LE FEU ET LA GLASE, SON ENSEMBLE DÈSIR (El fuego y el hielo, juntos son deseo)
I. LA CEREMONIA
Es una noche fría, un aire gélido, pero despejada e iluminada por las estrellas, en el Santuario se respira un aire de tranquilidad. En los rincones algunas voces, nada fuera de lo común. Algunas luces en los 12 templos.
Una sombra en la onceava casa se desliza sigilosamente, imperceptible, casi elegante. Irrumpe en una habitación, sobre la cama un cuerpo postrado respirando con armonía. La sombra se acerca a la cama, le mira intensamente, sonríe, quita un mechón de la frente de aquel hermoso rostro y toca con sus dedos esos labios. Se sienta en la cama, a un lado, con tanta agilidad como un gato, se acuesta y lo mira… un perfil perfecto.
Abre los ojos y se sobresalta.
-¡Milo, por todos los dioses! ¿Qué haces aquí?-
-Jajaja no podía dormir y decidí venir a velar tu sueño-
-Y decidiste que yo tampoco debía dormir… me haz dado un susto de muerte, ¿Cómo es que no me dí cuenta que estabas aquí?-
-Por que no soy un enemigo, ¿Sabes que aún dormido eres bello?- toca su rostro con delicadeza.
-Milo, ten cuidado, si algún guardia te vio…-
-Nadie me ha visto, en todos este tiempo nadie se ha percatado de "las visitas", Camus me gusta estar contigo, es una pena que nos separen dos templos JAJAJA.-
-¿Qué hora es?-
-Falta mucho para que amanezca…- Milo siente los brazos de Camus rodeando su cuerpo, se siente cálido contra el suyo, corre electricidad por cada músculo de su cuerpo. Camus lo observa detenidamente y se pierde en los ojos azul turquesa.
-Como te deseo- Se acerca lentamente, centímetro a centímetro hasta que la distancia es nula, sus labios tocan los suaves labios de Milo. Solo con él se siente morir cada vez que se besan.
-Si no puedes dormir, yo sé como dormirte…-
-Ah si? ¿Cómo?- Sonríe divertido.
-Vas a terminar tan cansado que no habrá duda, caerás rendido en los brazos de Morfeo.-
-Solo quiero rendirme en tus brazos…-
Efectivamente, Milo se quedó dormido, entre el sudor, el cansancio y la calidez del cuerpo de Camus.
Camus abre los ojos, cansado a más no poder, adolorido de la pasión de Milo la otra noche y de la propia. Solo recordar vuelve al éxtasis, los ojos, los labios… Milo… su voz, su piel dorada, suave… deseable, pecaminosa… su sexo, gemidos entrecortados en mitad de la noche, tan vívido es el recuerdo que sin darse cuenta deja escapar un suave gemido. Voltea a su lado para abrazarle y… no está.
-¡Maldición Milo! Otra vez te has marchado sin avisar, pedazo de…- Mira el reloj sin ánimo de hacerlo y abre los ojos más sorprendido.
-¡Rayos! Es más de medio día, ya tendría que estar alistándome para ir a presentar mis respetos al templo de Atena.
Era una vieja costumbre en el Santuario una vez cada mes ir a presentar los debidos respetos a la Diosa, los 12 caballeros dorados y el Patriarca, para después pasar el resto de la tarde en meditación y por la noche la cena en su honor… aunque hacía tiempo ya que ni los 12 caballeros estaban juntos ni la cena era tal. Mu el caballero de Aries tenía varios años viviendo en Jamiel, Dohko de libra se negaba a responder cualquier llamado del Santuario y a Saga de géminis nadie lo había visto últimamente. ¿Y que decir de la cena? No era una cena humilde, todo lo contrario… tanta opulencia, alcohol en demasía, hombres y mujeres al servicio de quien lo deseara y como mejor le pareciera.
Ciertamente los caballeros debían ser célibes. Pero parecía que al Patriarca eso no le importaba. Eran bien conocidas las conquistas del Patriarca, sin embargo nadie decía nada y ¿Qué decir de Milo, el escorpión? Sus correrías eran un secreto a grandes voces entre los caballeros dorados.
El caballero que custodiaba la octava casa era famoso, no solo por su belleza y atracción magnética casi animal, si no también por su lujuria. Bien lo sabía Camus, su mejor amigo y por añadidura su amante.
