Hola a todos! Aquí está la próxima escena, a ver qué os parece! Supongo que no hace falta que os vuelva a repetir lo feliz que me hacen los reviews, favs y follows.. sigo sin palabras ;) Muchas gracias por continuar leyendo :D:D

Disclaimer: si Castle fuese de mi propiedad los capítulos consistirían en 40 minutos de fluff stuff, non-stop... menos mal que es propiedad de Andrew Marlowe!

XXX

Escena 5ª

Se agita a mi lado. Sus manos se han convertido en puños y agarran con fuerza las sábanas. Gimotea y gruñe sin descanso, persiguiendo a su agresor. La oigo susurrar mi nombre. "Rick, Rick." Estoy a punto de despertarla. No puedo soportar verla sufrir así, no es justo. Mi mano vuela a su rostro, empapado en sudor, y acaricia su acalorada frente. Rozo su piel con la yema de mis dedos y su ceño desaparece, aunque permanece rígida, tensa.

-Kate, cielo.-susurro en su oído.

Pero nada. Sigue aferrándose a la ropa de cama. Se convulsiona contra el colchón y me siento impotente. Podría despertarla, acabar con su sufrimiento, detener su agonía… mi agonía. Pero la última vez que lo hice me miró algo decepcionada, avergonzada. No quería admitirlo pero supe que quería que la hubiese dejado vencer sus temores por sí sola. Claro que ella no entiende que verla así, me mata. No soporto ver cómo sufre. Es demasiado. Podría abandonar la habitación, es verdad, pero sería como abandonarla a ella. Y no puedo. Soy su compañero, tengo que estar ahí. Quiero estar ahí, cubriendo sus espaldas, siempre.

Se agita hacia los lados, intentando deshacerse de un agresor imaginario. Aunque el dolor es real. Oh, sí, el dolor siempre es real. Acaricio su pelo, cerniéndome sobre ella, intentando protegerla de todos los males que la acechan, aun sabiendo que es imposible. La oigo gritar de dolor y me siento como un tirano, al permitir que siga sufriendo. Cierro los ojos y la tomo de la mano, deshaciendo con suavidad su puño. Sus dedos se aferran a los míos de manera inconsciente. Espero que los sienta en su sueño… que sepa que estoy allí, con ella.

El viento ruge en mis oídos y agita mi pelo, arañándome la cara. Por un segundo, creo atisbar una sombra recorrer el tejado a toda prisa, huyendo. Echo a correr tras la sombra, aun sabiendo cómo va a acabar todo esto. Ya conozco el final de la historia… y aun así, soy incapaz de detenerme. Pierdo de vista a la sombra y saco mi arma. Me siento algo más segura al curvar el dedo sobre el gatillo, el seguro quitado. Mi corazón late a mil por hora, la adrenalina quemando mis venas a un ritmo desaforado. Esto no te lo enseñan en la academia… el miedo, la tensión… nunca te lo muestran de primera mano. Esto se aprende de otro modo, de la manera más dura.

Camino lentamente hacia unas escaleras… aun sabiendo que él no estará ahí, que es una trampa; pero no puedo detener mi movimiento, me veo arrastrada por una fuerza invisible, que me empuja a recorrer el mismo camino, una y otra vez. El camino hacia el final, no hay ningún otro. Y, como si lo hubiese estado esperando, Maddox salta sobre mí, golpeando mi pecho con el brazo, dejándome sin respiración. Caigo al suelo, aturdida. Pero me obligo a levantarme. Si he de volver a hacerlo, si he de representar de nuevo la misma pantomima, lo haré poniendo todo mi empeño en ello. No caeré sin pelear.

