LOS COLORES EXTERIORES

Libro Cuarto
"El Musical de los Bronis"

Una historia de amor broni contada en una comedia musical.

ATENCIÓN: El siguiente fanfic esta basado en una historia real, pero los nombres de los personajes han sido cambiados intencionalmente para no hacer referencia directa a ninguna persona real y para que ningún acontecimiento relatado sea considerado verídico. No sea que dándolo por cierto, algún otro intruso llegue al Mundo Más Allá.

Primer Acto: Balada en B Mayor

Capitulo 31 – La Vida Molesta de Mails

Mails despertó.

Con la espalda chueca y la cara y los brazos adoloridos por haber dormido en su silla de respaldo alto, con la cabeza apoyada sobre la superficie del escritorio frente a su computadora, abrió los ojos y descubrió que el monitor de su equipo seguía encendido.

El ordenador portátil mostraba aquel sitio de Internet que él había estado visitando tanto en los últimos meses para convivir con otras personas que compartían la misma afición que el:

La serie, los personajes, la historia, la gráfica y todo lo concerniente a Mi Pequeño Poni: La Magia de la Amistad.

Al mirar de nuevo aquella luz artificial de la pantalla, los ojos le dolieron. Toda la habitación y el resto de su casa debía estar a oscuras pues debía ser apenas de madrugada, poco antes del amanecer.

Pero una extraña sensación embargó al joven Mails. Fue como el curioso presentimiento de que ese dolor, esa incomodidad, esa extrañeza en sus ojos, brazos, cuello, espalda y en todo su cuerpo no se debía a haber dormido chueco o a que sus pupilas se estaban acostumbrando al cambio repentino de la oscuridad apacible del fondo de sus parpados a la luz penetrante y dura del monitor de la computadora.

No. Esa sensación se debía a algo distinto. Mucho más importante, transcendental e inusual.

Y es que aquel muchacho delgado, moreno, de cabello castaño oscuro y amplias gafas casi redondas tenía la impresión de que su mente se estaba acostumbrando a su cuerpo nuevamente después de mucho tiempo de ausencia...

A la mañana siguiente, Mails se presentó a clases a la Universidad como todos los días. Quienes lo vieron bajar torpemente del autobús jurarían que se estaba reponiendo a de severas lesiones en las piernas pues caminaba como si estuviera aprendiendo todavía a usar sus piernas.

Eso no seria raro en un bebe de un año, pero en un joven universitario con veintiún años cumplidos lograba atraer las miradas de algunos.

Dicen que la practica hace al maestro y que la mejor forma de recordar algo es haciéndolo. Pues bien, el largo camino que recorría Mails desde la entrada del campus hasta la puerta del aula donde tomaba clases fue suficiente para que recobrara el dominio que antaño tenia sobre sus dos pies.

De hecho, la figura delgada de Mails se quedó de pie, en la puerta del salón de clases con su mochila al hombro mirando hacia adentro un instante antes de entrar. El aula estaba llena y era un tanto bulliciosa, y el chico moreno tardo un rato en reconocer todos los rostros de aquellos compañeros que apenas si había visto por ultima vez el día de ayer.

Nadie le respondió la mirada.

Y es que el joven Mails, introvertido e inseguro había olvidado lo que era el llegar a un lugar y no ser recibido con amistosas miradas y afables sonrisas.

Pero si había una sonrisa reservada para él.

Tan pronto atravesó el umbral del salón, sus pies lo condijeron casi por reflejo hasta la silla que, desde hacia mas de cinco semestres de carrera universitaria le había pertenecido, y justo en la banca de enfrente, una chica levantó la mirada del grueso libro que leía. Aquella mirada de grandes ojos cafés centelló tras un par de gafas rectangulares y delgadas, encajados en un rostro pálido enmarcado por una cabellera de color café tan oscuro como el del propio Mails. Entre las blancas mejillas de aquella muchacha, una sonrisa discreta hizo juego a la perfección con aquella brillante mirada.

—Hola —saludó la chica con una voz dulce de niña pequeña.

—Hola, Mónica —respondió el joven, y al decirlo, fue consiente del gesto al que daba forma su propio rostro. Él mismo estaba sonriendo. Había sonreído de ver a su única amiga y la hermosa sonrisa de ella había sido un reflejo de la de él mismo.

Y es que la forma tan amplia en que el joven le había sonreído había desconcertado un poco a Mónica, pues en toda la expresión del joven moreno parecía dar a entender que se alegraba tanto de verla, como si no la hubiese visto en muchísimo tiempo.

Cuando sonrío, te hago sonreír,
y eso es tan especial, ¡oh si!

En la mente de Mails comenzó a sonar una alegre tonada que cantaba esos dos versos. Esto logró que el joven se sentara en su lugar, dejando su mochila sobre el piso de losa, y se quedara pensativo mirando a ningún punto en particular, hasta que el profesor de la primera clase entró en el aula, saludó respetuosamente a los alumnos y comenzó el pase de lista con voz monótona y maquinal.

