Este capítulo tiene una dedicatoria especial, una dedicatoria también con cierto tono de algo así como un alegato…. Bien es toda la dedicatoria una petición de dis… de hmp!... de… bueno ustedes entienden, sabrán algunas lectoras que me he encontrado en circunstancias adversas, y que es por esa causa que me he desaparecido de mis cuentas pero les aseguro que ha sido por esa serie de situaciones que en realidad son cambios, y que no me permiten en todo momento sentarme a escribir como lo he hecho hoy, quiero también extender hacia ustedes una petición más y sería para que comprendieran que la gran mayoría de este capítulo lo he escrito en partes así que si guardó algún desperfecto o hmp! Falta ortográfica, pues me lo hagan saber para tratar de remediarlo lo antes posible. Ya que han pasado los momentos más difíciles trataré de ponerme en más contacto con ustedes terrícolas ya sea por medio del facebook o por los mensajes privados de …
Capítulo 20: Bromas pesadas
Me revolví incómodo, como si de alguna manera la tela que me cubría me quemara, era una sensación que no reconocí, después de todo lo que había pasado me era incluso difícil reconocerme. Respiré el aire húmedo de la madrugada con dificultad incierta y llena de dudas, fruncí el ceño pensando en lo que restaba por hacer, observé al horizonte detrás de todo aquello que rodeaba la corporación esperando ver en la lejanía una respuesta, sin embargo cuál era el problema, hubo un momento en el cual todo aquello me pareció ajeno y no era más que eso.
Me había divertido con ella, ahora venía en camino la representación misma de la causalidad para golpearme en la cara, sin embargo mi mayor preocupación no debería ser esa, y en realidad no lo era; transitoriamente me encontraba dándole vueltas de nuevo a un nudo que no tenía interés en soltar y que me importaba muy poco.
El verdadero problema era kakaroto y ese sujeto del futuro, si bien ya había logrado para éste tiempo alcanzar la forma del súper saiyajin legendario a la par que el insecto de kakaroto, no sería hasta que lograra asesinar a ese insufrible saiyan descerebrado que consideraría realizada y finiquitada mi victoria y tras la cual decidiría realmente que hacer con el resto de los sujetos en la tierra.
Durante un largo rato estuve ahí envuelto en el edredón al cual sentí un tanto más cómodo; analizando las respuestas que tenía en las mano y anudando cabos que me ayudarían a obtener la victoria, de momento un pensamiento asaltó mi mente, qué pasaría luego con Bulma, su moral de terrícola sería en todo caso un impedimento así que moriría con todos ahí al ser destruida la tierra, lo cierto era que no me sentí seguro de querer eliminarla con el resto, sin embargo siendo tan pequeño el problema que se avecinaba y latía en su interior dejaría de representar un peligro y mi legado como nuevo emperador del universo estaría asegurado, reivindicándome con la supremacía que siempre había merecido.
Mi mente giró en camino a la forma en la que podría consolidar un ejército, sin embargo en realidad mi manera de ser no me lo permitiría, realmente prefiero trabajar sólo, así que pensé en las posibilidades que tenía como futuro devastador de planetas y en lo que podría hacer luego en cuanto a mi vida, lo cierto es que no tenía un propósito claro después de exterminada la tierra, algo era seguro, buscar el retiro a una vida sedentaria y lejos de las peleas no era ni remotamente lo que me gustaría hacer.
Observé el obscuro de la noche empañado con las nubes repletas de agua, las mismas que había rociado la tierra, perdí un tiempo la vista entre las formas de las nubes que se extendían sin fin y dentro de la habitación ella hizo un ruido retorciéndose en la cama, alguna cosa extraña le sucedía, después de todo no necesitaba mucho para saber que vaciaría la cena y no quería estar cerca para escuchar sus arcadas, decidí irme, había salido de debajo de la sombrilla para dirigirme a la cámara de gravedad sin embargo retorne mi camino en busca del edredón.
Entré a la cámara cerrándola tras de mí y me dirigí a uno de los espacios dentro de la misma junto a los controles, acomodé el edredón en el suelo de la cámara para recostarme encima, acomodé el cuerpo y me relajé del todo, medité en que la mujer, había tomado mi habitación y se lo había pasado, lo más seguro es que quisiera dormir acompañada debido a su forma de rehusar dormir en su propia habitación —"¡Que duerma con su madre!" —pensé acomodándome en el improvisado lecho y abandonando luego al pesado sueño.
