PPG no es de mi propiedad.
Tan pronto como se había corrido la noticia de que los Rowdy habían salido libres, corrió la noticia de ellos dejando la ciudad. Aunque ahora había sido más lenta, ya que la noticia se difundió muchas horas desde que ellos se despidieron de las Power y de la heredera. El director de la prisión estaba furioso, al parecer tenía una razón más fuerte para encerrarlos de nuevo, seguramente tenía que ver con algún reconocimiento social. El hombre no dudó en enfrentar al alcalde, quien se desligó del asunto alegando que los chicos eran libres de hacer lo que quisieran. Aquellos que estaban en contra también mostraron inconformidad ante la nula acción del alcalde para retener a los Rowdy.
En la ciudad se sentía una extraña sensación de paz, que solo era una cubierta para los chismes y teorías del porque los Rowdy habían dejado la ciudad sin explicación o sin que nadie los viera. La gente no estaba conforme con nada, tanta era la inconformidad que ignoraron por completo que la ciudad estaba limpia de todo escombro. Varios incluso comenzaron a dar comentarios ponzoñosos contra Princesa, afirmando que ella tenía que ver en la inexplicable desaparición de los ex criminales, esto se reforzaba ante la nula presencia de la heredera. Morbucks no se había aparecido en ningún momento.
Una vez la noticia llegó a oídos de Jaffet, el chico no dudo en salir de su hogar y buscar a Bombón, para ver si era verdad o no aquel rumor que corría como veneno las calles de la ciudad. Aparcó su auto donde lo había hecho el día anterior y además de ver todo el lugar limpio no encontró a Bombón. Con frustración corrió por el lugar, buscando a su novia quien le debía dar una larga y buena explicación.
Por otro lado, dentro de la alcaldía, las Power discutían con el alcalde las siguientes decisiones a tomar. La cuidad estaba muy sensible, tanto por el ataque como la desaparición de los Rowdy. La decisión del hombre mayor fue que se diera tiempo al tiempo, por ahora lo principal era levantar la ciudad. Aunque las mujeres aceptaron la orden también comentaron que se debía tener cuidado con Princesa, podría ser que algún radical atacase a la joven, acusándola de la retirada de los Rowdy. Su plática fue interrumpida por el director de la prisión, que abrió de un golpe las puertas de la oficina principal.
El hombre caminó encolerizado hasta las Power, concretamente Bombón y se detuvo frente a ella, la joven mujer no mostró signos de intimidación. El alcalde lanzó un suspiro pesado y se masajeó el puente de la nariz, de nuevo aquel molesto hombre en su oficina. Debía doblar la seguridad, o de plano vetar a ese odioso hombre. Frente suyo el varón seguía desafiando a Bombón con la mirada.
-Ustedes los dejaron irse-. Afirmó el hombre. –Ustedes les permitieron largarse, ¡Ustedes, pequeñas ali…!-.
-¿Y si fuera así, qué?-.
La respuesta de Bombón interrumpió al director, quien respiraba agitadamente y su rostro estaba rojo de la ira. Bombón se cruzó de brazos y tomó una pose desafiante, su mirada seguía en la de su interlocutor. Nadie le gritaba a la líder de las Power y se quedaba campante.
-Los dejamos irse, sí.- Admitió. –Como ciudadanos libres que son están en todo su derecho de irse cuando les plazca, solo están haciendo uso de sus derechos-.
-¡Son criminales!-. Exclamó, realizando puños con ambas manos.
-Son héroes-. Contradijo Burbuja, ganándose una mirada encolerizada del hombre, la rubia le dedicó una mirada de superioridad.
-¡Patrañas!-. Vociferó y señaló a Bombón, con la misma mirada iracunda. –Puede que te hayas salido con la tuya esta vez, pero créeme, mocosa, que me encargare de que todos en la ciudad se enteren de lo que has hecho-.
Bombón levantó los hombros con desinterés y le miró con superioridad. –No he hecho nada incorrecto-.
El hombre rechinó los dientes con furia, se giró indignado y al salir de la oficina azotó las puertas al cerrarlas. Sus pesados y apresurados pasos se siguieron escuchando, hasta que al final el sonido de su auto arrancando y alejándose sonó en la oficina. El alcalde lanzó un suspiro largo y pesado, se masajeó las sienes con cansancio, ¿cómo es que ese hombre tan calmado al que le encomendó la prisión se convirtió en un hombre agresivo y tan intolerante? Miró a las mujeres, al parecer se notaban alteradas.
