Disclaimer: Death Note pertenece a Tsugumi Oba y a Takeshi Obata.

N/A: Esto es algo que le debo a la historia y a mí misma. Siempre quise hacer un varios años luego. Así que hoy, luego de dos años de haber concluido este fanfic, le hago justicia a ese deseo.

Dedicado a Gissel, la persona que más influyó a esto. Se suponía que era tu regalo de cumpleaños desde hace bastante jajaja. Más vale tarde que nunca :3

Y ya con esto yo cumplí. Te toca jajaja


Butterfly │


El reloj de pared marcaba exactamente las nueve y cuarto. Si sus cálculos no fallaban, Linda tenía poco más de dos horas en el quirófano, y por si ese no tan insignificante hecho no fuera suficiente para su angustia, se le sumaba el hecho de que en todo ese tiempo nadie había tenido la delicadeza de informarle la situación actual de su ahora esposa… y de su hija. Suya, de Linda y de él.

Era todavía tan extraño decirlo aunque fuera en su mente. Desde que Linda le había dado la noticia aquella noche después de la cena que tuvieron en conmemoración a San Valentín, no había podido asimilarlo. Ni cuando la barriga de Linda comenzó a crecer mes con mes o durante todas las veces en que la acompañó a adquirir montañas de ropa rosa. Ni siquiera estando en el hospital terminaba de creerlo. Aun así se encontraba ahí, tan quieto, convirtiéndose en un mueble más en la sala de espera y con los nervios a flor de piel.

No era como si no supiera cómo esa niña había llegado ahí. Casi podía asegurar en un cien por ciento que la engendraron en la víspera de navidad, esa noche en que Linda se veía especialmente bonita en ese vestido amarillo; tenía presente que la artista había cambiado de anticonceptivos y que eso mismo provocó un desajuste hormonal ocasionando que las nuevas pastillas fallaran y Linda quedara embarazada. Tenían poco más de un año de casados, no había sido planeado y, aunque la idea no le hubiese fascinado en un principio —molestia que supo ocultar muy bien—, ahora esperaba con un poco de ansias el alumbramiento.

Su vista volvió a dirigirse al reloj, solo habían pasado tres minutos desde la última vez que se giró a verlo. Comenzó a enredar uno de los mechones de su cabello con ímpetu. El tiempo pasaba demasiado lento y las noticias no llegaban.

Tuvieron que transcurrir otros veintidós minutos para que —¡por fin! — alguien pudiera darle información verosímil de la situación. La enfermera que se plantó frente a él era bajita y pecosa; una amplia sonrisa adornaba su rostro. Se dirigió, animada, hacia él, ignorando por completo el aura que destilaba.

—Usted es el señor River, ¿verdad? —Near se limitó a asentir, no quería perder tiempo en charlas sin sentido y poco productivas —. ¡Felicidades! ¡Todo ha salido muy bien! Su esposa está bien y ya es padre de una hermosa niña.

En efecto, una niña.

La enfermera también mencionó que a pesar de que Linda aún se encontraba algo débil, su estado de salud era bastante bueno; en unos minutos sería trasladada a una habitación y podría pasar a verla. Todo lo que dijo después fue irrelevante.

—¿Quiere ver a la pequeña? Venga, acompáñeme —Ni siquiera esperó respuesta.

Después de caminar algunos minutos por los pasillos del hospital, llegaron al área de maternidad. Al otro lado del cristal había varios bebés en su mayoría envueltos con frazadas azules. Su vista se detuvo en un cunero en particular, una de los pocos que parecían pertenecer a una mujercita. Curiosamente, la enfermera señaló ese mismo.

—¡Es ella!

Alcanzó a distinguir un bulto pequeño, más de lo que se hubiese imaginado que sería; de no haber sido por su pecho que subía y bajaba con tranquilidad, estaría preocupado de que algo anduviera mal con la bebé. La piel de la criatura tenía una tonalidad rosada y no se le alcanzaba a distinguir cabello. Diminuta, aparentemente albina y apenas y respiraba. A pesar de esos supuestos «defectos», comenzó a mirarla con una fascinación inexplicable.

Era su hija. Suya.

.

.

.

—Pero… ¿y si se me cae?

Near suspiró por enésima vez y miró hacia donde Linda, encontrándose con sus ojos castaños; aquellos que en lugar de irradiarle ternura o amor, ahora expresaban nerviosismo.

Junto a ellos, Misa Amane, quien cargaba a la bebe, se limitó a soltar una ligera risa.

—Eres su mamá. No va a pasarte eso.

—Pero es muy, muy pequeña. Sé que se me puede caer.