Desperté cuando la luz del sol se coló por las pequeñas ventanas de la cámara de gravedad, al salir, noté que las nubes por fin se habían alejado despejando el claro azul del cielo, respiré profundamente el aire limpio de la mañana antes de dirigirme a la cocina para desayunar, la presencia del insecto se hizo evidente conforme me acerqué a la cocina, estaba ahí con Bulma y su madre, tres en la cocina para mí era una multitud y sobre todo por lo desagradable que me resultaba convivir, tanto con el insecto como con la madre de la mujer, a eso se le sumaría el mal humor mañanero que Bulma tendría y que fue suficiente motivo para hacerme frenar en seco y redirigir mi camino.
No me sentí con ganas de regresar a la cámara de gravedad así que decidí ir a buscar a la forma antigua mi alimento, estaba hambriento y lo que único seguro era que preferiría comer algo mal cocinado o incluso crudo que sobrellevar a esas sabandijas.
—¿A dónde se supone que vas? —La voz de Bulma sonó clara desde la puerta de la cocina.
—No te interesa mujer —contesté sin girar a encontrar su mirada.
—Ya está el almuerzo…
—No te pregunté, regresa a la casa y entrométete en tus propios asuntos.
—No me interesa si estás enojado mono antipático, yo misma preparé el almuerzo y sé bien que tendrás hambre… ¡Jum! Estoy segura que regresarás —expresó dejando su enfurecido reproche en el aire.
—¿Qué te hace pensar que necesito algo de ti, maniática controladora? —pregunté al sentir ofendido mi orgullo.
—No pienso nada, sólo sé que tendrás hambre —dijo cruzando los brazos.
—¡Hmp! Deja de decir estupideces —esta vez giré sobre mis talones y caminé hacia ella que en un aire sobrecogido soltó sus brazos y dio un paso atrás—; yo hago lo que quiera, en el momento que quiera, y te ordeno expresamente, endiablada mujer entrometida; que dejes de simular conocerme, tú a mi no me conoces ni un poco —me acerqué amenazadoramente haciéndola temblar un poco.
—No sabes, absolutamente nada sobre mí —continué mientras sus ojos se abrían grandes, con un claro enfado creciente—, deja de pensarte que puedes llegar a manejarme. He sido claro, y espero que no cometas tus estúpidos errores tan propios de tu maldita raza de nuevo o no vacilaré en…
Error, grave error, no supe por qué no pude terminar la frase, simplemente se quedó trabada en mi lengua haciendo que apretara con furia los labios sin dejar de dirigirle la mirada, ella me miraba con cautela y en sus ojos vi el reflejo del flaqueo de mi seguridad en ese momento.
—¿En qué? —preguntó regresando a su pose altanera— ¿Me vas a matar? O mejor dicho ¿Piensas asesinarnos a mí y a tu hijo?
—¿Es una broma? —pregunté con sarcasmo divertido que no tembló en mi voz— ¿Te crees que me importa ese mocoso?
—No te atrevas a llamarle así mono estúpido —gritoneo empuñando sus manos en un grito abierto.
—¡Bah! Yo hago lo que me da mi gana y será mejor que tengas a bien controlarte si no tu misma echaras a perder al crío —reí.
—Ahora dirás que te preocupa.
—Claro que no, y me importa muy poco lo que hagas.
—Pues entonces… ¡lárgate!—gritó con fuerte resentimiento.
—¡Agh! Idiota—Despegué con rapidez al darme la vuelta alejándome inmediatamente de la corporación.
No detuve el vuelo hasta llegar a un lugar dónde un lago cristalino se extendía enorme con una salida de riachuelo hasta el mar, los árboles a su alrededor eran de gruesos troncos retorcidos y con un deje siniestro en sus formas, me incliné sobre el lago y bebí el agua fresca, luego eché de la misma sobre mi cabeza para enjuagar un poco el bochorno iracundo que me exasperaba.
Reacomodé mis huesos tronándolos en su lugar antes de girarme para ver el lugar a donde había llegado, la zona boscosa se extendía por varios kilómetros a la redonda del lago, los árboles estaban tan juntos entre si y sus hojas tan cerradas que dentro del húmedo bosque solitario apenas si se veía algo de luz. Me adentré en busca de algún animal que pudiera servirme de almuerzo, el olor a tierra mojada me empapaba el olfato hasta arrastrar un deje terroso hasta mi lengua.
Al ver el solitario panorama, siniestro e incluso de un aire amenazante y tenebroso, me sentí cómodo, como si ese lugar representara de algún modo una parte de mi mismo, me senté sobre una roca grande y cerré los ojos para alertar los oídos. En el bosque no se escuchaban sonidos contundentes, apenas dispersos y muy sigilosos resonaban en la lenta calma del lugar los movimientos cautelosos de los animales que ahí habitaban y que escondidos entre los árboles se refugiaban huyendo de mi que era el extraño.
