Capítulo 38: Un salto de fe
Sus labios se mueven contra los míos cargados de furia, sorpresa, frustración y necesidad. Una vez superada la estupefacción, me toma de la cintura y me apreta contra él, con fuerza, tratando que no quede ni un soplo de aire entre nuestros cuerpos. Yo le respondo con la misma pasión, o tal vez es él quien responde a la mía. Mis manos están alrededor de su cuello, acercándolo más como si él pudiera o quisiera escapar. Nuestras bocas parecen estar inmersas en un baile sin ritmo claro, solo concentradas en cuestionar, retar y derrotar al otro.
Parece como si toda la confusión, ira, dolor y frustración de los días anteriores por fin viera la luz en este encuentro, que en vez de apagar el fuego, solo lo aviva más. Nuestras manos ya no están quietas. Parece que los dos entendimos que ninguno planea escapar del otro, y han decidido continuar su propia marcha. Yo recorro su cabello, sus hombros, sus brazos y su espalda, y, por su parte, lo siento en todos lados: en mi cintura, mis brazos, mi cabello y mi rostro.
Su calor, su aroma y su presencia es asfixiante y adictiva. Parece dispuesto a tomar cada parte de mi ser, mientras me entrega cada espacio del suyo. Y quiero más, más y más. Con cada movimiento y cada provocación crece mi ansia de él.
Pero termina. Él me muerde el labio provocativamente y deshace el beso abruptamente, con la respiración agitada, las mejillas enfurecidas y la mirada hambrienta. Cuando tomamos un poco de distancia, puedo notar también su cabello despeinado, su camisa desarreglada y que esa herida en su mejilla ha vuelto a sangrar. No quiero imaginarme que apariencia tendré yo.
Mi respiración también está agitada y siento mis labios palpitar con furia, pero nada de eso importa. Lo único que importa es James, quien me mira con los ojos ardientes, no sé si de ira o deseo.
Intentamos recuperar la compostura sin apartar la mirada del otro y, mientras detallo todas las tonalidades de café en sus ojos, lo comprendo.
Lo quiero más de lo que he querido a nadie antes.
Lo necesito a mi lado.
No puedo perderlo.
La realización de lo mucho que lo tengo clavado dentro de mi ser y lo mucho que deseo que este no sea el último beso se convierte un corrientazo que amenaza con detener mi corazón. No solo lo quiero; estoy perdidamente enamorada de él. No lo puedo negar más… Ahora soy una mujer más enamorada de James Potter y eso significa que me he convertido en lo que juré que no sería.
La reaparición de todos mis incomprensibles miedos me sobrepasa y comienzo a llorar. Primero es una lágrima traicionera, pero mientras su cara queda marcada por la estupefacción y pronuncia confundido mi nombre, se convierte en un vergonzoso torrente de agua salada.
No otra vez…
Yo me cubro la cara y hago un esfuerzo por controlar mi respiración. No quiero que me vea así. No quiero que piense erróneamente.
¿Por qué es tan difícil ser honesta?
¿Por qué me cuesta tanto confiar?
Dentro de mí hay una lucha desordenada y caótica. Lo sé, sé que es diferente. Sé que me quiere, sé que puedo confiar en él y que, aunque pueda equivocarse, no haría nada para lastimarme. Y al mismo tiempo están las otras. Otras como yo que terminaron llorando en un baño con las ilusiones destrozadas por su culpa; tantas que creyeron que podría ser diferente, otros corazones que latieron por su sonrisa. No, no puedo seguir así.
No más, Lily. Ya sabes qué es lo que quieres hacer.
Puedo confiar en él. Tengo que hacerlo.
Hago un esfuerzo por controlar mi respiración y mi llanto. Si ya tomé mi decisión, es el momento de seguirla. No más dudas; no más incertidumbre. Que pase lo que tenga que pasar. Inhala y exhala. Otra vez. No he sido justa con él, porque James ha hecho todo lo posible por demostrarme que es diferente, que me quiere, que es sincero, que ha madurado… no puedo seguirlo juzgando por su pasado. No puedo ser tan injusta; si él me ha perdonado tanto, ¿por qué yo no? Tengo que controlarme, no puedo seguir llorando. ¿Qué pensará él?