-Es mejor terminar por hoy-. Llamó la atención. –Han sido días muy largos y muchas cosas han pasado, descansen un poco-. Sonrió con amabilidad.
-Pero no hemos terminado de hablar…-. Susurró Burbuja.
El hombre mayor asintió con la cabeza. –Pero merecen un descanso, toda la noche trabajaron, no les vendría mal darse un tiempo-.
Las heroínas se vieron entre ellas y después al alcalde que seguía sonriéndoles, el hombre les hizo un ademan con las manos, como aquel que realiza una persona al ver animal y que lo quiere lejos, además de hacer sonidos graciosos con su boca. Burbuja rió con suavidad, mientras que Bombón y Bellota sonrieron. Aceptaron la propuesta del alcalde y salieron de la alcaldía. Una vez fuera observaron el lugar, las mantas de inconformidad seguían ahí. Asiendo caso omiso de eso, y de la extraña atmósfera que tenía el lugar. Decidieron volar, no querían enfrentarse con la gente que compartiera opinión con el jefe de la prisión, no por ahora.
El trayecto se dio en silencio, al llegar e ingresar, Bellota no tardó nada en dejarse caer en el sofá y acostarse en el mismo, lanzó un quejido largo y cansado. Burbuja subió a la segunda planta, deseaba tomar una ducha caliente y dormir. Bombón se sentó en el sofá individual y deshizo su moño, dejando caer su cabello, suspiró sonoramente. Le pesaban los parpados, miró a Bellota la cual estaba inmóvil, de seguro estaba dormida. Bombón cerró sus ojos, realmente estaba cansada.
El pitido incesante del timbre de su hogar la sobresaltó, ¿cuánto había dormido? No oía nada más que el timbre, se frotó los ojos con la palma de las manos y el sonido se hacía más y más insistente, ¿quién podría ser? ¿Princesa? Tal vez para informar de algo importante, quizá el alcalde para hablar de las decisiones a tomar o tal vez el idiota del jefe de la prisión. El timbre seguía pitando.
-¡Abran la maldita puerta, joder!-. Bramó Bellota, levantándose ligeramente para ser oída. Al parecer la persona fuera la escuchó ya que se detuvo.
Bombón se levantó y caminó a la entrada, para abrir. Bellota se giró y ahora su espalda daba al televisor y su cara al respaldo del sofá, se hizo ovillo y pocos segundos después volvió a quedar en silencio. Bombón abrió la puerta, y vaya sorpresa se llevó al ver a su novio ahí. De todos, él fue el único que no se le cruzó por la mente. Por unos momentos se había olvidado por completo de Jaffet, y también de que su cabello estaba hecho un desastre.
-¿Interrumpo algo? Bellota sonaba realmente molesta-. Preguntó preocupado.
-No, ella siempre está molesta-. Contestó con una sonrisa cansada. –No esperaba verte, ¿sucede algo?-.
Jaffet se cruzó de brazos y frunció el ceño. –La ciudad esta patas arriba, otra vez-. Bombón sonrió en forma de disculpa. Jaffet suspiró y bajó los brazos. –¿Por qué no me dijeron?-.
La sonrisa de la heroína desapareció y bajó la mirada. Jaffet en verdad había dado lo mejor de sí para ayudar a los chicos, incluso se había mostrado molesto cuando decidieron que lo mejor era que los chicos se fuesen. Debió decírselo, debió darle oportunidad de que se despidiera de ellos, levantó la mirada y observó los ojos de su pareja. Se veía entre molesto y desilusionado, además de cansado, ni él había podido descansar bien.
-Debíamos hacerlo rápido, no queríamos tener más problemas-. Jaffet la seguía mirando en silencio. –Levantamos todos los escombros en la noche-.
Un silencio incomodo los invadió, un silencio que normalmente era agradable y bien recibido ahora se sentía pesado y sofocante. Jaffet volvió a cruzarse de brazos y miró a otro lado, por una razón se sentía extrañamente distante, como si hubiera un muro entre ellos dos, un muro que no sabía si ya estaba ahí o que era nuevo. Bombón comenzó a jugar nerviosamente con sus manos, ¿y ahora qué? Sonrió lo más natural que pudo.