La mañana avanzaba a un ritmo tan lento que no me parecía haber cazado uno de esos animales, asarlo y comerlo en tan poco tiempo. No tenía en ese lugar una hora y ya me encontraba un tanto exasperado de toda esa calma, sin embargo cierta parte dentro de mí agradecía tanto el silencio como la soledad. Bajé la mirada y observé el lodo que manchaba mis botas, decidí que era momento de regresar a la corporación, necesitaba de inmediato reanudar mis entrenamientos, seguramente el insulso de Kakaroto no estaría por ahí jugando o descansando, probablemente si estuviera pensando o diciendo alguna idiotez como generalmente era su costumbre, sin embargo lo más probable era que estuviera entrenando con ese nameku y el mocoso de su hijo.
Regresé en poco tiempo, y como lo había previsto comencé mis entrenamientos tal y como esperaba, sin embargo no tenía ni media hora llevando a cabo mi rutina cuando la compuerta de la cámara de gravedad se abrió dejando ver la silueta de la mujer que llevaba un trasto con algunos bocadillos y bajo mi mirada aplastante los puso sobre la mesilla aun lado de los controles, lugar en donde en alguna otra ocasión me había dedicado a jugar con su cuerpo.
—¿Qué demonios quieres aquí mujer? —le pregunté dándole la espalda.
—No puedes estar enojado todo el día Vegeta, ya déjalo… te traje un par de bocadillos —contestó con una voz entre tranquila y un tanto consoladora, la cual lejos de relajarme me hizo enfadar.
—¡Hmp! No me interesa, ya comí, lárgate con tus tonterías a otro lado.
No salió, pero tampoco habló el silencio fue tanto que si no fuera por su notoria energía combinada con la del mocoso, juraría que se había retirado, hecho que me obligó como si no pudiera evitarlo a volver la mirada y comprobar que seguía ahí, y ahí estaba, de pie con los brazos colgantes a los lados de su cuerpo observando el piso, su flequillo cubría sus ojos, tragó en seco.
—¿Dónde fuiste a comer? —preguntó con una voz agravada por un nudo inconfundible en su garganta.
—Eso no te interesa —contesté cortante esperando que por fin se fuera.
—Es eso… ¿Verdad? —Preguntó con la voz cada vez más quebrada.
—Eso de ¿Qué?
—¡No seas hipócrita! —mostró sus ojos llorosos al lanzar ese grito.
—¿Ahora de qué demonios me hablas?
—Es porque pierdo mi figura ¿Verdad?… ¡Acéptalo!
La observé sin entender de qué maldita sea estaba hablando, pero algo era seguro me exasperaba que no se largara y siguiera lloriqueando en todo momento.
—¿Estás loca mujer? Eso de los cambios de humor no va a justificarte todo el maldito tiempo, mas te vale que te largues de aquí.
—¡NO! Eres un desconsiderado… ¡Dime la verdad Vegeta!
—Ya te la he dicho; estás completamente demente.
—Estás viéndote con otra mujer, quizá no tan bonita como yo obvio, pero debe ser porque pierdo mi figura, mi hermosa figura.
—¡Aghh! ¿Qué figura mujer odiosa? Te veo exactamente igual, ahora lárgate de aquí o te sacaré yo mismo.
—Entonces dime ¿Dónde comiste?
—Eso no te interesa.
—Vegeta —dijo en un tono diferente.
—¡Bah! Ya no pienso escucharte largo de aquí.
—No, espera es que traes…
—Maldita sea mujer fastidiosa, deja de derrochar aquí tus arranques psicóticos y déjame en paz…
—Es que traes…
—Lárgate de aquí he dicho —me giré de nuevo.
—¡Ush! Está bien mono odioso, me voy espero que te diviertas con tu amiguito.
—¿Amiguito?... ¿Qué amiguito?
—Podrás saludarlo pronto; sube por tu hombro —dijo saliendo de la cámara y cerrando la compuerta tras de sí.
Sus palabras habían dejado un eco con tintes siniestros y resonaba con una advertencia que sentí a modo de punzada a lo largo de mi columna, giré con cautela la cabeza para verificar que lo que la mujer había dicho no era más que una habladuría estúpida, no habría forma de que supiera algo como eso.
Sentí en mi rostro la falta de la sangre que se había ido hasta mis pies al ver el pequeño insecto rosáceo retorcerse por encima de mi traje que en ese momento sentía como una piel, la repugnancia que el animalejo me transmitió recorrió mi cuerpo como una corriente eléctrica que me imposibilito en un momento dado a moverme. Rechiné los dientes para luego estallar en un bramido ensordecedor más parecido a un gruñido, antes de que de un manotazo lanzara al asqueroso animal al suelo, como impulso seguido, dediqué a limpiar con la mano enguantada la zona por donde había subido el animal sintiéndolo aún inevitablemente, ni siquiera noté la presencia de la mujer de nuevo adentro.
