El lunes se me complicó subir el capítulo porque fue mi cumpleaños. Así que las actualizaciones se mueven a los miércoles. Próxima fecha: 21 de noviembre.

Capítulo: 14/27

Pareja: Bunny

Canción: I wanna go de Britney Spears

POV: Kenny


Capítulo 12: "Muerde la mano"

"Porque sé lo que todo el mundo está pensando"

20 de febrero de 2012

7:08 AM Sidney, Australia (+10 UTC)

La última negra tortuga salía del último de los nidos una semana después de la primera. El sol salía y Kenny, en vez de sentirse cansado, tenía más energía que nunca. ¿El motivo? Pasó toda la noche al lado de su amado Butters, ignorando su espionaje y probable, si no es que segura, mala reacción del rubio. Horrible realidad que se acerca con los rayos del sol y la inminente junta con el presidente David, exigiéndole progresos en la misión de espionaje. La espuma del mar mojó el inicio de su pantalón mientras Leopold se despedía de las últimas recién nacidas.

— ¿Tienen que morir? —preguntó Kenneth—. ¿No pueden vivir todas?

Butters esbozó una pequeña sonrisa y tomó la mano de "Chase". La naturaleza podía ser así de cruel, pero ése era su trabajo: daba vida y la quitaba. Los humanos no tenían el derecho de decidir eso. Una ballena salió a respirar a la superficie, despidiéndose del pequeño Stoch y el chico del que todavía no confiaba totalmente. La junta estaba por comenzar y Bebe debía estar vuelta loca de nuevo. Ella siempre organizaba dichas juntas. Seguramente les hablaría de los pocos avances de Dougie y les pediría paciencia. Las defensas de Green Peace y la compañía petrolera eran tan buena que ninguno de los dos espías había podido dar un solo paso, pero ese día darían un gran salto; aunque uno de ellos caería mal al suelo.

Sus huellas fueron borradas por la marea, eliminando todo rastro de su caritativa acción. Leopold miró a su amigo y sugirió una carrera. McCormick sonrió y comenzó a correr. Stoch se quejó, argumentando que salió antes, pero le siguió, demostrando ser más rápido que él. Llegaron entre risas a la puerta de la casa de Bebe. Esas rosadas mejillas encantaban a Kenny y al respirar tan agitadamente el pervertido no pudo evitar pensar cosas indebidas que le hicieron sonrojar aún más. Tomó su mano y las risas acabaron de pronto. Ambos se habían perdido en los ojos ajenos y se acercaban lentamente, con un deseo gritando en su pecho.

Bebe abrió la puerta, rompiendo el romántico momento. Tenía el seño fruncido y casi gruñía. Butters la miró preocupado mientras Kenny maldecía por haber sido interrumpido en plena jugada.

—Ese hijo de puta —masculló Evans, dejando pasar a los dos amigos. La sala estaba llena de miembros de Green Peace—. No puedo creerlo. La sangre ya no le llega a la cabeza a Dougie. ¿Qué mierda puedo hacer yo?

Bebe se sentó enojada en el sofá, siendo vigilada por los cuarenta ojos de Green Peace. Que buscaban el motivo de dicho enojo y si afectaba los planes ya hechos. No se imaginaban lo que la rubia iba a decirles. El enojo finalmente se disipó. Evans se puso de pie y vio a cada una de las personas en su pequeña sala, apretujadas a merced del abrasador calor de Sidney. Dio unos pasos como pensando las palabras correctas, luego se detuvo en seco, sabiendo que mientras más aplazara la noticia, más se le dificultaría decirla.

—Hoy —inició con un nudo en la garganta—. Dougie intentará robar los planos de la plataforma Glory. Es arriesgado porque se encuentran bajo llave en la oficina del presidente, pero si falla, tendremos que usar el plan B.

Gritos fueron ahogados, acompañados de caras preocupadas, unas de incredulidad por parte de Butters y una de confusión por parte de Kenny. Stoch se puso de pie, negando una y otra vez con la cabeza, mientras Bebe le decía que el de la idea fue Dougie y que, aunque les pesara, era la única manera de enfrentarse a la gran amenaza de Australian Petroleum. Kenny se levantó, ni siquiera había sido presentado oficialmente y la mitad de los chicos en esa sala no sabía ni quién carajo era, pero aún así habló. Más a Leopold que al resto, dijo algo que una semana antes no hubiera imaginado pensar.