De repente siento su presencia frente a mí. Veo sus pies en el suelo, y me cubro más fuertemente la cara con las manos para que no la pueda ver. Mientras sigo intentando controlar mi cuerpo, siento su mano apoyarse en mi espalda, mientras me abraza y con la otra mano comienza a acariciar dulcemente mi cabello.
- James, por favor, perdóname – balbuceo estúpidamente.
Yo sigo murmurando cualquier cosa que pasa por mi mente para que no sean mis sollozos lo único que resuene en el baño, aunque sé que no tiene sentido. Sin embargo, él logra quitarme las manos del rostro y lo levanta hacia él. Me mira con incertidumbre, casi temeroso. El latido emocionado de mi corazón es todo lo que faltaba para recordarme que he tomado la decisión correcta. Él acerca lentamente su rostro al mío y la respiración me falla, pero no muevo un solo músculo para no espantarlo. Él termina de cerrar la distancia entre nuestros labios y presiona suavemente los suyos contra los míos llenos de lágrimas, lo que se convierte en un dulce beso que detiene por completo mi lastimero llanto.
Merecemos ser felices y no seré yo quien lo arruine.
Él me acaricia lentamente el rostro y yo me seco las lágrimas bruscamente. Hay una certeza entre los dos, rodeada de un halo de expectativa e incertidumbre. Él me regala una pequeña sonrisa y yo vuelvo a respirar.
Entonces miro a nuestro alrededor y comprendo por qué de repente me vi rodeada de tantas certezas y tantas dudas. Estoy rodeada de historias y recuerdos que me alejan de él y me acercan a la imagen que solía tener de él. Es el miedo; el ridículo miedo. Él merece más.
- Salgamos del Castillo –le digo, él me mira sorprendido- vamos a un lugar donde podamos hablar con más libertad.
Él me regala una de sus características sonrisas y saca algo de debajo de su camisa. Es la capa de invisibilidad.
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No hablamos durante todo el camino. Camino detrás de él, muy cerca de su cuerpo bajo la capa de invisibilidad, y hago enormes esfuerzos por coordinar mis pasos con los suyos, para no pisarlo como aquella primera vez. Mi mente va a toda velocidad, completamente asombrada de lo que estoy haciendo, mientras esquivamos profesores y estudiantes y caminamos por los pasillos conocidos como dos fugitivos en nuestro camino hacia la estatua.
Bien habríamos podido hacer todo este recorrido de manera visible, pero no quisimos que ninguna interrupción innecesaria detuviera nuestro camino. Para mí, es lo mejor, así deba tener especial cuidado de no pisarlo, ya que así evito cualquier detonante que me llene de más dudas frente a lo que he decidido hacer. Lo sorprendente es que incluso cuando cruzamos la estatua de la bruja tuerta, continuamos en silencio. Aunque tal vez sea lo mejor, porque nos ayuda a ordenar nuestras ideas frente a todas las idas y venidas de los días pasados. Sin siquiera comprenderlo, me obligué a mí misma a tomar una decisión y lo elegí a él. Es aterrador, porque las certezas que me llevaron a apartarlo de mí la primera vez no han desaparecido. Sin embargo, también he comprendido que estar con él, más que un suicidio o un camino directo a un acantilado, es un acto de fe.
Él ya no es el mismo idiota de antes. Yo tampoco soy la misma testaruda de antes. Y James es ahora más maduro; sí, todavía es emocional, impulsivo, bromista y algo infantil, pero es por todo eso que también es capaz de siempre hacerme sonreír. Es una de las pocas personas que conoce mis luces y mis sombras, y aun así permanece a mi lado, me quiere y nunca ha dado un paso atrás. Nunca me deja de sorprender; y es consistente en todo su ser. Él nunca me ha fallado.
¿Por qué voy a fallarle yo ahora?
Al final, todos mis pensamientos me llevan al mismo lugar. Quiero intentarlo y no dejaré que mis miedos se sigan interponiendo en el camino; pienso aliviada. Cuando salimos del oscuro túnel para salir en Honeydukes me siento más tranquila, como no me he sentido en los últimos días con toda la confusión, culpa e ideas revueltas que me atormentaban. James se escabulle delante de mí y revisa que la tienda esté vacía. Cuando comprueba que efectivamente lo está, me hace señas para que lo alcance y finalmente salgamos al helado viento de Hogsmeade.