Contrario a lo que Near esperaba, Linda resultó ser bastante insegura respecto a la maternidad, sumando además su condición de primeriza. No la culpaba del todo, a él también le aterraba la idea de que la niña se cayera o de pronto dejase de respirar. A pesar de ellos daba su mayor esfuerzo. Linda, sin embargo, desde que llegaron a casa no se había atrevido a cargar a la niña ni una sola vez a menos que estuviera recostada o sentada. Así no podían avanzar.

Misa, como buena amiga de la familia, se había ofrecido a ayudarlos. Por primera vez Near sintió que Amane le llevaba ventaja en algo, después de todo la esposa de su ex-tutor ya tenía experiencia en esos asuntos; su bebé estaba próximo a cumplir un año de edad así que por ende ya estaba entrada en materia respecto a lo que a recién nacidos se refería.

Aunque a Near le parecía humillante tener que recurrir a sus consejos o incluso a los de Ele, no tenía opción.

—Algo parecido me ocurrió a mí, sabes —continuó Misa —. Así que debes confiar en ti y tus capacidades.

—Es que no…

—Nada, nada. —Misa negó con la mano. Paseo la mirada hasta detenerse en él —. ¡Ya sé! Near, cárgala tú, da el ejemplo.

Por más estúpida que Misa le pareciera, su petición tenía sentido. Acató la orden sin replicar. Quizá ese era el plus que Linda necesitaba para sacudirse toda esa inseguridad: verlo a él confiado.

Se acercó hasta donde Misa y extendió los brazos, recibiendo a la pequeña. Como imaginó, la niña apenas y pesaba. Al instante, el temor que debía sentir Linda también le invadió, sentimiento que, por suerte, poco a poco fue remplazado por la necesidad de no soltar a su hija y tenerla siempre así, acunada entre sus brazos, protegiéndola de cualquier peligro. Nunca había experimentado tal regocijo.

—Se parece a ti —mencionó Linda después de un rato, intercalando la mirada entre Near y la niña.

Near miró a la pequeña. Por más que lo intentó no logró ver esos detalles que Linda observó con claridad.

—Los bebés cambian mucho los primeros meses —se limitó a contestar.

Linda rio.

—Se ve que tendrá tu tonalidad de piel y tu color de cabello; heredo tu nariz y hasta la forma de tu cara. Dios, apuesto que incluso tendrá tu color de ojos —exclamó con una sonrisa. Minutos después su semblante se suavizó y comenzó a mirar a su esposo con dulzura —. Es tu hija, no lo puedes negar.

Near estaba por contestar algo mas el flash de una cámara le dio de lleno al rostro. Únicamente alcanzó a tapar a la pequeña, como si eso fuese a ocasionarle algún daño.

Miró a Misa de manera atenta mientras esta guardaba su cámara.

—Te veías genial con la niña y debía tomar esa foto. Era ahora o nunca, Near.

Más risas de Linda no se hicieron esperar.

.

.

.

Near regresó al trabajo y Linda tuvo la confianza de cargar a la niña de aquí para allá.

Pasaron algunos días, el proceso de adaptación comenzó. No solo Linda sufría sino que él también. Near nunca fue de dormir demasiado, no obstante ahora sus escasas horas de sueño le fueron arrebatadas por el llanto de la pequeña; comenzó a irritarle el hecho de tener que levantarse tan seguido a ver qué era lo que la pequeña necesitaba. El olor a excremento también le era sumamente desagradable, las montañas de pañales daban asco. Los bebés traían tantos problemas como había previsto. Sumado a todo eso, pronto surgió el problema más grande y molesto de todos: elegir un nombre.

No podían llamar a la bebé «la niña» o «pequeña» durante toda la vida. Ya era el momento de escogerle un nombre. Lástima que resultó ser más complicado de lo que ambos imaginaron.

—¿Qué te parece «Marianne»? —sugirió Linda.

Near miró a donde la niña y frunció los labios. Sus ojos se encontraron con los de la pequeña; dirigió su mano a donde la bebé y ella envolvió uno de sus dedos con su manita. Near aprovechó para mirarla con detenimiento, examinando su rostro con esmero. Ante la idea de su esposa, negó con la cabeza. La niña no tenía cara de «Marianne».

—Es un dilema. —Linda suspiró.

—Podríamos escoger el nombre de algún pariente nuestro —propuso él.

Linda abrió los ojos. ¿Cómo no lo habían pensado antes?

Se llevó una mano al mentón en un gesto pensativo.

—Mi abuela se llamaba Federica así que ese nombre queda descartado desde ya —rio de su propia broma, carcajada que valió por ambos. Dirigió su vista a la pequeña y luego a Near, se enterneció por la forma tan intensa en la que él la miraba.

