Explosiones. Tiroteos. Olor a pólvora y fuego. Aquella noche prometía ser algo más que violenta.
Tres chicos corrían por sus vidas, cogidos de las manos, jadeando, casi sin respiración. El más pequeño de ellos estaba herido, el mediano estaba cansado, y al mayor se le estaban acabando los recursos... y la munición.
- ¡Que no escapen! Se dirigen hacia el oeste!- Gritó una voz en la lejanía.
Un foco iluminó de lleno a los fugitivos, los cuales se cubrieron los ojos, la blanca luz hiriéndoles las retinas.
¿Por qué? ¿Por qué tenía que pasarles esto? Ellos no habían hecho nada...
- Quedaos quietecitos si no queréis que nuestro querido francotirador haga uso de su excelente puntería, mocosos.- Dijo un hombre con frac, andando tranquilamente hacia ellos, con expresión calmada y las manos en los bolsillos de su seguramente cara e impoluta chaqueta negra.
¿Qué podían hacer? ¿Lo del francotirador sería un farol? Tenían las armas cargadas y listas para disparar, pero... ¿y si no fuera mentira? Morirían sin remedio...
¿Qué podían hacer?
- Lovino...- El menor de los tres hermanos Vargas agarró el brazo de su hermano, cada vez más débil por la pérdida de sangre.- ¿Qué podemos hacer?
- Tranquilo, Marcello... todo irá bien... todo irá bien...
Lovino no dejó de repetir esas palabras, como un mantra sin fin, mientras acercaba a sus hermanos a él.
Aunque en el fondo sabía que nada podía salir bien de todo aquello.
- Muy bien, señoritas...- Continuó el hombre de negro.- Saben por qué están en esta situación... ¿cierto?
El silencio reinó por unos segundos en las bocas de todos. Se escuchó una explosión más de fondo, y el ruido de unas sirenas acercándose cada vez más rápido.
- ¿No va nadie a dirigirme la palabra?- El hombre parecía decepcionado. Se pasó una mano por el cabello engominado y se ajustó la máscara blanca que cubría parte de su rostro, con una sonrisa. Avanzó un par de pasos más, riendo en tono socarrón.
Unos sollozos incontrolables. Feliciano Vargas no podía soportar la presión. A pesar de todo, quién sabe si del miedo o no, las lágrimas no acudían a sus mejillas. Tenía ganas de desplomarse en el suelo, de desmayarse... o quizás de despertarse para ver que todo era una horrible pesadilla.
Ya que aquella noche de Marzo, una casa ardía, unos cadáveres yacían ensangrentados entre las llamas, y lo más terrible de todo... El espectáculo no había hecho más que comenzar.
- Feliciano... vamos a salir de aquí.- Susurró Lovino en el oído de su hermano.- Veo una esquina cerca, y parece carecer de vigilancia. Marcello y tu vais a poneros detrás de mí, y, a mi señal, saldréis corriendo.
- Pero Lovino... ¿Y qué pasa contigo?- Feliciano no recibió ninguna respuesta. El mayor los empujó detrás de él, encarando al desconocido.
- Hmmm... veo que pareces dispuesto a hablar, Lovino Vargas- Rió el hombre, enseñando los dientes en una salvaje y malévola sonrisa.- ¿Te harás el valiente por una vez? Me sorprendes... siempre te creí un cobarde.
- Q... ¿qué quieres de nosotros?- Imposible mantener la voz en calma. Todo el cuerpo de Lovino parecía de gelatina, incapaz casi de sostenerse en pie debido al temblor de sus piernas. Ambos se miraron durante un rato largo. Los Vargas tragaron saliva, expectantes.
Un chasquido de dedos. Un grito en un idioma desconocido, y más risas. Otra sombra más apareció en escena.
Un hombre más o menos menudo, de tez tan oscura como la del otro hombre, con un turbante blanco en la cabeza y una toga oscura cubriéndole el resto del cuerpo, se acercó lentamente al hombre de negro, con una libreta en sus manos. Lentamente. Tan lentamente que Lovino empezó a perder los nervios. El horror que le consumía aumentaba a cada paso que daba el desconocido. Ambos se miraron por un segundo, el nuevo sin expresión aparente en su rostro. Un escalofrío de terror recorrió al italiano al ver aquellos ojos vacíos y sin sentimientos.
