Este fic es Dedicado en su totalidad a mi Beta Jo, Gracias nena Por estar siempre allí y ser muy especial. Este fic y el premio son tuyos. Es mi regalo.
Gracias a Daniela por permitirme dártelo sin su colaboración esto no sería posible
A todas las que votaron por la Concubina en el Lemon-Sutra Mil gracias.
Y las chicas del staff de Ffda
Jocelynne, Cariño Feliz cumpleaños…!
Las Sorpresas no terminan Jo aquí tienes otro regalito watch?v=9V-17geGKWQ&feature=
Capitulo Beteado por Eve Runner
La Concubina.
Disclaimer: Los personajes de esta historia pertenecen a Stephenie Meyer, lo que verán aquí narrado es invención personal de fans.
Advertencia: No apto para menores de 18 o personas sensibles, Lemmon fuerte y explícito. Conoceremos a un Edward vampiro y dominante posesivo y totalmente oscuro y a una Bella tan perversa como él.
Pareja: Edward & Bella.
Número de palabras: 9518(según Word)
Canciones Recomendadas:
Sweet Dreams – Marilyn Manson
Cold Static – X
Concubine – Transylvania Rasputina
Epica – illusive consensus
Mon Essentiel – Emmanuel Moire
Conociendo
En un mundo diferente, lleno de criaturas míticas y dioses paganos, donde los humanos comunes son un poco más que alimento o diversión, mejor conocidos como el último eslabón en la cadena. Un mundo donde somos gobernados por vampiros, seres especiales creados por los dioses para proteger, perpetuar la belleza y agilidades, escogidos sobre las demás criaturas por ser poseedores de la vida eterna y uno que otro don especial. Rápidos, agiles, inteligentes, fuertes, hermosos y especialmente lujuriosos, son estos algunos de sus rasgos.
El sexo es más necesario que la sangre, puedan beber de cualquier criatura humanos, nomos, hadas, depende del gusto del vampiro.
Los Cullen –la familia real vampiro– gobiernan desde el principio de los tiempos. Cuenta la leyenda que son descendientes de los mismos dioses. Carlisle y Esme Cullen son los reyes y además son padres de 3 hermosos vampiros; hombres fuertes altos y muy candentes. Ellos son su mayor orgullo y felicidad, son la perfección hecha carne, una perfección desgarradora que asombra como pocas cosas lo hacen.
El menor, Emmet Cullen, es poseedor de una increíble fuerza y una bondad muy rara para ser vampiro. Es noble y un soñador empedernido, enamorado de su esposa una semidiosa, conocida como Rosalie, hija de Afrodita, quien es muy parecida a su madre en belleza y en excentricidad. La vanidad, los caprichos y el orgullo son parte del sello que la distingue. Nadie sabe o comprende como el noble príncipe pudo enamorarse de semejante mujer y lo más curioso… ella lo ama con igual intensidad, con una locura desmedida y libre de todo aquello que la conforma.
Jasper el segundo hijo ha sido siempre mediador y conciliador. Es alguien un tanto especial, un estratega, con sus sabios consejos ha llevado al reino a la edad de oro. Casado con la Princesa de las hadas una pequeña chica picara y lujuriosa que según las propias palabras del vampiro ha venido a darle color a su vida y enseñarle no solo los placeres de la carne sino el verdadero significado de un alma gemela, aunque su nombre férrico es Sweet Fairy, se le conoce como Alice .
Nos resta solo un heredero, quien es nada más que Edward Cullen, príncipe vampiro y futuro rey, amo de la oscuridad. Hermoso y enigmático conocido por sus destrezas en el campo de batalla y en la cama. Un digno representante de su especie, enigmático, oscuro y muy sexy; ama a las mujeres de todas las especies y no tiene que hacer mayor esfuerzo pues caen rendidas ante su encanto peculiar. Le gustan las artes prohibidas, las excentricidades. Las grandes orgías son su carta de presentación pero nos estamos adelantando, esta no es su historia… Esa quizás la conoceremos en otra ocasión. Esta es la historia de una simple, inocente e insignificante doncella humana que se enamoró del príncipe heredero.
Sentada en el trono de su amado Isabella contempla a sus súbditos dar los últimos toques a la mayor celebración nunca antes vista, ella misma se ha encargado de que todo esté como le gusta a su príncipe. Inolvidable… ¡sí! No habría forma de no recordarlo.
Si alguien le hubiese dicho hace un año atrás que ahora estaría haciendo esto se moriría de risa. Hace un año estaba ella exactamente en uno de los cuartos de esa misma torre, muerta de miedo e incertidumbre, hace un año que lo conoció y que la tentó por primera vez, que descubrió su verdadero yo. Esa anécdota ha de esperar. Ahora solo sabremos cómo es una verdadera fiesta pagana, una bacanal digna del mismo Dionisio
Odaliscas de oriente practicaban ya sus danzas con serpientes enrolladas en sus cuerpos, otras con espadas y velos ¡Oh si!… Malabaristas guindando del techo en trozos de seda blanco en lo más alto de la sala junto a los candelabros de antorchas, magos y hechiceras haciendo pociones y trucos, gitanas prediciendo suertes y destinos, arlequines y sanqueros, y por supuesto… cantantes de ópera y un grupo de música completa.
¡Ya puede imaginar la cara de su amor!
Toda la familia vestirá togas blancas con hilos de oro y plata, cada uno llevará su tirso–báculo coronado de hojas de parra o hiedra y su tea encendida. Los demás bacantes usaran pequeños trozos de piel de tigre o de pantera ceñidos a sus cinturas con sarmientos verdes. Antorchas y candelabros adornados por doquier con velas negras que serán las indicadas para proporcionar luz, cojines y sofás de seda blanca ubicados estratégicamente darán el toque especial y personal, las amplias paredes de piedra caliza pulida brillaran por el efecto de luz producido por las velas. Toda la decoración… blanca excepto las velas negras y los miles de pétalos de rosas rojas dispersos daría la ilusión de estar en el propio Olimpo.
Aunque lo que es realmente relevante no es la decoración, ni tampoco los trajes, lo que le importa es sorprenderle y darle el mejor obsequio, algo que le haga recordarla siempre.
Ella personalmente ha mandado traer siete vírgenes de distintas especies dispuestas a entregarse a él cómo ofrenda, todas escogidas por ella y revisadas minuciosamente de forma tal que no tuviesen ninguna imperfección física, todas eran rubias de diferentes tonalidades, con ojos claros. Ella tardó algún tiempo en hallarlas pero cuando lo hizo supo que serían perfectas para que él las iniciara en los placeres de la carne. Y aún su regalo no acaba allí, también ha escogido siete cortesanas, las más experimentadas y pervertidas, de cabelleras rojas, negras y rubias pero ninguna castaña, eso era primordial.
Solo de pensar en el sabor que tendrá su falo con catorce diferentes jugos mezclados hace que se lama los labios y quiera probarlo, la idea de la esencia de esas doncellas mezclados con la propia de su marido es putamente retorcida, perversa, sádica y ardiente pero atrayente como él mismo, su príncipe su amo y señor pero sobre todo el amor de su existencia.
