El 13, La Misión cumplió un mes. ¡Clap your hands!. Es el primer longfic que termino, bue, longfic, sería un multichapter y punto. Yo que pensé que lo único que podía empezar y terminar en la vida son los rompecabezas. Fue tan difícil no "líar" a Daryl con Glenn (una vez que se entra en el juego del slash, nunca se sale) y bueno, es que esta historia es pre-Caryl, creo que es bastante obvio. Ahora mismo estoy cambiando el segundo protagonista, que sorpresa, nunca fue Merle, siempre fue Carol. No podía decirlo antes porque iba a arruinar la sorpresa. Así que eso, espero no decepcionar a nadie con el final y que sigan visitándome en mis otras historias y Exilio. Seguiré con Dixon Blood y Blandest, y con cualquier otra cosa que aparezca por mi cabeza. Importante: sigo escribiendo ambas, pero Dixon Blood está saliendo más lento mientras Exilio está en un terrible impasse, estoy casi sin tiempo.
Quiero aclarar que el suceso de cómo Merle llegó a la prisión militar está mal en LM. Viendo Tell it to the frogs me di cuenta, pero es tarde para cambiarlo (y además tengo pereza).
Con ud. el final de La Misión, espero que ciertas partes no me hayan salido muy Dukes of Hazzard.
La Misión. Séptima parte.
—Está pasando, hermanito… —le dijo con la mirada perdida. Daryl caminó hacia donde estaba, dejó el vaso en la mesa y se sentó junto a él. —Está pasando…
Trató de permanecer calmado, se quitó el delantal y los guantes, relajó su respiración y se quedó con la vista fija en el televisor, tanto que puso a Merle más nervioso.
—Maldita sea, hermanito. Esto es... es...
—Evidente.
—Daryl...
—Esperable.
—Daryl...
—Natural —dijo encendiendo un cigarrillo que sacó de la cajita que Merle guardaba debajo del sillón. —¿Qué pasa, hermanito? ¿Estás nervioso? —inquirió levantando una ceja. Por dentro se estaba muriendo, pero no iba a permitir que Merle lo supiera. Descruzó las piernas y las apoyó contra su torso para disimular lo mucho que le temblaban.
Merle parecía fuera de sí. Se acomodó contra el sillón, subió las rodillas al pecho y ocultó la cara entre las manos
—Tenías razón... en todo.
Su voz sonaba lejana, casi ausente. Era sólo audible para Daryl.
—No te separes de mí —le murmuró poniéndose de pie. Caminó hacia el sillón que estaba debajo de la ventana para echarle un vistazo a la casa de Carol. Ed estaba en el jardín, fumando un cigarrillo. Daryl observó con atención cómo lo apagaba bajo la suela de su zapato y luego se dirigía a su camioneta. Lo siguió con la mirada mientras se subía y la acercaba a la puerta de la casa. Sabía que tenían poco tiempo, así que tomó a Merle por las muñecas y lo enderezó, haciendo que lo mire a los ojos. Luego le habló lo más lenta y calmadamente que pudo.
—Tenemos que irnos de aquí y debemos ir detrás de esa familia —señaló la ventana con la mano que sostenía el cigarrillo. —No te preocupes por empacar, yo ya lo hice hace mucho tiempo.
Su hermano lo miraba con ojos incrédulos y Daryl creyó ver en ellos algo de temor, antes de que se disipara tan rápido como había aparecido. Se miraron por unos segundos sin decir nada hasta que Merle apartó sus muñecas y le estrechó las manos entre las suyas. Lo que siguió a continuación ni él mismo se lo esperaba.
Le comenzaron a doler las manos por la fuerza con la que Merle se las estrechaba, así que bajó la mirada un momento para separarse, volvió a fumar y cuando volvió a mirar a su hermano, vio que lloraba. Lo hacía con tanto sentimiento que sintió que debía irse y dejarlo solo con su angustia. Por primera vez en mucho tiempo esos ojos abandonaron su estricta inexpresividad y mostraron a su dueño completamente desnudo de emociones. Por primera vez pudo leer lo que sentía, estando completamente huérfano de cordura.
Quería tocarlo, decirle que todo estaría bien porque él estaba preparado, que se lo llevaría con él, pasarían esto juntos y salvarían a esas mujeres. Pero se contuvo. Merle no era Daryl y él ya no era un niño que huía de los golpes de su padre. No podía hacer lo que su hermano no hizo en más de treinta años, su parte racional le advertía que no lo merecía, pero él amaba a ese hombre por sobre todas las cosas, era lo único que conocía fuera de esa burbuja de violencia y amenazas que su padre había creado en esa casa. Su hermano era lo único familiar que le quedaba en el mundo.
—Merle… —comenzó a decir antes de que le tapara la boca con la mano, llenándole los labios de humedad. Pudo sentir la sal de sus lágrimas.
—Lo siento, mucho.
Se estaba disculpando.
Daryl tardó unos segundos en darse cuenta de por qué lo hacía. No le había creído ni una palabra de lo que había dicho, pero lo recordaba.
Apagó el cigarrillo mientras Merle se levantaba del suelo y después fue quitando los almohadones del sillón de la ventana para revelar una gran bolsa de tela marrón que había escondido debajo. No se molestó en volverlos a acomodar una vez que la sacó. Comenzó a desempacar lo que había dentro. Una tienda de campaña, dos bolsas de dormir, su ballesta, algunos cuchillos, una bolsa transparente llena de flechas, dos escopetas, tres revólveres, dos mochilas negras con provisiones y dos bolsos de ropa llenos hasta un poco más de la mitad. Repartió en ellos las armas y se calzó la ballesta al hombro.
