos hubieren encontrado los ahorros del pelirrojo, que había estado cuidando desde comienzos de año, entonces no podría colaborar con la cuota anual de la fundación a la que venía ayudando, eso le tenía preocupado, tampoco él contaba con esa gran suma de dinero en este momento. Por un instante, Light pensó pedir un préstamo bancario, como lo pagaría sería lo de menos, Lían había dado todo por él, se merecía lo mismo por parte de Light.

Norrix agitaba la mano para que Light se dirigiera hacia él, junto con el grupo con el cual se hallaba. El castaño tomó aire, caminó lentamente hacia allá, con los sensores encendidos. Estudió a cada uno por separado cuando Brett los presentó.

—Él es Light Yagami, mi secretario personal esta noche. Light, todos ellos son viejos amigos del trabajo —los saludó con un fuerte apretón de manos a cada uno. Los viejos asentían con la cabeza.

Una vez acabada la presentación, uno de los hombres rompió el hielo.

—La cosa está tardando bastante… y yo que tenía programado un encuentro —rió, guiñando un ojo, a lo que todos asintieron con sonrisas degeneradas.

—¿Con quién? Si es que se puede saber —preguntó uno.

El hombre sacó el móvil de su bolsillo, y tras presionar un par de teclas, enseñó a todos la fotografía de una joven y hermosa mujer.

—¡Vaya! Tu sí que estás bien —graznó otro, dándole una pitada a su cigarro—. Mi esposa no es ni un cuarto de lo que es ese infierno —rió.

—Tranquilo, tu tampoco eres ni un cuarto de lo que soy yo con tu esposa, ella misma me lo ha dicho —la ola de carcajadas comenzaron a oírse, Light esbozó una sonrisilla tímida.

—¿A ti que te parece, Light? ¿Está bonita la señorita? —Brett le guiñó a aquel sujeto para que le enseñara la fotografía al castaño. En ese mismo instante el móvil del joven comenzó a vibrar en su pantalón. No se percató si el gesto fue desubicado o no, pero estaba realmente preocupado porque fuere una llamada de Lían.

Tomó el aparato y revisó la pantalla, efectivamente se trataba de su amigo.

—Es muy bonita… am… si no les molesta debo atender, es bastante importante —miró a Brett, y al ver que éste no hizo ningún gesto indecoroso, simplemente se alejó del grupo, caminando con rapidez hasta el balcón detrás de los ventanales. Nadie había allí, ya que la noche era calurosa pero también húmeda, hacía pocos minutos había estado lloviznando con fuerza, por eso todos preferían permanecer dentro del salón.

—Habla Light, ¿cómo estás? —se quedó parado frente a las barandas de fierro. Miró hacia abajo, el edificio estaba a una altura del suelo bastante prominente.

No muy bien que digamos, estoy desilusionado porque no podré ir a África luego de Navidad, la verdad es que esperé mucho por ese momento, pero bueno, como te explicó Mikami por mensaje: entraron a casa y se llevaron todo, incluido el dinero —su voz dulce sonaba, más que lacrimosa (como Light hubiese esperado), resignada.

El castaño tomó su cabeza con la mano desocupada, se habían llevado sus ahorros, como supuso desde un principio. Se fregó el rostro con impotencia.

—De eso quería hablarte precisamente, pero cada vez que intenté comunicarme contigo no me lo permitía la señal del lugar —suspiró—, ¡qué mierda! —pateó uno de los fierros.

No importa, Light. No te preocupes por eso. Algunas llamadas entraron pero estuve ocupadísimo hasta recién por eso no te respondí. Mikami y yo estamos bien, no nos hicieron nada. No se llevaron ni la TV ni el estéreo por sus tamaños, lógico. Robaron cosas manipulables: el DVD, el dinero, la vieja cámara digital de Mikami, y tu segunda portátil… lo siento mucho Light, sé que almacenabas todo tipo de información ahí dentro, en verdad que lo lamento, juro que fue lo que más lloré porque no se lo lleven.

—Está bien, no importa. Con que ustedes dos estén sanos y salvos, yo estoy tranquilo. Era todo lo que quería oír, acabas de alegrarme la noche con eso. La verdad es que me tenía preocupadísimo, te llamé muchas veces, pensé que había pasado algo grave. No hagas nunca más eso de no contestar Lían, por favor.

Siento haberte preocupado.

—Cuando regrese, me ocuparé del dinero para el viaje, para eso ni pongas esfuerzos, yo me haré cargo, lo prometo. Mikami tenía planeado ir contigo, supongo.

No creo que puedas Light, era mucho dinero el que llevaba ahorrando. Y sí, Mikami iba a ir conmigo, asique luego de pasar Navidad con nosotros, te ibas a quedar solo para festejar año nuevo. Para tu suerte, y para nuestra despreocupación, no será así —sonrió con dulzura—. Hablando enserio de eso, ¿no planeas nunca ir a lo de tu padre y solucionar las cosas? Ya sabes… uno de los dos va a tener que dar el primer paso, sino esto seguirá así por los siglos de los siglos…

—¿Es una pregunta retórica? Porque es como si intentaras decir que soy yo el que debe ceder —levantó una ceja, escéptico—. ¿Por qué soy yo el que debe ir a verlo? ¿Por qué no puede ser al revés?

No digo que debas ir a pedirle perdón, solo da el primer paso, eso es todo. Un "Hola papá y mamá, he venido a verlos", es suficiente para que ellos se sientan amados. ¿Te pusiste a pensar que, probablemente, tu padre quiere hablar contigo pero no se atreve a dar a torcer su orgullo? Si tú rompes el hielo, él te lo agradecerá, te lo aseguro. Estoy convencido de que él se muere por hablarte —Light se había quedado en silencio, meditando, entristecido y un poco rehusado a creer. Y enfadado. Pero Lían no solía equivocarse—. Además, con las cosas que están pasando, me puse a pensar que definitivamente no ha estado bien que Mikami y yo viajáramos a otro continente y te dejemos solo en casa, obviamente te invitamos a los viajes y no has querido ir nunca. No me parece malo eso de no querer ir a África con nosotros, es solo que… me parece que ya es tiempo de recapacitar, han pasado cuatro largos años ya, ¿no es suficiente?... Aunque, bueno, este año estaremos contigo.

Light suspiró, sosteniendo su mentón con la mano desocupada y con la otra mantenía el móvil pegado a la oreja.

—Si el caso sigue con este paso, estaré aquí en Navidad, año nuevo y hasta el día de mi jubilación. No te preocupes por el viaje, ya te lo dije, déjamelo en mis manos. Irás a África con Mikami, y si yo decido pasar otro año nuevo en casa solo, es mi decisión. Tú eres un preocupón crónico, Lían —rió, apretando los párpados.

¡Mira quién habla...! ¡Demonios! ¿Así de lento va todo? ¿Qué pasa?

—Discusiones internas entre las dos "cabezas", por lo tanto es un poco difícil seguir el hilo.

¿Hablas de Ryuzaki y el otro inglés? ¿Hablaste con él? ¿Está todo bien o…?

—Le pegué un sopapo en la cara, Lían. ¿Cuánto pueden mejorar las cosas después de eso?

Bueno… él te ha hecho muchas cosas, un sopapo estuvo bien. ¿Y no has pensado investigar por tus propios medios?

—Lo he hecho de pura curiosidad, y no me ha llevado a nada. Ellos dos son los únicos que tienen renombre para contactarse con los centros forenses, envían muestras y ellos les devuelven los resultados. Yo no puedo hacer eso. Es una mierda.

¿Y para que llevaron a tanta gente, entonces, si con Ryuzaki y el otro, alcanzaba?

—Para hacer publicidad, supongo. Estoy que no sé qué hacer pero, al mismo tiempo quiero saber qué es lo que está pasando, me está volviendo loco todo esto.

De un momento para otro, Light pegó un pequeño salto de la sorpresa. Brett se encontraba de pie detrás de él, tocándole el hombro para que notara su presencia. Le sonrió amablemente mientras el otro aún continuaba estupefacto.

