Hola minna!
Sé que deben estarme odiando, pero está vez tengo buenas y aceptables razones para la tardanza... o al menos yo lo veo así XD
Antes que nada, primero disfruten de la lectura y aquí les dejo el significado del idioma de mis vampiros:
Darken: esposo o compañero
Lowen: esposa o compañera
Fikaren: amigo
Garmodan: guardián de una hembra en custodia
Priqen: miembro de la alta sociedad, considerado príncipe
Deresi: hembra custodiada.
Teryu: cazador de vampiros
Koya: lugar donde van a parar las almas de los muertos, un reino para que el alma descanse en paz junto a sus parientes.
Ranigh Yuner: guardia privada del rey, el cual realiza un voto, donde jura proteger la vida del rey a costa de la suya. Para un miembro de la hermandad es el mayor título que se le puede conceder.
Clefaris: consejo de aristocráticos. Está conformado por las diecinueve familias con sangre muy pura, solo los líderes de cada familia tiene derecho a participar de la reuniones que llevan a cabo. Ellos velan por que se cumplan las tradiciones.
Los personajes le pertenecen a Hiro Trollshima :v
Capítulo 5:
Expansión… La llegada de los sobrevivientes.
La visita de Makarov lo dejó devastado, las noticias traídas eran muy desalentadoras y lo único que le produjeron fue una furia infinita, aquellos malditos bastardos los habían dejado al borde de la extinción. Atacaron las colonias… eso sonaba tan irreal que podría parecer que el viejo solo quería jugarle una broma. Pero mierda, la situación era real, muy real.
Observó el desastre que era el comedor, su furia se había desatado con un rugido de guerra, una promesa de venganza y la frustración por saber que ya no podía escapar a su linaje. Se llevó la mano al rostro frotando su sien, la cual había empezado a palpitar, toda esta situación le producía una maldita migraña.
-¿Natsu?
-¿Qué pasa Ha…? ¿Happy?
El pelirosa se acercó en dos zancadas hasta estar frente a su amigo, al que consideraba su compañero, confidente y algunas veces un tremendo dolor en el trasero. Era, por así decirlo, alguien muy importante, solo superado por la rubia hija de Jude, aunque su rara preocupación por la hembra le resultaba estúpida, no podía evitarlo. No recordaba que Happy fuera tan torpe cómo para lastimarse de esa manera, entonces qué hacía ese chinchón en su cabeza.
-La rubia chillona me golpeo con la lámpara, es rara y creo que está loca.
Natsu asintió, porque de cierta forma compartía esa idea, de pronto recordó las palabras de Makarov y miró a Happy, dudoso de sí sería buena idea preguntar, pero debía admitir que el gato nunca le mentía, le era muy franco, algunas veces por su franqueza terminaban con peleas sin sentido e infantiles. Este gato tenía las pelotas suficientes para hacerle frente, era el único que no lo veía como un rey y estaba agradecido por eso.
-Happy… ¿qué me dirías sí te digo que pienso asumir el trono?
-Que la raza está perdida.
Eso mismo pienso, pensó para sus adentros, luego sonrió ampliamente, se puso de pie dirigiéndose a su alcoba, dónde se encontraba otro problema a solucionar. Atravesó el pasadizo secreto hasta el sótano, caminando por el pasillo poco iluminado con pasos lentos, alargando a propósito su camino, a pesar de que en lo más profundo de él se revolvía un torbellino de emociones, mantenía un control absoluto de su persona. Llegó a la puerta y respiro profundo, giro el pomo y abrió la puerta, dudo un instante al ver todo oscuro, pero se aventuró al interior, cuando una ráfaga de aire y un sutil quejido lo alertaron del objeto que se dirigía a su persona. Con un hábil movimiento lo esquivo, la adrenalina salto en su torrente sanguíneo y dejo a su cuerpo actuar por instinto. Alargó la mano, sujetó a su atacante de la muñeca, con un giro de 180 grados tuvo a su agresor atrapado entre la pared y su cuerpo.
Demasiado tarde fue el descubrir que a quien había apresado era una hembra que luchaba por introducir aire en sus pulmones. Lucy.
El aroma de la rubia invadió sus pulmones, despertando el calor en su interior y levantando al dormilón. Maldiciendo su suerte la dejó libre, con el deseo de su mente iluminó la habitación y cerró la puerta. Con paso lento se dirigió al sillón cerca del armario y se sentó, observó a Lucy, quien estaba de rodillas en el suelo frotándose el pecho, recuperando la respiración. Tenía que admitir que era hermosa, condenadamente hermosa y perfecta para acomodarla en la cama.
Idiota, no pienses en la cama, ya que está a tan solo tres zancadas desde donde estás tú, y cinco contando que vayas a recogerla a ella.
Suspiró, incomodó con el silencio y la presencia de la rubia, además del hecho de que sus pantalones estaban apretando demasiado a su amigo.
-¿Dónde estoy? –preguntó Lucy poniéndose de pie.
-En mi cuarto… –y próximamente en mi cama. –¿Estas bien? ¿No te hice daño?
-E-estoy bien, solo algo abrumada… por todo lo que ha pasado –la tristeza se hizo presente en su voz.
Su aroma de vainilla se vio cambiado por el de su tristeza, aquello alejó todo pensamiento inapropiado de la mente de Natsu, por ende su erección se desinfló mientras un sentimiento nuevo tomaba su lugar. Estaba dispuesto a matar a aquel que causaba la tristeza de su rubia, pero eso era algo que ya había hecho. Se puso de pie, indeciso de abrazarla o no, al final se acercó hasta ella y le regaló un abrazo, para mostrarle su apoyo.
-Aun no me has dicho tu nombre… y cada que trato de recordar dónde te he visto… me duele la cabeza –murmuró, se separaron para cruzar miradas. –Tú borraste mis recuerdos, ¿verdad?