Tal vez Near seguía sin creerse que la bebé era real. No lo culpaba, ella todavía tenía esa misma sensación.

—Mi madre se llamaba Laura y mi hermana igual —continuó rememorando —. ¿Qué hay de ti? ¿De tu madre? ¿Cuál era su nombre?

Near no despegó la vista de la pequeña para contestar.

—Natalie —respondió, simple.

Linda le miró para después sonreír al instante.

—Me habías contado que tú te pareces a tu madre, y la bebé se parece a ti. Creo que «Natalie» es el nombre adecuado —concluyó —. Natalie River —recitó, saboreando las palabras —. Se escucha bien. Queda bien.

No hizo falta ni una palabra más.

Nombre: Natalie River.

Sexo: Masculino ( ) Femenino (x)

Presentado: Vivo(x) Muerto ( )

Lugar de nacimiento: Boston, Massachusetts, E.U.A.

Compareció: El padre ( ) La madre ( ) Ambos (x)

.

.

.

—¿Y papi?

—No ha de tardar.

—¡Papi!

—No desesperes, Naty.

Fue creciendo a su imagen y semejanza. Los mismos rizos suaves, enormes ojos grises y la delicada piel inmaculadamente blanca. Creativa, tranquila, adelantada para su edad y con un curioso gusto por los rompecabezas y piezas de construcción. De igual manera también era de pocas palabras, guardaba sus palabras para pedir comida y atenciones especiales.

—¡Papi! ¡Papi!

Linda estaba por tranquilizarla una vez más cuando escuchó pasos adentrarse en la sala de estar. Giró su rostro para encontrarse con la silueta de su esposo acompañado de uno de sus socios, el que menos le gustaba recibir a Near pero el que más los visitaba.

—Se ha autoinvitado otra vez —explicó Near a la vez que se dirigía a la pequeña.

Natalie dio unos cuantos pasos y estiró los brazos una vez que estuvo frente a su padre. Near la alzó para darle un leve abrazo; la niña no perdió el tiempo, comenzó balbucearle el cómo había estado su día.

Linda admitía estar un poco, solo un poco celosa del lazo padre e hija que existía entre Natalie y Nate. Eran similares tanto en aspecto como en carácter y parecían llevarse bastante bien, a veces parecía que la dejaban de lado. Que mientras ella fuera para Natalie «mamá» o «Lucy», se dirigía a Near como «papi» en un tono demasiado dulzón incluso para su edad; y Near, en pocas palabras, era más cariñoso con su hija que con ella misma.

—Vaya, Nate, hasta pareces humano.

Linda miró a Beyond el cual observaba la escena fraternal entre su esposo y su hija con algo de burla.

La artista estaba por reprocharle el comentario pero al analizarlo por segunda vez no pudo evitar que le causara gracia. Soltó una suave risa ante ello, ganándose la desaprobación de su marido, el apoyo de Birthday y la sorpresa de la pequeña.

—Última vez que vienes a mi casa —declaró Nate sin soltar todavía a Natalie.

—Sabes que eso no es verdad. Volveré.

—O yo lo invitaré —intervino Auditore —. Me caes increíble, sería una lástima dejaras de venir.

Near alzó una ceja, Linda volvió a reír. Por más patético que fuera celar a su esposo y a su hija, esos eran sus momentos de desquite.

.

.

.

A veces Linda solía tener golpes de inspiración. Con el paso del tiempo, Near logró acostumbrarse; ya no le causaba ningún tipo de incertidumbre el que de pronto Linda se encerrará en el estudio con llave, música a todo volumen y cero contacto con el exterior.

Sin embargo, eso volvió a representar un verdadero problema ahora que Natalie estaba con ellos.

No era como si no le gustara pasar tiempo con su hija, al contrario, amaba los momentos cuando llegaba del trabajo y pasaba tiempo con ella. Pero ahí iba parte del problema. Cuando llegaba, Naty ya había comido, se había bañado y tenía un pañal limpio, todo cortesía de Linda. Ahora la pequeña estaba sucia, olía mal y lloraba por hambre o por todos esos factores juntos, quien sabe.

Near maldijo a los artistas, a la inspiración y hasta a la misma señora River.

Aun así, como se esperaba, logró sobrepasar esa prueba. Aprendió a aguantar la respiración y cambiar pañales, a bañarla y combinar ropa, también aprendió a peinarla —aunque al principio no pasaba más allá de las dos coletas—. Quedarse a solas dejó de ser un problema.

No obstante este regresó mientras Natalie comenzaba a crecer.