Tal vez me arrepienta, pero no puedo dejarlo ir.
Lo primero que noto es que está atardeciendo, lo que me sorprende, pues entre los sucesos del lago, el baño y el largo camino, habría jurado que era mucho más tarde. Me alivia ver el cielo tomar ese cálido tono, porque presiento que es casi como una señal. James dice mi nombre, para llamar de nuevo mi atención y me indica que continuemos. Me lleva a las Tres Escobas, que, sorprendentemente, alberga muchas más personas de las que cabría esperar un día entre semana a una hora tan temprana. Y mientras el cómodo aire del bar me ayuda a desentumecer mis músculos, él me pide que me siente mientras pide algo en la barra.
A medida que me acerco a la mesa, me siento y miro su espalda apoyada en la barra, mis nervios comienzan a crecer a una velocidad vertiginosa inexplicablemente. Las manos me sudan, me siento inquieta, mi estómago se encoge y, de repente, deseo que Rosmerta se demore mucho más en servir esas bebidas
¿Y ahora cómo le voy a decir todo lo que pensé?
No puedo volver a arruinarlo. Sin embargo, ¿Cómo puedo decir todo esto sin parecer una completa tonta?
Demonios. Qué nervios.
Lo veo acercarse a mí como si de una película de terror se tratara. Entre más cerca está, más se intensifica el hueco en mi estómago y el temblor en las manos. Siento que podría olvidar mi propio nombre si llego a sentir un poco más de nervios. Así que cuando él pone una cerveza de mantequilla al frente mío y se sienta en la silla de adelante, yo a duras penas logro mascullas un "gracias" ahogado y confuso; lo que me hace sentir no solo inquieta, sino también avergonzada.
Nos miramos en silencio sin siquiera tocar nuestras bebidas. La herida en su mejilla ha vuelto a secar, pero su apariencia dista de ser perfecta. Está sucio, desarreglado, despeinado y cansado; lo único que es propio de él son sus ojos, que brillan de nuevo, a la expectativa de lo que diré ahora. Quisiera esconderme debajo de la mesa hasta que mi estómago dejar vueltas.
- Creo que es tu turno de hablar - dice.
Me está poniendo a prueba, comprendo. Quiere saber si volveré a echarme para atrás o si, en cambio, esta vez estoy dispuesta a continuar. También me está diciendo que, aunque no todo está perdido, no está dispuesto a volverme a rogar.
Está bien. Yo me lo he buscado.
Ahora, ¿cómo digo todo lo que tiene que saber?
Le doy un sorbo a mi cerveza de mantequilla para ganar algo de tiempo, y luego abro la boca sin haber decidido que voy a decir.
- James... Yo... Sé que actúa mal... Creo que tú... La verdad es que siento... No quise... No debí... Tú sabes, frente a lo que pasó...-todas estas ideas inconclusas salen de mi boca apresuradamente. No logro terminar una frase ni darle a nada sentido. Cierro la boca.
Se tengo que limpiar las manos con mi túnica de lo mucho que me sudan y el hueco en mi estómago no ha querido menguar. Su mirada sigue clavada en mi rostro y no hace más multiplicar los nervios. Paso un poco de saliva nerviosamente mientras trato de ordenar las palabras en mi cabeza. Necesito decir esto bien. Él se lo merece.
James me mira con algo que parece solidaridad, pero guarda silencio, consciente de que necesito un momento para poder hablar claramente. Aun así, no aparta los ojos de mi rostro, lo que no me ayuda para nada. Tengo que controlarme. Entre más rápido y más simple haga esto, mejor será para los dos. ¿Qué es lo que quiero decirle? Solo dilo de una vez, crudo, sin colores ni atenuantes. Solo dilo.
Respiro profundo.
- Lo lamento. Lamento haber sido tan cobarde. Lamento no haber confiado en ti y haber sido tan estúpida. Tú tienes razón.- mi voz suena apresurada, nerviosa e insegura, pero no me importa; este puede ser el único momento que me queda para decirlo - te quiero, James.
Lo dije. Finalmente lo dije.