—Ellos matan la vida de Sidney, ¿y nosotros no podemos hundir su plataforma petrolífera? A veces debes hacer cosas feas para proteger lo que más amas. Si ellos actuaran por amor la cosa cambiaría. Pero los mueve el dinero, como a la mayoría de los habitantes de Sidney. La ciudad está de su lado no por sus ideales, sino por su necesidad económica. ¡Debemos tirarlos! El desempleo no durará mucho o al menos no matará a mucha gente. Hagámoslo. ¡Quitémosle a la ciudad un mal tan dañino y tóxico como el petróleo!

Los aplausos no se hicieron esperar, pero Kenny no se sintió contento hasta ver la inmensa sonrisa de Leopold. Las palabras del rubio cambiarían el rumbo de muchas vidas, sólo que nadie se daba cuenta de eso aún.

Bobby salía ligeramente del agua con los dos chicos y la chica en su espalda. La plataforma Glory era inmensa, casi parecía una isla nueva. Estaba a un 1% de estar terminada y, si no la destruían, abriría un hoyo tan grande en el subsuelo marino capaz de derramar millones de litros de petróleo. Despídanse peces, corales, gaviotas, delfines y ballenas. Butters no pudo evitar temblar, tenía miedo de herir a alguien, pero con la mano de Kenneth sobre la suya el temor se disipaba. Bobby se sumergió y nadó hacia los pilares de la imponente construcción. Bebe revisó uno de ellos, ahí atarían explosivos. Kenny no aguantó la respiración más y salió disparado a la superficie, jadeando y buscando reunir todo el aire perdido. Leopold salió segundos después, preocupado por su compañero. Una enorme tortuga se acercó a McCormick y le ayudó a mantenerse a flote, quizás era una de las madres de todas las recién nacidas.

— ¿Crees que lo lograremos? No va a ser fácil derrumbar algo tan grande.

—Con ella dirigiendo todo no lo dudo —recordó entonces la junta—. ¿Dougie? ¿Quién es él? ¿A qué se refería Bebe en la junta sobre que intentaría robar los planos?

—Es un espía —respondió Leopold confirmando lo que una semana antes supuso.

¿De verdad ese tal Dougie era leal? Él mismo estaba traicionando a su equipo. ¿Cómo asegurarse de que el pelirrojo no había sido seducido con la promesa de un puesto vicepresidencial? Tragó saliva y recordó una cita muy importante. Necesitaba hablar con Bradley lo antes posible. No lo había contactado en tres días y si había realmente un espía, ese chico bicurioso debía saberlo. Su hermano, tal vez ya no estaba tan enojado, quizás lo había perdonado.

—Butters, tengo que irme. Regresaré a las diez y saldremos a dar una vuelta, ¿te parece?

Kenny POV

La fuerza que me dio la dulce imagen de un sonrojado Butters era suficiente para enfrentarme al cabrón de David. Ahora, frente a su oficina, ya no había vuelta atrás. No toqué cuando me ordenó entrar. Lo vi muy enojado, revolviendo papeles aquí y allá. Me senté frente a él cuando mandó al carajo todo y me vio fijamente unos segundos, esbozando luego una sonrisa. La misma con la que me convenció de ser un espía.

—Supongo que me traes buenas noticias. ¿No es así, Kenneth?

Bajé la mirada y luego la paseé por las fotografías: era el presidente de joven, con sus padres. Hasta donde sabía, estaba casado con su trabajo, aunque los rumores dicen que no se divorció de su esposa por esa razón, sino por una aventura con un socio de Australian Petroleum. Vaya que me consta. Yo mismo vi un apasionado intercambio de besos entre el presidente y su amante, pero no fui tan cabrón como para chantajearlo. ¿Por qué, entonces, sí era tan cabrón como para traicionar a Green Peace? David agitó el motivo frente a mí: un billete de cien dólares que lucía irresistible a mis ojos; pero me contuve.

—Ya no seré su espía —sentencié sin imaginarme esa reacción.

—No jodas —me dijo el presidente demasiado tranquilo—. Te dije, McCormick, que no podías echarte para atrás. Ahora cumplirás tu misión.

Me puse de pie y negué con la cabeza. Caminé a la puerta cuando la reacción que suponía llegó. David cerró la puerta y me empujó. Cuando estuve en el suelo, me lanzó una patada, su pie se encajó directamente en mi estómago. Tomé su pierna y lo tumbé también. Me apresuré a abrir la puerta, pero eso no le impidió seguir hablando.

—Acabas de morder la mano que te alimenta. Esto no se quedará así. Yo me encargaré de matar a toda la vida marina de Sidney.

Salí de ahí, sabiendo que no sería capaz de hacerlo, pero mentiría si dijera que no temía a su venganza. Dañaría a Green Peace de alguna manera y me lo restregaría en la cara por siempre.

Fin Kenny POV

—No tengo la menor idea de por qué no me delataste, pero necesito tu ayuda.