Las horas de sueño se redujeron de manera considerable, la energía de la niña se duplicó y comenzó a ser más selectiva en cuanto a atuendos y comidas se refería.

Comenzó a buscar su propia ropa, de pronto las patatas dejaron de agradarle y se convirtió en una verdadera fanática de los caramelos. Mientras dejaba atrás la etapa de bebé convirtiéndose de a poco en lo más parecido a una niña, más difícil se volvía para Near y Linda.

Los juegos cambiaron un poco, los colores brillantes no eran suficientes. Durante una temporada le dio por sentirse estilista; robaba el maquillaje que Linda dejaba a la mano para usarlo en ella misma, o inventaba extravagantes peinados que lucían sus muñecas o ella misma.

Durante una tarde, como pocas veces, Near llegó completamente exhausto del trabajo. Necesitaba de una siesta con suma urgencia. No pasaron ni dos minutos y ya se había quedado profundamente dormido, ignorando todo lo que le rodeaba.

Mas lo sintió como un pestañeo. De pronto escuchó el sonido de una cámara y un lamento de Linda. Abrió los ojos de a poco y de desperezó durante unos minutos. Linda no le quitaba la vista de encima, tampoco Natalie, y ambas parecía que se echarían a reír en cualquier rato.

—¿Qué sucede? —No pudo evitar preguntar.

Linda estaba por explicarse sin embargo no pudo aguantarse más lo que sea que tuviera. Soltó una sonora carcajada, echándose a reír de forma escandalosa seguida de su hija, la cual también parecía que se le agotaría el aire.

—Es que te ves sumamente guapo.

Near no entendió. No era la primera vez que Linda comentaba acerca de su aparente atractivo sin embargo esta vez no la sintió sincera, sumada su burla no podía hacer más que desconfiar de sus palabras.

—Pelo papi gacioso. —La dicción de Naty no era perfecta pero sí entendible. De inmediato tradujo lo que le dijo a su lengua natal.

Near se levantó de la cama, dirigiéndose rápidamente hacia el tocador. Miró su reflejo en el gran espejo que Linda tenía. Ahora lo entendía todo.

Su cabello estaba peinado en dos asimétricas coletas, bastante mal hechas; aparte de todo, los lazos rosas que las ataban no hacían más que darle un aspecto todavía más deplorable —y cómico— a su imagen.

—¿Guta, papi?

A pesar de que en otra circunstancia o con cualquier otra persona se hubiera comportado diferente —hubiera sido ofensivo sin necesariamente intentar serlo—, con Naty se limitó a dar un asentimiento de cabeza.

Era difícil irritarse con ella.

.

.

.

Natalie y Otto, el niño de Ele y Misa, eran compañeros de juegos.

Cada jueves por la tarde y durante los fines de semana, el pequeño venía a visitarla o ella iba a con él. Parecían llevarse muy bien y se convirtieron en buenos amigos —o lo más cercano a ello— en poco tiempo. A Misa le gustaba bromear diciendo que Naty sería la novia de Otto cuando crecieran, Near la mandaba a callar y argumentaba una escueta palabrería de que todavía no era momento de hablar de esos temas.

Otto tenía tres años, era alto para su edad, ya caminaba a la perfección y su lenguaje era entendible; cabello negro, los ojos de su madre y la misma vitalidad de esta. Era más despierto, después de todo tenía casi un año más que Natalie. Y a Near su hija se le figuraba una muñeca de cristal al lado del hijo de su tutor o de cualquier otro niño.

—¿No crees que es brusco? —comentó Near a Linda sin despegar la vista del alboroto de los infantes.

—En absoluto —respondió Misa, quitada de la pena —. Otto es muy cuidadoso y Ele le ha enseñado a ser delicado con Naty y todas las niñas.

A su lado, Lawliet asintió.

—Relájate, se llevan bien. Son pequeños —recalcó Linda. Tomó la mano de Near y la apretó suavemente, esperando de esa manera poder relajarlo.

—Eres bastante exagerado, Near. —De pronto, Ele tomó la palabra. El aludido alzó una ceja, esperando una explicación —. El juego no tiene nada de brusco, solo ambos son muy escandalosos. Es propio de los bebés.

—Algo puede pasarles y tú pareces quitarle importancia al asunto.

—No lo hago.

—Lo haces.

—Eres tan sobreprotector como pensé que serías.

Near estaba por contestar a eso, no obstante su atención se desvió a un asunto todavía más importante que las peleas absurdas con Lawliet.

Natalie y Otto tomados de la mano.

Los comentarios de Misa no hicieron más que acrecentar su descontento.