—¿Un gusano? —indagó pisando en el suelo al nauseabundo insecto.
Tragué saliva al sentirme expuesto y en completo ridículo, me giré de inmediato al sentir el calor de un rubor en mi rostro, no permitiría que lo notara.
—¿A eso le teme el príncipe de todos los saiyajin? —sentí su sonrisa detrás de mí.
—¿Miedo? Qué estupidez más grande —Tragué en seco—; no me molestes con ocurrencias mujer, debo seguir entrenando…
—Yo sólo regresé por la charola.
Al verla mantenía una sonrisa pícara como si supiera algo que le divierte.
—Borra esa maldita sonrisa de tu rostro Bulma, en lo absoluto. No es lo que crees…
—Yo no dije nada —dijo antes de soltar una risilla casi imperceptible.
La fulminé con la mirada en todo su camino hasta la charola y de vuelta al exterior de la cámara de gravedad, una vez se hubo cerrado la compuerta apreté los puños en un claro berrinche mudo debido a mi propia forma de reacción, el escozor en el cuello delataba mi vergüenza, esa habría de pagármelas.
Puesto que se había mofado de mí y en mi presencia, durante el resto de mi entrenamiento, mientras me ejercitaba a un ritmo casi grave; me dediqué a elaborar un plan bien meditado y estructurado, de cómo habría de pagar tan grave falta, lo cierto era que por alguna extraña razón que aún en estos tiempos desconozco la razón de los miedos humanos, es básicamente a lo que no existe, ilusiones estúpidas que ellos mismos inventan con el que crean sólo fantasías y en base a eso tramaría mi venganza.
Reí internamente mientras giraba para regresar una bola de mi energía hacia la izquierda y esquivando otras dos, ella había perdido de cierto modo el temor a la muerte y por ende a lo que pudiera hacerle si me hacía enfadar verdaderamente, sin embargo, ya que yo le tenía tomada perfectamente la medida, estaba por hacerla morir de miedo, sin duda alguna y para su desventaja tenía todo para hacerlo.
Por la tarde ya casi a la hora del ocaso, terminé con mi segunda rutina de ejercicio la cual no detuve, en si estaba esperando a que se hiciera tarde y no toparme en la cocina con la desagradable presencia de los terrícolas insulsos, lo que más quería en ese momento era comer en la comodidad de la soledad.
Al entrar a la casa encontré con un tanto de agradecimiento la cocina completamente vacía y la comida en recipientes con tapaderas esperaba sobre la mesa, me senté tranquilamente a comer de inmediato y acabé con prontitud, esperaba hacer algo más antes de que cayera la noche y estaba en buen espacio para hacerlo. Ese día no había mucha gente merodeando por la casa; el padre de la mujer se encontraba en su laboratorio en compañía de la mujer y de algunas otras sabandijas humanas, esos débiles con los que solían trabajar.
La energía de la exasperante rubia se movía de un lado a otro en el jardín donde solía pasar los días junto a todos esos animales extraños que ahí conservaban por alguna extraña razón, en mi opinión, era simple locura. Subí las escaleras con calma y apreciando entre los rincones la obscuridad que recién comenzaba a crecer y el silencio que lo ocupaba todo al menos en ese sitio, a mis oídos llegaban los sonidos casi nulos que hacían la mujer y sus compinches e incluso los que hacía la madre de ella.
Fui hasta mi habitación para sacar algo de ropa y darme una ducha rápida que por lo general me es de ayuda para aclarar las ideas, fui luego a la cámara de gravedad llevando puesto mi ropa de entrenamiento y algo más sujeto en las manos, bajé haciendo ruido con los sillones de la sala y entrando a la cámara de gravedad, ahí esperé hasta muy noche.
Entrada la madrugada la mujer se fue a dormir, por supuesto a mi habitación como lo había estado haciendo los últimos días, dejé pasar una hora y media más para estar seguro de que estuviera en cama cuando comenzara a desarrollar mi plan, sin embargo al llegar hasta la ventana me percaté de que seguía despierta, averiguaba cosas en un aparato que sostenía en las manos, quizá algún proyecto que estaba desarrollando.
Me situé al lado de la ventana con un sigilo extremo el cual sirvió para hacerme pasar completamente desapercibido, dentro, la mujer tecleaba en su máquina mientras descansaba boca abajo en la cama que tenía encima un cobertor de invierno quizá hecho de lana, el ambiente era rellenado por el sonido hueco de una pantalla que transmitía uno de esos programas irrelevantes a los que los terrícolas dedican mucho tiempo; ese mismo día había trasladado ese aparato y otros dos muebles hasta la que era mi habitación.
