Ni Inuyasha ni sus personajes me pertenecen. No hago este fic con fines de lucro.

Sincronía

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¿A dónde va esta calidez?
Cuando sea de mañana, se desvanecerá
Si sincronizo los latidos de nuestros corazones
¿Seré capaz de caer a la misma profundidad que tú?

Con la misma esencia, miramos
al lugar al que seguramente volveremos algún día.

(Synchronicity - Makino Yui)

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Capítulo III.- Un encuentro en el bosque

Había mucha sangre. Él podía olerla mientras caminaba a través del desolado paraje; su esencia metálica penetraba en su nariz tan poderosamente que casi no lo dejaba concentrarse en algo más, sin embargo, aún notaba cómo sus botas se hundían levemente en el lodo, y cómo su ropa –normalmente impecable- ahora estaba salpicada con manchas rojas.

Y en conjunto, todo era realmente molesto.

Aunque hoy todo a su alrrededor parecía querer molestarlo; incluso el aire se había vuelto pesado –tanto, que creía poder sentirlo sobre sus hombros, empujándolo hacía abajo- y el olor a muerte impregnaba el lugar, como en toda guerra.

Deteniéndose un momento, Sesshomaru observó a su alrededor; estaba en medio de un campo cubierto de cadáveres, miembros amputados y armas abandonadas, y mientras más avanzaba su ceño se fruncía más y más; estaba enojado. No era que antes no hubiera estado en batallas campales, o que no hubiera visto tal cantidad de muerte. Pero, esta vez era diferente.

Quizás sólo fuera que las cosas no habían salido como él esperaba.

Porque había tomado mucho tiempo hacer retroceder a los oponentes e incluso, por momentos, pareció que sería imposible hacerlo. También estaba el hecho –aunque fuera molesto admitirlo- de que fue sumamente difícil contrarrestar el poder enemigo, tanto, que se había visto obligado a tomar su verdadera forma para equilibrar fuerzas y siempre era irritante tener que tomar medidas drásticas por seres inferiores y estúpidos.

Pero quizás, lo que más le molestaba –aún más que la tardanza o el lodo o que su ropa estuviera llena de sangre- era el hecho de que la mayoría de esos cadáveres eran de sus aliados.

- "¡Sesshomaru-sama!"- escuchó gritar detrás de él, pero no se molestó en voltear –"¡Sesshomaru-sama!" - repitió Jaken cuando por fin lo alcanzó – "¡Lo logró amo, esos horribles gatos han entendido que es imposible vencerlo! Huyeron como cobardes" – celebraba su sirviente.

Sí, ese día el Clan de los Gatos Leopardo se había retirado del campo de batalla, pero, no se sentía como una victoria. No era como aquella vez hace tantos años, cuando había sido su padre quien liderara a los monstruos aliados, derrotando a los gatos y su poderoso líder en quizás la mitad de tiempo y de bajas que ahora, con él al mando.

No es que le importaran mucho sus "aliados", pero un líder y un ejército poderosos se distinguían por su rápida eficacia, cosa que no demostraban los cuerpos comenzando a pudrirse a su alrededor.

Quizás el resultado hubiera sido otro si su padre estuviera con vida. Quizás si hubieran contado con la poderosa Tessaiga en esta ocasión las cosas hubieran salido mejor. Quizás si Inuyasha no hubiera sido tan idiota como para dejarse sellar por una humana…

quizás…quizás…

Silenciosamente, Sesshomaru alzó el vuelo.

- "¡Espere amo! ¿a dónde va? ¿no va a festejar ni un poquito?"- chilló Jaken desde el suelo.

- "No veo razón para hacerlo" - fue su única respuesta.

Confundido, Jaken observó cómo su amo desaparecía entre las nubes.

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La flecha cayó en las raíces del árbol frente a ella, reuniéndose con las otras cinco que había lanzado antes de esa. Kaede soltó un suspiro derrotado; llevaba practicando desde el mediodía su puntería pero no había podido acertar ni una vez en el tronco, lo cual era raro para ella pues su habilidad siempre había sido…aceptable para alguien de su edad. No era la mejor arquera de Japón – como seguramente Kikyo lo había sido – pero al menos podía acertar a un blanco estático sin gran problema.

