Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía.
¡Hola chicos y chicas! Lamento haber tardado en subir.
Bueno, como ya saben, éste es el último capi de esta maravillosa historia que ustedes los lectores recibieron tan bien.
Un abrazo a mi beta BEAKIS, por haber corregido esta romántica historia.
Les mando un beso.
A leer.
10: El final de mi cuento de hadas.
Los tiempos que tuvimos
Cuando el viento soplaba con lluvia y nieve
No fueron del todo malos
pusimos nuestros pies exactamente donde tenían que ir,
para nunca irse
Y amaré ver ese día
El día en que será mía.
Cuando ella se case conmigo al aire libre
junto a los sauces
Y tocar las canciones que hicimos
las cuales me hicieron tan felices.
Y me encantaría ver ese día
Su día será el mío.
Tres meses después…
Isabella y Edward habían anunciado su noviazgo a amigos cercanos, hermanos y padres… aunque los de Edward no estuvieran muy de acuerdo.
Era viernes por la noche e Isabella se arreglaba frente a su tocador. Edward le miraba desde la cama, con traje puesto.
-¿Y para qué quieres ir al teatro?- preguntó ella riendo.
-Es una sorpresa. Te llevaré a ver una obra que hace tiempo vi y me encantó.
-Como digas- contestó ella terminándose de poner los pendientes. Se miró en el espejo desde todos los ángulos –Ya. Estoy lista.
Edward se puso de pie -Pues entonces vámonos.
OoO
Edward conducía el coche y estacionó en el frente de un hotel de lujo.
Isabella le miró extrañada.
-¿Qué no dijiste que iríamos al teatro? Esto es el New York Palace.
-Lo sé- respondió.
Isabella se encogió de hombros y dejó que Edward le abriera la puerta del auto.
-Estás preciosa- dijo él.
Isabella se había puesto un sencillo vestido color vino que era pegado al cuerpo pero que tenía un corte muy de noche y formal.
-Gracias- contestó.
Entonces Edward le ofreció su brazo y ella, no sabiendo que esperar, lo aceptó.
Llegaron al recibidor del hotel y luego pasaron hasta el salón de eventos. La decoración muy estilo francés y un músico tocaba el piano.
Isabella llegó junto con Edward al lugar y ella se impactó al ver al gran puñado de gente con champaña en la mano que les aguardaba. Entre las personas estaban Rosalie, Alice con su esposo y su gran vientre de seis meses de embarazo, los padres de Isabella: Charlie y Renée, Victoria, Emmet, su psiquiatra Andrew, su asistente Sophie y su hijo Jason entre otros. Todos ellos estallaron en aplausos cuando los vieron entrar.
Isabella estaba confundida y miró a Edward en busca de una respuesta. Él se limitó a guiñarle un ojo y llevarla al centro del gran salón.
-Quiero agradecerles a todos ustedes por estar aquí- dijo él con voz alta y firme –Mi hermosa novia no sabe el motivo de esta reunión. Hace unos segundos ella pensaba que iríamos al teatro- se mofó y todos rieron.
Isabella se ruborizó.
-Si les he pedido a todos ustedes que asistan es porque quiero que sean testigos del suceso más grande de mi vida- tragó saliva y miró a Isabella, cuyo pulso estaba acelerado.
¿Qué demonios está pasando aquí? Pensó.
Toda duda se disipó cuando vio como Edward se arrodillaba frente a ella.
Isabella se llevó la mano a la boca ¡Oh Dios!
Edward tomó su mano.
-Isabella Swan- comenzó a hablar. Todo el salón en silencio –Cada día de mi existencia me lamento de no recordar nada sobre ti y haber perdido diez años de lo que hubiera podido ser la etapa más maravillosa de mi vida. Lo único que sé es que te amo con locura, que desde aquel día que te vi en la cafetería provocaste una sensación en mi corazón hermosamente extraña y luego al saber la verdad sobre todo te ame aún más por tu fortaleza y por el amor incondicional que siempre me tuviste por sobre todas las cosas, te agradezco por aceptarme de nuevo en tu vida y por permitirme ser feliz- Isabella trataba de reprimir el llanto pero no podía. Entonces Edward sacó una cajita de su bolsillo interno y la abrió -¿Me concederías el inmenso honor de ser mi esposa para admirarte el resto de mi vida?