Los sirvientes ayudaban enérgicamente haciendo todos los arreglos necesarios para que la sala del trono parezca el templo del placer. ¡Sí! Es la idea más genial que pudo tener su picara cuñada.
Su vida antes de conocerlo no tenía sentido, cuando llegó a él supo lo que realmente era vivir, disfrutar, anhelar y transformar las situaciones en el mínimo instante, fue nada antes de él. Hoy era un complemento que al unirlo con su sexy príncipe formaban un todo, por eso quería que aquello saliera perfecto, era una manera de agradecimiento, de pago, de mostrarle lo mucho que le amaba y de lo que por él estaba dispuesta a hacer y todo lo que podía soportar.
Ella se ha adaptado de forma casi perfecta al mundo oscuro de su amado, conoce a la perfección quien es él, sabe que ama y que odia. Ese tal vez sea el primer pero mayor problema en aquella extraña relación, el saber, pues conocía todo tan perfectamente que en el fondo aunque lo ocultara de él sabía que terminaría rota en miles de pedazos. Había una verdad de ese mundo que dolía más que todo y que en su inconsciente se repetía constantemente…Un macho vampiro tiene permitido más de tres concubinas, pero solo puede poseer una esposa… su esposa. Como dolería el día que él decidiera tomar una.
Isabella jugaba de forma inconsciente con el collar que tenía en su cuello, su blasón Cullen la identificaba como propiedad suya, él se lo puso al siguiente día de yacer juntos por primera vez, le había dicho que jamás se lo quitara y que no saliera nunca de la habitación sin él. Recordó la forma apasionada con que la tomó esa noche, como hundió por primera vez sus colmillos en ella. Siente una tensión en su bajo vientre, se estremece y remueve inconscientemente tratando de calmarse, en esos instantes su cuerpo clama por algo que no puede tener así que opta por un largo baño de relajación, quería remojarse y estar un buen rato allí, sentir como las gotas de agua rozaban su piel y hacían que esa característica esencial a fresas rondara por él aire, su mente se pone en rojo, se excita a sí misma con su propio olor, sabía que su esencia había cambiado desde que Edward la tomó aquella primera vez. Los recuerdos azotan su mente con una velocidad fiera e incontrolable, Edward tras de ella, él besándola, él tocándola, él hundiendo sus dedos en ella y masajeando su botón de placer, él hablándole sucio, él, solo él, su grande y duro falo abriéndose paso entre su carne mientras se amamanta de sus grandes pechos a la vez que aprieta sus glúteos, a su trasero firme y mucho más voluptuoso que la mayoría. Sabía que su culo lo enloquecía y eso la llevaba al borde, solía decirle que le encantaban las curvas que ella poseía, según el mismo lo enloquecieron apenas la vio desnuda, el recuerdo la hizo humedecerse aun más como si eso fuese posible. Si seguía así estaría goteando en unos cuantos segundos y aquello no era tan buena idea contando el sitio donde se encontraba. Las imágenes siguieron apareciendo en su mente pero esta vez sumándole un componente adicional, él amaba que ella viese mientras parejas fornicaban, la llevaba a una habitación especial sin que nadie pudiese verlos, allí la incitaba a espiar mientras él le susurraba palabras lascivas y sucias al oído. Al tiempo que su legua recorría su cuello o rosaba su sexo. Brutal y perverso ¡Oh si! Su vampiro es depravado y se encargó personalmente de entrenarla haciendo una buena copia suya.
Sin embargo una copia jamás es idéntica del original y si bien él era libre de tener sexo con otras mujeres ella no gozaba esos mismos privilegios, tampoco es que quisiera disfrutarlos, lo quería solo a él, era el único que añoraba para suplir ese demonio interior. Jamás se había atrevido a preguntar si había tomado a otra, sabía que siendo ella solo una humana lo más seguro es que él necesitara a otras para su satisfacción total, ese único pensamiento hizo que el nudo en su estómago volviese y que la anterior imagen erótica causada por él y las demás chicas se evaporara siendo reemplazada por el miedo intenso e irracional.
No tenía idea como haría para verlo desvirgar a otra, cabía una gran posibilidad que tomara a una de esas doncellas como concubina, eran las vírgenes las que obtenían ese nombre… "concubina". Su amado príncipe podía poseer a tres concubinas, tres mujeres para beber y engendrar hijos… la posibilidad de ser reemplazada por otras la hacía querer degollar a alguien, un pensamiento muy vampírico y violento para una humana pero propio de Isabella desde hacía ya algún tiempo.
Tanta rabia causaron sus propios pensamientos que se propuso no ser cambiada, ella no sería devuelta a su aldea para tener que casarse con un herrero o conformarse con ser la cortesana de algún vampiro enfermo y asqueroso o simplemente una más del montón de alguna otra criatura que quisiera sus favores, con suerte le podrían arreglar un matrimonio con alguna criatura inferior. ¡No! ¡Jamás lo resistiría! No podría soportar separarse de Edward, la muerte sería el único destino que podría soportar sin él, su vida volvería a la mierda si aquello ocurría, ni siquiera existía la posibilidad de alguien más, ella no concebía pensar en querer a otro macho, no solo porque Edward primero la mataría si no porque jamás podría tomar a alguien más, odiaba la idea de que otro poseyera su cuerpo, aquel era el templo de su amado, su lugar sagrado.
Entonces recordó que si algo tenía los vampiros era que no compartían a sus concubinas con las que dormían. Podían compartir presas o cortesana pero jamás usaban a una mujer para ambas cosas, no bebían y la hacían suya… Pero existía un tipo de mujer para ambas cosas "Las destinadas" solo con ellas hacían ambas, bebían mientras le hacían el amor, parecerá extraño pero es cierto, porque los vampiros eran bastante conservadores y tradicionalistas. Cuando encontraban a su destino bebían y les hacían el amor para unir con sangre un trato perpetuo e inmortal.
Su ceño se frunce, no solo por cómo han evolucionado sus pensamientos sino porque le empiezan a mostrar cosas que antes había ignorado.
— ¡Oh! ¡Demonios! Esa primera vez que me hizo suya también fue la primera que bebió de mi —susurró en forma de jadeo, calentándose nuevamente.
Tal parecía que aquel sería el día de los recuerdos y las señales ignoradas, pues, su mente se nubla viajando a un pasado donde él se enterraba en ella con fervor y justo al momento de traspasar su barrera entierra sus colmillos en su carne. Un escalofrío recorre su cuerpo cuando las imágenes siguen llenando su mente sin tregua. Un estremecimiento transita cada terminación nerviosa y en un intento desesperado junta de nuevo las piernas tratando de calmar a su centro que se siente como lava ardiendo, aunque era un esfuerzo inútil estaba empapada y chorreando a pesar de que los celos aún la dominaban profundamente se calentaba de manera sobrenatural solo con recordarlo.
Su mente era un caos: celos, enojo, calor, anhelo y necesidad.