—¿Llegaron ya? —preguntó Light a Brett por los reporteros que abrirían la conferencia.

¿Quiénes?

—No tú Lían, le estoy hablando a Norrix.

—En unos quince minutos, aproximadamente, ya estarán aquí. ¿Interrumpo?

—Ya iba a colgar de todas formas. Am… Lían, agradezco saber que estás bien, volveré a llamarte luego, ¿sí? No te preocupes por lo que hablamos, enserio. Ya sabré qué hacer.

De acuerdo, Light. Nos estamos viendo. Cuídate.

—Cuídate. Saluda a Mikami por mí.

Cortó la llamada y miró directamente a Brett, que estaba sonriendo de medio lado, apoyándose sobre las barandas de igual modo que lo hacía Light.

—¿Era tan urgente la llamada, o no te cayeron bien los muchachos?

—Amigos míos, casi hermanos para mí, estuvieron en aprietos hace un par de días, y al no poder comunicarme por la mala señal de este lugar mi preocupación iba aumentando. Son como mi familia, vivimos juntos desde hace cuatro años, obviamente al enterarme de un robo mi primera preocupación fue saber si se encontraban bien. Asique… sí, era urgente. Y no sucedió nada con "los muchachos", simplemente no tengo motivos para que no me caigan bien, ni siquiera los conozco.

Desvió la mirada hacia la boardilla.

—Me gusta eso de ti, Light —dejó esperar unos segundos en silencio, hasta acaparar la atención del castaño—, no eres prejuicioso, no te dejas llevar por las primeras impresiones, que es lo que la mayoría de las personas hace —ahora su rostro se había vuelto serio y sereno—. Veo que no estás nervioso ni exaltado asique, supongo que tus amigos deben estar a salvo.

El joven agudizó la mirada, entre la duda y la desconfianza.

—Lo están, pero no por eso estoy complacido. Robaron varias cosas. Esa maldita policía que nunca llega a tiempo —el desprestigio pareció ser más para sí mismo que para comunicárselo a Brett.

—La policía es poca, y la población demasiada. Es obvio porqué nunca llegan a tiempo —extrajo un cigarro de su bolsillo y lo encendió con paciencia—. ¿Qué han robado? ¿La TV, una videocasetera, ropa? Nada que no se pueda remediar.

—Los ahorros de mi amigo, venía guardando mucho dinero para un viaje muy importante.

—¿Viaje de negocios?

—No, tampoco de placer, la verdad. Es un viaje que hacen todos los años para ayuda comunitaria en África. Mucha gente del mundo va, de todos los países.

Brett respiró profundo y sonrió deleitado, guardando una de sus manos en el bolsillo del pantalón.

—Cuando crees que hay demasiados parásitos a tu alrededor, pasan estas cosas que te hacen cambiar de opinión —dijo sonriendo, dando una pitada al pucho que le quedaba de tabaco—. Creo que esa gente vale la pena, no deberías perder su amistad. Y tranquilo por lo del dinero, yo no tengo problema en pagárselos, la verdad es que no me cuesta nada hacer algo como eso.

—¡¿Qué…?! —le sorprendió el comentario. Ese tipo de generosidad salida de la nada, sin ni siquiera conocerlos…

—Así es.

—¿Por qué?

—Porque quiero pagarlo y punto. No hay mucha gente que se decida a viajar solo para ayudar a los demás. Quiero ayudar a tus amigos, y voy a hacerlo. Tú no te preocupes, no voy a pedir que me devuelvas el dinero ni nada por el estilo, eso no sería caballero.

—Pero yo no quiero que usted me regale nada, puedo conseguir el dinero por mis propios medios.

—El regalo no es para ti, es para tus amigos. Si quieres darles tú el dinero, pues bien, dáselos, pero te aseguro que mi obsequio llegará a sus manos mucho antes que el tuyo… ¿para qué van a querer dos obsequios del mismo monto? El tuyo estará de más. Además ellos saben que tú no puedes pagarlo, por lo tanto no lo aceptarán de tu parte.

—Tampoco aceptarán el tuyo, ni siquiera saben quién eres —su voz se había vuelto rígida—. En serio, no debes, no es tu problema —negaba con la cabeza mientras intentaba esquivar los ojos de Brett mirando hacia el horizonte—. Es mucho dinero y yo me ocuparé de ello, quiero hacerlo, quiero que sea mi regalo, no el tuyo.

—¿Te gusta sentirte agraciado, eh, Light? —exhaló la última bocanada de humo—. Tranquilo, si eres tú quien quiere darles ese obsequio, no intervendré porque, como tú mismo has dicho, yo ni siquiera los conozco. En realidad, solo intentaba ayudarte, ¿de dónde sacarás el dinero?

—Ya veré de donde… —meditó unos segundos—, no te preocupes por eso, no debes ayudarme, me gusta conseguir las cosas por mis propios medios.

—Qué bueno que dijeras eso. Sabes, estaba pensando en darte aproximadamente unos treinta mil por acompañarme a Londres, a la visita con mi ahijado que te he comentado anteriormente, ¿lo recuerdas?

—¿Exactamente qué es lo que debo hacer en esa visita? ¿Algo similar a esto? ¿Una conferencia?

—Por supuesto. Tal y como lo hablamos. Me encantaría regalarte el dinero ya mismo si así lo prefirieras, pero como tu "punto débil" es conseguir las cosas por tus propios medios, entonces bien. De todos modos planeaba pagarte de manera extra lo de hoy y también lo que se viene, si es que aceptas. Light, no eres un mal chico, simplemente, desprecias la ayuda ajena solo porque desconfías.

—Me cuesta mucho creer que a tu edad no comprendas que la gente no es de fiar.

—¿Incluso desconfías de mí?

—Por supuesto, desconfío de todos a mi alrededor, nadie me ha demostrado nada hasta el momento, nada que me haga cambiar de opinión.

Brett inhaló, pestañando con pesadez.

—Entiendo —miró de reojo al castaño, que aún continuaba observando más allá del balcón, perdido en sus pensamientos—. Porque algún bastardo se haya cagado en ti una vez, no significa que todos vayamos a hacerlo, es el único consejo que puedo darte, Yagami.

Se le erizaron todos los cabellos de la espalda y nuca, no por la descares de su comentario sino porque lo consideraba hipócrita.

—Pensé que L era como tu hijo, y ahora lo llamas bastardo —rió secamente—, la verdad es que no me das esa confianza como para creer en ti. No muestras ser diferente, y hay tantas cosas de ti que me molestan… como por ejemplo el hecho de que te vayas cada dos por tres, desapareciendo de vista. Te preocupa muy poco estar aquí, no creo que realmente te intereses por esto, considero que lo haces de pura fachada para mantener alguna imagen. Y estoy seguro de que me has traído hasta aquí a hablar con la prensa porque no tienes ni la más remota idea de qué decir ni tampoco de lo que ocurre con el caso, ¡nada!

Dijo Light, de una forma tan pesada que haría fruncir el entrecejo a cualquiera.

—¿Desde hace tiempo que vienes planeando decirme todo esto? Porque me da risa como largaste un monólogo de tropezón. No puedo creer la sarta de idioteces que me estás diciendo sin ni siquiera saber de mí —su insulto sacó de contexto a Light, que no lo creía capaz de abandonar su puesto de lamebotas con él (por cual fuere el motivo por el que lo hacía)—, hay una explicación lógica para cada cosa que hago. Si me voy a Londres es porque necesito atender asuntos familiares. No puedes culparme por eso.

—Agradezco tu sinceridad. Pero déjame decirte que, al igual que tú y L, y que todos los que nos encontramos aquí, yo también tengo una familia que me preocupa mucho y que es lo más importante para mí. Acabo de decirte que les han robado hace un par de días y que estaba con la duda de si se encontraban bien o no. ¿Acaso yo no puedo tomar un vuelo a Tokio? Tú y L tienen el derecho de ir y venir cuando y como se les antoja, mientras los demás, como yo, debemos esperar durante seis días a que la señal telefónica del lugar se recomponga para poder hacer una bendita llamada. Eso es todo, no pretendo ofenderte, me agrada que seas sincero porque lo menos que me gusta es la hipocresía, pero considero que los derechos deben ser iguales para todos.

