VI. What'll you do now, my blue eyed son?

Llegan a Nueva York de noche para llamar menos la atención. Hay prensa en el aeropuerto de todos modos. Afortunadamente, una de las ventajas de tener un hangar privado es que el auto puede recogerlos directamente de la pista.

Tony está acostumbrado (demasiado acostumbrado) a lidiar con la prensa y no agacha la cabeza hasta que está a salvo entre Steve y Jarvis tras los vidrios oscuros.

Entierran a Howard una mañana soleada de abril, al lado de María y rodeado de árboles en flor, que se sienten casi como una ironía. Rhodey pasa su único día de permiso encerrado con Tony en su habitación. La mansión se siente más grande que nunca en el silencio de los primeros días (que Jan intenta llenar con conversaciones ligeras, fallando cada vez). Tony pasa más horas que nunca en el taller. Vuelven a encontrarse en la biblioteca en largas noches de insomnio (más noches de las que no, Tony se acomoda junto a Steve en el sillón grande y cierra los ojos. Steve sospecha que son los únicos momentos en los que duerme.)


El taller está lleno de juguetes de Howard. Proyectos abandonados en el frenesí de un nuevo descubrimiento, prototipos demasiado secretos para Investigación y Desarrollo, todas esas cosas que le robaron la atención de su padre a lo largo de dieciocho años.

No eran tan diferentes, después de todo.

En realidad, éramos exactamente lo mismo, piensa Tony y se sirve otro whisky.

- Joven Anthony.

- Jarvis.

- Ha estado aquí todo el día. Creo que sería prudente que descanse.

- Ya le dije a Steve que no estoy cansado.

Hay momentos en los que solo la presencia de Steve, sólida y brillante, lo mantiene en pie. Hay momentos en que lo sofoca y lo único que quiere es que lo dejen solo de una maldita vez. Y hay momentos en los que… ("es tarde," dice Steve desde su altura imposible, "deberías ir a la cama" y Tony quiere mojarse los labios, estirarse como un gato y preguntar "¿vas a venir conmigo?") Hay momentos en los que solo quiere sentir algo, cualquier cosa, por Steve o por quien sea. Algo que no sea el maldito agujero en el centro del pecho.

- Sí, el Capitán Rogers me informó de esa situación. Aun así, creo que debería dormir.

Tony respira hondo. Da un trago. Deja que el alcohol le raspe la garganta. No es el mejor whisky del mundo, pero no se trata de disfrutarlo, ¿verdad?

- Jarvis… ya soy mayor de edad. Y hasta donde tengo entendido, además soy tu jefe.

Es una de las consecuencias más surreales de la muerte de Howard. La casa es suya. La empresa es suya. Jarvis es su empleado. Trata de no pensar mucho en eso, para que la inmensidad de lo que de pronto se ha convertido en su vida no se le cierre encima.

- Lo es, señor.

Trata de no pensar mucho en eso, pero a veces es inevitable. El mundo se cierra a su alrededor, el taller se hace más pequeño, la respiración le cuesta, la vista se le nubla.

- Pero señor,- dice Jarvis con un cariño que le aprieta el vacío detrás del reactor,- si me lo permite, es usted mucho más que mi jefe. Y su padre, que tampoco era solo mi jefe, no perdonaría que me limitara a seguir órdenes en esta situación.

Como si a Howard alguna vez le hubiera importado la "situación" de Tony. Como si alguna vez…

- Howard ya no está aquí para perdonar o dejar de perdonar nada.- Las palabras cuestan. El pecho le arde. El calor empuja desde dentro, húmedo y salado. Jarvis se da cuenta. (Nunca consigue engañar a Jarvis.)

- Pero está usted,- dice, comprendiendo de pronto.

Porque ése es el punto, ¿verdad? Tony está aquí y Howard no. Tony respira y Yinsen no. Construyeron una armadura sorprendente a partir de chatarra para que pudiera estar aquí. No pudo proteger a Yinsen. Le incrustaron un reactor en el pecho en mitad de la selva para que pudiera estar aquí. A Howard lo picó un insecto. ¿Qué derecho tiene a estar aquí, mutilado y confundido, incapaz de ascender a la altura de las expectativas? ¿Por qué, maldita sea, es él quien está aquí?

- Anthony… esto no es tu culpa,- dice Jarvis, como si Tony tuviera cinco años y Howard le hubiera gritado por romper uno de sus juguetes.

Y es curioso, porque la magnitud es distinta, la distancia imposible, pero el miedo es el mismo, la soledad, la rabia, los brazos de Jarvis y su voz pausada ("tranquilo, respira, todo va a estar bien"). El calor le sube al rostro, escapa por sus ojos, y Tony llora por primera vez. Por última vez. Llora en los brazos de la única figura de su infancia que vivió para verlo convertirse en un adulto, hasta que las lágrimas llenan el vacío en su pecho.


Hank y Jan son los primeros. Se quedan a dormir una noche y luego la siguiente, un fin de semana largo y casi todos los jueves (que es cuando a Jan le da por proyectar películas en la sala). Tony le hace un espacio a los terrarios en el sótano y los circuitos se mezclan con los decantadores y las pipetas. A veces, sentados tras el proyector, Steve pregunta algo que debería ser obvio, Jan voltea a mirarlo con grandes ojos abiertos y Tony se aguanta la risa. Termina por contarles la verdad, porque no se siente cómodo mintiéndoles ahora que (prácticamente) viven juntos. A Hank le brillan los ojos con curiosidad. Jan se emociona como una niña (grita "¡lo sabía!" por toda la casa, pero en opinión de Tony, no tenía idea). Steve se acostumbra a cenar en un murmullo de jerga científica y chismes de la sociedad newyorkina, a dibujar junto a Jan en el jardín (ella, modelos de cuello largo y faldas cortísimas, él, los contornos de una ciudad perdida y una selva ajena). Poco a poco, las risas empiezan a oírse de nuevo en los pasillos.

Y la primavera avanza (lentamente) sobre la mansión.


- Creo que voy a remodelar el sótano,- dice Tony apoyado en sus hombros, rompiendo por primera vez el silencio de la madrugada.- Hank necesita su propio espacio antes de que nos arranquemos la cabeza.

- ¿Tienes problemas con Hank?

En la quietud de la biblioteca hasta las declaraciones más domésticas suenan como un secreto compartido entre susurros.

- No. Pero es inevitable. ¿Dos científicos locos encerrados en un sótano? Mala idea.

Steve ríe despacio y Tony se acomoda, cerrando el libro y los ojos. Steve le pasa un brazo sobre los hombros para acomodarlo mejor. El resultado es que Tony termina más o menos acurrucado contra su pecho. Y a Steve le parecería una posición inapropiada, si no fuera porque es como terminan casi todas las noches. Tony nunca ha tenido un particular respeto por el espacio personal ajeno y Steve está acostumbrado a compartir su espacio con todo el regimiento, a la falta de intimidad de los campamentos. Tal vez es por eso que se siente tan natural. (O tal vez es por eso, por la intimidad, que la cercanía de Tony se siente tan diferente a la de sus compañeros de batalla.)

Desde ese ángulo, puede ver la cadena a través del cuello abierto. Bajo la camisa, sobre el reactor que nunca se apaga (que nunca debe apagarse), descansan las placas. Casi sin darse cuenta, alza una mano y traza la cadena con el pulgar. La piel de Tony es suave (tan suave) y Steve está tan concentrado en eso, que no se da cuenta del momento en que Tony abre los ojos, azules y cargados de algo que (por fin) no es el vacío que los define estos días.

- Nunca dejé de creer en ti,- dice de pronto, y Steve lo observa sin decir palabra, porque Tony habla más estos días, pero todavía hay cosas de las que no habla.- Dejé de creer que ibas a encontrarnos, pero nunca dejé de creer en ti.

Steve dejó de creer en sí mismo en el segundo en que vio el pecho de Tony cubierto de cicatrices.

Es impensable, tanta fe.

Se miran un largo rato antes de que Tony se acerque despacio, dándole todo el tiempo del mundo para detener algo que Steve debería (sabe que debería) detener. En el silencio de la biblioteca es fácil imaginar que el mundo se ha detenido, conteniendo el aliento. La textura de los labios de Tony es casi un eco de otra vida y Steve se deja llevar por la ola solo un segundo, dos, antes de que el pánico consiga hacerlo entrar en razón.

- No,- dice, separándose con cuidado pero con firmeza. (Tarde. Lo sabe. Demasiado tarde para que suene a algo que no sea hipocresía.)

Y entonces, como en un milagro, los ojos de Tony se encienden y el chico que casi no habla, que casi nunca ríe, que se esconde en el sótano de cosas de las que es imposible esconderse, vuelve a ser Tony.

- ¿Por qué no?

- Tony, eres…- Eres el hijo de Howard. Eres mi responsabilidad.

- ¿Soy qué? ¿Un niño? Ya ni siquiera el gobierno te da la razón, Steve.

- No eres un niño.- Ya no.- Pero estás pasando por un momento difícil y no me pienso aprovechar de eso.

- ¿Cómo podrías "aprovecharte de eso"? Yo te besé a ti.

- Estás pasando…

- … Por un momento difícil. Sí. Ya. ¿Qué hay de Boston? ¿Cuál es tu excusa?

- ¿Q-qué?- Tony no se acuerda de eso. Steve estuvo allí, habló con él. Tony no… Solo que sí, ¿verdad? Se lo dijo en Saigón, antes de… Respira hondo.- En Boston estabas borracho.

- Si ése va a ser el criterio nunca voy a poder besar a nadie,- responde como bromeando. Steve no se ríe. Tony rueda los ojos.- De acuerdo. Estaba borracho. No significa que no supiera lo que quería.

- Significa que no estabas pensando con claridad.- Steve le ha dado muchas vueltas y siempre llega al mismo punto. Tony estaba en un momento vulnerable y era a él a quien le correspondía protegerlo de tomar malas decisiones.- Como ahora.

- Ahora estoy pensando con absoluta claridad. No me trates como un niño, Steve.- dice con un filo peligroso en la voz. Y por una vez, cuando dice "no me trates como un niño," no suena como un niño en absoluto.- Soy perfectamente capaz de decidir cuándo y con quién quiero acostarme.

- ¿Acos…?- A Steve se le atora la palabra en la garganta y puede sentir cómo se le enciende el rostro.

Tony sonríe, con esa expresión suya entre divertida por las cosas que Steve no entiende del mundo moderno y eso otro que Steve nunca había sabido reconocer, pero ahora reconoce. Las ganas se le enrollan con el miedo en el estómago (y por dios cómo extrañaba esa sonrisa).