Bradley quedó boquiabierto ante la petición de Dougie. Si descubrían que él sabía del espía y no dijo nada tendría un grave castigo, pero ayudarle era otra cosa. Ésas eran palabras mayores, posiblemente implicaba prisión. Sin embargo, al intentar rechazarlo, el rostro de su padre apareció en su mente. No, ya le había pagado. ¿Fue suficiente? ¿Qué haría su padre en su lugar?

— ¿En qué? —preguntó el rubio bicurioso, dándole el derecho de la duda.

—Las llaves de la oficina del presidente —respondió el pelirrojo de Green Peace.

Bradley abrió los ojos de par en par. Él ya era el jefe de piso y desde luego que tenía una copia de las llaves, pero si aceptaba sería muy sencillo identificar quién fue el cómplice. ¿Entonces por qué le extendía el juego de llaves? El de anteojos se mostró sorprendido. Jamás creyó una cooperación tan rápida. Planeó incluso un discurso a su favor. En cambio, se limitó a tomar su acceso a los planos y el cumplimiento de su misión.

—Era mi padre —se limitó a decir Bradley.

—Creo que deberías hablar con Kenny —dijo Kevin a su hermana—. Él te extraña.

—Sólo es un asesino ambiental —respondió la chica—. Mientras lo sea, no le hablaré.

Karen no negaba que extrañaba a Kenny. Su hermano siempre la protegió de los malos y estuvo a su lado cuando más lo necesitaba, pero el día en que se unió a Australian Petroleum perdió todo el respeto hacia él. Por primera vez lo vio como realmente era: un títere capaz de hacer cualquier cosa por dinero. La decepción fue tan grande que la chica no podía soportar estar al lado de su hermano sin sentir un profundo asco. Kevin sabía eso, pero aún así intentaba reconstruir el antiguamente fuerte lazo entre ellos dos. No quería ni imaginarse la cara de su hermana cuando se enterara de la misión de espionaje. Eso acabaría de dividir a su familia.

—Él sólo intenta cuidarnos y que no nos falte nada —dijo el castaño antes de colgar y dejar a una sorprendida Karen analizando dichas palabras.

Sacudió la cabeza varias veces. Ningún buen fin justifica unos malos medios. Prefería morirse de hambre antes de rebajarse a ser una puta.

"Quiero ir hasta el final, sacando lo más raro de mí"

Kenny POV

La ciudad de Sidney era un puerto mágico, según los anuncios de las agencias turísticas, pero al vivir tanto tiempo ahí la magia desaparece tarde o temprano. Para mí desapareció temprano, mientras que Leopold aún caminaba boquiabierto por calles que visitó miles de veces. Me parecía simplemente adorable. Una gaviota voló frente a nosotros perseguida por un enojado pelicano. Seguramente se trataba de una ladrona de pescado.

—Chase —al principio no reaccioné, pero luego le presté toda mi atención. Tendría que acostumbrarme al nombre—. Esto… es… ¿una cita?

—Si me permites que lo sea —respondí, tomando su mano y besando un poco su dorso.

Sus mejillas, sus hermosas y cautivadoras mejillas me contestaron. Sería una cita. Mi verdadera oportunidad de conquistar a la joya más cotizada. Ya me he fijado cómo lo ven los de Green Peace. Su inocencia es un verdadero imagen de pervertidos y gustoso me agrego a la lista. Un carrito de helados pasó a nuestro lado y Leopold no pudo resistir el antojo. Contrólate, Kenny, no pienses mal. ¿Por qué de tantos alimentos en el muelle tenía que escoger ese? No pienses en una mamada, Kenneth, por tu bien no lo hagas. Desvié la mirada cubriéndome un poco con la gorra. No soportaría verlo lamer tan seductoramente esa bola de nieve. Él estaba por pagar cuando me interpuse, revisé mi cartera y pagué el helado. Fue un mal golpe para mis finanzas, pero valía la pena. Lo supe cuando tomó mi mano mientras caminábamos. Haría lo que fuera por conquistarlo, pero no podía callar la vocecita que me gritaba que todo sería inútil.

— ¿Por dónde vives, Chase? —me preguntó Stoch unos minutos después.

—Por el edificio de la ópera —respondí lo primer que se me ocurrió. Si decía mi dirección real podría darse cuenta que era la misma dirección de Karen.

—Siempre me ha gustado ese lugar —respondió animoso—. Bobby y yo vamos todo el tiempo. Siento que es un barco musical, en el eterno y azul mal.