Se acercó a las raíces y desclavó las flechas para guardarlas en el carcaj a su espalda. Notaba sus manos temblar un poco y su visión estaba algo borrosa por lágrimas que se le escapaban de cuando en cuando sin que pudiera controlarlas. Este día, llevaba el tradicional traje de miko, el mismo que había usado en el funeral de su hermana Kikyo, hacía sólo un mes.

El mes más largo de su vida.

La mañana siguiente al funeral, Kaede no pudo ni moverse de su lugar en la esquina de su choza. Estaba entumida y dolorida del cuello por haberse quedado toda la noche en esa posición, así que se arrastró hasta su futón, demasiado cansada para ponerse de pie.

Ya estaba cobijada cuando se percató de la tela áspera del atuendo de miko que aún llevaba puesto, raspando su sensible piel y como si el traje estuviera hecho de espinas, Kaede se levantó de golpe, desató su obi con manos torpes y se quitó la ropa que le quedaba grande. Desde ese día no se lo había vuelto a poner - aun cuando era la nueva dirigente del templo al no haber ya nadie de su familia con vida -, se sentía indigna y poco preparada para usarla.

No salió de su casa los días siguientes; demasiado triste y cansada para querer enfrentar al mundo que aguardaba por ella. Permaneció acostada la mayor parte de ese tiempo, se quedaba dormida de vez en cuando, pero despertaba de golpe pensando que había escuchado a su hermana llamándola o sus suaves pasos acercándose. Pero siempre para hallarse completamente sola y el dolor parecía intensificarse cada vez más.

Al cuarto día, la despertaron unos golpes en la entrada de su casa.

-"¿Señorita Kaede?" – escuchó una voz de mujer que no reconoció – "¿Se encuentra aquí?" –alguien levantó la cortina de la entrada asomándose lentamente. Sus ojos claros se toparon con los oscuros de Kaede, que aún estaba dentro de su futon. La mujer, que resultó ser la misma que la había hecho reaccionar cuando se había quedado estática mirando su kimono manchado de sangre el día que Kikyo murió, entró a la cabaña con pasos suaves y se acercó a ella.

Kaede hizo un esfuerzo – que le pareció mayor del que normalmente hacía – para levantar la cabeza de su almohada y sentarse.

-"Señorita Kaede, nos preocupa: no ha salido en días ¿Ha comido algo este tiempo?" – dijo mirando a su alrededor, buscando alguna olla o plato con comida, pero no había nada, y Kaede pensó que ni siquiera podía mentirle.

-"No" – respondió – "pero no se preocupe, estoy bien" – las palabras salieron de su boca sin pensarlas ni sentirlas. No era verdad, claro, no estaba bien, pero no quería que nadie lo supiera, aun cuando era obvio que la mujer ya se había dado cuenta. Se ofreció para llevarle algo de comer ese día y trató de animarla para que dejara la cama.

-"Tiene que ser fuerte"- le dijo – "Su honorable hermana querría eso"

Las palabras resonaron en el corazón de Kaede; doliendo, inspirando, recordándole su destino porque eran verdad y decidió que no podía darse por vencida; tenía que hacerlo por la aldea, por el mundo que aún necesitaba personas que pelearan por el bien. Lo tenía que hacer por Kikyo, que siempre fue valiente aún en los momentos más oscuros.

Así que un mes después aquí estaba, de nuevo con el traje tradicional de miko, tratando de retomar su entrenamiento con el arco y sintiéndose tan vacía que pensó que podría desaparecer.

Desde la alta colina que había elegido para practicar – aquella en la que solía sentarse con su hermana a charlar y a tomar el almuerzo después de un día de entrenamiento – podía verse toda la aldea. Podía ver los campos de arroz y el humo saliendo de algunos techos indicando que la comida estaba siendo preparada, veía las montañas a lo lejos enmarcadas contra un cielo claro y sin nubes. Veía el mundo que ahora era suyo para cuidar y a los hombres, mujeres y niños que dependían de ella, una aprendiz inexperta que había perdido a su maestra.