- ¿Qué hay de todas las veces que me he masturbado pensando en ti?- suelta Tony, la voz apenas ronca, provocando por provocar.- ¿No estaba pensando con claridad? Porque son muchas veces.

- No digas esas cosas.

- ¿Que no diga la verdad? Pensaba que el Capitán América defendía la honestidad y todo eso.

- Tony,- advierte Steve.- Basta.- Es la voz de las campañas. La que no admite reclamos. No está muy seguro de cómo consigue usarla.

Tony se encoge de hombros.

- Como quieras,- responde, y vuelve a acomodarse sobre su pecho.- Pero han sido muchas, muchas veces,- dice antes de cerrar los ojos. Steve puede oír la sonrisa en su voz.

Es una larga noche.


Una semana después, Tony aparece en la cocina a la hora del desayuno (un acontecimiento sin precedentes) y anuncia que tiene una cita con la junta directiva de Industrias Stark.

- Contrariamente a lo que algunos piensan,- dice mirando directamente a Steve,- ya no soy un niño.

- Tony…

- Es mi empresa. Quiero hacerme cargo de ella. ¿Qué tiene de raro?

- ¿Qué tiene de raro?- pregunta Hank, con esa voz que pone cuando lleva muchos días trabajando y está a punto de decir algo estúpido. Jan se tensa a su lado.- Estuviste secuestrado por traficantes de armas en mitad de una guerra… ¿y ahora quieres hacerte cargo de la mayor productora de armas del mundo? No se me ocurre qué tiene de raro, la verdad.

Jarvis se para detrás de Tony, frente a Hank. Es sorprendente lo intimidante que puede ser un hombre de su edad con un delantal cuando realmente lo intenta.

- Hank,- advierte Jan.

Tony sonríe. De todas las reacciones, ésa es la que hace que Hank se detenga.

- Tienes un plan,- dice, entrecerrando los ojos.

Tony no responde.


A ninguno le gusta la idea, pero no todos reaccionan de la misma manera. Unos lo miran con condescendencia, el niño genio traumatizado intentando ser un adulto. A esos los etiqueta como idiotas. Otros están claramente indignados. A esos los etiqueta como idiotas y enemigos. Y algunos (los menos) intentan parecer neutrales mientras estudian cómo desarmarlo. A esos va a tener que ganárselos.

- Tony… estás pasando por un momento difícil.- Otra vez lo del "momento difícil". Se aguanta las ganas de rodar los ojos.- Y, por supuesto, esta empresa es tuya. Pero todavía eres muy joven. Tal vez en unos años...

- Obadiah,- dice y el aludido no consigue esconder su incomodidad. A Tony siempre le ha gustado jugar con esa inquietud que genera en los "adultos" el hecho de que un "niño" les hable de igual a igual.- No es por ser maleducado, pero como bien has dicho, esta empresa es mía. No estoy aquí para pedir permiso, sino para informarles que voy a hacerme cargo de ella.

La mirada de Stane es oro puro. O más bien acero. Muy, muy afilado.

La pelirroja sentada junto a la bandeja de café esconde la mirada en el cuaderno de notas y se aguanta la risa. (A Tony le gusta la pelirroja.)

- Nadie duda que eres un genio de la ingeniería, Tony,- dice Stane en un tono condescendiente, claramente producido para disminuirlo ante los demás miembros de la junta,- pero el puesto de Director Ejecutivo requiere más que eso. Si realmente te interesa hacerte cargo de la empresa, tal vez deberías empezar por unirte al Departamento de Investigación y Desarrollo, familiarizarte con el funcionamiento…

Las cabezas asienten alrededor de la mesa.

- Tal vez no soy yo quien necesita familiarizarse con el funcionamiento de la empresa,- dice de pronto, cansado de lidiar con estos idiotas (en serio, Howard, ¿de dónde los sacaste?).- Llevo años trabajando informalmente para Investigación y Desarrollo. He creado diseños, modificado diseños, revisado diseños y probado diseños. Y puedo asegurarles que conozco el proceso de producción bastante mejor que cualquiera en esta habitación. Ahora, por última vez, no he venido a preguntar sino a informar. Estoy asumiendo control de mi empresa. Buenas tardes, señores.

Y con eso, abandona la sala. Le gusta el efecto de una buena salida dramática, pero sobretodo, sabe lo importante que es tener la última palabra en una discusión importante.

Avanza tranquilo hasta el baño y se lava la cara. No pueden negarse. No pueden. Se lo preguntó treinta veces a los abogados. La empresa es suya. Levanta la vista y se mira al espejo. Por dios, realmente parezco un niño, piensa, cogiéndose la barbilla. Respira hondo, se acomoda la corbata y sale al pasillo.

Encuentra a la pelirroja cerca de la fotocopiadora.

- Creo que no nos conocemos,- dice.- Soy Tony Stark.

La pelirroja sonríe con cara de "es muy educado de tu parte, pero ¿realmente te parece que hacía falta decirme tu nombre?"

- Virginia Potts.

Se dan la mano. Tony no cree en esa tontería del apretón firme, pero le gusta la seguridad de la pelirroja. No es broma lo que dijo en la sala de juntas, lleva años trabajando informalmente para Industrias Stark. Los empleados más antiguos lo conocen desde pequeño y los nuevos aprenden pronto a reconocer al "hijo del jefe". Tony no recuerda la última vez que un empleado lo miró a la cara al mismo tiempo sin miedo y sin imaginarlo corriendo por los pasillos disfrazado de… sí, bueno, eso. Que le gusta Virginia Potts.

- ¿Por qué no te había visto antes?- pregunta, honestamente curioso.

- Empecé hace un mes. Cuando…- hace un gesto con la mano.

- Ya,- dice Tony, que tampoco quiere darle voz a la idea.- Y dime, Virginia Potts,- agrega un poco por curiosidad y un poco por cambiar de tema,- ¿tú también crees que estoy muy joven para hacerme cargo de la empresa?

La pelirroja se lo piensa, entrecerrando un poco los ojos verdes.

- Pues supongo que no lo sabremos hasta que no lo intentes.

Y es así como queda decidido. Necesita una secretaria nueva de todos modos. Una cosa es heredar la oficina de Howard y otra tener que trabajar con una mujer que sabe exactamente cuántas veces Howard olvidó su cumpleaños (que son todas).

Sí, le gusta Virginia Potts.

Excepto, tal vez, por una cosa.

- No tienes cara de Virginia.

La pelirroja alza una ceja.

- ¿Y de qué tengo cara?- pregunta, arrugando la nariz cubierta de pecas.


En mayo, setenta mil newyorkinos marchan en apoyo de los combatientes de Vietnam y el Capitán América recibe una comunicación oficial exigiendo su regreso al frente.

La carta abunda en palabras como "honor", "deber" y "patria", pero la mente de Steve las reemplaza una y otra vez por cosas como "civiles", "napalm" y "agente naranja". Vietnam es un mundo distinto lejos de la tensión permanente de la espera y la urgencia frenética de la batalla. Como estratega, sabe que es una guerra que no pueden ganar (no con los métodos que el gobierno se empeña en seguir). Como hombre, ni siquiera cree que merezcan hacerlo. Hay días en los que recuerda a los monjes en la montaña, a las mujeres en los campos de arroz, a los niños en las calles de Saigón, y teme por su destino en manos de Johnson todavía más que en manos de Ho Chi Minh.

El uniforme descansa en el armario, doblado de manera que la estrella queda a la vista, como recordatorio de lo que esas prendas representan. Steve respeta esa estrella tal vez más que nada en el mundo. Sabe que el derecho legal que el gobierno tenga o no de ordenarle nada es irrelevante. Al convertirse en el Capitán América, asumió un compromiso mucho mayor que cumplir su tiempo en el frente, un compromiso inquebrantable con su país.

El error que comete quien escribió esa carta (el error que cometen tantos) es creer que un país es el gobierno que lo rige.


Clint es el tercero. Aparece una tarde de junio, con una bolsa de lona al hombro y cara de quien pasa por ahí todos los viernes.

- ¿Clint?

- Hey,- dice dejando caer la bolsa junto al sofá. Steve está a punto de preguntarle qué demonios está haciendo en Nueva York cuando Tony aparece en la escalera.

- ¡Clint! Pensé que habías cambiado de idea.

- No tuve mejores ofertas.

- Ya,- dice Tony con media sonrisa.- Jarvis, un par de cervezas.

- Por supuesto, señor.

- ¿Qué está pasando aquí? ¿Cómo sabías que venía Clint?

- Llamó el otro día preguntando por ti. Le dije que podía quedarse,- dice Tony encogiéndose de hombros, como si fuera lo más normal del mundo ofrecerle asilo a un soldado que…

- ¿Desertaste?- pregunta Steve.

- Es una pregunta muy curiosa viniendo de ti.

- Yo no… Ya había cumplido mi tiempo de servicio.

Clint alza una ceja.

- ¿El Capitán América tiene tiempo de servicio definido?

- ¿Le contaste quién eras?- pregunta Tony en tono acusador.

- No te pongas celoso, cachorro,- bromea Clint revolviéndole el cabello.- Me di cuenta solo.

Jarvis aparece con dos cervezas y las pone sobre la mesa. Clint coge una y se tumba en el sofá.

- Así que… ¿qué vamos a hacer esta noche?

Tony sonríe de oreja a oreja. Steve respira hondo y se prepara mentalmente para los próximos meses.


Los hippies bautizan el verano de 1967 como "el verano del amor". San Francisco es el centro del mundo, pero NY no deja de ser impresionante, iluminado de arcoíris, guitarras y vientos de cambio. Jan acusa a Clint de haber desertado porque "está de moda" y Clint la tira a la piscina entre risas de Tony, que ha vuelto a pasar las noches en el taller, pero esta vez emocionado con un nuevo proyecto, encendido desde dentro, cargado de esa cosa primaria, incontenible, que es Tony Stark.

- Feniletilamina,- dice Hank, tumbándose junto a Steve.

- ¿Qué?

- La culpable de que pierdas el párrafo cada vez que Tony sale de la piscina. Se llama feniletilamina. A menos que el suero haya alterado tus respuestas neuroquímicas. Supongo que no me dejarías sacar una muestra para…

- No,- responde Steve, volviendo al libro (¿dónde iba?).- Y no pierdo el párrafo cuando…

Como si lo hubieran ensayado, Tony sale de la piscina. El sol brilla sobre las gotas que caen de su piel y el modelo nuevo del reactor (hasta mil veces más eficiente, según dice) ya no parece un recordatorio de cosas terribles. Ahora que las cicatrices han sanado y solo quedan las líneas delgadas sobre su pecho, es más un recordatorio de su fortaleza, de su ingenio, de su resiliencia. Tony es realmente una persona impresionante.

