El fin del mundo
Ikki observaba con atención un paquete de velas. Eran velas grandes, blancas, de esas que duraban diez horas. Estaba calculando cuántas velas necesitaba para los tres días de oscuridad se avecinaban.
Era el 20 de diciembre del 2012.
Todo había comenzado un par de semanas antes, cuando Seiya llegó con la noticia de que los mayas habían predicho el fin del mundo.
-Dicen que es el 21 de diciembre de este año. Comienza con tres días de oscuridad, luego un terremoto de ocho horas y ¡plac! Se acaba todo.
-Te equivocas – dijo Shun – es una conjunción planetaria que detendrá cualquier actividad eléctrica por tres días. Por eso es que habrá oscuridad.
-No saben de lo que hablan – dijo Saori -, es la inversión de los polos. Los polos pasarán al ecuador, y viceversa. Todo se inundará o se quemará, depende de donde estés.
-Están todos mal – repuso Hyoga -, pues lo que comenzará es el Apocalipsis Zombie. Las personas tendrán deseos de comerse entre ellos, y la humanidad se devorará a sí misma durante tres largos días de oscuridad.
-¿Así que el 21 de diciembre del 2012? - se burló Shiryu – Eso según el calendario occidental, pues según el chino, el judío, el musulmán y otros, no estamos en el año 2012... Eso del fin del mundo no es más que un rumor occidental que tiene el objetivo de aumentar el consumo. Entonces nada va a pasar.
Los otros lo miraron con desprecio y siguieron discutiendo sobre la manera en que se terminaría el mundo. Shiryu puso los ojos en blanco y se retiró del salón.
-Qué bueno que no participas en este debate absurdo – le dijo el Dragón a Ikki antes de irse.
Ikki había estado todo el rato sumido en un profundo silencio. Aparentemente no hacía el menor caso de la conversación apocalíptica, pero estaba muy pendiente de cada una de las palabras.
Pues si el poderoso Fénix le tenía miedo a algo, era al Fin del Mundo.
Cuando lo atacaban dioses, guerreros, ángeles, o lo que sea, al menos había un enemigo al cual enfrentarse, una forma física en la cual volcar todo el poder; pero en el Fin del Mundo, cuando el mismo planeta, universo, o lo que fuera, decidía dejar de existir, ¿contra quién se luchaba? ¿Para qué servía el poder?
Así que se dedicó a investigar. Lo único que sacó en limpio era que todas las teorías concordaban en que habría tres días de ausencia de energía eléctrica. Por lo tanto, había que aprovisionarse de velas.
Y ahí lo tenemos, mirando atentamente las velas de diez horas, y calculando cuántas debía comprar.
Compró doce. Ikki nunca ha sido bueno en matemática.
Luego se dedicó a buscar alimentos para esos días. Como había oído que las mejores ofertas se encontraban en la parte de abajo de las góndolas, se inclinaba muy seguido para mirar los precios, lo que llamaba la atención de las féminas que circulaban por el lugar.
No tardó en tener una pequeña corte de chicas que admiraban su anatomía.
Ikki se sintió un poco incómodo ante tanta atención y se apresuró en salir del supermercado. Luego, se dirigió a la Mansión y fue a guardar todo al búnker.
Había terminado el búnker hace un par de días. Se había demorado una semana trabajando siete horas al día, a torso descubierto, a pleno sol y con la asistencia amable de las chicas de la mansión, que le ayudaban a secarse el sudor y le alcanzaban de vez en cuando una limonada.
Los otros lo miraban también; a ninguno se le había ocurrido preguntarle por qué estaba haciendo un búnker, pero era agradable ver trabajar al fénix, para variar, pues habitualmente se dedicaba a andar por ahí sin hacer nada de provecho.
Ikki bajó al búnker y guardó todo en las alacenas. Luego lo examinó por última vez. Había una habitación de camas gemelas, par su hermano y él. No quería dormir solo esos tres días.
También había otra habitación de dos literas, para Hyoga, Seiya, Shiryu y Saori. No se le ocurrió que Saori podría querer una habitación para ella sola, como la diosa que era; más bien, pensaba en ahorrar espacio.
Además tenía un baúl lleno de juegos de mesa. No estaba muy de acuerdo con esa manera de perder el tiempo, pero en algo había que ocupar la cabeza mientras se acababa el mundo.
Miró por última vez el búnker, y luego salio a buscar a sus hermanos, para pasar juntos esos últimos días...
Contunuará...
Nota de la autora:
Ojalá que nadie se haya sentido ofendido por esto! Es sólo con ánimo de reírme un rato.
Es curioso, porque no creo que pase nada esos días, pero igual compré varios paquetes de velas (y saqué la cuenta como Ikki, claro)
Nos vemos!
(Si el mundo no se acaba, les cuento qué pasó en el búnker XD)