Brett chasqueó la lengua, miró el cielo torrentoso, que anunciaba otra próxima llovizna.

—Si no vas a Tokio, Yagami, es porque no quieres —dijo, hasta el momento todo parecía ser una pelea reñida de personalidades y formas distintas de actuar, no llegarían a ninguna conclusión que los satisficiere, y ambos lo sabían—. Claro que tienes los mismos derechos que nosotros, pero no los usas porque tu moral te dice que te quedes aquí por sobre todas las cosas, ¿o me equivoco?

—Creo que aquí, en medio de nos —señaló con el dedo índice a Brett y a sí mismo—, hay un concepto errado de lo que significa "detectivismo". Para mí no significa estar enterado de algunos pormenores y nada más, para mí significa realizar una verdadera investigación.

—Yagami… ¿siempre eres así de estricto?

Cortó el ambiente como nunca antes, lo volvió tan espeso, que hasta incluso, la mirada del castaño cambió a una mucho más descolocada.

Se quedó pensativo, meditando.

Pasaron en total silencio un par de minutos clave.

—No, no lo eres —se respondió solo a vistas de que Light no abría la boca—. Es simplemente que has cometido tantos errores en tu pasado que, ahora, para evitar meterte en meollos, te la pasas regañando, para evadir el sufrimiento… ¿me equivoco? —los ojos pardo de Light destellaban frente a la luz de la luna—. Tranquilo, te comprendo, es lo que haría cualquier persona normal. Yo lo he hecho durante muchísimo tiempo, hasta que descubrí que no me servía para nada. Sabes Light, L puede leerte porque te conoce, pero yo puedo leerte porque soy viejo, y esto que te está pasando, le ha pasado a todo el mundo en algún momento de sus vidas. Tranquilo, deja que las cosas fluyan, que el agua siga su recorrido de manera libre. Todo saldrá bien, recapacitarás cuando debas, ya lo verás.

Iba a encender otro cigarro, cuando Light se acercó a él, de forma lenta y minuciosa, y le miró fijamente.

—¿Sabes qué? De acuerdo —su voz socarrona rompió con toda la intriga del momento, sorprendiendo al mayor, que hubo de pensar que le insultaría o algo por el estilo—, te haré la propuesta de un trato, tú decides si aceptar o no: yo me esforzaré por no esforzarme, ¿gracioso no? Intentaré ser más flexible, solo si tú te decides a ser más responsable, y de una buena vez, pones las narices en este caso.

—¿Quieres eso? De acuerdo, ya lo tienes. Y te diré más: quien rompa primero con el trato, deberá pagarle al otro en la forma que el otro decida, ¿Qué te parece? —no estaba muy de acuerdo con esa segunda parte, pero como había sido él el inventor del trato, tampoco estaba bien que no aceptara lo estipulado por Brett. Bueno, al menos en eso estaba siendo flexible.

En aquel momento una gran cantidad de camarógrafos ingresaron al salón, colocando videocámaras que enfocaban hacia el escenario que se encontraba en un rincón. El corazón de Light comenzó a replicar como viento en contra, mientras se deshacía eufóricamente del apretón de manos que mantenía con Brett.

—Tranquilo, no voy a pedirte que subas solo allá arriba. Tú ve soplándome toda la información en el oído.

Un electroshock pareció subirle de los pies hasta la médula.

—¡¿No has leído nada de nada?! —por poco grita. Miró a Norrix con los ojos desorbitados—. ¡La razón por la que estoy aquí es solo para decir pequeñeces!, se supone que tú debes saber bien lo que tienes que hablarles.

—Light, quien sabe aquí eres tú; yo soy quien dice las pequeñeces, tú estás a cargo de lo importante.

El castaño no podía creer que un adulto como Brett llegara a tal falta de responsabilidad.

—No puedes estar hablando en serio. Dime por favor que no hablas en serio. ¡El único perjudicado aquí serás tú si todos allá se enteran que no sabes nada de la investigación!

Uno de los hombres que había estado sosteniendo una videocámara, caminó rápidamente hacia el balcón, acercándose a ambos.

—En un par de minutos comienza la transmisión. Pueden ir tomando sus lugares —tras decir aquello, volvió a situarse detrás de la cámara. Uno de otros tantos hombres comenzó a probar el micrófono… ¡diablos que se oía fuerte!

Comenzó a sentir terror. Esta vez no era un simple grupo de personas, no eran veinte ni treinta, ¡el salón estaba lleno! No se trataba de un reportaje hecho a medias de la noche y con la euforia hasta por la nuca. Era una verdadera conferencia.

Respiraba profundo. Estaba atemorizado por si en algún momento se le trababa la lengua del pánico o se quedaba en blanco y no se le ocurría qué decir. Brett lo había tomado del codo y lo deslizó junto con él hacia adentro del salón. Estando allí descubrió que los nervios iban en aumento.

Brett… el muy desgraciado se las había currado: no había pegado ni medio ojo a todo lo que se había hablado de la investigación, y ahora él habría de hacerse cargo de todo.

Sudó en frío. Para cuando quiso acordarse ya estaba subiendo uno por uno los escalones, directo al escenario. Brett se situó frente al micrófono, Light detrás de él, no podía hablar por el aparato porque se suponía que era quien refrescaba la memoria de Brett cada tanto; pero aquel, poco se había informado del caso, ya creía Light que iría a hacerse cargo de todo lo que quedaba por decir. Solo rogaba no tener lagunas de información en los momentos menos precisos.

Brett encendió el micrófono. Traía una sonrisa en los labios.

—Buenas noches a todos —esperó a que los demás asintieran—. Esta noche me tocará dar una conferencia de algo que ha estado sacudiendo los medios de comunicación desde hace meses. No es algo grato para ninguno de los que estamos aquí, que eso quede claro. Estamos poniendo todo de nuestro empeño por sacar esto adelante, doy mi palabra de ello y mi asistente personal, Light Yagami, no me dejará faltar a la verdad —señaló al castaño—. Comenzaré dando un poco de información sobre el tema, luego, como sucede con todas las conferencias, empiezan las preguntas.

El silencio se apoderó del lugar, permitiendo que comenzare el discurso imperativo.

—El 24 de mayo del año anterior fue el primer avistamiento: recibimos una llamada de un teléfono fijo advirtiendo a la policía regional que la tumba de un vecino fallecido tres años antes, había sido destruida. Una vez que los policiales revisaran el lugar, descubrieron que el cadáver había sido extirpado. Mes siguiente: Junio del mismo año, se avisa a la jefatura de policía en el horario exacto de las tres de la tarde, que una tumba diferente de la anterior había sido destruida, cuyo cadáver también se encontraba desaparecido —Light respiró relajado una vez que comprobó que Brett solo había querido jugarle una broma, ahora notaba que sabía con precisión de lo que hablaba. Entonces ahora sí podía abandonar los nervios que lo aquejaban y escuchar la conferencia tranquilo pero, al mismo tiempo, seguir con cuidado el hilo argumentativo de Brett por si llegaba a trabarse o a decir algo indebido.

Algún que otro flash lo estaba mareando.

o.o.o.o

Se mantuvo callado durante todo el viaje. El mayor estaba concentrado en conducir en medio de esa torrentosa pero fina llovizna húmeda. Los limpiaparabrisas despejaban el vidrio de cualquier rastro de agua, hasta que volvían a aparecer las gotas para ser extirpadas nuevamente. Era un vaivén relajante, casi adormecedor. Iba cerrando los párpados lentamente.

—Light —llamó Norrix, despabilándolo. El castaño abrió los ojos de repente—. ¿Qué tal te ha parecido todo?

—Pues, que me dejaste sorprendido, y al mismo tiempo siento que me llevaste de puro gusto. Tranquilamente pudiste haberlo hecho solo —bostezó.

