NEGLECTED
by: Harlett
# 33
Jitomatazos, abucheos, intento de linchamiento y amenazas con armas punzo cortantes. Al final del capítulo, por favor.
Nota/Disclaimer/Negación/Aviso/etc…: Katekyo Hitman REBORN y Cía. no me pertenecen, son propiedad de Amano Akira. Esto es por mero entretenimiento sin fines de lucro.
º
Apatía
º
º
El ruido de las manecillas del gran reloj de pared al moverse era lo único que irrumpía en el tenso ambiente de la habitación. Aparte del de la pluma rasgando el papel y el pasar de las hojas una tras otras mientras eran revisadas también. Una mujer mayor, vestida impecablemente y con gafas de gruesa montura, Francesca Capello, se hallaba de un humor algo delicado y hasta parecía ignorar a propósito a la otra personita en su oficina.
Junto a uno de los grandes ventanales que daba rumbo al patio de una gran escuela, se hallaba sentada en un pupitre ubicado en la esquina de fondo y aislada una pequeña niña quién miraba al exterior distraídamente, completamente ajena al pésimo humor que parecía tener la mujer. Con su mentón apoyado en sus manos y los codos sobre la mesita, ni siquiera le prestaba atención a la señora, al precioso decorado de la habitación, los grandes cuadros, los trofeos apiñados en una pared, la bandera italiana descansando en su urna y ni la pintura religiosa que estaba a un lado. La niña, quizá a lo mucho de unos 8 años, perdía la mirada en el patio escolar ya vacío y de vez en cuando como las cortinas se movían por el viento. La luz del Sol iluminaba la solemne habitación que estaba pintada de un color vino con muebles antiguos pero bien cuidados a juego.
De pronto se escucharon pasos en el amplio corredor que llevaba a donde estaban ellas y la buena Francesca dejo de hacer sus anotaciones para levantar la vista directo a la entrada de su oficina. Tocaron a la puerta y justo antes de que esta se abriera, la mujer vio de reojo a la niña; no sabía si admirar o molestarse por la actitud tan despreocupada de la pequeña ante su situación. Parecía darle igual quién era el invitado.
No se movió, no volteo ni pego un brinquito o se tenso como imagino la señora cuando hubiese hecho la nena una vez llegado este momento. Incluso cuando se asomo por la puerta un hombre moreno, extranjero por su apariencia, pero aún así increíblemente apuesto, alto, con cabello negro y ojos acaramelados y de pronto la tensa e incómoda atmosfera que se sentía allí se disipo en cuanto él se presento con esa preciosa sonrisa afable que contagiaba su buen humor.
— ¿Directora? — pregunto al asomarse.
— Señor Yamamoto, supongo — respondió la mujer mientras se retiraba las gafas e invitaba pasar al joven hombre con un gesto de la mano.
— Gracias — sonrió. Miro de reojo a la niña en el ventanal con interés mientras tomaba asiento frente a la profesora. Ella seguía en su mundo con la mirada perdida ahora en el cielo.
— Lamento molestarlo mucho, Señor Yamamoto. Tengo entendido que justo acaba de regresar de un viaje de trabajo de América. —
— Ja ja, si. De hecho llegue hace un par de horas, disculpe las fachas —
¿Fachas? El traje (que le venía como anillo al dedo) se veía impecable, si bien quizás se refería a la camisa desabrochada por arriba y la falta de corbata que hubiera quedado perfecta con su imagen, a juicio de ella.
— Oh, Dios. No tenga cuidado. Me da pena con mayor motivo el que tenga que haber venido usted mismo. —
— No hay problema, rara vez tengo la oportunidad de venir yo mismo. — comento algo apenado rascándose la mejilla como niño pequeño. Había que admitir que a pesar de poseer los rasgos definidos de un hombre joven y formal, ese gesto no le hizo quedar mal ni ver infantil. Incluso pareció encantador.
