Un capricho mío el querer hacer otro capitulo cuando hace ya mucho tiempo escribí este fic y lo termine con un solo capitulo y un final triste…Así que si les gustó ese final y no quieren un final diferente u otro acontecimiento, pueden no leer esto… es que s eme ocurrió la locura de continuarlo y a mitad de camino me di cuenta que me estaba costando mas de lo que en mi cabeza se veía jajaja. Bien un abrazo si me quieren leer, muchas gracias ^^
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"Final de una Tormenta"
Capitulo 2:
Yamamoto apretó los dientes y cerró los ojos, agachando la cabeza, mientras sentado, aguardaba por alguna noticia en aquel hospital ¿Qué estaba haciendo? Todo era su culpa. Debería estar haciendo algo que le quitara esa opresión en el pecho, algo que le devolviera al bombardero en una sola pieza, pero lo único que podía hacer, era ver en su mente, imágenes del chico completamente ensangrentado.
¿Cómo pudo haber demorado tanto en abrir los ojos?
Al menos, le quedaba que el hombre culpable del ataque hacia ellos y que los había arrinconado contra la pared, yacía unos metros más allá, con el cuerpo calcinado ¿Cómo pudo Gokudera, atacar de tal modo que puso en riesgo su propia vida? ¿Por qué motivo se había arriesgado así por el? Porque así había sido. Tenia presente que el peliplata le había golpeado mandándolo lejos y no por el motivo de querer acabar el mismo aquella pelea. En sus ojos había leído claramente que prefería morir antes de que a el lo hirieran.
Si tan solo hubiera despertado antes. Si en vez de encontrarlo con el pulso tan débil que apenas se sentía…De seguro estaría ahora preguntándole porque había hecho una imprudencia así…por el… La propia pregunta y la posible respuesta, se mezclaban con la espera, todo aquello, estaba seguro, no era mas que una agonía insignificante si la comparaba con la lucha que aun vivía el ojiverde dentro de la sala de operación.
Aun podía sentir, como si lo viviera una y otra vez, el cuerpo casi inerte del chico al levantarlo. Como si su propio toque le desarmara aun más, como si la vida se le escapara de entre los dedos al sujetarlo con más fuerza. Hubiera dado todo con tal que su grito, pidiendo ayuda en un lugar desierto y con una lluvia que a cada segundo dejaba ver menos, fuera escuchado. ¿Por qué si se estaba esforzando tanto en desear que todo fuera una pesadilla, nada ocurría? En el fondo, sabia que su llamando para que el peliplata despertara, no era mas que un acto desesperado, que no traería de vuelta el brillo a esas hermosas esmeraldas.
Ahora, en tanto sentía el tiempo congelado, como si le estuvieran castigando por no actuar antes, haciéndole sentir cada tic tac del reloj como agujas enterradas en su corazón y a la vez, le estuvieran dando esperanzas de que en un segundo u otro, alguien saliera dando buenas noticias, haciéndole sentir orgulloso por haber traído al bombardero justo cuando el ultimo grano de arena estaba a punto de caer, aunque sus piernas apenas le habían respondido, aunque no tenia a nadie a su lado, aunque el dolor de sus propias heridas le quitaba velocidad…Un orgullo que se partía en mil pedazos al entender que su falta de fuerza antes de caer, habían provocado esto. Nada tenia sentido, el que estuviera el ahí, de pie, con solo algunos cortes en su cara, viviendo, mientras…
Estaba agotado, de tanto pensar, de recordar, de que sus sentimientos hubieran estado tanto tiempo guardados…
Y pensar que había temido el confesarse ¿Qué tan idiota podía ser? Temor al rechazo, a su lejanía, nada se podía comparar al terror que estaba sintiendo al pensar en que Gokudera podría desvanecerse de su lado y jamás confesaría nada. ¿Por qué el mundo tenia que hacer comprender cuanto valían los sentimientos por alguien y el valor de dejarlos salir cuando se estaba a punto de perder a la persona preciada? ¿Qué tan cruel podía resultar una lección así? ¿Y de que le iba a servir aprender ahora, si Gokudera no volvía a abrir sus ojos?
Sonrió a pesar de que era todo lo contrario a lo que sentía. Sonrió a pesar de que todos tenían una desgarradora expresión. Sonrió porque, si el no era el que esperaba lo mejor, despreocupadamente ¿Quién lo haría? Tenia que seguir siendo un idiota optimista, aunque esa faceta fuera la que más odiara el albino, porque quizás, de tanto fastidio que le causaba, podía hacerle hasta levantar de la camilla…
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Tsuna se mordió el labio incapaz de poder decir algo.
Era la segunda vez.
