Toda su vida pasaba por delante de sus ojos nublados por lágrimas que ya no podía contener: todos aquellos años de oscuridad, todos aquellos años de soledad y miedo. Entonces supo que dependía de ella que la era Oscura terminara en aquel mismo instante, en unos segundos y para siempre. La decisión era suya; sólo ella podía decidir, con un simple gesto, el curso de esa cruenta batalla que ya había causado demasiado sufrimiento.
Fue entonces cuando entendió porqué a su amo nunca le habían gustado sus ojos, su mirada eternamente desafiante, aquella mirada resplandeciente con que había nacido: porque él era oscuridad y miedo, mientras que aquellos ojos estaban llenos de luz y valentía; y el valor es desafiar al miedo y la luz es un resplandor que resiste siempre en medio de la oscuridad, y el que posee luz en su alma se levantará una y otra vez por muchas veces que el peso de la vida lo derribe. Por eso él no podía evitar odiar y temer su mirada zafirina; al igual que, como vampiro, odiaba y temía la luz del sol y los poderes sagrados.
Entonces dio aquel paso al frente, libre por primera vez de hacer lo que siempre había deseado.
Y sintió que algo se desplegaba en su alma, un poder extraño que no sabía definir bien... pero, cuando su corazón y el de su recién encontrada amiga humana latieron al unísono, supo que eran unas poderosas, luminosas alas blancas.