Disclaimer: Los personajes son creación única y exclusiva de la gran Rumiko Takahashi, yo sólo los tomé para hacer algo a mi gusto, cuidando de mantener el espíritu y algunos hechos de su creación, pero sin ella nada de esto sería posible :)

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Chapter 1: "Straight from the heart" by Bryan Adams.

Akane caminaba por el barrio Nerima con un sombrero de ala ancha, el cual protegía su piel del inclemente sol de verano. Iba comiendo un helado, pensando. Necesitaba pensar.

¡Probablemente voy a querer a una chica fea, poco femenina y sin busto como Akane! – dijo Ranma sin darse cuenta que ella estaba ahí, y que pudo oírlo perfectamente.

Herida. Así se sentía. Pisoteada. Quería ir y gritarle un par de cosas, abofetearlo, para luego dejarlo tirado en el suelo y largarse… pero no, esta vez era diferente.

¿Qué diablos le pasa a ese imbécil? – pensó, decidida a no humillarse hasta las lágrimas por él – después de que me abrazó en el armario el otro día… ¿y ahora dice eso? – Sin poder contenerse, arrojó el helado lejos – ¡TE ODIO, RANMA! – gritó, y el eco devolvió su rugido. Jadeando, se sentó en el suelo. Envolvió su cabeza con los brazos desnudos y se dispuso a no evitar más la humillación.

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Flashback

Akane aún se sonrojaba al recordar lo que había ocurrido unos días atrás. Ranma la había abrazado dentro de un armario. Le parecía casi irreal – al menos nuestra familia sirvió para algo – pensó – de todas las tonterías que nos han hecho pasar, al menos esta vez salió algo bueno… –.

Cerró los ojos, recordando el aroma a ropa limpia y madera del lugar, y el corazón agitado de Ranma. Su mirada insinuaba algo que no logró identificar. Sintió nuevamente sus manos, quemándole la espalda, su aliento suave rodeándole el cuello. Apretó sus dedos mientras mordía su labio inferior, con una sensación bajo el vientre que no conocía.

Mi miedo a los reptiles me jugó una… buena pasada… – murmuró.

Abrió los ojos. Revisó con la mirada su habitación, y al pasar por la ventana, un joven la observaba quizás desde cuándo. Se sonrojó violentamente, mientras se ponía de pie con brusquedad.

¡Ranma, qué demonios haces ahí! – gritó, abriendo la ventana de un golpe.

Primero dime tú una cosa, ¿qué hacías en la luna?, no te percataste nunca de que estaba aquí – inquirió el aludido.

¡No tienes por qué mirarme por la ventana, como si fueras un pervertido! – exclamó, tirándole un florero por la cabeza.

Estás loca – respondió, esquivando – ni soy un pervertido ni me interesa observar a un marimacho… – añadió, mientras eludía otro florero.

¿Entonces, por qué diablos estás ahí? – preguntó, intentando disimular que el término "marimacho" le había dolido bastante.

Kasumi-san me pidió que te buscara para que fuéramos a comprar al mercado – dijo, saltando dentro de la habitación.

De… de acuerdo – vaciló, mientras desviaba la mirada – espérame afuera, me cambiaré de ropa – musitó mientras sacaba a Ranma por la puerta.

Cerró las cortinas – por si acaso – pensó, y escogió de su clóset una tenida veraniega que le gustaba mucho. Era un vestido de escote amplio, sin hombros, y usado con un brasier push-up daba una buena vista a su delantera. Como un día creyó ver un destello en los ojos de Ranma al vérselo puesto,pensó que quizás le gustaba. No quería reconocerlo, pero envidiaba el busto de Xian-Pu y Kodachi, el suyo se veía pequeño comparado con el de ellas… ¡incluso Ranma-chan tenía más!, eso le ponía los nervios de punta.

Una vez terminó de cambiarse, se encaminó hacia la entrada del dojo. Se sorprendió, porque vio a un conocido visitante conversando con Ranma.

¡Ryoga-kun! – exclamó, alegre, pero aún estaba lejos como para que la escuchara. Trotó ligeramente alzando una mano – ¡Ryo…! – y se quedó con el saludo en la garganta. Bajó el brazo suavemente, con el corazón a mil por hora. Estaba escuchando.

Primero que todo, ¿quién te lo dijo? – preguntó Ranma, incómodo.

