N/A: mi agradecimiento nuevamente a la verdadera autora de The Hunger Games, si solo has visto las películas, por favor lee los libros. Aquí veréis escenas originales entremezcladas con el fic. Espero mantener correctamente la coherencia. Gracias por leer, os dejo con el final de la mini-historia. Por cierto, os sugiero una canción para el final, quizá a vosotros no os cuadre, a mi me gustó escucharla después de escribirlo... se llama "Meet me Halfway" de Kenny Loggins.

Capítulo 4

Katniss se encuentra tumbada en la cama de Peeta, al día siguiente tomarán el tren que les llevará por todo Panem en la Gira de la Victoria. Esa noche, ambos fueron a la casa de Peeta, él ha recogido leña y enciende las estufas.

La casa de Peeta es acogedora, tiene un olor dulce, proveniente de la panadería. Está bastante ordenada y cuidada, Katniss se pregunta si será Peeta quien la mantiene así, pero en realidad es que él ha pasado el día ordenándola y limpiándola para ella.

Aunque ella no quiere dormirse, después de desvestirse y ponerse su pijama, el sueño va venciéndola, y mientras cae en él de lleno recuerda la amenaza de Snow, y le parece casi irónico pensar en el extraño giro de los acontecimientos, quizá, no tenga que esforzarse demasiado en convencer al presidente.

Cuando él llega a la habitación y la ve tumbada en su cama, entre sus mantas, aumenta su libido, ya bastante alta solamente pensando en ella. Sin embargo, se da una ducha caliente, se desviste, y se limita a tumbarse a su lado, sin intención de despertarla para consumir su deseo. La abraza por detrás, y se sorprende cuando ella toma su mano y la conduce a su piel, invitándole a tocarla. Él lo hace, aunque ella parece incitarlo en sueños. Katniss hace insinuantes ruidos como respuesta a su tacto, él solo se limita a tocar sutilmente sus senos, y eso como cabía esperar, tiene consecuencias directas en su excitación. Ante lo que parece un melodioso reclamo de ella, él se atreve a adentrarse en su ropa interior y acariciarla íntimamente, observa como Katniss se encoge y suspira. Ella se encuentra medio dormida, como si aquello ocurriera en un punto a camino entre el sueño y la vigilia que, curiosamente, la excita de una manera intensa y especial. Su mente, lejana y semi-inconsciente, solo es capaz de mantenerse despierta para recibir placer entre las manos de él. Aunque le encanta como sus dedos suaves la presionan y estimulan, en aquel estado claramente más desinhibido que la conciencia, se atreve a conducir los dedos de él con descaro, a insinuar caricias aún más placenteras. Él se da cuenta, y entonces la susurra al oído: enséñame, deseando saber la forma más idónea de acariciarla, y así lo hace Katniss, y él aprende rápido.

Mientras la toca la besa el cuello, y aunque ha intentado por todos los medios no hacerlo, lo hace, la dice cuanto la quiere, y ella, que no puede sentir ningún temor en ese estado, siente una alegría nueva al escuchar sus palabras, un confort que sería imposible sentir ante la manifestación del amor de él, si estuviera completamente despierta: quiero sentirte susurra, y Peeta siente un escalofrío sabiendo a qué se refiere aquello.

La desnuda lentamente, y se desnuda a sí mismo, ella no se da la vuelta, así que él continua abrazándola por detrás. Sigue repartiendo besos húmedos por su cuello, continúa por su espalda, y cuando ella gira un poco la cabeza buscando sus labios él la besa, y se recrea en el amor que la profesa, degustando sin prisa los momentos previos a su unión.

Abrazados de esta forma, él la rodea la cintura con el brazo, para atraerla hacia su cuerpo, y poco a poco, sin ninguna brusquedad, entra en su interior, ahogando un gemido en su melena.

Se queda quieto, mientras la acaricia el abdomen, y experimenta la protección del interior de ella. Es un sentimiento hermoso, la perfección con la que encajan, la forma en que alguien que siempre le había parecido inaccesible, fuera de sus posibilidades, alguien tan amado como ella, confía plenamente en él y le deja entrar a lo más recóndito de su cuerpo y, quizá, a lo más recóndito de su alma.