¡Si tan sólo mi hermana estuviera aquí! - pensó. Las lágrimas caían desde sus hinchados ojos y el viento mecía suavemente su cabello… cuando lo sintió.

Una presencia maligna… ¡No! Una poderosa presencia maligna; la reconoció en el cambio en el aire, en su piel y en sus huesos y sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Entonces, su cerebro la alertó al entender de dónde provenía ese poder.

¡El árbol sagrado! – gritó en su mente antes de salir corriendo hacia el lugar que menos quería visitar.

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Sesshomaru aterrizó grácilmente en el claro donde percibió el aroma familiar. Era curioso pues, aunque olía su esencia, no podía sentir la energía demoniaca de Inuyasha. Seguramente era por estar sellado el muy imbécil.

Frente a él se alzaba un árbol grande y antiguo del que se desprendía no sólo poder espiritual, sino también un flujo que alteraba el tiempo. Sesshomaru se acercó hasta quedar a sólo unos pasos de distancia y observó detenidamente -como sólo un demonio puede hacerlo- cada parte de la escena frente a él: en el tronco estaba aparentemente dormido un hombre con cabello tan blanco como el suyo y ropas rojas como la sangre. En su pecho había una flecha clavada y de ella se desprendía un enorme poder espiritual.

Maldijo a Inuyasha de nuevo por haber permitido que eso pasara. Y maldijo su suerte por haber tenido que ser el hermano de un insecto que no merecía ese título ligado a él. Si tan sólo hubiera aparecido en la batalla contra los gatos las cosas se hubieran nivelado y la responsabilidad sería compartida por los dos hijos del General Perro, aunque claro, nunca lo diría en voz alta.

Ojos dorados y llenos de enojo analizaron la flecha en el pecho del híbrido; eso era todo lo que lo mantenía sellado, sólo una flecha. Él conocía la mecánica de sellar a un oponente y sabía que para liberar del sello sólo había que desear hacerlo. Sin embargo, seguramente al ser un sello de poder espiritual, un demonio como él no podría romperlo fácilmente. Y después de todo, no tenía por qué hacerlo: el repugnante híbrido del que había querido deshacerse hace tanto tiempo por fin había obtenido su merecido e incluso estaba ahí frente a él para que pudiera terminar con su miserable existencia. Podía hacerlo, sólo tenía que levantar sus garras y atravesarle el corazón, desangrarlo hasta que no quedara un sólo atisbo de vida en el ilegítimo hijo de su padre.

Sus dedos se flexionaron con ira y su mano se movió hasta quedar a la altura de su rostro en la posición que antecedía a uno de sus ataques. Entonces, mientras observaba a Inuyasha, lo escuchó; un sonido de pasos que entraban al claro y se detenían a sólo unos metros a su derecha.

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Kaede no sintió verdadero miedo hasta que estuvo a escasos metros de la parte del bosque en que estaba Inuyasha y la energía maligna del visitante la recibió de tal manera que casi la hizo retroceder; ¡Era un ser increíblemente fuerte!

Y cuando entró al claro se quedó inmóvil, fue como si de la tierra hubieran brotado raíces que la anclaron en su lugar, expuesta a una visión que jamás olvidaría; la figura brillante y etérea de un ser sobrenatural parado frente al árbol sagrado, contemplando al temible hombre mitad bestia sellado en él. Ella observó su cabello largo y blanco mecido suavemente por el viento, era muy alto, más alto que cualquier ser humano y tenía una armadura y una estola sobre uno de sus hombros que le arrastraba hasta el suelo. Su rostro – del que ella sólo podía apreciar el perfil- estaba serio y no pareció dar la más mínima señal de haberla escuchado o visto, aunque estaba segura de que lo había hecho.

Por un largo instante, Kaede se quedó observándolo. Había aprendido que aquellos monstruos con apariencia humana eran los más peligrosos: Taiyoukai, les llamaban, y eran capaces de poderes increíbles. Una siempre debía tener mucho cuidado con ellos.