Se había duchado y recogido el cabello en una coleta, llevaba una camisa vaquera a cuadros con detalles claros con basé entre azul o negro y unos ajustados jeans, la obscuridad era interrumpida apenas por la televisión y su endemoniado aparato que no dejaba de taladrar con los dedos, mordió su pulgar mientras observaba la pantalla de su aparato.
Debía buscar la forma de hacer que aquello se realizara con la mayor naturalidad; en el balcón había una maceta grande con una palma enana que asomaba la raíz a penas por encima de la tierra obscura, con un leve empujón la eché abajo causando un estruendo al azotarse con el suelo, para mi simpatía ella pegó un salto que casi la derribó de la cama.
Inmediatamente me situé debajo del balcón para evitar que me viera, como era de esperarse salió en seguida para verificar lo sucedido, la sentí rondando unos momentos en el balcón y después salió de la habitación y comenzó a bajar las escaleras lo más rápido que podía, inmediatamente fui hasta la cámara, ella hacía justo lo que había pensado que haría entré y cerré de inmediato accionando los controles a una velocidad admirable.
—¡Vegeta! —gritó desde fuera de la cámara.
—¿Qué demonios quieres mujer? —contesté simplemente.
—¿Qué haces todavía en la cámara?
—¿Qué te parece que podría estar haciendo mujer? No preguntes idioteces.
—No te permito que me insultes mono fastidioso, sé que fuiste tú.
—¿Que fui yo? ¿De qué hablas?... Eso es lo que pasa, ya te volviste loca —dije abriendo la compuerta de la cámara de gravedad.
—¿Has estado aquí desde la tarde?
—Te parece poco ya pasó más de un año y debo entrenarme más.
—¡Jumm! Y bien que te he ayudado… ¿Puedo quedarme a ver tu entrenamiento?
—Descerebrada… ¿Crees que soportarías la gravedad maniática?
—Ya deja de insultarme Vegeta.
—Yo hago lo que me pega mi soberana gana mujer y mientras no me dejes en paz lo seguiré haciendo —sentencié en un tono más enfadado.
Al no ver oportunidad se dio la vuelta y regresó hasta la habitación, la ventaja sobre ella era que me daba el tiempo suficiente para seguir con el plan mientras ella recorría el camino hasta la habitación, salí de la cámara dejando los controles encendidos incluida la luz y cerrándola para que pareciese que seguía en ella.
Entré a la habitación y con un poco de esfuerzo troné una de las patas que sostenía el mueble del lado derecho de la cama, aún así lo acomodé de modo que se viniera abajo con cualquier movimiento; luego de eso con gran calma y cuidado me oculté dentro del closet, ella entró enseguida y cerró la puerta, la vibración hizo temblar al mueble sin embargo no cedió, no fue sino hasta que se echó sobre la cama que de la nada, aparentemente, se desplomara el cacharro con todo lo que tenía encima. El grito que desprendió fue tan sonoro que me vi obligado a tapar mis oídos sensibles para protegerlos de tan chillante voz.
—¡Maldita sea! —chilló saltando de la cama hasta el balcón donde observó la cámara de gravedad en uso y maldijo de nuevo. Buscó con la vista a los alrededores del mueble sin poder encontrar razón al evento, de nuevo dirigió una mirada a la cámara, aproveche la desviación de su mirada para sacar la mano y echar abajo el aparato de la pantalla que tronó de inmediato al estrellarse con el suelo.
El rostro de la mujer se tornó azul cuando por fin observó algo en la obscura habitación, parecería desde su vista llena de dudas, miedo y psicosis un animal que se movía en el suelo, y no era en realidad más que las ropas que había sacado antes sobre mi pie, lo movía tan lentamente que apenas parecía estar respirando .
Nuevamente tuve que tapar mis oídos ante el nuevo y desgarrador alarido, luego dedicó toda la potencia de su voz en dar gritos cortos; de vez en cuando sonaba mi nombre entre sus frenéticas llamadas de auxilio haciendo resonar todo el lugar, el tiempo estaba contado, así que me escurrí fuera de la habitación y regresé a la cámara de gravedad. En la casa comenzó un movimiento debido a los alarmantes aullidos de la mujer. Por supuesto a la escena acudió el insecto al cual no esperaba que oyese el escándalo, pero esta vez la mujer había roto incluso su propio record del grito más fuerte.
