Capítulo 1
Los Juegos del Hambre acabaron dejando dos ganadores que nunca antes habían sido vecinos, hasta ahora. Ahora Katniss y Peeta viven en la Aldea de los vencedores, y tratan de llevar una vida tranquila, sin embargo, la represión en los Distritos les hace la tarea difícil.
Después de la dolorosa experiencia en la arena, tanto Peeta como Katniss se sienten extraños en compañía, y a veces van a pasar la noche solos, a sus antiguos hogares. Una de las noches que Peeta escapa para ir a su casa de la zona comercial se encuentra con que Katniss está haciendo lo mismo.
-Hola- le saluda Peeta en un susurro, hace mucho tiempo que no habla con Katniss, y aunque estaba enfadado con ella por no haber sido del todo sincera con su romance en Los Juegos, no puede resistir dirigirle de nuevo la palabra.
-Hola- contesta Katniss, sorprendida de que él no la ignore por completo- ¿Dónde vas?- inquiere, frotándose las manos enfundadas en sus gruesos guantes.
-A mi casa- contesta Peeta sin vacilar- no puedo dormir y quiero estar solo.
-Yo tampoco puedo dormir, y cuando lo hago despierto a todos con mis gritos- Katniss le mira fijamente, entonces Peeta se para de súbito.
-Te he echado de menos- dice él, de repente.
-Lo siento mucho, siento que las cosas no fueran como parecían…-contesta ella, Peeta la toma la mano.
-Al menos podríamos ser amigos- ella le estrecha la mano desnuda y asiente, y caminan así hasta que el camino se bifurca. Entonces Peeta ve el humo de las chimeneas a lo lejos. –Oh vaya- musita.
-¿Qué ocurre?- inquiere Katniss
-He olvidado que no tengo leña, me voy a congelar
-No te preocupes, yo tengo de sobra, puedo prestarte si quieres- Peeta asiente y ambos se dirigen a la Veta.
Él siempre ha sabido donde vivía la familia Everdeen, pero por supuesto, no conocía su casa. Cuando entra encuentra una casita bastante hospitalaria, aunque de aspecto desvencijado.
-¿Tienes prisa?- dice Katniss, que empieza a preparar la chimenea, Peeta niega con la cabeza.
-No tengo ninguna prisa en pasar la noche en vela
-En ese caso puedes quedarte un rato mientras enciendo la chimenea- dice Katniss amablemente.
-Solo si me dejas ayudarte- Katniss sonríe y asiente y entre los dos encienden las maderas, y se sientan en la alfombra frente al fuego. Peeta se despereza.- Ah… es fabuloso, nuestras nuevas casas se calientan con radiadores, es verdad que cuesta menos encender un radiador que una chimenea, pero no hay nada mejor para calentarse que el fuego- Katniss asiente.
-Además… es tan hipnotizador…- ambos miran fijamente las llamas dejándose llevar por sus colores, por su chisporroteo, por la forma en que consume la madera.
-La chica en llamas…- musita Peeta, y mira a Katniss de soslayo, ella resopla con alivio.
-Ojalá todo eso hubiera pasado.
-Pero no es así- Katniss acerca las manos al fuego y su expresión se torna en tristeza.
-No sé cómo hacer para apagar este fuego- musita ella, y le mira con los ojos brillantes, grises como el humo, y Peeta tiene que ejercer un gran autocontrol para no mirar sus labios. Sin embargo, de manera instintiva, se ha acercado a ella poco a poco, y Katniss no se ha retirado.
-Deja que lo prenda todo- susurra, a una distancia casi inexistente de su boca. Katniss cubre aquel espacio que queda entre ellos y entonces se besan.
Quizá es la falta de sueño de ambos, que llevan días sin apenas dormir, o quizá es otra cosa. Pero sea como sea sus bocas se buscan una y otra vez para llenar de contenido todos esos besos que tirarán frente a las cámaras en el tour de al Victoria. Katniss abraza con fuerza a Peeta y él hunde su cabeza en el pelo de ella.
-¿Qué vamos a hacer ahora, Peeta?- inquiere, él la besa con timidez el cuello.