—Piénsalo de esta manera: para la próxima no necesitarás estudiar tanto como hoy, ¿recuerdas el trato? Debes acostumbrarte a ser más flexible.

—Bueno, yo estudiaré menos y tu más, supongo que estaremos a mano —sonrió, mientras por su cabeza se cruzó lo absurdo de la situación—. No entiendo para que me trajiste hasta aquí, tranquilamente pudiste haberlo hecho solo.

Brett se mantuvo en silencio un par de segundos.

—Porque quiero continuar conociéndote —sonrió gustoso—. Creo que voy entendiendo porque L se maravilló contigo.

Light se volteó para mirarlo fijo, siendo que Brett ni siquiera desvió su cabeza del parabrisas.

—Tranquilo, sé muy bien que te molesta hablar del tema —y con ello dio por finalizada la conversación, pero no así Light, que se había quedado con el bocado a medio tragar. Negó con la cabeza unas cuantas veces, hasta que acabó con la mirada perdida en la ventanilla del acompañante, la lluvia iba esfumándose de a poco.

—No deberías asegurar cosas de las que no estás ni enterado —se había molestado con el comentario, era obvio que así sería—. Puede que a él lo conozcas pero, de mí no sabes nada, asique no puedes asegurar nada. No me molesta hablar de él.

—Veamos… —meditó unos segundos, colocándose el dedo índice en el labio inferior—. Sé que estás molesto, y hasta agobiado, porque la relación no funcionó. Pero, no es tu culpa, y tampoco la de él. Si hay algo que no puedes controlar, es la droga. Te lo aseguro. Nadie puede decirle a un drogadicto lo que tiene que hacer, él debe tomar la decisión correcta por sí mismo.

Light ni siquiera crispaba, estaba rígido en su lugar.

—No creo que realmente comprendas —dijo, con el tono de voz medido—. Lo que yo he vivido, solo yo lo sé. Otros podrán haberme visto, podrán haberme oído pero el único que lo vivió en carne propia fui yo. Arriesgué mucho por ese hombre. Todo.

—Tienes razón. Tú puedes contarme la historia y yo la veré desde mi punto de vista, desde lo que a mi experiencia respecta. Otras personas te aconsejarán desde el punto de vista de sus experiencias. Lo único que puedo decirte es que tú debiste haberte alejado a tiempo, no lo hiciste y sufriste las consecuencias. Tu sabías su condición al momento que lo conociste, la mitad de la culpa es prácticamente tuya.

El castaño respiraba con profundidad, sostenía su cabeza con una mano y miraba el paisaje de la ventana. Se habían detenido, ya estaban varados en el estacionamiento del edificio.

—¿Qué piensas? —por un momento creyó que no le contestaría.

—Mira. No voy a permitir que se hable más del tema, lo que sucedió entre él y yo, queda entre él y yo. No te metas, por favor —su voz erizante y fría bajó como hiel por la garganta del conductor.

Hubo un par de segundos en silencio, hasta que el impulso pudo más que la conciencia del propio inglés.

Tomó el móvil rápidamente. Marcó un par de números y pronto colocó el aparato sobre su oreja.

—¿Qué estás haciendo?

—Llamo a L.

—¡¿Qué?! —se aterró—. ¡¿Para qué?!

—Para que, de una buena vez, le digas todo lo que piensas, palabra por palabra —había colocado el móvil en altavoz, con lo cual todo lo que se dijera podría ser oído—. No quiero que te guardes nada. Esto no es por mí, es por ti. Me estoy dejando en ridículo a mí mismo solo por ti. Confiésale lo que tanto llevas guardado, ¡dile cuánto lo quieres!

—¡¿Qué dices?! ¡No lo haré! —el móvil sonaba. Light hubiera querido detener la llamada pero Brett se llevó el aparato consigo hacia la puerta del conductor—. Por favor, detente. No lo hagas.

El tono de espera continuaba sonando tortuosamente, desagarrándole las entrañas. Rogaba que la señal fuere mala, que estuviere haciendo cualquier otra cosa para ese momento pero, que por favor no contestase el maldito teléfono.

Por favor, no contestes.

No lo hagas.

Habla L. Dime —sintió en su pecho un malestar gigante cuando oyó la cansina y grave voz de Ryuzaki. No podría hacerlo. Lo había puesto entre la espada y la pared, quería golpearlo en la cara.

—L, soy Brett. Está Yagami conmigo, él es quien desea hablarte, en realidad —vio al castaño directo a los ojos, continuó sujetando el móvil mientras lo colocaba cerca de los labios de Light para que se escuchara fuerte y claro lo que tuviera para decir. Aquel estaba estupefacto, jamás hubiera creído que Brett sería capaz de algo así, tenía los ojos desorbitados y le hería un sentimiento de vergüenza entremezclado con uno de odio—. ¡Anda, díselo!

—¡Basta! —empujó el brazo del mayor para quitar el móvil de su rostro. Comenzaron a forcejar dentro del coche. Brett no se detenía y hasta le obligaba a hablar—. ¡Déjame en paz!

—¡Dile lo que sientes de una buena vez! ¡Aquí lo tienes al teléfono, díselo! —lo zamarreó al tiempo que lo tomó fuerte del antebrazo y lo sacudía como a una bolsa de papas.

—¡Déjame en paz! ¡Tú no puedes obligarme! ¡Aléjate de mí! —gritó a todo pulmón.

Pero Brett fue más rápido de lo que hubiera creído. Se abalanzó sobre Light en el asiento del acompañante hasta tenerlo cara a cara, frente a frente, observándose las pupilas dilatadas de ambos. Quedando en silencio.

El móvil continuaba con la llamada entrante.

Los segundos pasaban; la respiración de Brett era caliente, era eufórica. Sus ojos azules penetraron todos sus sentidos, y en un momento de demencia no fue capaz de resistirse al modo agresivo en que el inglés lo sujetó del cuello de la camisa, atrayéndolo hacia él. Finalmente presionó sus labios sobre los del joven, causando un beso irreflexivo que le quitó la respiración de cada una de sus células.

Acarició su cuello con un camino de besos húmedos, inundado en el dulce aroma de la piel cremosa de Light. Lo tomó fuerte de la camisa, volviendo a su boca. Light jadeaba debajo, estaba entumecido por la situación, no sabía qué diantres pensar. Brett lo acorralaba contra el asiento del acompañante, besaba sus labios y su cuello, iba desabotonando su camisa.

Hizo esfuerzos por alejarlo pero el inglés era morrudo. Volvió a atraparlo con su boca, haciéndole degustar el sabor amargo de la cerveza que había estado bebiendo.

Tomó distancia de él durante un momento, deteniéndose a solo milímetros de su rostro. Se suponía que era su jefe…

…se suponía que tenían códigos.

No iría a negar el palpitar exaltado de su pecho, tampoco la necesidad de estar con un hombre, hacía tiempo que no recibía caricias de ese modo. Sin embargo, debía pensar con la cabeza fría. Era Brett, no podía entregarse a él, mucho menos en aquel momento, en aquel lugar. No estaba bien. Algo en su consciencia le repetía que se fuera de ahí.

El castaño reaccionó de repente, lo hizo a un lado en un movimiento brusco. Destrabó el seguro de la puerta y salió del coche a paso agitado, sin mirar atrás.

—¡Light! —llamó, pero aquel no se detenía. Fue tras él lo más rápido que pudo. Cuando logró alcanzarle, aquel ya se encontraba subiendo las escaleras hasta su recámara; bastante confundido y atolondrado con lo que acababa de ocurrir, no quería verle la cara otra vez. O al menos, no por ahora—. ¡Light, detente, escúchame!

—¡No puedo creer lo que acabas de hacer! ¡Déjame en paz! —cuando estuvo a punto de colocar la llave dentro de la cerradura para abrir la puerta, el inglés lo tomó de un brazo y lo obligó a voltearse, presionó su fino cuerpo contra la pared. Lo tomó del rostro para evitar que se zafara, y cuando sus ojos volvieron a encontrarse por segunda vez, no pudo evitar adorar con todo su cuerpo esos iris avellana… tan profundos.