—Viajaremos ligeros. En las mochilas hay agua y algunas latas, mantendremos las cosas en la camioneta —dijo mientras Merle colocaba uno de los almohadones para poder sentarse. Ya había dejado de llorar y se había limpiado las lágrimas. Su momento en carne viva ya había terminado. Se sentó en el apoyabrazos y miró por la ventana de nuevo. Vio la camioneta de Ed estacionada frente a la puerta. No podían salir hasta que ellos estuvieran fuera. —Ayúdame a poner la Triumph en la cajuela —le indicó a Merle bajando del sillón.
Una hora después ya habían acomodado todo. Merle se quedó esperando en el asiento del acompañante mientras él miraba por la ventana. Recordó el momento en el que vio por primera vez a Carol y a Sophia con Ed detrás, diciéndoles que se apuraran porque debían irse. Era curioso que de eso hayan pasado más de diez años.
Se levantó y subió la escalera hasta la habitación que le había pertenecido a sus padres. No entraba allí desde el día anterior a su viaje, cuando pasó ahí la noche. Habían reemplazado la cama de dos plazas por un viejo colchón que habían encontrado en la basura de un vecino. Dejó la ballesta a un lado y se tumbó en él y miró el techo. Casi pudo sentir el peso de su madre a su lado, apoyándose en su hombro, durmiendo como esa tarde.
—Estaré contigo siempre —dijo una voz en su oído.
—Lo sé —respondió en voz alta, antes de ahogarse con sus propias lágrimas. Estaba tan jodido, y era todo tan difícil.
Escuchó la bocina de la Ford avisándole que debían irse ya, así que salió de la habitación y se precipitó escaleras abajo. No cerró la puerta con llave, ni tampoco apagó las luces. Mientras se subía a la camioneta su mirada se cruzó con la de Ed, que también estaba subiendo a la suya. El hombre asintió con la cabeza y él hizo lo mismo. Merle volvió a tocar la bocina.
—Daryl —fue lo único que le dijo.
Ante la ansiedad de su hermano, sacó el punto muerto, puso primera y encendió el motor, pero no podía irse de allí hasta no saber a dónde se dirigirían los Peletier.
—He hablado con el vecino de enfrente —soltó Merle de repente —Dicen que Atlanta es seguro.
—Atlanta será —murmuró haciendo andar la Ford. —Atlanta será.
El tráfico estaba prácticamente detenido. La desesperación podía verse en la cara de cada persona con la que se cruzaban. Algunos de los que estaban a pie se acercaban pidiendo que los lleven y otros simplemente miraban al interior de la cabina con rencor.
Los únicos sonidos que se escuchaban dentro de la camioneta de los Dixon eran los que provenían de la radio. Habían subido las ventanillas y trabado las puertas, Daryl vigilaba de vez en cuando que la Bonneville siguiera firme en su lugar.
Merle estaba perdido en sus pensamientos. No podía mirar a su hermano ni tampoco mirar a la gente que deambulaba alrededor, tratando de huir o refugiarse en algún lugar. Aún no habían visto a ninguna de las misteriosas criaturas que aparecían en los anuncios del noticiero, sólo gente gritando y subiéndose al primer coche que les diera lugar. Los vecinos, al igual que ellos, no habían dejado a nadie subir con ellos.
Lo único en que podía pensar era en que todo aquello estaba sucediendo por una razón, aunque no podía determinar cuál. Se suponía que Daryl tenía que salvar a la vecina de enfrente y a su hija, ¿pero cómo podría hacerlo si a duras penas se estaban salvando ellos? Su hermano tampoco la tendría muy fácil con el marido sobreprotector de Carol tan cerca. No podía ir allí y decirle al grandote "tú ve y relájate, a partir de ahora yo me ocuparé de ellas". No podía porque Daryl no era así y porque el gordo se le lanzaría encima y se saldría con la suya a final de cuentas, porque su esposa estaba tan jodida y asquerosamente enamorada de él que terminaría defendiéndole, aún sabiendo que Daryl tenía razón.
Y Daryl tenía razón por una simple cosa. Daryl siempre tuvo y tendrá razón. Esa mierda estuvo codificada siempre en su maldito ADN, Merle recordaba que lo que el pendejo decía, se cumplía. Y así fue una vez más. No sabía a quién tenía que agradecerle el don de su hermano, si habría allí algún tipo de dios u otra fuerza sobrenatural que enviara todo esto, que hiciera a Daryl como era. Nunca se lo dijo a nadie, pero siempre se había sentido maravillado por su hermano. Lo quería, lo admiraba y respetaba, más que a cualquier otra persona. A veces se preguntaba si él también era digno de que su hermano sintiera por él las mismas cosas y siempre llegaba a la misma conclusión.
No.
Tenía que estar su propia vida en riesgo para que él escuchara lo que Daryl tenía que decir. Tenía que oír su voz afligida en el teléfono, tras la muerte de su madre, para darse cuenta de que no estaba siendo nada más que un puto egoísta mientras Daryl lo necesitaba en casa. Tenían que estar a miles de kilómetros de distancia para que supiera lo que era extrañarlo.
Daryl era especial y tuvieron que pasar casi treinta y cinco años antes de que se diera cuenta de eso.
—La estupidez de "manténgase en calma, la ayuda viene en camino" no sirve de nada ahora, estúpido aparato —murmuró golpeando con suavidad el estéreo.
—Pues tíralo por la ventana —respondió Merle mirándolo con una media sonrisa. Daryl se dio vuelta para mirarlo y rió mientras quitaba el estéreo de su lugar.