— Por esa misma razón — suspiro mientras se quitaba las gafas y se pellizcaba el puente de la nariz — Que justamente cuando puede venir sea por motivos como este —
Yamamoto sonrió indulgentemente, la maestra parecía más apenada e incómoda que él — Y bien… ¿Qué paso ahora? — pregunto algo interesado y divertido mientras se acomodaba plácidamente en el sillón y juntaba sus manos.
La mujer volvió a suspirar antes de hablar — Esta vez, me temo, fue que la pequeña agredió a una de sus compañeritas en clase físicamente —
Por primera vez el hombre pareció tomar seriedad en el asunto y no pudo evitar arquear ambas cejas mientras se reincorporaba de su asiento con cierta contrariedad — ¿Algo de seriedad? — pregunto gravemente, un gran cambio que consterno a la mujer. Ahora el joven le daba mucha formalidad al asunto como si fuera de vida o muerte.
— N-no — titubeo — No, nada de seriedad. Solo que su pequeña le arrojo a una compañerita suya, una goma directo a la cabeza a mitad de clase… Uhm, tengo entendido… — decía no muy segura, como tratando de amortiguar la situación. Ahora que lo pensaba, no sonaba demasiado grave el asunto pensaba la mujer, hasta sonaba bobo. Y la hacía preguntarse entonces ¿Qué necesidad había de llamar al padre?
— Oh — suspiro entre aliviado y divertido el hombre mientras se rascaba la nuca. Ese aire alegre y juvenil apareció nuevamente en él. — Vaya, eso es nuevo. — Frunció un poco el ceño — ¿La otra pequeña está bien? —
— S-si… Nada de consideración — comenzaba a sentirse como estúpida la Directora sin motivo aparente — Debo de admitir que yo también estoy sorprendida. Su pequeña, Señor Yamamoto — se tomo una breve pausa como buscando palabras — debo de admitir que es una niña algo…marrullera si me permite decirlo – Francesca solo noto que el hombre amplio más su sonrisa, casi como si lo que hubiera dicho hubieses sido un cumplido y no un reproche — Pero nunca había llegado a algo físico o abrupto como ahora. Como usted comprenderá, la Institución tiene ciertas normas de conducta que acatar y algunas acciones que no son toleradas y, hay que tomar medidas preventivas y correctivas para evitar estos altercados — Dios, lo hacía sonar como si hubiera cometido un crimen vil. Hasta ella lo admitía.
— Claro, claro. Entiendo. — respondía sin enojo alguno el japonés.
La profesora debía de molestarse por esa actitud tan despreocupada. Sabía que debía pero no podía y no sabía por qué.
No es como si él no le tomara atención o seriedad alguna. Él mostraba la debida y suficiente prudencia que un concerniente padre debería tener por los sorpresivos arranques de furia de su pequeña nena y una mortífera goma.
Sonaba estúpido.
Pensándolo de ese modo, tras toda esta formalidad la Directora recapacitaba en esos momentos que quizás con solo una notificación, una llamadita o algo igual de pequeño bien pudo servir igual en lugar que tener que llamar al padre. Pero lo interesante era ver que el nipón (la profesora sabía que este hombre era de aquel país y que a pesar de su situación laboral y residencia no dejaba de ser japonés) y por lo joven que aún era él (Ella hizo una excepción aquí, se guardo sus comentarios severos y su aptitud rigurosa e inflexible en cuanto a la paternidad juvenil y lo mal mirada que aun era en la Sociedad debido las grandes responsabilidades que no eran bien cubiertas por los jóvenes padres prematuros) Capello podía ver que él cumplía bien su papel.
No tenía el gesto de hastió de por qué lo habían hecho venir aquí por una simple tontería infantil – como muchos otros padres o madres hubieran increpado por sus ocupadas agendas - o tampoco estaba severamente molesto porque la pequeña hubiera agraviado su reputación. Ni más ni menos, la cantidad justa de importancia. Si bien incluso parecía divertido, con el aire de que parecía que él sabía que esto pasaría algún día, a la vez se veía sereno y preocupado por que en verdad ocurrió.