Camus se levanto de la cama veloz, corre a la regadera para al menos poder darse una ducha rápida, se mira al espejo completamente desnudo. Su cuerpo es magnífico, una piel maravillosa, no es extraño que Milo se fijara en él. Al mirarse a los ojos a sí mismo no puede ocultar su vergüenza.
-Milo, ¿Por qué te amo tanto? Milo… por ti rompí mi voto de castidad, caí en pecado… es impuro y enfermo esto.
-Dos caballeros dorados no deben…- Entonces vuelven a su mente las palabras del escorpión.
-Camus, el amor nunca es pecado, Atena promueve el amor ¿no es así?- Le sonríe tiernamente mientras toma su mano.
-¡Seguro que Atena no promueve que los caballeros dorados se amen entre ellos!
-Jajaja, ¿Desde cuándo eres tan cínico Acuario?-
-Bueno, he tenido un buen maestro.-
Camus sonríe el recordar, ¡Sonríe!, sí, el caballero de Acuario sonríe, aunque solo sea por y para Milo. Se viste a prisa y va a la estancia donde se encuentra su armadura dorada.
Se coloca las botas, las espinilleras, brazos y peto…
-¡Por todos los dioses Milo!.- Camus mira atónito las marcas púrpuras en su cuello, a Milo le encantaba morderlo, morder su piel de marfil y casi siempre Camus llevaba las pruebas encima.
-Demonios, demonios, debe haber algo aquí para ocultar esto…- Busca frenético entre los cajones, talco, maquillaje lo que sea…
-¿Maquillaje?, no yo no tengo maquillaje, tal vez Afrodita tenga… ¡No! Si le pido maquillaje seguro les contará a los demás-¡Al diablo!, nadie se dará cuenta.
-¡Ya voy tarde!, la tiara… ¡LA TIARA!, ¿Dónde?… debería estar aquí, nunca dejo las piezas regadas, eso es propio de Milo.-
Busca por toda la habitación corriendo de un lado a otro hasta que se fija en una nota sobre la cama, justo en el lugar donde durmió Milo, al levantarse ni siquiera se percato de ella. La toma con desgano por que presiente que él tiene que ver con la pérdida de la tiara.
Camie: lamento haberme ido sin decir nada, pero dormías profundamente y se me hizo un crimen despertarte, aparte cuando abrí los ojos ya había amanecido y no querrás que nadie me vea salir de tu templo tan sigilosamente, ¿Verdad?. Te veré en el templo de Atena y en la cena y para asegurar que irás a la cena me lleve una pieza de tu armadura, si quieres recuperarla ven por mí esta noche, al templo del Escorpión Celeste… Te estaré esperando.
Te ama Milo, caballero dorado de Escorpión (¡Uy, que formal se oye eso!)
-¡ARGHH! Te mataré un día de estos…¿Cómo voy a llegar así a la ceremonia?.- Suspira y se marcha a toda velocidad al templo de Atena.
En el templo del Escorpión Celeste.
Mu se encuentra ahí charlando con Milo.
-Vaya Mu, tardaste mucho tiempo en volver, ¿Acaso encontraste a alguien interesante en Jamiel?.- Las carcajadas de Milo inundan el templo.
-No Milo, no tengo tanta facilidad como tú.- Le sonríe sinceramente.
-¡Oh, vamos! Con esa cara de ángel… seguro debes tener mas de una admiradora, ¿O será admirador?.-
-Jajaja, seguro que no, bien sabes que las aventuras con mujeres están prohibidas y entre hombres… bueno supongo que me echan del Santuario.-
-Solo contigo puedo bromear sin que te enfades Mu, me alegra que hayas vuelto, pero… ¿Por qué hasta ahora?, ¡Te has perdido de muy buenas fiestas!- Milo le mira con picardía.
-Y no lo dudo. Bueno he vuelto por que se aproxima la hora de que los caballeros de bronce lleguen al Santuario.-
-Lo sé, y también sé que tu les has ayudado, ¿Sabes que te estás metiendo en líos?.-
-Sí, pero hay cosas que… ya te darás cuenta si no es que ya lo has hecho y tú ¿De que lado estás?.-
Milo se queda serio, raro en él, por un momento mira a Mu turbado.
-Yo estoy del mismo lado que Camus- se sonroja un poco y sonríe –Bueno, yo… quiero decir que…- Mu lo interrumpe.
-No, ya lo sé, no es necesario que me des explicaciones, siempre lo supe.-
-¿De verdad? ¿Cómo? ¿Tan obvio era?- Sonríe aliviado.
