Disclaimer: The Mentalist no es mía; pero vaya que debería serlo, por seguir escribiendo después de tanto tiempo.

A/N: ¿A que no me esperaban cierto? No les culpo, ha pasado tanto tiempo, que me siento toda oxidada con esto de la escritura; a ver qué les parece este nuevo capítulo. No sé si haya alguien leyendo aún historias de la serie; pero yo sigo con la firme convicción de terminar el fic, jajaja, venga si, voy "un poco lento", pero eso de la maternidad más un trabajo Godínez (en México se le llama así a los oficinistas que habitualmente trabajan de 9:00 am a 6:00 pm), no deja mucho tiempo y energía para el mundo friki xD

En fin, estoy feliz por estar de vuelta; un abrazo a todos y gracias de antemano por comentar.


14. El estigma de la culpabilidad

Rana de Papel

…entonces él puso aquel animal sobre el escritorio.

-¿Una rana y ya está todo arreglado verdad? (…) "¿Cree que así va a solucionar las cosas? ¡Qué descaro de hombre!".

De repente sus pensamientos se esfumaron de tajón cuando vio aquella figura de papel brincar hacia su rostro, y como si nada allí estaba, su espontánea sonrisa, por mucho que se esforzó en no perder la compostura, fue imposible no ceder ante el encantador detalle.

Jane se detiene por un instante para verla, para regocijarse con su alegre expresión, sabe que detrás de ese porte duro que se esfuerza en poner cada día; hay una persona delicada, sensible; allí está ella con las manos cruzadas sobre el escritorio y la pequeña sonrisa en los labios. Valora esas veces en que de repente deja caer el escudo de poli y puede entrever un poco más de ella, irónicamente cuando eso ocurre, él mismo baja la guardia; por lo tanto, como no puede permitirse esos lujos, allí está, debajo de la cara sangrienta; como si no fuese suficiente ese dolor constante que produce la pérdida de su familia, él necesita una huella en la pared, para hacer más dramático el recuerdo; por si de alguna forma pretende olvidar, o desistir, tiene algo evidente que no puede simplemente ignorar.

El símbolo lo mira fijamente, burlándose de él, y entonces él vuelve a enfocarse en su misión, en su verdadero papel en ese mundo…

La Vendetta

- ¿Lista? ¿Tienes la mente despierta y atenta? -Le pregunta él, mientras ella asiente sonriendo-; bien, imagina que entre los dos hay una pantalla, quiero que proyectes en ella una figura simple, un cuadrado o cualquier otra…

En medio del bullpen, Jane le hace a Lisbon el truco de "abrir la mente"; cuando adivina las figuras que ella había imaginado, le ha confesado que ahora puede acceder a sus pensamientos íntimos, "si claro", responde ella con escepticismo.

- Va en serio -responde él-.
- Vale, ¿y ahora qué estoy pensando?
- Piensas: ¡Menos mal que está de broma y no puede leerme la mente de verdad!
- Nooo -dice ella dudativa- bueno, la verdad es que si, pero no por lo que tú te crees.
- ¿Qué es lo que yo creo?
- ¡Qué más da! -responde Lisbon tragando en seco-.
- Te has puesto roja -interviene Rigsby-.
- Tiene razón -agrega Jane, y ambos sonríen-.

Más tarde, mientras se dirigen a la escena del crimen en turno; Teresa Lisbon no puede evitar pensar en lo idiota que debía haberse visto, cuando intentó bloquear sus pensamientos; ni siquiera sabe por qué lo primero que se le vino a la mente fue la imagen del mismo rubio encantador, con sonrisa perfecta que tenía enfrente; últimamente se había sorprendido a sí misma admirando la belleza de su consultor; tampoco es que era un pecado, siendo objetiva el hombre era guapo, que ella no era una ciega, "si tan solo pudiese controlar su bocota sería genial", se reía para sí misma.

Más tarde comprobaría que no solo su bocota, sino también sus ideas eran algo perturbadoras; en el proceso de la investigación, descubrieron a uno de los cómplices del asesinato.

- Machado merece sufrir -comentaba seriamente Jane-.
- Nadie merece morir -argumentaba Lisbon-.
- Machado ayudó a quemar vivo a la víctima por dinero.
- ¡Jane! Somos agentes del orden.
- Tú si, a mi el orden me da igual, la justicia no, y lo justo es que Machado sufra un poco.
- ¡Eso no es justo, es vengativo!
- ¿Qué diferencia hay?

El consultor respiró, miró fijamente a Lisbon, y luego agregó…

- Nunca hemos hablado de ello porque lo daba por hecho, pero cuando coja a John el Rojo le abriré en canal y lo dejaré morir lentamente como hizo él con mi mujer y mi hija.

Esa conversación no salía de su mente, eran las 2 de la mañana y Teresa no paraba de cuestionarse sobre la veracidad de sus palabras, no podía ir en serio; él sabría que ella no le permitiría llegar tan lejos. Quería ser empática con él, quería ponerse en su lugar y comprenderlo; sin embargo no podría justificar esa forma de actuar; "arruinaría su vida", se decía, debería estar muy roto como para no importarle.

-A-

La mañana estaba lluviosa, Jane y Lisbon fueron a darles la noticia de la resolución del caso a la viuda e hija de la víctima; la agente se alegró por un instante cuando Jane les daba un discurso sobre la venganza "es un veneno -decía-, es para mentecatos y locos", al salir de la casa Jane le hizo saber a Lisbon que les había mentido para quedar bien con la familia.

Corren bajo la lluvia para llegar al vehículo y marcharse del lugar. Jane se empapa un poco, sonríe, bromea con ella; parece estar tranquilo consigo mismo. Lisbon conduce en silencio mientras reflexiona: es un hombre difícil de descifrar; tanto sus palabras como sus acciones son ambiguas, parece ser alguien que disfruta la vida, pero con la misma intensidad ser un atormentado; agradece que en verdad no puede leerle el pensamiento; pues ella también tiene sus ambigüedades; por momentos le admira, pero otras veces siente compasión por él, pena o pesar, desconfianza…, lo mira de reojo, es un buen hombre, piensa; no debería tener que llevar la carga de la culpabilidad sobre sus hombros; finalmente ella desea con fuerzas que la lluvia se lleve esas ideas extremistas de venganza que se alojan en su mente.


Próximo: Se deja caer entre sus brazos, mientras siente un vacío en el estómago, entonces abre sus ojos para encontrarse con su mirada azul: ¡Lo ves, te puedes confiar de mí! -Dijo el rubio alegremente-. ¡Vaya de repente me fío! -Respondió Lisbon con ironía-.