— Por tal motivo me he visto en la penosa necesidad de suspender a su niña el resto de la semana… — retomo la plática ella y aún a sabiendas que esto era excesivo en su nuevo replanteamiento del problema… El asunto es que no se podía echar para atrás porque ya había dicho la misma sentencia a la madre de la niña agredida, quién si apenas se conformo por el castigo de la pequeña salvaje, como ella la llamó.
— ¿Por una goma? — indago algo impresionado.
La mujer parpadeo y luego se sonrojo apenada — S-sí. Una goma —
— En la cabeza…—
— Eh… Si… en la cabeza — respondía con una vocecita la importante señora que de pronto quería hacerse ojo de hormiga allí y ahora.
Yamamoto se quedo reflexionando un instante con mano en mentón y apretando los labios, para cuando hablo la mujer casi pego un chillido de miedo — Vaya — rió sosegadamente y la mujer se quedo de piedra. No esperaba esa respuesta, esperaba algo más como una reprimenda o una queja por exagerado castigo. Ella lo haría, por Dios. — Si eso fue por una goma, no puedo imaginarme cual sería el castigo si hubiera sido otra cosa más grande. Cuando Hana dijo que este era una escuela estricta, no bromeaba – sonrió más si era posible.
La mujer parpadeo confusamente. Este padre de familia había aceptado tan fácil semejante lógica que hasta ella hubiera apelado por garrafal.
— De acuerdo —
— ¿De acuerdo? ¿Qué? — repitió bobamente ella sin captar.
— El castigo — respondía Yamamoto de buenas — Considero que es adecuado… —
— ¿En serio? Digo… Oh… si… el castigo… — arreglo su expresión — Entonces su pequeña regresara para la siguiente semana, espero verla para entonces y ya haya recapacitado sus acciones. — decía, nuevamente sintiéndose boba, pero era unas líneas muy bien aprendidas y repetidas cada vez que castigaba a un alumno que ya le salían sin pensar.
Sin lugar a dudas la mujer se sentía aliviada de que Takeshi fueran tan indulgente e inocentón que no le prestó mucha atención a lo exagerado de su llamado.
— No se preocupe, yo sé que así será — alentó él — Hablaré con ella —
— Sería lo más adecuado, me alegro por su preocupación y haberse tomado la molestia de venir usted en persona. —
Yamamoto rió pero no fue con completa alegría — Bueno, si no soy yo… ¿Quién? — pregunto.
La directora se sintió apenada — Si, bueno… yo… —
Sin dejarla excusarse más, Yamamoto miro hacia el ventanal y a la niña que seguía allí sin moverse y había sido prácticamente ignorada a pesar de que la charla fue sobre ella.
— Es hora de irnos a casa, Mei… —
Entonces la niña por fin dio señales de vida. Con parsimonia se enderezo en su lugar y miro por un instante sus manos en la mesa del pupitre. Con cierta desfachatez volteo a ver a su padre con cierto interés mientras ladeaba su cabecita, observando a ese hombre y apenas se hubiese dado cuenta que él estaba allí.
Unos preciosos y grandes ojos de un color del cielo al anochecer se posaron en él, la cabellera suelta y corta, de un color similar al vino pero obviamente sedosa a la vista, se contoneo de lado de sus mejillas.
— Hai — respondió después de un momento.
Tomo su mochila y paso de lado de ellos sin prestarle atención a la Directora.
— Mei —
La niña se detuvo y dio media vuelta con cara de pocos amigos, no paso desapercibido el mohín de molestia que hizo al hacerle caso a la voz de su papá — Con su permiso, querida Directora — se despidió tan rápido como pudo apenas si haciendo una pequeña reverencia con su falda y salió del cuarto.