La segunda vez que veía a uno de sus preciados amigos tan mal heridos, pero eso no lo hacia mas fácil, al contrario, lo hacia mas doloroso aun ¿Qué le podía decir al moreno que estaba a un lado suyo y que trataba de sonreír a pesar de la horrible sensación que experimentaban? ¿Le diría que tal vez podían esperar algún tipo de milagro como cuando el estuvo en la misma situación?
No. El milagro ya no había ocurrido en esa hora de espera. El medico ya había sentenciado que salvar la vida del bombardero estaba mas allá de su esfuerzo, pero aun así harían lo que estuviera en sus manos. Bajó la mirada al recordar como el doctor susurró solo para Bianchi y Reborn el que era mejor que esperaran lo peor y se prepararan. Si tan solo no hubiera escuchado eso…O mejor, si hubiera estado con sus amigos, ayudándoles… ¿Se estarían riendo ahora de aquella pelea? Definitivamente no quería prepararse para lo peor.
Ahora le sonaba tan esperanzador el desgarrador diagnostico que una vez los doctores le dieron al malherido beisbolista, al menos, aunque su estado seguía critico, aunque no podría volver a caminar…le habían logrado salvar la vida…
Las imágenes de las que quería despedirse, se tornaban tan frescas ahora, pero esta vez no era Yamamoto el tendido en un charco de sangre…
Evitó con todas sus fuerzas el llorar, el peliplata no podía verle así si despertaba, ya que si su amigo no tenia las fuerzas para seguir luchando, el se las brindaría. Quería esperar y confiar en que Gokudera volvería con ellos y le dijera con una gran sonrisa, lo orgulloso que le hacia ser su mano derecha. Necesitaba tanto, escucharle decir "Decimo" una vez más…
Un leve sonido le hizo levantar la mirada. Observó como Bianchi caminaba rápidamente hacia unos de los doctores que la llamaban y aunque sus piernas temblaban como gelatina. Se levantó como pudo y escuchó.
-Lo sentimos, hicimos lo que estuvo a nuestro alcance, sin embargo sus signos vitales siguen cayendo. Todo depende de el ahora, pero en su estado, es muy poco probable que lo logré…Incluso, si lográramos seguir manteniéndolo con vida, tal ves no despierte del coma… Puede entrar a verlo, solo los familiares directos…
El castaño se llevo una mano a la boca y sus temblorosas piernas no le permitieron seguir en pie. Ya no podía ocultar sus lagrimas y el grito del pelinegro retumbó en lo mas profundo de su ser.
-¡Oye! ¡Solo los familiares tienen permitido…!-Pero Bianchi silenció al hombre que pretendía negar el paso al beisbolista, quien se había abierto paso hasta el interior de la sala.
-Esta bien, déjelo…- Habló la pelirosa, apoyando su espalda contra la pared una vez el medico hubo partido-Hayato…-Susurró antes de que el silencio pareciera querer inundar el pasillo, como avisando que la tormenta acababa. Cerró los ojos y al igual que los que quedaban a su lado, esperó que fuera mas bien "la calma antes de la tormenta".
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Yamamoto había querido que todo esto no fuera mas que una pesadilla de la cual despertar, pero ahora sentía que el mal sueño se hacia realidad al acercarse al peliplata y verle detenidamente. Como si una bomba le estallara justo en el estomago.
Se apoyó en la camilla, tomando una de las frágiles, frías y pálidas manos entre la suya. ¿Cómo podía una persona depender de tantas maquinas para vivir? Entrelazó con más fuerza sus dedos y reprimió un sollozo. Quería decir tantas cosas, pero el nudo en su garganta no se lo permitía. Tal vez era mejor así, porque jamás le diría un "Adiós". No quería despedirse, solo quería que la mano que sujetaba tomara un poco de calor y que las ocultas esmeraldas, decidieran terminar el juego del escondite.
-¿Dónde esta el temible guardián de la tormenta, que lucharía contra todo con tal de hacer sentir feliz a Tsuna?- Murmuró queriendo que lo dicho el medico no fuera mas que una mentira, una equivocación. Porque el chico que tenia delante suyo, inconsciente, no podía haber dejado de luchar. No podía haber dejado de desear convertirse en una gran mano derecha. No podía haber abandonado todos sus sueños solo por salvarle a el la vida.
Le acarició el rostro, escuchando los débiles signos vitales. ¿Qué podía dar para que Gokudera se levantara en ese preciso instante de la camilla?
Apoyó su frente contra la otra y las lágrimas cayeron directo al rostro ajeno.