– ¡Cállate!, ¿cómo te atreviste a abrazar a Akane-san, y más encima dentro de un armario? – gritó Ryoga, visiblemente molesto.

¡Yo no lo hice, estúpido! – respondió, golpeándole la cabeza – ¡ella se lanzó a mis brazos! – añadió, cruzándose de brazos.

Akane crispó un puño.

¡Imposible! – rugió de vuelta – ¡la tocaste con tus sucias manos!... será… será que… – Ryoga se dio vuelta y tomó a Ranma por los hombros – ¡maldito!, ¿te gusta, no?, es eso… ¡responde! – exigió, sacudiéndolo fuertemente.

La chica contuvo la respiración, en espera de la respuesta.

¡Ja!, no seas ridículo… ¡probablemente voy a querer a una chica fea, poco femenina y sin busto como Akane! – se burló – además tú tienes a Akari, así que deja de hacer conjeturas absurdas. Hay cosas en el mundo que no pasarán, y una de ellas es enamorarme de un marimacho… – y diciendo esto, se dio vuelta hacia la entrada.

Akane lo esperaba con expresión ilegible en el rostro. Su boca se había vuelto una dura línea, y sus ojos parecían haber perdido el brillo habitual. Ranma se dio cuenta de que lo había escuchado y temió por su integridad física. Tragó saliva.

Aka…

¡Akane-san! – gritó Ryoga, extremadamente feliz.

Hola, Ryoga-kun – saludó la chica, mirando fijamente a Ranma.

Ho… hola… – musitó el aludido, sin prestar atención a la escena que se gestaba frente a sus ojos – me saludó… ahora que Ranma la ofendió, es el momento preciso para invitarla a salir… aunque me siento mal traicionando a Akari… pero… – pensaba, agitado. Aclarando su voz, decidió atreverse a probar su suerte – Akane-san… me preguntaba si… quizás tú… quisieras que… saliéramos juntos… – balbuceó torpemente. Se giró para tomarle las manos… pero ella ya no estaba ahí.

Se fue hace rato – le indicó Ranma, yéndose también.

Fin flashback

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– Estúpido… quien te entiende… – murmuró la chica, después de desahogarse. Se levantó para encaminar sus pasos al mercado, cuando una mano la retuvo por el hombro. Suspiró – reconocería tu mano en cualquier lugar… – pensó, y se volvió hacia él, mirándolo de forma inexpresiva.

– Akane…

– Dime…

– Veo que… aún no has ido a comprar nada…

Akane se enfureció, esta vez visiblemente. Cerró sus puños.

– ¿Es eso lo único que te preocupa? – gritó.

– Kasumi-san depende de nosotros para hacer la cena… ¿no te importa?

– Miserable… ¡idiota! – su humor no podía estar peor – ¡lárgate tú si lo consideras tan importante! … insensible… ¡te mataría si pudiera…! – jadeó, dando la vuelta y caminando a paso militar.

– Akane, ¿qué es lo que te tiene tan molesta? – inquirió Ranma, tomándola por el hombro.

– …¡Y te atreves a preguntar…! – espetó, girando la cara – "¡probablemente voy a querer a una chica fea, poco femenina y sin busto como Akane!" – repitió, copiando el tono de voz que el joven había usado – ¿por qué le dijiste eso a Ryoga-kun…?

– ¿Quieres que sea diferente? – interrumpió, con una sonrisa torcida en el rostro.

Akane se sonrojó violentamente. Tragó saliva.

– ¡N… no…! – dijo trabajosamente. Aunque no estaba convencida de su respuesta.

– Te he llamado fea, marimacho, pecho plano, nada sexy, torpe, etc., un millón de veces, siempre me golpeas para desquitarte… y asunto acabado. ¿Qué es diferente hoy? – preguntó, sobándose el mentón.

– ¡Idiota…! – respondió, levantando los puños.

– ¿Qué?, ¿quieres pelear…? – desafió, pero se detuvo al notar que Akane ahora tenía una mirada triste. Tragó saliva.

– ¿Por qué no puedes entender… cómo me siento? – murmuró la chica, con los ojos húmedos.

– ¿Eh? – Ranma hundió su mirada en ella, enrojeciendo – justo ahora… es tan linda… – pensó, con el corazón alborotado. Se quedó quieto, mientras Akane se dirigía silenciosamente al mercado.