-No lo sé- la coge el rostro entre las manos, buscando algo en sus ojos, Katniss deja que el azul de los iris de Peeta la serene, la lleve a un mundo aparte, donde no existe Gale, ni su familia, ni la revolución, ni la represión- dime que no todo fue mentira.
-No todo fue mentira- dice Katniss, Peeta la besa con pasión y siente como su ropa de abrigo cada vez tiene menos sentido. Trata de desabrocharse el abrigo sin dejar de besarla, pero la cremallera se atasca. Katniss lleva sus dedos a la cremallera y retira los de él, desabrocha con eficiencia su abrigo y lo aparta. Para sorpresa de Peeta ella hunde sus manos bajo su jersey y lo saca por su cabeza, dejándole el pelo rubio revuelto. –También te sobraba ¿no?- pregunta Katniss con timidez.
-Sigo teniendo calor- dice él, armándose de valor, y para su deleite Katniss también retira su camiseta interior dejando su torso desnudo. Ella no quiere pensar, solo quiere responder a una súbita apetencia, en medio de tanto caos. Entonces Peeta lleva sus manos indecisamente al abrigo de ella y se lo quita, después desabrocha poco a poco su chaqueta, quedando bajo ella una camiseta de tirantes, fina, que por la forma en que marca los pechos de ella evidencia que no lleva nada debajo. Peeta siente un escalofrío. Deja cuidadosamente la chaqueta a un lado y estrecha el torso de Katniss contra el suyo.
Katniss revuelve el pelo de él con sus manos, mientras le besa profundamente. Le empuja y le tumba sobre la alfombra, y entonces apoya la cabeza en su pecho, como hacía en la cueva.
-¿Qué estamos haciendo?- musita Katniss
-No lo sé, pero me gusta- ella cierra los ojos y escucha los latidos acelerados del corazón de Peeta, nota su fuerza y su calidez bajo su oído, y siente la necesidad de encontrarse de una forma más íntima, más unida, más intensa, con él. No sabe por qué le ocurre, pero siente el imperante deseo de unirse a él, siente que así no se sentirá tan sola, porque la única persona que puede comprender la clase de mundo en el que vive tras Los juegos, la clase de pesadilla que se ha instalado en su mente y en su corazón, es él.
-A mí también me gusta- Katniss se incorpora un poco y besa el torso desnudo de él, y su abdomen, besa de nuevo sus labios, y sus mejillas, y su frente. Él lleva su manos bajo la fina camiseta de Katniss, pero no se atreve a moverlas, entonces ella se recuesta en la alfombra, boca arriba, dándole a entender que acepta sus caricias, y cierra los ojos. Siente que todo lo que necesitaba para sentirse mejor era que el tacto de Peeta recorriera su cuerpo y provocara todas esas sensaciones que vacian de preocupaciones su mente y la llenaban de placer. Peeta se atreve a retirar la camiseta de Katniss, ella eleva los brazos para facilitarle la tarea, y él se maravilla de su suave piel aceitunada, de su vientre liso y de sus pequeños senos.
Los labios de él viajan por toda la piel de ella, sin dejar un centímetro sin besar, sin humedecer, sin erizar. Sus dedos trémulos, que nunca antes habían acariciado ningún cuerpo más que el propio, se deslizan con inseguridad por la cintura de ella, por su abdomen y por sus brazos extendidos. Katniss tiene los ojos cerrados, de vez en cuando emite un suspiro.
-¿Estás bien?- la pregunta, mientras besa su clavícula, ella entreabre los ojos y su expresión hace que él se excite más, y asiente. Él da un pequeño mordisco cerca de su oreja sin hacer apenas presión entre sus dientes. -¿Te gusta?- inquiere, Katniss sonríe.
-Me gusta- no pasa desapercibido para ella la inseguridad de él. -¿Has hecho esto alguna vez?- le pregunta, un poco intimidada también, Peeta niega con la cabeza con una expresión entre asustada y emocionada.
-No, pero… siempre he querido que fuera contigo- Katniss le coge el rostro y le da un pequeño beso.
-Está bien- musita, ya que no puede contestar que ella también había pensado en él de esta forma, porque nunca había pensado en sexo con nadie. –Yo tampoco tengo ninguna experiencia.