— Maa maa, Mei — rio con soltura negando con la cabeza ante lo increíblemente terca que era su chiquilla — Discúlpela, creo que tiene prisa —
La Directora estuvo a punto de criticar nuevamente de esos malos modales pero ya era mucho estirar su buena suerte tras haber conversado con un padre muy suave y dócil.
— No se preocupe, Señor Yamamoto y ha sido un placer atenderle. Espero que no nos volvamos a ver en situaciones semejantes. —
— Si, eso espero, aunque bueno… — rio rascándose la nuca. Otra adorable costumbre, notó ella. — Con su permiso, Directora — pero se detuvo en seco justo en el marco de la puerta como si recordará algo y hablo aún de espaldas a ella, sin dar la cara — Directora, si me permite una pregunta… —
— Por supuesto —
— Podría decirme, si fuera tan amable, ¿de por qué razón mi hija agredió a la otra niña? —
La mujer se quedo nuevamente aturdida cuando Yamamoto volteo a verla.
Toda la afable y divertida actitud refrescante que había mostrado él instantes antes desaparecieron y un rostro serio y afinado se mostro frente a ella, impactándola y dejándola sin palabras por un instante. Parecía incluso hasta otra persona. Miedo, ella sintió miedo por un segundo y una pesada aura se cimbro en el sitio dejándola helada. Peligro.
— ¿P-perdón? — logro articular con voz áspera. La boca se le había secado.
El Guardián de la Lluvia, porque esa fue la identidad y actitud que desplego como tal frente a la pobre mujer, aquella aura que él tomaba para asuntos serios y delicados como su trabajo en la Mafia, se tomo su tiempo para volver a hablar con parsimonia y despreocupación.
— Preguntaba… si usted conoce porqué mi hija actuó como lo hizo, Señora Capello —
Santo cielo, esa sonrisa que él le dirigía ahora era todo menos amigable, aunque lo aparentara. El aire depredador se cernió sobre ella.
— Y-yo… — desvió la mirada por un instante. Este era un record, no recordaba una vez que hubiera tartamudeado tanto o que un simple padre la tuviera tan fuera de lugar y la hiciera sentir diminuta. Ella con casi 20 años de experiencia en la enseñanza y 5 como Directora. Trago saliva — Bueno, yo… No estoy muy al tanto — se sonrojo de pura vergüenza.
Recordándolo ¿Por qué se levanto y vino a trabajar? Nunca se había sentido más mediocre e incompetente en toda su vida. Solo sabía que para su mala suerte, de lo que ya había sido un mal día por estar lidiando con Sindicatos, Pago a Proveedores, Inventario inmobiliario y un montón de engorrosas tareas, la cereza del pastel había llegado en forma de la pequeña nota que recibió de manos de la misma Mei, quién había sido enviada allí por su profesora molesta por haber hecho quién sabe qué. No es que le cayera del todo mal la niña, pero ya había sido el colmo con sus desdenes a la autoridad y opto por ponerle un hasta aquí a su actitud con su presunto castigo ejemplar; pero por lo visto se le había ido la mano y exagerado un poco las cosas… Sí, eso era ahora que lo consideraba bajo el estricto y severo escrutinio que recibía por parte del anterior afable señor Yamamoto. Qué quién sabe dónde había ido a parar tan linda actitud y nada que ver con la que tenía él ahora – Solo sé que fue por una broma… o algo así… creo… — Si, Capello estaba segura que debió de haber leído mejor la nota y tomado su tiempo para pensar mejor las cosas…
¿Algún día sería capaz de volver a ver al Señor Yamamoto a la cara? ¿Algún día dejaría de sentir tanta vergüenza?
— Oh — escucho ella de pronto en un tono que era todo menos sorpresa sino más bien de irritada y contenida ironía y molestia —Ya me lo imaginaba —
¿Se imaginaba qué? ¿Qué su hija reaccionaria así por una broma? ¿O qué ella no tenía ni una maldita idea de porqué la niña había reaccionado así y solo la había castigado por castigar y solo había hecho el ridículo?
