Disclaimer: Digimon no me pertenece, yo solo escribo por afición y sin ánimo de lucro.

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.~· Si la esperanza desaparece ·~.

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"En realidad la vida en sí misma no es buena ni mala pero es algo maravilloso el simple hecho de existir".

Takeru Takaishi


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Epílogo

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Un grito de júbilo nació del pequeño Divermon y fue contagiándose en sus congéneres, no cabían en sí por el entusiasmo que siguió a la victoria. Algunos todavía no se atrevían a creer aquello y miraron con desconfianza a los seres oscuros que se zafaban del agarre. Poco a poco volvieron a caminar hacia el mar, sumergiéndose en sus oscurecidas aguas hasta que no quedó ni rastro de ellos. ¿Qué eran en realidad aquellas criaturas?

T.K se volvió hacia Kari sonriendo, y notó que se llenaba de renovadas energías al ver cómo le era devuelto el gesto. Ella se apoyó en su pecho y se abrazaron con fuerza, felices por que todo hubiera terminado al fin. Sus compañeros digimon, de nuevo en sus formas de Patamon y Gatomon, se reunieron con ellos con sendas sonrisas cariñosas.

Habían vencido. El final había estado de cerca de ser bien distinto, pero unidos pudieron recobrar el equilibrio. Todo había acabado.

El Divermon que siempre cuidó del chico de la Esperanza, el primero en aceptar la calidez, el que tuvo la verdadera fe de que la vida podía ser buena si se luchaba por ello, se incorporó lentamente. Se sentía dolorido pero sabía que pronto sanarían sus heridas físicas, aunque no las de su corazón. Porque lo vivido quedaría marcado a fuego en él y jamás lo olvidaría. Como nunca dejaría de recordar a su mejor amigo, su hermano.

-Lo conseguimos, el bien ha vencido -susurró como si él pudiera escucharle.

El más joven de sus congéneres se acercó a él y lo ayudó a tenerse en pie. Una gran sonrisa se extendía por su rostro haciendo que fuera contagioso su entusiasmo. Sabía que una nueva era comenzaba para ellos y el abismo desconocido que se extendía a sus pies prometía grandes metas si trabajaban para conseguirlas. Un gran abanico de bellas posibilidades se abría a los ojos de los Divermons. No tendrían que sufrir más, aquello había acabado.

Vio cómo Takeru se acercaba a él y se sorprendió cuando los brazos del joven lo rodearon.

-Gracias -susurró el chico-. No habríamos conseguido esto de no ser por ti. Escuchaba tus palabras y ellas me despertaban.

-Yo os doy las gracias a los cuatro en nombre de todos, nos habéis liberado -dijo el digimon mirando también a Hikari y los compañeros de los humanos.

Ellos sonrieron. La chica abrió la boca para hablar, pero una repentina luminosidad surgió entre las nubes e incidió directamente en el lugar de la playa donde estaban todos. Miraron hacia el cielo, algo cegados por el haz de brillante, y aguardaron un poco temerosos a que una nueva amenaza se hiciera presente.

-Elegidos de la Esperanza y la Luz, habéis restablecido el equilibrio, por ello os doy las gracias -una potente voz retumbó en el lugar, pero de alguna manera dio seguridad a todos los digimon-. Ahora mi poder puede llegar hasta ese mundo, aunque yo no pueda apartarme del digital.

-¿Azulongmon? -preguntó Kari.

-En efecto, soy yo. Debéis saber que estuve muy preocupado por este conflicto y traté de ayudaros en lo que me era posible. Ya que la energía oscura malograda ha desaparecido del Mar Oscuro, las cosas volverán a ser como deben. Empezando por los Divermons.

Los aludidos se miraron entre ellos, algunos claramente temerosos de un castigo por los años de servidumbre al malvado amo que tuvieron, otros ilusionados por una posible salida de esa vida de dura subsistencia.

-Vuestro origen reside en el mundo digital, fuisteis capturados por Dragomon antes de que fuera sellada del todo esta dimensión y os alteró los recuerdos a todos -explicó el digimon milenario-. Intentaba crear un gran ejército y copió vuestros datos para moldear seres malignos, pero sus experimentos no daban resultados. Hasta que Daemon llegó y Mephistomon, cuya esencia estaba perdida entre las sombras, lo absorbió. Entonces él ayudó a Dragomon y crearon el primer Divermon a partir de energía oscura, el único que es diferente a los demás.