—¿Me haces los honores? —preguntó con una media sonrisa mientras le pasaba el aparato.
Merle asintió y bajó el vidrio mientras con la otra mano recibía el artefacto.
—Hasta siempre —dijo como despedida antes de dejarlo caer en el vacío de la noche.
Daryl se inclinó un poco en el volante y miró por el espejo retrovisor.
—Buen trabajo. —Se relajó en su asiento y siguió conduciendo en silencio.
Unas horas después el tránsito se detuvo por completo. Daryl buscó la camioneta de Ed pero fue inútil, los habían perdido.
—Allí hay reunido un grupo de personas —avisó Merle. Habían prendido una pequeña fogata y las noches en Georgia eran extremadamente frías, aún en tiempos calurosos, así que no tenían opción. Era eso o congelarse en la camioneta. Daryl se colgó la ballesta de un hombro y sacó de una bolsa dos botellas de agua. Le pasó una a su hermano y se quedó con la otra.
—Vamos.
Pasaron con aquel grupo el resto de la noche. Oyeron historias sobre lo peligrosos que eran los caminantes y cómo podían defenderse de ellos. Cada vez que Daryl les aconsejaba que les disparen a la cabeza, miraba a su hermano, como esperando de él algún tipo de complicidad, pero nunca recibió nada. El Merle de sus sueños no era como el Merle real, tendría que meterse eso en la cabeza o seguiría decepcionándose.
A la mañana siguiente desayunaron ginebra y algo de pan. Uno de los hombres del grupo había dicho que ahora se debía vivir al límite y así lo hicieron. El pan estaba duro, pero la ginebra era de calidad, tan fuerte como cualquier bebida blanca pero sin ese ardor amargo y el sentimiento de estar tomando aguarrás que te hacen sentir las marcas baratas. Daryl insistió en mantenerse sobrio, alguien debía cargar con el trasero borracho de Merle y no parecía que ninguno de sus nuevos "amigos" estuviera dispuesto a eso.
Cuando retomaron la ruta, Merle estaba tan alcoholizado que no podía mantenerse en pie. Otro de los hombres, llamado Ernesto, le pidió que lo llevara lo más cerca posible de Atlanta y aunque Daryl intentó por todos los medios decir que no, Merle lo acusó de decir puras tonterías y lo hizo subir a la camioneta, sentándolo en el medio de los Dixon. Por la tarde, Merle le habló a Ernesto de las maravillas del paisaje y de lo maravilloso que era su hermano (cuando Merle está ebrio, tiende a exagerar las cosas), sus habilidades de supervivencia, su destreza fìsica y cómo veía el futuro. Cuando Ernesto escuchó todo aquello se volvió hacia Daryl y se dirigió a él para hacerle una pregunta.
—¿Y por qué no evitaste todo este lío si podías, chiquillo?
Chiquillo.
No se necesita mucho para hacer enfadar a un Dixon, pero Daryl odiaba especialmente que lo llamaran con apodos, lo cual era una hipocresía, puesto que él hacía lo mismo con el resto de las personas, excepto con Merle, claro.
Detuvo la camioneta y miró a su huésped con indiferencia.
—Merle... —murmuró llamando la atención de su hermano, que se estaba quedando dormido —o quitas el culo de este mal nacido de mi asiento o lo hago yo a flechazos.
No hizo falta ninguna de las dos cosas porque Ernesto al ver la expresión neutra en su cara temió lo peor y, pidiendo permiso, salió por la puerta del acompañante en menos de dos minutos.
—No tenías que ponerte así —bostezó Merle. Daryl suspiró. —Me avisas cuando lleguemos, hermanito.
—¡Merle! —lo llamó —¡Merle! ¡Que ni se te ocurra poner a dormir tu perezoso trasero! ¡Merle! —Pero fue inútil, ya estaba enroscado de costado en el asiento y roncando. —Putas borracheras.
Siguieron por la ruta 75 hasta Atlanta, con la certeza de que mientras más gente encontraran viva, mejor. A la altura de Cartersville tuvieron que detenerse de nuevo. Pasaron allí una semana, en un campamento a un lado del camino. El tránsito se había intensificado porque muchas personas habían abandonado sus autos en el medio de la ruta. La mayoría se había ido al bosque o había vuelto sobre sus pasos, algunos clamaban haberse olvidado algo en el camino y otros recordaban de repente que tenían familiares en otros lugares. Nunca volvían a aparecer. Daryl lo sabía, pues él había estado presente en casi todas las guardias. No quería dormir, sabía que apenas cerrara los ojos vería a Sophia corriendo por el bosque. Una tarde la pareció ver a la familia del niño que parecía ser de la edad de Sophia, pero era sólo su imaginación.
Luego de esa semana pudieron avanzar unos cuantos kilómetros, pero el camino de delante no parecía ser mucho más prometedor, así que esa noche se quedó en la camioneta, no quería cruzarse con nadie. Se sentía demasiado frustrado. Cuando comenzó a prepararse no había imaginado ni por un segundo que su vida sería así. Quizás era porque había sido muy joven cuando todo empezó. Varias veces se había imaginado a sí mismo como una especie de Rambo, yendo de aquí para allá con sus cuchillos y matando muertos vivientes con su ballesta. Se acomodó en el asiento y se tapó con una manta, la tenue luz de la luna lo tranquilizaba, tanto que los murmullos de los hombres alrededor del fuego no le importaba. Casi creyó que podría dormir en paz, pero no.
Esa noche fueron atacados por primera vez.
Todo sucedió tan rápido que pareció no haber ocurrido.