Frases como esas me recordaban que Butters no estaba jugando con lo de unirse a Green Peace. La mayoría de los miembros eran chicos sin qué hacer o que fueron seducidos por la idea de salvar una especie. Butters, en cambio, deseaba salvar a su familia. El único lugar donde se sentía a gusto era amenazado por las perforadoras de petróleo para las que yo trabajaba. Yo iba a destruirlo por completo. De pronto se detuvo de golpe, se puso muy pálido, como si hubiese visto un fantasma. De hecho, fueron dos. Un hombre y una mujer lo identificaron y se acercaron a zancadas hacia él. Apenas pensé en sus padres comenzamos a correr. Esquivamos a unas cuantas personas y entramos a uno de los cines. Leopold pagó atropelladamente los boletos y de un segundo a otro ingresábamos a una oscura sala. Stoch se sentó en el primer asiento, muy triste.

—Lo siento —susurró casi al borde del llanto—. Llevan meses diciendo que me meterían a una escuela militar. No les creía, pero ayer me dijeron que hiciera mis maletas, que me iría a primera hora. Pero yo no puedo, tuve que…

— ¿Huir? —le pregunté sentándome a su lado—. ¿Huiste de tu casa, Butters?

—Bebe dijo que podría quedarme en su casa —sollozó Leopold, rompiéndose.

No quise decir nada más. Me limité a abrazarle, a demostrarle que no estaba solo y que estaba dispuesto a acompañarlo siempre. Guardé silencio porque sé que Butters no querría palabras huecas. Yo deseaba abrazarle por un rato. Con una familia así, yo también me habría ido al mar. Claro, si no tuviera a quien cuidar y mantener a flote. Todavía recuerdo cuando Karen era niña y se escabullía a mi cama, gritando que un monstruo iba a comérsela. En realidad, se trataba del monstruo de la pobreza que no le daría absolutamente nada para llevarse a la boca. Por favor, destino, no me hagas decidir entre Karen o Butters, porque no puedo vivir sin ninguno de ellos. No tuve ni la menor idea de lo que trató la película, sólo recuerdo las pequeñas lágrimas de Butters y ese fuerte agarre a mi brazo. Las muchas caricias a su cabeza, espalda e incluso mejilla. Era un pez fuera del agua en mi mundo. ¿Tendría que dejarlo libre algún día? ¿Solo con su hermoso mar y su hermano? Si era sí, congela, Dios, este momento. No quiero avanzar hacia la irremediable confesión.

Fin Kenny POV

A la una de la tarde todos salían a comer en Australian Petroleum, incluido el presidente David. En realidad, iba a ver a su amante, pero ésa es otra historia. Concentrémonos en el chico pelirrojo de Green Peace. Contuvo la respiración al girar la llave sin descartar una posible trampa de ese rubio, pero logró ingresar a la oficina. Unos segundos se quedó ahí parado, incrédulo de lo cerca que estaba de los planos. Finalmente reaccionó, revisando cada uno de los cajones del escritorio. Quizás los tenían en otro lado. Quiso abrir el tercer cajón y éste se resistió. Revisó el juego de llaves y logró acceder ahí. El folder de color beige con letras en rojo decía "Planos de Australian's Glory" una inmensa sonrisa iluminó su rostro. Podría llegar orgulloso al cuarte, decirle a Butters. Estaba miles de pasos más cerca de su corazón, de un esperado beso de amor. Pero todo eso tendría que esperar un poco más, así lo dejó él en claro.

—Mira nada más. Un maldito espía —dijo la inconfundible voz de David.

Fue sometido más rápido de lo que creyó posible. La seguridad era muy eficiente. Lo ataron a una silla y lo golpearon en repetidas ocasiones. Rompieron sus anteojos, lo hicieron sangrar de la nariz y la boca. Golpes en el estómago, pecho, costados. La vista se le nubló. ¿Por qué no llamaba simplemente a la policía? Sería mayor escándalo el saber del desesperado plan de Green Peace y mucho más beneficioso para Australian Petroleum, que quedaría como una víctima. En cambio, lo golpeaban brutalmente como si se tratara de una venganza personal. David se inclinó hacia Dougie, tomándolo del rizado cabello para levantar su muy herido rostro. Ladeó la cabeza en señal de confusión, como si fuera un niño que no comprende las tablas de multiplicar.

—Sospechaba de un espía —dijo viendo el piso—, pero no creí que fueran tan idiotas como para hacer un movimiento tan arriesgado. ¿Cómo pensaban explicar la obtención de los planos? ¿Un donante anónimo? Ridículo.

De hecho, de esa manera buscaban excusarse. Qué más daba. Había sido descubierto, acabaría en prisión, Green Peace perdería millones de miembros, todo por culpa del impaciente corazón de Dougie y sus sedientos labios. Pobre ecologista. La realidad sería mucho peor que esa. David se le acercó al punto de colocar sus labios a unos centímetros de la oreja de Dougie.