Todos se volvieron al más pequeño y de color más claro. Él pareció horrorizado al escuchar aquello, además de conmocionado por algunas miradas de miedo que le lanzaron sus congéneres. ¿Eso quería decir que él era maligno? ¿Que su existencia no estaba bien?

-Pero algo salió mal para ellos de nuevo -prosiguió Azulongmon-. Porque su carácter especial residió en que tenía más aptitudes para recibir la energía oscura de la misma manera que la luz. Debéis comprender que la oscuridad en sí no es algo malo, el problema es que quienes la usan la malogran, pero lo perfecto es un equilibrio entre ambos complementos. Entre Luz y Oscuridad. Por eso mismo, pequeño, tienes más poder que los demás.

De nuevo, el digimon no comprendió bien lo que le decía aquella solemne voz. ¿Más poder? Él era el de menor tamaño y fuerza de todos. Quizás se refería a algo más simbólico que físico.

-Sois digimons y por ello os ofrezco la posibilidad de regresar a vuestro mundo, de la misma forma que podéis permanecer aquí los que lo prefieráis.

Aquella propuesta los pilló desprevenidos. La mayoría murmuraron entre ellos si debían fiarse pero acabaron decidiendo que querían volver a ese lugar del que se suponía que procedían. Solamente uno dio un paso al frente. Su piel más clara que la del resto destacó más que nunca.

-Yo quiero quedarme, alguien debe controlar esas extrañas criaturas que nacen del mar -dijo con convicción.

-En ese caso liberaré tu verdadero poder, que Mephistomon había sellado para que no te volvieras contra él, a partir de ahora serás conocido como KingDivermon, protector del Mar Oscuro -sentenció el digimon milenario.

La luz incidió directamente en el digimon y su tamaño creció considerablemente, hasta ser mucho mayor que el de sus congéneres. Una extraña corona dorada con un cetro a juego surgieron de la nada formando parte de él. Se miró a sí mismo extrañado y sonrió al ver el gesto de respeto que le dirigían los demás. Por fin sentía que había encontrado su lugar en la vida.

-Ahora podrás controlar a los seres oscuros. No son malvados, simplemente son producto de las sombras en los corazones de los humanos y no pueden evitar sentirse atraídos por la oscuridad. Ellos son cada una de las gotas del océano grisáceo que tenéis ante vosotros, cada alarido de pánico y cada lágrima de dolor. Si no se malogran existen en una calma eterna y tu misión será no dejar que nada llegue a volver a controlarlos.

KingDivermon asintió con la cabeza y observó cómo su amigo, el cuidador del chico de la Esperanza, daba un paso al frente, seguido de unos pocos Divermons.

-Nosotros nos quedaremos también, juntos haremos que este mundo sea un lugar pacífico que contenga la Oscuridad.

-Así será. Despedíos de todos y devolveré a los demás a sus respectivos mundos.

Hubo abrazos y palabras de agradecimiento por todas partes, dedicadas en especial a los humanos y sus compañeros. Ellos pidieron al nuevo protector de esa dimensión oscura que los llamara si algún día necesitaba de su ayuda, aunque sabían que ahora las cosas serían muy distintas y el equilibrio había sido restaurado.

Divermon los observó alejarse flotando en ese haz luminoso, sin poder evitar recordar a su amigo y lo mucho que le gustaría que estuviera junto a él. Sonrió y se despidió de la mano de sus congéneres, riendo un poco al ver todavía algún que otro gesto temeroso. Entonces, los dos jóvenes se volvieron hacia él antes de desaparecer por completo.

-¿Sabes que los digimon nunca mueren? -preguntó Kari sonriendo.

-Solamente hay que desear que regresen y ellos vuelven con quienes los quieren de verdad -convino T.K.

Él los miró con gesto de confusión y apenas devolvió el saludo cuando agitaron la mano como despedida, porque un brillo escapó del resplandor hasta detenerse ante él. Una forma fue surgiendo a sus pies y, cuando la luminosidad remitió, pudo ver un digihuevo blanco con manchas azules. Era él. Podía sentirlo. Su amigo, su hermano, había regresado a su lado.

Lo último que vieron los jóvenes y los digimon que abandonaban el Mar Oscuro fue la sonrisa del Divermon. La alegría, los buenos sentimientos, habían encontrado su hueco en ese mundo y nada volvería a ser como antes. Sería mucho mejor.