Aquella felicidad perfecta, aquel sentimiento único de no estar solo, de no poder estarlo en esa circunstancia, le embarga, y le hace feliz.

Aunque en aquella postura le resulta complicado abrazarla y moverse en su interior al mismo tiempo, ninguno de los dos tiene dificultades para llegar al orgasmo. Ella se siente eclipsada por la combinación de su tacto tanto fuera como dentro de su cuerpo, y él, como en anteriores ocasiones, se derrama ante la presión que ejercen los espasmos de ella. Y entre suspiros, ella acaba de entregarse al sueño, y él cae en la inconsciencia sin preámbulos.

Antes de que despunte el sol Katniss se despierta emitiendo un espeluznante alarido. A pesar de la paz con la que concilió el sueño, en sus pesadillas volvía a la arena, corría buscando a Peeta pero Cato lo tenía agarrado del cuello y lo degollaba delante de sus ojos.

-Tranquila, estás a salvo- la dice Peeta, abrazando su cuerpo desnudo, ella se da la vuelta y le abraza, él la arropa bien con las mantas y la estrecha contra su pecho. Es la primera vez que en sus pesadillas alguien asesina a Peeta, antes de eso, era ella quién corría peligro, o Prim, o sencillamente volvía a ver morir a Rue, pero Peeta simplemente no aparecía.

-Me alegro de que estés vivo- musita, sin pensarlo. Peeta frunce el ceño.

-¿Has soñado que moría?- Katniss se refugia en su cuello, evitando que él pueda verla la cara. Peeta no insiste.

Ambos se quedan abrazados sin volver a conciliar el sueño, sencillamente envueltos uno en el calor de otro.

-En la Gira no podremos hacer esto- dice Katniss, pensando que dormirán en compartimento diferentes, y que sería realmente extraño compartir cama allí, ya que se enterarían todos. Aunque, ¿no sería razonable ya que se supone que son pareja?

-¿Por qué no?- inquiere Peeta, aunque él también piensa que podría ser bochornoso.

-Supongo que sería muy descarado- Peeta suspira.

-Lo echaré mucho de menos- Katniss mira por la ventana, el cielo empieza a teñirse de violeta, algunas estrellas todavía siguen brillando haciendo un contraste curioso con aquella tonalidad. Hacía mucho tiempo que no veía el amanecer.

-Al menos, podríamos despedirnos- musita ella, y entonces cambia la visión del cielo por el bello azul de los ojos de Peeta, enmarcados por sus rubias y largas pestañas.

Se miran unos instantes, y solo eso les lleva de nuevo a aquel estado de entrega. Se besan los labios largamente, y en medio de aquel beso ella se incorpora sobre él y sencillamente se acopla a su cuerpo, con ligereza, con dedicación. Sus ojos coinciden y se miran como si jugaran, y perdiera el que apartara la vista. Katniss apoya la frente en la de él sin dejar de moverse, una de sus manos le toma la mejilla con dulzura, la otra entrelaza los dedos de Peeta con los suyos. Y ella solo se mueve, como una ola, como una brisa, como un pájaro en libertad sobrevolando el más hermoso de los bosques. Se mece sobre él y se siente como una melodía perfecta que lo repara todo en ambos, que les devuelve a la vida como nuevos.

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Ve a Peeta a lo lejos, él se apoya en una muleta, seguramente porque moverse en la nieve no es algo que maneje bien con su pierna artificial. Corre hacia a él, se arroja en sus brazos, él la da una vuelta en el aire y pierde la estabilidad, cayendo al suelo y ella sobre él. No la cuesta nada poner la mejor de sus sonrisas, él quiere pensar que ella no exagera cuando parece alegre de caer en sus brazos.

Ha nevado durante toda la noche, la primera nevada del año, y sí, es feliz disfrutando la nieve en brazos de Peeta, aunque las cámaras les estén grabando.

El beso está lleno de pelo, nieve y pintalabios, pero debajo de todo eso siente la calidez y la seguridad de Peeta y siente toda la intimidad que han ganado en las noches compartidas. Y siente el deseo dormido, satisfecho, saciado en él, y sabe que despertará de nuevo, que quizá no pueda resistirlo y en la noche, en el tren, vaya a buscarlo. No por nada lleva en el bolsillo las píldoras abandonadas de su madre.