- Gupta.- Dijo el enmascarado cuando el otro llegó hasta él.- ¿Te importa, querido subordinado mío, leerle a los señores Vargas el informe de hoy?
Gupta abrió la libreta. Pasó hojas y hojas, buscando lo que le habían mandado enunciar. Marcello y Feliciano contuvieron un grito al ver que la mayoría de las páginas estaban manchadas de sangre. Lovino tan sólo les empujó hacia atrás con más ímpetu.
- Vosotros dos, retroceded un poco más... ya casi está.- Murmuró en un rápido italiano.
- Pero Lovino... Marcello ya casi no puede...- Feliciano fue interrumpido.
- ¡No importa! Tan sólo haced lo que podáis para buscar cobertura. Del resto me encargo yo.
- Veintisiete de Marzo, año X, cuatro de la tarde.- Una voz grave, pero a la vez clara y vacía, llegó hasta los oídos de todos, haciéndoles enmudecer para escuchar la lectura de la libreta.- El señor Sadiq Annan tiene una cita con Roderich Edelstein, el cual le debe una gran cantidad de dinero. El señor se dirige hacia la mansión Edelstein en busca del pago. El señor ha tenido el buen corazón de dejarle tiempo a Edelstein para reunir el dinero, así que debería tenerlo listo sin problemas.
Cierto. Roderich.
- ¿¡Qué le habéis hecho al de las gafas, hijos de puta!?- Chilló Lovino, furioso.
- Si no quieres salir malherido, italiano, mejor cállate y escucha.- Escupió el hombre, el cual Lovino había deducido que era el tal Sadiq. Calló al instante, intimidado por su tono y por sus palabras.
- Misma fecha, cinco de la tarde.- Continuó Gupta, ajeno a sus alrededores.- Edelstein lo recibe en su casa y le hace ir hasta la sala de invitados. Le pide que espere un poco. Al señor Sadiq no le gusta esperar.
Se hizo el silencio. Los tiroteos de fondo jamás habían cesado, pero nadie parecía haberles prestado atención hasta que no quedaba otra cosa que escuchar. El crepitar del fuego se hacía cada vez mas fuerte. ¿Se habían extendido las llamas? Lovino no podía hacer otra cosa más que divagar. Gupta pasó la página ceremoniosamente y continuó.
- Misma fecha, seis de la tarde.- Carraspeó antes de continuar leyendo.- El señor Sadiq está histérico. Nos han ofrecido pasteles asutríacos y té negro, pero no hay ni rastro de la deuda de dos millones cuatrocientos sesenta y ocho mil euros. El señor empieza a sentirse cansado. Además, cabe decir que la decoración del lugar es un tanto austera y anticuada, nada del agrado de nuestro grupo, lo que aumenta su nerviosismo. Lo mejor sería que dejara de hacerse de rogar y nos entregara el dinero.
El... ¿el gafotas debía tanta pasta? Los hermanos se sorprendieron. ¿En qué podría Roderich, señorito de buena familia, gastar tanto? No. ¿En qué iba a NECESITAR tanto dinero?
- Misma fecha, ocho de la tarde. Al fin Edelstein hace acto de presencia. Trae una cara que no augura nada bueno. Nos mira durante segundos sin decir nada. El señor Sadiq le pregunta cuál es el problema.- Gupta detuvo su lectura para mirar a su señor por un instante, para reanudarla un momento después.- Dice que no tiene el dinero. El señor le pregunta a qué se debe. Tras cinco años, Edelstein debería haber reunido la cantidad acordada.
Otra pausa. La tensión estaba matando a los Vargas. Gupta pasó la página de nuevo, recreándose en la sangre, seguramente fresca, que yacía en el papel. Pero estaban cerca de saber qué le había sucedido a Roderich... tan cerca... Lovino quería saberlo, pero a la vez quería taparse los oídos. Pero las palabras de Gupta le atenazaban como una pinza al rojo vivo.
- Misma fecha, ocho y diez de la tarde. Edelstein nos dice que el dinero ha sido sustraído de la caja fuerte. El señor le pregunta quién puede haber sido. Si no sería una treta para ganar tiempo y huir... lo cual no me extrañaría nada viniendo de la aristocracia. Edelstein dice que jamás se le ocurriría hacer algo así, que el dinero ha sido robado. El señor le pregunta de nuevo, esta vez en tono más autoritario, quién ha sido. Edelstein tan sólo nos dice un nombre antes de desaparecer de la sala...