Un nudo se había formado en su garganta impidiéndole hablar.
Lo único que hizo fue asentir con la cabeza frenéticamente.
Edward sonrió, sacó el anillo de su estuche y lo deslizó por su dedo anular de la mano izquierda. Se levantó y se acercó para besar castamente a su ahora prometida.
-Prometo no desaparecer esta vez- dijo en su oído.
Todos volvieron a estallar en ovaciones y aplausos y uno que otro chiflido.
-Te amo- Isabella le abrazó por el cuello lo más fuerte que pudo.
-No podría imaginar una vida sin ti- dijo Edward –Tenía que intentarlo.
Ambos se tomaron de las manos y caminaron hacia Victoria, pero en ese momento Edward la obligó a dejar de caminar un momento.
-Espera- llamó.
Isabella se volvió a ver a Edward, pero él se agarraba la cabeza como si esta fuera a desprendérsele.
-¡¿Edward qué pasa?! ¡¿Qué tienes?!- trató de abrazarlo pero ya era demasiado tarde.
Edward ahogó un grito de dolor y se desplomó sobre el suelo.
Isabella miró a su alrededor pero era como si todo pasara en cámara lenta. Los invitados corrían hacia ellos y Victoria llamaba a la ambulancia. Ella arrodillada a su lado sin poder gritar y sólo tratando inútilmente de reanimar a Edward.
¡Dios! No permitas que él se vaya…No…no otra vez…no otra vez…
-¡Edward!- Isabella fue capaz de escuchar al fin su voz y el bullicio que nacía alrededor de ella.
En ese momento Edward abrió abruptamente los ojos y miró hacia Isabella con los ojos como platos.
Isabella respiró al fin y se llevó una mano al pecho aliviada.
-¿Cariño? ¿Qué tienes? ¡Háblame!
Pero nadie la preparó para lo que estaba a punto de escuchar. Absolutamente algo que nadie se esperaba.
Edward tomó el brazo de Isabella y con la otra mano acarició su cara.
-¿Qué pasa, Edward?- preguntó.
Él se incorporó sobre el suelo.
-Te recuerdo- murmuró él.
Isabella agitó la cabeza -¿Cómo dices?
-Te recuerdo- dijo él –Te recuerdo a ti y a todo lo que vivimos. Recuerdo todo lo que me has contado. Absolutamente todo. Aquella vez en el parque cuando nos tomamos las fotos te compré un helado sabor menta y alguien pasó y lo tiró al suelo por accidente y tú casi lo golpeas.
Isabella se tapó la boca. Era cierto. Él recordaba en realidad.
-¡Santa Madre de Dios!- exclamó ella -¡No puedo creerlo!
Edward tenía una sonrisa boba en la cara.
-Ayúdame a levantarme- pidió.
Isabella lo hizo. Una vez más todo el salón estaba en silencio aguardando por saber que había pasado.
Edward seguía con una mano en la cabeza. Victoria, Emmet, Alice y Rosalie miraban sin saber lo que pasaba. Los cuatro se acercaron a la pareja.
-¿Qué pasó?- inquirió Victoria.
Isabella abrió la boca para contestar.
-Él- dijo –Lo recuerda todo.
Como era de esperarse la expresión de todos fue de estupefacción.
-Es verdad- reforzó él –Los recuerdo a todos y a todo. Cada detalle. No sé cómo pero ha pasado.
OoO
Dos meses después…
Renée arreglaba el cabello de su hija en un hermoso moño con cabellos sueltos sujetados con horquillas. Alice maquillaba a Isabella con dificultad debido a su avanzado embarazo que apenas le dejaba caminar. Rosalie le colocaba los zapatos y le amarraba un listón azul en la pierna a su amiga.