Tras la toma de exteriores Peeta y Katniss proceden a las despedidas en la estación. Katniss besa y abraza a Prim y la coloca la blusa por dentro del pantalón, como siempre. Su madre la estrecha entre sus brazos y sus nuevos primos también la abrazan, salvo Gale, que mira a otro lado distraído, con las manos en los bolsillos. Katniss no se da cuenta de que ese otro lado es dónde se encuentra Peeta. Gale no puede evitar mirarlo masoquistamente, como si fuera a encontrar en su silueta la razón por la que Katniss se acuesta con él; Peeta sin embargo se gira a mirar para localizar a Katniss, su despedida finaliza pronto, y por ello espera a que ella acabe para ir juntos al tren; cuando se encuentra con la mirada gris y penetrante de Gale, siente como si él le lanzara una flecha de odio; ante aquella incómoda situación Peeta se pierde dentro del tren y decide que ya la verá dentro. Gale entonces se siente más cómodo, fuera de la vigilancia del hijo del panadero, y solo entonces abraza a Katniss y se despide de ella con un escueto "cuídate". Aunque a Katniss le duele la poco emotividad de su amigo, intenta no sentirse culpable, ha pasado todos esos meses yendo a cazar por él, porque el orgullo de él no le permitía coger el dinero de ella, así que no tiene ninguna deuda con su amigo.

En el tren, Peeta la recibe con una sonrisa, y el tren se pone en marcha, y nota los nervios ascender por su estomago, igual que los nota Peeta, al tener que enfrentarse a las familias de aquellos que murieron en la arena.

Cenan manjares deliciosos, aunque ninguno de los dos puede disfrutarlos plenamente. Katniss aprovecha una parada del tren para repostar, y con sutiles indirectas dirige a Haymitch fuera para contarle lo acontecido con Snow, él le dice claramente que su destino será el mismo todos los años, y ella comprende que quiere decir eso: deberá casarse con Peeta, al menos ahora la noche de bodas ya no tendrá ningún misterio.

Tras la cena, ambos se ponen sus pijamas y sus mullidas batas. Todos se van a dormir. Peeta está sentado en el borde de su cama, vacilante, Katniss se tumba con desgana, temiendo cerrar los ojos.

Al día siguiente Katniss monta en cólera en la cena ante los comentarios superficiales de Effie, y huye despavorida aprovechando otra parada de reposte para salir fuera, aunque espera que haga frío y haya nieve, ya están en el Distrito 11, y por lo tanto, hace un clima cálido y un sol radiante. Se sienta en el suelo, derrotada, y escucha como alguien llega por detrás, supone que es Haymitch para reñirla.

-No estoy de humor para sermones- gruñe, Peeta se acerca a ella con dulzura.

-Trataré de ser breve.

-Pensé que eras Haymitch- dice ella, y su gesto cambia totalmente- me alegro de que seas tú.

-Lo cierto es que Effie es difícilmente soportable, solo dijiste algo que todos estábamos pensando- Peeta se siente satisfecho cuando las comisuras de los bonitos labios de ella se tornan en una levísima sonrisa- Y bien, ¿qué es lo que va mal?- Katniss juguetea con una manojo de hierbas a sus pies, no puede decírselo- bien, empecemos por algo más sencillo, es extraño que hayan pasado tantas cosas entre nosotros y ni siquiera sepa cuál es tu color favorito- aquella sonrisa incipiente se convierte en una sonrisa real.

-Verde- musita -¿y el tuyo?

-Naranja, pero no un naranja estridente, es más como el de una puesta de sol- él también sonríe, sentado a su lado, se inclina un poco hacia su cara sin tan siquiera darse cuenta- ¿tu animal preferido?- ella se encoge de hombros- un animal que no atravesarías con una flecha- ríe él, ella frunce el ceño pero también encuentra la pregunta graciosa.

-Nunca me lo había planteado- él la toma la mano y ella entrelaza sus dedos con los de él y se permite darle un pequeño beso- ¿tú sí?

-Una vez vi en un libro de la escuela un animal precioso, ¿te acuerdas cuando estudiábamos la fauna de los distritos?- Katniss asiente.

-Vagamente.

-En el Distrito 4 hablaban de delfines- entonces una imagen clara llega a la mente de ella, una ilustración de unos delfines saltando por encima de las olas- puede ser ese.