—Aderetti…

—Presente —Mónica respondió a su apellido levantando la mano y de inmediato se giró para hablar con su amigo que seguía perdido en sus cavilaciones. —¿No has dormido bien?

—¿Porque lo dices? ¿Me veo muy mal? —respondió Mails con el rostro apoyando en sus manos cuyos codos se sostenían sobre la mesa que joven tenia enfrente.

—Un poquito —respondió la chica mirándolo compasiva.

—Dime la verdad, Moni. —pidió el joven.

—La verdad, te ves terrible.

—Si, eso supuse —respondió Mails estirándose y lanzando un bostezo enorme mientras el profesor seguía pasando lista.

—Álvarez…

—¿Pero sabes algo? En realidad me siento bien —continuó Mails.

—Álvarez…

—La verdad es que no he dormido mucho últimamente, pero me siento como si hubiese soñado muuuuucho tiempo… —concluyó el joven mientras que la voz del profesor repitió por tercera vez:

—¡Álvarez!

Y gracias a la mirada de Mónica fue que Mails cayó en la cuenta de que se estaban dirigiendo a él.

—¡Presente!

Un par de horas de clase después durante el primer descanso, los dos amigos caminaban hacia la cafetería. Si bien era cierto que Mails tenía pinta de no haber dormido, era obvio que su ánimo no estaba menguado en forma alguna, antes, parecía ser mucho más seguro de si mismo de lo que Moni había visto nunca:

—Y vieras como fue controversia lo de los ojos de DJ-Pon3 en los foros de discusión. Aquellos que tenían disponibles versiones de mas alta definición decían tener la verdad absoluta pero ni aun ellos se ponían de acuerdo entre si eran rojos o violetas y en que tono.

—Espera… —lo interrumpió la chica —¿de verdad se vieron los ojos de Vynil Scratch en un capitulo?

—Claro —respondió Mails —en el segundo de la Boda de Canterlot ¿Qué no lo viste?

—Si, un par de veces y no noté ese detalle ¿Cuántas docenas de veces lo viste tu?

—Solo una —dijo el muchacho sentándose frente una mesa y colocando encima el cuaderno de dibujos que llevaba siempre consigo —pero te digo. Causo mucho revuelo en Internet.

—¿Una vez o una docena? —quiso acotar Mónica, pero su amigo no la escuchó.

La mirada de Mails estaba fija en la entrada de la cafetería donde un trio de chicas hacia acto de presencia llamando la atención de varios de los presentes.

Y es que Europa y sus dos amigas eran del tipo de personas que llaman la atención a donde llegan, al grado de que parece que caminan en cámara lenta para que los demás puedan observar con detalle todo su glamour y estilo.

En realidad, era la propia Europa la que llamaba la atención, y aquel par de chicas (que todo el mundo conocía por ser amigas de Europa pero nadie recordaba en realidad sus nombres) eran parte de la faramalla que ella disfrutaba armando a su alrededor. No era la clásica chica fresa y deslumbrante, sino que había sabido, desde su adolescencia, sacar provecho a su estilo particular y peculiar belleza.

Al darse cuenta de que era a ella a quien su amigo miraba, Mónica se golpeo la frente con la palma de su mano diciendo en un gesto de molestia y hastío:

—Oh no, aquí vamos de nuevo.

Y no era para menos. Ella mejor que nadie había atestiguado en primera fila el desastre que había representado para su amigo Mails el darse cuenta de que Europa le gustaba. Más aun, había atestiguado el tremendo drama que había resultado el que el propio Mails le dijera a Europa que le gustaba.

Fue triste, lamentable, desastroso, sobre todo porque aquella chica tan "popular" tenia la mala costumbre de andar ilusionando a los chicos que sabía que gustaban de ella para aprovecharse en tanto le podían ser útiles, para luego desecharlos sin la menor sutileza o consideración.

Y pareciera que el corazón frágil e inocente de Mails sufrió especialmente aquel rechazo, creyendo que verdaderamente Europa le correspondía.

Curiosamente, la mirada de perrito abandonado que el joven moreno solía ostentar cada que veía caminar a Europa desde aquel desastroso rechazo, brilló por su ausencia en esta ocasión. En su lugar, un vistazo de indiferencia fue lo único que le lanzo el joven Mails antes de volver a concentrarse en su cuaderno.

Estaba dibujando. No era raro. El solía llevar papel y lápiz siempre consigo para entretenerse, pero esta vez, había tenido el cuidado de llevar con él seis lápices de colores y estaba haciendo un colorido dibujo en su cuaderno de bocetos.

—¡Es Rainbow Dash! —notó felizmente la pálida amiga del joven al ver el nada despreciable aunque sencillo dibujo.

—Así es. —respondió el muchacho mirándola feliz, y entonces Moni pensó que, a pesar del desvelo y el cansancio, no recordaba haber visto a su amigo tan feliz desde que aquella chica superficial lo desechara como un pañuelo sucio.

Y entonces, música:

Hay un lugar
en que el pasto es la cena.
¡Tanta emoción!
Debe haber algo en el agua.

Chicas de Equestria ¡Somos mágicas!
Trotamos hasta desfallecer
Nuestras marcas nos representan
¡Cascos arriba!

