Summary: Las bestias más increíbles de la mitología se han escapado de su cautiverio y será el trabajo de Raven y Chico Bestia devolverlas a su lugar ¿Podrán trabajar juntos en equipo o su amistad se verá dividida para siempre?
Disclaimer: los Teen Titans no me pertenecen
El Bestiario
Capítulo I
Ancladas a la bahía, Chico Bestia divisó las primeras embarcaciones visibles en la distancia, y en seguida, las luces del puerto brillando en la oscuridad. La costa se hallaba cada vez más cerca conforme avanzaban hacia ella; poblada de modernos edificios, cada uno con sus numerosos ventanales iluminando el horizonte. La Torre Titán, en cambio, había quedado atrás hasta perderse de vista, en medio de una negrura insondable. Sólo el resplandor de sus luces exteriores, parpadeantes y diminutas como puntos en el espacio, conseguía verse a lo lejos.
¿Soy sólo yo o el trayecto a la ciudad parece más largo de noche que de día?, se preguntó mientras volaba, cansado y somnoliento, deseando llegar cuanto antes a tierra firme. A causa del sueño, o mejor dicho, la falta de éste, los cinco kilómetros que separaban a la isla de su punto más cercano, en el continente, le resultaron el doble de extensos. Sentía como si hubiese transcurrido una eternidad desde que él y Raven dejaran la base para dirigirse a la metrópolis cuando, en realidad, ni siquiera habían pasado más de quince minutos.
Con las alas extendidas, y el viento a su favor, Chico Bestia se deslizó velozmente por encima de las olas, a escasos centímetros de la superficie del océano. Llevaba la forma de una gaviota occidental, la Larus occidentalis, como bien recordaba haber aprendido en alguna parte. De tamaño medio y pico robusto, dicha especie habitaba en la costa oeste de Norteamérica y era muy común encontrarla en las playas de Jump City. Como toda ave marina, sus alas, largas y delgadas, se hallaban adaptadas para el planeo en altamar.
Volando frente a él, a unos dos o tres metros de distancia, Raven se había adelantado hasta dejarle atrás. En un principio, creyó que llevaba prisa, pues ya la había oído decir que deseaba terminar con la misión lo antes posible. Sin embargo, cuando quiso alcanzarla, debió tratar varias veces antes de darse cuenta que cada vez que él se acercaba, ella decidía alejarse, como si hullera de su presencia. Luego de eso, supuso que prefería que la dejaran en paz. Cualquiera que fuese el motivo, no le dio importancia, y en cambio, se dedicó a disfrutar de la vista, pues cada vez que la capa de la hechicera ondeaba en el aire, dejaba entrever parte de su cuerpo que de otra forma jamás habría tenido ocasión de contemplar.
¡¿Viejo, qué haces?! ¡Deja de mirarle el trasero!, se reprochó después de un rato e inmediatamente apartó los ojos de encima. Su mirada se detuvo entonces en el rostro de Raven, o por lo menos en lo que alcanzaba a verse de él, pues debido al ángulo y a la distancia a que se encontraba, todo lo que consiguió fue un vistazo de la oreja y parte del pómulo.
En el camino, el viento le había quitado la capucha de encima, obligándole a ir con el rostro descubierto. Por lo general, Raven prefería dejarse la capucha donde estaba y prescindir de ella sólo cuando fuese indispensable. Chico Bestia, en cambio, acostumbraba decirle que así lucía mucho mejor, sin su identidad oculta tras las sombras; como solía referirse a ello. Pero por mucho que intentaba convencerla, a Raven no parecía importarle lo que él o cualquier otro pudiese pensar de su apariencia.
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Un par de metros más adelante, resguardando el acceso al puerto, se encontraba la franja amurallada de los poderosos rompeolas, con sus bloques de hormigón apilados a lo largo de la costanera. Raven atravesó volando sobre estos, seguida inmediatamente por Chico Bestia. Al interior de la bahía casi no había oleaje y la superficie del océano era nítida como la de un cristal. En ella resplandecían reflejadas las luces de los barcos, como pinceladas de colores en una acuarela. Todavía faltaban un par de horas para el amanecer; mientras tanto, la noche envejecía poco a poco, acompañada de un cielo sin estrellas y una luna ausente, desde hacía pasada la media noche.