Lo besó con escándalo, trabándolo contra su cuerpo. Light se resistía pero, por momentos también se dejaba llevar.

Su lengua sabía a algo delicado y fogoso, agridulce.

Se abrazaron durante un largo tiempo, sintiendo la respiración ajena, deleitándose con cada sensual mirada.

Brett volteó la llave dentro del cerrojo, abriendo el paso hacia la habitación. Caminó con Light en frente suyo, cerrando la puerta tras sí. Quiso recostarlo sobre la cama, pero el castaño se negaba. Insistió.

—Recuerda lo que hablamos. No seas tan rígido. No es nada malo —acariciaba el mentón del muchacho con su mano rasposa—, ¿que podría tener de malo? Yo vengo sintiéndolo desde la primera vez que te vi.

Light tomó aire, estaba atontado, jamás se hubiera esperado aquella reacción. Brett intentó besarlo nuevamente. Lo empujaba con su propio cuerpo para obligarlo a recostarse sobre los pies de la cama.

Light mantenía los ojos abiertos, se rehusaba a cerrarlos.

—No —dijo, atemorizado.

—Light, solo… déjalo ser —intentaba desabotonar los botones más bajos de su camisa.

—No. Basta —le dio un empujón con el brazo derecho que obligó al mayor a alejarse del joven—. Detente —jadeó, creyendo que la situación ya había llegado demasiado lejos—. No quiero. Enserio.

Se quedaron mirando mutuamente en completo silencio. Brett parecía sedado por todo lo ocurrido, ahora se percataba de lo desubicado que hubo de estar. Light tenía el rostro sonrojado, y avergonzado desviaba la mirada de la entrepierna del inglés, no quería verle la erección.

Fue alejándose despacio de la cercanía que mantenían, viendo como sus puños habían arrugado la camisa blanca del castaño, que ahora permanecía entreabierta dejando ver el pecho agobiado de Light; como lo había dejado recostado sobre la cama, como había colocado su propio cuerpo encima para impedir que se moviera.

Todo había sido muy rápido.

Y él sin poder controlarse.

Guardó silencio hasta que estuvieron a una distancia prudente uno del otro. Ambos se encontraban en shock, los movimientos de Brett eran lentos y torpes. La puerta parecía estar a años de distancia

—Lo siento —oyó decir a Brett, de modo muy bajo, casi inaudible—. Lamento haberte faltado el respeto.

Light miraba hacia el suelo, lo acalorado de su rostro delataba lo confundido que se encontraba. No se atrevía a decir nada, se sentía muy avergonzado.

Brett fue abandonando el lugar de a poco, en silencio. Finalmente dio con el marco de la puerta, y habiéndose disculpado una vez más, la cerró tras marcharse. Dejando a Light estupefacto con lo que acababa de ocurrir.

Se acomodó sobre la cama, quedándose sentado sobre los pies, con las piernas abiertas y las manos cubriendo su rostro. Pensó en todo lo ocurrido, nunca creyó que las cosas saldrían de esa manera, tan imprevistas. El río de vergüenza acababa de bajarle de golpe. Podía sentir su propio rostro ardiendo.

No estaba molesto, solo impresionado y humillado.

Ryuzaki lo había oído todo en el automóvil. No podía dejar de sostener su cabeza con las manos e insultar al aire mismo.

Checó el reloj. Las 12:30 de la madrugada. Había parado de lloviznar.

Y él ahí, sentado sin hacer nada, con las luces apagadas y el halo de la luna que ingresaba por la ventana e iluminaba toda la habitación. Mil y un cosas le pasaban por la cabeza, todas juntas. Fregó sus ojos con los puños, agobiado.

Llamaron a la puerta.

Era Brett, obviamente. No quería abrir pero, tampoco iría a hacerse el dormido, solo habían pasado unos pocos minutos desde que se había ido, no eran suficientes como para haber caído rendido en los brazos de Morfeo.

Se puso de pie y lentamente se aproximó a la puerta.

—¿Qué? —preguntó, fingiendo un tono de voz frío, que sin quererlo, sonó chillón. No había abierto siquiera.

—Soy yo, abre, por favor. No haré nada, solo quiero darte un obsequio que hace un tiempo guardé para ti —su voz apaciguada le hizo creer al joven que decía la verdad, se abotonó la camisa inmediatamente. Cuando volvió a verle el rostro, notó que lucía diferente, parecía avergonzado. Extendió una caja negra a las manos de Light, estaba envuelta en un papel brillante—. Esto es para ti, lo venía guardando desde hacía un buen tiempo… tómala, es tuya.

El muchacho la cogió y rasgó el papel, no tenía los ánimos suficientes como para sonreír luego de lo que había pasado pero, se entusiasmó con dicho obsequio.

—¿Una cámara? —esta vez sí mostró, al menos, un halo de alegría en su rostro.

—No es solo una cámara. Anda, pruébala. Es digital, y tiene mil aplicaciones, puedes filmar objetos o situaciones con hasta 10 kilómetros de distancia y se ven como si las tuvieras en frente. Tiene aumento de binoculares en la lente, y bastante memoria.

El castaño fue palpando el objeto, cada vez más gustoso con el correr de los minutos.

—Muchas gracias —lo miró, y en sus ojos avellana había un brillo particular que volvía loco a Brett, el cual debió resistirse para conformarse con un simple beso en la mejilla, luego de haber probado sus carnosos labios—. Mañana la pondré a prueba —se quedaron un rato en silencio, estudiándose el uno al otro. Light fue cerrando lentamente la puerta hasta quedar un hilo de espacio entre ambos—. Hasta mañana.

—Que descanses.

o.o.o

Volvió a sentarse sobre la cama, esta vez con la luz del cuarto encendida; observando con detenimiento el objeto que sostenía con las manos. Lo estudió con detalle. Mientras aún continuaba degustando el sabor extraño que los besos de Brett habían dejado en su boca, pensaba que el obsequio podría servirle para filmar a aquella cosa extraña que lo venía persiguiendo desde que arribó a la Isla.

Las veces que se encontraron, fueron en la oscuridad, asique no podía esperar hasta mañana.

Su corazón latía fuerte en el pecho con todo aquel remolino de sensaciones. La noche estaba despejada de nubes, pero los charcos de agua abultaban en el suelo. Se calzó las botas, y como un niño que se escapa de sus padres, decidió dirigirse hasta el balcón con la cámara en su estuche rodeándole el hombro derecho. Sólo esperaba conservar su agilidad de adolescente para andar bajándose por lugares peligrosos, como un balcón, en este caso.

También esperaba que el brazo que una vez estuvo enyesado, no le traicionara justo ahora.

Hizo el menor ruido posible al bajar por las rasgaduras de la pared del edificio. Hacía mucho que no practicaba algo como eso. Pisó lodo resbaladizo con las botas, cuando finalmente dio el salto a tierra. Unas cuantas gotas de barro salpicaron sobre el piloto negro que se había puesto encima de unas prendas de ropa vieja pero abrigada. Era obvio que se ensuciaría.

Encendió la cámara y, sin decir más, caminó solo hasta el cementerio. No importaba que lloviera ya que el artefacto, como bien había dicho Brett, estaba preparado para todo. Solo esperaba poder captar alguna imagen, algún sonido, algo…

De esa manera, posiblemente, alguien más podría ver lo que él, y ya no tendría esa sensación asfixiante de estar enloqueciendo.

Llegó al lugar. La maleza había crecido aún más con la abundante lluvia de los últimos días, podía sentirse la humedad más pesada que había habitado la isla desde que llegó. Cuidó no dar ningún paso en falso para no acabar con un hueso roto como la otra vez.

Se abrió paso dentro del cementerio, lentamente iba filmando cada uno de los pasillos, cada una de las criptas, cada una de las tumbas…

…¡las tumbas!

Pudo ver que en una de ellas, debajo de una fina capa de lodo, la pierna de un cadáver resplandecía a la vista.