Me levanto de un salto y le empujo, golpeo su abdomen, su cara, sus brazos. Pero ni se inmuta, para todos mis movimientos. Y lo hace con tranquilidad, con serenidad, como si apenas estuviese prestando atención alguna, como si mis esfuerzos fuesen inútiles contra él… Y así es. Me mira, entre aburrido y complacido. Golpea mi cabeza una vez más, y siento la fuerza de su puño contra mi cráneo. Golpea mis piernas y soy incapaz de ponerme de pie. Me siento impotente, patética. Le miro desde el suelo, sin aliento. Desearía no conocer el final de esta historia…

-Dime quién está detrás de todo esto.-mi voz suena cansada, sin fuerza. Y en verdad estoy agotada. Estoy harta de lo mismo; se suponía que estaba por encima de todo esto. O, al menos, eso es lo que me he estado diciendo a mí misma durante las últimas semanas. A mí misma y a Castle…

Castle. Si de algo puedo sentirme feliz es de que él no esté aquí. De que se halle a salvo, fuera de todo peligro. Aun sabiendo que mi muerte supondrá volver a hacerle sufrir, decepcionarle una vez más, herirle de nuevo… Me siento ruin y miserable por hacerle pasar por todo esto otra vez, pero no puedo evitar sentir cierta paz al saber que él estará bien. Espero que pueda perdonarme…

Y de repente, algo cambia. Maddox continúa mirándome como si me tratase de un despojo, como si fuese una pérdida de tiempo, inservible, inútil. Y así es como me siento… pero algo no marcha bien. Esta es la parte en la que el debería estar denegando mi petición, burlándose de mi debilidad. Debería pelear de nuevo con él, caer por el tejado, precipitarme hacia el abismo… En cambio, Maddox no reacciona. La única voz que oigo es la de él, la de Castle, la de Rick. Como si estuviese a mi lado, la siento cercana. "Kate" me llama. Su voz tiene un deje agonizante que golpea mi pecho con fuerza. Está sufriendo. Y no sé cómo, pero sé que lo sabe, sabe que le voy a abandonar, que le voy a traicionar… sé que sufre por mi culpa. Quiero contestarle, asegurarle que todo va a ir bien, aunque no sea verdad. Me gustaría poder decirle que le quiero, que me perdone, que nunca quise hacerle daño. Pero no me sale la voz. Las lágrimas acuden a mis ojos, ¿es posible que el final no llegue lo suficientemente deprisa? No quiero que siga sufriendo, quiero que esto acabe ya, como si así fuese a aliviar un poco la pena que ahora oprimía el pecho de su escritor. "Castle" su nombre ocupa toda mi mente.

Por fin, Maddox reacciona, vuelve a escena. Se agacha sobre mí y sus manos me toman por el cuello, elevándome en el aire. No puedo respirar, mis manos se posan sobre las suyas, intentando aflojar la rígida prisión que ejercen sobre mi cuello. Araño sus nudillos, balanceo mis piernas en el aire intentando infligir cualquier tipo de daño sobre su persona. Pero no puedo. Soy una muñeca. Una muñeca de trapo, una marioneta. Sonríe mientras impide que el aire llegue a mis pulmones. Sonríe mientras la vida se escapa de mis ojos. Comienzo a ver pequeñas luces blancas a mi alrededor como consecuencia de la falta de oxígeno en mi cerebro. Ya falta poco. Al menos, espero que así la agonía de Castle desaparezca, que deje de sufrir. Es una esperanza vana… sé que jamás dejará de culparse a sí mismo por esto… como si lo hubiese podido impedir si se lo hubiese propuesto. Una vida llena de pena y arrepentimiento. No. No lo puedo permitir. Quiero que sea feliz, que vuelva a reír, que no sufra nunca más por mí. No puedo dejar que eso ocurra.

Mis brazos sacan fuerzas de una fuente invisible y consigo incrustar la palma de mi mano en la base de la nariz de mi agresor. Con el impacto, Maddox no puede evitar contraerse hacia atrás, descendiendo sus brazos lo justo para que vuelva a sentir el suelo bajo mis pies. Me libero de su prisión y me lanzo contra él, tumbándolo en el suelo. Sangra profusamente por la nariz y un hilo de sangre llega hasta su boca, coloreando sus dientes. Ahora soy yo quien coloca mis manos sobre su cuello y ejerzo la mayor fuerza posible sobre él, mirándole fijamente a los ojos. Sigue sonriendo y me dan náuseas. Aprieto con más fuerza su cuello, conteniendo la bilis dentro de mi boca. El odio ha teñido mis retinas, tintando toda la imagen de un rojo brillante. Los brazos de mi agresor arañan mi torso, cada vez con menos fuerza hasta que en un momento determinado, se dejan caer sobre las baldosas del tejado. Retiro mis manos de su cuello enrojecido y me dejo caer al lado de su cuerpo inmóvil, dejando que el llanto se apodere de mí.