Compraron lo que Kasumi les encargó sin dirigirse la palabra. Volvieron al dojo sin siquiera mirarse. Cuando Akane llegó a la cocina para entregar los víveres a su hermana, una lágrima resbaló por su mejilla. Kasumi la abrazó sin preguntar, pues su enorme instinto y conocimiento de la relación Ranma / Akane eran suficientes para saber hacia dónde se dirigía su tristeza.

– Akane-chan… ¿te peleaste con Ranma-kun de nuevo, no?

– Mmmm…

– ¿Por qué no vas con él y se reconcilian?, estoy segura de que lo siente… – declaró con una sonrisa.

– No sirve de nada, onee-san… él no es capaz de comprenderme…

– Esa es tu labor… ayúdale, Akane-chan, explícale lo que te duele. Si lo sabe no volverá a herirte a propósito, es un buen chico.

Ranma escuchaba detrás de la puerta, avergonzado de su propia actitud – odio hacer esto… pero no sé qué la ofendió tanto… ¿realmente será mi culpa? – pensaba. Repasó sus palabras con cuidado – demonios, Akane… cuando te comportas como una chica me dejas totalmente desconcertado… – suspiró. Se alejó de la puerta, para luego desaparecer sin hacer ruido.

Akane por su lado decidió que debía quitarse las tensiones antes de cenar. Buscó su dogi, se lo puso y fue a su lugar favorito: el patio, donde tenía preparado un muñeco de Ranma, ideal para patear cada vez que él la hería en su orgullo. Gritó, golpeó y sudó hasta quedar totalmente exhausta, entonces fue a darse un baño. Cuando volvió a su habitación para vestirse, encontró una nota en su escritorio. La leyó.

"Debemos hablar. Te espero en tu balcón, luego de comer y una vez todos estén descansando para que no nos interrumpan (ya has visto los desastres anteriores).

Ranma".

Durante la cena no cruzaron palabra, de nuevo. Akane lo miraba disimuladamente, sin saber si realmente la nota venía de él… aunque era su letra. Estaba confundida. Le pareció que el chico la miró un poco diferente al común de los días… mirada que se interrumpió con las típicas peleas que tenía con su padre. Cerró los ojos, recordando de nuevo el abrazo dentro del armario. Trataba de calzar la imagen del Ranma que ella veía a diario con el Ranma que la sujetó tan intensamente. Trató de olvidarlo por un rato, no quería sonrojarse frente a todos y que le hicieran preguntas.

Cuando terminó la cena, las chicas se levantaron para ayudar a Kasumi con los trastos. Los hombres tomaron un baño, y pronto llegó la hora de dormir.

Akane cerró la puerta de su habitación y esperó. Cuando le pareció prudente, abrió la puerta corredera y salió al balcón.

– Akane… – Ranma llegó pronto.

– Hola…

El joven se instaló ágilmente a su lado. Apoyó los codos en la baranda, y contempló la luna con ella, por un rato.

– Tú…

– Ranma – interrumpió – pensé mucho sobre lo que dijiste… y tienes razón.

– ¿Eh…?

– Me refiero… a que, bueno, en realidad… me enojé sin explicarte por qué… pero bueno, tú… – volteó a mirarlo – ¿cómo es que aún no entiendes nada?

– ¿Ya estamos con eso de nuevo?, ¡al menos explícame qué hice!

– ¡Me abrazaste en el armario!, ¿o es que ya se te olvidó?

Ambos enrojecieron al mismo tiempo, desviando la mirada. Ranma efectivamente había olvidado totalmente ese hecho en particular.

– ¿Me vas a decir ahora que no te gustó? – gruñó, frunciendo el ceño.

– Idiota… ése no es el punto – contestó, evadiendo la pregunta – el punto es… es…

– ¡Ni siquiera puedes explicar algo bien!, además tú fuiste la que se lanzó a mis brazos, ¿se te olvida?

– Si ése es el caso, ¡tú me correspondiste…!

– No iba a dejar que te diera un ataque de pánico allá adentro… soy una excelente persona… – sonrió, acomodando su flequillo.

– ¡Eres taaan buena persona, que le dijiste a Ryoga-kun que jamás querrías a una chica tan poco atractiva como yo…!