La mitad de los hombres y casi todas las mujeres murieron esa noche. Daryl perdió muchas flechas, no había tiempo para volver y recogerlas. Tomó a Merle por un brazo y lo arrastró hasta la camioneta, cuidando las espaldas de ambos. Una vez que estuvieron dentro y a salvo, mandó todo al demonio y acortó camino por el principio de bosque que rodeaba la ruta. Cuando uno de los caminantes se animaba a ir en su dirección, le disparaba desde la ventana. De vez en cuando miraba a Merle, que dormía. La inquietud por los rastros de sangre y moretones que tenía en la cara lo mantuvo despierto el resto del camino. Cuando estaban llegando a Smyrna, Merle despertó con un terrible dolor de cabeza. Tras conseguir refugio en la casa de una familia, que les ofreció su sala de estar para pasar la noche, Daryl escuchó con atención el relato de su hermano sobre cómo se habían metido todos en una pelea y cómo la causa había sido él.
Aparentemente a ninguno le gustaba su sobriedad, les parecía de alguna forma sospechosa y habían empezado a cuestionar los dichos de Merle sobre su hermano. Ambos sabían que no le debían nada a esa gente, de hecho, ellos contribuían al grupo de manera desinteresada, compartiendo con ellos los resultados de sus viajes de cacería, pero lo cierto era que nadie se metía con un Dixon y vivía para contarlo. Mientras Daryl intentaba dormirse en la camioneta, Merle trataba de defender su honor frente a una horda de desconocidos y borrachos. Luego los caminantes habían llegado y les habían dado su merecido también.
Esa tarde vieron las noticias con la pareja de ancianos dueña del hogar. Durante la cena, el hombre les manifestó que habían tomado la decisión de quitarse la vida, ambos. Daryl intentó detenerlos pero Merle lo hizo callar. No podían hacer nada por ellos. El mundo era un lugar diferente ahora.
Esa noche Carol y su familia aparecieron en sus sueños. También la familia del otro niño y algunos sobrevivientes más. Los había visto en las afueras de Atlanta, estaban cansados, sudados y asqueados. Una mujer y un pequeño niño que estaban con ellos habían sido mordidos. Se habían reunido en el interior de una casa rodante y habían discutido sobre la declaración falsa que aseguraba que Atlanta era un lugar seguro y habían decido quedarse allí, cerca de la ruta 20, en espera de un plan mejor.
A la mañana siguiente y tras despedirse de los ancianos, Daryl condujo hasta allí. Tardaron dos días en llegar. La cantidad de autos que obstaculizaban el camino era abismal y tuvieron que mover ellos mismos la mayoría.
La tarde en que llegaron al campamento de Shane fue un alivio para ambos. Como era de esperarse, Carol no los reconoció, pero Daryl sintió en seguida una conexión especial con Sophia. A partir de allí le dolió mil veces más despertar cada vez que soñaba que moría y se sentía un millón de veces más esperanzado al verla aparecer con vida.
Los días pasaron como suspiros. Como había pasado con su grupo anterior, Merle y Daryl se hicieron cargo de traer carne fresca al campamento y de estar de guardia de vez en cuando. A veces participaban de los viajes en busca de provisiones y otras veces tenían tiempo libre como para quedarse en su tienda a no hacer nada. A Daryl le parecía que la división del trabajo era un poco primitiva, pero nunca dijo nada al respecto. Ni una vez se quedó a solas con Carol, ni tampoco se molestó en lograr ningún tipo de vínculo con el resto de las personas. Saber sus nombres y para qué eran útiles era más que suficiente para él.
Reprimió un bostezo y se sonó los dedos de las manos, se estaba haciendo tarde. Continuó por el sendero de huellas en busca de ese ciervo que le venía quitando el sueño desde hacía días. Le había atinado un par de veces pero el bastardo seguía corriendo y corriendo. La alarma de un auto lo distrajo por un momento, pero siguió su camino sin prestarle atención. La siguiente hora la pasó construyendo un refugio elevado entre dos árboles y pasó la allí la noche, acurrucado sobre sí mismo, intentando alejar de su cabeza la imagen de Merle y él corriendo por una ciudad infestada de caminantes. Él iba en una dirección y su hermano en la otra, se encontraban frente a un Dodge Challenger rojo.
—Este día es el día, hermanito —le decía Merle subiéndose al auto. —Este día es el día.
Luego se iba, sonriendo, conduciendo en dirección al sol.
A la mañana siguiente, despertó sobresaltado, sintiendo como si alguien hubiera dormido a su lado. Se desperezó y continuó siguiendo el rastro del venado por horas. Estaba aburrido, nunca había tardado tanto en atrapar a su presa. Ni siquiera los primeros días en que salió solo a cazar. La ballesta le pesaba en la espalda (se la pasó a la mano), el sudor le nublaba los ojos y le picaba cada parte del cuerpo. Dormir entre hojas no había sido buena idea. Se rascó un poco la parte baja de la espalda mientras salteaba las rocas que había cerca del límite del campamento. Estaba demasiado cansado como para seguir y apestaba como si no se hubiera bañado nunca en su vida.
En un momento escuchó las voces del resto del campamento y se sintió algo avergonzado por su recién descubierto aroma. Decidió ignorarlos y no decir nada, dejar que ellos lo notaran a él.
—Jesús... —suspiró Shane viéndolo llegar.
—¡Hijo de perra! —exclamó al ver el destino de su venado. Siguió caminando en dirección al grupo. —¡Ese es mi ciervo! —dijo echando una rápida mirada a los que estaban más cerca del animal. —Mírenlo, todo comido por este... ¡sucio, portador de enfermedad, húerfano, inútil y bastardo! —agregó dándole patadas. Sabía que todo lo que había hecho no había servido de nada, pero no esperaba encontrarse tan rápido con el recordatorio de su fracaso.