- Deja de torturar a Steve y ven a bailar conmigo,- exige Jan, sacudiéndose el cabello y echándose encima un vestido delgado que se le pega inmediatamente a la piel húmeda.

- No estoy torturando a Steve. Solo mencioné el exceso de feniletilamina en su cerebro,- responde Hank, levantándose de la tumbona.

Jan rueda los ojos. Tony se atora con el whisky. Steve se pone como un tomate.

- Mmm…- murmura Jan, mirando a Tony y Steve.- Esta feniloquesea suena interesante de pronto. ¿Debería interesarme tu feniloquesea, Hank?- pregunta coqueta.

- Solo si quieres convertirla en oxitocina,- dice Hank con voz ronca.

- Me encanta cuando hablas sucio.

Tony se ríe.

- Nerds.

- ¿Qué es la fenil… eso?- pregunta Clint.

- Nada que te concierna.

Clint mira a Tony, a Steve, a Hank y Jan meciéndose al ritmo de la voz de Jim Morrison.

- No sé por qué, pero siento que eso debería preocuparme.

Tony vuelve a reír. Luego seca el vaso y estira una mano hacia Steve.

- Baila conmigo.

- Estás borracho.

Tony suspira.

- Pensé que ya habíamos tenido esta conversación,- dice. Luego rueda los ojos.- Barton, baila conmigo.

- ¿Por qué haría eso?- pregunta Clint con los ojos cerrados.

- Porque vives en mi casa y te bebes mi alcohol.

Clint abre los ojos, lo piensa, se encoge de hombros y se levanta de la tumbona.

- Venga nene, enciende mi fuego,- dice y coge a Tony por la cintura.

Steve no sabe en qué momento terminan bailando todos juntos, el ocaso pintando Manhattan de un rojo intenso, mientras el mundo se enciende y Tony le pide que "intente prenderle fuego a la noche" con el aliento dulce y la mirada en llamas.


- ¿Te acuerdas de los tipos de Lynch?

- ¿Los del banco de Hanoi?

Clint asiente y digita su clave en el panel de la entrada. Les ha dado por correr de noche en Central Park. Clint dice que no se le ocurre un mejor entrenamiento para los reflejos.

- Dicen que ahora son mercenarios humanitarios, o algo así.

- ¿Mercenarios humanitarios? ¿Qué significa eso?

Clint se encoge de hombros y abre la puerta de la cocina.

- Que si tienes problemas y puedes encontrarlos…- Tony está agachado sobre la mesa del desayuno, que está completamente cubierta de piezas de metal, con los anteojos de protección en la cabeza.- ¿Qué le pasó a tu taller?

Tony no se mueve.

- Tiene puestos los audífonos,- explica Steve, señalando las puntas negras que sobresalen de sus orejas.- Son inalámbricos.

- ¿Inalámbricos? ¿Cómo…?

Steve se encoge de hombros. Como si él tuviera idea.

Clint le quita uno de los audífonos a Tony, que salta de la silla, desperdigando pequeñas piezas de metal por los aires.

- ¡Hey! ¡Estaba trabajando en algo importante!

Steve puede notarlo. De hecho, podría jurar que reconoce algunas de las piezas sobre la mesa. No es una idea que lo tranquilice.

Clint no se molesta en responder, ocupado observando con sospecha el audífono en sus manos, antes de ponérselo en la oreja y sacárselo inmediatamente.

- Te vas a quedar sordo antes de los 30,- vaticina cuando se lo lanza de vuelta a Tony.

- Gracias, mamá. Y ahora, como decía…

- Tony…- interrumpe Steve, examinando una de las piezas tristemente familiares.- ¿En qué estás trabajando?

Tony se aclara la garganta y agacha la mirada.

- Es un proyecto nuevo.

No. Es la armadura. Tony está reconstruyendo en la armadura. ¿Fue para eso que mejoró el reactor? No. No, el reactor es importante por otros motivos. ¿Por qué está…? Quiere preguntárselo, pero no es una conversación que puedan tener delante de Clint.

- Ok,- interviene el susodicho, dejándose caer en una silla,- fingiré que no siento la tensión en el ambiente y repetiré mi pregunta. ¿Qué le pasó a tu taller?

Tony gruñe y la tensión se disipa.

- Jan,- dice entre dientes. No hace falta explicar más. Hank lleva semanas haciendo pruebas en el sótano y Jan lleva semanas intentando que lo tome con calma y salga aunque sea diez minutos a ver el sol. Jan… no es la persona más sutil del mundo cuando quiere algo. Y Hank no es precisamente fácil de convencer. Tristemente, parecen ser los únicos en la casa que no están hartos de sus peleas.- ¿Recuerdas cuando dije que quería remodelar el sótano? Olvídalo. Hank necesita su propio laboratorio. De preferencia del otro lado de la casa, donde Jan pueda quejarse a gusto de que "hace tres días que no te cambias de ropa",- dice imitando la voz aguda de Jan.

Steve recuerda cuando Tony dijo que quería remodelar el sótano. También recuerda lo que dijo después. Siente el calor subirle por el cuello y se aclara la garganta antes de que llegue a su rostro. Cualquier cosa. Di cualquier cosa.

- Hablando de…- hace un gesto vago.- ¿Cuándo fue la última vez que te afeitaste?

- Me ofendes, Steve. Es a propósito. Me estoy dejando la barba,- dice acariciándose la barbilla.

Clint suelta la risa.

- ¿La barba? Si tienes quince.

- Tengo dieciocho,- responde con una mirada asesina.- Pero sí, es para verme mayor. Fue idea de Rhodey. ¿No te gusta?- le pregunta a Steve.

No es eso. De hecho, no le queda nada mal. Se pregunta si raspará cuando… Se aclara la garganta de nuevo.

- ¿Tienes algo en la garganta?- pregunta Clint divertido.- ¿O debería dejarlos solos?

- No tengo…- Es inútil. Ya siente el calor en el rostro.- ¿Para qué quieres verte mayor?

- Para el público. La gente puede ser un poco ridícula respecto a mi edad,- dice sonriendo y sin dejar de mirarlo.

- Sip,- dice Clint, levantándose de la silla,- definitivamente debería dejarlos solos.

En el fondo de su conciencia, Steve sabe que debería detener a Clint. O salir de la cocina (¿no hay un dicho sobre eso?). Pero se queda allí sentado, mientras el aire se carga más y más entre ellos. Cuando Tony se levanta de la silla, se le tensa todo el cuerpo. Pero Tony se limita a servirse otro café y Steve se relaja con cierta… decepción. (¿Qué estaba esperando, que le saltara encima?)

- ¿Para qué estás reconstruyendo la armadura?- pregunta, por pensar en otra cosa.

- Para nada malo,- responde Tony, dejando la taza sobre el mostrador. Alza la mirada, pero no avanza un centímetro en dirección a Steve. (Eso es bueno… ¿verdad?)

- ¿No me lo vas a contar?

- Todavía no,- dice Tony. Hace una pausa antes de agregar- confía en mí.

- ¿Cómo tú confías en mí al no contármelo?

Tony respira hondo. Deja salir el aire.

- Hay partes que quiero aplicar a otros prototipos. Los sistemas de energía y de comunicación, principalmente. Y hubo buenas ideas que no tuvimos tiempo de probar,- lleva la taza de vuelta a la mesa y coge los audífonos.- ¿Alguna otra pregunta? Tengo trabajo.

Tony está de mal humor. Steve supone que él también lo estaría si se hubiera pasado toda la tarde sentado a la mesa con sus fantasmas.

Se acerca casi sin darse cuenta, atrapado por el movimiento de la garganta al beber, el cabello revuelto por los lentes de plástico, ese atisbo de barba que no sabe cómo raspa cuando se frota contra otra piel.

- No digo que los chicos en el frente no vayan a darle un buen uso, pero…- Pero sí, ¿verdad? Ése es el miedo. Es demasiado poder, demasiada capacidad de destrucción en manos de un ejército que no parece tener reparos en envenenar el aire de poblados enteros.

- No es para el ejército.

- ¿No?- pregunta Steve, frunciendo el ceño.- Pasea la vista por las piezas de metal. Recuerda lo que pueden hacer y no se le ocurre nadie además de un ejército que quiera hacer algo así.

- No.

- ¿Entonces…?

Tony suspira y deja los audífonos sobre la mesa.

- No porque algo pueda ser un arma significa que solo puede ser un arma. Como dije, hay elementos que quiero asimilar a otros proyectos.- Lo mira con ojos oscuros de mar profundo.

- ¿Por qué no confías en mí?- pregunta con voz herida.

Steve sospecha que ya no están hablando de la armadura.

¿Por qué no confías en mí? No es cierto. Steve confía en Tony. Por supuesto que confía en Tony. Es una de las personas en las que más… Pero entonces, ¿por qué no…?

- Confío en ti,- dice. La expresión de Tony no cambia.- Por supuesto que confío en ti.- Pero si confía en las decisiones de Tony para esto, ¿por qué no…? Traga saliva.- Por supuesto que confío en ti,- repite.

La afirmación se asienta en su interior, tan clara y tan real que por un momento todo lo demás parece ridículo, sin sentido. Las excusas se desdibujan en la periferia de su conciencia, las ganas se desenrollan desde el centro.

Afortunadamente (o desafortunadamente, Steve ya no está muy seguro), Jan escoge ese preciso instante para entrar a la cocina con los ojos hinchados.


Natasha y Bruce son los siguientes. Steve les abre la puerta un domingo de julio.

- Buenas tardes. Me dijeron que aquí podría encontrar al Dr. Pym.

- Sí, por supuesto. Pasen, por favor. Voy a bus…

- ¡¿Nat?!

- Clint,- saluda la pelirroja sin la menor señal de asombro.

- ¿Qué haces…?

- ¿Por qué el escándalo? - pregunta Tony asomando la cabeza desde la cocina, con la mirada vidriosa y un circuito pegado a la mejilla.- ¿Banner?- pregunta, frotándose los ojos.- ¡Banner! ¿Qué haces aquí? ¿Dónde has estado el último año? ¡Hank!- grita, apretando un botón en uno de sus audífonos.- ¡Deja pelear con tu novia y sube!