El pelirosa desvió la mirada y se alejó un par de pasos, lo dedujo en menos tiempo del que pensaba. Bien, vampiro no lo arruines, se dijo volviendo a mirar a la rubia. Asintió con la cabeza, Lucy se quedó quieta… por unos instantes.
-¿Cómo pudiste? ¡Devuélvemelos! –reclamó.
-¿De verdad quieres recuperarlos? ¿Qué pasa sí lo que vas a recordar no es de tu agrado? ¿Qué sucederá sí es algo que…?
-¡Solo hazlo!
Maldición, la rubia era muy terca. Gruñendo un "sí", se introdujo en su mente y libero la puerta de sus recuerdos relacionados con él, no eran muchos pero aun así hubiera preferido que no los recuerde. Porque quería evitarse una situación así…
-¡PERVERTIDO! –le gritó Lucy, retrocediendo hasta chocar con la pared.
Natsu bajó la mirada retrocediendo un par de pasos más, manteniendo su distancia de la hembra, que en estos instantes se cubría con las manos sus pechos, aun a pesar de que llevaba ropa encima. Sí, lo había previsto, esa reacción no le sorprendía para nada. Pero bueno, qué se pensaría de una persona, en este caso vampiro, que te evita una caída al suelo mientras duermes semidesnuda y, supuestamente, sola en tu apartamento.
-En mi defensa, tú fuiste la que no se quedó metida en la cama tal y como te había dejado.
Lucy se mostró ofendida ante su comentario, sus ceños fruncidos le daban una imagen interesante, pues en vez de dar miedo y seriedad, parecía una niña a punto de hacer un berrinche. Natsu rio por lo bajo y esperó la defensa de su rubia, porque estaba seguro de que no se quedaría callada.
-En primer lugar, ¿qué hacías tú en mi habitación? –cuestionó, dando un paso y apuntándolo con el índice derecho. –En segundo lugar, no obedezco órdenes de acosadores nocturnos.
-No te estaba acosando… –al menos yo no lo veo así. –Te estaba vigilando, qué es muy diferente.
-Si claro, como no… vigilando –repitió con cierto desdén. –Tú no tienes por qué vigilarme, no me engañas… eres un acosador.
-Escucha atentamente Lucy, porque esto te interesa –se cruzó de brazos y respiró profundamente. –A partir de ahora y hasta que te encuentre un macho que sea tu darken, serás una deresi y yo, mi estimada, seré tu garmodan, como última voluntad de tu padre voy a servirte cuando atravieses el cambio y te estaré vigilando las 24/7. Así que debes de acostumbrarte a mi presencia.
Lucy no respondió nada ante la noticia que le acababa de dar el pelirosa. El rostro de la rubia estaba desencajado ante aquella noticia, Natsu mantenía la calma porque no entendía que acababa de soltar una bomba y sin anestesia para su rubia acompañante. Tras un par de minutos transcurridos, Lucy retrocedió hasta la pared y la usó de soporte, su mirada se perdió en la nada.
Y ahora qué le pasa, se cuestionó Natsu internamente, tratando de entender el silencio de la rubia. Respiró profundamente, para ver sí su aroma le daba alguna pista de lo que pasaba por su cabeza, pero su olor solo reflejaba lo que en su rostro captaba, incertidumbre.
-¿Las 24/7? –preguntó con voz débil.
-Eh… sí, bueno… no exactamente, porque tengo trabajo que hacer, pero en resumen sí.
-¿Tú me servirás cuando pase el cambio?
El calor en el interior de Natsu se incrementó, tan solo de imaginar a su rubia sirviéndose de su sangre para continuar respirando. Se aclaró la garganta antes de responder.
-Sí, y hasta que encuentre un macho digno de ti, te estaré alimentando.
-¿Te haré daño?
Esa pregunta descolocó al pelirosa, nunca nadie se había preocupado por herirlo. Sus ojos se cruzaron con los chocolates de la rubia, en la cual la preocupación era perceptible.
-No, no me harás daño –observó cómo Lucy se relajaba. –¿Alguna otra duda más? –preguntó, porque necesitaba estar a solas para lo que tenía planeado hacer.
-No… por ahora no –Lucy separó su cuerpo de la pared. –Necesito digerir esto… me siento confundida…. ¿Cómo regreso a mi apartamento? ¿Dónde está la salida? Necesito salir de aquí.
Natsu caminó al lado derecho de la cama dónde estaba un teléfono, marcó el número de la planta de arriba y habló con Happy, al poco rato el felino estuvo tocando la puerta.
-Happy te ha pedido un taxi que te llevará a tu apartamento, mañana hablaremos sobre los detalles de tu nueva posición comoderesi.
Tras decir eso, Happy escoltó a Lucy fuera de la habitación, extrañamente su rubia no dijo nada, ni protestó ni cuestionó, al parecer estaba muy abrumada. Una vez se hubieron marchado, con la voluntad de su mente cerró la puerta y le echó el seguro. Se dirigió al baño para lavar su mano y refrescar su rostro. Observó su reflejó en el espejo, su cabello rosa alborotado, sus ojos negros, sus colmillos. ¡Mierda Lissana!
Maldiciendo, regresó al teléfono y marcó a quien se supone que es su lowen.
-Alo, ¿mi señor?
Natsu reprimió el impulso de maldecir, odiaba que se dirigieran a él de esa manera tan formal, cuándo Lissana entendería que podía tutearlo.
-Lissana, hoy no puedes venir porque se presentaron problemas, así que mañana te estaré esperando a partir de las 12.
-Ah… entendido, mi señor –la decepción estaba clara en su voz.
-Descansa, Lissana –colgó sin escuchar su respuesta.