Algo le decía que era la segunda opción.
— Bien. Es todo supongo. Buenas tardes, Directora y realmente espero que no tengamos que volver a vernos por una situación igual — se despidió con amenidad.
Cerró la puerta tras de sí dejando clavada en el piso a media habitación a esa pobre mujer.
Una mujer que tenía una idea en mente ¿Acababa de ser amenazada? Porque por un instante se sintió así.
Debía estar loca… no podía ser cierto ¿Verdad?
°O°O°O°O°O°
— ¡Allí está, mamá! — chillo una vocecita por el pasillo.
— Así que tú eres la pequeña salvaje que agredió a mi linda e indefensa Nicola ¿no es así? — pregunto con desdén una mujer muy guapa y arreglada impactantemente a la vista cuando se planto frente a cierta cabecita pelirroja.
A la pequeña mestiza no le gusto ni el tono ni la mirada que la exuberante mujer le dirigió, mucho menos la actitud mimada y prepotente que tenía Nicola, la niña que se escondía tras las faldas de su madre.
Le dio un rápido vistazo nuevamente a la mujer — Sí, fui yo — confeso y después las ignoro.
— ¡Pero qué cínica! ¿Cómo te atreves? ¿Qué clase de modales son esos? — se quejo exageradamente ofendida la madre.
— ¡Te lo dije mamá! —
La pequeña Yamamoto ni se inmuto, seguía allí parada esperando a su padre que por alguna razón ya se había tardado en la Dirección.
— Pero no creas que te vas a salir con la tuya, atrevida. Deja de ignorarnos y pídele perdón a mi hija ahora mismo — demando con una mano a la cadera mientras su hijita se cruzaba de brazos muy suficiente, esperando.
Mei vio al par de soslayo un segundo y volvió a pasar de ellas.
— ¡Pero qué insolente! No puede ser, no puede ser — se abanicaba la mujer con una mano — ¿Como puede ser posible tanta majadería? —
La pequeña arqueo una cejita '¿Ella, majadera?' ¿Esta señora si quiera tenía una idea de qué clase de hija tenía? Alguien necesitaba pasar más tiempo en casa para conocer qué clase de persona era su adorable Nicola.
— Tus padres, necesito hablar con tus padres. Esto no se puede quedar así. ¿Qué clase de insolente han criado por hija? Por Dios, deben de estar por aquí de seguro ¿verdad? La Directora me dijo personalmente que hablaría con ellos… —
— Hn. Debe de ser con una de sus nanas, ninguno de sus familiares viene por ella ni a las juntas de padres de familia o los eventos escolares — explicaba petulantemente Nicola.
— Mi padre está hablando con la Directora en su Oficina — aclaro rápidamente la niña. Se notaba indiferente pero disfruto la cara de estupefacción de su compañerita.
— ¿Oh, sí? Perfecto, perfecto. Necesito tener unas cuantas palabras con él y hacerle ver la clase de hija majadera y bárbara que tiene aquí, este renombrado Colegio no está hecho para recibir a niñas como tú. — mascullo
— Ni como su hija…— murmuro Mei de forma casi inaudible.
— ¿Y qué tal si se va? — pregunto de pronto Nicola.
— Cierto, querida, cierto. De seguro podría escabullirse de la pura vergüenza de dar la cara junto a esta pequeña descarada. Iré a buscarlo yo mismo. —
— ¿Te acompaño, mami? —
— ¿Eh? Si, no sé… como quieras, nen… ¡Ouch! — se quejo la mujer cuando de pronto choco contra algo realmente duro al dar vuelta distraídamente por la esquina del pasillo. — Lo que me faltaba, para la próxima vez fíjate bien por donde caminas, idiot… — y se quedo en blanco y con la boca abierta.