—TE iba a dejar vivir, hippie de mierda, pero gracias a mi maravilloso espía Kenny, tendré que matarte. No tengo idea de qué le hicieron los de Green Peace, pero tú me las pagarás. Será mi dulce venganza, hijo de puta.

Dougie se quedó helado. ¿Kenny? ¿Espía? ¿Green Peace? ¿Habían estado jugando a espía contra espía todo este tiempo? Se sintió un completo idiota por no haberlo considerado antes. Moriría hoy, sin poder ver por última vez a Leopold.

— ¡No lo harás! —gritó Bradley, irrumpiendo en la oficina—. He grabado todo. Suéltalo o te juro que esto saldrá en las noticias. No temo que me corras de esta estúpida empresa. Green Peace me protegerá, así que ¡Suelta a Dougie!

David estaba sorprendido, había dejado las cámaras apagadas y el único que tenía las llaves era ese chico Kevin McCormick. Entonces todo tuvo sentido. Una rebelión en su misma casa. Lo ataron de manos. Kevin sacaba la cinta de la sala de controles y corría rumbo a la oficina. A mala gana el presidente soltó al pelirrojo. Bradley le ayudó a levantarse hasta que Kevin llegó y los tres pudieron salir corriendo de ahí. Eran desempleados, enemigos número uno del presidente de Australian Petroleum, hippies modernos; pero, sobre todo, libres.

—Vida por vida —dijo Bradley—. Gracias por salvar a mi padre.

Dougie recordó entonces a ese hombre. El único que le hizo caso ese día. Derramó una lágrima sin saber si era de dolor o de alegría. Kevin le miró extrañado antes de dar con el motivo. Sostenía con fuerza el folder secreto. Lo había guardado entre sus ropas justo a tiempo. McCormick sonrió y se dirigieron al único lugar donde podrían ser atendidos médicamente sin que un hospital se enterase del motivo de dichas heridas: a la casa de la futura enfermera Karen McCormick. La castaña no hizo preguntas, sólo inició el tratamiento. Tenía que salvar al nuevo héroe de Green Peace.

Kenny POV

El silencio sólo era roto por el constante contacto entre las rocas y las olas del mar. Butters no había pronunciado ni una sola palabras desde que salimos del cine. Está bien que debía darle espacio, pero ya se estaba pasando. Por más que llamara al mar su familia no podía ignorar los lazos de sangre en la tierra. La pregunta murió en mis labios.

—Nunca les interesé realmente, pero ahora que cumplí 18 desean deshacerse de mí lo antes posible. Si no les genero ingresos, no les sirvo de nada. Creo que debo ir buscando un empleo, pero por como está la situación será casi imposible. La única empresa que contrata es Australian Petroleum, pero yo estoy con Green Peace.

— ¿Cómo pueden atreverse? —pregunté sorprendiendo a Leopold—. Te las has ingeniado para sobrevivir todo este tiempo sin su protección, ¿y ahora se creen con el derecho de mandarte? Si mis padres intentaran hacerme eso…

me detuve en seco. Mis padres. En realidad, deseaba que se preocuparan por mí. Me daría la esperanza de que, tal vez, pudieran dejar sus adicciones y ocuparse de nosotros. ¿A quién engaño? Seguiré viéndolos en las esquinas borrachos y completamente drogados, peleando, follando o algo peor. Mi silencio pareció alegrarle. Al menos sabía que no era el único con problemas paternales. Le miré unos segundos, perdiéndome en esos hermosos y pálidos ojos. Todo en Leopold era tan exquisito. Si no me detenían en este instante era capaz de hacerlo mío en este incómodo lugar, sin importarme la gente que había en el muelle. Por suerte, una niña nos interrumpió.

— ¡Mi globo! —gritó la niña al tiempo que detenía el objeto antes de que subiera más alto—. Muchas gracias, señor.

La niña me dio un beso en la mejilla, me quitó el globo y se fue saltando de ahí. Así mataron el momento. Suspiré, resignado. Tendrás otras oportunidades, Kenny. No. No las tendré. En cuanto Leopold se entere de la verdad lo perderé para siempre. Me alejé de la orilla y luego salté a la arena, diciéndole a Butters que me siguiera.

Fin Kenny POV

—Si Australian's Glory produce un derrame, ¿realmente será tan dañino para el ecosistema?

— ¡Por supuesto! —exclamó Leopold exaltado—. ¡Acabará totalmente con él! ¡Será el peor derrame de toda la historia! Esa compañía Australian Petroleum no tiene ni la menor idea del daño que puede causar. Aunque no dudo que aún sabiéndolo detengan el trabajo.