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-¡Pero miren quién está aquí! –exclamó un joven rubio ingresando a una habitación a la cual no había sido invitado-. El Priquen Gajeel, aquel que es conocido por su brusquedad y… por ser un completo troglodita, carente de modales, la escoria de los…
El sonido del cemento al crujirse calló al rubio, la morena mano del hombre al que iban dirigidas aquellas palabras, acababa de hacer un hoyo en la pared celeste. Este alzo la mirada lentamente, dejando que sus ojos rojos observaran al intruso. Procedió a sacar su mano del hoyo hecho, para apuntar al rubio.
-Ahórrate los halagos rubiecito y habla de una jodida vez –dijo con la voz amenazante.
-Sigues igual de aburrido hombre, enserio necesitas algo de amor en tu vida.
-Qué… ¿te estas ofreciendo?, no sabía que tirabas para ese bando, Gee-hee.
-Muy gracioso –le habló secamente, para sentarse en una de los sillones de aquella habitación-. Rogue vendrá dentro de poco, una vez termine de alimentarse.
-El emo, vaya… quien pensaría que nos reuniríamos en menos tiempo de lo acordado.
-Cierto, pensaba librarme de ver tu asquerosa cara por cinco años más.
-No digas eso, apuesto a que me estabas empezando a extrañar.
-Ni un solo minuto –le respondiendo sonriendo, mostrando sus colmillos-. ¿Dónde está la pequeña, esa… la Marvel?
-¿Dónde crees? No hagas preguntas obvias, sabes que es la consentida de la vieja bruja esa, debe estar en un cuarto súper cómodo, con todos los servicios, mientras a nosotros nos tiene aquí, tal vez esperando a qué nos…
Fue cortado porque una libreta de apuntes fue a caer en su cara, el rubio viró el rostro al lugar del que había sido lanzado dicho objeto usado como proyectil, viendo en el marco de la puerta a una mujer con una bata de enfermero, sus arrugas notorias, el cabello rosado amarrado con unos palillos chinos y sus ojos entrecerrados con el ceño fruncido, obviamente molesta. Esta mujer se acercó al moreno, al que le había lanzado su libreta.
-Para que no hables de más –le dijo recogiendo de las manos del moreno su libreta.
-Eso me dolió, vieja –se quejó ante la mujer.
La mujer, vio al moreno, mientras le hacía una mueca con los labios en respuesta, pero cuando iba a girarse para decirle un par de cosas al rubio, que no había dicho palabra alguna, vio aquella nueva decoración que tenía su pared, ¿el causante de eso? No tenía que ser genio para adivinar. Alzo su libreta y le dio en la cabeza al pelinegro.
-¡Idiota, me pagaras por hacerle un hoyo a la pared!
-Claro, ve a mi castillo y recoge el dinero de entre las cenizas –habló con su toque de absoluta ironía.
-Una vez arreglen sus problemas, te lo cobrare –atinó a decir, mientras se sentaba junto al rubio.
La puerta fue abierta y por ella ingreso otro pelinegro, pero este tenía el cabello corto, siendo seguido de una peliazul. Tras ellos entraron caminando cuatro felinos, una gata blanca que vestía un vestido amarillo con azul, un gato marrón con un pantaloncito y chalequito, un gatito con traje de rana color rosa, y por último un pequeña pantera negra vistiendo un pantaloncillo de masilla.
-¡Lector! ¿Ya estás mejor? –preguntó el rubio cuando el gato subió a su regazo, el minino asintió en respuesta y lo abrazó, parecía asustado aun.
-Polushka, lo siento, no podía quedarme en ese cuarto mientras se reunían los Priquen –explico a la mujer de cabellos rosas, quien solo rodo los ojos.
-Bueno, ya estamos todos… hablemos.
-Te equivocas, Gajeel. Aun no estamos todos, falta Cobra y La…
-Yo estoy aquí, Rogue, y el reptil ese, no vendrá, anda ocupado –interrumpió la voz de un rubio parado en el marco de la puerta, con una sonrisa que hacía referencia a lo último dicho.
-Está bien… casi todos. Ahora, según dicta esa estúpida ley, debemos reunirnos con Salamander y joderle los días.
-Es pedir ayuda, Gajeel –corrigió la peliazul con algo de timidez recibiendo una mirada que decía "es igual" por parte del pelinegro.
-Como sea, estaremos tras de Natsu, hasta que se restablezca y restauren las colonias, pero… no creo que sea lo más conveniente –agrego Laxus desde la puerta, mientras se cruzaba de brazos apoyando su peso en el marco derecho.
-Yo también lo considero poco conveniente, es decir… nos encontraron y volver al mismo lugar es como escribir en nuestras frente "Soy un vampiro, ven por mi" –comento con ironía Sting.
Se escuchó una breve carcajada por parte de todos, luego se hizo el silencio, uno abrumador, que volvió pesado el ambiente, Wendy se inclinó tomando en brazos a la gata blanca, Charle, siempre le había incomodado encontrarse entre los adultos, a pesar de ser ya uno de ellos. Una mano morena se posó sobre el hombro de Laxus, quien solo miro de reojo a la persona que se paró a su lado.
-Venga, quiten esas caras. Acepto el hecho de que nos cogieron desprevenidos, al mismo tiempo obtuvieron ayuda de esa bola gigante que ilumina el cielo, pero… debemos contraatacar –pronuncio lo último alzando el puño y con el ceño fruncido, además de sonar con odio sus palabras.
-Sí, genio, como si la Clefaris nos lo fuera a permitir.
-Jodete Gajeel.
-Nop, primero te jodo a ti, luego veré si me jodo yo.
-Hijo de…
-Silencio, señoritas, no ven a que asustan a las damas –corto Sting, haciendo referencia a la peliazul y la pelirosa.
-Son unos completos estúpidos –murmuró Polushka desviando la mirada al piso.