-Para la suerte- anunció.
Isabella quiso comenzar a llorar y Alice casi grita -Oh, por favor no llores, que el maquillaje me ha quedado genial y vas a arruinarlo.
Isabella se echó aire con la mano a los ojos para disipar el llanto -Es que… todo esto es tan increíble. Aún no lo creo.
-Pues hazlo porque está pasando- dijo su madre –Oh por Dios. Eres mi única hija y por horribles instantes creí que me quedaría sin nietos que cuidar.
Isabella alzó las cejas.
-Pues alégrate mamá. Vas a tener al menos diez nietos.
OoO
La iglesia estaba lista. Todos los invitados sentados en las bancas.
Edward esperaba ante el altar a su novia. Entonces su madre se acercó a él. Edward se sorprendió. Esme le había dicho que ni loca iría a la boda.
-Hola hijo- sonrió apenas.
-Hola mamá. Pensé que no vendrías.
-No iba a hacerlo pero… creo que es momento de dejar mis odios a un lado, además, no estaba dispuesta a perder a un hijo por mi maldita cabeza dura.
Edward alzó las cejas.
-Eso es nuevo- anunció.
-Bueno- dijo su madre –Tu padre también vino, y tu hermano, están allá- señaló la tercer banca –Quiero que Isabella sepa que es bienvenida a la familia y que le pido disculpas por mi comportamiento. Y quiero también que sepan que de parte de tu padre y mía tienen nuestra bendición.
Él tenía la boca abierta –Pues… gracias mamá. No sé qué decir. Es muy grato para mi saber que por fin has aceptado a mi futura esposa.
Esme asintió con una sonrisa y regresó a su lugar.
Las damas de honor. Alice, Rosalie, Victoria y Sophie estaban ya en sus lugares.
En ese momento Edward escuchó el comienzo de la marcha nupcial. Isabella había llegado.
En efecto, se giró hacia la entrada de la iglesia. Isabella sonreía enormemente sosteniendo el ramo y caminando a lo largo del pasillo, llevada del brazo por su padre.
Edward estaba enormemente feliz mientras observaba como Isabella avanzaba cada vez más rápido. Su vida comenzó a pasar frente a sus ojos. De no haber sido porque en sus vacaciones del ejército en vez de ir a Florencia hubiera ido a Inglaterra entonces jamás la hubiera conocido. Tal vez nunca se hubiera topado con ella de no haber sido porque arruinó su foto en el Ponte Vecchio.
Isabella llegó a su destino y tomó la mano de Edward.
-Hola- susurró ella bajo para que sólo él escuchara.
-Estás hermosa- halagó.
El padre comenzó.
-Queridos hermanos, estamos hoy aquí reunidos para unir a estas dos personas en sagrado matrimonio…
La ceremonia siguió sin ningún inconveniente. Isabella temblaba de pies a cabeza porque temía que en cualquier momento despertaría.
-Los novios han anunciado que ellos mismos recitarán sus votos.
Isabella y Edward se giraron para verse el uno frente al otro.
Edward tomó la argolla y la sostuvo en su mano.
-Isabella Swan- su voz tembló un poco -¿Aceptas casarte conmigo, Edward Cullen, para estar conmigo en los momentos más difíciles, en los momentos alegres, para acompañarme en una vida de abundancia y abstinencia, para decirme a diario que me amas con todas tus fuerzas y que me prometas estar ahí, incluso si por alguna horrible razón vuelvo a perder la memoria? ¿Para ser feliz a mi lado y recorrer juntos el largo camino de la vida y prometerme envejecer a tu lado?
Isabella tomó un respiro –Si. Acepto.
Edward deslizó el anillo por su dedo anular de la mano derecha.
-Edward Cullen- su voz era engañosamente firme -¿Aceptas casarte conmigo, Isabella Swan, para amarme y respetarme en cada momento de nuestra maravillosa vida juntos, para estar ahí cuando te necesite y que jamás me dejes caer en el abismo, para prometerme salud eterna y felicidad incluso cuando nuestro amor traspase a la muerte?