Leopold ahora sí que estaba enfadado, odiaba a Australian Petroleum. Sobre todo a ese presidente David. Aunque al recordar a todas las personas desempleadas que quedarían después de su caída la culpa le asaltaba. Lo ponían en una encrucijada. Su propio beneficio contra el de toda Sidney y lo peor era que su decisión se tornaba egoísta. Se olvidaba por completo de la ciudad, interponiendo su propia felicidad. ¿Por qué no podría? ¿Era acaso él un superhéroe que va a sacrificarse por todos? Nadie se sacrificó por él. Volteó a ver a su amigo y se topó con un rostro sorprendido y asustado. Se sonrojó de inmediato y buscó borrar las fuertes palabras dichas.

—No podemos permitir que gane, que continúen pisoteando la ciudad —susurró Stoch.

La verdad se mezcló con el autoconvencimiento de sus acciones. Kenny notó un silencio inusual, uno que suplicaba: "No me preguntes más, no estoy dispuesto a decirte la verdadera historia". Alzó una ceja y se detuvo frente a él. El sol caía como plomo en la playa de Sidney y la arena les quemaba los pies. No lo soportarían a no ser por esa fresca marea. Su mirada exigía una explicación. Leopold se negó. Miró el reloj y argumentó que iban tarde a la segunda junta del día. Acordaron verse en la tarde para decidir si en verdad volarían Australian's Glory. Stoch casi salió corriendo de ahí. Kenny pateó la arena y le siguió de mala gana. Entonces los detuvieron un hombre y una mujer: Steven y Linda Stoch.

— ¡Butters! Finalmente —exclamó la mujer—. Te hemos buscado por todas partes.

—Ya era hora, jovencito. Mueve tu trasero hasta acá, que perderás un autobús.

El pequeño rubio sintió que moría. La escuela estaba a mitad del desierto australiano. A miles de kilómetros del mar, de Bobby. Kenny se detuvo a su lado y recibió una enojada mirada por parte de Steven. Pero en vez de ser intimidado sólo logró acabar con la poca paciencia que le quedaba. Steven intentó tomar la mano de su hijo cuando Kenny lo apartó de un golpe. Linda y su hijo quedaron perplejos. Los progenitores de Butters ya habían visto a ese chico y lo culpaban de llevarse corriendo a Leopold. Pero nunca imaginaron que su insolencia llegaría hasta ese punto. Steven le regresó el empujón, dispuesto a luchar contra él para llevarse a su hijo, pero dicho enfrentamiento no llegó.

—Usted no tiene derecho de decirle qué hacer —bramó Kenny—. No sabe nada de su hijo. ¿Cuál es su color favorito? ¿Su materia favorita? ¿Cómo puede venir y gritarle qué hacer o qué no? Él nunca ha perturbado su vida y vaya que tiene el derecho, ¡es su puto hijo, carajo! ¿Dónde estuvo los últimos 11 años de su vida?

Steven quedó mundo al igual que su esposa. Leopold se sonrojó y sonrió de oreja a oreja. Chase acababa de robarse su corazón. Le tomó de la mano y ambos se fueron tranquilamente por el muelle, dejando atrás unos estupefactos padres. Linda derramó una lágrima, sin aceptar la pérdida de su hijo. Se giró y alcanzó a decirle.

—Creo que ya es tiempo de pasar un rato contigo. Sólo dinos cuándo puedes, Butters.

"Cúlpame a mí porque necesito liberarme"

En momentos como estos Karen agradecía esas horas de voluntariado en el hospital. Quizás aún no era una enfermera, pero pudo detener el sangrado en las heridas de Dougie y descartó un posible daño interno o fracturas. Sólo estaría muy adolorido. Su rostro había recibido el peor daño. La castaña tuvo que acomodarle la nariz, provocándole un inmenso dolor. El pelirrojo casi no veía sin sus anteojos pero por suerte tenía unos de repuesto en casa de Bebe. No duraría mucho tiempo casi ciego. Luego de escuchar la heroica y arriesgada historia de su hermano y Bradley se cruzó de brazos alternando miradas en ambos, indecisa.

—Eso quiere decir, ¿qué se unirán a Green Peace? —preguntó con esperanza.

cuando vio esas sonrisas no pudo evitar gritar de felicidad. Le había tomado años convencerlos. Ahora sólo faltaba su hermano Kenny. Es cierto, Kenny.

— ¿Dónde está Ken? —inquirió la chica—. Quizás entre ustedes tres logremos convencerlo también de unírsenos. No creo que sea tan testarudo si somos mayoría, ¿no creen?