Juntos, dejaron atrás las oscuras aguas del pacífico, y de pronto se encontraron volando sobre las azoteas de la ciudad. En eso, no pasó mucho tiempo antes de que Raven decidiera descender sobre una de las dos torrecillas que configuraban el frontis de cierta catedral gótica. Bajó con las piernas levemente flectadas, la capa ondeando por encima de sus hombros y el cabello alborotado alrededor de las mejillas, hasta pisar en la cubierta del chapitel, en cuya base sobresalía una angosta terraza embaldosada.
Chico Bestia le siguió de cerca, girando en círculos cerrados antes de posarse sobre la abultada cabeza de una gárgola. En tan sólo un instante, volvió de ser un ave a ser un adolescente, montado ahora sobre los hombros de la estatua y con ambas piernas colgando a cada lado del cuello. La criatura parecía ser el resultado de una aberración antinatural, un ser maléfico con cabeza de cabra y torso de anciano, de brazos huesudos y con una lengua larga y retorcida saliéndole de la quijada, y por donde, seguramente, debía evacuar el agua de lluvia de los tejados.
‒ ¡Raven, mira! ‒la llamó‒, puedo ver el centro comercial desde aquí ‒y apuntó con el dedo a donde se suponía debía estar su ubicación. Luego, inclinándose sobre un costado, miró a la gárgola a la cara, y dijo: ‒. Cuéntame, amiguito, ¿por casualidad no habrás visto algún monstruo mitológico pasar por acá? Quizás un dragón o algo por el estilo.
Se quedó callado, como si esperase una respuesta, y después de un momento, prosiguió.
‒Con que no quieres hablar, ¿he? Pues no te servirá de nada hacerte el duro con nosotros. Verás, mi amiga, aquí, puede ser muy persuasiva cuando se trata de sacarle información a tipos como tú, ¿no es así, Raven?
Pero Raven no respondió. Indiferente, todo lo que hizo fue darle la espalda, al mismo tiempo que se subía la capucha.
‒Sí, eso pensé ‒volvió a dirigirse a la gárgola‒. También es algo tímida.
De pie, al borde de la terraza, Raven se detuvo a inspeccionar los alrededores de la catedral. Aquella era una estructura imponente, tan alta como pudiera permitírselo la mayor de sus agujas, y con una vista privilegiada del vecindario. Desde abajo, la luz anaranjada del alumbrado público parecía cortarla en dos; aquella parte iluminada, y la de más arriba, oculta bajo el cielo nocturno. Con barios pisos de altura, conseguía dominar el panorama circundante, desprovisto de edificios más altos que le hicieran competencia.
Justo en frente, cruzando la avenida, podían verse las copas de los árboles de un parque, y en la cuadra siguiente, los límites del barrio residencial. Raven inspeccionó primero en esa dirección. Cerró los ojos y se concentró profundamente, pero cuando no encontró lo que buscaba, decidió intentarlo del otro lado de la terraza. Mirando hacia el sur, esta vez con vista a los rascacielos del distrito comercial, realizó el mismo procedimiento, cerrando los ojos y concentrándose, utilizando su poderoso sentido de la intuición para ver más allá de lo evidente.
Montado aún sobre la horripilante escultura de piedra, y sin dejar de bostezar, Chico Bestia la observó hacer esto por un par de minutos antes de volver a verla cambiar de dirección. Por tercera vez, y desde el costado oeste de la catedral, Raven insistió en su cometido, con la paciencia de un monje y sin dejarse distraer en ningún momento; olvidándose de cuanto la rodeaba y encausando su atención en un sólo sentido. Finalmente, y tras unos segundos que parecieron nunca acabar, consiguió dar con un indicio, una leve oscilación de energías si tuviera que describirlo de alguna forma. Abrió los ojos y miró en dirección al puerto, pues era allí, en algún lugar del distrito, donde se ocultaba la amenaza de una presencia desconocida.
(‒)
Nota de la autora:
Sinceramente, me siento algo nerviosa, pues escribir este primer capítulo ha sido mucho más difícil de lo que esperaba. Esta es la primera vez que escribo una historia que no sea un original, y me preocupa por sobre todo no haber captado correctamente el tono de los personajes. Espero, también, que la lectura se haya entendido sin problemas, pues me da la impresión de haber narrado cualquier cosa. Aunque, en verdad, no hay mucho que entender, ya que el capítulo es algo corto, y funcionas más bien como una introducción.
De todas formas, espero que lo hayan disfrutado. Nos vemos en la próxima actualización. Buenas noches.