Frente a ella estaba uno de los mejores especímenes del género masculino que hubiera visto en su vida. Corto, rebelde pero aparentemente suave cabello negro, pómulos firmes, facciones finas pero masculinas, un delicado y fuerte mentón con una cicatriz que en lugar de deslucir el rostro le confería un toque atrayente. Sin olvidar, claro está, ese par de ojos acaramelados en los que se reflejaba ella, ojos suaves y amables. Alto, esbelto pero sin lugar a dudas atlético…
— ¿Se encuentra bien? — pregunto el sujeto
Su voz. Esa voz tan preciosa con un distintivo acento extranjero. Uhm… y ese aroma que emanaba, similar a un dulce té de hojas verdes o quizás madera y…
— ¿Disculpe? —
— ¿Mamá? —
Y la mujer salió de sus pensamientos dándose cuenta de la ridícula que debía de verse soñando despierta.
— Oh, sí. Sí, estoy bien, claro que estoy bien. —
— Me alegro, disculpe por no fijarme por donde iba… —
— ¡Oh! No se preocupe, no fue nada. Error mío. Aja ja ja – se abanicaba nuevamente con su mano y su cartera de piel, de pronto se sentía muy acalorada y la boca se le hacía agua. — Este… Eva Falco, un placer — le dio la mano.
Mei reprimió el enorme deseo de darse un golpe en la frente o ponerse a reír de lo mojigata que se comportaba la señora ahora.
— Yamamoto Takeshi, el placer es mío — que señora tan amable al presentarse tan respetuosamente ¿Verdad? Esperen… Eva Falco… Oh… Oh.
— Gracias, Señor Takeshi — se sintió halagada la mujer, tanto que ignoraba que su hija había dado un pequeño gemido y se puso a jalarle de la falda para llamar en vano su atención.
— Oh, no… Yamamoto, mi apellido es Yamamoto. Soy Takeshi Yamamoto. Perdone, suelo olvidar que estoy aquí y no en mi país natal. Costumbre, usted comprenderá —
— ¿Extranjero? — sonó sorprendida
'Como si no fuera evidente' pensó con ironía una pelirroja ya olvidaba por allí.
— Que sorpresa ¿y a que se debe el honor de su estancia aquí? — pregunto desmesuradamente interesada.
— Trabajo. — le siguió la corriente el japonés. Yamamoto no terminaba de sorprenderse por la cantidad de mujeres amables que siempre se encontraba, siempre interesadas por conocer de su país.
— Oh, encantador. Trabaja en el Área de la Enseñanza, supongo —
— Eh… no. Manager deportivo, aunque Finanzas y Seguridad para un amigo mío en mis ratos libres. ¿Por qué? ¿Parezco profesor? — pregunto divertido
— N-no es eso, bueno… Pensé… un hombre como usted qué estaría haciendo en este Colegio y… —
— Ah. — Comprendió de inmediato — Mí hija estudia aquí. — explico.
Ugh. Casado y con niños, pensó ella reprimiendo un suspiro. Por lo visto olvidando que ella también era casada y con hijos.
— Debe de ser una nena encantadora, supongo — trato de sonar casual y no decepcionada. — Quizás la conozca —
— Oh, me parece que sí — sonó entre juguetón y apenado él.
— ¿Cómo? —
— ¡Mamá! — Grito Nicola por fin — ¡Él es el papá de esa salvaje! ¡De Mei Yamamoto! —
Y Eva se quedo en blanco por segunda vez en menos de 5 minutos hasta que logro escupir un — ¡¿Qué?! — mirando del amable hombre moreno a la cobriza niña que de un momento a otro se paro junto a él.
Nadie podía culparla. No había punto de comparación entre padre e hija.
— ¿Pero cómo él? Su padre… de esa niña… —
- ¿Salvaje? – repitió suspicaz el guardián mirando entre madre e hija Falco.
Rayos.