—Cálmate, hijo, eso no ayuda —intentó Dale.
—¿Y tú que sabes, anciano? —preguntó acercándose. Podía sentir que estaba más nervioso de lo normal y no ver a Merle allí no estaba ayudando. Merle, al verlo en ese estado, le daría un puñetazo en la mandíbula y lo haría callarse. Pero Merle no estaba allí. —¿Por qué no tomas ese estúpido sombrero y regresas a La laguna dorada? —Se volvió hacia el animal muerto y comenzó a quitarle las flechas. —Estuve rastreando este ciervo por kilómetros. Iba a llevarlo al campamento. Y cocinarnos algo de venado. —Estaba sorprendido por el silencio de los miembros del grupo y tenía que llenarlo de alguna forma. Además necesitaba calmarse. Suspiró tratando de aclarar su mente. Ninguno necesitaba lidiar con su mal humor ni con su temor. —¿Qué creen? ¿Creen que podamos cortar alrededor de esta parte masticada de aquí? —preguntó volteándose hacia ellos, esperando que olvidaran su súbito arranque de furia.
—No me arriesgaría —sentenció Shane.
Daryl suspiró de nuevo.
—Es una maldita lástima —dijo observando la mordida del caminante. —Tengo algunas ardillas. Cerca de una docena. Eso tendrá que bastar. —Por suerte su respiración se había normalizado y ya no se sentía tan encabronado. Miró al grupo en busca de algún tipo de aprobación, pero todos lo miraban sin decir nada. Por un momento sintió que le estaban ocultando algo, y temió lo peor.
"Este día es el día"
Miró al suelo tratando de alejar el pensamiento de la pérdida de Merle y se concentró en la cabeza del caminante, que había reaccionado al sentir cerca los pies de Jim.
—¡Oh, Dios! —oyó decir a una de las hermanas rubias, que Merle había intentado cortejar la última semana. Luego sintió cómo se alejaban del grupo.
—¡Vamos, gente! ¿Qué demonios? —Recordó las palabras de Merle sobre los caminantes y alzó la ballesta para dispararle en el ojo. Luego se acercó para quitársela, ayudándose con el pie. —Tiene que ser en el cerebro... ¿No saben nada? —Continuó el camino hacia el campamento sintiendo los ojos del recién llegado clavados en su espalda. Quizás Merle se refería a la llegada del policía rubio. Sí, debía referirse a eso. —¡Merle! ¡Merle! ¡Trae tu horrible trasero aquí! ¡Nos conseguí unas ardillas! Vamos a cocinarlas —terminó de decir dejando la ballesta en el suelo. Luego se enderezó para seguir buscando, hasta que escuchó la voz de Shane.
—Daryl, detente un segundo. Tengo que hablar contigo.
Daryl se detuvo y se volvió para mirarlo, sintiendo que toda la sangre se le iba hacia la cabeza y a las manos.
—¿Sobre qué? —preguntó reprimiendo un escalofrío. Siguió con la vista a Shane mientras caminaba a su lado.
—Sobre Merle —avisó el policía con calma. —Hubo un... problema en Atlanta —agregó enfrentándolo. Daryl se sintió desnudo. Miró alrededor para ver las reacciones de los demás. Pudo darse cuenta de que todos lo sabían.
Intentó procesar todas las opciones y eligió la más conveniente para todos.
—¿Murió? —preguntó mirando al suelo.
—No estamos seguros.
—O lo está o no lo está —la idea de que Merle haya sido mordido era excesivamente dolorosa. Daryl caminó unos pasos más cerca de Shane, en busca de certezas que no quería oír.
—No hay una forma fácil de decir esto, así que lo diré de una vez —dijo el desconocido mientras Shane lo miraba con las manos en los bolsillos. Daryl se volvió hacia el hombre rubio, que vestía de blanco, como una asquerosa enfermera.
—¿Quién eres tú? —se atrevió a preguntar. No quería escuchar la noticia sobre su hermano, realmente no quería.
—Rick Grimes —respondió el hombre, sereno.
—"Rick Grimes" —repitió él —¿Tienes algo que quieras decirme? —No podía demostrar que por dentro se moría.
—Tu hermano era un peligro para todos... así que lo esposé en una azotea, a un pedazo de metal. Todavía sigue ahí.
Daryl no supo en ese momento si llorar o largarse a reír. ¿Le estaban hablando en serio? Había pensado lo peor, que Merle había sido alcanzado por un caminante y que había tenido que implorar para que acabaran con su vida antes de convertirse. Y ahora le venían con que lo habían dejado atrás. Sintió actividad no permitida en sus lagrimales y se apresuró a darle la espalda a Rick Grimes.
—Espera —dijo limpiándose los ojos —Déjame procesar esto. —No tenía la fuerza suficiente para hacer análisis en su cabeza, así que habló en voz alta. —¡¿Estás diciendo que esposaste a mi hermano en una azotea... y lo dejaste allí?! —Sintió poco a poco cómo la cordura lo abandonaba y la necesidad de echarse encima de aquel hombre se apoderaba de él.
—Sí —murmuró Rick mirando el suelo. Qué mas daba si estaba arrepentido, qué mas daba cuando Merle estaba allí, solo, cocinándose bajo el sol, probablemente alucinando por la insolación. ¿Lo estaría alucinando a él?
Daryl decidió que era suficiente, tenía que descargar esa furia que le estaba perforando el alma. Tiró las ardillas al demonio y se abalanzó sobre Rick, pero Shane lo detuvo, dejándolo tirado en el suelo.
