Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J.K Rowling. Esto lo hago por diversión y no gano ni un peso.

Este fic participa en el reto "Olores de Amortentia" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black".

El reto se trata de retratar que olería un determinado personaje al oler la poción de amor más potente de todas. Ahora, les presento, la Amortentia de Rolf Scamander.

Lluvia

Al ver el cielo encapotado esa mañana, Rolf había sabido que iba a llover en la tarde. Una de esas lluvias típicamente inglesas que caen de improviso y te dejan calado hasta los huesos. Después de tantos años al aire libre sabía reconocer muy bien los signos.

Y sin embargo, cuando Luna le había pedido que la acompañara a una excursión por el campo en búsqueda de gukies (sean lo que sean esos bichejos), no había sido capaz de esgrimir el clima como argumento en contra de la idea. Es que Luna no sabía que sólo con mirarlo con sus enormes ojos claros podía hacer que el joven hiciera cualquier cosa.

Pero Luna no sabía que él la encontraba encantadora. Que desde que la había conocido en ese campamento en el desierto, no dejaba de pensar en ella. Vale, la había besado el último día del campamento, pero eso lo habían atribuido a una extraña creatura que habían encontrado. Según Luna, tenía la capacidad de hacer que la gente hiciera cosas que normalmente no haría. El problema era que aunque se habían seguido viendo después de ese viaje, Luna le gustaba cada vez más y él no se atrevía a decírselo.

Había estado a punto de decírselo un día en clases. Él estaba cumpliendo su función de ayudante de cátedra y ella estaba estudiando el comportamiento de los escarbatos en primavera. Se veía adorable con la jardinera vieja manchada de tierra y pasto y el pelo que es escapaba del moño que había improvisado. Se había ofrecido a ayudarlo a guardar a los animalillos después de la clase y mientras lo hacían, Rolf se había visto tentado de decirle lo mucho que le gustaba.

Pero no lo había hecho.

Aún así, había seguido saliendo con ella. Aunque no sabe si "saliendo" es la palabra más adecuada para definir su relación. Sí, de vez en cuando se toman helados o un café donde Florean Fortescue (que ahora regenta una sobrina del hombre, Florence); pero la mayoría de las veces ella le pedía que la acompañara a buscar especímenes de creaturas que Rolf no sabía muy bien si existían o no. Era sorprendente lo que esa muchacha lograba con sólo mirarlo. El pobre muchacho parecía quedarse atontado

—Rolf, ¿no quieres ir a buscar gukies conmigo a Hylands Park? —le preguntó con su típica inclinación de cabeza—. Seguro que los atraes. Papá dice que se acercan a la gente alta.

A pesar de las nubes negras que se estaban formando sobre su cabeza, el chico no pudo negarse. En cosa de minutos ambos estaban desapareciéndose en dirección al parque, debidamente abrigados para enfrentar el día de otoño.

Por supuesto, los augurios de Rolf habían sido correctos. No llevaban mucho rato intentando capturar alguno de esos animalillos cuando empezó a lloviznar. Con las primeras gotas, el joven alcanzó a pensar que sería una lluvia ligera. Sin embargo, apenas unos segundos después, parecía que el cielo estaba cayéndose sobre ellos.

—¡Vamos, Luna! —bufó aferrando el brazo de la muchacha mientras las gotas de agua empezaban a golpear sus anteojos. Por desgracia, no podían desaparecerse ahí mismo. No habían sido los únicos que ignoraron las condiciones climáticas y seguro que si los dos se desvanecían en la mitad del parque habría preguntas. En lugar de eso, arrastró a Luna a una glorieta en el parque, de las que habían instalado para que los visitantes descansaran en sus paseos.

—Los gukies se irán —fue lo primero que dijo la joven cuando ambos estuvieron bajo techo. Los rizos mojados caían frente a su cara y (una vez más) Rolf pensó que ella era la chica más bonita que conocía.

—Bueno, podemos venir otro día, ¿no?

—Supongo —Luna se encogió de hombros y se sentó en la banqueta de la glorieta. Tras unos segundos de vacilación, Rolf se sentó junto a ella.

Le gustaba la sensación que le producía tenerla tan cerca. Ni siquiera tenía que hablar para que él estuviera a gusto. Le encantaba que los dos pudieran estar juntos y en silencio. Como si no necesitaran palabras para comunicarse.

Sin hacer ningún ruido, la chica apoyó su cabeza en el hombro del muchacho; sin percatarse, por supuesto, del leve respingo que él dio al encontrarse con sus rizos mojados sobre su hombro. Sin estar muy seguro de lo que hacía, Rolf le rodeó los hombros con un brazo.

Quería decirle que es la chica más especial que ha conocido en su vida; que por ella cazaría snorkacks de cuernos arrugados en Alaska, de ser necesario; que la quiere mucho porque ella es única.

Pero no lo hizo.

En lugar de decirle lo mucho que la quería y que le gustaba como nunca, Rolf se quedó callado. Sólo los acompañaba el sonido de las gotas de lluvia golpeando el techo de la glorieta.

Porque sí, por Luna era capaz de salir a cazar quién-sabe-qué-cosa en medio de una tormenta atronadora, subir una montaña o volar en escoba hasta África, pero era completamente incapaz de decirle dos simples palabras.


Parece que le estoy agarrando el gusto a escribir sobre Rolf, ¡es tan adorable! El olor a lluvia (o a tierra mojada, es un olor muy especial) es uno de mis favoritos personales y me pareció que pegaba con esta pareja, considerando que los dos son magizoológos y pasan mucho tiempo al aire libre.

En fin, espero que les haya gustado. ¡Muchas gracias por leer!

Muselina