-A decir verdad tú y él siempre fueron amigos, pero no cualquier clase de amigos, había un cariño especial a pesar de lo mucho que peleaban. ¿Sabes que el discípulo de Camus es un caballero de bronce?.-
-Lo sé Mu, se lo dije a Camus, no creo que él hubiese dedicado tantos años de arduo entrenamiento a sabiendas de que su discípulo era indigno de ser un caballero… Así que si osaran llegar tan lejos como Escorpión tendrían que tener un poder casi como el de un caballero dorado, que no lo creo, entonces tendríamos que averiguar cuales son las verdaderas razones para llegar tan lejos.
-Me da gusto saber que entonces serás justo… por cierto, ¿Por qué tienes la tiara de Camus de Acuario?
Milo se ríe nervioso y baja la mirada mientras juega con la tiara entre sus manos.
-Bueno, es una broma que le he jugado; en realidad la robe para obligarle a ir a la cena de esta noche.-
-¡Ah! Vaya Milo, veo que hay cosas que nunca cambian, sigues sacando de sus casillas al pobre Acuario.
-No que va, él siempre se toma todo a pecho, ya lo conoces… Mu por favor no vayas a…-
-No los delataré, no lo haría, respeto sus decisiones, así que no tienes por que preocuparte.- Mu sonríe con aquella sonrisa sincera.
-Gracias Mu, bueno, ¿Nos vamos? ¡Ya quiero ver la cara de todos cuando te vean llegar! Jajaja.-
-No Milo, tú la única cara que verás será la de Camus hecho una furia.-
El templo de Atena esta hirviendo de gente, pétalos de distintas flores cubren el piso en la plaza principal, frente al Patriarca empiezan a reunirse los caballeros dorados.
Postrados ante la efigie de Atena, las armaduras brillantes hacen ver a sus portadores más impresionantes.
El enorme e imponente Aldebarán, Mascara Mortal y su sonrisa burlona, Aioria tan varonil como siempre, Shaka rubio como el sol, a su lado Milo el Escorpión, el orgulloso y sensual caballero de piel dorada, Shura con su fino rostro serio y Afrodita el caballero de Piscis el más hermoso y delicado.
Todos ellos en la clásica pose de respeto, con una rodilla en el piso. Faltaba uno más.
Camus llegó veloz, abriendose paso entre la multitud, se apresuró más cuando vio que sus compañeros ya se encontraban ahí. Bastante azorado se acercó, el rubor cubrió su rostro cuando sintió las miradas de todos, miradas sorprendidas de verle llegar desencajado y sin la tiara. Milo le observaba sin decoro alguno, con su sonrisa irresistible, sin duda se divertía. Camus tomo lugar arrodillándose a un lado de él.
-¿Por qué me has hecho esto?.- Dijo Camus en un susurro lo suficientemente audible para Milo.
-Mi hermoso hielo, lo hice para que me acompañaras esta noche, no me gusta estar solo en las reuniones.-
-No tienes vergüenza, ¿Sabes que pase media hora buscando la tiara?.-
-No es mi culpa que te levantaras tarde, tú fuiste quien no me dejaba dormir…-
-¡Milo, cállate!-
-Te amo frío caballero, en este mismo momento deseo tenerte sobre mí.- Le sonrío incitando, retándolo para que Camus hiciera algo, algo que evidentemente no haría. Levanto una de sus cejas partidas y su hermoso rostro se volvió escarlata, por la pena y por la excitación de imaginarlo…
Si, el deseaba estar a horcajadas sobre el escorpión y sentirlo adentro, muy profundo, siendo uno solo. Casi se fue para atrás cuando sintió los dedos de Milo rozar su mano delicadamente.
El silencio se apoderó de todos cuándo escucharon los pasos de otro caballero dorado acercándose. Ocho pares de ojos mirando no daban crédito a lo que veían, salvo uno, Escorpión que sonreía ampliamente divirtiéndose.
Era Mu, caballero dorado de Aries, entro caminando con ese aire de quien está tomando un paseo dominical, sonriendo. Ante la perplejidad de todo Mu se quito el casco, tomó su lugar y se arrodillo junto a los demás caballeros.