Mails sacó su celular y detuvo la música. Era una alarma que él solía poner en caso de quedarse dormido en clase para que lo despertara, pero que en esa ocasión se había olvidado de desactivarla.

El silencio se había vuelto generalizado y todas las personas en la cafetería miraban extrañados en dirección de la mesa de Mails y Moni, al grado que lograron incomodar bastante al joven.

—¿Qué pasa? —dijo él entonces hacia todos los presentes —¿Jamás habían escuchado un tono de celular de My Little Pony?

No hubo respuesta, sino hasta que la voz lejana de Europa se hizo escuchar, impersonal y con molestia:

—Ash, fenómenos.

Y la cafetería estalló en risas. Dado que el ambiente en el lugar ya no era tan agradable, Mails tomó su cuaderno y sus colores y salió del lugar con Moni yendo tras el.

—Vamos, no es para tanto. —lo quería convencer su amiga.

—Créeme, Moni, es para eso y más.

—¿Tan importante es lo que diga esa tipa?

—Lo que diga… ¿Quién? ¿Europa? —desconcertado respondió el joven —Lo que diga ella es lo de menos… ¿no lo ves, Moni? No es solo ella, es todo el mundo. ¿Tienes idea de cuantos bronis había en esa cafetería?

—¿Cuántos bronis?

—Exacto. Cuantos y cuantas reconocieron mi tono aun antes de que Pinkie comenzara a cantar. Cuantos y cuantas incluso la tarareaban. Cuantos y cuantas, no solo no se rieron de nosotros, sino que se encogieron en sus sillas sintiéndose amedrentados por la intolerancia del resto en la cafetería…

La chica lo miró asombrada. Por un momento había creído que toda su molestia y enojo se debía al comentario de una sola chica, cuando en realidad…

—Lo que me molesta es la actitud de todo el mundo. La intolerancia, el desprecio y el odio acerca de algo que no conocen. ¿Somos de verdad tan extraños, tan diferentes solo porque nos gusta ver una serie que se pensó, originalmente, para niñas? —continuó el chico, dirigiendo su mirada hacia el resto de los edificios del campus, desde la colina elevada en que se encontraba la cafetería.

—No lo se, pareciera que pasa en todas partes. Pareciera que los bronis debemos estar escondidos siempre para evitar ser discriminados por el resto… —dijo un tanto resignada la chica.

—Escondidos… —dijo él, y entonces le pareció que comenzaba a escuchar una animada tonada festiva —¿Por qué deberíamos seguir escondidos? ¿Acaso estamos avergonzados? ¿Tenemos algo que ocultar?

La música que Mails escuchaba comenzó a hacerse más notoria. Era una tonada sin letra, interpretada en guitarra, y el la conocía. Siguió hablando:

—¿Y si nos discriminan porque piensan que tenemos algo que esconder porque no saben aquello que nosotros conocemos? ¿Y si no nos escondiéramos más? ¿Qué pasaría si diéramos a conocer la Magia de la Amistad que hemos encontrado y que nos ha hecho tan felices? Tal vez… no solo sabrían que estamos orgullosos de como somos, tal vez se enterarían de que vale la pena darle una oportunidad a una caricatura para niñas si puede enseñarte lecciones sobre amistad, comprensión y tolerancia…

Y entonces Mails se calló. Volteo a un lado y se encontró con la fuente del sonido.

Sentado sobre el pasto frente a la cafetería, un muchacho que parecía de los de primeros semestres tocaba una guitarra, animado. Mails se acercó a él y reconociendo la tonada dijo:

—Es "Envolviendo el Invierno".

—¿Perdón? —respondió entonces el muchacho de la guitarra.

—Si, "Envolviendo el Invierno", Winter Wrap Up, la canción del onceavo episodio de la primera temporada de My Little Pony.

El joven músico sonrió asintiendo con la cabeza, contento de encontrarse con alguien que reconociera la canción que estaba interpretando.

—También les gusta Mi Pequeño Poni. —aseveró dejando a un lado la guitarra.

—Así es. Se diría que somos bronis, y tu, mi amigo, acabas de darme una interesante idea —respondió Mails mientras Moni sonreía.

—Mis bronis —respondió el músico, ofreciéndoles el puño para hacer el brohoof, el saludo de la comunidad broni, para luego presentarse —mi nombre es David.

—Yo soy Moni —dijo la chica.

—Mi nombre es… —añadió el chico haciendo un pausa, para luego añadir —puedes llamarme Mails.

David tomó su guitarra y siguió tocando la melodía de Winter Wrap Up, mientras Moni le preguntaba a su amigo:

—¿Cuántos y cuantas bronis había en la cafetería, Mails?

—Temo que no muchos. No deben de ser tantos en toda la Universidad… pero aunque sean unos cuantos… los encontraremos… nos reuniremos y le mostraremos al mundo la Magia de la Amistad… —concluyó el joven, que se había quedado muy pensativo.

Por un momento, cuando se presentó con David, estuvo a punto de decir que su nombre era Burning Spades.