– Insisto, ¿qué te ofende de aquello, si es la forma en que te trato todo el tiempo?

– Es…. si eso es lo que sinceramente piensas sobre mí, ¿por qué me abrazaste, Ranma?

Volviéndose hacia él nuevamente, los ojos miel de Akane brillaron a la luz de la luna. Su mirada suplicante exigía una respuesta. El corazón de Ranma se sobresaltó. Enrojeció violentamente – de nuevo… te ves tan linda… – pensó – ¿por qué no puedes ser así de femenina siempre? – bajó los ojos, incapaz de sostenerle la expresión.

– Ya veo… no es necesario que contestes – hizo ademán de retirarse.

– Espera… – la detuvo de un hombro – no… te vayas aún…

Akane se giró, con tanta torpeza que se dobló un pie. Estaba lista para caer dignamente, cuando el brazo fuerte de Ranma la contuvo, antes de que pudiera hacer nada. Se sonrojó, pensando dos cosas: uno, que el joven sabía que ella no necesitaba que la sujetara (lo cual le daba a entender que aprovechó de abrazarla, y eso no la molestaba en absoluto), dos, que quizás esta era una ocasión perfecta para aclarar las cosas – más que dentro del armario – pensó, con la cara encendida.

– Quisiera poder saber lo que piensas, Ranma… – murmuró, proyectando sus sentimientos a través de la mirada.

– A… ahora pienso… que… – tartamudeaba – te… te ves… linda…

– Hablo en serio – interrumpió, decepcionada.

– ¿Y… yo no? – dijo molesto – ¿te digo lo que siento y te burlas de mí?

– Lo lamento… estoy muy acostumbrada a escucharte decir que no soy nada linda…

– La mayor parte del tiempo eres tan violenta que opacas toda tu belleza, Akane… – y se sonrojó más, porque no pensaba ser capaz de decir algo como eso.

– También dices que no tengo pecho – declaró con una mueca.

– Bueno eso… no es culpa tuya… – esquivó un golpe con éxito – ¡cálmate!, así estás bien…

– ¡Si no tengo busto, pues quédate con Xian-Pu-san o Kodachi-san, a ellas les sobra! – gritó, dándole la espalda.

– ¿Ya te enojaste de nuevo?

– ¡No se puede hablar contigo…! – Y se volvió hacia él, tomándolo por el cuello de la camisa – ¿es tan difícil que te des cuenta, Ranma?, ¿no lo ves?, ¡yo vivo para ti…!

El aludido golpeó la puerta corredera con la espalda, debido al impulso que tomó Akane. La sujetó por los hombros, mirándola asombrado. Esas palabras eran lo último que esperaba de su conversación. Empezó a sudar copiosamente, pensando qué contestar – de nuevo, no encuentro palabras agradables para dirigirle… debe haberle costado mucho decirme algo como eso, ¿y yo?, ni siquiera soy capaz de corresponderle a la altura… estúpidas palabras… – concluyó, avergonzado. Akane notó su confusión y suspiró, soltándolo lentamente.

– Buenas noches, Ranma… – murmuró, entrando a su habitación y cerrando las cortinas. No se dio vuelta a mirarlo. Sólo se tendió boca abajo en la cama, con el corazón a mil por hora, roja como un tomate y una leve sonrisa en el rostro – dímelo… di que me quieres… – pensó.

– Buenas noches, Akane… – respondió el chico, lo suficientemente alto como para que ella escuchara.

El cuerpo de Akane se estremeció al sentir su voz. Abrazó la almohada, imaginando patéticamente que era él.

Te quiero… ¿lo sabes? – pensó, incapaz de decirlo en voz alta – hace mucho que esto dejó de ser un simple compromiso hecho por nuestros padres… ¿no sientes lo mismo que yo?, estoy segura que me quieres también… ese día que viajé a Ryugenzawa, sé que estabas celoso de Shinnosukke… ¡cuando creíste que lo prefería a él por sobre ti!, idiota… como si no supieras que eres el único que puedo amar… recuerdo que tomaste mi mano cuando regresamos de ese viaje… ¡te costó tanto tomar la iniciativa!, me hiciste muy feliz… el armario… pensé que me iba a derretir entre tus brazos… tú… yo… – y de esa forma, vagando suavemente entre sus recuerdos, se quedó dormida.