Banner (Bruce) les cuenta toda la historia, a pesar de la obvia reticencia de Natasha. Que trabaja para SHIELD y conoce a Clint por algún motivo que ninguno se ofrece a aclarar. ("Por favor," dice Jan, rodando los ojos. "Se conocieron en Boston. Es la pelirroja del festival." Natasha y Clint intercambian una mirada y asienten, validando la afirmación. Claro. Porque los agentes de SHIELD van por ahí dándole su verdadera identidad a ligues de una noche que conocen en festivales de música. Obviamente.)

- Un gigante verde,- repite Clint.- ¿Me están hablando en serio? ¿Ahora tengo que creerle al Enquirer?

Tony entrecierra los ojos y rompe su larga observación de Bruce.

- Hagamos el recuento,- dice.- Un super soldado que pasó veintitrés años en un iceberg, un guapísimo genio millonario de 18 años, un ratón de laboratorio que experimenta con formas de meter Manhattan en una botella y un tipo capaz de darle a una mosca en la nariz de Mick Jagger desde la última fila del estadio de Wembley, con obvias conexiones con la KGB, porque, realmente, no sé a quién creen que engañan con eso de "nos conocimos en Boston".- Ni Natasha ni Clint mueven un músculo.- No sé, un gigante verde no suena tan inverosímil.

- No te olvides de Thor,- interviene Steve.

La cabeza de Tony gira como si tuviera un resorte.

- ¿Thor era real?- Steve lo mira confundido. Claro, Tony estaba en shock, pero no pensó que… (A pesar de la confusión, no se le escapa que entre los murmullos que siguen al intercambio la única que no pregunta "¿quién es Thor?" es la espía de SHIELD.)

- ¿Y dices que sucede cuando te enfureces?- pregunta Hank, volviendo al tema y claramente preparando una lista mental de los químicos que libera el cerebro enfurecido. Bruce asiente.

- Por eso vinimos a buscarlo,- interviene Natasha.- El Dr. Banner dice que usted es probablemente la única persona que puede ayudarlo a descubrir cómo funciona la mutación.

- No es una mutación,- aclaran los tres científicos a un tiempo.

Natasha parpadea.

- O en todo caso,- continúa Hank,- es altamente improbable que un evento único pueda generar una mutación idéntica en el tejido suficiente. ¿Has comprobado el tejido suprarrenal?

- Ningún cambio,- asiente Bruce, claramente cansado.

- ¿Gónadas?- pregunta Tony.

- No es la testosterona,- responde Bruce.- Es más una reacción adrenalínica, pero…

- Pero no hay cambios en el tejido suprarrenal,- dice Jan. Todos voltean a mirarla.- ¿Qué? Me paso la mitad del día en ese laboratorio, ¿pensaban que tarareaba en mi cabeza cada vez que alguien se ponía a hablar?

- Sí,- reconoce Tony. Steve le da un codazo.- Ouch.

- Podríamos estar hablando de la activación de una nueva secuencia,- dice Hank, volviendo al tema con ojos brillantes y ligeramente maniacos.

- Una secuencia no mutada… ¿pero no codificante?

- Teóricamente no codificante. Una molécula alterada por la radiación que haya participado como factor de inicio de la traducción…

- La primera vez, es posible. ¿Pero, por qué se sigue expresando?

- Son demasiados cambios para una sola secuencia. Estamos olvidando un paso.

- Una molécula alterada por la radiación que haya participado como factor de traducción de una secuencia teóricamente no codificante…

- … Que se traduzca en una cadena de factores de activación…

- … Entre los cuales se incluye la alteración misma de la molécula original.

- Que es un neuroquímico.

- O requiere un cofactor neuroquímico.

Natasha gira la cabeza medio milímetro hacia Clint.

- Te acostumbras después de un tiempo,- responde él con media sonrisa.- A ver, genios, ¿pueden reparar al buen doctor o debería empezar a diseñar flechas contra gigantes verdes?

Tony y Hank intercambian una mirada.

- ¿Dopamina?

- Como para un elefante,- dice Hank.

- Como para un tiranosaurio,- corrige Bruce.

- Pero lo primero es encontrar el catalizador.- Hank respira hondo.- Vamos a necesitar muestras del gigante.

- Lo sé,- responde Bruce, pálido como el papel.

- Los laboratorios de SHIELD están a su disposición para…- empieza Natasha.

- Hank cuenta con un laboratorio perfectamente equipado,- interrumpe Tony.- Pero gracias por la oferta.

Natasha alza una ceja.

- Estoy segura de que el Dr. Pym concordará en que sería mucho más eficiente trabajar en contacto permanente con el Dr. Banner, tanto como sujeto de pruebas como…

- Como colega. Totalmente de acuerdo. La casa es grande. Bruce, eres bienvenido a nuestra comuna hippie el tiempo que quieras.

Banner parece quedarse sin palabras ante la oferta. No así la agente Romanov.

- Es una oferta muy generosa. Pero el Dr. Banner está bajo custodia de SHIELD y de ninguna manera puede quedarse sin supervisión en un espacio civil. Como estoy segura de que el Capitán Rogers podrá explicarle.

Steve aprieta los dientes. Es un golpe bajo y nunca le han gustado los golpes bajos (tampoco está seguro de querer saber por qué los agentes de Nick conocen su influencia sobre Tony). Por otro lado, es obvio que Clint confía en Natasha. Y a pesar de su actitud relajada, lo cierto es que es extremadamente difícil ganarse la confianza de Clint Barton.

Tony busca su mirada un segundo. Steve no sabe qué encuentra en ella, pero cuando vuelve a dirigirse a Natasha es con media sonrisa curvándole los labios.

- Como dije, la casa es grande. Bienvenida a la mansión, agente.

Clint suelta la risa.

- Y aquí vamos de nuevo,- dice sin más explicaciones.


Tony convoca a la conferencia de prensa sin aviso previo. Hank sospecha de qué se trata (ha visto las piezas en el taller, sabe lo que significan los avances de Tony en el campo de la energía), pero cuando oye el anuncio se queda con la boca tan abierta como los demás.

- ¿Está hablando en serio?- pregunta Jan.

Hank comprende lo que significan los avances de Tony en el mundo científico. No tiene idea de lo que significan en el mundo de los negocios. Pero…

- Sí, está hablando en serio.- Por lo menos esa parte le queda clara.

Industrias Stark, la principal contratista de defensa del gobierno de los Estados Unidos, va a dejar de producir armas para dedicarse a las comunicaciones y la energía alternativa. En mitad de una guerra. Si el gobierno no fondea a Tony en el Atlántico, los tiburones de la junta directiva lo van a echar en el Hudson pedazo por pedazo.

- Mierda,- dice Clint, resumiendo la reacción general.- No sé si es el hijo de puta más valiente que haya conocido o si por fin se volvió loco.- Luego voltea a mirar a Steve y le da un golpe en el brazo.- Anda puliendo el escudo,- dice.- Te toca la primera guardia.


Los Kinks describen el ocaso en el puente Waterloo (que aparentemente es el paraíso) y la risa de Jan (que nunca ha tenido una particular resistencia al alcohol, pero se niega a aceptarlo) llena el ambiente de algo vivo, joven, casi revolucionario. Tony se siente valiente.

- ¿Puedo hacerte una pregunta personal?

Natasha alza una ceja antes de asentir.

- ¿Por qué Romanov? ¿No debería ser Romanova?

- Lo siento. Es información clasificada.

- ¿Tu apellido es información clasificada?

Natasha se sirve un whisky sin responder.

- Yo también tengo una duda,- dice.

- Ésa sí es una sorpresa,- responde Tony dando un trago largo.

- ¿Qué hago aquí, Stark?

- Cuidas a Bruce, por supuesto.

Bruce ya no es el hombre apasionado por el descubrimiento que Tony conoció en Nuevo México. Su curiosidad es más cautelosa, sus reacciones más cuidadas. No bebe, no discute, casi no ríe. No parece deprimido, exactamente. Pero hay algo oscuro y derrotado en su pequeña sonrisa que a Tony no le gusta. Hay mucho más que un gigante verde encerrado en su interior. Y por todos los dioses (incluido Thor, que por lo visto no fue una alucinación causada por el estrés post traumático), Tony va a abrir esa caja de Pandora cueste lo que cueste.

- Sabes a lo que me refiero. Acabas de anunciar que vas a cortar la principal línea de abastecimiento de tecnología bélica de SHIELD. Furia ya llamó tres veces pidiendo una explicación, exigiendo que te haga entrar en razón y ampliando los objetivos de mi misión. Asumiré que eres lo bastante listo para imaginar mis nuevos objetivos.

Tony sonríe alrededor del vaso.

- Natasha,- dice (y puede que sea la primera vez que la llama por su nombre),- estamos celebrando. Relájate un poco. Clint confía en ti. Yo confío en Clint.

Natasha hace un silencio breve observando a Clint, que intenta en vano emborrachar al Capitán América en un juego bastante predecible de beer pong.

- Sabes que no es tan simple.

- Lo sé,- dice Tony en un suspiro cansado.- ¿Sólo esta noche?- pregunta, como un niño pidiendo permiso para saltarse la hora de dormir.- Solo esta noche imaginemos que es tan simple.- Luego apura el vaso y se mueve hacia Pepper Potts, que aparece agitada en la puerta.- Mañana podemos empezar a divertirnos con tus intentos por quebrar mis protocolos de seguridad.


- ¡Pepper! Qué bueno que te hayas animado a venir. La fiesta no es lo mismo sin ti.

- No me invitaste a ninguna fiesta.

Tony rueda los ojos.

- Estaba sobreentendido.

- No me dijiste que hubiera ninguna fiesta.

Tony hace un gesto que, de alguna manera no correlacionada a ningún símbolo conocido, claramente quiere decir "estaba sobreentendido". Pepper respira hondo. Lo hace mucho desde que empezó a trabajar con Tony (secretamente sospecha que su capacidad pulmonar está aumentando, por aquello de la compensación kármica).

- Intenté llamarte pero las líneas están ocupadas. Stane…

- Descolgué los teléfonos. No tengo ganas de lidiar con la junta.

Pepper se detiene a mitad de frase, respira hondo (piensa en sus pulmones), vuelve a empezar.

- Stane tiene a todos los abogados de la empresa buscando una manera de sacarte.

- Sí, me imagino que sí,- dice Tony cansado.- Pero no pueden. Mi compañía, mi tecnología, mis reglas.- Siempre hace eso de sonar como un adulto cansado en un momento y como un adolescente engreído en el siguiente. Pepper se pregunta cuál es el Tony real. Probablemente ambos.- Ahora deja de fruncir el ceño,- dice, frotándole un dedo entre los ojos.- No quieres parecer una vieja amargada cuando te presente al Capitán América, ¿verdad?