El que tenía frente a ella tenía rasgos parecidos a los de Inuyasha. "¿Será un familiar?"- se preguntó. ¿Vendría a liberar al hombre-bestia sellado? ¿se vengaría con la aldea por lo que le habían hecho? ¿quién era él? ¿debía atacarlo antes de que él la atacara a ella?

Trató de controlar su agitada respiración y pensar lo más calmadamente posible; si algo había aprendido de Kikyo, era a no sacar conclusiones apresuradas, antes de atacar siempre era mejor usar la palabra. Después de todo, uno nunca sabe si se está frente a un enemigo o un aliado. Pero Kaede se debatía entre esa enseñanza y lo que le había ocurrido a su hermana por darle el beneficio de la duda a un ser mitad demonio. ¿Qué hacer?

Realmente no había tiempo para contemplar todas las alternativas, por lo que en silencio tomó una decisión; honraría la enseñanza de su hermana por sobre cualquier cosa. Así que se armó de valor para dirigirse al imponente demonio frente a ella:

-"Dis…disculpe…¿Quién es usted? ¿Conoce a Inuyasha?"

Pero Sesshomaru ni siquiera la miró.

Él podía oler a un cachorro humano a su derecha, era una hembra muy joven y, si se concentraba, podía sentir un leve poder espiritual emanar de ella. Tan débil que casi era como cualquier otro humano, otro -vil y repugnante- ser humano.

Por fin, cuando creía que tendría que preguntarle de nuevo, lentamente él dirigió su mirada ambarina lejos de Inuyasha y hacia ella. Kaede sintió un escalofrío que no fue capaz de reprimir y cuando sus miradas se encontraron, por un segundo, el mundo pareció detenerse junto con su respiración.

Por su parte, Sesshomaru observó a la niña: era pequeña pero su aura brillaba en determinación, tenía en su mano un arco y flechas colgando a su espalda, así como una venda en su ojo, quizás por haberlo perdido en una batalla. Eso le resultó un tanto extraño, no era frecuente para él encontrarse con cachorros guerreros y mucho menos con niñas humanas, pero sus ropas de miko terminaron por acaparar su atención; ¿podría ser ella quien sellara a Inuyasha? No, su poder no era nada comparado al que la flecha tenía impregnado y era muy joven para haber cautivado el corazón del mitad bestia, seguramente.

Y aún así…

"Miko… ¿acaso eres tú quien selló al híbrido?" – dijo él, su grave voz sonando profundamente en los oídos de Kaede, pero el demonio no parecía estarle preguntando, sino estar hablando consigo mismo – "No. El poder que emana de esa flecha no se compara al tuyo"

Los ojos de Sesshomaru volvieron a posarse en Inuyasha, como si todo lo que tenía que hablar con Kaede hubiera sido dicho y por tanto ya no había necesidad de dirigirse más a ella. Mientras tanto, Kaede buscaba su voz, pero encontró que no salía de su boca. Esa criatura se había dirigido a ella buscando respuestas sobre el causante de que Inuyasha estuviera así. Por segunda vez se preguntó si sería un amigo o familiar suyo.

Necesitó de todo su valor y por un momento dudó en responderle, pero no quería ocultar ni negar a Kikyo. Tomando un profundo respiro, habló con voz firme.

-"Fue mi hermana"

En el silencio que siguió, lentamente, el Taiyoukai volteó a verla. Así que eso era; ésta niña era la sucesora de la sacerdotisa que había sellado a Inuyasha, era quien tenía ahora la responsabilidad de la aldea cercana y quien debía cuidar del bosque para evitar que alguien osara remover la flecha. Era tan joven que incluso el traje de miko le quedaba grande y el arco también. Distantemente, un pensamiento susurró en la cabeza de Sesshomaru y se preguntó si, de ser visto por su padre, él también se vería pequeño comparado con la responsabilidad que había adquirido. Luego ese pensamiento se fue tan rápido como había llegado.