-Si- contestó él –Acepto.
Isabella deslizó la argolla.
-Por el poder que me confiere la Santa Iglesia Católica, yo los declaro marido y mujer- rezó el padre –Puede besar a la novia- continuó.
Edward e Isabella unieron sus labios en un beso tierno y feliz.
Al salir de la iglesia los invitados lanzaron arroz hacia ellos deseándoles así abundancia en su matrimonio.
OoO
Como en las películas románticas, Edward entró a la habitación del hotel con Isabella en sus brazos y la depositó en la cama.
En una pequeña mesita había una bandeja llena de fresas y dos copas de champagne.
Edward tomó una fresa y la pasó por los labios de Isabella, cuya respiración era errática y sonora.
-¿Quieres?- ofreció él.
Ella asintió, pero Edward comió la fresa frente a sus ojos.
-Antes de comer, ¿qué te parece si nos damos un baño?
Isabella volvió a asentir.
-Siéntate- ordenó él e Isabella lo hizo.
Edward se sentó a sus espaldas y comenzó a desabrochar el enorme vestido.
-¿Por qué tiene tantos botones?- preguntó desesperado e Isabella soltó una risita.
-Era bonito y además, tiene que costarte trabajo.
Bufó –Pues vaya que sí.
Cuando por fin terminó de desabrochar completamente el vestido lo quitó solamente de la parte de arriba.
-Levántate- murmuró.
Terminó de sacar el vestido y lo colocó en una silla que había ahí.
-Cristo- expresó –Esa ropa interior es… fenomenal.
Isabella se sonrojó -¿Te gusta? La compré para tú deleite.
-Siempre queriéndome dar gusto- dijo él juguetón.
La ropa interior la conformaban un conjunto de brassiere y tanga blancas con detalles azules y encaje. Demasiado virginal y sexy.
-Ven.
Edward la llevó hasta el jacuzzi, que ya estaba preparado con agua caliente y pétalos de rosas rojas sobre la superficie además de esencia de vainilla.
Rápidamente Edward se deshizo del traje y del bóxer y luego procedió a desvestir por completo a su esposa, luego la sumergió en el agua y él se colocó detrás de ella.
-¿Qué tal está el agua, señora Cullen?
Isabella sonrió ante la mención de su nuevo nombre.
-Está increíble- contestó entonces.
Edward comenzó a acariciar sus hombros y poco a poco a bajar hasta su vientre en donde se detuvo. Dejó un beso en su nuca.
-Al fin pudimos casarnos- murmuró él –Al fin podemos ser felices.
-Jamás hubiera creído posible casarme contigo. Lo veía tan lejano, incluso cuando volvimos a hacernos novios.
Edward besó su hombro y bajó su mano más hacia el sur, llegando al centro de Isabella. Sumergió un dedo.
-Hmm- jadeó y echó la cabeza para atrás apoyándose en el pecho de Edward.
-¿Cuántos hijos vamos a tener?- preguntó con voz pesada por la excitación.
-¿Diez?- dijo ella.
-Respuesta equivocada- Empujó su dedo dentro de ella lo más profundo que pudo.
-¿Tres?
-No.
-Hmm…no lo sé- Isabella se sumergía cada vez más en el agua.
-Quiero cuatro niños- dijo él –Tres niños y una niña. Eso es lo que quiero. ¿Me los darás?
-Oh. Si- Isabella empujaba las caderas. Bajo el agua todo era más delicioso y más fácil.
-Date la vuelta- Edward sacó su dedo de dentro de ella.
Isabella se dio la vuelta y quedó frente a él.
Él la tomó por la cintura y la montó en su enorme erección.
-¿Has hecho alguna vez el amor bajo el agua?- inquirió aún sin moverse dentro de ella.
-Si- exhaló ella –Contigo.
-Cierto- sonrió él –En aquella alberca ¿verdad?
Ella asintió.