-Si yo pudiera tomar tu dolor, Gokudera ¿Despertarías? ¿Seguirías luchando?- Sollozó- No puedes dejar solo a Tsuna ¿No es verdad? ¿Dejaras que alguien más ocupe tu lugar de mano derecha? No lo hagas…Te necesita…Yo te necesito…- Yamamoto se mordió el labio al notar lo que decía ¿Estaba bien revelar lo que sentía precisamente ahora? El que Gokudera le escuchara era una posibilidad en mil, pero…- Se que es tarde, se que lo que te voy a decir lo consideraras lo mas estúpido del mundo, que no va a significar nada para ti, después de todo…-Sonrió- Siempre me has recalcado cuanto me detestas ¿No? No puedo decirte que prefiero que nunca despiertes a que mueras, seria exactamente lo mismo para mí. Que tu existencia se esfume de a poco a que se esfume en un instante…Lo que quiero es que ahora luches por abrir tus ojos y me grites que soy un idiota por haber esperado a que esto ocurriera para decirte cuanto te quiero…Por que es la verdad- Rió suavemente, secándose las lagrimas- Con tal que despertaras, no me importaría que me odiaras el resto de la vida. Con tal que lucharas por seguir respirando, por que tu corazón siga latiendo, podría aguantar seguir con el corazón roto. Mirándote a mil pasos de distancia si es lo que quieres, con tal de que no sea tu recuerdo lo único que me quede…Porque debes saber que solo soy un maniático, descerebrado, despreocupado y optimista deportista porque te tengo a ti a mi lado…Por favor, solo vive, Gokudera… ¡Gokudera!
-¡Ya basta, muchacho!- El pelinegro abrió los ojos de golpe al sentir como lo intentaban alejar del lado del bombardero- No eres la única persona que desea estar aquí…- Explicó el medico alejando al beisbolista lentamente, pero se detuvo al notar como su mano no dejaba de sujetar la del paciente.
Yamamoto volteó a ver a su alrededor. Bianchi esperaba en la puerta, con los ojos brillosos y Tsuna lloraba aferrado al marco de la misma. Se sonrojó al pensar que habían escuchado todo, pero nada podía importar menos ahora. Entendía que debía soltar aquella mano para otorgarle a los demás tener su propio momento, como el lo había tenido con el peliplata, pero no podía hacerlo, no podía dejar de aferrarse a su mano porque significaría permitirle partir. El mismo le golpearía primero antes de dejarle hacer algo así de estúpido…
-Por favor, el paciente sigue inestable, solo permitimos que la familiar directa entre a…
Todos quedaron en silencio. El medico soltó al perplejo moreno que no podía creer lo que ocurría justo en ese momento, se sentía de piedra, incapaz de moverse. Su corazón latía demasiado deprisa que le alteraba los sentidos, pero todo eso no podía ser una ilusión, no podía ser una cruel broma si el doctor también había escuchado lo mismo y corrido a un lado del albino, controlando todas las maquinas conectadas a su paciente.
-¿Gokudera?
Como si sus piernas se movieran por cuenta propia, Yamamoto se acercó nuevamente al peliplata, abrazándole suave, pero con firmeza y con su oído más cerca del otro, logró escuchar a la perfección los débiles murmullos que creyó, no eran más que alucinaciones derivadas de su profundo deseo de ver despertar al chico que amaba.
-Ojala pudiera odiarte, idiota… ¿Por qué… crees que te mande lejos, Yamamoto?
-No sigas hablando…- Le dijo el medico a la tormenta que comenzaba a abrir pausadamente sus ojos, como si pesaran demasiado- Necesito que se retiren- Sentenció esta vez a los que se acercaban incrédulos al lado de la camilla. Obedecieron todos, saliendo, excepto el espadachín. El medico suspiró y dejándolo pasar, intentó seguir con su trabajo aun con el pelinegro alrededor. No podía hacer nada más que dejarle. Ya no era el pelinegro el que se aferraba a la pálida mano, sino que la tormenta era la que sutilmente entrelazaba sus dedos con los de el.
-No me vuelvas a hacer algo así, Gokudera…-Susurró el moreno con una amplia sonrisa, apoyando su cabeza contra el pecho ajeno, escuchando como cada latido seguía tras el otro.
-No me des órdenes, bastardo…
Yamamoto rió al ver como el doctor enarcaba las cejas y volvía a regañar al albino. Si ya nada tenia sentido, no importaba. Si había sido demasiado tarde, ya había tenido el castigo suficiente. Si en la mirada del peliplata había leído, antes de caer lejos por el golpe que le resguardó de su fatal ataque, que prefería morir antes de que a el lo hirieran, ahora debía demostrar que el también haría lo mismo.
Tenia que hacerle saber que el le amaba de la misma forma. Tenia que dejarle en claro que nunca mas podía dejarle solo, que no podía marcharse a otro lugar a menos que se lo llevara también a el.
Fin.