No soporta más, corre a su habitación y pide a las asistentes de cámara que preparen su baño. Las imágenes siguen ocupando su mente y ella como una serpiente se retuerce en sus largas ropas, y mueve sus piernas para dar fricción. Las chicas salen y ella pide que la desvistan, son jóvenes y hermosas de unos escasos 18 años. Ella está deseosa y hambrienta de placer, su demonio privado hace aparición magistral y toma mando absoluto de ella y de su voluntad. Los dedos de las jovencitas empiezan a acariciar su piel sensible, quitando sus ropas, ella imagina que son los mágicos dedos de Edward, cierra los ojos y se deja llevar por las sensaciones que la dominan en ese momento, su expresión es de gata en celo, gime despacio y bajo, su voz alerta a las chicas que sin poder evitarlo sienten un retorcijón de placer en sus vientres bajos. Una deslumbrante y gloriosa Isabella desnuda empieza a caminar rumbo al baño, las chicas parecen hipnotizadas con su peculiar andar y la siguen, ella sabe que la siguen, sabe que en esos instantes la desean, siempre ha sido deseada, muerde su labio de manera violenta y gira para encararlas con una mueca lujuriosa, les indica que se acerquen y ellas aunque no saben que pasa o qué demonio las domina acuden sin poder evitarlo. Está tan caliente que hala a la primera y pareciera por un instante que va a tomar sus labios con violencia pero en cambio solo se acerca lo suficiente para que ella pueda respirar su aliento al tiempo que siente el calor de su cuerpo, sin que siquiera sea tocada la chica se retuerce y jadea.
— ¡Oh amor! Deja de jugar con la pobre chica y dale un poco de ti —puede escuchar a su amado hablarle en su mente. Una sonrisa malvada y sádica adorna su rostro, si bien no imagina a otro hombre entre sus piernas si ha gozado muchas veces de los labios femeninos, según Edward era solo parte del juego y calentamiento, jamás la había dejado llegar al final, solo se limitaban a simples juegos expectantes
La hala y toma sus labios con violencia. Su boca nunca ha sido gentil, Edward le enseñó a ser apasionada y violenta. Ella toma la nuca de la chica con una mano y la pega más a si, se nota por el movimiento de la boca de la jovencita que es nula su experiencia pero ella ama dominar la situación y cuando su lengua quiere abrirse paso la chica parece entender. Isabella toma las manos de la chica y le indica que la acaricie, las manos inexpertas empiezan a tocarla primero con miedo y luego con avaricia, ella gime aun más fuerte y retrocede para mirar a ambas chicas impresionadas pero igual de hambrientas que ella.
—Isabella, amor… ¿Por qué me haces esto justo cuando estoy en reunión de estado con mi padre y el consejo en una sala llena de vampiros que pueden oler tu excitación y la mía? ¡Oh cariño! Eres malvada y cruel pero no tanto como yo... —su voz se escucha suplicante y eso hace que Isabella se excite. Las chicas la tocan, lo hacen bien pero lo que la enciende es Edward, él y solo él tiene ese poder, él lo sabe y lo disfruta.
— ¡Oh si! Amor pórtate mal, cuando llegue pagarás tu osadía…
—Uhhh —gime más alto ella y traga saliva.
Trata de ordenar su mente solo para responderle, sin embargo su esfuerzo parece inútil.
—Recuerda que hoy es tu cumpleaños y tu asenso amor. Hoy serás coronado rey… mi rey —le dice con voz ronca y sexy en su mente, a sabiendas de que eso aumenta su lujuria.
—Justo ahora el único lugar donde quiero estar es dentro de ti… enterrándome en ti, montándote duro y fuerte como te gusta princesa mía.
¡Oh si! Puto vampiro malditamente pecaminoso, la tentación con pantalones.
—Amo cuando me dices así, lo sabes, juegas sucio amo… me gusta que me montes duro y fuerte… —gime y él se remueve en su silla mientras un grupo de vampiros lo ven con gesto divertido.
—Amo ¡Oh amor! Si soy tu amo, tu príncipe o tu jodido rey no me interesa, solo quiero que me digas Edward y lo sabes, solo Edward, amor.
Él ama saber lo traviesa que es su mujer. Podía compararla con una niña dentro de una dulcería tierna y hasta inocente pero peligrosa si no tiene control y supervisión, como si él tuviese alguno, su vida, su rutina, cambió desde hacía ya un año cuando conoció a esa ninfa de los bosques encantados, esa preciosa humana que no tenía conocimiento alguno de lo especial que era.. Una semidiosa, hija del mismo Hades y Perséfone, dejada en tierra como castigo a Hades por parte de Deméter por haber él raptado a su hija y convertirla en la reina del Inframundo. Lo castigó haciendo que él perdiera la suya, un poco cruel quizás pero quien contradice a la diosa de las estaciones, la única que podía convertir a toda la tierra en un puñado de arena inerte o en un tempano de hielo gigante.
—Amor, estoy húmeda y deseosa, necesito que te entierres en mí, que calmes esta agonía que siento. Me duele el fuego que crece más y más en mi interior, solo tú puedes calmarlo amo… —su voz esta ronca como si no pudiese hablar. Sabe que está torturándolo pero ama hacerlo, el castigo que él le dará será una muy gratificante recompensa.
—Te voy a castigar. ¡Oh si! Lo haré cruelmente cuando te tenga al fin frente a mí. Me pondré de rodillas mi princesa y beberé de ti, de la fuente de tu néctar, haré que te retuerzas y no paraé hasta saciar la sed que acabas de provocar en mi. Llorarás y gritarás, te haré enloquecer de pasion y tu garganta arderá en llamas de tanto aullar, gemir y gritar que pare.
¡Oh su dulce Bella! ¡Cómo ha disfrutado de su cuerpo voluptuoso! Eso si era una hembra de verdad, con la carne justa en los lugares adecuados que hacían que los huesos no sonaran ni molestaran a la hora de enterrarse en ella. Se veía sana, rozagante, hermosa, tentadora. Su figura de reloj de arena era su perdición y hacía que quiera perderse en ella. ¡Su traviesa esposa! ¡Oh! ¡Su esposa! Suya… solo suya.
—Mmm… ¿Eso es promesa o amenaza? —Isabella gime de forma enloquecedora.
—Tómalo como quieras princesa pero desearás no haberme provocado nunca.
— ¡Desnúdense! —ordena.
— ¡Oh si! ¡Así princesa! Demuéstrales quien manda amor… ¡Anda hazlo —su voz suena más orden que a un pedido y ella se siente humedecer aun más.
Las doncellas empiezan a quitar sus ropas con vergüenza, nunca nadie las ha visto desnudas.
— ¡Entre ustedes! —una sonrisa sexy adorna su boca. Ella se mete en la bañera y se retuerce de placer al contacto del agua con su muy sensible piel.
— ¿Las ves cariño? Puedes verlas a través de mi —susurra mientras sus manos recorren su cuerpo debajo del agua.
— ¡Oh amor! Y te veo a ti a través de ellas. Puedo sentirte mojada y lista, te huelo, hasta aquí llega tu olor a sexo, a hembra en celo, cariño. Ahora puedo apostar que tienes a todo el palacio apunto de querer correrse por ti amor… mi princesa —su voz suena aun más necesitada e Isabella no aguanta las ganas.
— ¡Oh Edward! —no puede evitarlo, Isabella gime en voz alta.