T-Dog se acercó a ellos y él no lo pensó dos veces antes de quitar su cuchillo de la vaina.
—¡Cuidado con el cuchillo! —gritó alguien, estaba tan cegado que su cerebro no podía distinguir voces. Lo único que quería era a Rick y lo quería, ya.
Se levantó sin dejar de mirarlo y cortó el aire un par de veces antes de que lo detuvieran por completo.
—¡Será mejor que me sueltes! —gritó cuando Shane lo tomó por detrás.
—Creo que mejor no —murmuró Shane tomándolo por el cuello.
—La estrangulación es ilegal —dijo con lo que le quedaba de aire.
—Puedes presentar una queja. Vamos, hombre, nos quedaremos así todo el día.
—Quiero tener una conversación tranquila —le dijo Rick arrodillándose ante él. Daryl comenzaba a calmarse. —¿Crees que puedas hacerlo? —preguntó dos veces, cada vez más cerca de su rostro. Trató de hablar para decir que sí, pero sólo un sonido extraño salió de su garganta. Shane debió haberlo interpretado, porque lo soltó y lo dejó caer en el suelo sin aviso. Mientras se incorporaba, avergonzado, temiendo por lo que Carol podría llegar a pensar, Rick continuó hablando. —Lo que hice no fue por gusto. Tu hermano no funciona bien en el trato con los demás.
Daryl luchaba con las ganas de romperle la cara con sus propias manos. Ni siquiera podía mirarlo a los ojos.
—No es culpa de Rick —escuchó la voz de T-Dog. —Yo tenía la llave... Se me cayó.
Para sorpresa de Daryl, su yo calmado habló.
—¿No podías recogerla?
—Se me cayó por una alcantarilla —terminó de decir.
Daryl sólo pudo mirar al suelo, siguió reprimiendo sus emociones, se levantó y caminó hacia T-Dog.
—Si eso debía hacerme sentir mejor, no lo hace —declaró indignado y acercándose a él.
—Tal vez esto sí —se aventuró el hombre, Daryl recordó a Monty y cómo le hablaba cuando quería convencerlo de algo —Mira, encadené la puerta del techo para que los bichos no lleguen a él. Con candado.
Daryl dejó de mirarlo a los ojos y miró el suelo, sí, como si aquello sirviera de algo, Merle podía morir ahí arriba. Maldición, lágrimas de nuevo...
—Tiene que servir de algo —dijo Rick, como sacándole las palabras de la cabeza.
Daryl no podía aguantar más.
—¡Al infierno con todos ustedes! —gritó luego de secarse los ojos con el dorso de la mano. La impotencia y la rabia le latían bajo la piel, haciéndole pensar que podría estallar de un momento a otro. No podía sentirse peor. Era el centro de las miradas de todo el campamento... Glenn, Andrea, la familia latina, todos lo miraban con pena. Odiaba la pena. La lástima. Quería irse de allí. Ya ni Carol ni Sophia importaban. Sólo quería irse de allí. —Sólo dime donde está... —dijo en un susurro desesperado. —Así puedo ir a buscarlo —agregó más compuesto y miró a Rick esperando su respuesta.
—Él te mostrará —aseguró Lori inesperadamente. —¿No es así? —Todos se volvieron hacia ella y Daryl sintió una oleada corta de alivio, pero el silencio de Rick y del resto antes de que dijera "Voy a regresar" fue eterno y punzante para él.
Se apresuró a tomar sus cosas y se sentó en el medio del campamento, esperando que todos se alistaran. Luego de intervenir cuando Shane llamó idiota a Merle, ignoró la charla que tuvo con su compañero policía, por lo que no se sintió ni un poco conmovido por el genuino deseo de Rick de volver.
—Entonces, ¿tú y Daryl? —preguntó Lori, que estaba sentada junto a él. —¿Ese es tu gran plan?
Siguió preparando sus flechas mientras Rick convencía a Glenn de acompañarlos y luego escuchó cómo T-Dog se ofrecía a ir con ellos también.
—Mi día se pone cada vez mejor, ¿no? —comentó sin darse cuenta.
—¿Ves a alguien más dispuesto a salvar el blanco trasero de tu hermano? —desafió T-Dog.
—¿Por qué tú? —preguntó Daryl lo más calmado que pudo. Aún tenía ganas de demoler a alguien a golpes.
—Ni siquiera lo entenderías —T-Dog, por ahora, estaba en el tope de la lista. —No hablas mi idioma.
Optó por ignorarlo de nuevo y esperó impaciente mientras los demás empezaban con sus razones por las que Rick no debía irse. No pudo evitar sentirse solo. Sin Merle, no tenía con quién sobrevivir. Por las noches habían hablado del asunto de Carol y Sophia y Merle le había dicho que estaba orgulloso de él, de todo lo que había logrado. La noche anterior a que se fueran por provisiones, Daryl le pidió que él también fuera, tenían que acercarse al grupo de alguna forma. Él ya se había ofrecido a irse de cacería en busca de algo más grande que una ardilla, por lo que no podía irse también a Atlanta. Merle estaba libre y, aunque fue difícil convencerlo, terminó accediendo. Una vez más, había empujado hacia la muerte a la persona más importante de su vida.
Terminó de acondicionar las flechas y llevó todo al camión. Acomodó sus cosas y se quedó de pie adentro, esperando.
Observó cómo Dale le prestaba su tenaza a Rick y oyó toda su conversación sobre las herramientas. ¿Y si Merle las había utilizado para zafarse del pedazo de metal? ¿Las habrían dejado a su alcance? ¿Estaría Merle esperándolos? Tenía que llegar allí. Corrió hacia el lugar donde el contenedor se unía con la cabina y estiró la pierna hasta tocar la bocina, qué importaba si todos los caminantes de alrededor oían, quería irse de allí cuanto antes. ¿Era tan difícil de entender?