Algunos miraban sorprendidos, otros más sonreían para sí mismos y así con casi todos los caballeros dorados dio inicio la ceremonia, en la cuál se medita y se ofrecen diferentes ofrendas a la Diosa. Para coronar la ceremonia a cada caballero dorado se le hacía repetir su juramento de lealtad a la Diosa Atena, ante el Patriarca como testigo, este a su vez dedicó unas palabras.
-Ahora caballeros dorados, han jurado lealtad a la Diosa Atena, nuestra Diosa y a mi como vocero de ella. Ustedes saben que dentro de poco arribaran los traidores del Santuario, los caballeros de bronce y una joven que se hace llamar Atena. Es mi deseo y su deber impedir su paso y eliminarlos a todos y también a la mujer que les acompaña.-
De todos los caballeros solo cuatro parecían dudar de las palabras del Patriarca, Mu, Aioria, Milo y Camus, pero guardaron silencio.
Después de la ceremonia cada caballero se retiro a su templo a meditar o al menos eso debían hacer. Todos se retiraron juntos y en realidad lejos de ir reflexionando se alejaban riendo y platicando, hacía mucho tiempo que no contaban con Mu.
-¡Mu, es bueno tenerte de nuevo aquí!.- Comentó Aioria.
-¿Qué tal la vida allá en Jamiel?.- Preguntó Shura y así todos disparaban preguntas.
Mu se deshacía en risas y explicaciones hasta que Afrodita fijo su blanco en Camus y Milo que venían juntos, como siempre discutiendo algo.
-Vaya Camus, te hace daño juntarte con Milo, ¡Hasta llegas tarde a las ceremonias!- Se burló Afrodita.
-¡Ey! Yo nunca llego tarde a mis citas.- Dijo Milo en una protesta divertida.
-No claro que no, en especial si es una nueva conquista.- Contestó Aioria.
Milo bajo la mirada algo decepcionado y molesto contestó.
-Yo… tiene mucho tiempo que no ando cazando víctimas… la única víctima que quiero cazar es a Camus.- Sus carcajadas se unieron a las de todos, menos claro el caballero de Acuario que se encontraba sonrojado y sorprendido de que Milo hubiera hecho ese comentario tan desvergonzado. Sin embargo también se sintió feliz de saber que era el único en la vida de Milo; perfectamente conocía sus correrías de antaño tan bien como su cuerpo.
-Por cierto Camus, ¿Qué le paso a tu tiara? ¿Por qué no la traes?.- Interrogó mordaz, Máscara Mortal, como solo él sabía hacerlo.
Camus abrió los ojos como platos, casi lo había olvidado. La tiara estaba en poder de Milo, no podía decir semejante cosa frente a todos. El caballero del Escorpión también se quedó de una pieza, no sabía que podía contestar Acuario y por un momento penso que no había sido buena idea jugarle esa broma.
-Yo… bueno lo que sucede es… que…-
-Lo que sucede es que Camus me la dio para que la reparara por que tenía algunas grietas. Y como saben es un perfeccionista y quería tener su armadura en perfecto estado para la ceremonia. Pero me demoré demasiado y no la tuve lista.- Con esa respuesta Mu había salvado de momento el pellejo de Camus y el de Milo.
-Entiendo.- Dijo malhumorado Máscara Mortal.
-Por un momento pensé que te echarías a correr Camie.- Susurró Milo al oído de su amante.
Para bromas no estoy.-
-Seguro que no, lo siento de veras, pero ha sido divertido, acéptalo.-
-No lo ha sido, ahora si me permites, me voy a mi templo.-
-Pero…- Aghh se ha molestado, nunca sabe seguir un juego, ¿Por qué eres así Acuario? Odio tener que fingir delante de todos y más odio que me trates tan… como siempre, tan frío.
Siguió un poco ensimismado con el resto de los caballeros hacia los demás templos; fue Shura quien lo sacó de sus pensamientos al llegar al templo de Capricornio.
-¡Ey Milo!, ¿Acaso vienes pensando en tu nueva amante?.-
-No, viene pensando en como deshacerse de él o ella.- Se rió Aldebarán.
-Lamento decepcionarlos pero venía pensando en la rebanada de pastel que llegaré a comer, seguida de una buena copa de vino.-
-¿Pastel? Que delicia.- Comentó divertido Aioria chupándose los labios.
La verdad es que pensaba en otras delicias… Camus, como me gustas. No hay nada que me guste más como sus labios sobre los míos. Sus labios recorriéndome, lamiendo, mordiendo… su lengua en…
-Bien honorables caballeros, me adelanto, nos vemos para la cena.-
Una vez dentro de su templo Milo se despoja de la armadura, botando las piezas por todos lados, desde que tiene uso de memoria ha sido así de desordenado.