- Al…

- Capitán América,- repite Tony con una sonrisa brillante.- ¿Qué puedo decir? Soy un hombre lleno de sorpresas.

- Eso me queda clarísimo,- dice ella, recordando el motivo que la llevo a la mansión Stark.- Podías haberme dicho para qué era la conferencia. Me hubieras ahorrado muchos problemas en la oficina.

Tony sonríe, casi como disculpándose.

- Pero te hubiera arruinado la sorpresa.

Y Pepper tiene que reírse porque… vaya sorpresa. Industrias Stark se sostiene en un 90% en la producción de armas. El nivel de pánico que vive la empresa en ese momento no se ha visto desde la gran depresión. ¿Por qué una persona como Tony Stark, con la vida solucionada, que podría tirarse a dormir sobre su dinero por los próximos 100 años, asume el control solo para poner sobre la cuerda floja todo lo que posee, el legado de su familia, la seguridad de sus trabajadores? ¿Por qué, si por lo que cuentan otros empleados se ha pasado la vida respirando la industria, ha creado la mitad de los prototipos, conoce el negocio, podría manejarlo con los ojos cerrados?

En el patio, Tony le presenta al resto del grupo, entre los cuáles, efectivamente, se encuentra el Capitán América. Porque ésa es la vida cuando uno trabaja para Tony Stark.

- ¿Por qué brindamos?- pregunta cuando alguien le pone una copa en la mano. ¿Por la inseguridad de mi puesto laboral? ¿Por el destino de tu fortuna? ¿Por las demandas del gobierno que se acumulan en mi escritorio en este preciso instante?

- ¿Por la paz mundial?- dice Tony con una sonrisa.

Y Pepper se queda de piedra un segundo porque… sí, claro. Es la respuesta más obvia. Las calles están llenas de estudiantes que sueñan con cambiar el mundo. Pero… es tanto lo que está arriesgando, tanto lo que podría perder…

A veces se le olvida lo joven que es Tony.

- Por la paz mundial,- brinda el Capitán América, que, ahora que lo piensa, lleva meses fuera del frente.

- Por la paz mundial,- corea Clint Barton con satisfacción, chocando su copa contra la del Capitán. Los demás lo siguen, cada uno a su manera (el Dr. Pym muy serio, su novia con una sonrisa y un movimiento exagerado, el Dr. Banner tímido como un ratón). Hasta Natasha Romanov, aparentemente una agente de SHIELD, brinda con resignación.

Por la paz mundial. Sobre el murmullo de Manhattan, los Beatles aseguran que "todo lo que necesitas es amor" y hay algo intenso en ese brindis cargado de esperanza, sin miedo a arriesgarlo todo por un ideal abstracto, a dejarse la piel intentando alcanzar lo inalcanzable. El gobierno va a volverla loca, está segura. Y la junta ni se diga. La empresa va a sufrir en el proceso, porque todo cambio implica sacrificios. Pero por primera vez desde que se vio forzada a dejar la carrera y buscarse la vida, Pepper Potts vuelve a sentir esas ganas, esa emoción ante el futuro incierto, cargado de promesas, esa certeza de que no está aquí solo para subirse al metro y marcar una tarjeta cada mañana, de que puede (de que va a) dejar una marca en el mundo, de que es parte de algo más grande que ella misma.

A veces se le olvida lo joven que es Tony. Pero es de esperarse. A veces se le olvida lo joven que es ella misma.

- Por la paz mundial,- dice y alza la copa hacia la nueva vida.


- Sácame de una duda,- pregunta Clint, que a pesar de haber ganado todas las partidas de beer pong, tiene los ojos vidriosos y la lengua suelta. O bueno, más suelta que de costumbre.

- Dime.

- ¿Estás saliendo con Tony?- Steve se atora con la cerveza.

- ¿Qué?

- Porque yo estaba convencido de que sí, pero Natasha dice…

- ¡No! ¡Por supuesto que no!

- ¿No? ¿Y qué estás esperando?

- Tony es…- Hombre. Un niño.- El hijo de Howard.

- Y estoy seguro de que a Howard le hubiera gustado que fuera feliz. ¿Eres consciente de que el chico está perdidamente enamorado de ti, verdad? No, espera. Ésa no es la pregunta. ¿Eres consciente que tú estás tan jodidamente perdido como él, verdad?

Abre la boca para responder y vuelve a cerrarla. Desde que dejó de mentir sobre su identidad se le hace mucho más difícil mentir sobre otras cosas. Suspira.

- Muchas cosas han cambiado desde mi época, Clint, pero otras… no han cambiado tanto. Hay gente como tú, y es un alivio. Pero también hay gente que ataca a los homosexuales en las calles. La policía sigue allanando locales. La gente sigue perdiendo sus trabajos. ¿Te das cuenta de lo que le haría a la imagen de Tony una relación así? Lo destruiría. Destruiría todo lo que está intentando construir.

Clint sacude la cabeza.

- ¿Me estás hablando en serio? Míralo, Steve.- Steve lo mira, discutiendo con Hank y Bruce alguna teoría sorprendente, el reactor cubierto por la camisa roja, la pose elegante y relajada.- El chico tiene una batería en el pecho y eliminó una banda de traficantes con un arma supersecreta que inventó en mitad de la selva. ¿Qué? Natasha me cuenta cosas. Vive con dos desertores, una espía, una bomba de tiempo verde y una pareja psicótica. Y acaba de detener la máquina de guerra más grande de este país con una sola mano. La bomba H no podría destruir a Tony.

Y Steve se ríe porque… ¿no ha pensado lo mismo más de una vez?

- Si repites esto negaré haberlo dicho, pero a veces el cachorro me hace sentir un poco cobarde.

- No eres cobarde, Clint.

- No. Espero que no.- Hace una pausa larga.- ¿Qué hay de ti?

- ¿De mí?

- Cuando era pequeño,- dice con cuidado,- oía historias sobre ti y pensaba que eras el tipo más valiente del mundo, un héroe. Luego crecí y descubrí que solo eras otra persona peleando una guerra en la que no creía. Pero dabas lo mejor de ti, y eso te hacía más valiente que el héroe en mi cabeza. Te respetaba por eso. Hasta que dejaste de pelear… y comprendí que eso era mucho más valiente. No sé si te lo dije, pero vine hasta aquí siguiendo tu ejemplo.

- ¿Mi…?

- Sí, tu ejemplo. No pongas esa cara, era un buen ejemplo. En todo caso, me trajo hasta aquí. ¿Y ahora me dices que no tienes el valor de pelear por las cosas en las que sí crees? Steve… mi niño interior es demasiado joven para dejar de creer en el Capitán América.

- No es…

- ¿Crees que lo que sientes por Tony es repugnante y enfermo?

- No, claro que no.

- Pero vas a callártelo porque otros lo creen.

Steve no responde. No responde durante un largo rato. Tony lo atrapa mirando y frunce el ceño, pregunta sin palabras si todo está bien. Steve le responde con media sonrisa, que le vale una sonrisa completa desde el otro lado del jardín. Y Clint tiene un punto, sin duda. Eso que se le enciende en el pecho cuando Tony sonríe, que le impide respirar cuando está cerca, eso tan frágil que protege en la quietud de la biblioteca, podría ser la causa más noble por la que haya peleado jamás.

- Apostaste con Natasha a que tenía una relación con Tony, ¿verdad?

Clint bebe un trago largo de cerveza y sonríe contra el borde de la botella.

- No hace menos cierto nada de lo que he dicho.

No. No lo hace.


Pepper se ha ido a casa, Jan y Hank han desaparecido en algún momento de la noche (por algo bueno o por algo malo, nadie lo sabe), Bruce se ha quedado dormido junto a Natasha, que discute con Clint entre susurros (completamente innecesarios, porque usan tantas referencias privadas que nadie entiende sus conversaciones de todos modos). Y Steve, por supuesto, recoge los vasos.

- Jarvis puede hacer eso, ¿sabes?

- No creo que le moleste un poco de ayuda.

- No conoces a Jarvis como yo. Estás invadiendo su territorio. Estás cuestionando su honor de mayordomo.

Steve duda un momento y Tony ríe.

- Te estás burlando de mí,- acusa Steve. Pero lo dice con una sonrisa.

- ¿Yo? Jamás.

- A-ha.

Lleva toda la noche sonriéndole así.

- Hoy estás de buen humor.

- Ha sido un buen día.

- ¿No te preocupan las amenazas que voy a recibir mañana temprano?- pregunta Tony en broma, llevándose una mano al pecho.

- Me preocupan,- responde Steve, un poco más serio (solo un poco).- Pero supongo que lo único que me queda hacer es no perderte de vista.- Tony conoce esa voz. Conoce esa mirada. La ha visto antes en esos mismos ojos (tan absurdamente azules).

- ¿En serio?- dice sin dejar de mirarlo, porque hoy se siente con suerte.- ¿Y qué piensas hacer cuando me vaya a la cama?

- Estoy seguro de que se me ocurrirá algo,- responde Steve. Y se le enciende el rostro, pero no desvía la mirada.

Hay muchas promesas en esa mirada.


Le tiemblan un poco las piernas cuando se levanta del sillón y avanza hacia la escalera, sin despedirse de Clint y Natasha, que de todos modos siguen envueltos en su discusión. Le parece oír que Natasha comenta algo sobre hacer trampa. No oye los pasos de Steve (y nunca dejará de sorprenderlo que alguien tan grande pueda ser tan sigiloso), pero sabe que lo sigue.

Se detiene en la puerta de la habitación.

- Hey,- dice.

- Hey,- responde Steve.

El silencio se alarga entre ellos en la soledad del pasillo, cargado de eso de lo que se cargan todos los silencios cuando están solos (de palabras que no se dicen, de piel que no se toca… de posibilidades, le gusta pensar a Tony). Steve está nervioso y eso podría ser buena señal. O no. Tony quiere acercarse, pero no se acerca. Tiene que ser Steve. Cuando esté listo. Lo cual, claro, podría tomar siglos. Porque es Steve. Y no es que Tony no tenga paciencia pero… No. No, tiene que ser Steve. Tony puede esperar. Puede darle el espacio que necesita. Puede…

- Si no vas a besarme, sería buena idea que me lo digas antes de que haga algo est…

Steve lo besa.

Es como una descarga directa y Tony siente que cada molécula de su cuerpo acelera la frecuencia, vibra en una canción acelerada que se escapa de sus labios en sonidos indistinguibles, hasta que el calor empieza a fundirlo desde el pecho hacia afuera. Steve lo sostiene contra la pared del pasillo, dos manos enormes cogiéndole el rostro, manteniéndolo en pie.

