Disclaimer applied.
—Advertencias: Violación, lenguaje fuerte.
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Había dejado escapar constantemente suspiros frustrados, cansados y decepcionados solo evocando a alguien:
Dios.
Y Él jamás apareció para ayudarme. Era obvio que dejaría de creer en Él. Así que empecé a creer en mí misma.
Y fue el peor error que pude haber cometido.
La última vez que vio a Sasuke Uchiha (más bien a su espalda, su cabello desordenado y su imponente porte) fue fuera de los juzgados. Cuando él había salido a las calles como un hombre libre.
(—Inocente —y el martillo de madera golpeteó una vez.
Era el fin).
Por supuesto que Ino había armado revuelo, argumentando lo injusto de la situación y que mataría al —maldito, hijo de la gran puta, bastardo— Uchiha. Por suerte, Jiraiya había logrado sacarlas de ahí antes de que el juez la declarara en desacato. Era lo único que les faltaba.
Porque Ino era una fiera, Jiraiya estaba hecho polvo y Sakura parecía haber muerto.
«Se acabó Haruno. Recoge tus cosas y vete».
Entonces él la miró (esa mirada, la que conoce muy bien. La de ojos afilados, tan oscuros como su corazón. La potente, la intimidante. La vacía) y sonrió de lado, mofándose abiertamente de su desgracia.
Pero no se enojó. No quiso llorar. Porque sabía algo que él desconocía.
Quizá ella —tal vez nadie— no fue capaz de detenerlo, de castigarlo. Sasuke se sentía imparable. Pero él no lo sabía, él no podía siquiera imaginarlo.
«Porque es un egocéntrico».
El karma se encargaría de acabar con él.
Y así lo hizo un par de años después, cuando ella miraba el noticiero matutino al lado de su maravilloso esposo (el que no había osado tocarla en más de cinco años de matrimonio) y la noticia de que Sasuke Uchiha, el multimillonario dueño de empresas Uchiha había sido asesinado a sangre fría en lo que parecía ser un ajuste de cuentas.
Y los detalles del velorio había llegado hasta la bonita casa en la que vivía ahora (Itachi seguía siendo su hermano, después de todo). Pero ellos no asistieron al funeral.
(—¿A qué ir? —contestó ella con la extraña sonrisa que había mantenido en su rostro desde esa mañana.
¿A escuchar a un sacerdote decir «Estamos hoy aquí reunidos para honrar a Sasuke Uchiha, gran hombre, hijo y amigo»? Todos los Uchiha que estuvieran presentes —entre la que seguramente sería una escasa asistencia— sabrían que era una mentira.
—Él es mi hermano —le tembló la voz—. Y ahora está muerto.
—Era tu hermano, entonces —y rió, volviendo a lo que hacía antes de la invitación del moreno —un delicioso pastel (de chocolate, porque había que celebrar)— e ignoró las súplicas de Itachi y no hubo poder humano que la convenciese de ir.
Al final no supo si Itachi asistió —no es que le importe, de cualquier modo— pero él volvió tarde y se embriagó en el sofá grande de la sala hasta quedarse dormido. Y lloró sobre su hombro cuando ella lo despertó al día siguiente.
—Está muerto —sollozó entre sus pechos—. Sasuke está muerto.
Y Sakura no le susurro palabras reconfortantes al oído, o intentó consolarlo. Solo lo abrazó con fuerza y sonrió todo el tiempo, hasta que la noche y el cansancio cayeron sobre ellos.
Aquella fue la primera vez —desde que Sasuke la violó— que Sakura pudo dormir en paz).
Itachi investigó más y terminó por averiguar que Orochimaru había estado directamente involucrado en el asesinato de Sasuke (el Uchiha menor no se había hecho de la mejor compañía después de lo sucedido) y logró apresarlo con éxito. Y con ello un ascenso.
Y Sakura pensó —equivocadamente— que su vida podría volver a la normalidad.
Tres días después pensó en matarse.
Porque su vida después de todo ello había revuelto alrededor de esperar el momento, el ínfimo instante en el que la vida decidiese que era hora de saldar cuentas, en que el karma hiciera de las suyas y le devolviera la bofetada a Sasuke. Esperó años por ello, tranquila, viviendo bajo el techo de la misma sangre de su violador. Esperó paciente, esperanzada.