-Perdón, a la dama –miró a Wendy, quien se encogió de hombros.
-Cobra, que bueno que está presente. Ahora sí puedo decir que estamos todos, con esto… se da oficialmente iniciada la reunión –declaro Rogue, tomando asiento en el sillón al otro costado de Sting.
Laxus y Cobra ingresaron al interior de la habitación, el rubio se encargó de cerrar la puerta, la cual uso de respaldo porque se apoyó contra ella con los brazos cruzados. Por su parte Cobra se apoyó en el espaldar del sillón de Wendy. El silencio se mantuvo unos buenos minutos, nadie sabía cómo iniciar la conversación para desarrollar el tema central de esta reunión. Hasta que quién encontró valor fue nada menos que la más joven de los presentes, Wendy.
-¿Alguien más piensa que fuimos traicionados por uno de los nuestros? –preguntó, con la cabeza gacha y la voz tenue.
-Todos lo piensan, Wendy. Y eso es lo que nos tiene preocupados –afirmó Sting.
-Pero… ¿por qué un vampiro nos traicionaría? –cuestionó con la voz ronca por las ganas de llorar.
-Un porque sería difícil de dar.
-Laxus está en lo correcto, no sabemos de qué manera se beneficia el que nos traicionó. Pero sí lo hizo, fue porque obtiene algo de todo esto –argumentó Rogue.
-¿Un benefició de vampiros al carbón? Debes de estar bromeando –dijo Cobra, negando con la cabeza.
-No creo que sea un buen momento de buscar un motivo del por qué atacaron las colonias o del cómo las encontraron. Lo que se necesita es tener en claro lo que aremos a partir de ahora.
Todos los presentes miraron a Polushka. Todo lo que la mujer había dicho era condenadamente cierto. Más que buscar explicación, necesitaban un plan de sus acciones para restablecer el orden entre los sobrevivientes. Dónde podrían ponerse seguros ahora que las colonias habían sido destruidas, eso es lo primordial.
-Nuestras fortunas estarán a disposición de todos los que hayan sobrevivido, ¿de acuerdo? –habló Gajeel, paseando su mirada por los presentes recibiendo un afirmación de cada uno.
-Sí no me equivoco, podemos darles refugios en algunas de nuestras casas de veraneo, ¿qué dicen? –preguntó algo tímida Wendy.
Todos le sonrieron en respuesta. Ahora que el caos había pasado, todos los Priquen estaban dispuestos a ofrecer todos sus bienes para asegurar a los que pudieron haber sobrevivido. Eran los únicos que podrían proporcionar respaldo, ya que los idiotas de la Clefaris jamás lo harían. Y el rey… pues el rey no actuaba como tal, así que ellos pondrían a salvo a cuantos pudieran.
-Entonces, en esto quedamos. Brindaremos toda la ayuda disponible a los sobrevivientes –resumió Cobra.
-En cuanto al rey, nos estaríamos reuniendo con él para el día de mañana –concluyó Sting.
-¿Y sí no nos recibe?
-Wendy, su deber es recibirnos, no puede negarse a vernos u ofrecernos ayuda –la mirada de Gajeel se volvió afilada. –No en esta situación.
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A pesar de que Lucy ya se había ido, su aroma a vainilla aún persistía en el aire. Y como el idiota más grande del mundo… lo estaba respirando directamente de las sábanas de la cama, dónde había descansado. Demonios, tal vez la rubia tuviera razón, era un acosador. Inhalo por última vez, antes de levantarse y tirar las sábanas al tacho de ropa sucia de su cuarto de baño. Le pediría a Happy que las mandará a lavar cuanto antes.
Una vez su cama estuvo con sábanas nuevas de satén rojo sangre, se metió al cuarto de baño para tomar una larga ducha. Y con larga, me refiero a realmente larga. Estuvo parado debajo del chorro de agua por más de media hora. Todo para remover cualquier sucio de su cuerpo y al mismo tiempo para serenar su mente, pues venía la peor parte de rendir tributo a los muertos.
Salió de la ducha, no se molestó en secarse ni cubrirse, así desnudo caminó hasta su armario. De su armario sacó un baúl, lo abrió y de su interior extrajo un bloque cuadrado de brea con piedras incrustadas con forma de puntas de lanza, completamente pulidas y afiladas. Con una orden de su mente, las velas parpadearon más bajo, más sombrío. La poca luz que arrojaban le dio un aspecto tétrico y mortal al bloque que había situado Natsu en el centro de la habitación, la obsidiana relucía negra y mortal, los cuarzos de diferentes colores eran opacos y sombríos.
Una vez hubo terminado de guardar el baúl en su lugar, camino hasta el bloque en el centro de la habitación, dio cuatro vueltas alrededor entonando un cantico fúnebre en su lengua materna, luego se arrodillo encima del bloque. Abrazo el dolor, dejo que su piel fuera cortada por las piedras, dejo que su sangre fluyera y bañara la brea del bloque.
No titubeo en su canto, no titubeo ante el dolor.
Su mente conmemoró sus recuerdos con el macho que lo había rescatado luego de la masacre al palacio real, que no le puso cadenas y lo dejo ser libre a pesar de ser aun un simple y enclenque casi-vampiro. El macho que, pasado su cambio, fue nombrado su ranigh yuner, lo protegió, le dio un espacio en su hogar, le dio confianza, fue… su fikaren.
Una oleada de dolor y culpa lo invadió al pronunciar su mente esa palabra. Recordó lo que le dijo antes de salir del bar, como había sido su aroma de miseria. Por sobre todo, recordó su último momento, pidiéndole que cumpla su promesa. Una promesa que posiblemente lo consumiría por completo. Porque la hija de Jude era un tabú para él… un tabú muy tentador. Pero... tenía que honrar al macho.