-Me alegró que estés bien, después de todo lo que paso, me habría sentido terrible si algo te habría pasado-.
Jaffet sonrió también, aunque algo apenado. –Sí, pero tengo que pedirte una disculpa, me diste una clara indicación e hice todo lo contrario, lamento haberte preocupado-.
Bombón negó con la cabeza y tomó las manos de su novio. –Estas bien y es lo importante, pero para la otra; hazme caso-.
Lo último lo dijo con cierto nivel de regaño, Jaffet rió y asintió con la cabeza, ya había entendido la lección. No podría hacerse el valiente y salir ileso, no podría contar con Bombón y Brick todo el tiempo. El recuerdo del chico le vino a la mente, pero al ver el rostro cansado pero alegre de su novia lo hizo desistir de preguntar por él. Lo mejor sería descansar, ambos, y después preguntaría ya cuando estuviera más calmado y Bombón más tranquila.
Dentro de la casa, y haciendo caso omiso de la empalagosa escena, Bellota miraba fijamente el respaldo del sofá color rojo oscuro. Estaba cansada, realmente agotada, pero no podía conciliar el sueño. Tenía preguntas que de seguro no podrían ser contestadas ahora mismo, pero aún así quería saber algo, lo que fuera. Frunció el ceño y maldijo a Butch, se levantó tan rápido que se mareó. Se quedó sentada y se cubrió los ojos con las manos, el mareo continuo un poco más.
Se retiró las manos y parpadeó con rapidez unas cuantas veces, cuando se recuperó, observó alrededor y escuchó las voces de Bombón y Jaffet, suspiró cansada y decidió volver acostarse, ahora boca arriba, observó el inmaculado techo. ¿Debería ir con Princesa para preguntarle? Tal vez ya se habían comunicado con ella, tal vez y le habían dicho donde se quedarían o que planeaban hacer. Suspiró de nuevo y cerró los ojos, quería dormir.
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Las semanas pasaron y las semanas se convirtieron en meses, el jefe de la prisión cumplió su amenaza y no tardó en hacer que varios políticos y gente de la ciudad se entera que las Power habían permitido la retirada de los ex criminales, además de que el alcalde sabía de eso y no había intervenido. Sería una mentira decir que las cosas habían sido fácil, incluso Princesa terminó metida en el asunto, siendo acusada, sin embargo la heredera se libró con una cuartada perfecta; cuartada que un centro de damnificados corroboró.
A pesar de que el hombre se las estaba arreglando para perjudicarlas, la ciudad comenzó a levantarse. Las reconstrucciones de los edificios, se arreglaron las redes de comunicación, y las aerolíneas volvieron a trabajar. No faltó nada para que el jefe de la prisión contactara a sus compañeros de otros lados para buscar a los ex criminales, pero nunca dio con ellos. Quien volvió y dio un protector abrazo a sus hijas fue el profesor Utonio. Debido a las pésimas condiciones de las aerolíneas, los vuelos a Saltadilla se suspendieron, pero cuando logró regresar no planeaba soltar a sus hijas.
Las heroínas le contaron todo al profesor y este se mostró algo contrariado ante las decisiones de sus hijas, sin embargo no comentó nada, ellas ya eran adultas y ellas ya sabían tomar sus propias decisiones; fuesen buenas o malas. Los meses siguieron pasando y con ellos las peleas contantes contra el jefe de la prisión, era una pelea solo para ver quien se cansaba antes y desasistía.
Mientras la ciudad de Saltadilla comenzaba a levantarse, mientras los ciudadanos curaban de manera lenta y dolorosa las heridas, esa terrible historia estaba siendo archivada con la tragedia de quince años atrás, aunque las circunstancias eran totalmente distintas, los integrantes de esa historia eran los mismos, era mejor tener todo olvidado. A pesar de que todos estaban de acuerdo de que había sido una terrible experiencia, las opiniones eran variadas con respecto a los que llamaban "héroes" o "criminales".