—¡Andando, vamos! —exclamó volviendo a su lugar.
En el camino se quedó dormido, con la esperanza de tener alguna señal de Merle.
Pudo verlo por algo menos de cinco minutos, fumando y conduciendo el camión que ellos estaban usando en ese preciso momento.
—No te preocupes por mí, hermanito. Tienes que salvarlas a ellas —fue lo único que le dijo.
Despertó justo cuando se detuvieron, en el medio de unas vías. Casi abrazó al chino cuando corroboró que primero debían ir por Merle.
El camino hasta la azotea fue tranquilo, pero lo que vieron una vez que T-Dog usó la tenaza de Dale para romper el candado, fue desgarrador.
Daryl había pateado la puerta gritando su nombre, casi podía verlo con su media sonrisa, de pie, en el medio de la azotea, maldiciendo a Rick y a cualquier otra persona que lo haya molestado en su vida.
Él mismo pensó en todo aquello y más, al ver la mano de su hermano tirada allí, junto a una pequeña sierra. Sí, le habían dejado las herramientas a su alcance y Merle las había utilizado para irse de esa forma. De repente olvidó todas las palabras que conocía y sólo podía gritar "no", no, eso no estaba pasando. Miró a T-Dog en busca de alguna explicación pero no había nada para decir.
Era todo una horrible pesadilla y necesitaba despertar. Las horas posteriores eran casi un blanco para él. Lo único en lo que podía pensar era en Merle y en cómo había huído.
El haber rescatado a Glenn de aquel refugio de ancianos había acrecentado su sentimiento de culpa. Él debería estar buscando a Merle, no perdiendo el tiempo con las estupideces de ese oficial de policía inepto cuya llegada no había traído más que problemas al campamento. Pero, si se iba, Carol y Sophia quedarían a la merced de Ed y no podía permitirse aquello. Su hermano debía esperar, después de todo, una parte de él sabía que nada le ocurriría a Merle si él no lo permitía. Era un tipo duro y Daryl podía estar seguro de que, con su suerte, estaría riéndose de ellos arriba del camión que se robó.
De todas formas, los días sin él se volvieron largos y las noches eran más solitarias de lo normal. A veces se sentía asqueado de su propia presencia. Si no estaba fuera, o en el bosque, pasaba el tiempo vigilando que Ed no se acercara a su hija.
La noche del ataque fue liberadora. Tras la muerte de Ed, tendría el camino libre para irse de allí con Carol y Sophia. Estaba pensando en aquello cuando escuchó a Shane y a Rick discutir sobre el CDC. Una parte de él quiso advertirles que, como había dicho Merle en uno de sus sueños, ese viaje sólo serviría para que gente se quedara atrás, pero no podía cambiar más de lo necesario. Debían ir allí. Además estaba ansioso por saber qué pasaría ahí dentro.
El camino fue corto y la sorpresa fue grande cuando ese misterioso doctor abrió las puertas y los dejó entrar.
Daryl se apresuró, como todos, y siguió al doctor Jenner a través de los intrincados pasillos del centro hasta llegar al ascensor, donde todos se apretujaron como si no hubiera tiempo para hacer dos viajes. El no ver a Merle allí con ellos le rompía el corazón, pero no podía ponerse en evidencia, no frente a Carol.
Esa noche recordó a Monty, la cena en la casa de sus padres y todos los momentos que pasaron juntos antes de su partida. Nunca más habló con él, no sabía dónde estaba y Monty tampoco sabía dónde estaba él. Si pudiera comunicarse con cualquier persona del planeta, Daryl no elegiría a Merle, elegiría a Monty. Se preguntó dónde estaría y lo imaginó con una vida armada, con familia, esposa, hijos, tres perros y una piscina olímpica en el patio de su casa. Si pudiera hablar con cualquier persona del planeta, Daryl lo elegiría, sólo para saber si estaba a salvo.
Se emborrachó como nunca en su vida lo había hecho, aunque no sabía si era para festejar que habían encontrado un lugar seguro o por la angustia que le causaba el haber perdido lo que más amaba en el mundo.
Durmió en una habitación pequeña que estaba frente al cuarto donde Andrea había decidido instalarse. La escuchó llorar toda la noche y se preguntó si se animaría a cruzar el pasillo y golpearle la puerta para consolarla. ¿Ella abriría la puerta? Lo más probable era que no.
Hasta donde él sabía, todos en el campamento lo veían como una versión más joven de Merle. Estaban tan lejos de la realidad. Si tan sólo se dejara conocer un poco más... Decidió esa misma noche que al otro día empezaría con el pie derecho, así que a la mañana siguiente le golpeó la puerta a Andrea. Ella lo recibió ya vestida y con los ojos hinchados.
—Estás... estás... ¿te sientes bien? —preguntó evitando mirarla a los ojos.
—No hace falta que te molestes —se apresuró a responder ella, chocándole el hombro con el suyo al pasar por su lado. Daryl la tomó del codo y la hizo voltearse. Andrea le lanzó una mirada asesina. —¿Qué es lo que quieres? —inquirió buscándole la mirada, a lo que él, luego de un momento de duda, respondió mirándola a los ojos.
—Sé como te sientes —musitó el, soltándole un poco el brazo.
—No, no lo sabes —dijo ella apretando los dientes.
—He perdido a mi hermano, también —declaró Daryl. Su cuerpo lo traicionó y sus manos comenzaron a temblar, por lo que se soltó rápidamente de Andrea, rezando para que ella no lo haya notado.