Aún con el inconveniente no pude evitar sentirme orgulloso del éxito de mi plan, sin embargo no estaba satisfecho, preferí esperar. Inmediatamente después de haber llegado el insecto, al lugar se presentaron sus padres que probablemente trataban de buscar alguna explicación para el fenómeno sobrenatural que acababa de ocasionarle a su hija el peor de los sustos. Salí de la cámara de gravedad secando mi frente sin necesidad y anduve a toda calma haciendo una parada en la cocina de donde tomé una garrafa de agua fruta y un vaso.
Esperé fuera pero como era lógico el bullicio continuaba dentro de mi habitación, así que decidí entrar a la que era antes la habitación de la mujer, coloqué la jarra y el vaso en la mesilla de noche, bebí un vaso del líquido para luego recostarme relajadamente, escuchando las cosas sin sentido que hablaban a pocos metros.
—Ningún librero se rompe de una pata así nada más —escuché decir al insecto tras la pared.
—¿A qué vas Yamsha? —indagó aún nerviosa la mujer.
—Lo provocaron —aseguró el insecto haciéndome reír por lo evidente.
Un momento después entró por la puerta; me encontró con facilidad debido a que no había ocultado mi energía intencionalmente.
—Deberías cuidar dónde te metes insecto —le dije con los ojos cerrados mientras disfrutaba de la escena.
—¿Por qué hiciste eso Vegeta? Dilo de una vez —preguntó sin vacilar.
—¿Hacer qué? —pregunté sentándome en la cama, hecho que de inmediato le hizo perder la seguridad y echarse un poco hacía atrás.
—No… no te hagas el inocente —dijo esta vez titubeando—; tú… tú rompiste las cosas de Bulma, querías asustarla.
—Lo único que voy a admitir es tu asesinato maldita sabandija.
—No soy ninguna sabandija, yo...
—Piensas pelear contra mi miserable y débil terrícola?
—¿He? Yo… si fuera necesario… claro que si —afirmó con una famélica seguridad.
—Eso me gustaría verlo…
—Ya basta, no creo que fuera él, estaba como siempre en su estúpida cámara de gravedad —interrumpió la mujer a ojos llorosos cargando una taza con té, llevando una cobija sobre sus hombros que la cubría.
Extendí la mano señalando levemente la puerta echándolo del lugar, salió de mi habitación no sin antes dedicarme una mirada furiosa que parecía advertir algo; de forma cómica al menos para mí, al salir él, la mujer se quedó dentro y cerró la puerta, giró sobre sus pies haciéndome frente y sin decir absolutamente nada me observó culpándome implícitamente.
—¿Y bien? —pregunté rompiendo el silencio y sentándome en la cama.
—Espero a que me lo digas —contestó.
—Qué quieres que te diga mujer odiosa.
—Ya basta Vegeta, sé que fuiste tú.
—No sé de lo que hablas mujer.
—¿Qué estabas haciendo en la cámara de gravedad?
—Que pregunta más tonta, sin embargo estoy de buen humor, quizá se me antoje contestar tus estúpidas preguntas luego de que te quites lo que llevas puesto —bajé la cara y enfoqué la mirada en sus ojos que se agrandaron con cierta indignación que no llegaba a la indiferencia.
—¿Cómo te atreves? —dijo con la cara completamente roja y virando a la izquierda un poco al sentirse incómoda— ¿Qué no vez lo que pasó?... ¡Casi muero!
—Ajá ¿Qué se supone que estaba por asesinarte? —le pregunté con un deje sarcástico y poniéndome en pie.
—No precisamente eso, era, era… No sé que era pero deberías ir a ver la habitación, está terriblemente desordenada.
—Podríamos desordenar ésta —le propuse acercándome un poco.
Su rostro brilló de nuevo en un sonrojo furioso, su mano tembló y se cubrió parte del rostro con la cobija para evitarme la mirada.
—No sé cómo puedes pensar en eso en un momento como este, podría ser un poltergeist y tú lo tomas a juego.
—Suena como a una patraña mujer —contesté, tomando de una orilla la cobija.
En pocos segundos había sacado de su cuerpo la cobija que la cubría, dejándola con su ropa vaquera, reprimió el grito por evitar que de su mano cayera la taza que sostenía.
—¿Qué sucede contigo mono desquiciado? ¡Por poco y me haces caer —gritoneo con la cara aún enrojecida.
No había sido ese el primer plan, éste iba cambiando conforme a lo que sucedía, y lo que sucedía era que en realidad estaba sintiéndome satisfecho de que el plan funcionara e incluso me sentía excitado. Ella me pertenecía y podía hacer con ella como quisiera en el momento en el que lo deseara, era mi mujer, mi molestia y a veces una completa encrucijada, sin embargo mía, con todo y sus patrañas, gestos, gritos; así sería hasta que bien me cansara de ella.
—¿Querías que dejara de portarme distante no es así?
