Hola Chicas, aquí les traigo el final de la historia! Hubo quienes me pidieron epílogo, pero la historia no lo tiene, y no quiero arruinar esta hermosa historia por respeto a la autora. Deeply sorry, girls =( !

De todas maneras el final está super romantico *o*

A disfrutar he dicho!

EL TRABAJO DE SAKURA

Capítulo 8

Una gota de lluvia salpicó su mejilla y suspiró con cansancio, con su dolor y lágrimas casi agotados. Ahora el maldito ruinoso techo tenía goteras.

—¡Mierda! —Suspiró, y empezó a rodar para levantarse de la paja, sólo para descubrirse enjaulada por algo mojado… húmedo, cálido y sólido. Otra gota de agua salpicó su nariz y dio un pequeño grito de miedo. El agua goteaba de un cuerpo que se cernía sobre ella en la oscuridad del desván.

Sus manos salieron disparadas en acto de defensa y sintió el contorno húmedo, duro de un pecho desnudo. El olor del agua sobre la piel caliente y la familiar colonia para después del afeitado pusieron su cuerpo en alerta.

—¿Qué diablos estás haciendo aquí? —Dijo con voz áspera, haciendo todo lo posible para sonar indignada.

—Creo que soy yo quien debería hacerte esa pregunta, Li…—Su cálido aliento le rozó la frente y otra fría gota de agua que resbaló de su empapado pelo le golpeó la barbilla.

—¡Suéltame! —Empujó fuerte la inamovible pared de su pecho.

—¿Por qué dejaste la casa?

—Para estar sola. ¿No puedes respetar ese derecho?

—Así que estamos solos…

—La idea es 'yo', no 'nosotros'.

Sentía que las manos le ardían mientras él bajaba su sólido cuerpo sobre el de ella, hasta notar el frío húmedo de sus vaqueros presionándole las piernas y muslos, y el bulto duro, inconfundible, de su pene contra su monte de Venus.

—Me estás poniendo toda empapada—Incluso para ella, la voz sonó jadeante en lugar de indignada.

—Entonces tal vez deberíamos quitarnos estas cosas mojadas…—Su voz era un ronroneo profundo, un murmullo contra su cabello. Tragó saliva convulsivamente cuando Syao besó el goteo del agua de la meSaka.

—Sólo vete y déjame—Exclamó. El pecho de él presionó firmemente contra sus pezones tensos.

—De eso nada. Estoy chorreando como una rata mojada por venir a buscarte y no tengo intención alguna de volver a ese diluvio sólo para complacerte.

Su peso lentamente le moldeó el cuerpo contra la paja húmeda, y el repentino arranque de ardiente lujuria, que le pinchaba desde los pezones a la vagina, la hizo gemir de necesidad.

—Vuelve a la casa y encanta a mi familia. No te deseo—Rechinó con los dientes apretados.

Syao, con el gesto serio, oculto en la oscuridad del desván, calló ante la desesperación que delataba su voz. Parpadeó y sacudió la cabeza para deshacerse del agua que le corría por la frente y ojos. Comprendió que la había empujado demasiado lejos.

—Bueno, yo sí te deseo—Respiró profunda y trémulamente y bajó la cabeza, buscando su boca, encontrándose con el calor de su aliento. Lentamente abrió su propia boca sobre los labios herméticamente cerrados de ella y deslizó la lengua a lo largo de la unión de estos—. Por favor, Sak… Déjame entrar —Las palabras susurradas lo sorprendieron incluso a él.

Sintió cómo su cuerpo se estremecía al escuchar el sonido de su nombre y relajaba los labios automáticamente. Luchó por mantener la calma mientras ella deslizaba la lengua por la suya y luego se la chupaba dentro de la boca con avidez. Su verga saltó. El corazón le dio un vuelco. La sangre le golpeaba fuertemente en las venas y sus dedos se enredaron en los suaves rizos despeinados de Sak cuando inclinó la cara y tomó sus besos como un hombre hambriento. Sus suaves gemidos de placer lo deshicieron por completo y la devoró como un poseso. Esbeltos dedos se deslizaron entre las bien fusionadas caderas, para bajarle la cremallera mojada, y él gimió en voz alta contra sus labios, levantando el trasero para permitirle liberarlo de la prisión de la tela vaquera empapada. La sensación de sus manos rodeándolo casi lo hace correrse como niño cachondo, tuvo que luchar para no culminar en ese mismo momento.