-Está bien- dijo –Cambiemos la pregunta. ¿Has hecho alguna vez el amor en un jacuzzi?
-No- aceptó Isabella –Nunca.
-Experimentemos entonces- dijo él antes de que se pusiera sobre ella y la acostara sobre el agua. La cara de Isabella apenas sobresalía de la tina.
Edward pasó sus brazos por debajo de ella y la alzó ligeramente y entonces empezó a embestir una y otra vez.
Para Isabella aquello era totalmente nuevo y se sentía fantástico. El agua facilitaba la penetración y la volvía más placentera. Edward penetró su boca con la lengua y los movimientos iban a la par de sus embestidas.
-¡Ah, Edward! ¡Sí!
-Eso nena- murmuró separándose instantes de sus labios –Gime para mí.
El agua salía a cántaros de la bañera y mojaba todo el baño.
-Muérdeme- pidió él mientras se movía más rápido e iba más profundo.
Isabella elevó ligeramente la cabeza para llegar a la boca de Edward y morder con pasión pero sin llegar a lastimar. Pasó una mano por su espalda y justo cuando sus paredes comenzaron a apretarse empezó a rasguñar la espalda de él.
Él, renovado y con más ganas ante la sensación giró las caderas buscando un nuevo ángulo. Las giraba continuamente y luego en círculos.
Isabella explotó y perdió la fuerza en sus brazos sumergiéndose por completo en el agua mientras que Edward seguía moviéndose dentro de ella hasta alcanzar la cima.
OoO
Acostados en la cama y desnudos Isabella brincó encima de él.
-¿Qué vas a hacerme ahora?
Ella no contestó y comenzó a viajar hacia abajo, hacia el miembro de él. Lo tomó entre sus manos y comenzó a acariciarlo.
-¿Qué…qué haces?- inquirió él.
-Quiero darte placer. Sólo eso- explicó.
Poco a poco Isabella sintió como se agrandaba entre sus manos y se ponía completamente firme.
-Siempre listo- dijo ella y entonces agachó la cabeza y lo metió hasta donde pudo en su boca.
-¡Cristo, Isabella!- echó la cabeza para atrás y la azotó contra las almohadas.
Ella se movía frenéticamente de arriba hacia abajo y con la otra mano acariciaba los testículos de él.
Edward se sentó en la cama admirando más de cerca cómo su esposa lo tomaba a él por completo. Aprovechó estar en esa posición y entonces deslizó una mano hasta el clítoris de ella comenzando a acariciarlo en círculos.
Isabella gemía y las vibraciones de su garganta lo hacían temblar. Era todo inaguantable.
-Voy a correrme- advirtió él a la vez que aumentaba el ritmo sobre el botón de placer de Isabella.
Ella no paró y en respuesta rastrilló los dientes por toda su longitud.
Edward empezó a moverse dentro de su boca y metió el dedo medio en la cavidad de Isabella continuando con sus movimientos sobre ella.
Momentos después Isabella se vino en la mano de Edward y él se llevó los dedos a la boca mientras que él se corría dentro de ella, ella siguió chupando hasta que no quedó nada y alargando el abrazador orgasmo.
-¡Dios! ¡Eres una diosa del sexo!- dijo él mientras la besaba -¡Tengo a una diosa del sexo como mi esposa! ¡Viviré feliz!
Ella se carcajeó –Sólo quería darte el mejor sexo de tu vida.
-Y me lo has dado.
-Aún no.
-¿Cómo?
Ella batió sus pestañas –Aún no termino contigo.
-¡Eres insaciable!- gritó él dejando que su esposa se montara en él y le hiciera el amor de una manera salvaje y haciendo que sus cuerpos sudaran.
-Ojalá que esta luna de miel no acabe nunca- susurró mientras sentía como ella se apretaba a su alrededor.
OoO
Cinco meses después…
La casa era grande. Enorme más bien. Con grandes ventanales y una chimenea clásica que sobresalía del tejado.
-Es hermosa- dijo ella no creyéndoselo -¡Es justo como yo la dibuje!