-¿Estas asustada?- dice él, jugueteando con sus dedos en el vientre de ella, Katniss niega con la cabeza.
-¿Y tú?- Peeta sonríe.
-Un poco, soy un cobarde- susurra, y Katniss vuelve a invertir la posición y desabrocha el pantalón de Peeta, después se levanta.
-Espera un momento- Peeta asiente.
-¿A dónde vas?- pregunta, mientras Katniss sube las escaleras a la habitación de su madre, abre un cajón y busca aquellas pastillas, esas que su madre se tomaba para no tener más hijos, sabe que hacen efecto de inmediato porque ha leído el prospecto. Siempre se preguntó cómo su madre podía haber conseguido algo tan caro y tan eficaz. Coge un vaso de agua y vuelve al salón temblando de frío, ya que la planta de arriba estaba helada, y Peeta la envuelve en sus brazos. Ella le enseña la pequeña pastillita. –Entiendo…- musita él. Katniss se la toma delante de él, deja el vaso lejos de ellos y vuelve a su regazo. Él la acuna y la besa mientras trata de desabrochar su pantalón.
-Vaya- dice Katniss con una leve sonrisa -¿te has vuelto más valiente en estos segundos de ausencia?- Peeta ríe.
-Un poco…
-Primero tú- dice ella, no tan segura de no tener miedo, y él se deshace de sus pantalones, quedando en ropa interior, y ella hace lo mismo con los suyos.
Peeta atrae a Katniss para que se siente sobre él, y ambos se abrazan sentados sobre la alfombra. Cuando Katniss se ata a él con sus piernas, rodeándole la cintura, él se estremece al comprender que es la ropa interior la única barrera a su unión total, y tiembla de placer solo con el roce que se produce entre ellos.
Él besa sus senos mientras la acaricia la espalda, y ella le agarra la nuca con nerviosismo. Pasan un largo rato alejándose del mundo, del estrés de sus vidas, de todos sus fantasmas y problemas, entre excitantes e inexpertas caricias, trémulos besos y tímidas miradas. Finalmente Katniss vuelve a situar a Peeta bajo ella, su trenza cae rozando y cosquilleando el torso desnudo de él. Le mira un largo minuto, indecisa, y entonces retira la ropa interior de Peeta, dejándole totalmente desnudo. Su respiración se altera, siente el rubor y el calor combustionando sus rostros, su cuerpo, y aquella zona que había permanecido tanto tiempo dormida.
-Te quiero- dice él, Katniss se echa un poco atrás, como si aquello la hubiera asustado- continúa, por favor, no es necesario que sientas lo mismo por mí, solo necesitaba decirlo. ¿Me lo concedes?
-Sí- dice ella, por toda respuesta, y nota como los dedos de él se deshacen de su ropa interior y ella también queda desnuda. El posa una de sus manos en su cadera, y otra en su glúteo.
-Ahora tengo más miedo- dice Peeta
-Yo también- musita ella, que no sabe qué debe sentirse la primera vez, si será fácil o difícil, si todo fluirá con naturalidad o si habrá algún obstáculo.
Se sitúa sobre él de la forma necesaria para poder fundirse en uno. Nota una intensa pulsión que marca necesariamente el camino para abrazar a Peeta de la forma más intensa y total en que una mujer puede abrazar a un hombre. Cuando deja caer su cuerpo levemente para que eso ocurra nota una cierta resistencia que la hace parar, pero a pesar de ello ella puede sentir que un trémulo Peeta se ha adentrado parcialmente en su cuerpo. La visión de su compañero rascando la alfombra con las uñas mientras emite un profundo gruñido la excita aún más.
-Bésame- le pide, pues sabe que eso conseguiría relajarla incluso en medio de un tornado, y Peeta obedece y la besa tiernamente, ella se deja caer sintiendo como recibe en la calidez de su interior a aquella persona tan especial en su vida, mientras acoge a Peeta en su intimidad, él se tensa, respira entrecortadamente y emite excitantes sonidos cada vez que ella baja un milímetro más su cuerpo. Finalmente, ya no es posible acogerle con más profundidad.