Pasado un buen tiempo, en cuanto termino la canción se puso de pie y camino hasta el baño. Se sentó sobre el retrete que tenía la tapa bajada, observo sus heridas que sanaban muy lentamente, por la falta de alimentación. Observando la sangre en silencio, recordó el pecho ensangrentado de Jude y a Lucy junto a él. Ella no podía terminar igual.
Lucy viviría, aún no sabía cómo, pero lograría mantenerla a salvo. Por Jude, por él.
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Bajo la tenue luz de una lamparilla, unas manos morenas trabajaban sobre un dispositivo de detonación. La mesa, o lo que se podía observar de ella, estaba cubierta con artículos sospechosos. Las herramientas se encontraban desparramadas cerca de la lámpara, reflectando la luz al estar hechos de metal. La persona que trabajaba arduamente con un destornillador tarareaba una melodía alegre. A los pocos minutos, concluyó su trabajo, lo puso bajo la luz de la bombilla y lo admiró con ojos profesionales.
-Con esto, le pondré fin a la leyenda viviente –susurró maniáticamente.
Y es que hace unas cinco horas atrás, había descubierto algo insólito. Muchos de los teryu han escuchado sobre la leyenda del rey de los vampiros, historias sobre ellos y el secreto que guardan. Todos, incluyéndolo, lo habían considerado una leyenda estúpida, digno de ser nada más que un cuento infantil. Pero eso había cambiado en aquel callejón.
Lo había visto.
Mató a los teryu con tanta facilidad, que se sobresaltó desde su escondite. Claro que no se había escondido porque fuera un cobarde, sino porque había estado esperando el momento de atacar. Cosa que no logró porque se quedó petrificado al comprender de quién se trataba, lo dedujo por el cabello rosa. Solo había un linaje que tendría ese color de cabello tan estrambótico.
El linaje real.
Sus carcajadas rompieron el silencio de su cuarto. Con su plan tendría asegurado un lugar de tanta importancia, o quizás más, que la de Purehito, sería ascendido y gozaría de gran respeto. Solo tenía que mantener su descubrimiento en secreto. Y una vez capturado, lo asesinaría ante los ojos de Zeref. Sus planes se vieron interrumpidos cuando su móvil sonó, rompiendo su concentración.
-Diga –contestó.
-Los que patrullaban el área G han desaparecido. Tú estás cerca de esa área, ¿alguna noticia que darme? –preguntó la voz detrás dela auricular.
-Tengo entendido que se encontraron con un miembro de la hermandad. Saca tus propias conclusiones.
-Maldita sea… entiendo, cualquier cosa comunícate con el encargado de tu área –ordenó antes de colgar.
Apretó con furia el aparato. Odiaba recibir órdenes, pues nunca había sido partidario del dime-qué-hacer. Él sabía qué hacer, que decisiones tomar. Regreso su mirada a su detonador de distancia, los explosivos estaban en una maleta colocada en el único sillón de su apartamento. Tenía suficiente c4 como para mandar abajo a un bunker. Próxima orden… vampiro al carbón.
Poniéndose de pie, se alejó de su mesa de trabajo y caminó hasta la única ventana del lugar, ahí había una mesa sobre la cual se ubicaba un masetero. El retoño de un roble era iluminado por las luces de la calle, un tallo chico aun verde con pocas hojas y carente de ramificaciones. Una planta atrapada en el tiempo, que no crecía ni por mucho abono que se le diera. Esa planta era igual a él.
Salvo por el hecho de que su cuerpo sí había crecido, prueba de ello era las canas que ocultaba tiñéndose su ensortijado cabello. Pero no moriría a menos de que cayera en combate, seguiría con la misma contextura y fuerza por muchos años. Entonces… ¿por qué se sentía vacío?
Matar siempre había sido su pasión, ver como explotaban los cuerpos. Una diversión imperdible para sus ojos. Por eso cuando le ofrecieron ser un terju, él no se había negado ni se había puesto a pensarlo dos veces, dijo que si y ya. Ahora estaba acá, observando a una planta que nunca cambiaria, que posiblemente se marchitaría y moriría, pero él no, él continuaría vivo y seguiría matando vampiros. Matando… asesinando… degollando…
Su mano se posó sobre su pecho, por encima del corazón, pero no había latido alguno porque no tenía corazón. Su corazón fue arrancado en el ritual de iniciación, cambio su corazón por vida eterna, juventud y sangre. Ese hoyo en él añoraba ser rellenado, por eso había comprado esa planta, para recordarse que una vez había sido humano.
Ahora era… solo un cascaron vacío. Y eso le gustaba.
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Lo malo de ser una hembra no emparejada en este mundo vampírico donde la supervivencia dependía de beber sangre del sexo opuesto era eso mismo, la sangre. Una no iba por la calle y se encontraba a un macho dispuesto a dejarte beber de su yugular, no, claro que no. Siempre pedían algo a cambio. Sexo, sangre o dinero.
La primera opción no era aceptable, bajo ninguna circunstancia. La segunda… bueno, se aceptaba en casos especiales. Y la tercer era a la que más recurría. Pues, eso se encontraba haciendo en estos instantes, caminando al lugar de encuentro con su proveedor de sangre, Bura. Lo había conocido en un club, una noche que andaba en busca de un macho proveedor, ya que el anterior quiso romper las leyes del acuerdo hecho. Lo vio, él acepto y fin de la historia.
Cruzó a la siguiente acera, apretando más fuertemente su cartera donde llevaba el dinero. Agradecía tanto a su voz, que le había conseguido un buen trabajo de dobladora, con lo que ganaba lo suficiente para pagarle al macho demandante por su sangre. Pensar en sangre provocó un ardor en su garganta. Hace más de tres meses que no se alimentaba, la comida le ofrecía algo de calma por un buen tiempo, pero no era suficiente, porque su cuerpo exigía aquella sustancia roja que le brindaba más nutrientes para su existencia que la simple comida.