¡No podía ser posible!

Abandonó la cámara sobre el suelo, y corrió rápidamente hacia una de éstas. Comenzó a desenterrar otra tumba. Embarró hasta sus codos con lodo de cementerio pero, no en vano: en aquel otro sepulcro también había un cuerpo. Desenterró otra tumba más, en la cual también se encontraba el cadáver correspondiente.

Debió haber estado unos cuarenta minutos escavando entre seis y ocho tumbas, y todas estaban con los cadáveres que debían…

No podía creer lo que sus ojos veían. No podía entenderlo. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Qué significaba todo aquello?

Los cuerpos desaparecidos habían vuelto de la nada, como si siempre hubieren estado allí, en sus respectivos sitios.

Algo estaba mal… muy mal.

o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o

No había podido dormir muy bien de la desesperación; cada media hora abría los ojos y checaba el reloj, solo para darse cuenta de que había pasado apenas treinta minutos y que continuaba siendo de noche.

Maldición, que salga el sol ¡ya!

Nunca había deseado tanto que se hiciera de día, pero esta vez tenía información más que importante, y sentía la obligación de decirla frente a todos.

Se preguntaba si Ryuzaki sabría de ello… ¿estaría enterado?

Sus piernas temblequeaban, estaba siendo consumido por los nervios, ¡debía contarlo ya!

Abrió los ojos, no recordó en qué momento se había quedado dormido pero finalmente podía ver los rayos de sol atravesando el ventanal. No dudó en ponerse de pie con toda la rapidez del mundo. Se calzó los zapatos y ni bien estuvo medianamente presentable en cuanto a vestimentas, tomó la cámara, con la cual había filmado a todos los cadáveres la noche anterior, y se dispuso a salir de la habitación.

Tocó la puerta de Brett varias veces, pero nadie atendió, evidentemente no se encontraba allí a pesar de ser bastante temprano todavía. Su reloj de muñeca marcaban las 8:30 de la mañana.

Estaba demasiado exasperado como para no jugárselas con la información que portaba. Decidió ir a toda prisa hacia donde fuere que pudiera encontrarse el inglés, pero justo cuando atravesó el pasillo del edificio, al oír determinadas voces, su cuerpo reaccionó de puro reflejo, y se escondió detrás de una pared para evitar ser visto.

Podía oír con claridad todo lo que hablaban.

Se había quedado duro como una roca.

—¡Les digo que no está muerto! —insistía Matsuda.

—En serio, no jodas —era la voz de Dave, que como siempre, sus comentarios solo intentaban desacreditar a los demás.

—¡Digo la verdad! Acabo de verlo en el edificio anexo. Estaba parado frente a una de las ventanas del tercer o cuarto piso —se lo notaba exasperado, con los nervios de punta, Light hasta creía que, si pudiera verlo, habría de tener gotas de sudor cayendo por su sien—. Era él, no me lo estoy confundiendo, realmente era el mismo chico de la TV.

—Lo que dices es una ridiculez, están velando el cuerpo de ese muchacho ahora mismo, en la sala funeraria de la calle Walras. Toda la familia está allí. El joven que viste probablemente era uno muy parecido, nada más. Además, en ese edificio, quizás es uno de los criminólogos, ¿no lo haz pensado así?

—No, ¡era el mismo! Idéntico rostro. Es imposible que me lo esté confundiendo. Sé muy bien la cara que vi, y definitivamente, se trataba del mismo del accidente. ¡Eso significa que no está muerto en realidad! Por lo tanto, toda la familia está velando ahora mismo por un muerto que en verdad está vivo.

—Para mí que te lo estás confundiendo —continuó Aizawa, ofendiendo a Matsuda.

—¡¿Ninguno de los dos piensa creerme?! —gritó, causando eco en el pasillo. Los otros dos callaron—. Va, para qué me gasto en contarles.

—¡Espera! ¡Detente! Matsuda, vamos hombre… —obviamente se había marchado enfadado. Los otros dos se quedaron conversando y riendo entre dientes.

Lo que acababa de oír le había dejado picando.

Comenzó a calcular.

En caso de ser cierto, se trataba de Ryuzaki, de eso no cabía duda. Con un ingenioso plan, debía admitirlo…

¿Hacer pasar a un vivo por muerto? ¿Qué buscaba exactamente?

Luego de meditar un par de minutos, creyó comprender lo que estaba ocurriendo allí, y no es que fuera muy difícil tampoco, saltaba a la vista lo evidente. De ser así, entonces las cosas comenzaban a tomar forma en la cabeza de Light, ahora todo lucía mucho más claro.

Se trataba de un plan… ¡por supuesto! Comprendía a Ryuzaki: en realidad el niño no estaba muerto, se encontraba a salvo en el edificio junto al inglés, pero aquel debió fingir la muerte del joven en un accidente automovilístico porque era la única manera de que el cuerpo quedara destruido e irreconocible, entonces utilizaría cualquier maqueta descuartizada para que simule ser el cadáver del joven y así conformar a la familia.

Probablemente le hubiere colocado un rastreador a "dicho cadáver"; y cuando desentierren el maniquí (quien fuere que lo estuviere haciendo) y lo lleve consigo hacia donde sea, Ryuzaki localizaría el cuerpo por el rastro del chip. Y así podría saber qué diablos era lo que estaba ocurriendo.

Ingenioso.

¡Pero no funcionaría! Los cuerpos antes desenterrados habían vuelto a sus tumbas, eso significaba que quien los hubiera desenterrado, ya no los necesitaba, los devolvió adonde pertenecían. Si Ryuzaki enterraba el cadáver falso del niño en el cementerio, ¿alguien lo desenterraría? Light lo dudaba.

Pensaba que, tal vez, quien fuera que hubiere estado desenterrando los cadáveres, ya había cumplido su función, y ya no buscaría más, por ende dudaba que fueran en busca del cadáver falso de este tal niño… ¿Cómo se llamaba? Lo había visto en las noticias durante la conferencia y lo había olvidado por completo.

Había cincuenta por ciento de probabilidades de que lo desenterraran, y otro cincuenta por ciento de que no.

No quería tener que ver frente a frente a Ryuzaki, mucho menos luego de la vergonzosa escena que le había hecho pasar Brett la noche anterior…

la vergonzosa escena… Dios, ahora que lo recordaba se le subían todos los colores a la cara.

¡Mierda!

Aquellos dos continuaban discutiendo sobre el posible espejismo que vio Matsuda. Light comenzó a preocuparse cuando las voces de sus compañeros iban acercándose cada vez más hacia el pasillo donde él se encontraba escondido. Se escabulló con rapidez antes de que lo pillaran.

¿a quién convenía informar primero… a Brett, o a Ryuzaki?

Sus manos temblaban al sostener la cámara.

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Introdujo el video en la casetera. No se sorprendió cuando la grabadora captó que los cadáveres estaban cada uno en sus respectivas tumbas, habían vuelto. Obviamente, era de suponer que algo así pasaría, por lo que estuvo esperando hacía bastante que sucediera.

Se alegró por ello.

El video, como todos los demás, estaba cortado, claro. Si agudizaba la imagen, lograba ver como los cuerpos habían sido re-enterrados sin ningún tipo de cuidado, así nomás, a las apuradas; solo con una fina capa de tierra encima, que al llover, obviamente, se había transformado en lodo, y por ello muchos de los cadáveres podían verse sin ni siquiera escarbar las tumbas.

Naomi y Giovanni se hallaban ahora en el funeral de Adam, todo estaba más que listo. Cabía la posibilidad de que al ser enterrado el cuerpo del niño, no fuere a ser desenterrado, todos esos cadáveres habían vuelto por alguna razón.

Aun así, no era eso lo que más importaba, no había forma de que su plan saliera mal.

No podía salir mal… estaba cuidado hasta en el más mínimo detalle.

—¿Funcionará? —la tímida voz de Adam se dejó oír en medio de todo el silencio.

—Habrá que esperar —dijo L, en tono opaco. El niño calló, mientras sentado al lado del mayor en la base de comando, con las luces apagadas, veía en vivo y en directo su propio funeral.