— Querida, ¡pero qué grosera! No seas desconsiderada, ¿cómo se te ocurre decirle así a tu compañerita de clases? —
— ¡P-pero si tú misma la llamaste así! —
— Ay, pero que cosas dices, linda — rió nerviosamente la mujer mientras sujetaba a su niña por los hombros. — Era una bromita — encaro al joven padre casi como si pidiera clemencia. — Nada en serio… ja ja —
— Oh, ya veo — se trago. — Veo que ya se conocen, aún así, que coincidencia encontrarnos aquí los dos ¿No cree? —
— Si, debió ser el destino — suspiro.
Se escucho un gran bufido — Ella te estaba buscando — aclaro Mei de la nada.
— ¿Es eso cierto? ¿Para qué me buscaba? ¿Puedo ayudarle en algo? —
— Cierto, cierto — rió nerviosamente otra vez — Era para hablar… pero… no recuerdo de qué — rió otra vez.
— Era para hablar de su hija majadera, mami — le recordaron oportunamente.
— ¿Majadera? — repitió nuevamente Yamamoto.
— Linda, recuerda que no tienes que meterte en plática de adultos ¿verdad? —siseo con fingida paciencia la madre.
— Si… pero deja de apretarme los hombros… duele… —
— Si, este… Sí, quería hablar de ella con usted. Ya sabe… lo que paso en clase con las niñas… —
— Oh, cierto. Lo de la goma ¿Verdad? Ja ja ja ja, no lo recordaba. —
— Si, como es una cosa de tan poca importancia es fácil de olvidar. —
'Bueno, cuando menos ella ya capto lo irrelevante que fue lo que hice' caviló la pequeña pelirroja
— Lamento mucho el incidente, Señora Falco. Y sé que Mei no lo volverá a hacer. Hablaré con ella y cumplirá la sanción que la Directora le ha dado. No se preocupe. —
— No hay cuidado, espero no haya sido muy dura con ella la Directora Capello. — decía con suavidad llevándose una mano a su pecho.
'Ni la mitad de lo que usted lo fue, eso es seguro' ironizo Mei.
— Entonces si no hay más, nos retiramos. —
— ¿Cómo que si no hay más? —terció otra voz. — ¿Y mi disculpa? — Mei estaba segura que si hubo algún momento en que Eva hubiese querido estrangular a su hija, ese era. Y por un momento agradeció que Nicola fuera tan boba como para no darse cuenta del aura homicida que ostentaba su madre — Sigo esperando mi disculpa —
— ¿Una disculpa? — volvió a preguntar el hombre.
— Si, verá… — trato de arreglar la situación y calmar sus nervios Eva — pensábamos que tras todo este lamentable e insignificante incidente, creíamos que la pequeña Mei debía ofrecerle… usted comprenderá, unas cuantas disculpas a mi Nicola… —
— ¡Claro que debe! Me arrojo una goma aquí — apunto orgullosamente a un punto rojizo justo en el medio de sus cejas. — ¡Casi me saco el ojo! — exagero.
— Wow, Mei, que puntería — murmuro el guardián con las cejas arqueadas. Por primera vez en todo el bendito día, apareció un atisbo de sonrisa en la carita de la niña y una gran chispa de alegría incendio sus ojos.
— ¿Perdón? — pregunto incrédula Eva. Ese comentario sonó casi como un alabo.
— Nada. Si, ya veo. — Se aclaro la garganta — Me parece natural. —
Y toda alegría que había gozado la aludida se esfumo como el humo y frunció su ceño.
— ¿Mei? —
— No — se cruzo de brazos y les dio la espalda.
— ¿No? —
Mei se encogió de hombros — No, no quiero —
— ¿Por qué no? — pregunto nuevamente su padre.