Lo importante ahora era saber qué debía hacer; la hermana de esa miko había sellado a su -aunque odiara decirlo- hermano ¿tenía que vengarse? En realidad, estaba tan enojado que tenía ganas de matar algo, sentir sangre en sus garras y desgarrar carne hasta tocar huesos. Él quería destruir y no le molestaría si era a esa miko o al híbrido, aunque la desventaja de poder no le agradaba y bueno, ella no lo estaba atacando… decisiones.

Kaede se obligó a no apartar la mirada de los ojos dorados del demonio, tan parecidos a los de Inuyasha que no le quedó duda de que eran parientes. Era un ser bello y obviamente peligrosísimo; su presencia y su aura se lo decían. Ahora que él sabía eso, se preguntó ¿qué haría?

Antes de que pudiera averiguarlo, un grito espantoso rompió la latente calma dentro del claro y un ogro verde emergió de uno de los bordes corriendo hacia el árbol sagrado.

-"¡La perla de Shikon, quiero la perla!"

Garras afiladas se dirigían a ella y Kaede reaccionó poniendo una flecha en su arco: todo ocurrió en cámara lenta: El ogro se aproximaba a ella, que estaba más cerca en su camino, corriendo para herirla si tenía la oportunidad. Con manos temblorosas lanzó la flecha, ni siquiera tuvo tiempo de impregnarla con energía sagrada y ésta pasó rozando al youkai.

Por su parte, Sesshomaru no se movió. Con mirada impasible contempló los acontecimientos frente a él como si fueran cosa de todos los días. Si esa era una pelea por la Perla de Shikon, no era su asunto.

El ogro volvió a poner su vista en la niña que lo había atacado y se abalanzó contra ella de nuevo. Kaede tenía miedo, deseaba que su hermana estuviera ahí, que llegara para salvarla, tan poderosa y valiente como era. Tan pura y hermosa. Tan perfecta.

Kaede tenía tanto miedo que pensó que se desmayaría.

De pronto, escuchó en su cabeza el lejano eco de un recuerdo.

"Cierra los ojos, Kaede" – había dicho Kikyo con voz suave una vez, mientras la enseñaba a purificar energías malignas – "concentra tu poder en tus manos. Confía en ti"

En los segundos que tardó el ogro para estar a sólo dos pasos de ella, Kaede concentró su poder y disparó una flecha purificadora que fue lo suficientemente fuerte para hacer que el ogro se arrodillara gimiendo.

Sesshomaru frunció, la niña tenía coraje, pero era inexperta y seguramente moriría. Era obvio que no había sido debidamente entrenada y ahora su mísera y frágil vida terminaría pronto, como la de muchas otras criaturas sin el poder suficiente para defenderse a sí mismas. De pronto, algo se removió en su mente, algo lejano y familiar.

"El lugar de un cachorro es en su hogar, jugando, no peleando"

¿Por qué recordaba eso ahora? ¿Qué importancia tenía? Él observó a la miko, su respiración era dificultosa mientras colocaba otra flecha en su arco, sus manos temblaban y él podía oler el terror en ella. Muchas personas van a la guerra ¿por qué debía importarle lo que pasara con una miko y más aún, con un ser humano?

El ogro se levantó de nuevo, seguramente no podría derrotarlo, era demasiado grande y fuerte para ser enfrentado por alguien como ella.

¿Pero, por qué seguía ahí? ¿por qué tenía la sensación de que algo lo molestaba?

"Los niños no deberían ir a la batalla, ¿entiendes eso, Sesshomaru?"

La voz de su padre resonó en su memoria una vez más, agitando su energía e inyectando vida a sus estáticas extremidades.

Kaede observó al ogro correr hacia ella, el miedo apoderándose de su corazón mientras luchaba por mantener su arco firme. No sobreviviría, estaba segura y aún si lo hacía, detrás de ella estaba otro demonio, un Taiyoukai que trataría de matarla si lograba salir con vida de esa batalla.

Estaba perdida.

El ogro saltó y la flecha que ella alcanzó a lanzar fue atrapada y destruida por sus enormes y feas manos, el tiempo se le había acabado y había fallado; el demonio estaba a punto de caer sobre ella cuando algo se atravesó en su visión.