-Podría ser el mío también.

Pasan un tiempo charlando, haciéndose preguntas, y riendo con las respuestas y Katniss se siente cada vez mejor, y también él.

-Es bueno que podamos ser algo más que actores para los juegos o…- murmura Peeta- cualquier otra cosa. Me gustaría que también fuéramos amigos, que pudiéramos contarnos lo que pensamos- él expresa su deseo con temor, ya que cree que ese es terreno de Gale, quizá él solo sea el chico de Los Juegos, con el que se puede tener sexo y posar ante las cámaras, pero que no merezca la confesión de sus pensamientos. Las milésimas de segundo que Katniss tarda en contestar parecen horas.

-Vale

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Peeta lleva a Katniss a ver sus cuadros, después de que ella se disculpe con Effie. Aunque los cuadros le parecen magistrales también dice que son horribles por las escenas que retrata, todo se basa en Los Juegos. Peeta toma nota mental de ello para pintar otras cosas que puedan agradarla en lugar de aterrorizarla. Tras verlos van al último vagón del tren, que está al aire libre, y contemplan los extensos campos del Distrito once, un paisaje muy distinto de su distrito. Effie les interrumpe para que vayan a prepararse para la visita.

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Los acontecimiento en el once no podrían haberse desarrollado de peor forma. Tanto Peeta como Katniss se saltan el guión. Él para hacer un ofrecimiento económico, ella para reconocer con emotividad sus sentimientos hacia Rue y su familia. Un anciano canta la canción de cuatro notas de Rue y la cosa acaba con los ciudadanos del once elevando sus manos con los dedos meñique y pulgar tocándose; acto seguido se produce una dura represión que Katniss ve por accidente.

Haymitch entiende que debe hablar con ambos, que Peeta debe de estar informado porque aquella descoordinación entre ellos es peligrosa, entonces Katniss se ve obligado a contarle todo a Peeta, incluyendo la charlas conSnow y el beso de Gale, aunque Peeta monta en cólera, más tarde, en el baile de inauguración de La Gira, mientras bajan las escaleras cogidos de la mano, él se disculpa. Curiosamente, ante todo aquello, Peeta solo tiene una pregunta.

-¿De verdad fue esa la única vez que besaste a Gale?- con todas las cosas que habían pasado ese día, a Katniss le sorprende que le esté reconcomiendo esa pregunta.

-En realidad, después volvió a hacerlo, fue el día que fui al bosque a hablar con él- Peeta asiente, le gustaría saber que ocurrió allí, pero no pregunta, especialmente porque mientras hablan acaban de bajar las escaleras para ser engullidos por los invitados, que les acosan a preguntas, felicitaciones y todo tipo de comentarios.

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A pesar de las pastillas que Effie le da a Katniss para que consiga dormir, las pesadillas le atormentan, y la medicación solo consigue sumirla en un aturdimiento del que no puede salir. Una noche Peeta, que deambula por el tren a causa del insomnio, la escucha gritar, y consigue despertarla. Entra en su cama y la rodea con sus brazos, mientras la calma. Entonces Katniss deja de tomar las pastillas, y entiende que, aunque aquello se volverá objeto de cotilleo, es a él a quién necesita para poder dormir.

Aquella noche no ocurre nada, pero como cabía esperar sí pasa las siguientes. Ambos se estrechan y comparten su calor, como hacían en la cueva, solo que ahora es más que eso, comparten la intimidad de su ser. Se funden en uno y se otorgan el único placer completo de sus vidas. Solo así Katniss consigue que desaparezcan los horribles surcos bajo sus ojos, y Peeta logra no aparecer agotado y derrotado ante las cámaras.

La Gira de la Victoria resulta un fracaso en términos de evitar la revolución, pero unidos en la noche, en la nebulosa de perfección que emiten sus caricias, sus besos y su íntimo contacto, pueden olvidarlo, insuflar algo de vida en sus corazones y sobrevivir enteros para luchar por un nuevo día.

N/A: gracias por vuestros comentarios, he recibido mucho más seguimiento del que esperaba. Tengo ideas para continuar con esto en otro fic breve, pero de momento el tema que da título a esta historia creo que merece un "completo". Gracias por leer, espero que os haya gustado.