El saco de arena tembló por última vez antes de caer al suelo, ensuciando el parqué que recubría toda la sala, llena a su vez de aparatos tecnológicos que, según Stark le había dicho, ayudaban a ponerse en forma y hacer ejercicio.

A él no le gustaban para nada esos artilugios tan modernos, seguía sin acostumbrarse a las nuevas tecnologías, por lo que lo único que le pidió a su multimillonario anfitrión fue que le dejase traerse sus viejos sacos de boxeo.

Así era, Steve Rogers, más conocido como el Capitán América, había accedido a duras penas a vivir en la torre S.T.A.R.K. junto con el resto de los Vengadores; y aún no sabía si había sido una buena idea. Sobre todo porque no le hacía mucha gracia mudarse con el culpable de sus quebraderos de cabeza, Tony Stark.

Apartó a un lado el casi totalmente destrozado saco y lo reemplazó por uno en mejor estado, aunque casi ninguno de sus sacos podría decirse que estubiesen en buenas condiciones, dado que pasaba casi todas las horas del día allí encerrado, en el gimnasio, descargando la adrenalina acumulada.

Y él que pensaba, que finalizada la batalla contra Loki y los chitauri sus problemas habrían acabado, que se alejaría de él y que no volvería a tener aquellos pensamientos deshonrosos para un hombre hecho y derecho como lo era él... Pero no.

Y es que no había podido negarse a la petición de sus compañeros de vivir junto a ellos. Se intentó convencer a sí mismo con la excusa de que era por un bien común, que así los vengadores podrían reaccionar más rápidamente ante un ataque que si todos estuviesen dispersos, pero sabía que no había aceptado por eso.

Había aceptado por él, por el hombre de metal, por Anthony Stark. Para así poder estar más cerca de él, aun sabiendo que no tenía ninguna posibilidad.

La silenciosa pelirroja irrumpió en la oscura sala en la que Clint practicaba con su nuevo y potencialmente peligroso arco , rompiendo su concentración, cosa que solo la bella agente podía conseguir.

-¿Acaso te estás oxidando Barton? - el tono burlón de Natasha le hizo voltearse, dedicándole una sonrisa torcida.

-¿Acaso los halcones olvidan como volar? - el rubió se giró de nuevo, fijando su objetivo, el corazón de la silueta grabada en la lámina de pruebas, la cual colgaba a bastante distancia y disparó, acertando de lleno.

-Sorprendente. Necesito tu ayuda Clint. Steve lleva semanas encerrado en ese cuartucho sin salir apenas, y Furia me ha dado la orden de que lo saque de ahí, pero no me hace caso, es un cabezota...Y bueno, tú eres un hombre...

-Pensaba que nunca te darías cuenta de ello...Siempre pensé que me creías tu hermana gemela perdida...

-Sabes tan bien como yo que no pienso en tí exactamente como en un hermano, pero el caso es que quizá tu puedas convencer al capitán de que salga de su agujero.

¿Lo harás?

-Me debes una, pelirroja. -el rubio guardó su querido artefacto en un maletín, guardándolo a su vez en un armario empotrado en la pared, a salvo de cualquier inepto que quisiese tocar a su nena, como el llamaba a su preciado arco.

-Te lo recompensaré esta noche. Vamos, ve. -pasó su delicada pero mortífera mano por la nuca y hombros del hombre, el cual reprimió un escalofrío. No entendía aún como aquella mujer era capaz de dominarle a su antojo, pero le daba igual, le ponía a cien que ella cogiese las riendas, pero nunca lo admitiría.

Salieron de la habitación, ambos por caminos separados, Clint en dirección al gimnasio, en busca del capitán.

Le costó poco llegar al lugar, un par de minutos únicamente. Llamó ala puerta metálica, un par de toques con los nudillos, esperando a que le abriese.

-¿Quien es?- la voz del capitán resonó dentro de la habitación.

-Barton, quiero hablar contigo, a ser posible cara a cara, para hablar con un cacho de metal ya tengo a Stark.

La puerta se abrió, mostrando a un sudoroso pero sonriente Steve al otro lado.

-Hay que admitir que esa ha sido buena, soldado.

Clint se adentró en la sala, la cual estaba llena de sacos de boxeo rotos, vendajes usados y demás porquerías rodando por el suelo. No le sorprendería en absoluto encontrarse alguna rata por ahí.

-Tio, te has vuelto un guarro. -murmuró Clint, arrugando la nariz en un gracioso mohín.

-Lo siento, he estado entrenando, y no me di cuenta...-se disculpó el más alto de los dos, apartando los restos de un saco con el pie, intentando limpiar un poco el camino.

-Deja, deja, ya recojeras luego, te invito a tomar algo, que hace tiempo que no sales de aquí, macho, que vas a acabar creando un maldito ecosistema a partir de roña en aquel rincón de ahí...

-Perdón...-se volvió a disculpar, con la expresión de un crío cuando su padre le regaña por haber roto el jarrón del pasillo.

-Nah, total, la "casa" es de robocop, no mía.

-¿Robocop? ¿Pero no era de Stark?- Steve le miró contrariado, haciendo reir al otro rubio.

-Dejémoslo. Anda, ve a ducharte, te espero en media hora en el salón central, ¿vale?- propuso Barton, saliendo por la puerta de la sala.

-Bien, nos vemos.- el rubio Capitán salió de allí, en dirección a las duchas, rezando por que aquella noche no se encontrase con su apuesto anfitrión, el cual acababa de verle entrar a la habitación de las duchas sin que el rubio le viese.

El moreno sonrió, por fin podría hablar con su Capi, y no tendría ningún sitio donde esconderse de él.

~Fin del primer capitulo :3 Espero que les haya gustado (: ~