Disclaimer: Los personajes no me pertenecen.
Este fic ha sido corregido por Adhy Rosier Moon. Y ha sido inspirado por Rose Weasley y Eric Andrews. Espero que os guste.
Iban camino de casa. Habían salido a cenar, hacía demasiado tiempo que no estaban a solas y querían salir. Habían bebido una botella de vino en la cena, Rose más que él, y estaba un poco achispadilla.
Iba preciosa con su vestido negro, muy sexy. Eric se había quedado de piedra al verla. Rose era una preciosidad, siempre lo había sido y la amaba con locura. Desde que la conoció en el colegio, sabía que su pecosa era muy especial, y no solo por ser hija y sobrina de quien era, sino a pesar de todo eso. Lo malo era que la gente se quedaba solo en eso, sin profundizar en nada más. Estar con ella era un regalo que pensaba aprovechar todos los días de su vida, claro.
Rose se mordió el labio, pensativamente. Vio un callejón totalmente a oscuras y su cerebro Ravenclaw trazó un plan. Justo cuando pasaban por delante, se metió allí, tirando de Eric, acorralándolo contra la pared. Besándole como si le fuera la vida en ello.
Eric se sorprendió al principio, pero no tardó en tomar el mando. La abrazó a él y recorrió su cuerpo varias veces con sus manos, por encima del vestido.
- Pecosa…
- Aquí. Ahora. Por favor.
Eric entendió la urgencia de la voz de Rose y se giró con ella, aprisionándola contra la pared sin dejar de besarla. Alzó la falda de su vestido mientras ella buscaba el cierre de su pantalón. Sacó su miembro y empezó a acariciarlo.
- Hola, señor Suave.
Eric rió y le acaricioó los muslos mientras deslizaba su tanga hacia el suelo.
- Pecosa…eres increíble.
La cogió de las caderas, apoyándola en la pared, mientras Rose le abrazaba la cintura con las piernas. La besó, jugando con su lengua mientras la penetraba suavemente.
- Mierda, Eric…empótrame, joder.
Eric la miró a los ojos. Rose siempre lograba sorprenderle. Empezó a embestirla más fuerte, arrancándole gemidos y jadeos. Se sentía muy excitado, por la situación y por el comportamiento de su novia. Rose no se cortaba un pelo. No le importaba nada si alguien les escuchaba o no, si alguien les veía o no. Es más, eso la excitaba muchísimo más. Ambos estaban desatados, como nunca. Alcanzaron el orgasmo de forma rápida, gritando los dos.
Se quedaron un momento abrazados, Eric aún en el interior de Rose, ella con la espalda apoyada en la pared. Sudorosos y con la respiración entrecortada. Intentando recuperarse de la experiencia.
- Joder, pecosa…a la cama, ya.
Eric hizo que se aparecieran en su casa, en su dormitorio, para seguir con lo que habían empezado en el callejón.