Los personajes no me pertenecen. Son de Rumiko Takahashi. Yo escribo por amor.
|| BONES ||
Capítulo VIII
El odio y el asco
Deja la habitación, el departamento y a su familia para irse a trabajar. Su rutina iniciaba.
Está más decepcionada que cualquier otro día. No le interesarían las palabras de Naraku, después de volver del trabajo, ni los gestos amigables de Byakuya. No le interesara el apretón en el brazo que le marcaría, ni Byakuya intentando darle ánimos. No recordaría sus fuertes palabras, alegando que le pertenecía. Palabras que se combinaban con las del muchacho de ojos azules. Está loco, no debes creerle. Por supuesto que él estaba loco. Más loco que de lo que ella está o Byakuya o cualquier persona que ella conociera. No le interesara buscar la cura para esa locura, insana y anormal. Una locura que la contagiaba y enfermaba, como si fuera un mortal virus.
Le interesa Kanna.
—¿Se volvieron a pelear?
—¿Y ahora por qué?
—Eso no les importa.
Naraku se marchó azotando la puerta. Kagura y Byakuya se quedaron perplejos por su agresiva cara y respuesta. La chica, curiosa, quiso saber que había pasado momentos antes de entrar al departamento. Sin quitarse el uniforme para vestir algo cómodo, siguió al mayor de sus primos sin darle explicaciones al menor. Ellos no se dan explicaciones. Lo siguió sigilosa, intentando que él no se diera cuenta. A veces le gustaba verlo por largos minutos, buscando comprenderlo un poco. Él tiene más a su favor que en contra. Y entonces, ¿Por qué obsesionarse con una chica que apenas lo mira? ¿Por qué caminar al mismo hospital para verla? Veía su espalda. Definitivamente Naraku ya no era cualquier adolescente flaco de cabello largo y oscuro. Conservaba el cabello, incluso ya era más largo. Pero el cuerpo era de un hombre, tanto así que Kagura lo notaba con asombroso detalle.
Llegó a las escaleras de cierto tono gris. Era un edificio viejo, pero se mantenía en buenas condiciones. La gente era la misma, rara vez se topaban con alguien a quien no le conocieran el rostro. Kagura estaba enterada que la mayoría de los vecinos mantenían una buena relación y que muchos se consideraban amigos. También, que su familia no era bien aceptaba, siendo su tío el principal causante del rechazo. De igual manera, no le interesaba mantener comunicación alguna con esas personas. Se sentía a gusto con sus primos y su hermana, era el todo el vínculo que necesitaba.
Naraku apenas bajó un par de escalones e inmediatamente se detuvo. Kagura lo imitó. Escuchó su corazón acelerarse ante el silencio de los desiertos pasillos. Ella no cometía un error al seguirlo. Seguir a alguien que le debes o sientes lealtad es comprensible. Naraku no giró para encararla. Se quedó estático, con las manos en los bolsillos de su pantalón. Su cabello agarrado en una coleta, aunque parecía que lo tenía suelto.
—¿Qué se supone que haces? —Kagura se puso nerviosa y no alcanzó a responder antes de que el hombre formulara otra pregunta. —Contéstame —y giró su cuerpo para verla, —¿qué haces?
Por supuesto, ella no tenía una respuesta clara.
—¿Por qué te peleaste?
Él no quería responderle en ese lugar.
—Sígueme— ordenó y continuó bajando las escaleras en silencio. Ella terminó por ceder. Hacía un par de años que Naraku no le pedía que la acompañara y con desconfianza, caminó a la par de él.
Estaba mucho más alto de lo que recordaba, más serio y adulto. La madurez se le comenzaba a notar, mientras que ella aún era una adolescente rebelde que le causaba problemas a su tío —problemas que él nunca atendía— y problemas a su maestro. En ocasiones, Naraku las atendía, pero era manera muy superficial y sin darle la atención necesaria: estaba ausente. Al menos hasta ese día.