El maullido de un gato hizo que respingara, deteniendo su andar. El dichoso gato pasó delante de ella llevando un ratón muerto entre sus dientes. Su estómago se revolvió con asco, pero sus colmillos salieron a relucir ante el olor de la sangre. Maldiciéndose, continuó su camino con zanjadas rápidas.
-Juvia odia esto –murmuró rechinando los dientes.
Una brisa cálida removió sus cabellos que no eran cubiertos por su sombrero, la noche resultaba tranquilizadora, pero en este barrio olvidado de New York no había tranquilidad en absoluto. Lo odiaba, de verdad odiaba estos lugares donde el olor a muerte y sexo eran muy fuertes. Todos esos años conviviendo con ellos, con su ama burlándose de ella, menospreciándola… humillándola.
Su cuerpo tembló levemente ante el sonido de las voces amortiguadas al interior del callejón donde se llevaría a cabo la transferencia. Se detuvo en la entrada, abrazándose fuertemente. La conversación en el interior se acaloraba, ella sabía cómo terminaría eso, pero una luz de esperanza se mantuvo presente. Esa luz se extinguió cuando la pistola fue disparada, el ruido sordo de la caída del cuerpo hizo que se odiase por no intervenir.
Sus ojos observaron cómo era la ignorancia absoluta de las personas. Ninguna alarma, ninguna sirena de la policía, ninguna ventana se abrió, nadie asomo la cabeza. El pobre humano agonizo solo y olvidado, las lágrimas picaban sus ojos y el nudo en su garganta se agudizó. Pero… ¿qué podría hacer ella? Sí el dueño del arma homicida era su proveedor.
-Juvia, ven rápido que no tengo toda la noche.
La peliazul respiro profundamente antes de salir de su escondite y asomar la cabeza al interior del callejón. Bura estaba vestido como siempre con su chaqueta de cuero, pantalón jean rasgado y anillos adornando cada uno de sus dedos. Estaba encendiendo un cigarrillo y justo a su costado, estaba el humano sin vida. Con pasos rápidos, pasó de largo el cadáver y se situó frente a Bura, quien paso una mano por su cabellera azulada.
-Juvia le trajo el dinero –dijo extrayendo de su cartera un fajón de billetes de cien. –Aquí…
-Juvia, querida, ¿sabías que pagar por sangre ya no es muy sustentable?
-¿Eh? Juvia no entiende a qué se refiere.
-Odio que hables así –tomo una bocanada de su cigarro, luego expulso el humo a través de la nariz. –Me gustaría que hablaras más normal. Pero bueno, viniste aquí por sangre… -puso el cigarro en sus labios, se remangó el brazo derecho y se lo extendió. –Ten.
Los colmillos de Juvia saltaron ante la imagen expuesta de una vena llena de sangre, sangre que le daría fuerza y vitalidad… por un tiempo. Dio un paso y con su mano libre sujetó la muñeca, inclinó su cuerpo para poner sus colmillos sobre la vena. Cuando la sangre acarició su lengua, estalló el delicioso sabor metálico. Con sorbos suaves empujó este alimento vital a través de su garganta que no opuso resistencia, se deslizo suavemente y exquisito que no pudo contener el gruñido de satisfacción. Pero su sesión de alimentación se vio interrumpida cuando una mano acarició su cabellera…
Su corazón se aceleró, rápidamente retiro los colmillos de esa vena y retrocedió, mirando furiosa a Bura. Juvia odia que la toquen y Bura lo sabe, entonces… ¿por qué?, pensó fulminando con la mirada al macho. Bura simplemente se lamio la herida de su muñeca para cerrarla, sin despegar sus ojos de la peliazul frente a él.
-Escucha Juvia, esto me está cansando. ¿Cuánto llevamos haciendo lo mismo? ¿9 o 10 años?
-15 años –corrigió.
-Ves, demasiado tiempo. El dinero ya aburre, necesito otras cosas a cambio de la valiosa sangre que te mantiene viva.
La peliazul se irguió, apretando los puños, sabía a donde se dirigía esa conversación. Había sucedido algo así con su anterior proveedor al que, por cierto, terminó mandando al Koya. Y la situación se repetía otra vez.
-Juvia entiende –extendió el pago. –Aquí tiene Bura, Juvia ya no necesitará de su sangre.
Bura intercaló su mirada entre los billetes verdes y Juvia, tomo el dinero riendo estúpidamente, negando con la cabeza y… arrojó el dinero al suelo, de manera rápida cerro el espacio que lo separaba de la peliazul sujetando sus muñecas contra la pared a espaldas de ella. El sonido de su bolso al caer ayudo a ahogar el grito de sorpresa, el dolor en su nuca nubló su vista por un momento, desesperándola. Es fuerte, Juvia no lo tendrá fácil… Diablos, pensó apretando los dientes y esperando el momento indicado para atacar.
-Dije que no quiero tu puto dinero –acercó su rostro, pero Juvia viró a un lado, entonces él poso su cabeza sobre su hombro. –Resulta que eres muy bonita y ya me he cansado de las putas con las que trabajo… quiero carne fresca.
Su nariz olisqueó el cuello de la peliazul. Juvia cerró los ojos, luchó contra los temblores, luchó por mantenerse calmada. Bura depositó un beso húmedo en el cuello níveo justo encima de la yugular. Eso fue un detonante, la gota que colmó el vaso.
-¡NO! –perdió el control y solo atacó.