-En nuestra- respondió Edward tomando su mano –Mi madre consiguió el terreno y los trabajadores sólo siguieron tus bocetos.
-Es increíble el cambio que Esme ha dado en estos últimos cinco meses ¿no crees? Es cariñosa y amable conmigo. No lo sé… aún no confío del todo en ella. Creo que trama algo.
Él se mofó –No lo creo. Ya te lo dije, el día de la boda ella nos dio su bendición ante Dios. Mi madre puede ser capaz de cosas horribles, pero menos decir una mentira ante el Señor. Es muy respetuosa con esas cosas.
-Si tú lo dices…- canturreó.
Entraron a la casa, ya estaba amueblada y decorada.
-¡Oh Santo Cielo! ¡Es bellísima! ¿Quién la decoró?- inquirió Isabella.
-Contraté a alguien, pero está pintada justo como tú y yo queríamos.
-Sí, puedo verlo- respondió.
La sala era amplia y tenía un gran cristal por el que entraba el sol del atardecer. Los sofás eran color café y los mullidos cojines eran vinos y blancos. Un gran tapete color naranja dominaba en la gran sala. Había una pantalla plana que pendía de la pared.
La decoración seguía una gama de colores cálidos y familiares.
Fue el turno de pasar a la habitación de los niños.
-¿Qué te parece?- preguntó él -¿Te gusta?
-Es muy especial- contestó –Muy… ¿masculino?
-Oh. Sólo porque lo pinté de azul- dijo él.
Ella alzó una ceja –Y porque hay carritos de juguete, un balón y un cuadro de béisbol. Tienes razón, exageré- ironizó.
Edward sonrió –Es que quiero que el primero sea varón.
-Tranquilo cariño. Casi no se nota.
Le lanzó un beso fugaz y luego caminaron al ventanal del gran patio trasero lleno de flores e incluso unos columpios y resbaladilla.
Edward le abrazó por atrás y acarició su vientre lentamente.
-¿Aún no patea?
-Un poco apenas.
-Es muy quieto- dijo entonces –Pero se te nota mucho y apenas tienes tres meses.
-Eso indica que va a ser grande nuestro bebé- dijo Isabella juntando las manos de él con las suyas.
Contemplaron como el sol se ponía en el horizonte dando una maravillosa vista.
Fue entonces que ambos comprendieron que cada mínima cosa que les pasó, que hicieron en sus vidas contó para llegar a ese momento. Cada tristeza, cada caída, sufrimiento, cada risa, cada acción, cada beso, cada abrazo, cada conquista, cada caricia, cada guiño y cada rencor, cada pequeña cosa que con sudor lograron superar. Incluso la muerte y el desespero, la traición de tu propia familia y la mentira del mundo, cada persona que les dio la espalda cuando más lo necesitaban. Cada juego y cada carcajada. Todo lo que hicieron contó para ese momento, porque aunque no quieras creer y aunque seas escéptico, al momento en que naces el cosmos ya ha destinado una persona para ti. Una persona que lo va a dar todo con tal de estar a tu lado y que te va a amar fuera de las fronteras de países, de tristezas e incluso que te amará fuera de las fronteras de esta vida. Cada instante contó para que aunque una vez ellos dos fueron separados por la maldad y el prejuicio el destino los volvió a juntar luego de una década y pudieron ser felices superando entonces, hasta las barreras de la memoria.
FIN.
Canción: Postcards from Italy
Artista: Florence And The Machine
Intérprete Original: Beirut
¿Os gustó? Bueno, Edward y Bella tuvieron que pasar muchas cosas horribles para poder ser felices. En fin…
Gracias a todos y a todas por haber leído éste loco fic, por haberme dejado sus comentarios, por haberme dejado saber que ustedes ahí están siempre.
Chicos, hoy es mi cumple. ¿Me regalan reviews y alerts?
Los amo. Recuerden leer mis otras historias, todas ellas en mi perfil.
Una vez más, muchas gracias. Las y los amo.
Un besooote.
Amy W.