— ¡Eso cariño! ¡Dilo más alto! Que todo el mundo sepa que aunque no estoy allí contigo es mi nombre el que gimes —le dice en forma demandante.
— ¡Vamos acaríciense! ¡Bésense! —la voz de Isabella suena dura y a la vez caliente.
Ellas se miran confusas entre sí pero lo hacen. Ambas son inexpertas pero qué sexy se ve aquello. Las ropas vuelan y cuando ambas están desnudas la temperatura del baño parece imposible de subir aun más.
Isabella las mira besándose con delicadeza y acariciándose sutilmente sin saber muy bien qué hacer, son tan inocentes y tiernas que enloquece, empieza a tocar su cuerpo sumergido por completo y a gemir, sus ojos están ahora cerrados pero puede escuchar y sentir, sus dedos tocan sus pezones, pellizcándose con demencia, imaginando que son las chicas, visualizando en su mente lo que aún hace. Con dificultad abre los ojos y se sorprende, una de ellas está descendiendo con besos y llega al centro de la otra. ¡Oh mierda! ¡No pueden! ¡No aún!
— ¡Al sofá! —Grita—. ¡Ahora!
Se separan bruscamente, mirándola con los ojos como plato, no pueden creer que les ha robado el placer.
Se ubican ambas en el sofá, frente a la tina, lo más cerca posible, lo hacen dudosas.
—Ahora cierren los ojos y por favor no los abran —su voz es oscura y demandante.
Las mira de lejos y se complace con lo que ve, aún no están por completo desarrolladas pero tienen cuerpos lindos y proporcionales. Hambrienta como está inclina su cabeza al cuerpo de una de las chicas y empieza a olfatearla, su respiración roza la piel de la chica como si de una caricia se tratara, ella empieza a retorcerse bajo Isabella, ella sonríe, no quiere privar de placer a la otra, así que con una mano empieza caricias sutiles. Roza los pezones de ambas uno con su boca y otro con la mano, abre sus piernas y se sienta en medio de ambas con su coño abierto en medio, el olor embriaga, las dos doncellas piensan en lo mismo, llevan sus manos al centro de la chica y una acaricia su botón especial y otra maravillada descubre la entrada a su centro de placer.
Ella no lo sabe pero su amado Edward las observa maravillado desde la puerta de la habitación. El olor del sexo de su amada mezclado con los olores de las sirvientas es embriagador y enloquecedor. Entra por completo a la habitación, con un sonido sutil desabrocha sus pantalones y toma su miembro viril, duro y excitado, y empieza a acariciarlo imaginándose en la fiesta en medio de las piernas de su mujer. Los gemidos roncos de Edward se mezclan con los de las chicas y es imposible para ella distinguirlos.
Isabella imagina como ha de estar Edward enloquecido mientras habla asuntos aburridos de estado con el consejo… y sonríe mientras deja que las chicas la toquen su mente deja ver todo a Edward. Cuando están a punto de acabar Edward toma a una sorprendida Isabella de la cintura y con voz dura, y fuerte dice:
— ¡Fuera! ¡Ahora! —las chicas huyen desnudas, cerrando la puerta corren despavoridas al escuchar el tono ronco de Edward, creen que es por ira y no por lujuria, ni siquiera se fijan que él está desnudo y duro como una lanza punzante.
—Tú acabas conmigo, mi dulce perra, siempre conmigo. Solo yo puedo ver tu rostro al correrte, solo yo puedo beber de ti. Tus jugos y tu sangre me pertenecen, toda tú… eres mía Isabella, asi como lo es tu alma lo eres tú y tu existencia, no lo olvides.
—Jamás lo haría, tú eres mi dueño, mi amado, mi amo, mi rey… tú eres mi vida entera Edward —él siente la verdad en sus palabras y puede verla en sus ojos. Si algo tiene su princesa es que ama con el corazón y con el alma y afortunadamente él era el elegido. Un sentimiento de triunfo lo embarga, amar y saberse amado es el sentimiento perfecto que cualquier criatura pudiera experimentar. Sabía que su amor era un regalo de los dioses y lo pensaba atesorar por toda la eternidad.
Le muestra imágenes en su mente de ella jadeando, ella con los ojos cerrados, ella moviéndose sobre su falo como una total demente, ella siendo suya, entregando su cuerpo, su carne y su sangre. También lo ve a él con sus ojos inyectados de pasión y lujuria, tomándola con locura y llevándola a las nubes, sus colmillos perforando su carne y extrayendo su vida la hace jadear, ella ama cuando la muerde y bebe de ella, es algo que los une y que le demuestra a ambos que se pertenecen.
Edward aún con las manos en la cintura de la chica presiona fuerte, mostrando los efectos de su pequeño juego. Lo siente duro como roca en su espalda, cierra los ojos, deja que las sensaciones de su cuerpo los invadan a ambos por completo. Las manos del vampiro no pueden quedarse ya quietas, empiezan a moverse con lentitud hacia arriba como una tortura lenta, haciendo que ella enloquezca más. Cuando sus manos por fin toman los pezones de la hermosa Isabella, grita, su piel está caliente y sensible, hasta el mínimo soplo la haría correrse.
—Aguanta mi dulce Bella, aún no —su voz es demandante y ronca.
Ella trata de concentrarse pero es tan difícil con él acariciando sus senos. Él siempre le proporciona el mayor placer sobre todo cuando inclina su cabeza y empieza a lamer su cuello, preparándolo para ser perforado. Los dientes penetran la carne, mientras las caricias en un pezón continúan y su mano desciende para encontrar su sexo húmedo y necesitado, encuentra el botón y ella sabe que explotará. Él la lleva a su cama a velocidad vampírica y la arroja allí con fuerza. No está sorprendida está deseosa y sensible, se retuerce pues su cuerpo está ansioso y listo. De su cuello chorrea sangre caliente que hace un oscuro camino de descenso que va desde su cuello, pasando por sus senos hasta la parte baja de su vientre.
Sus ojos se vuelven rojos de hambre de ella, quiere devorarla por completo. Camina despacio mirando con deleite cada parte, cada curva y cada forma de su mujer. Ella es blanca como él, tiene cabello caoba y largo en risos, sus ojos son brillantes, tienen un color único, chocolate. Por eso la deseó desde un inicio, por su combinación, por su cuerpo por sus labios, por ese deseo de pecar que despertaba. La deseo y amo por ser diferente a las otras, por tener ese espíritu de diosa y a la vez de sumisa.
—Ven a mi amor mío, quiero sentirte, que me entierres tu falo hasta que olvide respirar… hasta que olvide mi propio nombre.
Gruñe como un animal y ahora no se mueve lento, llega a su lado en cuestión de segundos y busca la boca de ella para iniciar una danza violenta y brutal. Sus bocas se mueven con rapidez pero siendo siempre sincronizadas. Él muerde sus labios y empieza a chupar de la pequeña herida que sangra, la hermosa muchacha sonríe en su boca y lleva una mano a su cabello para acercarlo más y otra a su duro miembro que está listo y necesitado. Él se siente enloquecer cuando la mano de ella se mueve por su longitud con fuerza, marcando un ritmo lento y torturante. Esas manos deben tener algo, pues, siempre que lo toca se siente más cerca del cielo o del infierno, cual sea el caso.