Se separó para quitarse el ligero suéter y la camiseta sin mangas, luego le deslizó a ella los "ahora" mojados pantalones por las piernas y los arrojó a un lado, antes de arrancarse los propios vaqueros empapados. Se le atascaron en las botas, pero estaba demasiado jodidamente ocupado para molestarse más con ellos, dejándoselos como grilletes en torno a los tobillos mientras sentía los muslos de ella aferrándose a sus caderas desnudas.

—Dulce Señor… me estás matando, bebé—Se sumergió en el acogedor calor de su mojado centro, gimiendo larga y fuertemente mientras ella lo acogía con un grito de satisfacción. Sus pezones, duros como diamantes, se le hincaron en el torso y lo hicieron sentirse salvaje por probarla—. Arquea tu espalda, nena… dame esos pechos…—Le susurró con voz temblorosa mientras le introducía el pene profundamente, sintiendo las apretadas paredes cerrarse alrededor de su eje como una prisión de terciopelo.

Curvó el cuerpo obedientemente y él se inclinó para tirar intensamente de un pezón, chupándolo con fuerza, al tiempo que escuchaba sus excitantes gemiditos de placer. Devoró su suculento pecho, luego se desplazó al otro, sintiendo su coño apretarse duro alrededor de él mientras ella alcanzaba el orgasmo, y casi se corre también en ese momento. Levantó sus caderas duro, luchando contra el clímax, absorbiendo el pezón profundamente en la boca mientras ella le agarraba con puños temblorosos el cabello mojado.

— ¡Dios, Syao! ¡Oh, Dios! —Exclamó, a la vez que él daba un grito gutural y se vaciaba en su interior de forma explosiva, bombeando profundamente el caliente esperma, en tanto que Sak se ceñía con las piernas alrededor de sus caderas y lo dirigía en su interior con anhelantes sollozos y gemidos, hasta que finalmente se dejó caer sobre ella. Syao escondió los labios entre su pelo húmedo de sudor, sintiendo sus músculos internos ordeñándolo tan perversamente.

Nunca se había sentido tan jodidamente completo en toda su vida. Quería quedarse enterrado profundamente en su dulce coño para siempre. Escuchó cómo la dificultosa respiración de ambos se iba aflojando hasta convertirse en profundas inspiraciones pausadas, y lamió la salada humedad de su garganta, disfrutando del estremecimiento de gozo que la atravesó. Sus músculos internos le apretaron la polla en tanto que dio un dulce murmullito de satisfacción y susurró:

—Dios, Syao… te amo tanto.

Sak lo sintió paralizarse y dejar de mover bruscamente el cuerpo cuando se lo dijo. Un sentimiento de desesperanzado pesar la inundó mientras esperaba a que se alejara, saliera de su cuerpo y sacudiera la cabeza ante su patética admisión. Ojalá no hubiera dicho esas palabras, ojalá se hubiera mantenido en silencio. Cerró los ojos para aguantar las lágrimas. Pero a medida que pasaban los minutos y se mantenía enterrado en ella hasta la raíz, sosteniéndola aún en un agónico agarre de jadeante placer, se atrevió a abrir los ojos y dijo débilmente:

— ¿Syao? ¿Te acabas de morir de un ataque al corazón?

La deliciosa grave risa de él retumbó contra su oído. Giró las caderas para tentarla a reanimarse.

—Casi… pero no del todo—Mordió su hombro desnudo y dio un intenso gruñido de lujuria al tiempo que comenzaba a moverse una vez más—. ¿De verdad querías decir lo que acabo de escuchar? —Susurró entrecortadamente contra su sien mientras empezaba a crecer de nuevo a la vida dentro de ella.

Curvando su pecho con un trémulo gemido de placer, Sak trató desesperadamente de recuperar la suficiente compostura para responderle, pero él volvió a hablar antes de que pudiera conseguirlo.