Llegaron a un parque, con árboles de cerezos aun en botón y con mucha gente a su alrededor. Los árboles se mantenían verdes, y se respiraba una tranquilidad que Kagura no conocería ni distinguiría hasta después de muchos años, cuando encontrara la cura a la enfermedad que era presa y de que Naraku se enteraría y estallaría en rabia por no poder infectarla. El parque albergaba mucha gente: familias y parejas. Caminaban más unidas que cualquiera a varios metros de distancia del lugar. Las batas blancas resaltaban entre el verde parque y la mayoría las portaban mujeres jóvenes y una que otra ya mayor. Sonrisas en los labios, sonrisas actuadas y que salían con naturalidad gracias a los años de práctica, mientras auxiliaban a las familias y parejas. Todos ellos en sillas de ruedas, mutilados o alguna enfermedad que se reflejaba en el rostro. El edificio de color blanco no había cambiado nada con los años. Se notaba que recientemente lo habían pintado y brillaba como nunca, al contrario de la época en que Naraku y compañía tuvieron que asistir, donde ya se veía deteriorado. Kagura desconocía que la administración le hizo una bien merecida renovación. Qué lástima que en aquel entonces sólo empeoró las cosas para ellos.
Sin alcanzar a entender que pretendía su primo, se adentró más en el parque con él, y se fue llenando de la familiar nostalgia, su compañera desde siempre. Entonces, distraída, no alcanzó a escuchar las palabras que Naraku había preparado para ella y que no volvería a repetir porque, aunque las dijo casi en su rostro, no iban ni serían nunca dirigidas a ella y se quedaron como un secreto entre el aire y las hojas que se alzaban sin ser apreciados por nadie. Pues al igual que a la pareja de primos, los demás estaban concentrados en ellos y sus problemas.
Perdida en ella, Naraku la jaóo del brazo, por primera vez sin portarse brusco y la mirada tan distinta, que por un instante Kagura lo tomaba por otra persona. Le dijo que debían sentarse y así lo hicieron. A ninguno le gustaba perder el tiempo y antes de que Kagura pudiera articular una palabra, le dijo que dejara de preguntar sobre las peleas con Onigumo. Cuando ella interrogó, de manera calmada el por qué, se limitó a decir que por el momento no sería buena idea que ella se enterara. Y después, se quitó la máscara de hombre sereno que se ponía en ese tipo de situaciones y sonrió con malicia ocultando como la sangre de hervía del coraje.
—Te vomitarías del asco.
Vio una luz destilar, era el celular de su novio. Lo asió y lo llevó hasta el sofá donde él estaba recostado intentando leer y comprender un libro de Finanzas. Un tema que no se le daba y del cual no quería saber. Miroku era el experto en esos temas. A pocos días de un examen importante, debió aislarse de sus compromisos sociales, como cualquier típico estudiante japonés. En cambio, hacía todo lo posible para pasar el tiempo con su novia, la mujer que quería como prometida y que no se atrevía a pedírselo. Estaba de acuerdo con todos que era muy joven, sin embargo, también era muy impulsivo. Dichos comentarios en contra le tenían sin cuidado. ¿Pero qué eran esas dudas que de pronto lo cubrían y le traspasaba la piel? Dudas, dudas y más dudas. El rostro de Kikyou a veces cambiaba... Qué ausente se ponía en ocasiones.
Bajó el libro cuando Kikyou se acercó desde la pequeña cocina hacía él. El celular seguía sonando con una escandalosa canción y opacaba el ruido del estofado que estaba en la estufa, y que Kikyou había estado preparando desde hacía media hora, sin ayuda de su acompañante, pensando en los destrozos que causaba hasta en los quehaceres más simples. Inuyasha extendió su brazo y tomó el objeto. Vio la pantalla: Miroku. No pensaba responder. Ya sabía que se trataría de algún reclamo por haberlo abandonado ese día, cuando él fue quién le pidió que le ayudara con los estudios y de seguro ya lo esperaba impaciente. Aventó el celular a un costado de él. Kikyou frunció ligeramente el ceño. Era excesivamente comprensiva y tolerante. Le tenía una paciencia infinita a sus impulsos e inmadurez, pero tratándose de la universidad no. Jamás toleraría su irresponsabilidad hacía los estudios.
