Bueno aquí voy con otro capítulo. Feliz Navidad y Feliz Año.

Como Perdonar

—Dante…tranquilízate—dijo por enésima vez en la cabaña Damián, mientras veía a su hermano enfurecido.

— ¡¿Cómo demonios quieres que me calme, cuando el hermano de uno de los…—el rostro del demonio se contrajo por el dolor del recuerdo-…olvídalo

Damián observo con tristeza a su hermano, el era el único que sabía cómo Dante la había pasado con la muerte de ella. Desvió su mirada de su hermano que se sentaba derrotado en una esquina oscura de la cabaña, Sango y Miroku estaban callados, por respeto a su hermano, pero por la expresión de su rostro sabia que Dante comúnmente no explotaba así, además de la última confesión de Adam.

Inuyasha observo con atención como el maestro de Kagome mostraba un dolor latente y lacerante, aunque entendía algo de ese sentimiento que ahora albergaba el demonio. La traición era un sentimiento que él sabía muy bien como de doloroso era. De pronto el olor de Kagome emboto sus sentidos y estoico espero la sacerdotisa…pero al ver el rostro de Kagome se sorprendió.

Estaba…era difícil expresarlo.

Pero cada gota de dolor se veía en el demacrado y pálido rostro de la sacerdotisa, sus ojos antes brillantes y llenos de vitalidad, ahora eran un chocolate oscuro y sin vida. Una furia bullo desde el interior de su sangre, Adam era el responsable de este estado.

— ¿Dónde está?—la voz ronca de Dante retumbo por toda la silenciosa cabaña, Kagome, cabizbaja se encogió de hombros.

—Kagome…Adam…

—Me explico todo—mascullo, mientras se sentaba en el suelo. Paso su mano por los ojos de forma exasperada.

-Es hermano de Akuma…-asintió, Dante sintió su furia renovada.

—¿Cómo pudo siquiera… ser entrenado por mi…? ¿Cómo demonios…?—un quejido lastimero salió desde el fondo de la garganta del demonio.

—Yo también lo siento Dante, realmente lo siento—la sacerdotisa lanzo una mirada de compasión al demonio que salía de la cabaña rápidamente.

Ella no sabía quién era ella. Esperaba algún día que el hablara con ella.

Pero entendía su dolor.

Y lo sentía.

Sango dio un paso hacia ella.

— ¿Qué…que te dijo Adam?—Kagome le dio una mirada inexpresiva.

—SI es el hermano de Akuma y Kurai…quiso asesinarme, y yo…yo como tonta…—soltó un sollozo y grandes lágrimas cayeron de sus ojos. Sango corrió a abrazar a su amiga, a su casi hermana. Con una mirada les pidió a todos que abandonaran la cabaña.

Primero salió Kikyo, después Miroku, que antes de salir le dio una mirada de comprensión a la sacerdotisa, e Inuyasha…

—Kagome…-musito- Yo…

— ¡Cállate Inuyasha!...no digas nada, no lo hagas. Me vale un carajo, no me importa. No cuando tú fuiste el primero en lastimarme. Solo…vete—mascullo con los dientes apretados, mientras lagrima por lagrima salían copiosamente de sus ojos.

Inuyasha estaba inmóvil. Nunca…Kagome nunca le había hablado así.

Salió rápidamente, encontrándose con la mirada de Miroku, quien había escuchado cada palabra de la sacerdotisa.

—Yo…nunca la lastime…-susurro.

—Si lo hiciste, Inuyasha. Solo que nunca estuviste ahí, noche por noche, cuando lloraba por tu partida o te veía en brazos de la señorita Kikyo. Ella aguanto mucho, ¿sabías?...pero el golpe de gracia fue el día que decidiste traer a Kikyo, la echaste. Hasta ahora se libera…

—Nunca pensé que esto la hubiera herido-exclamo mirando hacia la cabaña, en donde salió el olor salino de las lagrimas.

—Tú nunca sabes nada, Inuyasha-exclamo el monje, dando terminada con la pequeña charla con el medio demonio. Sin embargo, el demonio estaba más ocupado en escuchar los sollozos de la sacerdotisa…su mente trabajaba a toda máquina, sus recuerdos se agolpaban con velocidad vertiginosa., un dolor palpitante y lacerante se instalo en el centro de su cráneo.

De pronto su nariz detecto a unos metros el olor de Adam, que se acercaba lentamente a donde ellos estaban, clavo sus ojos entre el follaje del bosque esperando ver al demonio, sin embargo lo único que vio fue a un hombre acabado y triste. Sus ojos estaban opacos, sin vida, sus hombros caídos con derrota, de pronto, los ojos grises se clavaron en su pupila pero rápidamente voltearon hacia la cabaña.

— ¿Qué haces…maldito engendro?—pregunto Inuyasha, sintiendo como la ira corría por sus venas, pero para sorpresa de él, Adam lo miro con ojos llameantes en furia.