Su rostro es una mezcla de estupefacción y alegría. Ahora es él quien parece tener las ideas revueltas, pues me mira con los ojos bien abiertos y una expresión graciosa. Toma su cerveza de mantequilla y toma un largo y ansioso trago cerrando los ojos. Cuando termina, me mira con un poco de precaución.
No puedo creer que esto esté pasando.
- ¿Y eso qué significa? - pregunta tras un momento.
Miro detalladamente cada parte de su rostro y me voy llenando de recuerdos. Nuestra primera pelea en el tren; nuestras diferentes discusiones durante nuestra infancia; aquellos grandilocuentes intentos por ayudarme con bobadas en cuarto año; seguidas por mis diferentes castigos cuando obtuve el título de prefecta… aquella horrible tarde en la que hechizó a Snape y terminó llevándome a terminar nuestra amistad.
Peleas, peleas y peleas. Tantos encuentros y desencuentros que sería imposible contarlos, hasta que ganó el título de Premio anual; hasta aquella broma a los Slytherin que lo cambió todo. Sus eternos intentos por acercarse a mí, por romper mis defensas y ganarse mi confianza y mis desesperados intentos de resistencia que siempre han terminado hiriéndolo. Cuánto me ha costado aceptar que él ganó. Y yo también.
- Significa que ya no seguiré huyendo. Ya no negaré más que eres el hombre más inteligente, más divertido, y más confiable que conozco -las palabras se atascan en mi garganta y tengo que luchar para sacarlas, pero al mismo tiempo me hace feliz decirlas por fin- lamento haber tardado tanto en entenderlo. Pero quiero que sepas que esta vez es en serio, no voy a herirte más. Voy a protegerte de todo lo que pueda lastimarte, incluso de mi insensatez. Desde ahora, siempre que quieras, estaré a tu lado… y eso porque estoy enamorada de ti, James.
Él me mira con la boca abierta y los ojos brillantes. Poco a poco parece comprender lo que quiero decir y en sus labios se va formando una sonrisa que se extiende como el amanecer. Yo tomo otro avergonzado sorbo de cerveza de mantequilla mientras siento mi cara arder.
Entonces él suelta una risa; una alegre, nerviosa y estruendosa risa que sorprende a todos en el bar. Yo me hundo un poco en mi silla y le murmuró que se calme, pero él no me escucha. Sólo ríe, se levanta de un salto de la silla y levanta la cerveza mirando a su alrededor.
- Hagamos un brindis por las pelirrojas, porque sin importar lo testarudas que sean, nunca dejaremos de amarlas- levanta su cerveza y, de alguna sorprendente manera, todos en el bar se ríen y exclaman al mismo tiempo:
- ¡Salud!
- Rossi, una ronda para todos. ¡Yo invito! - grita eufórico. Todos lo aplauden y vitorean tratando de encontrar la razón de tan alegre derroche de licor: mi persona. Puedo sentir la mirada de todos sobre mí y me siento tan avergonzada que no sé si esconderme debajo de la mesa, desaparecerme o simplemente reírme con ellos. Mientras me debato entre mis pocas opciones, mis ojos encuentran su rostro extasiado, incrédulo y complacido; y hago lo último sin apartar la mirada de él.
¿Cuándo fue la última vez que lo vi tan feliz?
Qué guapo se ve.
- ¿Estás hablando en serio, Lily? –me pregunta al volverse a sentar, luego de que los vítoreos terminan- ¿No te echarás para atrás?
¿No debiste preguntar eso antes de invitarle una cerveza a todo el bar?
Pero el pensamiento se queda atascado en mi mente porque una leve oscuridad aparece en el fondo de mi cerebro. Una imagen potente e indeseada se apodera de mi mente; es Jessica Roche llorando desconsolada, abrazándose a sí misma mientras pregunta a gritos en qué se equivocó, mientras sus amigas solo logran abrazarla y pasarle trozos de papel. Ella es una de todos aquellos fantasmas que no me han dejado de perseguir desde aquel primer beso… desde su primera confesión. ¿Podré resistir a su lado? ¿Seré capaz de mantenerlo a mi lado? ¿Puedo confiar en él? Su sonrisa se congela y se torna fría al darse cuenta que no puedo contestar. Su mirada se nubla y la baja claramente decepcionado. Se toma un momento mirando su cerveza antes de volver a mirarme.