Ella siente una ligera molestia, un ligero dolor, pero es soportable, sin embargo, debe de notarse en su expresión porque Peeta la mira asustado.
-No me moveré- Katniss sonríe.
-Eso es solo porque no te atreves- Peeta se ríe.
-¿Qué sientes?- ella duda.
-Calor- él sonríe y enmarca su cara con sus manos, después las desliza hasta sus hombros, después por sus pechos, arrancando un temblor en su cuerpo, y finalmente agarra su cintura, que se mece cuando Katniss comienza a moverse suave y cautelosamente sobre él.
Al principio, ella solo siente una extraña presión, pero la excitación abre paso al placer, y después de varios minutos de movimiento toda molestia desaparece, dejando en su lugar un raudal de sensaciones que se resumen en esa corriente intensa, en esa pulsación excitante, a ese placer exponencial que no la deja pensar en nada, que solo la permite sentir.
Los sonidos de Peeta bajo ella solo incrementan su pasión, su pérdida de cordura, el vigor de sus movimientos. Peeta parece estar en el mismo estado de enajenación que ella, ella lo puede ver cuando entre abre los ojos, y aquella imagen dispara olas de placer en su vientre, sin embargo, él tal como prometió no se mueve ni un ápice. A cada movimiento, a cada dulce embestida de Katniss, él emite un nuevo y único gruñido, en ocasiones, se muerde el labio como si verdaderamente sufriera.
-Oh… para por favor- Katniss frunce el ceño.
-¿Qué pare?- dice, extrañada- entonces él la mira, sus preciosas y largas pestañas a penas se separan para dejar que asome el azul de sus ojos.
-Es demasiado bueno- Katniss se mueve lentamente un poquito más, sin dejar de mirarle.
-¿Y qué puede tener eso de malo?- Peeta ríe.
-Todo- ella quiere seguir meciéndose, le resulta altamente adictiva aquella nueva sensación, sin embargo él la impide el movimiento atrapando su cintura con facilidad entre sus amplias y suaves manos. –la virginidad tiene sus desventajas, para mí también. Nunca había sentido esto, siento que no voy a poder contenerme si sigues moviéndote así.
-Oh…- musita Kaniss –lo siento, ¿y qué quieres que haga?- pregunta, altamente confundida.
-Confía en mí- dice Peeta, y la acomoda sin esfuerzo sobre la alfombra, boca arriba. Entonces la besa sin romper su unión, aunque poco a poco abandona el acogedor interior de Katniss y se levanta. Katniss se queja y le observa con desesperación. Él vuelve con un cojín y acomoda la cabeza de Katniss en él. Coge dulcemente la trenza entre sus dedos y la deja cuidadosamente a un lado del rostro de ella.
Entonces acaricia sus piernas, sube las manos por sus pantorrillas, por sus muslos y por sus glúteos, mientras juega con su boca en su vientre. Se tumba cuidadosamente al lado de Katniss, y aunque no sabe porque lo hace, su instinto le lleva a acariciar la zona más desconocida de ella, llevando sus dedos entre sus piernas; su tacto cálido y húmedo hace que apenas pueda contener el impulso de volver a entrar en su cuerpo. Observa sus reacciones a sus caricias, por los ruiditos que emite y su expresión cualquiera diría que sufre, sin embargo, parece que él está siendo capaz de hacer que ella sienta todo lo contrario. Le impresiona especialmente como ella empieza a temblar, y como trata de arrastrarle al interior de su cuerpo. Él adora su expresión de placer y la forma en que le reclama, le hace sentirse amado. Mientras hunde sus dedos con delicadeza, ahoga los gritos que emite besándola profundamente, acariciando su lengua, Katniss arquea la espalda a cada contacto y él responde proporcionándole más y más placer.
Finalmente cesa sus caricias, Katniss mira con impaciencia como él se sitúa entre sus piernas con delicadeza, cubre a Katniss con su cuerpo y se adentra en su interior sin querer dejar de observar cada leve expresión en el rostro de ella. Él experimenta con diferentes formas de moverse, con diferentes profundidades en cada ocasión que se mece en su interior, tratando de encontrar aquella que parece hacer temblar más a Katniss. Cada segundo es como un pequeño reto. Siente un raudal de placer cada vez que ella tiembla, cada vez que se remueve, cada vez que le obliga a entrar en ella con mayor profundidad. Todo se convierte en un intercambio de placer, de besos, de pequeños mordiscos, de abrazos intensos, de cuerpos atenazados.