Era tarde. Ella relajó su expresión y lo miró algo arrepentida.
—Lo siento. Es cierto. A veces olvido que Merle es hermano tuyo —declaró antes de perderse en el pasillo.
Daryl no pudo evitar sentirse bien. Por primera vez en su vida alguien lo había diferenciado de Merle.
Esperó unos momentos y luego se fue por el mismo lugar por el que se había ido Andrea. Desayunaron todos juntos y luego Jenner les contó la verdad. Todo se había ido a la mierda y, pronto, ellos se irían también. Aquello despertó en él más ira que la misma muerte de su madre, más ira que las ausencias de su padre y el horrendo carácter de Merle. Quiso romper todo, y si iba a morir, llevarse a Jenner con él.
Salir vivos de allí fue un milagro. Un milagro que ni un borracho Merle podría explicar.
Ahora sí que no tenían dónde ir. Daryl procuró no despegar la vista de Carol y Sophia hasta que estuvieran a salvo e insistió en que se fueran en la casa rodante de Dale. Carol lo miró agradecida y él se sonrojó un poco, recordando la época en que él era sólo un adolescente y ella podía lucir su esplendorosa figura y cabellera roja sin que cayera sobre ella la furia de su esposo.
Cuando se toparon con el camino bloqueado, Daryl se adelantó y le hizo saber a Dale que debían detenerse. Luego, la casa rodante de descompuso y tuvieron que reunirse en el medio de la autopista.
Si lo posterior a lo de la azotea había ocurrido en cámara rápida, lo que sucedió a continuación fue en cámara lenta.
Mientras todos exploraban los autos en busca de provisiones o cualquier cosa que fuera útil, Daryl comenzó a sentir que el peligro estaba cerca. Miró a Dale, que era el que tenía la mejor visión del camino y luego a Rick, que miraba por la mirilla de su rifle de largo alcance. Cuando vio que Rick tiraba del gatillo hacia atrás, la vista se le nubló, la sangre comenzó a correr por sus venas más rápido de lo normal y su instinto de protección se intensificó como nunca antes en su vida cuando vio que no era uno, ni dos, ni tres los caminantes que se acercaban. Eran decenas. Comenzó a correr en dirección a Sophia cuando vio a Rick indicarles a ella y a Carl que se quedaran debajo de los autos. Lo mismo hacía Shane con Glenn. Se quedó embobado por unos momentos observando como ambas miraban a Rick y se preguntó si alguna vez podrían mirarlo a él de esa manera hasta que vio a T-Dog, moviéndose entre los autos, aferrando su brazo, herido. Observó con cautela al caminante que había pasado por el costado de dónde él se había ocultado y luego había doblado en dirección a donde estaba T-Dog. Salió de su escondite pensando en lo diferente que él era de Merle y le clavó el cuchillo por detrás a ese asqueroso muerto viviente, imaginando que era Rick. Luego, maldiciéndose por haber pensado de esa manera, tan Merle, cayó al suelo junto con el caminante y miró a T-Dog sosteniendo en alto el cuchillo, tratando de demostrarle que ya no estaba solo. T-Dog lo miró con los ojos como platos, asustado y a punto de decir algo, por lo que se llevó el dedo a los labios y le indicó que se callara. Luego lo acostó en el suelo y sobre él al caminante recién re-muerto. Caminó hacia el auto más cercano y sacó de allí el cuerpo del conductor, que dejó caer sobre él.
Los siguientes segundos fueron los más incómodos de su vida. Había salvado a la persona que había dejado a su hermano a su suerte y, en el proceso, había quedado tirado en el medio de la ruta, con la boca de un cadáver sobre la suya. Era como estar besando una maldita momia y reprimió con dificultad las ganas de vomitar luego de abrir la boca por accidente para respirar. Estaba tan agitado que no podía distinguir nada de lo que sucedía alrededor. Simplemente esperó a que todo se aclarara y los caminantes terminaran de pasar.
Cuando el silencio reinó de nuevo, apartó de su cuerpo el cadáver y se puso de pie rápidamente. Sacó el caminante de encima de T-Dog y revisó su estado. Su brazo sangraba sin parar. Lo ayudó a levantarse mientras juntos presionaban la herida.
Luego escuchó que alguien se arrastraba por el asfalto, un arrastre de pies y a continuación los gritos de una niña, que indudablemente debía ser Sophia. La sangre se le heló en ese preciso momento. Miró a T-Dog desesperado. No podía dejarlo, se desangraría, debía seguir presionando.
Sophia siguió gritando y a lo lejos pudo sentir los sollozos de Carol. Todo se estaba yendo al demonio en ese momento. Oyó gruñidos y gemidos y luego vio a Rick salir de su escondite y dirigirse hacia el borde del camino. Después Carol, Lori y Carl corrieron en la misma dirección. Seguidos de Shane y Glenn. A ellos se unieron Dale y Andrea. Daryl miró a T-Dog con lágrimas en los ojos, sin saber qué hacer.
T-Dog lo miró y le acarició el brazo que le presionaba la herida.
—Todo estará bien —le susurró, pero Daryl sabía que no podía creer aquello. La imagen de Sophia corriendo le lastimaba cada milímetro del cuerpo. Se sintió miserable. Todo esto había sido por su culpa. Debió haberlo sabido. Tendría que haber detenido todo.
Se dejó caer en los brazos de T-Dog y lloró, como lo había hecho tras la muerte de su madre, esa noche, en los brazos de Monty.
Su reto más grande acababa de comenzar.
¡Gracias por llegar hasta acá!