No es distinto de otros besos. Solo que sí. Es completamente distinto, porque Steve ha dado el primer paso. Bueno, no el primer paso. ¿El tercer paso? ¿El vigésimo paso? El punto es que Steve ha dado un paso y no hay vuelta atrás.

¿Verdad?

Se separan despacio, apenas, respirando el aliento del otro en ese claustro que Steve ha construido con su cuerpo. Las ganas le vibran en los ojos azules, resuenan en las ganas de Tony. Pero hay más con las ganas. Es claro en su mirada que se muere de miedo.

- No vale arrepentirse,- advierte (suplica) Tony.

Y el miedo no desaparece, pero no hay duda alguna en los movimientos de Steve cuando hunde la cabeza y vuelve a besarlo.

- No vale arrepentirse,- susurra contra sus labios.

Tony abre la puerta de la habitación.


- ¿No tienes lentejuelas que coser? Estoy ocupado.

Hank tiende a ponerse de mal humor cuando no encuentra la respuesta a un problema. Y de peor humor cuando cree que la ha encontrado, pero resulta que no.

- No es mi culpa que tus ratones se rompan. Y no hay ninguna necesidad de que menosprecies mi trabajo.

- Mis ratones no "se rompen". Sus estructuras no soportan el cambio de masa. Por eso los animales mayores tenemos esqueleto interno y los insectos exoesqueleto, tamaños diferentes requieren estructuras diferentes.

- Ya, pero entonces, ¿cómo lo hace Bruce?

Es la pregunta que los hizo terminar la fiesta metidos en ese maldito laboratorio en lugar de entre las sábanas, como la gente normal. Y la pregunta la hizo Jan, así que supone que es su culpa de todos modos.

- ¡No lo sé! No tenemos muestras del gigante. En este momento, solo sabemos que no es una mutación. Y eso significa que sea lo que sea,- dice, volviendo a fijar la vista en los gráficos en sus manos,- está dentro de Bruce.- Entrecierra los ojos de pronto, haciendo los documentos a un lado.- Dentro de todos nosotros,- dice, como si fuera la pieza clave de un misterio.

Ése es el Hank que le gusta. Analizando en lugar de quejarse, armando rompecabezas invisibles, el brillo del descubrimiento encendiendo su mirada, los brazos de su mente estirándose hacia la solución. El camino puede ser frustrante, pero llegar a ese momento lo compensa. Lo compensa tanto que a Jan le toma un segundo procesar lo que está diciendo.

- ¿C-cómo que dentro de todos nosotros?

Hank sonríe como si acabara de recibir la mejor noticia de su vida.

- Todos tenemos un gigante verde dentro.

Jan parpadea.

- ¿Y eso es bueno porque…?

Hank salta de la banca del laboratorio, la coge por la cintura y la besa de una manera que hace que se le olvide de qué estaban hablando.

- Primero,- dice mirándola a los ojos con una sonrisa clavada en el rostro,- porque si yo puedo enfurecerme sin volverme verde, también Bruce. Segundo, porque si Bruce puede volverse gigante sin que su estructura colapse, también yo.


Pasea las manos por su espalda, sus brazos, por la línea de sus hombros, la extensión interminable de su pecho. Es tanta piel y está toda allí y Tony tiene (por fin) permiso de tocarla. No va a dejar un centímetro sin explorar. Steve le enreda los dedos en el cabello, la lengua en la boca, lo acerca más todavía, gruñe contra sus labios. Y Tony abre los dedos sobre los músculos de su abdomen (tanta, tanta piel) y se desliza hacia el sur.

Steve lo coge por la muñeca.

- No.

- Es broma, ¿verdad?

- Esto es… nuevo. No hay necesidad de apresurar cosas que…

- ¿Llevo haciendo desde los quince? Steve, ya te he explicado que no soy un niño.

- Empecemos de nuevo,- dice Steve con voz resignada.- Esto es nuevo para mí.

- Oh.

- Oh,- repite Steve.

- ¿Nunca…?

Steve niega con la cabeza.

- Hey,- dice Tony acercándose,- no es nada de qué avergonzarse.

- No es nada que me avergüence,- replica Steve con seriedad.

- Claro.- Claro. Es Steve.- Pero, ¿quieres, verdad? ¿Hacerlo? ¿Conmigo?- Odia lo desesperado que suena, pero no puede evitarlo.

Steve traga saliva.

- ¿Podemos tomarlo con calma? Voy a seguir aquí mañana.

Y aunque hay partes de su cuerpo que protestan (con vehemencia), a Tony le gusta el trasfondo de la idea. Steve va a seguir allí mañana. No va a desaparecer. No se está arrepintiendo. Es casi una promesa.


- Esperaba más de ti.

- Por favor, como si nunca hubieras hecho trampa.

- Menciona una sola vez.

Clint lo piensa.

- Lo que pasa es que nunca te atrapan.

Natasha da un trago largo de la botella.

- Como dije, esperaba más de ti.

Clint tiene que conceder el punto.

- Es esta casa,- dice sin pensar.- No sé qué tiene, pero me hace bajar las barreras.- Natasha asiente como si comprendiera. Clint alza una ceja.- ¿También lo sientes?- Se ríe.- ¡Eso sí que me gustaría verlo!

Bruce se retuerce entre sueños a su lado.

- Shh…- lo calla Natasha, hundiéndose en el sofá.- Deja de decir tonterías. Vas a despertar al niño.


- Dijiste que podíamos tomarlo con calma.

No sabe por qué se queja, más allá de que un rincón lejano de su cerebro sabe que Tony está haciendo trampa. Es difícil escuchar la respuesta sobre el rugido de la sangre en sus venas.

- Me lo estoy tomando con toda la calma que puedo. ¿Quieres que pare?- pregunta en un tono que deja bastante claro que no cree que pueda de todos modos.

Steve niega con la cabeza.

No debería ser diferente. La mecánica es la misma, pero… (las manos de Tony sobre su cuerpo, los ojos oscuros, los labios hinchados…) pero es completamente distinto. El calor crece desde el centro, invadiéndolo todo, y Steve deja que lo invada, que le nuble la mente, que la marea lo arrastre hacia la tormenta.

Cierra una mano, tentativa, sobre Tony y el calor se dispara. Tony gime contra sus labios y Steve, más seguro, deja que la fuerza que pulsa en sus venas marque el ritmo. Tienen los labios entreabiertos pero ya no se besan, la urgencia demasiado violenta incluso para eso. Puede verlo todo en los ojos de Tony. La desesperación. Las ganas. El miedo. El descubrimiento. Puede que Tony haya hecho esto mil veces, con mil personas. Pero esto, ellos, esto es nuevo.

- Steve,- llama Tony con tono urgente.

Y el mundo arde, blanco, detrás de sus ojos.


Steve está allí por la mañana.

- ¿Y esa sonrisa?- pregunta Jan en un bostezo.

Tony se encoge de hombros sin dejar de sonreír. No sabe si Steve querrá que los demás sepan lo que… Steve pone frente a él un plato de panqueques, le da un beso en la sien y vuelve a la sartén. Jan parpadea un par de veces.

- Vaya,- dice.- Y todo lo que tuviste que hacer fue detener la producción de armas del país.

- Ja, ja, ja,- responde Tony sin gracia.

Clint patea a Natasha debajo de la mesa. Natasha murmura "tramposo".

- ¿Qué hay de ti? ¿Y esas ojeras?

Jan abre la boca para responder, pero duda un segundo mirando a Bruce (que está enfrascado en la última edición de la Revista de Física Aplicada).

- Estuve ayudando a Hank con unas pruebas,- dice sin dar más detalles.

- Vaya,- bromea Tony,- primero sabes dónde se produce la adrenalina, ahora ayudas a Hank con sus pruebas… Vas a terminar siendo útil y todo.

- Tony,- lo reprende Steve desde la estufa.

Tony rueda los ojos.

- Lo siento. No quise implicar que fueras inútil.

- No hay problema,- responde Jan con voz dulce y agita un látigo imaginario sobre la mesa.

Tony no encuentra en su (sobreestimulado) interior la capacidad de sentirse ofendido.


En octubre, una Jan diferente hace historia. Jan Rose Kasmir se inmortaliza en la memoria del mundo al acercarse a las tropas durante una protesta y dejar una flor en la bayoneta de un soldado. "De pronto," dice, "me di cuenta de que 'ellos' eran ese soldado frente a mí, una persona con la que fácilmente pude haber salido en una cita. No era una máquina de guerra, solo un grupo de chicos con órdenes."

La idea se multiplica.

(Mucho, mucho después, cuando Tony crea una armadura para Rhodey, la llama "Máquina de Guerra". La gente cree que lo que busca es un nombre intimidante, pero Steve reconoce la broma en sus ojos, el juego de palabras. La Máquina de Guerra es solo una armadura y lo importante es la persona dentro de ella. Una persona en quien Tony puede confiar para recibir órdenes y aun así tomar las decisiones correctas.)


… El ataque, que según los testigos habría sido perpetrado por una especie de robot, ha destruido completamente el almacén pero no producido bajas. El Pentágono ha descartado que se trate de un prototipo fuera de control…

- Dijiste que no estabas construyendo un arma.

- No. Dije que había partes que podían usarse con otros fines. Y las estoy usando. Con gran éxito, debo agregar. Puedo pedirle a Pepper que te traiga los reportes.

- Tony, esto no es una broma.

- Concuerdo con el Capitán,- interviene Natasha, ejercitando esa costumbre suya de aparecer de la nada. Tony pega un salto.- No me gusta meterme en discusiones de pareja, pero Furia quiere saber qué demonios crees que estás haciendo, Stark.

- Nada que sea asunto suyo,- responde, más resignado que sorprendido de que Furia conozca su identidad.- Ni tuyo. Ni tuyo,- dice volviendo a dirigirse a Steve. Las palabras arden un poco, pero Steve no cede. A veces es difícil lidiar con Tony. A veces hay que recordarle cosas que a estas alturas ya debería saber.

- Todo lo que es asunto tuyo es asunto mío,- dice tranquilo.- ¿Qué había en ese almacén?

- Armas,- responde Natasha.- Vendidas a través de la red de Wong Chu. ¿Esto es algún tipo de venganza, Stark? Porque recuerdo haberte oído decir más de una vez que ya no eras un niño.

- No es…- Tony respira hondo. Se sienta en el borde de la cama.- No es eso.- Fija la mirada en Steve.- Realmente preferiría tener esta conversación sin chaperones de SHIELD.

- Opino lo mismo,- dice Steve, dirigiéndole una mirada helada a Natasha.