— ¡Demonios! —gruñe—. Sabes cómo amo que me toques.
Ella lo mira picara y responde.
—Sabes cómo amo comértelo y tragar hasta la última gota de tu esencia.
La mirada del vampiro se convierte en la de alguien que ha perdido por completo el sentido, la gira, para que quede sobre él.
—Si tanto amas hacerlo… ¡Hazlo! —ella no espera más, empieza a besar primero sus labios y luego desciende despacio, acariciando a el vampiro con su boca, enviándole calor y corrientazos eléctricos en cada roce, mientras su manos empiezan a perderse en su pecho. La boca avariciosa de ella baja unas veces lenta y otras rápida hasta que finalmente empieza a encontrar su destino, se topa con la perfecta "V" marcando el inicio del camino a su enorme falo palpitante. Su boca se hace agua imaginando con anticipación el sabor, su lengua sale y humedece sus labios, desciende un poco más y empieza a repartir besos húmedos en esa zona, sacando la lengua y moviéndola en círculos enloqueciéndolo aun más. Ella no es que desee alargar eso más por lo que rindiéndose a sus propios deseos baja por completo y arrodillada le da una larga lamida al necesitado miembro gruñendo al igual que su amado.
— ¡Joder! —dice él—. Basta de juegos —ella lo mira desde abajo y le sonríe coqueta, para luego mirar con hambre su enorme miembro viril y tomarlo con una mano guiándola despacio a su boca. A milímetros de engullirla sopla suavemente, él se estremece y en ese instante ella besa su punta, pasando la lengua repetidas veces y empezando a acariciar y oprimir con su mano.
— ¡Puta mierda! —grita él tomándola del cabello e intentando guiarla.
—Yo mando —dice ella con voz firme. Empieza a mover con fiereza su boca, engullendo su falo hasta que este toca su garganta. Lo saca y lo mete con igual rapidez, pasando su lengua y sus dientes con suavidad, poniendo la presión justa para hacerlo perder la razón. Su centro está tan jodidamente necesitado que baja su mano libre y empieza a acariciarse a sí misma mientras sigue engullendo, chupando y mordiendo el falo de su amado.
Los jugos empiezan a chorrear y él con su muy desarrollado olfato los huele, decide que es hora de enterrarse en su jugoso centro. Se imagina lo resbaloso y caliente que estará, como lo sentirá cuando se apriete fuerte a su alrededor. Gruñe en un gesto primitivo y hasta animal, la levanta de forma rápida a velocidad vampírica, posicionándola sobre él, ubicándose en su entrada.
—Rózame —suplica.
Él inicia la tortura de ambos moviendo su miembro de arriba abajo por todo su sexo, acariciándolo incitándolo, mientras ve como se le deforma la cara a su princesa por el deseo. Sonríe se siente satisfecho y su ego se hincha, su corazón reboza de gozo, nunca en toda su puta vida había experimentado algo tan poderoso y era exactamente así como lo hace sentir… poderoso, indestructible. Tocando con la punta de su miembro su botón de placer, suavemente con movimientos circulares esparce sus jugos y los frota, haciendo que Isabella gima alto y se muerda el labio hasta hacerlo sangrar, volviendo hasta su entrada una y otra vez.
Las aletas de su nariz se alteran cuando huele su sangre, ambos gimen. El olor a sexo y sangre son su aroma favorito pero no cualquier sangre, la de ella y solo el sexo chorreante de su mujer tiene ese efecto en él, hace que su corazón bombee rápido como nunca antes. Ambos saben que no soportaran mucho, ambos desean unirse, gritar, gruñir, embestir y ser embestida, y tomada.
—Querías jugar con fuego princesa, no puedes hacerlo sin quemarte… —susurra con voz sádica y lujuriosa al tiempo que pone su miembro viril en la entrada de su hendidura sin llegar a penetrarla.
—Amo el fuego, amo quemarme —susurra jadeante—. Así que... quémame. Hoy quiero arder contigo en el infierno ¿Sabes por qué mi príncipe? Te lo diré —su voz sale como un gemido largo—. ¡Porque solo tu gélido cuerpo sabe calmar mi fuego!
—Prepárate princesa porque vas a bailar en el infierno… —entra en ella de una estocada limpia, certera. De su pecho brota un gruñido animal—. Mía —ruge con fervor—. Mía —repite una y otra vez mientras entra y sale a una velocidad imposible para un humano.
Ella siente como todo él la llena y la completa, está enterrado hasta el fondo y no ama nada más que sentirlo así, es suyo, le pertenece. Empieza a cerrar y abrir sus paredes, justo como hace algún tiempo aprendió. Él enloquece y empieza a empujar, y a salir con violencia demencial. Por más que otras lo intenten es suyo porque ella así lo ha decidido, ninguna lo tendrá, así tenga que hacer cualquier locura y soportar los mayores horrores, él vale cualquier sacrificio, así entierre mil veces los pedazos de sus corazón no lo dejará y será para él todo lo que él necesite.
—Mmm… me enloqueces, haces que pierda la razón. No puedo y no quiero a otra que no seas tú, amor. ¿Cómo puedes siquiera pensarlo? —susurra en su mente. Sus labios están ocupados en los de ella, en una lucha por el poder.
Su corazón empieza a latir con fuerza, no planeó pensar, no deseaba que lo supiera, la haría verse débil pero ahora con las palabras de su amado sentía su cuerpo más vivo y deseado que nunca. Necesitaba demostrarle cuanto lo amaba y necesitaba, y su amor merecía aquello.
— ¿Qué es todo esto que tanto piensas princesa? ¿Por qué no había visto este dolor que veo ahora en tu corazón? —susurra al tiempo que sale de su cuerpo para verla a los ojos. Su mirada era de total confusión, no entendía qué pasaba ¿Por qué su dulce princesa pensaba que él tenía a otras mujeres? ¿Cómo era eso que tenía que hacerlo todo por complacerlo?
—No... No pasa nada Edward —murmura a duras penas con la voz quebrada, tratando de ocultar todo en su mente—. Solo hazme tuya…
Edward se aparta de ella, se aleja como si su toque le quemara, le da la espalada tratando de hilar frases coherentemente, no quiere decirle nada que la lastime. Odia verla llorosa aunque esté de espalda él puede ver en su mente y lo que le muestra es enloquecedor ¿Cómo ha podido vivir un año de su vida juntos en una mentira? Se pasea desnudo, orgulloso, no se avergüenza por ello, al contrario se siente muy cómodo con su desnudez.
Isabella lo ve tan hermoso y perfecto más de 190 de músculos con un abdomen perfecto que podrías usar como lavadero, un cabello cobrizo desordenado, su espalda recta, sus nalgas perfectamente bien definidas y muy firmes, sin un gramo de grasa en todo su hermoso cuerpo, más hermoso que el mismo adonis y más varonil que Hermes o que Hércules. Su amado vampiro era digno de ser admirado y venerado como un dios, su lugar no era en la tierra, él tenía que estar en el Olimpo con los mismos dioses, con razón la misma Afrodita lo había iniciado en los placeres de la carne. El solo pensamiento de que otra mujer pudo tenerlo la hacía enloquecer.