Enciende el estereo, la acostumbrada música pesada, se dirige completamente desnudo a la cocina por una rebanada de pastel de queso y zarzamora, sirve una copa de vino, por cierto muy bueno que compro para su Camie, se lleva todo a la bañera.
-El agua está en su punto… mmmh.- Se desliza lentamente, siente una oleada de cálido placer al hundirse completamente, alcanza el pastel y lo devora.
-Esto sí que es vida, esto y hacer el amor jajaja.- Mientras bebe la copa de vino toma una caja de cigarrillos del piso y un encendedor, prende el cigarrillo, ese sabor le gustaba mucho, pero obviamente casi nunca fumaba y menos después de la escena que le montó Camus hace meses…
Estaban en la cama después de hacerse el amor hasta el cansancio, Milo salió de la habitación y encendió un cigarrillo, a los pocos minutos salió Camus hecho un demonio.
-¡Apaga inmediatamente esa porquería!.-
-¿Qué? Bueno no pensé que te molestara.-
-No en mi templo, ni en ningún otro, ¿Me oyes?, no quiero volver a verte fumando, ni siquiera quiero olerte a humo.-
-Vamos, no lo hago a diario.-
-Eso te hace daño, menuda broma es un caballero fumando.-
-Mas daño me hace tu amor, créeme eso si me va a matar pronto. Todo te parece mal en mi ¿Verdad?, mejor broma es que todo mundo sepa de una buena vez que te revuelcas conmigo.- La mayoría de veces que discutían Milo acababa dirigiéndole venenosas palabras a Camus.
-¿Qué me rev..?.- Camus lo miro con frialdad.
-¡Si, tú! El caballero más frío de este Santuario, el más serio goza conmigo cada noche en la cama, cada noche se convierte en mi fogoso amante… pidiendo más y…-
-¡Cállate!- Siempre Milo conseguía darle donde más le dolía, ciertamente Camus adoraba a Milo pero aún después de tantos años de conocerse le apenaba aceptar que estaba perdido por él, y que esa relación no era precisamente normal.
Concentró un poco de polvo de diamantes en su puño y lo disparó al cigarrillo que pendía de los labios del escorpión, congeló el cigarrillo y también hirió los labios de su amante.
-¡Mierda Camus!, me las pagarás, vas a descongelarme los labios a lamidas y si no lo haces te juro que te voy a perforar la entrepierna con una aguja escarlata.- Rumió Milo.
Mientras apura el cigarrillo se ríe por lo bajo de acordarse. Desde pequeños siempre peleaban ya era por un juego de cartas o por que Camus no aguantaba las pesadeces de Milo, primero palabras y luego golpes.
-Si nos llevamos tan mal ¿Por qué seguimos juntos después de tanto tiempo?, eso es amor, amor a pesar de todo y de cualquier diferencia.- Fastidiado finalmente de pasar una hora en la bañera sale de ella y se pone encima la bata de baño que Camus le regalo en su último cumpleaños.
-¡UAAAAHHH! Que sueño me ha dado, voy a tomar una siesta en lo que oscurece, aún falta para cenar y yo con tanta hambre…- Apaga el estéreo y las luces, después de encender sus velas favoritas y correr las cortinas se deja caer pesadamente sobre la mullida cama, cerró los ojos con pesadez.
Pasaron varias horas hasta que oscureció, el sopor en el que había caído era tan fuerte que no escuchó cuándo llamaron a la puerta trasera del templo. Era su Camus que había cumplido su parte del trato.
-¿Estará aquí?, llevo diez minutos tocando y no escucho que tenga su música a todo lo que da el estéreo, que raro. Bueno no creo que le moleste que pase.- Una vez adentro se dirige a la habitación principal del templo, la de Milo por supuesto; era curioso, no conocía bien el templo del Escorpión Celeste ya que la mayoría de veces Milo estaba en el templo de Acuario. Camus se sintió mal de no procurarle más.
-Eres un vanidoso Milo, tienes espejos por todos lados.- dijo con voz moderada. Al pasar frente a un espejo grande con marco dorado no pudo evitar mirarse, había puesto especial empeño en su arreglo personal, desde la túnica azul que llevaba hasta la loción que había usado.