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Bellota observaba el cielo, mecía sus pies hacia adelante y hacia atrás. Estaba sola, sentada en un banco del parque, ya habían pasado seis meses desde la batalla contra Él, y debía mencionar, bastante malhumorada, que el imbécil de Butch no le había mandado ni un mísero mensaje. Ella lo había ayudado, lo había perdonado y le había deseado las mejores de las suertes, ¿y que ganaba? Ni un estúpido gracias. Decir que no tenía su número era tonto, seguro tenía el de Princesa; ella podría servir de comunicadora.
Bufó molesta, se sentía estúpida esperando que el chico le mandase un mensaje, pero vamos, al menos uno que dijera dónde estaba, que hacía, si ya era un hombre; porque estaba segura que estar dentro de la prisión por quince años no había ayudado a que Butch conociera de la anatomía femenina. Su expresión cambió, infló las mejillas y trató de contener la risa, habría sido hilarante hacerle burla sobre eso, pero él ya no estaba. Sus ojos se tornaron tristes.
Aunque le doliese admitirlo, la verdad extrañaba a Butch, más de lo que habría imaginado siquiera. Apenas y habían convivido unos días, pero sin duda le habría encantado convivir más con él; saber su nueva manera de pensar, conocerlo a fondo, algo que nunca hizo cuando niños. Suspiró, Butch podía tener un humor de los mil demonios, igual que ella, pero sin duda debía admitir que después de la pelea contra Él y que ellos comenzaron a hablar más, descubrió que había algo más que un chico agresivo.
Se levantó y comenzó a caminar, la ciudad aún no estaba cien por ciento bien, sin embargo ahora las personas podían encargarse solos, sin ayuda de ellas; así que eso las dejaba con mucho tiempo libre, tiempo que Bellota pasaba pensando en que estaba haciendo su contraparte. Después de caminar un buen rato por las calles que ya tenían gente caminando por ellas, llegó a la mansión Morbucks. Ingresó con facilidad, ya que todos la conocían.
En la gran sala encontró a Princesa, la chica la recibió con una sonrisa y un abrazo. Princesa había sido una de las principales proveedoras de materiales y dinero para la ciudad, además de continuar con los centros de afectados. Se sentaron en el sofá más largo, el cuero rechinó a la hora de que su peso se hizo presente, Bellota siempre reía al escucharlo sin embargo ahora no lo hizo, Princesa le miró preocupada.
-¿Sucede algo?-. Preguntó.
-No realmente-. Contestó rápidamente.
Un silencio se instaló, Bellota miraba el pequeño florero con narcisos que estaba en la mesa de centro, mientras que Princesa la miraba. Bellota actuaba muy extraña, sabía por Burbuja que incluso la morena se perdía en sus pensamientos en su hogar, llegando hasta dejar su comida en la mesa, o ver documentales en la televisión. Al parecer el asunto tenía que ver con ella, ya que Bellota había acudido a la mansión en lugar de llamarla y quedar en otro lado, Bellota admitía no gustarle la mansión Morbucks.
-… ¿Segura?...-. Volvió a cuestionar.
-¿Sabes algo de los chicos?-. Preguntó al fin, volteando a verla.
La heredera la miró un poco para después cruzar sus brazos y meditarlo. La verdad era que si había recibido mensajes, tres, uno de cada uno. De eso hacía ya dos meses, sin embargo no había dicho nada porque las cosas estaban muy complicadas en Saltadilla y no habían quedado las chicas y ella, tampoco se los había comunicado por teléfono por descuido. Asintió con la cabeza y tomó su teléfono celular que estaba en la mesa de centro.
-Me comunicaron donde y como estaban hace dos meses-. Comentó mientras buscaba los mensajes en su teléfono. –Olvide mencionárselos-.
Bellota maldijo a Princesa mentalmente, desde hace dos meses sabía que había pasado de ellos y no les había dicho, se tragó sus insultos y cuando la heredera le entregó el teléfono se dedico a leer los mensajes. Eran cortos, no más de tres renglones. El primero en comunicarse con ella había sido Boomer, seguido de Butch y al final Brick, con diferencia de días. Los leyó y hasta revisó los números. Sin levantar la vista preguntó.
-¿Podrías conseguir la dirección de Butch?-.
-¿La dirección?-. Bellota le entregó su teléfono. –Supongo… pero, ¿para que la quieres?-.
Bellota se levantó y colocó las manos en su cadera, observó a la heredera con el ceño levemente fruncido y una sonrisa bastante curiosa. –Le hare una visita sorpresa-.