—No… yo… ¡No puedes exigirme esto de esa manera, soy una dama! —me sermoneo cruzando las manos frente a su pecho. Y cerrando los ojos volteó de lado la cara.
Sonreí a medias mientras la observaba con calma, también lo deseaba y lo podía percibir en su aroma, desde antes de que le arrancara la cobija, abrió uno de sus ojos y me miró por el rabillo del ojo poniéndose nerviosa de inmediato.
—¿No piensas decir nada?
—¿Quieres que hable?
—Claro, eso es lo que dije…
Di tres pasos hacia atrás y me dejé caer sobre la cama.
—Ven —le ordené y mordió sus labios.
—¿A dónde? —preguntó algo consternada.
—Aquí mujer, no seas absurda…
Caminó hasta la puerta, por un momento pensé que intentaría escapar de la situación sin embargo en lugar de eso simplemente apagó la luz, mis ojos se acostumbraron a la luz tenue que se colaba por la ventana proveniente de la luna, el cielo recién esclarecido dejaba ver las formas nubosas en las sombras que proyectaba.
En poco tiempo estaba parada con las piernas abiertas a los lados de las mías, sus senos quedaron a la altura de mi rostro, instintivamente miré hacia ellos; la ropa le confería un aspecto rudo pero a decir verdad muy sensual, con sus delgados dedos blancos comenzó a desabotonar su camisa dejándola a penas cubriendo sus hermosas formas bajo la tela cuadriculada.
Acerqué su cuerpo hacia mí tomándola de las trabillas del pantalón, al sentir el tirón dio un tras pie subiendo una de sus rodillas a la cama y dejando la otra apoyada en el piso, subí las manos de su cintura enmarcada por los jeans, hasta su espalda y al frente de su vientre que no presentaba aún un cambio significativo, la tela de su camisa se movía mientras la acariciaba.
Mordió sus labios con un suspiro jadeante antes de echar la cabeza hacia atrás disfrutando del tacto, comenzaba a tocarme con ligeras caricias que se enredaban entre mi cabello y bajaban a mi cuello.
—Quítate el resto de la ropa —le ordené mientras la separaba un poco.
Me miró con una media sonrisa perversa en sus labios rosados y luego echando los hombros hacia atrás dejó caer su camisa hasta el suelo, acto seguido me puse de pie y tomándola bruscamente de los jeans la levanté haciéndola rodearme con sus piernas aún cubiertas por la prenda de tela gruesa, sus senos quedaron expuestos al jalar su brazo derecho jalándola hacia atrás y en resultado su figura arqueada se detenía a penas con su brazo libre y con mi brazo izquierdo la sostenía del trasero.
Lamí con avidez sus delicados pezones rosados que se endurecía cada vez más al contacto de mi lengua caliente con caricias salvaje ensalivadas, le provocaban esas sensaciones, la hacía estremecerse y gemir como si no fuera dueña de sus propios actos.
Me giré echándola sobre la cama y se apresuró a desabotonar su pantalón, mis ojos ya se habían acostumbrado a esa media luz, hecho que me permitió ver todo con lujo de detalle e incluso pude ver que el botón metálico le había hecho batallar un poco para sacarlo de la presilla; se vio libre y bajó de inmediato el zipper antes de sacarse la parte de arriba a penas al nivel bajo sus nalgas.
En la intención de deshacerme de la prenda que la había cubierto de la cintura hacia abajo, la tomé de los tobillos y la acerqué hasta la orilla, saqué de un tirón sus jeans halando del borde de las extremidades. Sus pies bajaron desnudas para acomodarse con excitante pudor hasta cierto punto inocente encontrándose unidas en las rodillas y con los pies un poco separados, su mirada se coló simpática y atractiva hasta la mía mientras se mordía con una leve sonrisa un dedo.
No advertí la sonrisa lasciva que yo llevaba, en parte aún por mi venganza y porque a pesar de salirme con la mía, ahora estaba a mi disposición completa y su aroma hacía su excitación cada vez más evidente, tomé con las manos sus rodillas y las separé lo suficiente como para colar una caricia hasta su sexo haciéndola arquearse por el palpado fugaz, la tomé de los brazos y la puse de pie a sobre la cama, temblorosa por la falta de firmeza sobre la que pisaba me miró extrañada.
Me giré y tomé la jarra provocando de su interior el tintineo de los hielos que se agitaban por el movimiento, levité un poco para acomodar el recipiente lleno a tres cuartos sobre la cabeza de ella haciéndola sostener el contenedor de cristal vacilante con ambas manos. Me miró con algo de temor mezclado con excitación, su adrenalina se disparó de inmediato al verme sonreír con malicia.
