N.A: ¡Saludos! Este es el primer fanfic que escribo, espero que puedan darle una oportunidad. Adoro Hetalia y aunque sé que México no es un personaje canon me gusta bastante manejarlo. Para representarlo utilizo el OC de Nadiezda.


Prologo

¿Por cuánto tiempo permanecen ocultos los secretos?

Él era una nación que cualquiera consideraría extrovertida, y ciertamente, no era algo que alguien ―y menos aún él― pudiese negar. Porque si algo lo caracterizaba, fuera de su ocasional mal genio y su hábito de soltar burlas e insultos a todo el mundo, era su eterna sonrisa y ese brillo que aparecía en sus ojos al contar sus tantas anécdotas, incluso cuando no capturaba la atención de nadie.

Tenía muchos motivos para mantener esa sonrisa dibujada en su rostro, tenía muchas razones para caminar con ese porte orgulloso y firme tan propio de él.

Tenía muchas razones para alegrarse de llevar el nombre de México.

Su vida a lo largo de la historia nunca fue fácil, y tal vez nunca lo sería. "Las cicatrices sanan", era lo que siempre decía, de eso estaba completamente seguro, porque al final esas cicatrices se convierten en nada más que un recuerdo desagradable, e incluso para alguien rencoroso como él era sencillo desechar esos recuerdos y después volver a sonreír.

Pero… ¿Qué pasa cuando las heridas no cicatrizan?

Esa herida era su secreto mejor guardado. Esa herida que, al alejarse las miradas ajenas y apagarse toda luz que pudiese delatarlo, sangraba acompañada de lágrimas provenientes de unos ojos despojados de brillo, recorriendo un rostro desprovisto de sonrisa alguna.

¿Cuándo había comenzado aquello? ¿Cuándo permitió que ese sentimiento convirtiera su sonrisa en una máscara de cuyos labios solo brotaban mentiras que cada día hacían esa herida más profunda?

México, el país que siempre buscaba compañía usando cualquier excusa para pasar un buen rato ahora se aislaba a sí mismo en la soledad de su casa, refugiado en la oscuridad de su habitación.

¿Cómo escapar a ti mismo? ¿Cómo ocultarte de tus pensamientos?

Nadie podía ayudarlo.

Estaba solo.

Cientos de preguntas atacaban su cabeza a diario. La confusión se instaló en su mente, y de esas cientos de preguntas solo había encontrado respuesta a una…y no estaba dispuesto a aceptarla.

Miedo.

¿Miedo? ¿A qué podría temerle?

Había visto a su gente esclavizada cruelmente por los conquistadores cuando era apenas un niño, vivió en carne propia la inquisición, enfrentó a España y ganó su libertad tras miles de sacrificios, perdió la mitad de su territorio, derrotó a Francia, observó la sangre de su propia gente cubrir cada centímetro de tierra durante la revolución.

¡¿A qué podría temerle?!

Una vida llena de injusticias y conflictos le había enseñado que la única forma de sentirse seguro era construyendo una barrera en su corazón, una que no le permitiera a nadie herirlo por muchos insultos o golpes que pudieran propinarle.

Creía que ya había soportado todo tipo de dolor, y sin embargo ahora ocultaba su rostro entre sus manos mientras sollozaba, mientras el miedo a eso que por primera vez sentía incrementaba.

Se maldijo por ello.

Se odió por desear con tal fuerza salir de aquella miseria, no porque gustara de llevar consigo esa pesada desdicha, sino porque lo único que podía sacarlo de ese pozo oscuro era lo mismo que lo hundía más y más en ese doloroso sentimiento.

Lo maldijo a él.

A él, que había sido su amigo y su enemigo más grande y del que desgraciadamente no podía alejarse…

Y a quién ahora, sin quererlo o aceptarlo siquiera, necesitaba más que nada en el mundo…


¿Reviews?