"¡Oye, papá! Mira las nuevas flores que te he elegido para tu sombrero. Las que te puse ya se han marchitado y necesita unas nuevas". El Joxter tenía su pipa apagada y miraba las profundidades del bosque, volteó a ver a su hijo y le acarició su cabellera.

"Me alegra escuchar que has decidido hacerme otro arreglo floral, pero las flores que me habías puesto la otra vez me gustan muchísimo"

"Pero ya están marchitas, papá", dijo Snufkin un poco desilusionado

"A pesar de que estén muertas, su alma sigue en mi memoria", volteó de nuevo a ver hacia la profundidad del bosque. "Recuerda siempre eso, hijo"

"¿Qué haré con ellas, entonces?" preguntó Snufkin mirando sus flores

"Ven conmigo", dijo el Joxter y se metió a la casa. Subió por las escaleras y entró a su habitación personal, algo así como un taller. "Puedes mejor empezar a adornar tu propio sombrero y quedarte con el alma de tus más preciados recuerdos". A lo lejos yacía un escritorio con muchos libros acomodados y entre ellos un sombrero idéntico al de Joxter, pero de color verde y nuevo. Joxter cargó a su hijo junto a las flores y lo sentó en la mesa. Se dedicó a admirar la creatividad de su adorado hijo. Tejió cuidadosamente y acomodó el tipo de flores sin importar cómo estuviera acomodado y cuáles eran los colores de la combinación.

El Joxter miró con admiración, estaba orgulloso de su libertad.