Una figura alta y rápida cortó con sus garras el pecho del ogro atravesándolo por completo. Kaede vio su cuerpo verde desplomarse mientras el demonio blanco aterrizaba grácilmente sobre la hierba unos metros a su lado. Todo había terminado.

Ella estaba atónita y por su mente un sinfín de preguntas pasaban ¿El demonio blanco la había salvado? ¿por qué? ¿por qué un demonio haría algo como eso? ¿compasión? No. Ellos no conocían algo así, no tenía lógica. Ellos eran criaturas malas, sin moral, sin emociones, sin capacidad de razonar más allá que para pensar en satisfacerse a sí mismos.

Entonces ¿por qué?

Sesshomaru mantenía los ojos cerrados considerando lo que acababa de hacer. Quizás estaba bajo demasiado estrés. Lo que fuera, era mejor irse, ya había visto con sus propios ojos a Inuyasha sellado y había decidido que no haría nada al respecto. Comenzó a caminar en dirección al bosque, como si no hubiera notado lo que acababa de ocurrir.

"¡Espere! señor…por favor…por favor espere" – escuchó la infantil voz llamarlo a su espalda y no estuvo seguro de por qué, pero se detuvo.

"¿Por qué?... ¿por qué me salvó?"- preguntó Kaede, queriendo, anhelando una respuesta que le explicara el porqué de todo lo que había ocurrido, algo que le hiciera entender el motivo de que esos actos de generosidad existieran en los de su raza y por qué en la suya propia eran tan propensos a agradecerlos. Y entonces quizás pudiera explicarle por qué Inuyasha había sido un aliado convertido en enemigo y por qué su hermana estaba muerta. Ella quería que él se lo dijera, quería tantas respuestas.

Pero Sesshomaru no lo sabía. Era extraño, la respuesta inmediata que se daba él mismo era que sólo deseaba matar, pero de ser así de simple ¿por qué no había matado a Inuyasha? ¿por qué la niña seguía con vida, mirándolo con ojos expectantes?

Él dirigió su vista al árbol sagrado y algo profundo en su alma le susurró que quizás, no había matado al híbrido porque su padre había muerto por él y de hacerlo su sacrificio habría sido en vano y quizás no permitió que la niña muriera porque su padre le había dado una lección hace muchos años y él quería honrar sus palabras. Porque después de todo, uno podía vivir eternamente mientras no fuera olvidado. Pero eso no lo diría nunca.

Regresando su vista a la miko, con voz profunda dijo:

"El ogro estaba en mi camino"

Entonces, como una corriente de aire frío en un día caluroso, como el más inesperado de los gestos, ella sonrió. Una sonrisa alegre, radiante, que ni su rostro golpeado ni su ojo herido pudieron aminorar. Y él se permitió contemplarla por un instante, intrigado, antes de dar la vuelta y caminar hasta perderse entre los árboles frente a él.

No le quedó claro cuánto se había grabado en su memoria ese suceso hasta cincuenta años después, cuando en otro claro, debajo de otro árbol, otra pequeña niña con un ojo también herido le sonrió ampliamente, trayendo a su memoria el recuerdo de la joven miko.

Por su parte, Kaede no volvió a verlo hasta muchas décadas después, cuando ya era una miko anciana y experimentada y él dejó a su cuidado a una niña con un rostro tan brillante como el sol.

Y ambos supieron que las coincidencias no suceden por casualidad.


Gracias por llegar hasta aquí. Por fin después de años vengo a terminar mis historias inconclusas. Creo que éste puede ser tomado como un Spin off de mi otro fic de Sesshomaru "Lo que perdí" (por si gustan darse una vuelta jaja).

Sincronía: coincidencia de hechos o fenómenos en el tiempo. C. Jung, alumno de Freud habló de la sincronicidad para referirse a dos o más eventos que tienen una conexión, aunque uno no cause otro y ocurren de manera paralela en el tiempo. Suelen ocultar un significado, aunque en el momento no nos demos cuenta de ello. Pienso que aquí, tanto Sesshomaru como Kaede se llevaron algo de ese breve encuentro.

Espero que les gustara y los entretuviera un rato. ¡No olviden dejar Review!