— Nada más porque no tengo ganas —
Yamamoto se quedo algo contrariado, a decir verdad, sabía que su hija era como muchos la describían, aunque algunas veces la gente era demasiado exagerada. Sin embargo usualmente su Mei no se encaprichaba como ahora y era tan abiertamente grosera con la gente. Tenía su carácter medio especial y delicado, pero aún así confiaba en su pequeña nena, que debía tener una buena razón para sus desplantes aunque no se podía quedar así la situación y menos cuando ella se rehusaba a decir del porqué. Esa no era la clase de hija que había educado.
— Mei — puso su mano sobre la cabeza de la niña — Da la disculpa, ahora. — ordeno.
Mei ahogo un gemido y supo que su padre hablaba en serio.
— Y una disculpa sincera, Mei. —
Se mordió sus labios y miro con cierta antipatía al par de personas frente a ella. Sin ser llamada Nicola se planto frente a ella con todo lo altiva que podía ser alguien de su edad, sonriente y complacida, esperando las palabras mágicas. Incluso Eva lucía evidentemente divertida. Se habían salido con la suya.
Cerro sus puños, tomo mucho aire y se calmo. Clavo sus ojos en los de su némesis.
— Te pido me perdones. Lamento mucho lo que paso. Lamento haberte arrojado la goma, a mitad de la clase, enfrente de todos, justo en medio de tus ojos y que te hayas caído de tu pupitre… —
— ¡Se está burlando otra vez! — estaba a punto de chillar Nicola
— B-bien, creo que fue suficiente con la disculpa — intercedía Eva sabiendo para donde iba este asunto. Pero una vez comenzó a hablar Mei, había decido no parar para mala fortuna de ellas…
— Lamento también que todos se rieran de ti entonces y te hayas puesto a llorar y lamento también… —
— Basta, ya cállate, tonta Mei — chilló Nicola.
— Lamento también — hablaba más fuerte para hacerse escuchar — no haber encontrado algo más grande que mi goma para arrojarte, también lamento que seas tan cobarde y chismosa y sobre todo lamento que tengas una madre tan despreocupada de ti que tengas que burlarte de las mamás de los demás para sentirte bien contigo misma y llenar ese hueco. Hn. — y tan pronto acabo salió corriendo al patio escolar.
Los presentes se quedaron sin reaccionar por un instante.
— N-no es cierto, mentirosa — grito Nicola toda avergonzada — Boba, boba Mei. Te odio. — y se soltó a llorar. Su madre en lugar de consolarla solo volteo a ver, perpleja, al moreno que parecía hasta cierto punto divertido con esa declaración. Eva tenía una expresión en su cara que pedía una explicación.
— Pudo haber sido peor — se justifico el padre sin un ápice de vergüenza y encogiéndose de hombros — Estoy seguro que si Mei le hubiera arrojado algo más grande a Nicola, ahora mismo tuviéramos esta plática en Urgencias, creo… Ja ja ja… —
Eva no supo que responder.
— Bien Señora Falco, es hora de retirarnos y lamento lo ocurrido. Espero no vuelva a ocurrir. Con su permiso — Hizo una galante reverencia y se marcho.
Tras salir de su sopor de tal impresión de semejante caballero y tal cría, Eva saco un pañuelo y se lo dio a su hija antes de que empezara a limpiarse la nariz con las mangas de su uniforme.
— Bueno — hablo algo aturdida y sin captar del todo lo que había vivido — es obvio que semejante chiquilla no saco a nada a su padre. Pobre de él, que desperdicio. Esto debe de ser cosa de la madre, de seguro. — Sacaba conclusiones — ¿De casualidad no la conoces, nena? – pregunto ella viendo como su hija seguía hipando.
— N-no — sollozaba mientras se limpiaba los ojos — Claro que no — expresaba mientras fruncía la nariz roja — Ella no tiene mamá… —
°O°O°O°O°O°O°
¿Cómo se imaginaban ustedes que sería probablemente un hijo del dulce Yamamoto?
No creo que como este pequeño pan de Dios que cree...