Él siente como va a perder la cordura si debe seguir controlándose, el impulso orgásmico es prácticamente irrefrenable. Precisamente cuando se entierra en el cuelo de ella, gruñendo desesperado, Katniss comienza a convulsionar, y su interior se contrae en intensos espasmos.
-No dejes de moverte…- gime ella, y él obedece desbordándose en su interior. Katniss emite un sonido final, casi ahogado, y él se derrumba.
A Peeta le cuesta creer que acabe de cumplir uno de sus más repetidos sueños. Katniss no puede creer que él la haya hecho sentir tan libre, tan inmensa.
Encajados como dos pequeñas piezas de puzzle, se miran respirando con dificultad. Sonríen exhaustos, reparten débiles besos por sus labios y finalmente recuperan la normalidad de sus respiraciones. Todos sus músculos se relajan, sus mentes en blanco comienzan a invitarles al sueño, Peeta es casi incapaz de sostenerse sobre sus brazos para no aplastarla, pero no quiere moverse, no quiere perder ese contacto tan embriagador.
-Cómo estás- preguntan a la vez, y ríen por la casualidad.
-Bien…- dice Katniss, en completa paz.
-Muy bien- contesta casi al unísono Peeta.
-Me muero de sueño…- musita ella, él la besa la frente, la diría de nuevo cuanto la quiere pero teme incomodarla, así que se calla.
-Si me dices dónde están las mantas iré a buscar una.
-En la habitación de arriba, sobre la cama- Peeta vuelve a besarla, y para su pesar, se dispone a retirarse de aquel lugar tan acogedor.
-Voy a moverme ¿vale?- Katniss le atrae, con los brazos alrededor de su cuello.
-Espera, solo un segundo más…- ella se despide del cuerpo de él, de su dulce presencia, con un último abrazo, y entonces poco a poco se separan. Peeta se pone la ropa interior y sube en busca de las mantas, mientras Katniss se congela al dirigirse al lavabo y vuelve tiritando, poniéndose su camiseta y su ropa interior.
Cuando Peeta vuelve los dos se abrazan temblando de frío y por algún motivo eso les da risa. El fuego ha ido perdiendo viveza hasta quedar en brasas, Katniss corre a echar más troncos y vuelve a avivar las llamas. Para volver al lecho que comparte con él, Peeta la arropa con su cuerpo y la gruesa manta.
-¿Crees que durará toda la noche?- pregunta Peeta, que odia el frío y teme helarse en la madrugada.
-Sí, tranquilo, sé que durara hasta que amanezca, y si no lo hace seguro que me despierto, y entonces pondré más leña- Peeta sonríe.
-No me gustaría que te tomaras esa molestia tu sola- Katniss coge otro cojín para él y ambos hacen de la alfombra su cama.
-En la cueva comprendí que me gusta cuidarte- acostados uno junto al otro, abrazados, Peeta retira el flequillo negro de la frente de Katniss.
-Tienes una inclinación natural de proteger a los débiles- ella ríe.
-Debe ser eso- él le besa en la comisura de los labios, y en el mentón.
-Debe ser…- musita, a la par que se le cierran los ojos.
-Descansa- dice Katniss, mientras le cosquillea la nuca.
-Um…- murmura él –me encantan esas cosquillas, creo que no tardaré en… dormirme…- ella le besa y observa cómo se mueven sus hombros al compás de su respiración. –Katniss…- susurra él.
-¿Sí…?- musita ella, que también sucumbe al sueño mientras le acaricia.
-Ahora más que nunca… seré…-hace una pausa, cuando parece que se ha dormido vuelve a hablar en un hilo de voz- incapaz de… separarme de ti.
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N/A: primer fic subido de tono xD espero que os guste, no será largo, tres o cuatro capítulos a los sumo. Uno por semana si puede ser. Gracias por leer.