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Las miradas perdidas de todos los presentes inquietaban a Tai. No soportaba aquello, era como si el mundo entero se derrumbase por momentos y él se quedara observando las piedras desprenderse bajo sus pies, aguardando de brazos cruzados la caída. Aunque en realidad se sentía como si ya se hubiera estrellado con el fondo del más oscuro pozo.

¿Cómo podía ser la vida tan cruel? ¿Por qué su hermana tenía que correr ese peligro?

La recordó sonriendo, con esa luminosidad que sus ojos cobrizos emanaban, con esa sonrisa deslumbrante que parecía intentar alegrar a todos, con su manía de no preocuparse por sí misma. Y también pensó en él, que era como otro hermano pequeño, con su mirada esperanzadora y su fuerza capaz de luchar contra lo que fuera con tal de proteger a los suyos.

Kari y T.K. Personas excepcionales, únicas, con dones que iban más allá de la razón y que habían sido su condena. Unidos en todo. Hasta en la muerte.

Notó que sus ojos estaban bañados en lágrimas al pensar eso último y trató de esconderlas para no provocar que volviera el llanto en las mujeres presentes. Matt seguía encerrado en el baño y, por el ruido que había escuchado, estaba seguro que se había desquitado con golpes contra la pared, había pensado en seguirlo pero sabía que necesitaba estar solo.

Se pasó las manos por el pelo y se cubrió la cara con ellas intentando dejar la mente en blanco, pero el ardor que notaba en todo el cuerpo debido a la impotencia y la furia no lo abandonaba. Jamás superaría aquello, lo sabía.

Estaba tan ensimismado que no vio pasar a Izzy por su lado. El pelirrojo había escuchado un aviso en el ordenador y fue a su habitación a comprobarlo por si era algo importante, además de que no soportaba el silencio que había en el salón, era demasiado asfixiante. Cuando leyó que el remitente era Gennai, abrió a toda velocidad el mensaje que acababa de recibir y leyó con avidez las palabras.

"Id al lugar donde Hikari se marchó, ha pasado algo".

No había nada alentador en aquello pero quiso pensar que tampoco era una sentencia. Tal vez simplemente había encontrado una manera de que ellos fueran de ayuda. Intentó convencerse a sí mismo de ello mientras regresaba con los demás, si lo decía como una mentira todos lo notarían y no tenían ánimos como para aguantar nada más.

Sora, Mimi y Joe lo miraron atentamente cuando reapareció y él intentó que no le temblara la voz.

-Gennai me ha dicho que vayamos al lugar donde Kari se fue, aunque no sé la razón -explicó intentando parecer tranquilo.

Los gestos de todos se contrajeron, entendiendo cada uno a su manera aquellas palabras. Mimi fue la primera en levantarse, sonrió con esa inocencia que tanto la había caracterizado siempre y emanó entusiasmo que trató de contagiar a todos.

-¡Vamos! Seguro que ha encontrado una manera de que podamos ayudarles.

Sora también se incorporó y sujetó con firmeza la mano de Tai para ayudarle a ponerse en pie, porque él no reaccionaba del todo. Temía recibir la peor de las noticias, esa que habían estado aguardando durante horas, esa que parecía inevitable. Fue el gesto esperanzado de su madre el que le dio la energía necesaria para asentir con la cabeza y devolver el apretón a la mano de su amiga pelirroja. No se rendiría, aunque no hubiera razones para seguir luchando. Creería en ellos.

Joe llamó a la puerta del baño y entró al no recibir respuesta. Encontró a Matt sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la pared y un rastro seco de lágrimas en sus mejillas. El mayor, con el corazón encogido por la escena, se puso en frente de su amigo en cuclillas y sonrió.

-Parece que hay algo que podemos hacer...

-Lo he escuchado -cortó el rubio con un resoplido-. ¿Y si cuando lleguemos descubrimos que ellos... que no volverán?

No pudo evitar recordar a su pequeño hermano con esa sonrisa entusiasta y con su mirada decidida ante el peligro, y a Kari con esa valentía entregándose a Myotismon para que dejara de hacer sufrir a los demás y ese gesto triste cuando se marchó sin ellos para tratar de salvar a T.K. No estaba preparado para pensar que habían desaparecido del mundo para siempre. No podría con esa certeza.

-Volverán -repuso Joe con una seguridad que le sorprendió a él mismo-. Tenemos que confiar en ellos. Se lo merecen.