Toda la casa velatoria estaba rodeada de cámaras invisibles al ojo humano. Las actitudes de Naomi y Giovanni eran muy naturales, no parecían estar actuando. Según la opinión de Adam, todo iba acorde al plan de L. Aun así, se sentía culpable al ver a su madre llorando de esa manera, y a su padre sosteniéndola en un abrazo acojonante. Le hubiera encantado poder llamar a sus padres en secreto y confesarles que en realidad se encontraba sano y salvo, que lo de su muerte era todo una patraña y que no debían preocuparse. Pero de haber hecho eso, L no se lo perdonaría. Debió hacer tripas su corazón y quedarse callado y sentado frente a aquellas pantallas de TV que le transmitían la viva imagen de las lágrimas de su madre.

En medio de todo aquel silencio y los nervios que le generaba ver a su familia en aquella situación, tocaron a la puerta de la base, lo cual era extraño porque los únicos que entraban y salían de allí eran L, Naomi y Giovanni, y estos dos últimos no pedían permiso para ingresar.

—Adelante —exigió L, con voz decidida, sabía el moreno que se trataba del guardia de seguridad del edificio. Le generaba bastante rechazo que le molestaran mientras trabajaba.

El hombre abrió la puerta a medias, sabía muy bien que allí se encontraba Adam Prince, cuya presunta muerte se estaba llevando a cabo, y no debía saber nadie acerca de eso.

—Yagami Light se encuentra a mitad de pasillo; quiere hablar con usted —dijo, con rostro serio. Simplemente esperó a que le diera la orden de negación.

Los ojos negros del inglés no se despegaron en ningún momento de la pantalla, estaba con la concentración fija en cada movimiento de los padres de Adam. La pequeña hermana del joven fotógrafo se encontraba sentada en un sillón de la sala velatoria sin decir nada, completamente abatida.

—Déjalo entrar.

El rostro de Adam se volvió hacia el de L, con los ojos grandes como platos. Sorprendido hasta la médula.

—¡L, verá que estoy vivo! —mencionó, en tono muy bajito para que nadie fuera de la habitación escuchara, solo por si el pelinegro no se había percatado de ello—. Se supone que nadie debe saberlo —gimió.

L sonrió de medio lado.

—Lo sé. Yo creé el plan. Confía en mí —dijo, imitando el tono bajo de voz que estaba utilizando Adam.

El pequeño esbozó una mueca extraña, volviendo a su sitio.

—He dicho que pase —insistió, con su tranquilidad habitual.

El guardia dio paso a que el castaño ingresare a la habitación. Se abrió a un lado para dejarle espacio.

Light ingresó lentamente, vislumbrando todo el panorama, las luces se hallaban apagadas y podía ver a dos cuerpos sentados frente a varias pantallas de TV.

Uno de ellos era Ryuzaki, lo diferenciaba de cualquier otro. Sus cabellos estaban despeinados, su ropa holgada y su calzado flojo ya eran una marca registrada del inglés. Y a su lado… se encontraba el presunto fallecido, bien vivito y coleando, como había predicho Matsuda.

Esta vez el pelinegro sí se había volteado, también Adam lo había hecho. Ambos estaban atentos a lo que tuviere que hacer Yagami ahí.

—Tu plan no funcionará, Ryuzaki —aseguró, sintiendo como la mirada oscura del inglés perforaba su esencia. Su voz sonaba bastante agitada, como si hubiera estado corriendo todo el trayecto entre ambos edificios—. Ocurrió algo en el cementerio… algo que no había pasado hasta ahora… las tumbas, ¡las tumbas están repletas con sus respectivos cadáveres! —creyó que eso sería suficiente información como para que el pelinegro dedujera lo otro por su propia cuenta: que había probabilidades de que el cadáver de Adam no fuere desenterrado.

Hubo un silencio arduo e interminable. Adam miraba a Light, lo estudiaba con detalle, luego veía a L, para finalmente pasar al castaño nuevamente. El guardia continuaba de pie en la puerta de la base de comando.

—Lo sé —estaba al tanto de que Light, como todo buen criminólogo, se la pasaba atento a los detalles pero, le sorprendió su reacción ante su propio plan…—. ¿Cómo supiste que Adam estaba vivo?

—Lo oí.

—¿Dónde?

—Un grupo de compañeros lo sabía, lo vieron merodeando por las ventanas de este edificio.

—Ya veo —eso fue todo lo que salió de L, una respuesta simple e insípida que descolocó al japonés—. ¿Corro riesgo de que ese grupo vaya a hacer alguna estupidez?

El castaño se había quedado pensando con detenimiento.

No te lo garantizo. Hubiera querido responderle algo así.

—Son criminólogos al igual que nosotros, ya deben comprender tu plan.

—Eso espero —advirtió. Se rascó un poco la nuca, con lentitud, mientras a Light se le cruzaba toda la conversación con Brett la noche anterior en el automóvil.

—¿Desde cuándo lo sabes? —preguntó el japonés, tímidamente—. ¿Desde cuando sabes lo de los cadáveres?

—Desde anoche. He conseguido instalar video filmadoras a imagen real y en el momento. Te vi deambulando por el cementerio en la madrugada —había vuelto su rostro al computador. La cámara dentro de la casa velatoria filmaba a todos los que se encontraban allá adentro. Los más cercanos lloraban, los parientes políticos simplemente bebían café o fumaban en silencio. Nadie hablaba.

Light entendía muy poco para entonces, si Ryuzaki tenía claro lo ocurrido en la madrugada, ¿por qué continuaba con el plan?

—Siéntate, por favor —dijo, con una amabilidad escalofriante, cuando el castaño estuvo pensando dar media vuelta. Lo más extraño es que el pelinegro había estado dándole la espalda todo aquel tiempo, e incluso así advirtió sus movimientos.

Había una silla desocupada al lado de Adam, y otra al lado de Ryuzaki. El único que para entonces estaba prestándole bastante atención a Light, era Adam.

—Siéntate aquí, si quieres, te daré café —dijo, sonriendo dulcemente.

—Me sentaré de este lado, igualmente gracias —prefirió permanecer cerca del inglés. Por su cabeza aun rondaba la conversación que había tenido con Brett. Y de tan solo pensar que el beso fue lo suficientemente fuerte como para que lo oyera Ryuzaki, le ponía la piel de gallina; sentía el estómago estrujado como paño.

Aunque, conociéndose… ya de por sí era de locos que estuviera sentado ahí. Lo que lo impulsó a ir fue las ansias de informar sobre lo avistado. Y lo que lo impulsaba a quedarse, tal vez, eran las ansias de saber que sucedería después.

—Tu padre no ha dicho nada desde que ha ingresado al lugar, Adam —el pelinegro rompió el silencio con una de sus imprevistas frases.

El joven se sorprendió de que el mayor se detuviera en aquel detalle; no era algo fuera de lo común teniendo en cuenta que su padre se trataba de un hombre frío.

—Él siempre ha sido así de inexpresivo. Puede estar muriéndose por dentro, pero intentará mostrarse fuerte por mamá —aclaró, a lo cual L asintió.

—Ya veo —sus piernas estaban elevadas del suelo, sobre la silla. Light jamás lo había visto sentado de esa manera. El pelinegro estaba pensativo, con toda la concentración fija en lo que ocurría allá adentro, mientras sostenía su cabeza con el dedo índice de su mano derecha. De repente, acercó su boca a lo que parecía ser un micrófono—. Giovanni... —llamó, y Light se percató por la videocámara que tanto el pelinegro como Naomi tenían un diminuto aparato en sus orejas que le permitían oír todo lo que L tuviere que decir desde la base de comando—. Ya ha pasado suficiente tiempo, es hora de llevar el cuerpo hacia el cementerio.

El pelinegro, estando frente al ataúd, asintió a las ordenanzas de L, miró a Naomi fijamente, la mujer comprendió que aquella mirada cómplice solo podría significar que L había dado la señal para dirigirse hacia el cementerio.