—No te atrevas a decirme nada medio demonio, que gracias a ti, es que Kagome no confía en nadie. Tú eres el peor para decirme algo ¿no? Deja que te recuerde que tú te fuiste con la sacerdotisa cadavérica. Yo…yo por lo menos la amo, y sé que tan importante es para mí, yo desde el primer momento supe que era un tesoro. Si, cometí errores, y como me arrepiento…pero…nunca me arrepentiré de haberla conocido.

Inuyasha se le corto la respiración. Jamás hubiera pensado el profundo sentimiento que tenia Adam por Kagome, sus solo ojos gritaban al viento el dolor de perderla.

— ¡Cállate! tu…—sin embargo fue callado, por Miroku quien sostenía su báculo en su cabeza

—El por lo menos fue valiente y dijo lo que sentía… ¿Tu cuando fuiste siquiera capaz de decirle que apreciabas cada cosa que hacía por ti? Cuando no tenía la obligación de hacerlo-exclamo el monje, mirando seriamente a su amigo, que aunque lo apreciaba, no era ciego ante los errores del medio demonio. El se había percatado de cada mirada que le fue dada a la sacerdotisa hace siete años y ahora, sentía su duda ante la decisión de haber perdido a Kagome…

—Acuérdate Inuyasha, que tu perdiste un futuro por aferrarte al pasado—exclamo Miroku mientras caminaba lejos de la cabaña, donde Shippo los esperaba.

El medio demonio quedo sin respiración al oír las duras pero verdaderas palabras del Monje, el no tenía derecho ahora de reclamar lo que hizo Adam, no tenia siquiera derecho a hablar de la sacerdotisa. No cuando el mismo le había hecho un gran daño. Bajo su mirada y apretó los puños a los costados…y con rapidez huyo de ahí, no sin antes de reojo ver a Kagome de pie en la puerta con sus ojos rojos y su mano apretando el pecho.

Necesitaba aire.

Con desesperación, necesitaba huir.

Adam abrió tanto los ojos que sintió que casi se le salían de sus cuencas, Kagome había oído cada palabra…sus ojos estaban húmedos y brillantes, aunque rojos de las lagrimas que antes derramaba, su respiración agitada y al parecer su corazón latía como caballo desbocado, porque tenía una mano en el pecho…

Como él.

Dio un paso hacia "su" sacerdotisa, que lo miraba confundida, con miedo y un sentimiento que no pudo ver, ya que rápidamente se deslumbro en sus ojos pero rápidamente los escondió.

— ¿Es…es verdad…lo…lo que dijiste?-pregunto temblorosa, sabía que de no tener a su lado a Sango hubiera caído de rodillas.

—Si…todo lo que dije antes y ahora era verdad. Yo te…—exclamo pero la cachetada de la sacerdotisa no se la esperaba, la vio de reojo, y al aprecer estaba tan sorprendida como el. Aunque, para él, era mejor eso que la indiferencia…claro que era mejor.

-No mientas...—musito.

—No te miento. Jamás lo haría—la mirada fulminante de la sacerdotisa lo hizo callar.

—Creo, que ya lo hiciste

-Lo siento, pero si te hubiera dicho desde antes que yo era hermano de…ellos, no hubieras confiado en mí. Yo quería en ti una amiga, pero me enamore de ti-la mirada desconfiada de la sacerdotisa le dolió en el pecho-—Solo…déjame seguir contigo…con ustedes. Somos compañeros…

—Eso dejo de ser cuando me traicionaste.

—Sí que eres terca. Te digo que lo siento, te lo juro. Pero entiendo que no me creas, así que te pido solo seguir con esto, te lo demostrare. Puedo ser igual de terco.

—Sí, lo sé…pero… ¿Por qué demonios estoy hablando contigo?—Adam se rio entre dientes y ella no pudo evitar sonreír, esto era lo que Kagome veía en la relación de Adam, el había sido y seguía siendo su salvación, con su carácter descarado y su potencial sonrisa de seductor. Sin embargo, las palabras de Kurai formaron un eco en su cabeza, que borro su sonrisa de inmediato.

Adam también dejo de reír.

—No sé qué demonios quieres Adam que haga. Me has dicho que me ibas a matar y además… Dante. El está herido, tus… esos seres mataron lo que más amaba. El ahora te odia

—Lo sé, y créeme que lo lamento. Dante fue lo más cercano con Damián a una figura fraternal que he tenido. Solo quiero…redimirme, acaso…yo…no merezco una oportunidad.

—No se…

Adam gruño por lo bajo, clavando una mirad enojada a Kagome.

—El medio demonio…a él si les diste otra oportunidad—gruño. Kagome parpadeo sorprendida.

—Claro que…

—Claro que si, Kagome. A él le diste demasiadas oportunidades. No directas, pero con tus acciones demostraste las muchas veces que esperabas algo de él. Hasta que te cansaste—Kagome volteo sorprendida y froto su palma en sus ojos, dándole la espalda al demonio. En ese momento se dio cuenta que estaban solos… ¿Cuándo se habían ido?

—Yo…solo te pido una. Una y te aseguro que no volveré a traicionarte.