Alzó su rodilla, golpeando los cojones de Bura, quien por el dolor le soltó las manos. Juvia no perdió tiempo y le asestó un puñetazo en el rostro que lo mandó de cara contra el suelo. La peliazul mantuvo su pose de pelea, observó cómo su proveedor se alzaba, mirándola con odio y consternación. De seguro pensó que sería débil, Juvia no es débil, tarado, acompaño a sus pensamientos una sonrisa de confianza. Pero lo último que debes hacer al pelear con un macho vampiro, dueño de un night club, es pensar que iba a hacerlo solo.
-¡Atrápenla! –gritó.
Un ruido a sus espaldas la alertó, giró su cuerpo y captó el puño que venía dirigida a ella. A las justas lo esquivo, se preparó para el contrataque. Solo que a espaldas de ella se materializó otro macho que le hizo una llave. Su fornido brazo le rodeaba el cuello quitándole el aire. Con su codo golpeó el abdomen del gorila, este exclamó y aflojó el agarre permitiendo a Juvia tomar una bocanada de oxígeno. Lamentablemente se recuperó rápido y siguió haciendo presión.
Comparado con Bura, estos gorilas eran el triple de fuerte. Maldición, maldición, maldición. Por el rabillo del ojo capto a Bura poniéndose de pie siendo ayudado por el otro gorila lleno de esteroides. Cuando estuvo de pie, se situó frente a la peliazul que arañaba el brazo que le robaba el aire.
-Esto me lo vas a pagar –señalo la sangre que chorreaba de su nariz. –Se una buena perra y lo gozaras –sonrió con sorna. –Quítale la ropa.
El gorila que estaba a su lado sonrió burlón, acercándose a Juvia que pateaba al aire desesperada. La peliazul había perdido la noción de la realidad, no estaba luchando solo con este trio de imbéciles, sino que en su mente veía a su ama. Su mente le estaba mostrando el pasado, uno que creía haber superado. Ahora entendía que no lo había hecho, por eso no pensaba en una manera de librarse, solo trataba de librarse. Araño más fuerte, pataleó más rápido, golpeando al gorila que la retenía.
-¡Apúrate, esta perra me arrancará la piel del brazo! –grito a su compañero que esquivaba las patadas.
Un grito salió de Juvia, estaba desperdiciando su oxígeno, lamentablemente no pensaba, solo sentía, se desesperaba y actuaba.
-Sujétala fuerte, para que deje de patear.
Ayuda… alguien, salven a Juvia, por favor, pensó con desesperación. Lágrimas inundaban sus ojos, nublando su vista, el aire se le había agotado y sabía que perdería pronto la consciencia. Estaba perdida. Sus manos dejaron de arañar y sus patadas se detuvieron. El inevitable fin había llegado…
-¿Qué coño es esto?
Apenas fue consciente de escuchar esa voz medio distorsionada, con el brazo dejando de hacer presión poco a poco fue recuperando el aliento. No captó en primera estancia la discusión entre el recién llegado, los gorilas y Bura. Solo unas cuantas palabras pudo captarlas, suficientes para hacerse la idea de que este macho era temido por sus agresores. Pero… ¿quién era este héroe?
-Enserio Bura, eres realmente patético –el son de burla fue claro para los, ya recuperados, oídos de Juvia. –La hembra ya te rechazó, acéptalo.
-Esto no es asunto tuyo, Gray –protestó Bura, con desconfianza en su voz. –Además… ¿a ti qué lo que haga con mis perras?
Juvia movió la cabeza en dirección del llamado Gray. Su vista aún no se recuperaba, por lo que la imagen era borrosa, solo vio un puñado de cabellos oscuros, su piel fue poco notable y su cuerpo estaba cubierto de ropas negras. Su nariz capto el aroma masculino del macho, un aroma que denotaba poder y superioridad, también algo erótico.
-Bura, Bura… conozco a tus perras –el rostro algo aclarado se giró en dirección de Juvia. –Ella es demasiado decente para serlo.
-No te dejes engañar por su vestimenta, ella…
-Basta, no estoy de humor –dio un paso más cerca de Bura, era más alto por lo que inclino el rostro. –Déjala ir o en vez de divertirme con tus perras, me divertiré rompiendo tu puñetero rostro y el de tus matones, ¿entendido?
El aire se llenó del miedo palpable de Bura y sus gorilas. Juvia fue soltada, sus pies no aguantaron su peso y se desvaneció en el piso, cayendo sentada. No tenía fuerza para alzar el rostro, quería agradecerle al macho por haberla rescatado. Tenía curiosidad por verlo, sentía un cosquilleo de nerviosismo, ¿cómo sería? Juvia tiene que darle las gracias, pensó.
-Va-vámonos –los gorilas se fueron, desapareciendo en las sombras, pero Bura se detuvo delante de ella. –Lo arreglaremos la próxima.
Dicho aquello se desmaterializó, desapareciendo en el aire junto con su olor. Juvia no levantó la cabeza, su mente se puso a pensar en las probabilidades de que se volviera a ver con Bura… ¿sería capaz de ir a buscarla? No, no abandonaría su amado negocio por alguien como ella. Aun así no estaba de más la prevención, compraría un arma. Sus pensamientos se detuvieron cuando su salvador se puso de cuclillas frente a ella.
-¿Estas bien? –pregunto su voz masculina.
-S-sí… Juvia solo está recuperando fuerzas.
-¿Juvia? Ese es tu nombre, supongo.
Asintió con la cabeza, su garganta no podía expresar palabras, el aroma del macho estaba causando algo raro en el cuerpo de la peliazul. Su instinto animal hizo que saltaran sus colmillos, mientras un calor se acumulaba en lo bajo de su vientre. Juvia no sabía por qué, ni cómo o dónde, solo quería estar en los brazos del macho, recibirlo y beber de su cuello. Aquellos pensamientos tan primitivos la desconcertaron. Por eso cuando el macho trato de tocarla para ayudarla a levantarse, se apartó. Era peligroso estar cerca de él.