—Porque si no lo hiciste, ya no te dejaré renegar de esa declaración—Levantó la cabeza y bajó la mirada hasta el rostro de ella, húmedo por las lágrimas, mientras lentamente empujaba las caderas contra su interior, enterrando el miembro hasta las bolas, sacándolo a continuación casi hasta la punta, antes de empujar de nuevo con un profundo quejido de satisfacción. Sus ojos eran de un brillante color ámbar cuando se movió y le encontró una nueva zona erógena con su maravillosamente talentosa polla, enviándola vertiginosamente a otro orgasmo devastador que arrancó todo pensamiento de su mente, excepto el placer.

¿Podría hacerla morir de puro disfrute sexual? Su corazón latía tan violentamente que pensó que podría ser posible. ¿Qué le acababa de decir? No había captado bien sus palabras y todavía no estaba segura de lo que había oído. Todo lo que sabía era que la estaba conduciendo a la locura total con su cuerpo mientras, poco a poco, le sacaba la todavía sólida polla y suavemente la tumbaba sobre su estómago, levantándole el culo con sus finas manos, hasta que le puso el pene a nivel del coño. Y a medida que volvía a hundirle su longitud punzante, Sak profirió un grito de sorpresa cuando presionó delicadamente un pulgar contra su roseta anal y le susurró que simplemente se relajara y disfrutara.

Un hilo caliente de placer prohibido serpenteó a lo largo de cada nervio de su cuerpo cuando ese grueso dedo, lenta y suavemente, se abrió camino en su apretado agujero, entonces se deslizó poco a poco hacia afuera antes de pulsar de nuevo dentro.

—¡Oh, Mi Dios! —Gimió, mientras su cuerpo aceptaba con entusiasmo la oscura presión sensual y el músculo se aflojaba para permitirle insertar dos largos dedos para que le jodieran deliciosamente el culo a la vez que él continuaba empujando despacio, dentro y fuera de su coño.

—¿Me amas? —La voz era un raspante sonido de deseo mientras se inclinaba sobre su espalda para susurrárselo al oído.

—Syao, yo…—Empezó a entrar en pánico, pero él prosiguió sin permitirle hablar.

—Porque si lo haces, necesitas saber todo lo que te llevas con el paquete…

Se movió, deslizando sus dedos fuera con suavidad, y Sak sintió que el eje se amoldaba lentamente a su ajustada entrada, introduciéndose más profundamente de modo paulatino, hasta que estuvo asentado hasta las bolas dentro de su trasero. La deliciosa y dolorosa presión de esa verga enterrada en su canal prohibido la dejó sin aliento, con cierto deleite oscuro.

—¿Me amas lo suficiente para tomar todo lo que soy?

Sus palabras fueron tensas… tan tensas como el cuerpo que se presionaba con fuerza contra su espalda.

—Te amo… oh, Dios, te amo—Gimió cuando su miembro lentamente comenzó a moverse con suavidad dentro y fuera del espacio virgen. Jadeó mientras la llenaba a reventar.

—No tanto como yo te he amado todos estos años, Li—Murmuró Syao contra su hombro con voz poco clara, provocándole un grito de pasión al deslizar los dedos sobre su pubis para acariciarle el clítoris y conducirla al más increíblemente lujurioso orgasmo que había sentido nunca, con el lento movimiento de su polla enterrada en el trasero y sus dedos acariciando y pellizcando el latente nudo de nervios.

Su mente era incapaz de asimilar las palabras… y ella simplemente se dedicó a entregarse a los exquisitos placeres carnales de las relaciones sexuales con su marido.

Tenía el cuerpo gozosamente dolorido. Su esposo le había dado suficiente delicioso y ardiente placer para dejarla lacia, saciada por la dicha. Él se quedó en posición de cuchara contra su espalda, con el semi-duro pene apoyado entre sus nalgas y la mano ahuecada posesivamente sobre su monte, mientras dormía profunda y felizmente, arrullado por los sonidos de la lluvia sobre las tejas de madera vieja por encima de sus cabezas. ¿Realmente había dicho que la amaba desde hacía años? Tragó saliva. ¿Habían desperdiciado por completo siete años de este tipo de juegos amorosos?