—Mejor me voy —dice la chica—. Terminaré los preparativos —comenta casual, se levanta desnuda y empieza a buscar sus ropas esparcidas por la habitación.
— ¡Deja esa mierda! Sabes muy bien que no saldrás de esta habitación. Deja de repasar formas y cosas abstractas, créeme ya leí todo lo que quería saber, no lo hice antes porque te respeto mucho como para hacerlo. Ahora me lamento porque veo que he vivido en una mentira. Me engañaste como a un niño Isabella, me mentiste en mi cara mientras jurabas ¡Me mentiste! ¿Sabes cómo podré hacer para creer en ti de nuevo? ¡Ya no sé quién eres! ¡Cómo pude estar tan errado! ¿Tienes alguna idea de cuál es la pena por mentirle a tu príncipe y futuro rey? ¿Sabes siquiera cómo se llama ese delito? ¿Acaso eres capaz de tener una ligera noción del tamaño de tu delito? Podría ser considerado traición.
— ¡Mierda! —grita ella—. No tienes ningún derecho a hablarme asi, ninguno. Te amo, sí, pero escúchame. Nunca, jamás me hables de ese modo —la ira surcaba sus ojos—. Además… soy humana, siento y pienso. Lamento desilusionarte pero hay cosas inevitables de sentir y pensar, si crees que eso es mentir entonces estás mal mi amado —furiosa como se encuentra, vuelve a buscar sus ropas y empieza a ponérselas. Está frustrada, no encontró su liberación y ahora él está enojado.
—La fiesta se cancela, no estoy de ánimos para festejos, así que deja las excusas, no saldrás hasta que hayamos zanjado este asunto ¿Te quedó claro Isabella?
—Si habrá fiesta —dice encarándolo furiosa—. Si no quieres tú, perfecto, entonces disfrutaré yo.
— ¡Ja! No me hagas reír querida ¿Acaso crees que alguien en este palacio se atreverá a desafiarme? Estás demente, tú lo haces todo el tiempo, es cierto, pero solo porque yo te lo permito, amo tu carácter, tu vena valquiria pero no te confundas, no me dejaré llevar por tus encantos, no, ahora… quiero la puta verdad.
—Los has dicho yo te desafío y si se cancela la fiesta buscaré diversión en otro lugar —se lame los labios insinuando el tipo de diversión.
—Por tu propio bien Isabella Marie deja de ser cínica, que de esto depende nuestro futuro juntos… si es que aún hay uno.
Ella seductora como siempre, empieza a pasearse cerca de él, invadiendo su espacio y enviando corrientosos a su cuerpo.
— ¿Y si no qué? —dice altanera—. ¿Me matarás? No le tengo miedo a morir Edward y lo sabes. ¡No tengo nada que perder!
— ¿Realmente piensas que yo podría matarte? —La decepción y dolor reemplaza a la indignación y la furia en los ojos del vampiro—. Que poco me conoces y que poco te conozco, hasta hace unos minutos yo habría jurado que mi vida contigo era perfecta y que te conocía tan bien como a la palma de mi mano, ahora ya no sé qué pensar.
—Piensa lo que se te dé la gana —dice furiosa, dirigiéndose a la puerta—. Ni siquiera yo misma me conozco por completo. Soy humana y cambio constantemente. Mi mente vuela, crea ideas, cambio de parecer con sucesos pequeños, aún sueño y aunque parezca una perra demente y sádica tampoco lo soy del todo. Sin embargo hay algo cierto… soy y existo por ti.
—Si sales por esa puerta será mejor que te olvides de mí porque jamás te reconoceré de nuevo como mía, dejarás de estar bajo mi protección. Como príncipe debo cumplir mi palabra sin importar mis sentimientos, lo sabes bien, no habrá marcha atrás.
Ella siente como su corazón se fragmenta, la primera y única discusión que tienen y él está dispuesto a olvidarse de ella. Se arma de valor y empieza a abrir la puerta despacio.
—No importa si no tengo tu protección, si me olvidas poco importa si vivo o muero.
—No me desafíes. Juré sobre el anillo de mi padre cumplir siempre mi palabra, no puedo quitarlo o negarlo, retractarme no es opción, siempre tengo que vivir con las consecuencias de mis palabras Isabella.
Ella se gira hacia él, con su mano en el pomo de la puerta. Su expresión carece de vida.
—No se preocupe por mí, mi príncipe, pronto me olvidará —toma ese valor que le brinda su espíritu rebelde y empieza a abandonar la habitación despacio.
Antes que de un paso fuera de la habitación es alejada de la puerta a velocidad vampírica, dejándola sentada sobre el sofá junto al lecho.
— ¡Mujer terca! ¡Cómo diablos pretendes irte sin explicarme nada! ¡Qué diablos te crees! Eres mi princesa, esta noche serás coronada conmigo como reina ¿Qué más quieres de mi? ¿Acaso no te he demostrado lo mucho que te amo? También quieres que falte a mi honor, retractándome de mis decisiones, cuando sabes que mi palabra tiene que ser ley.
Ella jadea, nunca le había dicho aquello, nunca, ni siquiera en los momentos más íntimos. Se levanta plantándose frente a él.
No quiere escucharlo hablar, se siente idiota por dejar que la disputa llegara tan lejos. Se lanza a él como leona y empieza a devorar su boca, él en un principio no responde, pero es ella y él jamás puede negarse a ella. Sus bocas danzan furiosas y hambrientas en una lucha sin cuartel por el dominio, por el control ¡Oh si! Por controlar. Sus labios se mueven en el perfecto compas, abrazándose y a la vez peleándose por saber quién es el más fuerte.
Lo muerde y lo empuja, enreda sus manos en sus hebras cobrizas, halandolas y palpándolas, mientras sus labios deseosos de más empiezan a descender por la mandíbula y después por el cuello del vampiro, allí se queda un momento, imaginándose a ella misma por un ínfimo instante con colmillos, enterrándolos en su carne… marcándolo como suyo.
—Uhg —gime el vampiro—. ¡Mierda princesa! Eso es lo que más deseo, quiero que entierres tus colmillos en mi carne, quiero alimentarte… estar dentro de ti —su voz es ronca y distorsionada por el deseo.
Ella lo hace aunque sabe que no lo herirá. Entierra sus dientes en su carne como acto simbólico y empieza a tocar su cuerpo, moviendo sus manos con pericia y maestría, tocando los puntos claves, pasando por sus pechos y haciendo que estos se erecten. Desea probarlos justo como él hace con los suyos.
— ¡Oh amor! ¿Aún dudas que eres única para mí? ¿Acaso crees que otra mujer pude causar este efecto en mi? Nadie en mis 1000 años ha podido verme así, necesitado y deseoso. Soy tuyo amor, asi como tú eres mía. Tómame princesa, toma todo de mí.
Ella siente su corazón latir de prisa, nunca le habló así, nunca estuvieron tan conectados y tan conscientes de la verdad de sus sentimientos.
—Ahora no dudo mi príncipe de la oscuridad —susurra jadeante—. Te amo.