—Inuyasha, no deberías venir conmigo a mitad de semana— habló en tono de regaño. Debía aceptar que tenía un cierto instinto maternal con él. Inuyasha a veces era más niño que hombre.
—No digas tonterías.
—¿Tonterías? —se sentó a su lado, dispuesta escuchar la razón que le tenía preparada.
—Claro, tonterías. No tengo intenciones — y se ruborizó — de verte hasta que se terminen los exámenes.
De acuerdo. A pesar de todo, Inuyasha siempre sabía cómo demostrar sus sentimientos que la terminaban conmoviendo. Pero esa vez no le daría resultado.
—No, Inuyasha. No debes darme tanta importancia.
—¿Por qué? ¿Por qué no quieres que venga?
Preguntó recordando que en los últimos días, ella le decía que no era necesario. Sin darse cuenta, poco a poco Inuyasha iba desconfiando de su novia.
—Tú eres lo importante —soltó. —Por eso vengo
¿Qué estaba pasando? ¿Por qué tanta inseguridad? ¿Qué pasa, Kikyou? ¿Qué pasa que no te urge verme como antes y no alegras por mi presencia? ¿Qué pasa por tu rostro que se está tornando más duro, más frío? ¿A qué te enfrentas sin mí?
—¿Qué te sucede? —cuestionó al fin. Y Kikyou abrió los ojos como platos por la cuestión que Inuyasha alcanzó a escupir desde su interior. Pregunta que no tenía ningún sentido para la razón porque no pasaba nada entre ellos. Entre ellos no debía pasar nada.
Todo está bien, Inuyasha. Todo está bien. Intentó pronunciarlo de una manera tan fácil y con una sonrisa, de esas que ruborizaban sus mejillas. Nunca pudo hacerlo. El miedo la invadió y fue expuesta por sus ojos. Si le ocultaba.
Le tenía tanto miedo que él iniciara una pelea. Inuyasha no tenía inmunidad en contra de los caprichos obsesivos de Naraku y podría salir contraproducente. ¿Para qué exponerlo? Era su pelea. Una que inició ella y que dejó que se extendiera hasta convertirla en una triste persona, fría y entregada a un estudio que cada día la satisfacía menos. Quería alejar de su vida a Naraku, con la misma fuerza que quería a Inuyasha a salvo, ignorando que entre los dos él tenía más salvación que ella y que si quería estar junto con él, debía oír menos a Naraku y confiar en el chico de ojos ámbar que rogaba por dejar protegerla.
Pues él no tenía miedo.
Mientras Kikyo intentaba dar una respuesta que nunca saldría de su boca, Inuyasha se levantó de su asiento olvidando sus cosas y que Kikyou ya tenía lista la cena para los dos. Se limitó a salir y a sacar sus llaves del bolsillo de su pantalón de mezclilla. Seguramente volvería, como siempre lo hace. Pero al no pronunciar nada, la mujer se dio cuenta que lo había herido y que se alejaría de ella. Regresaría por lo que olvidó, pero al tener copias de sus llaves del departamento, lo haría en el momento en que ella no se encontrara.
Dejó la lástima por un lado, junto con uno que otro recuerdo agradable y la amistad insana que murió hace tiempo. Por primera vez, Kikyou odiaba a Naraku.
El resto de la tarde transcurrió tranquilo, con la esperada silenciosa del quien se creía dueño de todo y al final, sin verlo llegar, Kagura se fue con tranquilidad y sin regaño de por medio por haberse visto clandestinamente con un extraño prepotente y que la invitó subirse a su moderno auto.
Si Naraku lo hubiera visto, herviría del coraje de la misma manera en que lo hizo con Onigumo.
