Aun puede escuchar la frase rebotando en el silencio de la mañana, entre el silencio del fresco nuevo día, ese que se cierne sobre la ciudad que se encuentra más limpia que nunca después de la tormenta de la noche pasada.
—me gustan tus ojos mr. Demonio
La escena era curiosa, el celular pegado a la mejilla del rubio y los azules ojos fijos en el ser inhumano, abiertos hasta un punto doloroso, hipnotizándose mutuamente, en silencio el cielo golpeándose con un electrizante prado.
Parando el tiempo, de forma figurativa claro esta ya que un "Alfred" se escuchó fuerte y claro desde el aparato tecnológico que el humano pega contra su mejilla, haciéndole al instante desviar su total atención a este, sonriendo de manera automática como si la persona al otro lado de esa llamada le estuviera viendo.
De una manera tremendamente asquerosa, casi angelical al pequeño cuadrado de plástico, intenta ignorar las nauseas que le aquejan al instante.
Alfred—saboreo el ente en un murmullo la palabra—aelf y raed, aconsejado por elfos, que pagano.
Desglosa el nombre, saboreando el pagano significado como si de una golosina se tratara, aunque si se fijaba bien a simple vista el nombre no concordaba mucho con la forma humana de casi un metro ochenta que se erguía frente a él.
Su mirada verde eléctrico recorrió con descaro al joven que ajeno caminaba por los pies de esa cama, como ignorando el hecho de que fuera un ser sobre natural el que tenía frente a él y no un perrito perdido, un demonio, la maldad en forma física.
El cabello rubio le brillaba, y la sonrisa se le esparcía por la cara de manera fluida y si no fuera por su honor, el pelirrojo juraría que hubiera vomitado sobre sí mismo.
Y más asco sintió cuando el joven cortó la llamada y dejando el celular en cualquier parte dirigió de lleno ese fluido desborde de alegría y dientes blancos a él así como sus azules ojos, las dilatadas pupilas ajenas mostraban algo que no era miedo, era irritante.
Podía notarse la curiosidad, como cuando un niño pequeño ve por primera vez una oruga en el patio de su casa.
Y si ese chico de brillante cabello rubio y ojos azules era un niño curioso y el como una oruga silenciosa sobre un quebradizo tallo de rosa se había convertido en su objeto de observación, y eso le daba asco.
Definitivamente no eres humano—definitivamente el ser frente a él era el humano más perturbado que hubiese conocido nunca, no podía ser posible que dijera eso con tal sonrisa.
No había malicia, no había maldad, en su sonrisa solo había curiosidad y a su alrededor había un ligero aroma dulzón.
Era más que lo que podía soportar.
Un líquido negro, casi de igual consistencia que el petróleo y con un aroma a podrido lleno las sabanas que hasta el momento se mantenían de un blanco inmaculado, sus heridas empezaron a abrirse de nuevo pintando de rojo lo único que le cubría de la desnudes ante el esfuerzo realizado por su demoníaco cuerpo, podía sentir como con cada arcada perdía el control de sus extremidades entre oleadas de dolor y la vista se le nublaba mientras lentamente caía en una inconsciencia dolorosa, y aun entre el dolor pudo sentir algo fresco envolverle, una sensación fresca, como la llovizna de los campos en verano.
Hogar, resonó en su cabeza antes de caer seducido por la oscuridad de sus parpados.
Aunque mientras el pelirrojo se fundía en la inconsciencia el rubio no podía estar más histérico, mientras sostenía el lánguido cuerpo entre sus brazos el contacto directo de la demoníaca sangre contra una de sus manos estaba empezando a escocer y las sabanas manchadas de negro empezaban a corroerse, eran sorprendente las abismales diferencias entre el ser entre sus brazos y un simple humano herido y aun así en vez de sentir temor, el verle indefenso titiritando entre sus brazos solo podía sentir la necesidad de mantenerlo con vida.
Así que presionándolo contra su pecho y asegurándose de no lastimarlo mas se levantó con él en brazos yendo directo al baño, encendiendo la ducha con rapidez entrando junto con el inconsciente cuerpo a esta, el cabello se le pegaba a la cara, como toda su ropa que empapada se le cernía al cuerpo incómodamente, pero por lo menos el ardor de su mano contra la herida había desaparecido.
"cerro"
Se dijo en su mente con alivio y asombro al ver entre la corroída tela como la piel se pegaba lentamente dejando a las estiradas e improvisadas costuras regresar de nuevo a su lugar, mientras el ser relajaba su facciones y a pesar del agua helada sobre ambos, podía sentir cálido el cuerpo del pelirrojo.
Resbalando por la pared, hasta dar contra el piso, se dedicó a pensar concentrado en el despejado cielo pintado en el techo, ahora que haría.
Llamar a su hermano no era una opción.