Una vez más toco la puerta de la habitación, sin obtener ninguna respuesta, toco un par de veces más antes de animarse a entrar. Así era el caballero de Acuario, incapaz de irrumpir en una habitación sin previa invitación, al contrario del caballero de Escorpión que nunca se molestaba en llamar a la puerta, con toda naturalidad pasaba, o bien sustituía los toques en la puerta por gritos a todo pulmón.
Al no recibir respuesta entró a la habitación estaba completamente oscuro salvo por un par de cirios que alumbraban tenuemente, ahí lo encontró durmiendo plácidamente en la cama, boca arriba, medio cubierto por la bata de baño que se había abierto y solo cubría lo indispensable. Camus sintió como su cuerpo reaccionaba al verle así, tan delicioso bañado por la luz de las velas. El pecho de Milo estaba completamente descubierto, dejando ver los resultados de años de entrenamiento, los músculos del abdomen y más abajo del ombligo su pubis, un ligero vello se asomaba por una parte de la bata, su sexo, no podía verlo pero lo imaginaba. Tragó saliva con dificultad cuándo sintió que su propio miembro se tensaba, se acercó a él, deseoso de arrancarle la bata de baño y justo cuando su mano alcanzaba la suave tela otra mano le sujeto la muñeca.
-¡Ey! Es trampa atacar a alguien dormido y más aún si no está vestido.-
-Mi…Milo, perdona, toque durante diez minutos la puerta trasera y como no contestabas me permití llegar aquí.-
-No hay problema, oye, ¿Qué me querías hacer? ¿Acaso Camus de Acuario planeaba abalanzarse sobre mí? Jajaja.-
-Ya es tarde, ¿No piensas vestirte?.-
Milo levanto las cejas en señal de sorpresa y con mala cara se sentó en la cama.
-¿Siempre tienes que acabar con la magia del momento?.-
-¿Por qué dices eso?.-
-Por que tienes el don de echarme el chiste por tierra.-
Camus se acerca a Milo y le toca el rostro con cariño.
-Estás hecho un desastre, tu cabello está todo revuelto, espera aquí ahora te lo arreglo.- Prende la luz y va en busca del cepillo.
-¿Ves lo que te digo?.- Dijo riéndose.
-Bueno, mejor que te ayude por que si por ti fuera me tendrías esperando una eternidad en lo que te acabas de arreglar, aunque… bueno para mí no necesitas nada más, así estas perfecto.-
-¿Desnudo?.-
-Que cínico eres Milo, no me refería a…- Milo no le dejo terminar puesto que le calló con un beso.
-Se a lo que te refieres.-
Camus le consintió, le peino el cabello con sumo cuidado, y le ayudo a vestirse, incluso fue él quien le escogió la ropa para la cena.
Los dos se dirigieron juntos a la salida del templo del Escorpión para ir al salón principal a la cena, cuándo Milo se regresó.
-Oye Camie ¿No hay algo que olvidas?.-
-¡Ah! Claro, la tiara, ya lo había olvidado, es que el mirarte en poca ropa ha sido mucho para mí jejeje.-
-Ya, bueno espérame aquí, regreso enseguida, voy por ella.-
Debía tenerla cerca puesto que casi no tardo, le tendió la tiara y antes de que la tomara se la volvió a quitar.
-Un momento, quiero que me convenzas de dártela.- Milo le sonrío con esa media sonrisa perversa que tenía.
-¿Quieres jugar eh?.-
Camus se acerco a Milo con paso seguro y le empujo a una columna con violencia, prácticamente aplasto su cuerpo contra el suyo y le dio un apasionado beso, tanto que cuando se separaron el escorpión tenía los ojos abiertos como platos y respiraba agitado. Aprovecho su desconcierto para quitarle la tiara de las manos.
-¿Pero que pasa? ¿Milo se ha quedado callado? ¿Será posible?, bueno ahora sí ya cumplí. ¿Nos vamos?.-
-Jajaja es que me tomaste por sorpresa, no cumpliste bien…-
-¡Olvídalo! Eso será para más tarde…-
Los dos se marcharon haciéndose bromas y cariños y no se percataron de que alguien más les había observado, detrás de una columna, unos ojos malvados miraban. Máscara Mortal los había visto y oído, sonreía con malicia. Ahora tenía la oportunidad de fastidiar a Milo que tanto odiaba y de tener al francés a su disposición, era la conquista del escorpión que más le codiciaba… Camus.