-Juvia puede sola –dicho ello, se puso de pie con mucho esfuerzo, sus articulaciones temblando de sostener su peso. –Ya salvó a Juvia, no necesita hacer más.
-Si tú lo dices… ¿quieres que te llamé un taxi? –se ofreció.
-No, Juvia caminará.
-Okey… Bueno, un placer salvarte Juvia –le extendió la mano.
La peliazul se quedó viendo sus dedos, gruesos y grandes, no delicados como los de ella. Su mirada paso a la muñeca, luego la chaqueta de cuero hasta llegar a vislumbrar su rostro. La poca iluminación del callejón no fue impedimento para perderse en esos ojos negros, su cabello alborotado y esa piel bronceada. No sonreía, su mirada era seria, pero esos ojos… esa intensidad. Juvia se sentía intimidada.
-I-igualmente, salvador de Juvia –no acepto coger la mano y solo hizo una pequeña reverencia.
Su risa hizo eco en la oscura noche, haciendo que Juvia alzará la mirada. Verlo sonreír hizo que el corazón de la joven saltara de alegría. Sus labios también se curvaron en una sonrisa. Se ve feliz y muy guapo, pensó para sí.
-Mi nombre es Gray, no salvador –corrigió con una sonrisa torcida.
Una flecha invisible atravesó el corazón de Juvia. Sus mejillas se sonrojaron ante esa mirada, de pronto, sexy. No efectuó palabra alguna, a pesar de que quería decir algo, sus cuerdas vocales parecían haberse ido de vacaciones.
-Cuídate Juvia –hizo un ademan con la mano e ingreso al local de Bura.
Juvia se quedó observando la puerta a través de la cual su héroe se había ido. Llevo su mano derecha hasta su pecho, donde su corazón seguía martilleando, exigiendo salir. Una pequeña risa escapo de ella, sonriendo recogió sus cosas y salió del callejón, caminó unos metros hasta un lugar donde se sentía segura. Regresó por un momento su vista atrás y en su mente se proyectó la imagen de su salvador sonriendo.
-No… Gray-sama –susurró antes de desmaterializarse.
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Lucy ingresó a su departamento, tiró las llaves en la mesita de la sala y se dejó caer en el sillón. Se abrazó mientras algunas lágrimas descendían por su mejilla. Al poco rato Plue se acercó a ella, la rubia lo tomó en brazos y lloró. Lloró la pérdida de su padre, arrepintiéndose de lo mal que se habían estado llevando estos últimos años. La vez que huyó de su caza. Cuando se hizo independiente. Cuando rechazó la ayuda que él le ofrecía.
Había tantas cosas que cambiaría.
Como el decirle que lo quería, a pesar de todo, lo quería. A su mente llegaron recuerdos de su infancia, aquella mansión que siempre estaba a oscuras, cuando vio a su padre alimentarse, la sangre y el cuerpo de la chica que cayó al suelo. Había pensado que estaba muerta, así que gritó y salió corriendo. Se perdió en el bosque llegando a esconderse en una pequeña cueva. Irónicamente, al verse sola comenzó a llamar a su padre entre gemidos. Y cuando el sol se puso, su padre apareció delante de ella, con esa mirada que hizo que lo despreciará, que ella deseara apartarse de él.
Una mirada fría y sin sentimientos.
Otro recuerdo la invadió, de aquel día cuando se independizo. La discusión que sostuvieron, le había gritado que no lo amaba y que dejaba de ser su padre, luego se había ido del lugar sin llevar más que sus cosas, aquellas que eran un recuerdo de su madre. Desde ese entonces no se diría a él como padre. Ahora se arrepentía, pues deseaba volverlo a llamar padre.
Su mente fue invadida por los recuerdos del momento en que su padre murió. Esa mirada, tan sincera. Sus últimas palabras fueron para ella. Su disculpa… una innecesaria. ¿Por qué es que siempre te arrepientes cuando esa persona ya no está? ¿Por qué no aprovechó cuando estaba vivo? No era justo… valorar a las personas solo cuando las pierdes. Era tan egoísta.
-Padre… lo siento –su voz se quebró y el llanto se intensificó.
Pasado un buen tiempo, luego de llorar hasta no tener lágrimas y de que sus ojos se hincharan, sintió al cansancio hacer mella en ella. Dormir… tal vez todo podría ser un sueño. Pero ya había dormido, en la casa del pelirosa, y al despertar la situación había empeorado.
Mierda… seré una prisionera otra vez, pensó un tanto molesta, para luego bostezar.
-No seremos solo tú y yo, Plue. Al parecer seré una deresi bajo la custodia de un vampiro que me acosa –dijo con voz soñolienta.
-Pun puin –respondió Plue con un tono de duda.
-Prisionera… ja, será como si mi padre no hubiera muerto –susurró.
El sueño ganó y sus ojos se cerraron. Dormir le ayudaría a olvidar, aun había esperanza de que al despertar todo fuera igual que antes.
Nee... ¿les gustó? :3
Esperó sus reviews con sus opiniones.
Ahora sí, hora de la explicación... y quizás presuma el hecho de que tengo hermanita nueva ewe
Ese es uno de los puntos por los cuales tarde, sip soy hermana mayor por segunda vez! Ok ya, lo siguiente es señoritas inspiración, se largo T-T No pude avanzar nada de este fic, ni de HYD :c
Además del estrés causado por los parciales, y claro... como mi madre no tenía quién le ayuda, ya que mi otra hermana, a la que digo chuky, recién tiene 9 años yo quería dejar la universidad e ir a ayudar, pero no me lo permitieron haciendo que me preocupe u.u
Al final, no sé como aprobé más cursos de los que pensaba XD
Bueno, trataré por lo pronto de avanzar HYD, qué ya se me están ocurriendo ideas magnificas jeje :3
Nos leemos, los quiere Madisuky :)