Llegó a buena hora al trabajo y laboró de la misma manera, con eficiencia y con el rencor de estar ahí, matando sus mejores días, viendo como otros sí disfrutaban. Maldijo entre dientes. Murmuró en repetidas ocasiones y apretó los puños cuando recibía algún reclamo. El cliente no siempre tiene la razón, lema de campaña que por desgracia el administrador no compartía. Kagura aguantaba mucho, golpes de orgullo que le dañaban el alma. Aseguraba que si tuviera otra vida, lejos de familiares extraños, las cosas serían muy diferentes, sin pensar que su carácter seria el mismo puesto que ya estaba en sus genes.
A media jornada, fatigada por tanta caminata, se fue a la parte trasera y se sentó por un momento. Se dio cuenta que no estaba dando el mismo rendimiento y que perdía la poca motivación para realizar decentemente su trabajo. Se preguntó mil veces porque la volvieron a contratar, cuando ella sabía que era mediocre para ese tipo de trabajos. El administrador argumentaba que era buena y sobre todo alguien con mucha energía. Esa noche parecía que el miedo hacia una acalorada disputa con Naraku, que se daría al llegar a su casa, le estaba robando la energía y de paso la concentración.
La puerta trasera se abrió, la mujer había salido con triste desesperación en su mirada rubí, que poco a poco perdía fuerza. Ya afuera, espero una brisa que había rogado con la mente y ésta llego, levantándole el flequillo, mientras ella cerraba los ojos, y movía su cabeza en dirección de la brisa que la abandonaba. Los abrió con lentitud satisfecha y se percató que en el momento justo de tener los ojos fijos en dirección de la calle donde pasaban los autos, uno conocido paso.
Alertada y sospechando que nada saldría bien ese noche, se mordió un labio pensando en que sería mejor no entrar y abandonar a sus compañeras con el quien consideraba un desconocido. Estaba enterada que él le daría problemas, tanto como cliente así como persona. Miraba como simples bichos a lo demás, indignos para respirar su aire. Y aun así, Kagura sonrió de lado puesto que al parecer ella no era tan indigna. Nunca se ha sentido menos que él desde el día que lo conoció, pero sonaba divertido el asunto de que él estuviera interesado en ella. Volvió a sus labores con más confianza que incertidumbre, y espero con impaciencia que Sesshomaru se presentara.
Vestido con una inusual camisa negra para él, Sesshomaru se logró estacionar a unas cuentas cuadras de "Life" y comenzó su andar hasta éste. No llevaba alguna chamarra ligera o saco que lo protegiera del frío. Cada día, el clima se volvía más insoportable para muchos. En cualquier momento una nevada podría atacar la zona, pero Sesshomaru no le importaba. Ya estaba aburrido y cansado de ese país, que quería cualquier buena excusa para marcharse de una vez.
Rin.
Life se estaba volviendo punto clave para eventos inesperados. Sesshomaru no olvidaba el incidente de su padre y de cómo el salió del lugar. Pensando en eso, se preguntó qué hizo que Kagura se saliera del trabajo para aventar su bolsa con rabia. La chica de verdad que era problemática y seguramente también lo meterá en problemas. Increíblemente, eran sus problemas y su mal genio los factores para prestarle atención y así conocerse.
Sesshomaru entró, siendo bien recibido como cliente que era. Ya no le importó en donde sentarse. Sólo quiso que fuera uno donde se pudiera apreciar todo el club. En otras palabras quería ver a Kagura.
No tardó mucho tiempo en que ella apareciera frente a él y le ofreciera cualquier cosa. No le preguntó que hacía ahí, ni mucho menos le hizo alguna burla. Kagura lo trató como un cliente más. Fue un tanto torpe en algunos movimientos, actos que la delataron. Ella estaba nerviosa. Podría ser una mujer muy segura de sí, pero era la primera vez que u hombre se presentaba exclusivamente para ella. Él no se veía nada mal esa noche. Sin embargo, Kagura ni siquiera intentaba verlo a los ojos. No quería deslumbrarse como en ocasiones anteriores.
—¿A qué hora sales? —cuestionó inesperadamente.
—Hasta que todos se vayan —respondió.