Dios, ya había hecho las paces con esto. ¿Por qué tenía que dudar ahora?
- Lily, tú me acabas de decir que estás enamorada de mí.
- Eso dije.
- Y que no quieres huir más.
- Exactamente.
- También te acabas de disculpar por no haber confiado en mí.
- Y lo dije de verdad – le digo con la voz más clara y segura que puedo conferir.
No, no quiero ver esa mirada triste. Sí, estoy llena de miedos y de dudas y tal vez no tengo claro hasta dónde seremos capaces de llegar, pero lo quiero intentar. Quiero estar contigo. Por favor, James, solo ten un poco de paciencia.
¿Por qué es tan difícil decir esas palabras?
- ¿Entonces qué es lo que pasa? ¿Por qué sigues dudando?
Me da miedo hablar. Sé lo que pensará. Lo mucho que le dolerá que use su pasado contra él. Sé que ha cambiado y que ya no es el mismo casanova, pero no deja de aterrarme que algún día vuelva a serlo. Y aun así, es muy injusto de mi parte sacárselo en cara.
James estira su mano a través de la mesa y la posa sobre la mía. Me mira con ojos turbios y ansiosos. Mis dudas lo confunden y, aun así, veo comprensión en su mirada.
- ¿Qué te parece si empiezo yo?
- ¿Tú? – pregunto desconcertada.
- ¿Acaso crees que eres la única que tiene miedo?
¿No es eso algo que diría Remus?
Sonrío al comprenderlo.
- ¿De qué tienes miedo? –pregunto deseosa de conocer la respuesta.
- Lily… desde que te conocí, desde nuestra primera pelea, y desde que comencé a ver cada uno de tus colores, he sabido que mi destino está ligado al tuyo para siempre. Ya no me siento tan libre como antes y no pienso como antes, porque todos mis pensamientos siempre vuelven a ti –sus ojos se ven claros, honestos, aunque su expresión es un poco ansiosa- desde el momento en que comenzamos a hablar de verdad, desde aquella broma a los Slytherin y aquella vez que me pediste perdón, cambiaste mi destino para siempre. Estoy ligado a ti para el resto de mis días y no importa cuánto me esfuerce por olvidarte o convencerme que estaría mejor sin ti, sigo amándote. ¿No crees que es aterrador?
Simplemente dejo de respirar. No recuerdo si estaba a medio camino de inhalar o exhalar, porque el aire se congela en mis pulmones. Sus palabras son lo más hermoso y revelador que he escuchado nunca. Es como si, de pronto, le diera forma a algo que siempre intuí pero no podía descifrar. Algo que estaba ahí, pero no podía ver.
¿Por qué si no él fue la segunda persona que conocí al entrar en este mundo mágico? ¿Por qué otro motivo ha sido una presencia infaltable, para bien o para mal, en cada uno de los momentos decisivos de mi vida?
Todo esto acompañado de su mirada sincera, su cálido tacto y su sincera voz, me sobrepasa. Mi corazón late con fuerza y sé que es por él; quisiera abrazarlo, besarlo y decirle cualquier cosa que lo hiciera sentir tan halagado y feliz como yo. En algún punto recupero la habilidad de respirar y tomo su mano y la acerco a mi rostro para sentirlo más cerca.
- No creo que para mí haya vuelta atrás. No después de besarte, Lily. Antes creí que podríamos ser felices, que estar juntos podría ser algo mágico. Pero ahora sé que es algo mucho más básico; es una reacción química, me has cambiado y te he cambiado, no hay vuelta atrás. No creo que pueda dejarte ir aún si me lo pides. Merlín sabe que lo he intentado…
Mis ojos se inundan de lágrimas, no sé por qué, pero hago un esfuerzo por contenerlas. Escucharlo hablar de manera tan honesta me sacude completamente y me da valor para devolverle su sinceridad con la mía. Si quiero que esto funcione, tengo que hacer esto; yo debo entenderlo y él debe entenderme; así que tomo aire para armarme de valor y hago lo que pensé que jamás haría: le confieso mis miedos.