Sak dio un suspiro tembloroso y se giró para mirarlo de frente, despertándolo mientras lo hacía.

— ¿Cuánto tiempo hace que me amas, Syao?

Él parpadeó, bostezó y le sonrió mientras ella lo observaba.

—Desde el primer día que entraste en mi oficina, creo…

—¿Por qué nunca me lo dijiste?

Inspiró profundamente y la colocó encima de su pecho, volviendo a acomodarse sobre la paja.

—Porque no reconocí lo que estaba sintiendo hasta esta noche. ¿Por qué?

Ella restregó su coño deliciosamente húmedo por encima del pene que lentamente iba engrosándose y observó su rostro sorprendido.

—Porque calculo que me debes unos siete años de sexo alucinante. ¡Por eso!

Los labios de él se curvaron perversamente cuando ella se levantó y se le acercó para levantarlo de la paja húmeda.

—¿Qué estás haciendo?

—Necesitas un baño—Su sonrisa lo dejó sin aliento mientras lo engatusaba para que se dirigiera a la escalera, con ese trasero deliciosamente desnudo tentándolo a seguirla.

—¿Un baño?

Sak ignoró su confusión mientras se abría camino por los escalones hasta la planta de abajo, y sólo cuando la alcanzó en la penumbra, entendió lo que estaba planeando. Ella estaba sumergiendo ambas manos en un barril que estaba lleno a rebosar de agua de lluvia, las sacó en forma de cuenco y las frotó por su vientre y por encima de su rígida polla erecta, que casi se desinfló instantáneamente por el contacto con el agua helada.

—¡Jesús! Qué demonios… —Gritó, saltando hacia atrás.

Su risa era contagiosa a medida que las sumergía de nuevo en el agua de lluvia.

—Bueno… sé lo que quiero, y si no dejas que te lave, ninguno de los dos conseguirá nada.

Syao se las arregló para soportarlo sin gritar mientras le limpiaba cuidadosamente el pene y los testículos, y cuando comprendió que ya estaba satisfecha porque volvía a estar absolutamente limpio, se estremeció y la arrastró a sus brazos para darle un hambriento, apasionado beso que recalentó su cuerpo con bastante rapidez.

Sak deslizó sus dulces manos por la carne temblorosa de su esposo, mientras lo apoyaba sobre el montón de paja que Syao ya había pensado usar como cama un poco antes. Dirigió una pícara sonrisa a la cara envuelta en penumbras de ella. Al escucharla susurrar, "Ahora, ¿dónde estábamos? Ah… sí… algo acerca de recuperar siete años sin sexo…", sus suaves palabras fueron suficientes para volver a ponerle instantáneamente la polla rígida

Ella se dejó caer en la paja y se arqueó tentadoramente. Él sacudió la cabeza y se deslizó sobre manos y rodillas, enmarcando su delicioso cuerpo con el propio mientras la sentía arrastrarle las uñas sobre los duros pezones. Con un silbido de alegría, se posicionó posesivamente sobre ella, que a su vez extendía las piernas para darle la bienvenida. Pero entonces, lo empujó y rodó encima de él, para ávidamente restregar su increíblemente mojado y ansioso coño sobre el palpitante eje.

Un profundo gemido le desgarró el pecho y echó hacia atrás la cabeza, en tanto que las manos de ella, encontraron su dolorosamente erecto miembro y lentamente se lo introdujo en la húmeda y caliente vulva.

—Jodido infierno, Li…—Se le quebró la voz mientras empalaba su firme cuerpo en la polla dispuesta. Sus sentidos estallaron con las intensas emociones que había descubierto tan recientemente, a la vez que su esposa lo montaba, con total desenfreno.

—No pienses que te librarás de pagarme esta deuda, Syao—Gimió mientras lo conducía hacia un placer descontrolado—. Me lo debes.

—¡Oh joder, sí! —Gritó cuando la sintió, en su orgásmico deleite, ceñirse alrededor de él como un puño cerrado. Ésa era una deuda que él nunca podría cubrir.

FIN