Y Light continuaba sin comprender porqué Ryuzaki no abandonaba el plan si sabía que había la mitad de probabilidades de que fallase. No creía que, con lo detallista que siempre fue, pudiere desperdiciar recursos en algo de lo cual estaba cincuenta por ciento inseguro.

Para ese entonces, Adam ya se encontraba perdido, aquel hombre Yagami había dicho hace un rato que el plan no funcionaría pero, L continuaba firme en su asiento... solo le quedaba esperar a ver que planeaba hacer el pelinegro, se lo veía demasiado seguro como para dar marcha atrás. Algún As bajo la manga habría de tener, sino no estaría tan tranquilo...

...

—¡Paren con todo este circo! —Naomi, Giovanni, L, Adam y Light, quedaron mirando la escena con total sorpresa. Los dos primeros en imagen real, los últimos tres por filmadora.

Se había formado un silencio espasmoso dentro del lugar. Light fue lo suficientemente rápido y reaccionó tomando el micrófono de L, encimándosele por poco, a lo cual el moreno no dijo nada.

—¡Deténganlo! ¡Arruinará todo! —gritó a Naomi y a Giovanni, que escucharon la voz de Light por el aparato en sus orejas.

Pero, pese a los intentos del castaño, ya era demasiado tarde. Matsuda había comenzado a hablar.

—¡Esto es toda una farsa! ¡Este joven no está muerto! Es todo un invento de algún imbécil desalmado que quiso currar una broma a esta pobre familia.

Naomi se había quedado con la boca abierta.

Light se llevó las manos a la cara, cerrando ambos ojos, sintiendo completa vergüenza ajena por lo que estaba seguro que iba a suceder a continuación.

L estaba inmóvil y tranquilo, como de costumbre. Pero elevaba una ceja, intentando comprender la idiotez que acababa de ocurrir.

El rostro de Giovanni delataba que se estaba debatiendo internamente qué hacer, si golpear a Matsuda una vez... o si golpearlo varias veces.

Adam se había quedado con la mandíbula deschavetada.

Matsuda no se hizo esperar, se abrió paso entre medio de la muchedumbre dentro del funeral, hasta dar con el ataúd que estaba situado en medio del lugar. Aprovechó que los había tomado a todos por sorpresa y nadie reaccionó para detenerle aún. No pidió permiso para quitar la tapa del ataúd, la arrojó al suelo sin más. Los familiares del fallecido comenzaron a gritar cuando el moreno tomó un pedazo del cuerpo de Adam y lo sacudió por los aires.

—¡Basta! ¡Demente! —gritó uno de los primos del joven fotógrafo.

—¡No, es que no entienden! ¡No es Adam, esto es un maniquí! El verdadero Adam está vivo, ¡yo voy a llevarlos hasta donde se encuentra él! —Naomi no podía creerlo, su rostro estaba bordó de la vergüenza que sentía, no podía ser que Matsuda fuera...

... tan idiota.

—¡Alguien llame a la policía! —rogó otro de los espantados por la terrible situación en la que los había puesto aquel lunático.

La morena caminó hasta el japonés y lo zamarreó unas cuantas veces.

—¡¿Eres tonto o qué tienes?! —gritó.

Giovanni negaba con la cabeza: todo mal, todo había salido nefasto. Respiraba profundo para calmarse pero, no podía evitar recordar todo el esfuerzo que había estado haciendo junto a Naomi desde hacía semanas para concretar este desastre, y ahora todo se había ido al caño.

—¡Es que no entiendes, Naomi! Vi a este muchacho vivo hasta hace un par de horas. Sé que se trataba de él.

—¿En donde lo viste? —le preguntó la pelinegra, con la vena de la frente a punto de estallar, estaba encolerizada.

—En el edificio anexo.

—¿Y esa "pequeña data" no te dice nada?

El sonido de las sirenas se hizo oír, los oficiales de policía llegaron enseguida, al parecer los habían llamado desde hacía rato antes. Ingresaron sin más, pidiendo explicaciones sobre la situación. Giovanni se había colocado sobre una pared del rincón de la sala, rascándose la cabeza como quien no quiere la cosa. Naomi se había quedado en silencio, volviendo a cubrir su rostro con las manos y respirando agitadamente. Lo que había ocurrido era de no creer.

La madre de Adam se había desmayado en el mismo momento que Matsuda comenzó a meter las manos en el cadáver de su hijo. El padre del joven se encontraba en shock.

—No lo puedo creer... no puedo —decía Light, aun con una mano tapando su boca, por lo que su voz se oía desvirtuada.

L se había quedado relajado en su asiento, con los brazos cruzados apoyados sobre la madera que sostenía a todos los computadores.

Ahora si… todo salía a la perfección.

—Giovanni —habló a través del micrófono, utilizando una voz grave y firme—. Ya no me quedan dudas. Ordena a los oficiales de policía que arresten al padre de Adam. Que lleven a su madre al Hospital hasta que se despierte del desmayo, y cuando lo haga, arréstenla bajo mis órdenes y tráiganla al edificio. A la hermana de Adam llévenla con uno de sus tíos, que se aseguren de que la niña esté bien hasta que interrogue a la familia Prince.

Lo que acababa de decir L era muchísimo más loco que todo el lío creado por Matsuda... ¿arrestar a los padres de Adam?

—L, ¿de qué estás hablando? —interrogó Giovanni.

—Haz lo que te ordeno.

Mientras tanto, al lado del inglés, el pequeño rubio respiraba agitado, lo que acababa de oír por sus propios medios lo habían dejado al borde de un ataque.

—L... ¿que planeas hacer? —preguntó, con la voz quebrada.

—Adam, me temo que tú también deberás ser arrestado y llevado a una celda dentro de este edificio. Descuida, tendrás comida, agua y todas las necesidades. No quiero lastimarte ni a ti ni a tus padres... pero me temo que tendrás que confesar.

—¡¿Confesar qué?! ¡No entiendo nada! ¡¿De que estás hablando?! —las lágrimas brotaban de sus ojos azules, miraba hacia todos lados, buscando una salida por la cual escapar. Se abalanzó hacia la puerta, pero el guardia lo tomó sin problemas y lo cargó en sus brazos mientras el adolescente comenzaba a llorar aterrorizado.

—Llévalo a la celda —la voz de L sonó cruda.

Adam abrió los ojos con inmensidad.

—¡No! ¡Por favor! ¡Yo no he hecho nada! ¡Déjenme! —gritaba mientras el hombre de contextura fornida lo sujetaba contra sus músculos sin dejarle escapatoria—. ¡Basta! ¡Basta!

El corazón de Light estaba agitadísimo, pronto saldría disparando de su garganta. Sus manos temblaban. Miraba a Ryuzaki mientras aquel le daba la espalda, quedando solos en la base de comando.

A través de los computadores podía verse como la policía había tomado al padre del niño bajo rehén, su madre continuaba desmayada, por lo que habrían de hacer lo que ordenó L hace unos instantes. Fue trasladada al hospital de inmediato.

No entendía qué estaba ocurriendo

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Hola… Henos aquí!

¿Cómo están? Espero que bien. La verdad es que releí este capítulo muchas veces, porque no me terminaba de conformar, incluso ahora, a unos minutos de publicarlo, sigo pensando en si lo escribí bien o no. Espero que disculpen la tardanza. No era mi intención hacerlos esperar tanto, simplemente se me habían esfumado las ganas de escribir. Tenía las cosas en la cabeza y todo, pero al momento que me sentaba… no salía nada, más allá de que tuviera todo planeado.

En un momento me asusté y pensé que realmente iba a abandonar la historia. Pero me ayudaron mucho los PM que me mandaban y cada review que me dejaban, alentándome ustedes siempre muy atentos a todo y muy cordiales.

Agradezco todo el apoyo.

Bueno, este capítulo lo escribí muchas veces, lo dejé en esta última versión que fue la que me gustó más. Intenté hacerlo simple para que se entendiera bien.

Nos estamos leyendo.

Gracias por leer.