- Ahora es mi turno –lo interrumpo- Tú fuiste honesto conmigo, así que lo más justo es que yo sea sincera… aunque no te vaya a gustar. –inhalo profundamente para poder confesar aquello que tanto me ha costado aceptar – tienes que entender que te he visto salir con todas las mujeres de medianamente atractivas a completamente deslumbrantes del castillo. ¡Hasta las he consolado! Y de tanto verlas llorar, te odié. No eran ni una ni dos, sino un desfile completo de mujeres que sabían que iban camino a la perdición, que su destino sería igual al de las demás, y de todas maneras cayeron bajo tus encantos. Mi mayor miedo es ser una de ellas. Ser una más de esa interminable lista, solo para terminar con el corazón destrozado. Me da miedo amarte tanto que cuando me rompas el corazón no pueda querer a alguien más.
Sus ojos se oscurecen y su expresión es dura, aunque trata de ser inexpresiva. Sé que esto le duele y lo ofende, pero está tratando de soportarlo para que siga hablando. Seguramente se está preguntando si no ha hecho lo suficiente para que yo pueda creer en él. Probablemente está recordando cada instante que hemos vivido y cuestionándose si algún día podrá lograrlo. Si valdrá la pena. Me adelanto a su respuesta.
- Lo sé. Sé que has cambiado. Te creo cuando me dices que me quieres, pero aun así tengo miedo de que dejes de quererme, que te aburras de mí o que me traiciones por alguien más bonita, más interesante o menos obstinada. Es absurdo, porque al mismo tiempo podría dejar mi vida en tus manos.
Sus ojos turbios brillan con cierta comprensión. Creo que de alguna manera puede ver todo el delirio que me ha estado atormentando en los últimos días y puede comprender un poco mi comportamiento errático; sin embargo, su expresión no ha cambiado. En medio de ese largo silencio que le sigue a mis palabras, bajo la mirada y la dirijo a nuestras manos. Es irónico, mientras yo tengo miedo de que me deje, él le teme a lo irreversible de esta relación.
¿Por qué no puedo confiar tan ciegamente como él en nosotros? ¿Por qué tengo que complicarlo todo?
- Así que, básicamente, a mí me aterra una eternidad a tu lado y a ti su posible fugacidad –dice él lentamente.
Yo lanzo un bufido divertido y le sonrío mientras asiento. Su expresión es reflexiva y sus ojos están un poco perdidos. Los dos tomamos un largo trago de cerveza de mantequilla, mientras comprendemos todo lo que acabamos de decir. Al final, la conclusión es la misma: tenemos que ser fuertes para poder intentarlo. Él mueve uno de los dedos que tengo entre mis manos, mientras su mente trabaja a toda velocidad.
- ¿Estás dispuesta a intentarlo aun así?
Yo asiento. Él sonríe.
- Lily, dilo otra vez.
- ¿Decir qué?
- Lo que dijiste antes.
- ¿Que sí?
- No, antes.
- ¿Qué tengo miedo?
- Un poco antes... – Me regala una pequeña sonrisa.
- ¿Qué me disculpes? –yo le pregunto confundida con el corazón disparado.
- No, tonta, dime que me quieres.
Su petición me sorprende tanto que suelto un "oh" tan claro y sonoro que lo avergüenza un poco. Sonrío, lo miro fijamente a los ojos, tratando de encontrar su esencia entre el castaño, el negro y ese brillo bondadoso, y digo con voz segura:
- Te quiero, James Potter. Te quiero como jamás he querido a alguien antes.
Él sonríe y mi vergüenza se intensifica. Su expresión es como si estuviera extasiado, más allá de lo que él mismo puede comprender porque hace un intento de regalarme lo que debería ser una sonrisa coqueta pero termina siendo simplemente feliz.
- Lily, jamás habrá nadie más que tú. Desde que entraste en mi vida con castigos absurdos y respuestas irónicas, te convertiste en la única. Y desde que eres parte de mi vida, comprendí por qué. Jamás te haré daño y dedicaré cada momento juntos a hacerte feliz. ¿Crees que puedas confiar en mí?
Los ojos se me llenan de nuevo de lágrimas y el nudo en mi garganta es tan grande que no soy capaz de pronunciar ninguna palabra, así que solo asiento.