Hubo una pausa dramática. Feliciano contuvo la respiración. Tenía miedo de escuchar la verdad. ¿Quién podría haber sido? ¿Algún conocido? ¿Algún ser querido? No tenía ni la más mínima idea.
Lovino tragó saliva, preparado, o eso creía, para escuchar la respuesta a sus dudas. Pero Gupta no continuó leyendo. Sadiq tampoco le incitó a que continuara. Ambos miraban al grupo que temblaba a su merced.
- ¿¡Y bien!? ¿¡Quién ha sido!?- Gritó el mayor de los Vargas, fuera de sí por el nerviosismo. Feliciano, asustado, abrazó a Marcello, el cual ya no podía más. Jadeando, llorando, y debilitándose cada vez más por la pérdida de sangre, estaba comenzando a perder la consciencia, pero el pequeño se esforzaba por mantenerse despierto, ya que quería saber cómo acababa todo.
Sadiq ya no sonreía en lo absoluto. Una mueca de enfado cruzaba su rostro enmascarado. Golpeó a Gupta con el codo ligeramente, en un gesto para que dijera el nombre de la persona que, al parecer, había arruinado las vidas de mucha gente en una sola noche. Esa persona era...
- Lovino Vargas.
Una extraña sensación invadió el estómago del aludido. El miedo aprisionaba sus pulmones, impidiéndole respirar con normalidad. Él jamás...
- Yo jamás... yo no he...- Empezó a decir, con la cara más blanca que la tiza, las pupilas contraídas y las piernas más temblorosas que nunca.
- ¡Mi hermano jamás robó ese dinero!- Exclamó Feliciano, en defensa de su hermano mayor.- ¡Esa información es mentira!
- Misma hora, ocho y once de la tarde. Encuentro los datos del tal Lovino Vargas en mi libreta.- Gupta continuó leyendo, ajeno a las protestas de los italianos.- "Hermano mayor de Feliciano y Marcello Vargas. Fue dejado al cuidado de Roderich Edelstein tras la muerte del cabeza de familia Rómulus Vargas. En la actualidad vive en la mansión Edelstein, y apenas tiene contacto con el mundo exterior, a pesar de ser ambicioso y tener ansias de libertad. Posiblemente un valioso aliado o un temible enemigo si se le ocurriera entrar en el mundo de la mafia. Ir con cuidado al tratarle, ya que parece rencoroso y no tiene pinta de olvidar fácilmente. Parece necesitar dinero para algún proyecto por ahora desconocido." Le transmito los datos al señor Sadiq. Dice que hay una alta probabilidad de que, en efecto, él haya robado el dinero.
Lovino se horrorizó. ¿Cuándo le habían tomado todos aquellos datos? ¡El jamás había visto a aquellos individuos! ... Aunque el comentario de él siendo un gran mafioso le complacía en parte... ¡pero no era el momento!
- Lovino Vargas.- Sadiq habló, mirándole directamente a los ojos a través de su máscara.- Tú tienes nuestro dinero. ¿Dónde lo has escondido?
- Yo jamás...- Intentó hablar, pero fue en vano.
- ¿¡DÓNDE LO HAS ESCONDIDO!? ¡HABLA!- Bramó, provocando nuevos escalofríos y punzadas de miedo en los Vargas.
Maldita sea... el tipo no iba a atender a razones... tan sólo les quedaba una opción. Lovino preparó su querida Magnum y retrocedió un par de pasos. Tan solo tenía que dar un disparo certero a su cabeza y todo acabaría... ojalá no le temblara tanto todo el cuerpo. Cuando creyó estar preparado, dió un salto hacia atrás, alzando la pistola a la altura de su cabeza.
- ¡AHORA, FELICIANO!- Gritó, disparando al mafioso.
Feliciano reaccionó rápidamente y se escabulló con Marcello en la esquina. Al ver un contenedor de basura vacío, le pareció un buen escondite, y metió dentro a su hermano pequeño. Se dispuso a entrar él a continuación, pero el sonido de un disparo le detuvo. Era un sonido distinto al de la pistola de Lovino.