Matt lo miró unos instantes y al final aceptó la mano que su amigo le tendía para ayudarle a incorporarse. Tenía razón, debía creer, es lo que esos dos pequeños le habían enseñado. Todo es posible mientras no se pierda la fe.

Volvieron al salón y el mayor de los Ishida intercambió una mirada con Tai. Ambos asintieron con la cabeza al mismo tiempo y encabezaron a los demás mientras salían del hogar de los Izumi. Se sentían como aquella vez lejana en la que ambos quisieron salir corriendo pero se mantuvieron firmes aguardando el impacto de las flechas de los ángeles que protegían a sus hermanos. Como en ese momento, debían creer en el milagro.

La gran comitiva avanzó a paso rápido por las calles de Odaiba con su meta claramente fijada. Ninguno fue consciente del camino, simplemente andaban sin titubear pensando con temor en lo que podían encontrar y queriendo convencerse que les aguardaban buenas noticias. Algo les decía que estaban a punto de saber cuál había sido el final de todo. Y, más que nunca, desearon con fuerza que fuera uno feliz.

Cuando llegaron a la playa que tanta desgracia había presenciado, pudieron apreciar cuatro figuras en la lejanía que caminaban por la arena hacia allí. La luz anaranjada del atardecer los bañaba y creaba largas sombras al incidir en ellos. Conocían esas siluetas.

T.K y Kari, cogidos de la mano, levantaron la que tenían libre para saludar a sus amigos y familiares. Sus compañeros digimon copiaron el gesto sonriendo por las caras de incredulidad que aparecieron en los recién llegados. Lo sabían, habían hecho algo que parecía imposible, pero allí estaban. Habían vuelto sanos y salvos. Y no volverían a caer en las fauces de la maldad mientras estuvieran juntos.

Los primeros en reaccionar fueron Tai y Matt, que saltaron la valla y corrieron hacia sus hermanos todo lo rápido que les dieron las piernas. Tal fue su ímpetu que tiraron a los jóvenes en su entusiasta abrazo. Sus risas se sumaron a las de los dos pequeños cubiertos de arena y a las lágrimas de alegría de los que presenciaban la escena.

El resto de sus amigos y los padres no tardaron en reunirse con ellos, abrazos y más muestras de cariño cayeron sobre los que habían estado desaparecidos, que no podían hacer otra cosa que tratar de respirar entre los apretones. Aunque en ningún momento sus dedos entrelazados se separaron, no podían soltarse, todavía la angustia vivida en la desaparición pesaba demasiado en sus corazones y necesitaban cerciorarse de que estaban juntos de nuevo.

Después del recibimiento bañado de sonrisas y arena, que duró tanto que la noche ya se cernía sobre ellos cuando al fin se incorporaron, comenzaron a contar lo que había sucedido.

-Antes de nada -interrumpió Hiroaki para sorpresa de todos-, creo que deberíamos ir a algún lugar donde podáis comer. Debéis estar hambrientos.

-Sí, y hay que curar esas heridas -aportó Susumu-. Vamos todos a mi casa, allí podremos seguir la charla.

Todos parecieron conformes y emprendieron la marcha. Cuando ya perdían de vista el mar, T.K retuvo a Kari para que se alejaran un poco de los demás. Percibió alguna que otra mirada pero nadie se detuvo para dejarles algo de intimidad. Se volvió hacia su mejor amiga y sonrió mientras acariciaba su mejilla. Puede que su pelo estuviera alborotado y pequeñas heridas cubrieran su pálido rostro, pero le pareció la imagen más bella que jamás presenciaría mientras ella le devolvía una cálida sonrisa.

-¿Sabes? Llevo un rato pensando en un largo discurso para decirte lo importante que eres para mí, con palabras que mucho tiempo antes que esto ensayé en mi cabeza, pero no creo que sea necesario. Demostramos de verdad lo que sentimos con lo actos y no con lo que decimos. Y después de entregarlo todo el uno por el otro no hay más que revelar. Sobran las palabras entre nosotros.

Ella estuvo de acuerdo con él y se puso de puntillas para rozar sus labios con los del chico. Al instante recibió como respuesta unos brazos que la envolvieron y el beso se tornó más profundo. Fue algo fugaz, pero ya tendrían todo el tiempo del mundo para manifestar sus sentimientos.