Puedo confiar en él. Quiero confiar en él.
- Este es el momento en que me besas – me dice, bajando la voz como si me dijera un secreto.
Yo río y las lágrimas se derraman de mis ojos. Él libera su mano de las mías y me seca una dulcemente.
- Si no estuvieras tan lejos, te lo daría solo por estudiarte los parlamentos de cada libro de romance que existe.
Él suelta una carcajada.
- Eso lo puedo solucionar – espeta con una sonrisa brillante.
Al mismo tiempo se levanta y mueve su silla para ponerla a mi lado. Mi corazón vuelve a latir con fuerza, lleno de nervios y alegría en partes iguales. Sus ojos brillan como faros y están enfocados solo en mí. ¿Podría ser aún más afortunada? Con esos labios delgados pero definidos, esa nariz perfecta, el cabello alborotado que le da brillo a su piel clara creo que lo estoy viendo más guapo que nunca. Los latidos de mi corazón se aceleran aún más.
- ¿Entonces ya no me hechizarás si lo hago?
Su rostro está tan cerca del mío que puedo sentir su aliento, pero no puedo apartar mi mirada de la suya. Es hipnótica, salvaje y encantadora. Ahora puedo entender a todas las mujeres que se dejaron hechizar por él. Solo que, al mismo tiempo, sé que en su mirada hay algo que ellas nunca vieron: admiración, alegría y amor.
- Te hechizaré si no lo haces –le replico.
Y antes de que él vea lo mucho que me avergüenza mi propia respuesta, cierro la distancia entre nuestros labios. A diferencia de nuestros besos anteriores, esta vez lo tomamos con calma, siendo completamente conscientes del otro. Este es un beso dulce, alegre y emocionante. Él toma suavemente mi rostro con sus manos y me besa con experticia y tanta habilidad que siento mis rodillas temblar.
Cuando nos separamos, sorpresivamente él dice emocionado:
- Ya sé qué puedo hacer para que estés más tranquila.
- No, James, no es necesario. Creo en ti –le digo, incapaz de recordar cualquiera de mis miedos tras ese beso.
- Quiero hacerlo. Quiero decir algo que nunca he dicho antes, ¿entiendes? Serás la primera y la única a la que se lo pido.
Yo lo miro confundida. ¿Ahora con qué saldrá? Él toma mis manos entre las suyas de nuevo y se aleja un poco de mí para decir con voz solemne:
- Lily Evans, ¿quieres ser mi novia?
Yo abro la boca sorprendida.
- ¿Nunca lo habías dicho antes?
- No.
- ¿Y qué hay de todas las que dijeron ser tu novia?
- Ellas se autoproclamaron –dice, encogiéndose de hombros.
- Noooo –digo entre sorprendida y emocionada- ¿Es tan vergonzoso como imaginaste?
- Cada segundo que pasa sin una respuesta lo es un poco más –me dice, rascándose el cuello con un poco de recriminación en su voz.
Yo me río escandalosamente, lo beso sin borrar la sonrisa de mi rostro y luego le susurro:
- Por supuesto, Potter. Seré tu novia.
Los dos sonreímos un poco avergonzados y un poco sorprendidos. Él me da otro corto beso, me acaricia suavemente el rostro y se aleja un poco de mí para alcanzar su cerveza de mantequilla y tomar lo poco que le queda. Yo vuelvo a soltar una risa extasiada incapaz de creer todo lo que hemos dicho y que lo tenga al frente mío, besándome.
- Es mucho más emocionante de lo que pensé –me dice.
- ¿De qué hablas?
- El poder besarte cuando quiera –me dice y me da otro beso, esta vez un poco pícaro.
Yo me sonrojo sin motivo.
- Ya te acostumbrarás –le espeto con fingida naturalidad.
Yo no creo que nunca pueda acostumbrarme a los suyos. Sus expertos labios, sus manos inquietas y sus hipnóticos ojos son más de lo que este mundano cuerpo puede soportar.
Por Morgana, ¿no podrías haberle dado algún defecto? Con uno pequeño me bastaría.
- Lo sé, solo tengo una vida para hacerlo –replica.
¿Toda una vida a tu lado? Eso no suena nada mal.