Un grito ahogado, un sonido de choque y una risa. Feliciano no podía moverse, estaba paralizado de terror y angustia. Unos pasos se acercaban lentamente, y el italiano intentó contener el llanto. Quizás era Lovino... que lo había conseguido... quizás...
- Misma fecha, nueve de la noche. Hemos buscado por toda la mansión y no hay rastro de Lovino Vargas ni de sus hermanos. El señor Sadiq está furioso. Ha dado permiso para matar a cualquiera que se ponga en nuestro camino. Montones de cadáveres ensangrentados se apilan en las escaleras y en diversas habitaciones de la casa. Algunos fueron degollados, a otros se les dio muerte de un tiro. Roderich Edelstein ha huido como un cobarde. Nos preparamos para hacer arder la mansión.
Ahí estaba. La voz de la perdición. Feliciano abrió los ojos, horrorizado. Quería despertar, despertar, despertar de una vez y que todo aquello fuera una de las pesadillas que tenía después de ver una película de mafiosos. Quería que todo acabara de una vez. Pero la voz de Gupta parecía más que real. Estaba allí, y se acercaba, sin detener su lectura ni un segundo.
- Misma fecha, nueve y treinta de la noche. Encontramos a los tres hermanos Vargas después de haber saqueado el lugar por completo. Al parecer volvían de una "excursión". Nada que podamos creer. Nos preparamos para perseguirles y dispararles si ofrecen resistencia. La cual, como pensaba, ofrecen. Conseguimos disparar al menor y dejarle malherido, pero siguen huyendo.
Feliciano vio dos sombras acercarse al borde de la esquina tras la que estaba escondido, inmóvil todavía. Aquella voz endemoniada y sin sentimientos se le clavaba como un puñal. Cada palabra, cada sílaba, aceleraba su corazón cada vez más, le golpeaba sin piedad como si de un martillo de acero se tratara.
- Misma fecha, diez menos siete de la noche. Acorralamos a los Vargas en un lugar sin aparente salida.- Aquellas palabras alertaron a Feliciano, el cual miró hacia el fondo del callejón, en el cual... había una pared. Estaban literalmente atrapados.- Por fin podemos explicarle la situación a los fugitivos, pero ellos no se muestran demasiado cooperativos a la hora de hablar. El mayor de ellos intenta disparar al señor Sadiq.
La silueta de Sadiq apareció, seguida de la de Gupta. Sadiq llevaba un revólver en su mano derecha. ¿Lovino había fallado?
No. La marca del disparo estaba en la chaqueta del hombre. Había desgarrado la ropa, había hecho un agujero a la altura del pecho... ¿por qué no estaba entonces Sadiq muerto? ¿Qué había ido mal?
- Misma fecha, diez menos cinco de la noche.- Gupta parecía estar escribiendo a una velocidad increíble mientras hablaba.- El chaleco antibalas del señor Sadiq ha hecho un buen trabajo. No parece haber heridas de importancia, ni ningún otro problema aparte de la rotura de su chaqueta preferida.- Sadiq rió ante el comentario, y se llevó una mano al pecho, a la altura del agujero de bala, como mofándose. Gupta continuó.- El señor Sadiq saca su revólver y dispara. Lovino Vargas muere a las diez menos cuatro de la noche, el día veintisiete de Marzo del año X.
Lovino Vargas muere.
La mente de Feliciano parecía repetir sin pausa esas palabras. Esas horibles palabras. Sin poder aguantar más, cayó al suelo de rodillas y se llevó las manos a la cara. Las lágrimas que no había podido derramar en toda la noche acudieron a sus ojos en tromba, nublándole la vista y la mente. No estaba preparado para morir todavía, pero... ¿Qué podía hacer? Nadie iba a acudir a salvarles... uno de sus hermanos estaba muerto, y el otro lo estaría pronto si no lo llevaba a un médico... lo cual no parecía ser posible.
- Misma fecha, diez menos tres de la noche. Feliciano Vargas parece haber escondido a su hermano, y está en el suelo, colapsado. No nos preocupa el pequeño, ya que la pérdida de sangre acabará con él en pocos minutos. El señor Sadiq se prepara para dispararle si no habla.
- ¿Algunas últimas palabras?- Dijo Sadiq, levantando el arma.- Sabes... si tu hermano hubiera hablado, podríais haber vivido los tres... ahora es imposible.