—¿Qué les dije? ¡Serán el uno para el otro!

—Yo no quiero emparentar con ustedes —interrumpió Near, no quería escuchar ningún otro cuento de esa índole.

Si por él fuera, no emparentaría con los Lawliet ni con nadie. Le aterraba la idea de imaginar a su hija al lado de cualquier chico. ¿Y si este resultaba ser un patán? ¿Y si le hacía sufrir? ¿Si la trataba como él llegó a tratar a Linda?

No, no y no. No iba a permitirlo. Los chicos no tenían cabida.

Aprovechó el anunció de que la cena estaba lista para acercarse a Natalie y tomarla entre sus brazos, separándola de ese futuro prospecto de pretendiente.

—Son solo niños, Near.

Las excusas de Ele, Misa y hasta de Linda no iban a distraerlo.

.

.

.

Cuando Natalie cumplió cuatro años, todo pareció volver a tener un cauce normal.

Ya no eran necesarias tantas atenciones como cuando era una bebé. Ahora era más fácil entretenerla y jugar con ella, los resfriados dejaron de ser un tema delicado y su entrada a preescolar les permitió dar un respiro al menos por un par de horas.

Near se sorprendió de lo rápido que pasaba el tiempo; Linda se preguntó en que momento Naty había dejado de ser una bebé.

Después de terminar de enviar un par de correos, Near se quedó observando la imagen de fondo de pantalla que Linda le había obligado a poner. En ella se encontraban ellos tres, con una Natalie, de apenas un año de edad, en medio de ambos, sonriendo ampliamente.

—¿Te da nostalgia? —preguntó Linda al verlo observando de manera tan atenta la foto. Dejó el libro que tenía entre manos y observó a Near con dulzura —. A mí sí. El tiempo pasa tan rápido.

Near no pudo más que suspirar. Asintió luego de ello.

—Demasiado. ¿Cuándo pasó esto? —Near jamás hacia preguntas existenciales; esta vez fue inevitable no planteárselo.

—Igual… vele el lado positivo. Poco a poco hay más tiempo para nosotros.

Sin decir nada más, Linda se descobijó; retiró la laptop de Near y la puso sobre la cómoda para después sentarse en su regazo, en ese punto exacto que hasta a alguien como Near hacía perder la razón. Lo abrazó por el cuello y rozó ambas narices. Auditore sonrió de manera pícara.

—¿Quieres que le hagamos un hermano? —Near adivinó de inmediato sus intenciones.

—Sí, está muy sola. Yo también —ronroneó en su oído —. Necesito un poco de atención.

Se besaron de forma apasionada, Linda moviéndose de manera sugestiva y Near intentando tantear sus senos por debajo del camisón. Sin embargo el sonido de la puerta abrirse los regresó a la normalidad. Linda volvió a su lugar en una milésima de segundo y Near cubrió con una cobija aquella parte de su anatomía que había comenzado a despertar.

En el marco de la puerta, Natalie se encontraba de pie; sostenía su peluche favorito con una mano y con la otra el cuento que les obligaba que le leyeran cada vez que se le dificultaba conciliar el sueño.

—Mami, papi, ¿puedo dormir con ustedes?

Ambos asintieron. El hermanito tendría que esperar.

.

.

.

—Júntate más, Linda.

Acató la orden de Watari. Se acercó un poco más a donde Near el cual cargaba a Natalie. A pesar de que ya estaba más grande, y más pesaba, no se quejaba por sostenerla. Linda suponía que debía aparentar muy bien.

—¿Así?

—Perfecto.

Watari les sonrió y volvió a colocarse detrás de la cámara. Ajustó un par de cosas. Una vez todo listo, volvió a mirarlos.

—¡Digan cheese!

Linda lo dijo, Naty también, Near permaneció en silencio pero aun así intentó mantener un buen semblante para la fotografía.

La imagen de la familia River quedó inmortalizada.

.

.

.


¡Hola!

Yo recuerdo haber publicado esta historia el 14 de septiembre pero fanfiction me lo marca como si lo hubiera hecho el 15. Le hice caso a mi intuición y por ende sí publiqué el 14, el día del verdadero aniversario :D

No fue algo muy largo pero ya me era necesario. Espero que este pequeño extra haya podido mantener la esencia del fic en general. Por mi parte me siento contenta y satisfecha, espero que todos ustedes también quedaran con un buen sabor de boca.

Juro que no será la última vez que publique algo de esta pareja. Amo el NeLi así que es cuestión de tiempo para que vuelva a escribir otra historia de ellos dos como protagonistas.

Y ahora sí, sin ya nada más que agregar, me despido :3

Arrivederci…