Princesa asintió con la cabeza y Bellota se despidió de ella, dejó a la heredera algo confundida. La heroína salió de la mansión y tomó rumbo a su hogar, al cual llegó en pocos minutos ya que fue volando, al llegar no encontró a nadie, subió a su habitación y buscó en su armario aquella vieja y empolvada maleta de color azul marino, al igual que tomó su amaba mochila de campamento, las arrojó cerca de la cama y de su armario comenzó a sacar ropa la cual arrojó a la cama, también buscó bajo su cama y sacó sus zapatos, incluso esos tacones negros de doce centímetros que Burbuja le regaló unos años atrás.
Mientras la morena seguía sacando y sacando cosas de su armario y cajones, Bombón ya llegaba a su hogar, había pasado toda la mañana con Jaffet y a pesar de que su relación se había vuelto algo áspera y se habían distanciado un poco, seguía siendo agradable tener largas y tranquilas platicas con él. Al llegar a su hogar, fue a la cocina, donde encontró al profesor sentado cerca de la mesa, se sentó a su lado y comenzaron a platicar. A los minutos llegó burbuja, quien los saludo y subió a la segunda planta.
Cuando la rubia subió a la segunda planta, para cambiarse los zapatos ya que los de tacón no habían sido una buena elección, se percató de las maldiciones que salían de la habitación de Bellota, era raro que su hermana estuviera tan temprano en casa, además de que al parecer Bombón y el profesor no sabían que Bellota estaba en casa, se acercó y tocó con delicadeza la puerta para después abrirla.
No sabía si reírse o preguntarse qué pasaba con su hermana, Bellota estaba luchando con su maleta que se veía exageradamente llena de ropa. La morena podía romper muros con un solo puñetazo, pero era incapaz de lograr cerrar su maleta que vomitaba la ropa. Además de eso se percató que la mochila de campamento de Bellota estaba rellena de ropa también, ¿se iba de viaje? ¿A dónde? ¿En qué momento lo había decidido? Bellota suspiró aliviada cuando su maleta cerró por completo.
-¿Sales de viaje?-. Preguntó, captando la atención de Bellota.
-Sí-. Contestó cansada. –No sé cuanto estaré fuera, así que llevó la mayoría de mi ropa-.
-¿La mayoría?-. Cuestionó Burbuja. –Llevas toda la habitación-. Dijo con diversión.
Bellota observó toda su habitación, la mayoría de las cosas estaban empacadas, entre su maleta, su mochila y otro bolso que estaba escondido detrás de la maleta grande. Se cruzó de brazos, pues sí, llevaba toda la habitación, solo estaba la cama con todas las cobijas. Incluso las cosas que estaban en su tocador estaban dentro de la maleta. Chasqueó los dedos y miró a su hermana con expresión de sorpresa.
-Mi toalla y cepillo de dientes-. Dicho eso salió del cuarto, dejando a Burbuja confusa y divertida.
Burbuja fue a su habitación y se cambió los zapatos, bajó y fue a la cocina, donde seguían Bombón y el profesor. Escucharon los pasos apresurados de Bellota en la segunda planta. Burbuja rió y tomó asiento con ellos. Les comentó sobre que hacia la morena arriba y eso tomó por sorpresa a los demás, Bellota no había comentado nada de ningún viaje, ¿qué tramaba la chica? Al parecer Bellota planeaba irse sola a donde sea que fuese.
En la planta superior, después de que Bellota metiera su toalla y cepillo dental en la bolsa mediana que tenía llena de cosas más pequeñas, recibió un mensaje de Princesa; le decía la dirección exacta de donde estaba viviendo Butch, además de que le decía que ya le había comprado el boleto del vuelo y la hora a la cual debía encontrarse en el aeropuerto. Eso de tener una amiga con dinero y contactos a veces era muy conveniente, le contestó y después guardó el teléfono en el bolsillo de su pantalón.
Tomó sus maletas, las arrojó por las escaleras y bajó ella corriendo por las mismas. Su familia, escandalizada, corrió a ver qué pasaba. Bellota se cruzó de brazos y con una sonrisa triunfante y radiante gritó lo que haría en esos momentos.
-¡Familia! ¡Me voy a Alemania!-.