—Mi princesa… hoy serás mi reina. Todo el mundo lo sabe, al parecer la única sin enterarse eres tú. Este collar lo representa —le susurra entre besos mientras recorre el contorno del blasón Cullen con sus dedos—. ¿Recuerdas cuándo lo puse en tu cuello? Fue la primera noche que estuve en ti, solo bastó con mirarte y para saber que serías mi única esposa, cariño, eso eres ¿O es qué alguien se ha atrevido a poner entredicho tu posición en el palacio? ¿Dime no acatan tus ordenes? ¿O no te reverencian incluso los vampiros más antiguos? ¿Acaso no todos te llaman princesa?
— ¿Tu esposa? —pregunta emocionada—. Sus labios buscan su pecho y empieza a pasar su lengua y dientes intercaladamente, haciéndolo enloquecer mientras a tientas camina con ella cargada, envolviéndolo con sus piernas alrededor.
— ¡Oh claro! ¿Acaso no sabías que solo me basta con reclamarte como mía para que lo fueras? ¿Mordiéndote y bebiendo de ti al tiempo que te poseía mientras me enterraba en ti amor? Eso hice la primera vez que te entregaste a mí, justo cuando traspasé tu barrera, no solo tomé tu virtud, también te marqué como mía bebiendo de ti, en un acto de entrega y compromiso, cariño.
Ella no dice nada, solo sigue con los besos y las caricias, sintiendo como él los guía a la cama. Ella quiere probar sus pezones erectos pero él se lo impide.
—Responde Isabella ¿No sabías que eres mi esposa? —sus ojos brillan con fuego perceptible—. ¿Acaso crees que fui tan ruin como para hacerte mi amante? ¿Acaso no abandonaron el palacio las vampiras con las que solía compartir lecho? Hermosa humana, ese mismo día que te tomé fue el día que se marcharon.
Ella no quiera hablar, solo quiere sentirlo y amarlo, ansía con demencia ser tomada por él.
—No lo sabía —responde agitada—. Ahora lo sé y soy la mujer más feliz del universo. Amor… después me regañas y me castigas, ahora solo ámame por favor. Ámame esposo mío.
Él gruñe ante su suplica y entierra sus colmillos en su pecho. Salvaje, violento, lujurioso, ansioso. En aquel acto solo quiere confirmarle lo que ambos saben, que ella es suya, con una pequeña diferencia, esta vez ella entiende que al beber su sangre están unidos, que él es tan de ella como ella suya…
No bebe solo deja que algo de su sangre fluya, solo unas cuantas gotas para sentirse conectado con ella.
Ya acostada en la cama, desnuda, agradece a la velocidad vampírica que el cuerpo de su amado esposo esté en total contacto con el suyo.
¡Oh si! Su esposo… que bien suena.
—Hermosa esposa has sido una nena muy traviesa… —remarca la palabra esposa, sabe que ella anhela escucharlo llamarla así y él ama complacerla. Sus labios no abandonan su piel y ella lo escucha claramente en su mente.
—Te has portado mal aún no puedo creerlo, mi princesa, mi esposa… —sus colmillos rasgan de manera superficial su vena mientas él ya está posicionado en su centro a punto de entrar en ella.
—Debería castigarte —su falo juega en su abertura sin entrar. Una gota de sangre recorre su cuello y él la toma con su lengua al tiempo que intenta hundirse en ella, deja que la gota de sangre recorra lentamente su lengua mientras la penetra con una lentitud abrumadora, la besa y ella siente el oxido y la sal de la sangre, enloquece más de lo que ya estaba. Necesita más velocidad, más violencia más goce, ella no es una chica que esté acostumbrada a los ritmos lentos. La mira pícaro y sigue hundiéndose lento y tortuosamente hasta que sus carnes chocan, pues, es imposible ir más profundo.
—Hoy no te tomaré como el puto animal depredador que soy —dice seductoramente—. Hoy te castigaré lento, haciéndote sentir cada parte de mi piel… tan lento que te voy a enloquecer.
—Ya estoy demente por ti esposo, demente, más loca que una cabra… —gime arañándolo. Levanta sus caderas tratando de llevarlo más adentro, sube su pecho exponiéndolo como ofrenda. Las sensaciones son tan abrumadoras que no puede hilar una palabra completa, se limita a gemir.
El calor se apodera de su vientre mientras siente sus paredes cerrarse en cuanto él comienza a entrar, con solo sentirlo dentro el fuego la consume.
—Oh… Mi esposo… —es lo único que puede pensar por primera vez desde que lo ama. Se siente plena y completamente segura de de ser la única para él. Un estremecimiento recorre su cuerpo al sentir pequeños escalofríos que la hacen temblar, aullar de pasión y deseo—. Mío solo mío.
Envuelve sus manos en sus hebras cobrizas y lo hala a sí para estampar su boca de nuevo, aún sabe a sangre pero disfruta el manjar, limpiando con su lengua los residuos. Sus pechos se rozan y ella siente que va a estallar, es abrumador, es como si estuviese helada y a la vez en llamas… como si se estuviera consumiendo.
—Mmm… ¡Si esposa! Así te gusta. Eres mía Isabella… mía por la eternidad —sus estocadas son lentas y tortuosas, mientras lágrimas recorren sus mejillas.
Isabella suspira y se aferra a él. Es el príncipe oscuro y no es de los que soporten mucho la lentitud pero debe admitir que esto le está gustando. Toma una pierna de la chica y la levanta solo un poco, ansioso de entrar más profundamente, esta vez sí embiste con rapidez y rudeza, la hace gritar y contraer sus paredes al mismo tiempo. Ella estira su cabeza y deja de besarlo, cierra los ojos y aquello es una invitación difícil de resistir.
— ¿Ansiosa cariño? Pues aún no te puedes correr hermosa esposa, aún no. Tu castigo no puede terminar aquí.
Sale de ella a una velocidad que no sería posible para un humano antes que ella pueda darse cuenta que pasa ya está acostada boca abajo, con un cojín debajo de sus caderas mientras en él entra en ella de una sola estocada.
Siente como su espalda se amolda a su pecho como si hubiese sido creada para encajar en el, deja besos furtivos en su cuello mientras lo lame al tiempo que la abraza con una mano tocando sus senos, trabajándolos a ambos.
—Dime… ¿Te gusta así? ¿Ves cómo has sido creada para estar así, debajo de mí? Te acoplas a mi cuerpo perfectamente… —su voz es ronca y necesitada. Ella mueve las caderas para encontrar las suyas, puede sentirlo llenándola, colmándola por completo.
—Antes de ti ninguna mujer había podido tomarme por completo —su aliento frío golpeando su oreja hace que las sensaciones sean aun más gratificantes. El sonido de sus caderas chocando inunda la habitación.
—Eres mío… solo mío… mi amado. Solo yo puedo acogerte así esposo, vamos… adentro completo… solo yo amor… solo yo… entra más en mi… ahggg.
