AMORTENTIA PARA UN SQUIB

Por Cris Snape


Disclaimer: El Potterverso es de Rowling.

Esta historia participa en el reto "Olores de Amortentia" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black"


PREFACIO

Marius tiene ocho años y aún no ha hecho magia. Vive en una casa oculta a ojos de los muggles y es miembro de la familia Black, una antiquísima estirpe de magos y brujas poderosos. Marius sueña con igualar sus logros algún día, pero hasta el momento no ha dado muestras de poseer ni una sola gota de sangre mágica corriendo por sus venas. Ha llorado, ha pataleado con rabia y, lo peor de todo, ha escuchado a padre y los tíos decir que no es un Black de verdad porque ha nacido squib.

A Marius le gustaría poder hacer magia y ha pasado muchas horas practicando a escondidas, pero simplemente es incapaz de conjurar un mísero hechizo. Ser un squib es una cosa horrible y odia y lamenta no ser un Black auténtico, pero sí hay algo que le permite sentirse poderoso: leer. Lo hace durante horas y una tarde, casi de casualidad, descubre la poción amortentia.

El recuerdo se graba en su mente para siempre.


1

TABACO

El uniforme le sienta como un guante y a Marius Black le gusta poder lucirlo. Se siente orgulloso de ser un oficial del ejército británico y no le importa que todos se percaten de ello. Han sido muchos años de esfuerzo titánico en busca de la gloria y no cree que haya nada de malo en presumir de los logros personales, especialmente cuando nadie le ha regalado nada.

Dedica apenas un instante a recordar la frustración que sintió de niño, cuando no era más que un extraño en su propia casa. No le gusta pensar en lo que estuvo a punto de ser y se olvida de los Black y su magia ancestral. Él nació siendo un squib y, aunque en su momento todos consideraron que estaba destinado a fracasar y ser invisible, Marius jamás se resignó a ello. Ha obtenido el éxito por méritos propios y poco le importa ya aquel oscuro pasado.

Estrecha manos, saluda a unos cuantos compañeros de fatigas y alcanza la barra del club. El camarero, que le conoce de anteriores ocasiones, le dedica una sonrisa y le sirve una copa de whisky con hielo. Marius le da un par de tragos y se da media vuelta para contemplar la pista de baile. La música resuena rítmicamente en sus oídos y el olor a tabaco inunda sus fosas nasales. Y es entonces cuando la ve. Se siente obnubilado como si fuera presa de uno de los filtros de amor de los libros de sus antepasados mágicos.

No es muy alta, pero su cuerpo estilizado luce con gracia un vestido azul, ajustado y por encima de la rodilla, que hace juego con unos ojos grandes y redondeados. Preciosos. El pelo, rojo como el fuego, está peinado a la moda y los labios, sensuales y bien perfilados, destacan en un rostro pálido y pecoso.

"Es una bruja", piensa Marius y, por primera vez en su vida, no sabe cómo comportarse ante una mujer. Siempre ha sido un hombre atractivo y nunca ha tenido problemas con el arte de la seducción, pero siente que ante ella no tiene nada que hacer. Nuevamente percibe el olor a tabaco y es consciente de que siempre relacionará ese aroma con el rostro de la mujer que lo ha hechizado.

Ansioso por saber más e incapaz de acercarse para preguntar, Marius llama al camarero y procura no parecer demasiado interesado. Tal belleza puede haberle deshecho por dentro, pero aún le queda orgullo que conservar.

—¿Sabes quién es esa señorita?

El camarero bizquea, se lo piensa un instante y asiente con una sonrisa que pretende ser cómplice y que Marius ignora.

—Se llama Prudence. Lleva muy poco tiempo viniendo por aquí. Trabaja como secretaria en el ministerio.

—Entiendo —Marius se fija en el hombre que está junto a ella y siente que lo odia como nunca antes ha odiado a nadie. Miembros de la noble y ancestral casa de los Black incluidos—. ¿El caballero que la acompaña es su esposo?

—Tengo entendido que se trata de su primo. Él también es funcionario y tal parece que intercedió para conseguirle el puesto. Conozco a unas cuantas damas que están que trinan por ese motivo.

El odio se desinfla al tiempo que su sonrisa se amplía. Marius despide al camarero con un gesto y vuelve a mirar a la señorita Prudence. Al principio pensó que era una bruja, pero ahora que se fija en sus ojos se da cuenta de que realmente es uno de esos ángeles de los que hablan los creyentes. Porque Marius sabe mucho de la maldad de los brujos y esa mujer no parece poseer ni una pizca de ella.

La observa durante un buen rato y se empapa de sus sonrisas y sus gestos. Es femenina y alegre y no parece preocuparse por nada y Marius cada vez ansía más acercarse a ella y pedirle un baile, pero la inseguridad que atenaza sus sentidos es cada vez mayor. Y entonces, cuando Prudence camina sobre sus zapatos de tacón en dirección a la barra, justo hasta el lugar en el que él se encuentra, el orgulloso oficial militar desea que se lo trague la tierra.

Mira fijamente su copa de whisky y procura disimular su interés. La escucha pedir una copa y se decide a alzar la vista cuando cree que se marcha. Sus ojos se encuentran y ella se queda inmóvil. Marius no tiene forma de saberlo, pero acaba de ser golpeada por el mismo hechizo que un rato antes le alcanzó el pecho.

—Buenas noches —Dice sólo porque las ganas de hablar son más grandes que todos sus temores. Ella parpadea y sus ojos son incluso más bonitos que antes.

—Buenas noches.

Vuelven a mirarse. Esa noche no se dicen nada más, pero al día siguiente sus caminos se cruzarán nuevamente. Marius se armará de valor y logrará pedirle amablemente un baile. Prudence aceptará encantada y sellará sus destinos mientras la música suena rítmicamente y el olor a tabaco inunda sus sentidos.


Y hasta aquí voy a llegar con el primer capítulo. El prefacio tiene 167 palabras y el cuerpo del capi 834, lo que hace un total de 1001 palabras. Tampoco me he pasado por tanto. ¿Verdad? Y he tenido que recortar cosas porque me pasaba por 20, así que mejor no se puede hacer.