Una hora después, Kagura fue regañada por una compañera que le dijo que estaba muy torpe esa noche. Nadie entendía porque demonios había regresado. Ella no se llevaba bien con los demás. No hubo un compañero con el que no hubiera discutido. Tan sólo el administrador, pensaban ellos, se había salvado de su carácter y seguramente se debía a que era el jefe. Varias bromas empezaron a correrse, diciendo que Kagura debía tener alguna aventura con el jefe, pues no existía otra explicación creíble para su regreso. Al menos, las bromas sólo se quedaron entre los demás empleados, principalmente entre los que no soportaban ya a Kagura. La tensión era evidente, que incluso el mismo Sesshomaru se dio cuenta en esa noche que la mujer era tratada diferente.
Su jornada finalizó más temprano de lo habitual. Kagura buscó con su mirada a Sesshomaru, pero ya no estaba dentro. Respiró con tranquilidad y salió con su bolso y su chaqueta puesta, cuyo color se confundía con facilidad en la noche, para encontrarse con él recargado en la pared del edificio de enfrente, con un cigarro en la boca.
¿Por qué no? Y con esta cuestión, se dio la oportunidad de cruzar la calle, ante la mirada de los demás empleados, que nunca dejaran de cuchichear sobre ella.
—Tienen música muy mala —comentó él, sacando su cajetilla de la bolsa de su pantalón, observando con atención como la poca brisa jugueteaba con el cabello de la chica, como si fuera su juguete favorito.
—Si eso no te gustó, deberías venir los viernes y ver como algunos bailan después de embriagarse. Es para clavarle una cuchilla al DJ.
Sesshomaru le pasó la cajetilla y Kagura la tomó sin pestañar y con mucha seguridad, como si tuviera años de conocerlo.
—¿Sólo una?—contestó con ironía. Kagura lo miró de reojo y elevó una ceja.
Ya en el auto, en el que Kagura se subió sin pestañar, éste tardó en encender. Sesshomaru le preguntó dónde vivía, a lo que ella no supo cómo responder, agachando la mirada. Imagino como sería si Naraku la viera bajando de un carro, que para empezar era mucho mejor que el de él y que luego viera que es un hombre quien la acompaña. ¿Y si decía que era algún compañero de trabajo que se ofreció a traerla? No. Todos estaban enterados de la mala relación que tenía con ellos. ¿Y si dice que es su jefe? No. El jefe es mucho más mayor. ¿Y sí..? No. No. No. No puedes mentirle a tu primo. Él es el que más miente. Es un experto actor que ha logrado tener el poder que tiene con esa habilidad, que por desgracia a Kagura nunca se le dio.
—Tarda mucho en responder —pensó Sesshomaru. —Tarda mucho porque tiene miedo.
Encendió el auto y comenzó la marcha. Con lentitud, Kagura alzó su mirada y se enfocó en el hombre que conducía sin saber a donde debía dirigirse.
—¿Por qué viniste? —cuestionó de pronto, siendo más ella que su primo.
Cuando está con Sesshomaru es ella, por eso demuestra el miedo que tiene.
—Me dijiste que te buscara.
—Sí, lo recuerdo —y ya no dijo nada del tema.
Sesshomaru la miró de reojo. La chica tenía un bonito rostro, a pesar del evidente cansancio del que era presa. Pero hasta ahí. Si algo le llamaba la atención, aunque difícil de explicar, era su carácter y su mal comportamiento. Le parecía divertido.
Ella le dio indicaciones de hacía donde dirigirse. Y las sorpresas no parecían acabar esa noche:
—¿Quieres llegar?
Fue la pregunta que lanzó sin razonar. Es a veces, cuando no se razona, los planes salen mejor. Sin embargo, Kagura no se dejó llevar y le dijo que si quería y al minuto, quiso morderse la lengua o arrancársela, pues la respuesta que quiso dar era "No".
—Pero, tal vez mañana… No pienses que es una cita, pero Rin… Ella… —tartamudeó.