Es enloquecedor no solo sentirlo sino saberlo suyo. Quiere más, mucho más, quiere no solo la unión física… quiere fundirse en él. Las embestidas son más violentas y atroces con el paso de los segundos, el vaivén marca un ritmo imposible para un ser humano pero él era un ser sobrenatural y la estaba llevando al abismo del placer. Toda ella estaba extasiada y lo sentía no solo en su centro que ansioso lo recibía con cada estocada, sino también en su cuerpo que empezaba a picar y a quemar, que se entumecía y la hacía entender que se perdía a sí misma en el mar de sensaciones.
—Te amo —beso—. Más —beso—. De —lamida—. Lo —beso—. Que —beso—. Puedas —gruñido—. Imaginar —clava los colmillos en su cuello y ella se queja pero lo expone aun más para que tome de ella. —Mía —ruge en su mente mientras bebe de ella—. Eres mía, mi esposa, mi amante, mi amor… —sus caderas mantienen el ritmo, ese mismo cruel y acompasado, rápido, limpio, certero.
—No voy a aguantar —gime mientras sus paredes se contraen como nunca antes.
Puede sentir como su sexo húmedo chorrea de manera enloquecedora y como los jugos resbalan por todo su falo –literalmente goteando–. Empieza a mover sus caderas igual de demente, aunque obviamente no tan rápido, mostrando en ese acto lo que provocaba en ella.
Cierra a voluntad sus paredes para hacerlo enloquecer y él empieza a moverse más a prisa, como si el mundo estuviese por acabar. Sus manos heladas toman posesión de sus senos y se sienten como el infierno, fuego y hielo acabándola por completo. Sus dedos hábiles pellizcan y mandan descargas eléctricas a cada conexión nerviosa de su cuerpo, preparándola para lo que viene.
Su sexo oprime su falo de manera asfixiante, tiene que separarse de su cuello cuando las sensaciones lo sobre pasan. Su estrecho, húmedo y perfecto templo de placer lo succiona, siente que lo absorbe al tiempo que lo oprime de forma inhumana.
—Mi hermosa… ¿Cómo puedes llegar a pensar que yo puedo estar así con otra? Isabella jamás he estado dentro de una mujer de ninguna espacie amor desde que te tomé por primera vez y nunca en toda mi vida inmortal estuve dentro de una sin usar una funda, no podía darme el lujo de derramar mi simiente en ningún otro vientre.
Isabella trata de hacer un recuento mental de todas las veces que han jugado con otras mujeres y si, él siempre la alienta a tocar y le muestra imágenes mentales pero jamás lo ha visto entrando en alguna de ellas, un jadeo de sorpresa sale de sus labios. Se siente sucia como nunca antes. Él no tocó nunca a nadie pero ella sí. Ella creyó que con ello estaría a su altura y sería digna de obtener al menos uno a parte de él, pero ahora era un caos todo.
Se gira, toma su rostro, lo besa con violencia y le implora con la mirada que la haga olvidar lo que es y lo poco que lo merece, que la lleve a la cumbre y le haga sentir que con cada estocada empieza a limpiarse.
La mira reprobatoriamente pero ella lo ignora y suelta un gritito, tira de él y lo lleva consigo. Empieza a acariciar todo su cuerpo a besarle y a sentirlo suyo, tal vez de esa forma se limpie lo impuro de su alma y sea digna de él.
Él la embiste con violencia, enojado por sus pensamientos.
— ¡Mierda! Dije aquello para que sepas lo que eres para mí, no para que pienses estas idioteces —le dice en su mente furioso.
—No he sido un santo Isabella. Yo no llegue puro a ti, tú si esposa, yo he sido el único que ha estado dentro de ti, el único que ha bebido tus jugos mientras llegas al éxtasis, el único que ha derramado su simiente en tu vientre. Eres mía, solo has sido mía, que juegues calentando a un par de doncellas tontas no quiere decir que estás sucia amor.
Ella lo ignora, no quiere pensar y se lo implora en sus pensamientos.
Él está hambriento de ella como nunca antes y viendo lo que ha causado en sus pechos entierra sus colmillos esta vez como un completo animal en uno de sus pezones y succiona solo la justa cantidad para hacerla creer que morirá. Cuando se retuerce desesperada y hambrienta por encontrar su liberación una de sus manos descienden a su botón y lo acaricia con tal maestría que este se erecta, empieza a embestir con tal fuerza que lo siente en todas partes como una flecha, justo como su falo, justo como sus pechos, sonríe por su logro y ahora con su mano perfumada con su olor toma la de ella y la envuelve fuertemente, levantándola sobre su cabeza y haciendo con este gesto que ella lo mire asombrada.
Sus ojos se conectan como en una especie de embrujo que dura poco, pues, el placer que los toma es mucho. Él empieza a moverse y siente el clítoris de ella rozarlo mientras se hunde, él siente la necesidad de cerrar los ojos pero no lo hace al contrario la mira a más profundidad y la embiste con más fuerza y fiereza.
Cierra con fuerza sus dientes conteniéndose y a la vez no, mostrándose frágil pero fuerte, diciéndole con ese acto –que por vez primera realiza– que la ama como a nada, que es suya y que nunca jamás lo puede volver a dudar.
Ella lo entiende justo en ese instante y siente que por fin está todo en orden, que puede entregarse al placer como nunca antes lo hizo.
En esa posición tan íntima y tan cómplice, él completamente entre sus piernas mientras entra y sale a la vez que su cuerpo está totalmente pegado al suyo en un simple misionero, si alguien le hubiese dicho antes a Edward cuando solo era un adolecente y estudiabas las artes amatorias del Kamasutra que con esa posición gozaría y se sentiría tan pleno se habría reído en su cara. La verdad es que jamás se ha sentido tan unido a ella, allí puede sentirla por completo, la puede oler y saborear, al tiempo que estudia cada gesto y cada suspiro. Suerte de ser vampiro así podría atesorar por siempre esos recuerdos.
Se mueve sobre ella con mucha más fuerza, están llegando al final, encontrando aquel orgasmo frustrado, los músculos de ambos se entumecen y las conocidas cosquillas empiezan a formarse. Ella siente que necesita más y él ese lo da, aumentando el ritmo y sellando con un beso un pacto silencioso de amor eterno.
Da una última estocada profunda y certera y se queda estático, allí, sintiendo como ella lo envuelve y como con su calor ya no está el frío característico de su especie. Como con su amor él ha cambiado un poco, la mira fijamente y se acerca con lentitud hasta juntar sus frentes.
—Te amo esposa… —murmura para luego cerrar sus ojos—. Déjalo ir…
Ella se deja ir… sus paredes se cierran en torno a él de manera incomparable, amarrándolo a si, sabiéndolo absoluta y completamente suyo como nunca, gritando su nombre hasta sentir como su garganta arde.
Él también se deja ir y la llena de su marca, vaciándose en ella. Su nombre sale de sus labios en un gruñido gutural, ensordecedor, al tiempo que su simiente recorre sus entrañas. Es increíble como ante ese simple hecho se siente completo pero esos son los misterios del amor, sobretodo de un amor obsesivo, posesivo y brutal. Un amor más intenso y más fuerte que ninguno, superando la razón y el entendimiento.
—Amor… aún hay que ir a la fiesta mi princesa, nos esperan nuestras coronas cariño y un montón de vejestorios vampiros dispuesto a besarnos el trasero si es necesario…