Ir al hospital tampoco.
¿Abandonarlo a su suerte?
Bajo la mirada hacia abajo, guardando un gemido de asombro en su garganta, viendo con asombro como el rojo cabello se decoloraba hasta dejar un amarillo trigo limpio y lustroso y como la negra cola desaparecía lentamente retrayéndose así como los cuernos, dejando a un humano, un ser normal.
Uno con unas cejas bastante tupidas—soltó bajo, con cautela de no incomodar al ente—podrías pasar por uno si ignoramos eso y que posiblemente seas la causa de todos los males de la humanidad.
Suspiro por fin analizando fríamente las cosas, esto no está bien.
"No podemos juzgar la maldad ni la bondad sin conocerla Alfred, analiza ambas cosas antes de condenarlas, juzga el yin y el yang que envuelve la razón"
La voz dulce de un recuerdo marchito de su niñez aglomerándose en su cabeza, las palabras de una mujer de hermoso cabello castaño y ojos azules traspasando el tiempo y espacio, superponiéndose sobre el ruido de la ducha, aun no entendía sus palabras.
"mi pequeño tesoro divino"
Su madre, quien dejo el celibato para casarse con su padre, aun no entendía sus razones.
La mujer que les enseño a su hermano y a él todo lo que significaba la vida, el que ese recuerdo llegara en ese momento ¿era una señal?
Y tomándolo como tal, se irguió apagando la ducha con cuidado de no lastimar al ahora rubio, tomando una toalla envolviéndolo en esta para dejarlo cuidadosamente recostado en el cómodo diván junto a la ventana, quitando las sabanas con cuidado solo encontrando un gran agujero en el colchón.
Era nuevo—susurro con un ligero puchero en la cara, pero al instante resignándose en un suspiro, no valía la pena alterarse por algo tan insignificante teniendo encima todo lo que estaba sucediendo.
Así que tomando un par de prendas, nos mas haya de unos pantalones, ropa interior y camisa blanca se cambió con rapidez, buscando con la mirada nueva ropa para el otro rubio, no lo dejaría empapado.
Tomo una sudadera vieja y unos pants ajustables, una vez todo estuvo listo chico inconsciente en brazos vestido y seco como pudo tomo un juego de sabanas y una almohada para emprender su camino hacia la sala, tendrían que quedarse ahí.
Una vez ahí, acomodado el inquilino sobrenatural sobre un bien acomodado sofá que gracias a las sabanas y almohadas parecía una cómoda cama se permitió tirarse sobre el frió suelo de madera de la sala, suspirando lánguidamente hasta que su estómago decidió interrumpir su quietud.
No cocinare, pediré una pizza—se arrastró hasta el librero junto a la tele, buscando entre los cientos de comics y volúmenes de manga la guía telefónica—uh, aunque mejor pido dos.
Se decidió viendo al chico dormido en el sillón.
.
¿Dónde estoy?
Puede sentir como grilletes cubren sus tobillos y muñecas, sus ojos no ven nada, tapados tal vez o arrancados lo más seguro, porque el lacerante dolor sobre esa área no puede ser solo por una venda muy ajustada.
— ¿Por qué estoy aquí?
Susurra, su voz no da para más, duele, duele mucho ¿sus cuerdas vocales también fueron arrebatadas?
—ya no te perteneces.
—yo, quiero ir a casa.
Intenta estirar sus brazos, intenta moverse, intenta escapar, pero no puede moverse su cuerpo no responde y cuando lo hace, solo puede sentir dolor.
—tú no puedes volver ahí.
.
Son treinta dólares—escucha lejano abriendo sus verdes ojos, siendo cegado momentáneamente por la luz, mira a su alrededor, ya no está en la habitación, y puede sentir el movimiento del humano a un par de metros, no esta solo—gracias hasta luego.
Pero el otro se ha ido.
Se permite sentarse con cuidado, observando fijamente por donde el rubio entrara tatareando una canción, por lo que sus finos oídos pueden percibir.
Y con una sonrisa, puede intuir.
Hola Alfred—modulado y elegante sale de sus labios, los azules ojos están tan abiertos que de seguro duele, y mucho, una ladina sonrisa se extiende por su rostro viendo desaparecer en asombro la del otro—soy Arthur.
Y está satisfecho cuando las cuadradas cajas caen de las manos del humano entre balbuceos.
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Hey aquí kichan de nuevo, un gusto tenerlos de nuevo por aquí, espero que no estén muy desesperados por lo lento de la re edición pero creo que como irán notando ha habido muchos cambios ¡y ni que decir de la trama en general! Ha cambiado muchísimo.
Espero que sean pacientes, pero en cuanto pasen mis exámenes de admisión a la universidad esto se empezara a mover más rápido de nuevo.
Sin más, nos leemos pronto.