Y le tomó menos de una semana darse cuenta que una vez que el orden natural de las cosas recuperara su balance (que Sasuke estaba muerto, que ella estaba viva), ella ya no tendría una razón para levantarse cada día, ya no tendría razones para abrir los ojos cada mañana, para sobrevivir el día y meterse a la cama en la noche.
(Sasuke estaba muerto. Ella estaba viva. Pero cómo envidiaba a Sasuke).
Itachi se dio cuenta. Porque Sakura tenía días buenos y podía sonreír, platicar y reír como si nada hubiese pasado jamás. Salía con Ino, hablaba con él y a veces se besaban (él buscando redención en sus labios), hasta que ella comenzaba a llorar entre sus brazos y tenía que arroparla y acariciar su cabello hasta que conciliara el sueño (siempre eran pesadillas).
Porque él sabía que eran apariencias. Ella también. Y que todo lo que se guardaba, todo el oscuro ser que escondía de los demás, de él y de ella misma, se refugiaba en una parte fría de su corazón que afloraba repentinamente en sus malos días. Porque también los tenía.
Y eran terribles.
Y ella lloraba, y gritaba. Maldecía, contra él, su hermano, su familia y la vida en general.
E Itachi no sabía qué hacer. Él trabajaba y no estaba siempre con ella para asegurarse de que no atentara contra su vida. Y cuando la veía pérdida en sus pensamientos, mirando a la nada, supo que en cualquier momento ella se clavaría algo filoso en el corazón.
Y sería su culpa, nuevamente. Como lo fue lo de Sasuke.
(—Perdóname —le dijo un día cualquiera, sentados frente a la hoguera.
Las llamas transmitían el calor que su cuerpo necesitaba en el duro invierno que venía azotando a la ciudad y que él no podía darle, y la madera crujiendo la relajaba. Itachi bebía whisky, sentado a su lado.
—No tengo nada que perdonarte —le contestó ella sin mirarlo, porque no había necesidad—. Te he dicho que lo que me pasó (lo que Sasuke me hizo) no es tu culpa. Tú…no lo sabías —miró el techo, blanco como la nieve.
—Lo de Sasuke fue mi culpa.
Y, frente al fuego, empezó a narrarle como había abusado de su hermano menor, años atrás).
Sakura escuchó hasta la última palabra y pensó en el medio metro de nieve que seguramente cubría la puerta de su hogar y le impedía huir. Quizá Itachi lo hubiera pensado también. Tal vez por ello se había decidido a hablar.
(—Entonces me fui —la botella de whisky vacía a su lado— porque no pude soportarlo. No pude ver más a Sasuke a diario. Escapé de casa y dejé atrás mis obligaciones como heredero de la empresa.
—Y tu familia te repudió.
Él asintió.
—Y te volviste policía después de violar a tu hermano pequeño —rió—. ¿No es irónico?
—No lo es. Es malvado —la miró fijamente, listo para su desprecio—. Yo convertí a Sasuke en lo que es hoy.
—No tengo nada que perdonarte.
Él la miró sorprendido, y una pequeña sonrisa, apenas detectable, apareció en el rostro de Sakura Haruno (porque se casó con Itachi Uchiha, pero jamás podría llevar su apellido.
«Es el hermano de tu violador» le dijo Ino cuando el juez del registro civil arribó. «Verás su rostro cada mañana al despertar. ¿Estarás bien cuando se parece tanto a Sasuke?» su ojo azul (el bueno, el hermoso) denotaba preocupación. Su ojo azul atravesado por la cicatriz parecía lagrimear. «¿Podrás soportarlo?»).
—Gracias, Itachi—lo miró con lágrimas en los ojos, los puños apretados y las piernas temblorosas—. Porque ahora sé que Sasuke alguna vez vivió lo mismo. Y que lo recordara cada maldito día de su vida, justo como yo.
(«Podré soportarlo, cerda. Ahora solo preocúpate por atrapar el ramo —sonrió, tan falsamente como su vestido, las flores y esa ceremonia—. Lo lanzaré hacia la derecha».
Lo lanzó a la izquierda).
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No puedo creer que hayan sido casi tres años desde que publiqué esta historia por última vez. Well, solo quiero agradecer a todos aquellos que aún la siguen y son tan amables de enviar reviews.
No sé si es el final, estoy indecisa al respecto. Tengo algo en la cabeza pero no sé si lo logre formular. En fin, no hago promesas, pero intentaré. Los amo, lectores de luz.
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