Pero el silencio perturbó a la chica. ¿Por qué Kevin había bajado la mirada al mencionar a su hermano mayor al igual que Bradley? Karen golpeó la mesa muy enojada, exigiendo una razón para dicho comportamiento. McCormick no habló. Su hermana amaba a Kenneth a pesar de considerarlo su enemigo. Le destrozaría el corazón saber la verdad. Además, Dougie había escuchado sobre el espía, también era capaz de delatarle. Karen se cansó de esperar una respuesta. Tomó su mochila y casi corrió a la puerta. Bebe nunca le mentiría. Dougie le gritó a todo pulmón.

— ¡Llévame contigo! Hay algo importante que debo hacer allí.

Karen lo pensó un poco. No era una buena idea, pero el rostro serio del pelirrojo la hizo aceptar. Kevin y Bradley sirvieron de apoyo y comenzaron el lento viaje a la casa de la líder de Green Peace. Ése asunto pendiente de Dougie era en realidad el deseo de identificar al espía. Sería muy sencillo. Era el chico nuevo. Le costó mucho trabajo conseguir los planos que sostenía con fuerza, no permitiría que un chico por el que casi lo matan arruine todo el esfuerzo dado. Kevin comenzó a rezar, suplicándole a Kenneth no ir a casa de esa tal Bebe, o se convertiría en un campo de guerra.

A unas cuadras de llegar a casa de Bebe, Kenny se detuvo y empujó al pequeño Stoch hacia un estrecho callejón. Se controló mucho tiempo. Dios sabe el esfuerzo que hizo. Leopold no se apartó. Sólo se quedó ahí, pegado a la pared con el rostro de Chase a escasos centímetros del suyo. Nadie pasaba por ese lugar. El sol no alcanzaba a iluminar a ambos rostros sonrojados. Ningún ruido perturbaba la mágica música sólo captada por los oídos enamorados. Algo ataba a Stoch a tierra, a Sidney, y ese algo era Chase. Una mentira mezclada con verdad. Una máscara que provoca desconfianza. No saber cuándo acaba el engaño y empieza la verdad. Incluso Kenneth desconocía dichas fronteras, aunque estaba completamente seguro de algo. Debía decírselo antes de que fuera demasiado tarde para ambos.

—Te amo —susurró casi sobre los labios del otro, apreciando a la perfección cómo los ojos ajenos se abrían e iluminaban con pequeñas lágrimas de felicidad.

Fue Leopold quien eliminó la casi nula distancia entre ambos, entrecerrando los ojos y ladeando la cabeza. No pensó que Chase pudiera besar tan bien.

Kenneth se olvidó absolutamente de todo, sabiendo que podría ser la última vez que besara esos labios. Los saboreó. Los disfrutó con toda su alma. No era el primer beso, pero sí el primer dado con todo el corazón. Cerró los brazos en la cintura de Butters y movió los labios de un lado a otro, introduciendo la lengua después. Los jadeos de Stoch eran música para sus oídos. Lo había conquistado. Era suyo en su totalidad. Leopold pasó una mano por el cabello de Kenny, tumbando su gorra azul, aspirando cada gota de su ser, cada respiro, cada jadeo, cada contacto. Se separaron respirando profundamente, para luego volver a besarse igual de apasionados.

La chica rubia sentía sus mejillas ardes. Cerró los ojos y tosió un poco para mostrar su presencia. Los chicos se separaron. Leopold no podía estar más apenado. Kenneth se limitó a sonreír, tomar la mano de Stoch y acercarse a la ya no tan perpleja Bebe.

—Ya vamos a empezar —dijo ella contenta por la nueva relación.

La chica rubia veía cómo su sala volvía a llenarse y aún no tenía el mínimo mensaje de Dougie. Se supone que para estar hora ya habría realizado su intento de robo o al menos le habría avisado si se pospondría. En cambio, ese silencio le gritaba que lo capturaron y lo torturaban en algún lugar de esa magna torre de contaminación con roro negro. Eso sólo significaba que el plan de volar Glory se convertía en el oficial. Debía empezar a dar instrucciones ya si deseaba lograrlo antes de su inauguración. Entonces, la puerta se abrió de golpe. Bradley y Kevin sostenían con dificultad a Dougie mientras Karen ingresaba notablemente molesta. Estaba por preguntarle lo que pasaba cuando se topó con un rubio cabello sin ocultar detrás de una gorra azul. Kenny palideció al instante, mientras su hermana le veía incrédula, tallándose incluso los ojos, olvidando al muy magullado Dougie. Bradley y Kevin bajaron la mirada. La verdadera guerra apenas estaba por desatarse en esa pequeña casa.

— ¿Kenny? —inquirió Karen con sentimientos encontrados.