—Te quiere ver. Y no lo entiendo —respondió.
—¿Qué no entiendes?
—No es alguien que se vaya con cualquiera.
—¿Perdón? Yo no soy cualquiera —habló con cierta indignidad en sus palabras. —Aunque acepto que tampoco soy tan buen ejemplo. Lo que me sorprende es que Rin tenga tan buena amistad contigo. Se ve que eres insoportable.
—¿Te parece buena idea decirle eso a quien se toma la molestia de llevarte hasta tu casa? —carraspeó Sesshomaru. La chica no le tenía nada de respeto.
—No te atreverías a bajarme.
—¿A no?
—No. Sospecho que tienes algo de caballero con las personas que te agradan.
Acertó.
—Y la verdad, tú tampoco me caes tan mal.
—Qué suerte.
La discusión pudo alargarse más, pero Sesshomaru la detuvo antes, según él, porque no le interesaba continuarla. No le gustaba perder el tiempo y entre más se discutiera sobre quien era más desagradable, terminaría perdiendo, al estar consiente que él no buscaba caerle bien a los demás. Tampoco Kagura, pero ésta última resaltaba más y podía ser una chica divertida si se lo proponía. Y él lo sabía muy bien, porque lo estaba divirtiendo con sus comentarios.
Esa noche lo aceptó, ella le caía bien y no estaría nada mal volver a verla, aunque sea para discutir un rato y ver como ella pierde la razón.
Así, sin perder ninguna oportunidad, volvieron a citarse. Y Kagura acepto, fuera o no fuera Rin. Aún si había que saltar de la ventana para escapar de Naraku, saldría con él. Aún después de tener una verdadera discusión con Naraku. Que más daba, como quiera ya la había perdido todo y no tenía nada que recuperar.
Nota de la autora:
¡Hola! =DDDDD
*grillos*
¿Hay alguien?
*grillos*
*grillos*
Ok, lo merezco. Se está haciendo costumbre las actualizaciones semestrales y no saben cómo lo siento. Me encantaría terminar la historiaeste año, pero si sigo así lo veo poco probable. De igual manera, con este nuevo capítulo, siento que podré avanzar más rápido con lo que sigue.
Es un capítulo corto, cuando en realidad, pintaba para más largo y con muchas más cosas que a última hora decidí quitar. No borré nada, tengo el capítulo original y sin editar en mi laptop. Por supuesto que no saldrá a la luz, es muy feo o.ó Pero me gustó un poco más este capítulo, sobre todo la escena entre Inuyasha y Kikyou. ¡Los amo! Ya quiero usarlos más y presentarles lo que pasara con ellos :3
El flashback también me gustó, aunque presiento que los deje con ganas de más a ustedes o con cara de pokerface. Debo mejorar mi narración para los siguientes capítulos u.u
¡Cambié el summary! Tenía que hacerlo, el otro nunca me gustó. ¿Qué les parece el nuevo? Una amiga de mi extrabajo me ayudó a corregirlo, no ha leído el fic y nunca lo hará porque no le he dado permiso, pero igual se lo agradezco. Christ, si algún día llegas a leer esto, es que estoy muerta (?). Gracias por ayuda.
Nuevamente, lamento la demora Y mil gracias por los reviews, los favoritos, las lecturas (cada mes tiene lecturas y nunca deje de sorprenderme). A las personas que me topado fuera de y dicen que me leen (Naraku *role play* ¿sigues leyéndome?). ¡LA PACIENCIA! No tienen idea de lo feliz que me ponen. Siempre que abría el capítulo para editarlo, pienso que cómo es posible que hay alguien esperando capitulo nuevo o que me dejen un review. Gracias a todos, A TODOS!
Les mando un gran abrazo, un beso y la promesa de un nuevo capítulo en poco tiempo. Mi meta es terminar el fic en este año y espero lograrlo.
Nos vemos.
PD: ¿Faltas de ortografía? ¿Gramática? ¿Dedazos? Pueden corregirme con toda la confianza del mundo, yo no me enojo :3