—Adam...lo pensare-el rostro del demonio se ilumino en una gran sonrisa-—Sin embargo, la decisión de que continúes no es solo mía, es también del grupo. Eso incluye a Dante y Damián.

El rostro del demonio se endureció, pero la decisión estaba pintada en su rostro, asintió. Kagome ya no tenía más que decir así que empezó a alejarse hacia el bosque más tranquila, había hablado con Adam y su "declaración" le había retorcido el estomago de los nervios y algo mas, que aun en su confusión no lograba identificar.

—¡Kagome!-la sacerdotisa se detuvo al oír el grito de Adam, se volteo de medio lado —Si logro convencer a Dante…es una oportunidad…

Adam espero impaciente.

Y solo la sonrisa de Kagome respondió.

Esta vez el no la iba a defraudar.

Kagome retomo su camino…no sabía si había hecho bien en darle una oportunidad a Adam, pero él en todo el tiempo que llevaban conociéndose, en la Universidad tanto en su trabajo solo la había hecho reír, no la había lastimado. Además, algo que la misma vida le había enseñado era que todos merecían una oportunidad… ¿Quién era ella para no dársela?

Solo esperaba no haberse equivocado.

….

Dante estaba encolerizado, triste y devastado. Sus recuerdos se movían furiosamente en su cabeza: la hermosa sonrisa de…ella, sus ojos, su cuerpo, su alma…hasta decir su nombre era doloroso y agónico. Además de eso, no podía evitar sentirse dolido ante la traición del que considero casi un hijo o un hermano, Adam, al que con tanto esfuerzo habían entrenado, creando entre ellos un lazo.

Su más grande alumno.

— ¿Dante?

Adam.

— ¿Qué demonios crees que hace aquí?—gruño poderosamente, Adam enfrento su mirada sin un ápice de miedo.

—Arreglar contigo las cosas

— ¿Cómo demonios te—

—Lo siento

Dante lo vio con ojos entornados.

— ¿Qué has dicho?

—Lo siento. Sé que cometí el error de no haberte dicho nada, como mi maestro te respeto…y te aprecio. Créeme, Dante, nada sería más doloroso que perderlos a ustedes.

—Si realmente lo sientes. ¿Por qué lo hiciste?...

—Por miedo—Adam sonrio lánguidamente— Tenía miedo de perder lo único cercano a una familia que he tenido. Dante, antes de venir a cumplir esta misión, a penas entendía el significado de familia. Toda mi vida había estado con mis hermanos, eso era mi familia, en la oscuridad del infierno. Pero cuando los conocí a ustedes…ese concepto cambio. Además te entiendo.

—Nos traicionaste, Adam.

—Lo sé y por eso quiero que veas lo que yo fui y lo que soy ahora. Además, créeme no sabía nada de lo de tu amada.

— ¿Verlo?... ¿Ver qué?

—Mi pasado. Ser del Inframundo tiene sus ventajas—exclamo burlonamente mientras sostenía el brazo de Dante.

Adam cerró sus ojos y Dante sintió un pinchazo en su cráneo después de un terrible mareo. Unas luces brillantes cegaron su rostro y ojos, después todo fue oscuridad. Lentamente una imagen al fondo tomo forma, era un niño, un bebe que lloraba. Al lado del niño había una mujer esbelta pero sus ojos irradiaban maldad, dejo el niño envuelto en una simple sabana y salió de ahí.

—Esa era mi madre—hablo Adam, asustando a Dante.

— ¿Tu madre?—pregunto mientras veía al niño llorar en busca del calor materno. Lloraba a todo pulmón y sus pequeñas manitas buscaban aferrarse a algo…

—Sí, ese soy yo. Acabo de nacer, como te darás cuenta las mujeres del Inframundo no son precisamente las hembras mas maternales.

—Nunca tuviste a tu madre.

—Nunca. A nadie.

Adam tenía grabada en su memoria, su antiguo hogar, claro si eso podría llamarse hogar. Porque el Inframundo nunca había sido cálido, acogedor, nunca tuvo alguien para él.

— ¿Sabes?...siempre hubo algo que agradecí de haber nacido allí— soltó una carcajada amarga—Que aprendí a sangre.

— ¿Qué?

—A Sobrevivir

Dante vio horrorizado como la imagen se mezclaba y aparecía otra más nítida que hizo que su estomago se retorciera de las nauseas. Se escuchaba el látigo impactar contra la pequeña espalda del niño, la sangre chispeaba con brutalidad, sin embargo el niño se mantenía estoico, callado, aunque sus ojos refulgían del intenso dolor que sentía.

Literalmente, lo aprendió a punta de sangre.


Amaterasu97

Bueno aquí dejo este capítulo, ahí voy soltando pequeñas imágenes de la vida de Adam. No todo fue color de rosa. Espero les haya gustado, pero aviso que la actualización de esta historia será más lenta ya que espero concentrarme de lleno para acabar El Clan, que espero que de estos seis meses no pase, ya que pronto, también espero, entrar a la Universidad.

Dejen sus comentarios.

Ah…por fin aprendí como hacer el pinche guion largo.

Gracias y Buena Suerte y Abrazos.