Sus manos aflojan un poco la presión sobre mi cuello. Está llorando. La observo fijamente con mis manos aún fijas en sus muñecas, intentando descifrar si realmente ha despertado o no. Sus ojos continúan sobre los míos, pero sin verme, vacíos. Deja de apretar mi cuello pero no retira sus manos de ahí. Noto cómo recobro el pulso, la sangre recorriendo dolorosamente la zona donde hacía unos segundos ella había estado infligiendo presión. Mi respiración sigue siendo entrecortada… pero nada de eso importa. Lo único que me preocupa es ella. Temo que no despierte, que no salga de su alucinación, que no pueda volver conmigo…

Pero de pronto, sus ojos recobran ese brillo tan característico en ellos y sé que está de vuelta. Puedo volver a respirar una vez tengo la seguridad de que verdaderamente está conmigo, consciente, que ha vencido su mayor temor. Las lágrimas siguen deslizándose por sus mejillas, humedeciendo mi camiseta. Me mira confusa, sin entender, con sus manos aún colocadas en la base de mi garganta. La atraigo hacia mí y la beso con delicadeza. Ella me devuelve el beso de buena gana, acaricia mi cara con una de sus manos mientras la otra se entierra entre mi pelo. Siento su cuerpo caliente sobre el mío, se siente bien tenerla de vuelta. Una de mis manos se escabullen por dentro de su camiseta; acaricio su espalda, suave, cálida… Sus caderas se pegan más a las mías. Muerde mi cuello. Pero cuando se aparta de mí para tomar aire, se queda quieta. La noto tensarse sobre mi pecho, sus músculos rígidos.

Compruebo su expresión, pero no me está mirando. Mira mi cuello con ojos temerosos. Se mira las manos, me mira a mí y puedo ver cómo la verdad se asienta en ella. Lo sabe. Lo ha descubierto. Tomo su mano y la coloco sobre mi pecho, pero ella se aparta, me empuja hacia atrás, rompiendo mi abrazo. Su labio inferior tiembla considerablemente. Se lleva una mano a la boca y tiembla. Tiembla de pies a cabeza, mandando pequeñas sacudidas a mi pecho, sobre el que está sentada. Desearía no poder leer el dolor en sus ojos. Me mira confusa, arrepentida. Y se desliza, alejando su cuerpo del mío, como si temiese mi contacto.

Aparta su vista y la clava sobre el colchón; su mano aún pegada sobre su boca. Me incorporo y le tiendo una mano pero ella no se mueve, ni se inmuta. Permanece con la cabeza gacha, evitando mi mirada. Me acerco a ella con cautela y acaricio su hombro. Aunque intenta alejarse de nuevo, mi otro brazo se lo impide, envolviéndola. La acerco a mi pecho y ella se da por vencida, vertiendo sus lágrimas sobre mí.

-¡Oh, Dios mío!-gime en mi hombro, temblando como una hoja de papel. Acaricio su pelo y susurro "Está bien, Kate. Ya ha pasado todo." Pero ella niega con la cabeza, no lo veo, pero lo siento. Beso su frente aun temiendo que me rechace, pero no lo hace. Se deja acariciar y consolar aunque algo en mi interior presiente que no sirven de nada mis palabras de consuelo, que no está escuchando nada de lo que le digo. Siento que está sufriendo y que no hay nada que yo pueda hacer. Y por primera vez en mucho tiempo, siento la desesperanza asentarse en mi ser, temiendo saber lo que nos deparará el futuro.

XXX