Me di un tiempo para observarla, poder apreciar sus ansiedad, su cuerpo a mi disposición, sólo vestía con sus bragas y su cabello lacio acariciaba ligeramente sus hombros tras haber quedado suelto, me acerqué y su cuerpo presintió algo que demostró con su piel erizada de esa forma tan envolvente que provocaba arrebatos y locura pasional, acaricié con delicadeza sus piernas mientras su respiración se agitaba con violencia generándole un ligero espasmo que la hizo temblar.
La sacudida apenas perceptible era evidenciada por el sonido de los hielos dentro de la jarra que aún sostenía sobre su cabeza, jugué los dedos con la tela de encaje de su ropa interior humedecida por las circunstancias y sin esfuerzo lo trocé abriendo la prenda de un lado, ella gimió y tembló de nuevo, cosa que intentó evitar sin éxito al romperla del otro lado.
Con facilidad saqué la prenda completamente abierta, descubriendo así su intimidad a contra luz de la ventana, tomé su cintura echándola un poco hacia adelante y acaricié con dos dedos su intimidad caliente y húmeda, respondió con un jadeo largo y en ocasiones pausado, entrecortado que se convirtió en un gemido excitado y sorprendido al hacerle sentir en ella mi lengua.
Su sabor me impregnó el gusto con esos tonos salados almizclados tan propios de ella, que en últimos días se habían vuelto desquiciantes y hasta cierto punto enloquecedores, doblé sus rodillas con un movimiento brusco y rápido haciéndola perder el equilibrio, en la bajada arrebaté la pieza de cristal de sus manos evitando exitosamente el derrame del líquido, ella me miró estupefacta mientras alcanzaba a poner la jarra en su lugar.
Sentí sus manos en mí al acariciarme desde la cama, intentando deshacerse de mi ropa, la dejé hacerme mientras la observaba, en cuanto lo hizo, se introdujo mi miembro en la boca acariciándome deliciosamente; su lengua jugaba con la longitud mientras se movía atrás y adelante. Estaba desesperado y ansioso también, hecho que me hizo actuar de inmediato, me senté sobre la cama con rapidez atrayéndola del brazo y subiéndola encima de mí, sus piernas abiertas a mis costados palpitaron al sentirme, sus muslos se acompasaron al ritmo conjunto de punzadas que producía el calor de su interior.
Tomé sus manos y las crucé a sus espaldas, y así comencé a moverme revoltosamente penetrándola mientras la empujaba hacia arriba regresándola hacia mí tomada de las muñecas a su espalda que se arqueaba con las embestidas, gemía descontrolada mientras mis movimientos seguían un ritmo cada vez más acelerado, la sentí llegar cuando al hacer prisionero de mis labios a uno de sus pezones le di el impulso que necesitaba, estalló en un colapsado orgasmo estrepitoso que al hacerme sentir sus espasmos internos provocó el mío agitándome desde el interior y extendiéndose hasta mis extremidades. La rodeé con los brazos para evitar que se desplomara hacia atrás, mordí su hombro y nos acosté sobre la cama sin salir aún de ella, los fluidos mezclados nos acariciaban la piel.
Estaría bien en ese momento si deseaba quedarse, no planeaba que ahí acabara esa noche. Por la mañana desperté un poco desconcertado, claro no tuve problemas para recordarlo todo y las diferentes maneras en las cuales esa noche había poseído su cuerpo, limpié mi ensoñación con la palma de mi mano y sentí su presencia aún a mi lado, descansaba encima de mí con la cara del lado izquierdo, su cabello se desperdigaba por el cuello hasta mi pecho y por detrás de su nuca, era a simple vista agradable y su calor se transmitía hacia mí, enredé un dedo en su cabello pensando en que no era sólo su calor.
En realidad me gustaría tener más tiempo para escribir, lamento haber tardado tanto en subir este capítulo terrícolas, sin embargo no he tenido tiempo ni espacio siquiera para entrar a mi Facebook o a mi página de Fanfiction….
Gokú: Si que te tardaste…
Vegeta: No te entrometas insecto, esto es entre los terrícolas y yo ¬¬
Gokú: Y por qué yo no? Si yo también leo esta historia…
Vegeta: Pues… Qué tu no estabas escribiendo tu historia animal?
Gokú: Siii! De hecho ya está terminada Vegeta.
Vegeta: Oh! En serio?
Gokú: Si, de hecho quería aprovechar esta oportunidad para invitarlos a leerme en mi…
Vegeta: Eso si que no estúpido, lárgate a buscarte fans a otro lado…
Gokú: Solo es un pequeño anuncio…
Vegeta: Largo he dicho ¬¬ Sayonara terrícolas, hasta el próximo capítulo…