- Sí,- responde ella sin inmutarse,- es una pena que no podamos tener todo lo que queremos. ¿Decías, Stark?

Tony lo piensa un rato, pero finalmente habla.

- Howard…- Steve se sienta a su lado,- Howard hizo algunos prototipos en la choza. No son cosas que deban estar en manos de… nadie, en realidad.

Tony casi nunca habla de Howard. O de lo que pasó en el cautiverio. A veces se despierta gritando en mitad de la noche y Steve lo ayuda a tranquilizarse de la mejor manera que conoce (de la manera en que Tony lo ayuda a entrar en calor cuando sueña con el hielo, a llenar el vacío cuando sueña con Bucky). Nunca había mencionado la existencia de otros prototipos, además de la armadura.

- ¿Y hay más de esos "prototipos"?

- Con todo respeto, agente, si tuviera esa información no la compartiría con SHIELD.

- No, claro. Prefieres poner a la población en peligro volando almacenes.

- No era mi intención volar el almacén,- dice con el ceño fruncido.- O que me vieran. Los guardias estaban mejor preparados.

- ¿Mejor preparados?- interrumpe Steve.- ¿Mejor que quiénes? Tony, ¿has hecho esto antes?

- Un par de veces. No me mires así, tú hubieras hecho lo mismo. Es mi tecnología. Mía y de… Howard. Y ninguno de los dos tuvo nunca la intención de que fuera utilizada. Es tarde para no crearla, pero no para evitar que siga haciendo daño.

- Las armas no siempre son malas, Tony,- dice Natasha, volviendo a una discusión que han tenido demasiadas veces.- La fuerza puede usarse para cosas buenas.

- Las armas no son buenas ni malas, Nat,- dice Tony, utilizando un diminutivo que solo se permite Clint. Natasha alza una ceja.- No tienen mente propia. Al menos no esas armas,- agrega con media sonrisa.- El problema no son las armas, sino las personas que las usan. Pero visto el pobrísimo trabajo que hacemos manteniendo las armas lejos de las manos equivocadas, tal vez sea una mejor idea no tenerlas. ¿Para qué las querríamos, de todos modos, si no fuera porque otros la tienen? ¿Y cómo las tendrían, si nadie las produce?

- Alguien las va a producir, Tony. Si no eres tú, será alguien con menos escrúpulos.

- Nadie tiene escrúpulos en este negocio, Nat.


- ¿Qué hay con la ley del hielo?- pregunta Clint tumbándose junto a Tony y cogiendo los controles de la versión alterada de Spacewar! que pueden jugar en la tele. Le encanta vivir con un genio. (De acuerdo, en teoría son tres. Pero Pym y Banner no construyen nada divertido y eso les quita como un millón de puntos.)

- Cosas de Steve. Ya se le va a pasar,- responde Tony como si nada. Para la cantidad de experiencia que tiene lidiando con la prensa, la verdad es que finge pésimo. O a lo mejor es la influencia misteriosa de la casa.

- Ya.- Gira la nave y dispara.- ¿Es por lo de la super armadura del futuro que todavía no me has mostrado?

Tony le devuelve una ráfaga de rayos láser.

- Los espías de SHIELD son más habladores de lo que recordaba.

- Es la casa. O Jarvis le está echando algo al mousse de chocolate. No estoy seguro. En todo caso, no tienes que hacer todo solo, ¿sabes? Si necesitas ayuda volando guaridas de traficantes sin salir en la tele, un buen francotirador no es mal apoyo.

La nave de Tony vuela en pedazos. A lo mejor es porque en lugar de concentrarse la pantalla, Tony lo está mirando como si le hubiera salido otra cabeza.

- Volviendo al tema de la super armadura que todavía no me has mostrado

Tony se ríe. Es la primera vez desde que Steve decidió volver a dormir en su habitación (y ésa es otra conversación que necesita tener pronto), así que Clint lo cuenta como una victoria. Dos victorias. La nave voló en pedazos en tiempo récord.

Tony se levanta y lo empuja hacia el taller. Tres victorias. Es un buen día.


Los juguetes de Tony suelen ser impresionantes. Pero la armadura es de un nivel completamente nuevo. Tony se pone los guantes y le muestra lo que hacen los repulsores. Wow.

- ¿Puedo…?

- No.

Clint no hace un puchero. Nop. No lo hace.

- Quiero flechas nuevas,- dice en cambio.- Y espero que hagan cosas sorprendentes.

Tony sonríe como un niño presumiendo sus juguetes la mañana de navidad.

- Es curioso que lo menciones, porque…

Los dos reaccionan en el segundo en que oyen los gritos. Vienen del laboratorio de Pym. Corren hasta el otro lado del sótano y consiguen ver el final del ataque (algún tipo de chispa dirigida), pero cuando cruzan la puerta solo encuentran a Hank frotándose el brazo derecho con el mandil cubierto de pequeñas quemaduras. Y a su atacante, que…

- ¡¿Qué demonios es eso?!

… mide diez centímetros y vuela.

Clint no cree en las hadas. No cree en las hadas. No cree en las… Maldita sea, no cae muerta.

- "Eso" es mi novia. Jan, regresa a tu tamaño normal.

- No,- protesta… ¿Jan?- Me gusta volar.

- ¿Por qué tiene alas?- pregunta Tony, acercándose fascinado.- Y ¿cómo resolviste el problema del soporte?

- Bruce me dio la clave. Es cuestión de forzar la expresión de las secuencias correctas. Compartimos más secuencias con los insectos de las que uno pensaría. Jan, regresa a tu tamaño.

- ¡¿Jan se está convirtiendo en un insecto?!- pregunta Clint sin conseguir tranquilizarse. ¿Nadie más se da cuenta de que Jan mide diez centímetros y tiene alas?

- No,- responde Hank.- No,- repite, tranquilizando a Jan que ha abierto los ojos… como medio milímetro.- Vuelve a tu tamaño original y todo va a estar bien.

Jan vuelve a su tamaño original y las alas desaparecen. Clint respira.

- ¿Qué hay de las quemaduras?- pregunta Tony, que sigue más preocupado por los detalles científicos que por el hecho de que Hank está usando el sótano para experimentar en su novia.

- No estoy seguro. Debe ser una secuencia asociada.

Tony asiente.

- ¿Qué hay de la transformación inversa?

La sonrisa de Hank crece. Y crece. Y crece. Crece hasta que su espalda doblada toca el techo.

Genial. El científico loco quiere ser un gigante. Y que su novia sea un insecto (¿qué pasó con todo ese rollo de la liberación femenina? ¿no estaba de moda?). Porque no era suficiente con el super soldado desertor, la espía rusa, el gigante verde y el genio que quiere encargarse solo del desarme mundial.

Por lo menos va a ser un invierno interesante.


Steve lo reconoce a antes de abrir la puerta. Por sus pasos. Por su olor. Por eso que le vibra dentro cuando Tony está cerca.

- ¿Puedo pasar?

- ¿Vas a seguir ocultándome cosas que podrían matarte?

- No van a… No has visto la nueva armadura. No me va a pasar nada, Steve.

- Eso no lo sabes. Y tampoco es el punto.

Tony suspira.

- ¿Puedo…?- hace un gesto hacia el interior de la habitación.

Steve se hace a un lado y lo deja pasar. Tony se sienta en la cama y es como si algo encajara de pronto en la habitación, la pieza faltante que no permitía apreciar la imagen en el rompecabezas. Tony sobre su cama.

- No puedo simplemente dejar de hacerlo. Es importante. Es mi responsabilidad que esas cosas estén allí afuera.

- No. No lo es.

- Lo es. Steve… no fueron los traficantes. Estas últimas armas sí, claro, pero… toda mi vida, toda la vida de Howard, nos hemos dedicado a producir cosas que hieren a otros. Esta cosa en mi pecho,- dice señalando el reactor,- no la necesitaría si no fuera por un sistema de dispersión que yo mismo diseñé. Yo hice esto. Y no pienso permitir que se le haga a nadie más.

- Lo que pasó no fue tu culpa.- No lo fue. Pero lo que dice tiene sentido, de esa manera retorcida en la que a veces tienen sentido las ideas de Tony. Y lo que está intentando hacer es admirable. Steve lo entiende. Lo admira por ello.- Ven aquí,- dice y lo envuelve contra su pecho.

- ¿Estoy perdonado?- pregunta Tony. Steve puede sentir su aliento sobre la piel, puede ver su rostro delineado por la luz tenue del reactor. Parece frágil, casi un niño, pero no es ni lo uno ni lo otro. La bomba H no podría destruir a Tony. Tony es, antes que nada, un sobreviviente.

- No vuelvas a ocultarme algo tan importante.- Tony niega con la cabeza. Steve hace el esfuerzo de creerle.- Y no vuelvas a hacer algo así solo. No estás solo, Tony. Estás rodeado de gente que te quiere.

Tony se queda inmóvil un segundo.

- Howard dijo lo mismo,- responde en voz baja.- Antes de… Durante la fiebre.- Tony casi nunca habla de Howard o del cautiverio. Steve guarda silencio.- Nunca dijo nada concreto, pero de alguna manera… creo que le pasó lo mismo que a mí. Que pensó las mismas cosas. Creo que aprobaría lo que estoy haciendo.

- Sí, yo creo lo mismo. También creo que aprobaría que te ayudara.

- ¿Qué crees… Qué crees que diría de esto? ¿De ti y de mí?

Ah. La pregunta del millón. Steve se la ha hecho más de una madrugada a la luz del reactor.

- No estoy seguro. Me gusta pensar que le gustaría que fueras feliz. Y me gusta pensar que puedo conseguir eso.

- Puedes conseguir eso,- dice Tony con una sonrisa, y Steve lo besa despacio, saboreando sus labios y el momento. No hay prisa. Tienen toda la noche por delante. Con suerte, todas las noches. Se pregunta, no por primera vez, qué vio una persona como Tony en un soldado sin rumbo como él. En un símbolo de cosas que dejaron de existir hace más de una década. Que tal vez no existieron nunca. Tony es el futuro, la fuerza de cambio de un mundo nuevo. Y Steve nunca dejará de sentir nostalgia por el pasado, pero no quiere volver. Quiere crecer, avanzar, pertenecer a ese nuevo mundo.


Tony dijo una vez que no solo porque algo pueda ser un arma significa que solo puede ser un arma. Steve espera que la misma lógica se aplique a los soldados.

- Y vuelvo a preguntar, ¿qué hacemos aquí?