-Volvería a arrojarme a las sombras por ti una y otra vez -susurró Kari mientras apretaban el paso para alcanzar a los demás.

-Lo sé, y sabes que yo también -respondió T.K volviendo a entrelazar sus manos.

Algunos, que habían espiado lo que hacían los jóvenes, los miraron entusiasmados. Tai sonrió con agradecimiento a T.K y Matt a Kari, porque saber que alguien tan importante para ti tiene a quien lo dé todo por él es la mejor de las certezas. Y los adultos fingieron no haberse dado cuenta de nada, pero sonrieron sin poder evitarlo.

Una vez en casa de los Yagami, mientras todos comían hasta hartarse de cosas improvisadas y otras tantas que encargaron, continuaron el relato tan escalofriante de lo que habían vivido. Joe, con ayuda de Yuuko y Natsuko, curó sus heridas, algunas superficiales y otras algo más profundas, para que no tuvieran que ir al hospital.

Gatomon y Patamon se sentaban en los regazos de sus compañeros y sonreían todo el tiempo, aportando su perspectiva de la historia y detalles de las batallas mientras miraban de vez en cuando los dedos entrelazados de sus protegidos. Por increíble que pareciera, al hablar de aquello notaban un peso liberarse en sus corazones, como si se purificaran un poco más de la oscuridad que los había consumido. Como si lo vivido no fueran a atormentarlos sino a darles la seguridad de que todo ahora estaba bien y de que eran fuertes cuando estaban juntos.

Las marcas de la maldad tardarían en sanar en su piel y los recuerdos nunca se marcharían. Pero habían aprendido que no se debe intentar destruir a las sombras porque son parte de nosotros, solamente hay que aprender a controlarlas.

Unidos mantendrían la armonía.

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Años después, un ser con la apariencia de un hombre caminaba tranquilamente por una gran montaña, como si no le costase esfuerzo alguno escalarla. El amanecer bañó con su luz el mundo que se extendía a sus pies y él sonrió ante las increíbles vistas que le eran regaladas.

Llegó a su meta, la alta cima que estaba en el centro de la Isla File. De alguna manera era una agradable ironía que todo hubiera estado preparado para finalizar en el principio, en el lugar donde todo comenzó tanto tiempo atrás, en el mismo sitio donde la primera victoria de los niños elegidos fue presenciada y también el primer dolor. Como si fuera entonces cuando empezó el desenlace de la guerra.

Gennai halló lo que buscaba, esa gran piedra sagrada de la que Azulongmon le había hablado, ese objeto que había nacido de una semilla brillante que surgió cuando el Mar Oscuro fue purificado. Sus ojos curiosos estudiaron la roca con interés, ya que era distinta a las otras, más poderosa. No se encargaba de mantener el equilibrio en el mundo digital, sino entre la puerta de este con esa otra dimensión que se mecía entre las aguas de las tinieblas, donde KingDivermon y los demás cuidaban de que la maldad fuera contenida.

Encontró una inscripción en la piedra y la leyó con avidez, pues todos los datos nuevos eran un gran descubrimiento para él. Y sonrió al hallar por fin el final de la leyenda.

"Si la esperanza desaparece, la luz se extinguirá. Y sin luz no habrá esperanza posible.

Mas, juntas, crearán el milagro que no pronosticará ni siquiera el destino.

Porque moldearán su propio futuro. Porque conseguirán el equilibrio. Porque mantendrán la paz.

Por fin, la batalla entre el bien y el mal será detenida cuando se comprenda que no hay contrarios.

Blanco y negro. Orden y caos. Luz y Oscuridad.

Hermanos eternos, entrelazados por su propia esencia, necesarios para la existencia.

Y allí estará la Esperanza, la eterna protectora de la alianza".

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Y llegamos al final. Siento haber tardado tanto en subir esto pero he estado liada en la Universidad. Este capítulo es más que nada para que se vea cómo las cosas se asentaron al final.

Me despido de este fic al que tanto cariño le he cogido y con el que tanto he evolucionado, pero no os libraréis de mí, ya hay y habrá más creaciones mías por fanfiction. La verdad es que nunca pensé que esta historia llegaría a ser tan larga y en parte ha crecido por todas vuestras palabras de ánimo que me entusiasmaban a continuar.

Esto ha sido posible por vosotros, lectores silenciosos y los que se molestan en dejar su opinión, así que: ¡muchas gracias a todos!

Un fuerte abrazo de HikariCaelum :)