- No... robamos... nada...- Feliciano apenas podía hablar, las lágrimas le ahogaban la voz.
- Misma fecha, diez menos dos de la noche. EL jefe Sadiq mata a Feliciano Vargas.- Predijo Gupta.
- Entonces... adiós.
Feliciano se cubrió la cabeza con las manos. Y entonces...
- ¡DEJA A MI HERMANO!- Un grito y un disparo. Sadiq cayó al suelo, su brazo había sido impactado por una bala. Lovino Vargas, ensangrentado pero furioso, se alzaba amenazante, con la pistola en alto. Gupta se apresuró a escribir y continuó recitando.
- Misma fecha, diez menos uno de la noche. Lovino Vargas sigue vivo, y ha disparado al señor Sadiq en el brazo con el que sujetaba el arma. Si no se le trata en breves estará incapacitado varios meses por ello.
- La próxima irá a la cabeza si no dejas en paz a mi hermano.- Dijo Lovino, victorioso.- Te he inutilizado el brazo con el que disparas, y no creo que tu escriba tenga ningún arma consigo. Estás solo. Has perdido.
Sadiq miró hacia el suelo, rabioso. Enmudeció unos instantes, y acto seguido, comenzó a reír. Primero fue una risa suave, pero poco a poco se fue tornando en una carcajada fuerte y maligna. Lovino no tenía muy claro cómo reaccionar.
- ¿La última risa de un loco, Sadiq?- Preguntó, frunciendo el ceño.
- Sabía que eras peligroso, Lovino Vargas.- Sadiq se levantó, y el italiano agarró con más fuerza el arma, preparado para disparar si fuera necesario. Sadiq rió una vez más.- Este parece mi fin...
- Entonces suelta el arma y aléjate de Feliciano.- Ordenó Lovino, el cual estaba empezando a tambalearse por la pérdida masiva de sangre.
- Oh, déjame acabar... Sadiq empezó a jugar con el arma, cambiándosela de mano cada vez a mayor velocidad. Entonces se cambió el arma a la mano sana, y apuntó a Lovino a la cabeza.- Este parece mi fin... suerte que soy ambidiestro.
Lovino no tuvo tiempo a reaccionar. Lo último que vió fue la sonrisa del mafioso, y lo último que escuchó, un disparo.
Feliciano gritó, aún llorando. Quería escapar. Empezó a retroceder lo más deprisa que pudo, pero no había salida. Sadiq rió.
Un nuevo disparo. Feliciano cayó muerto al suelo.
Gupta abrió el contenedor. Marcello estaba ahí dentro, junto con una enorme cantidad de sangre. No respiraba. El egipcio se apresuró a escribir una última entrada.
- Misma fecha, diez de la noche. Los hermanos Vargas están muertos. Volvemos a casa.- Dijo, cerrando la libreta.
X . x . x . X
La oscuridad lo envolvía todo. Lovino no podía moverse, no podía ver nada.
¿Dónde estaba?
Unas voces le llamaban...
"Lovino... Lovino..."
Eran... ¿Feliciano? ¿Marcello?
Debía ir con ellos...
Y así, Lovino Vargas abrió los ojos.
Que onda~ Esta es la primera historia con cosas violentas~ Espero que se me haya dado bien y que os haya gustado! ^^
(Eh, ¿Tu no estás escribiendo otras dos historias? En qué piensas?)
Ups, si, lo se, lo siento~ :P Pero es que no tenía ganas de escribir las historias, estaba inspirada... de otra manera... así que me puse a escribir.. y salió esto! XD Tranquilos, iré subiendo las otras historias también prontito :B
Pero eh, esto no acaba aquí, esto no es un oneshot! Hay mucho, mucho más! :D
Si queréis que continúe, dadle like, que me motiva a seguir escribiendo~ Y una review tampoco le hace daño a nadie... no estaría mal ^w^
(Bueno... Incluso sin todo eso seguiría escribiendo... pero solo pido un poquito de caridad, que soy pobre XDD (?))
En fin, esperad el siguiente capítulo de esto con ansias~ :D (O no...)
PD: Se me olvidó; Hetalia no me pertenece a mí, sino a Hidekazu Himaruya-sama. Si me perteneciese a mí habría yaoi explícito entre muuuchos personajes, así que... creo que sería peor si fuera mía, (me cargaría la trama principal xD)