En diciembre de 1967, Nueva York protesta contra la guerra durante cuatro días completos. Hay música en las voces, flores en el cabello, esperanza en el aire. Los estudiantes suben al estrado con sus discursos políticos, los ex combatientes con sus testimonios, los músicos con sus sueños de un mundo distinto.

- Steve está celoso de que el gobierno solo acose a Tony,- responde Clint.- Quiere un poco de atención.- Steve le lanza esa mirada suya de Capitán América. Clint sonríe.- Y hay gente que cree que lo que te distingue es la estrella en el pecho…

No es atención, no. Steve quiere hacer algo. Lo que sea. Lo que pueda. Tony está haciendo tanto y él… Steve es un soldado. Necesita luchar. Pero el campo de batalla ha cambiado en los últimos veinte años. Cuando partió a Europa, partió pensando que iba a luchar por su país. Ahora comprende que estaba equivocado. Partió a luchar por la libertad, contra la intolerancia, contra el abuso del más fuerte, contra la injusticia. La lucha no ha cambiado, solo las posiciones en la batalla. De pronto, defender lo que representa esa estrella en su pecho significa enfrentarse a las personas que la pusieron allí.

- ¿Capitán?- llama el amigo de Hank detrás del estrado.- Estamos listos.

Hay algo en la manera en que lo trata la gente, ese respeto casi reverente reservado a los héroes de nuestra infancia. Steve no cree que lo merezca. Pero ése no es el punto. Lo tiene, y es su responsabilidad usarlo correctamente. Hace veintiocho años, su país le dio una misión. Es hora de cumplirla.

La manifestación se extiende por calles y calles de pancartas coloridas, de rostros combativos. La mayoría de esas personas jamás ha levantado un fusil, jamás ha visto a un amigo morir en el fango. Hace un par de años hubiera pensado en ellos como civiles, gente que proteger. Pero de pie en ese estrado, bajo el sol engañoso de diciembre, puede verlos por lo que son. Soldados en un campo de batalla diferente.

- Buenas tardes,- dice.- Mi nombre es Steve Rogers. Pero es más probable que la mayoría me conozca como el Capitán América.- Deja el escudo frente al estrado. El silencio cae entre la multitud.- Hace veintiocho años, el gobierno de los Estados Unidos me dio este escudo para que luchara por mi país. Luché tres años en Europa y dormí veintitrés. Cuando caí al hielo, mi país estaba en guerra. Cuando desperté, mi país estaba en guerra. Hace dos años, oí a un joven en Washington decir las mismas cosas que se han dicho hoy en este estrado. No quise creerlas. Ése no era mi país. Desde entonces, he visto jóvenes americanos matar mujeres y niños en nombre de la libertad. He visto al ejército que prometió la liberación de un pueblo quemar sus casas, rociar veneno sobre sus campos, ocupar sus ciudades. He visto soldados heridos morir por la desidia de su propio gobierno. Dos años en Vietnam me han enseñado que todo lo que dijo ese joven era cierto. Y sin embargo, estos últimos meses me han enseñado que yo tampoco estaba equivocado. Ése no es mi país. Mi país está aquí esta tarde, alzando la voz contra la injusticia, luchando por lo que es correcto.- La multitud aplaude.- Lo que puedo hacer en esta lucha es poco y llega tarde. Otros, como mi amigo Tony Stark,- dice señalando a Tony entre la gente,- hacen mucho más. Para quienes aún no lo sepan, hace unos meses Tony detuvo la producción de armas de la mayor industria bélica en este país.- La multitud vuelve romper en gritos y aplausos. Tony rueda los ojos y alza una mano como saludando.- Pero aunque no todos podamos hacer tanto por separado,- dice cuando se calman,- podemos hacerlo juntos. Creo firmemente que podemos. Que con cada voz que se alza, nuestros jóvenes están más cerca de volver a casa. Que con cada persona que se suma, nuestro país está más cerca de ser el país que siempre debió ser. No soy bueno con los discursos políticos. Solo soy un soldado. Pero hace veintiocho años me dieron este escudo para que luchara por mi país, y hoy solo quiero decirte, América, que cuentas con mi escudo hasta mi último aliento.


- No sabía que eras tan bueno dando discursos,- dice Tony con una sonrisa. Steve se sonroja apenas. Si estuvieran solos, Tony sabe qué podría hacer para sonrojarlo más.

- No dije nada que no hubieran dicho otros antes.

- Pero lo dijiste tú. Es diferente.

Es diferente. Steve lo sabe tan bien como él. Los símbolos son importantes y no hay un símbolo mayor de los "ideales americanos" que el Capitán América. La protesta ha durado cuatro días, pero no hace falta un genio para predecir qué imágenes van a pasar hasta el cansancio por televisión. Está bien. La nación puede tener a su héroe. Tony tiene a Steve.

El Comunicador Inalámbrico (demasiado obvio, necesita un mejor nombre cuando entre a producción) suena en su bolsillo.

- ¿Pepper? No tengo tiempo para firmar papeles, estamos salvando el mundo. ¿Qué dices? No, lo siento, no te escucho,- dice alejando el aparato.- Tengo que… Vaya, la policía está aquí.- "¡¿La policía?!" oye gritar a Pepper desde el auricular. "¡Tony, ¿dónde estás?!"- Tengo que irme.- Corta la comunicación y coge a Steve de la mano con una sonrisa brillante.- Ven aquí. Quiero ver quién se atreve a arrestar al Capitán América.

El mundo gira, incontenible, y los vientos de cambio soplan con fuerza en el invierno newyorkino.


Thor es el último.

Aparece una noche en el jardín con un retumbe de trueno y el primer instinto de Jan es volverse pequeña y disparar. Hank responde igual (o bueno, al revés, creciendo hasta ser dos veces más alto que la casa). Clint, que está mejor entrenado (o entrenado, punto), atina a darle a Bruce con un somnífero antes de que tengan que dividirse en dos frentes. (Natasha le ha mostrado videos del gigante. No es algo que quiera ver pronto.)

Steve aparece en la puerta alertado por el ruido y los encuentra enfrascados en la batalla.

- ¿Thor?

- ¡Capitán!- grita Thor, con un brazo enroscado en el talón de Hank y una sonrisa que deja claro que no le han hecho un rasguño.- Los hados han querido que te encuentre esta noche. ¿Te unirás al combate?

- No… No, estos son mis amigos. Clint, ¿qué haces en el techo?

- Er… ¿durmiendo al intruso mientras lo distraes?- dice Clint, con el arco todavía tensado.

- Me refería a… Olvídalo. Thor, estos son mis amigos, Hank, Jan y Clint,- dice señalándolos. Hank y Jan vuelven a su tamaño normal. Clint saluda desde el techo.- Hank, Jan, Clint, éste es Thor.

- Es un placer conocer a los compañeros de batalla del Capitán América.

- Um… gracias,- dice Jan, que no parece saber si gritar o reírse.

Tony sale de la cocina en ese momento con un sándwich, que se le cae de las manos cuando ve a Thor.

- ¡Tony Stark!- llama Thor.- Es a ti a quién busco.

- ¿Thor?- pregunta, buscando la mirada de Steve, que se encoge de hombros y niega con la cabeza.

- He visto tu nueva armadura en aquello que los mortales conocen como "televisión",- dice con seriedad.- Es un trabajo digno de los hijos de Ivaldi,

- Gracias... Creo.

- Necesito tu ayuda, Tony Stark. He encontrado un artefacto que me preocupa, pero no conozco lo suficiente de las artes de Midgard para comprenderlo. Tal vez tú puedas guiarme.

- ¿Un artefacto?- pregunta Tony, la curiosidad haciendo a un lado la sorpresa.- Déjame verlo.

Thor pone algo del tamaño de un puño sobre la mesa. Tony lo examina y frunce el ceño.

- ¿Dónde encontraste esto?

- ¿Lo reconoces?

Tony asiente.

- Es un prototipo de mi padre.

- ¡¿Tu padre creó…?!- La expresión de Thor se enciende, pero vuelve a apaciguarse al leer la verdad en el rostro de Tony.- Durante su cautiverio,- dice con seriedad.- Tu padre fue forzado a crear esta aberración.

Tony asiente, serio.

- Lo que estos villanos le han hecho a tu familia será vengado, Tony Stark.

- Me preocupa más que sea destruido. ¿Dónde encontraste esto, Thor?

- Los villanos que buscamos son los mismos,- dice, lanzándole una mirada a Steve.

- ¿Los que experimentaban con el clima?- pregunta él. Tony voltea a mirarlo, como si algo encajara.

- Muerte,- susurra Natasha desde una esquina (donde aparentemente estuvo todo el tiempo).

- ¿La muerte de quién?- pregunta Clint, entrando desde el jardín con Bruce apoyado en los hombros, todavía tambaleándose.

Bruce se apoya en el sofá y mira de arriba a abajo al guerrero nórdico parado en mitad de la sala.

- ¿Me perdí algo interesante?

- Somos compañeros de batalla del Capitán América y vamos a enfrentarnos a un villano que está alterando el clima con tecnología Stark,- responde Jan.

Steve observa los rostros a su alrededor, esta familia que han construido retazo a retazo, esperando a que alguien la contradiga. Pero nadie lo hace, y se acomodan en semicírculo para oír el reporte de Natasha sobre el Dr. Muerte.


1967 se despide con un saldo de 16000 soldados estadounidenses muertos en combate y 463000 aún en el frente. Del otro lado de sus fusiles, 300000 jóvenes norvietnamitas han cruzado la frontera y pelean ya en la selva de Vietnam del Sur.

No es el único frente. Con más de 200 protestas estudiantiles en más de 100 universidades, 1968 marca una inestabilidad social que los Estados Unidos no experimentaban desde la guerra civil.

Los Vengadores (como a Jan le ha dado por llamarlos) luchan su propia batalla. Que es la misma batalla. Por la libertad. Contra la intolerancia. Contra el abuso. Contra la injusticia. Luchan con sus opiniones, con sus habilidades, con sus armas. Como soldados, pero también como símbolos de las cosas por las que vale la pena luchar. Sin intenciones ocultas, sin ambiciones oscuras.

El futuro es incierto y el presente una lucha. Pero los ojos del mundo están cargados de promesas, y es difícil no creer en ellas cuando vives rodeado de personas que consiguen lo imposible todos los días. Cuando Jan baila diminuta sobre los hombros de Hank y Bruce aprende a convivir con el gigante en su interior, cuando Thor controla la tormenta con un martillo y Clint hace reír a Natasha a carcajadas, cuando Tony sonríe de esa manera y el presente deja de ser una lucha. Cuando un hombre que estuvo muerto durante veintitrés años despierta en un mundo desconocido y encuentra un hogar.