¿Era bueno ver a su hermano ahí? Se supone, ¿no? Pero le era imposible evitar pensar que se relacionaba con Australian Petroleum de una u otra manera. No creía que Kenneth estuviera ahí por decisión propia. La decepción fue más poderosa incluso que la inmensa ira en su cuerpo.

— ¿Kenny? —preguntaron todos los miembros de Green Peace en esa sala.

El chico rubio se había presentado con un nombre muy diferente. Todos lo pensaron, pero solamente Dougie fue capaz de decirlo, motivado por los golpes.

— ¡Tú eres el espía! —gritó el pelirrojo, recordando las palabras del sádico presidente David.

Por culpa de ese desconocido casi acababan con su vida. Kenneth bajó la mirada. Sabía que tanta felicidad debía terminar de golpe ahora que tenía casi cincuenta miradas sobre él, exigiendo una respuesta a semejantes acusaciones. Hubiera preferido ver enojo como el que dominaba el rostro de Dougie. En cambio se topó con caras decepcionadas de los hippies modernos. Entonces vio a Butters, asustado, confundido y traicionado.

— ¿Chase? ¿Qué está pasando? —inquirió con un pequeño rayo de esperanza.

una esperanza falsa que provocó que Kenneth no pudiera ni verle a los ojos, avergonzado de su actitud, de sus acciones, de todo en él. Una pequeña lágrima escurrió por la blanca mejilla de Stoch sin saber si deseaba una respuesta ya.

—Mi nombre no es Chase. Es Kenny. Sí soy un espía de Australian Petroleum.

La velocidad con la que Stoch salió corriendo de ahí fue impresionante. Salió prácticamente disparado, ignorando el grito de "¡Butters!", que soltó Chase. No. En realidad ahora era Kenny. ¿Cómo pudo ser tan tonto? ¿Cómo pudo siquiera considerar la idea de ser amado por alguien? Ahora pagaba el precio por haber sido tan ingenuo. A Kenneth no le importaban ya sus hermanos, Bradley, Bebe o Green Peace. Sólo tomó en cuenta a Stoch.

Llegar a la Roca de Ballena fue una verdadera tortura para McCormick. Leopold le daba la espalda, sentado en el centro de dicha formación rocosa. Asimilaba el terrible choque emocional de hacía unos minutos.

—Butters —dijo Kenny, poniendo una mano en el hombro del rubio. Stoch se apresuró a quitársela de encima—. Leopold, por favor. Escúchame. Mis padres nunca se ocuparon de mí. Se dedican a drogarse sin parar. Nunca les importé, pero yo tenía unos hermanos que cuidar. Kevin trabajaba en varios lugares, pero no era suficiente. Mi hermana era muy pequeña y prácticamente yo la crie. Cuando Australian Petroleum llegó a Sidney, vi la oportunidad de sacarlos adelante. Pero la paga era una miseria. Logramos darle estudio a Karen, pero siempre pasábamos hambre. No pude resistirme a la propuesta del presidente. No soy espía porque quiero, Leopold. Lo hice por mis hermanos, para que ellos estuvieran bien.

Butters no volteó a verlo, aunque la historia era trágica y explicaba el comportamiento del rubio, no borraba la mentira dicha. Leopold también sufrió y no llegó a un extremo tan bajo. Sólo se limitó a bufarle.

—Eso es ser puta —declaró Stoch notablemente enojado—. Australian Petroleum destruirá todo gracias a ti. ¿Valió la pena el dinero que te pagaron, Kenny?

Kenneth en vez de sentirse mal, se enfureció. ¿Cómo se atrevía hablarle así? Él no sabe lo que es lo que es el amor fraternal, no poder comer por alimentar tu hermana. Lo tomó del cuello y lo sacudió con fuerza al tiempo que decía:

— ¿Por qué ese odio tan profundo a Australian Petroleum? Tal vez vivimos lo mismo con nuestros padres, pero no has sufrido lo que yo. Tú no tenías unos hermanos a quienes cuidar. Tú sólo te fuiste al mar. ¿Cómo puedes juzgarme?

Dicho eso empujó a Butters, quien tenía los ojos abiertos a más no poder, recordando precisamente sus motivos. Las lágrimas nublaron su visión y sólo atinó a mirar el piso, negado una y otra vez con la cabeza. Kenneth soltó un suspiro. Tal vez fue muy rudo, pero ya no podía soportar esa actitud no era el único que debía rendir cuentas al otro.

—Esperaré tus razones el tiempo necesario. Yo ya te di las mías.

Leopold miró el agua que rompía contra la Roca de Ballena, azul como el cielo. Entonces se volvió roja como la sangre.

4:03 PM Sidney, Australia (+10 UTC)