Disclaimer applied.

Advertencias: violación, lenguaje fuerte.

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Abrió la puerta de su dormitorio, con las llaves tintineando entre sus manos, justamente cuando el reloj (ese molesto cucú que Ino insistía en conservar.

«Es un regalo de mi abuela, Sakura. La que está muerta» enfatiza. «Y yo realmente, realmente—a Ino le gusta enfatizar. Mover sus manos alrededor de su rostro y abrir bien los labios al pronunciar— necesito que alguien hablé bien de mí allá arriba». Señala con su índice, siempre adornado de bonita joyería, al techo.

Pero Sakura sabe que se refiere al cielo. Se muerde la lengua y no le dice que su abuela está en el infierno, haciéndole compañía a todas las estúpidas rubias de su familia porque seguramente también era una puta. Como lo es ella.

«Herencia», se recuerda. No se lo dice, no se mofa de ella solo porque gasta su saliva —inútilmente— tratando de convencerla de que tire el maldito reloj, ese estúpido cucú que…) marcaba las doce del medio día.

(Sakura tiende a divagar).

Y en la mesa de la cocina, que irónicamente estaba en el recibidor (Sakura siempre odió los lugares pequeños. Ahora vivía en uno) estaba sentada Ino, con una apariencia tan desagradable que seguramente se asemejaba bastante a la que ella ofrecía en esos momentos.

Ino sonrió. «Estúpida Ino» pensó.

—Estúpida fiesta.

No debió ir. A aquella celebración a la cual —la que se hace llamar su mejor amiga—la había obligado a ir.

—Oh —sus labios acariciaron la exclamación antes de ser soltada y explotara en el aire de la cocina−recibidor−sala−habitación—, ayer parecías divertirte en la "estúpida fiesta".

—Tenía la cabeza embutida de alcohol.

—Y las piernas enredadas en la cintura de Uchiha Sasuke.

Sakura no se movió del marco de la puerta e incluso se cuestionó sí era una buena idea entrar. Ino iba a aporrearla en preguntas y ahora mismo solo deseaba tomar una ducha —hubiese preferido en una tina con burbujas y sales de aromas exquisitos, pero se conformaba con el chorro de agua que se perdía tristemente en la coladera— y tirarse a la cama así, totalmente mojada.

Igual y cogía un resfriado, no se trataba, se agravaba y moría de pulmonía.

«Sería irónico, ¿no? A que te gustaría, ¿eh?».

—Entra ya —urgió Ino—. Debes contármelo todo.

Y Sakura obedeció dejando caer las llaves al piso, azotando la puerta y caminando hacia la mesa con la misma elegancia que un pato en pañales.

Ino largó una carcajada.

—¡Las vírgenes son tan cómicas!

Ya vería ella que de cómico tenía aquello cuando tomara su blusa favorita y la ahorcara con ella.

—Cierra tu gran y estúpida boca, Ino —masculló—. Esto no es divertido.

—Lo es para mí —limpió lágrimas inexistentes de sus ojos. Sakura rodó los ojos mientras se sentaba. No pudo reprimir una mueca de dolor e Ino volvió a reír—. Es decir —se aclaró la garganta, Sakura ya la veía enfatizar sus palabras—: ¡Te tiraste a Sasuke Uchiha!

—Cierra la boca —interrumpió—. No fue así —vaciló, sus dedos se aferraron a la mesa. La madera crujió—. Yo… yo no quería.

Ino alzó una ceja algo contrariada. Hasta donde ella sabía, Sakura llevaba toda su vida (desde que tenía hormonas, y la tenía a ella como amiga para idearse fantasías absurdamente ardientes) enamorada de Sasuke.

Joder, Sakura se había dejado crecer el cabello hasta la espalda porque a él le gustaban las chicas de cabello largo —o ese estúpido rumor se había dejado correr en la secundaria—, aún cuando odiaba como su cabello se enredaba cada mañana. Ella se depilaba siempre (Sakura jamás dejaba ni un solo vello en sus piernas, axilas y…ahí abajo) con la esperanza de que, sí algún día, Sasuke se dignaba a notarla entre el montón de chicas que besaban el suelo que él pisaba, ella estuviera perfectamente lista para arrastrarlo a la superficie mullida más cercana y enseñarle el esmero que ponía en mantener limpia y suave esa zona de su cuerpo.

Y sí eso no era amor, Ino Yamanaka estaba dispuesta a cortar su preciada melena rubia de un tajo.

—A qué te refieres exactamente? —cuestionó apartando el grueso mechón de su rostro que cubría uno de sus ojos (ojo que era cruelmente atravesado por una cicatriz roja que contrastaba directamente con la belleza de Ino, por lo cual siempre era escondida bajo ese velo de cabellos dorados. Sakura creía ser la única que conocía ese hecho, pero a veces sorprendía a Shikamaru alerta a cualquier movimiento brusco) develando ojera violáceas y cejas desordenadas—. Creí que estabas enamorada de Sasuke desde que lo conociste.

—Lo estaba, sí.

«Lo estoy» se mordió la lengua.

—Creí también —y movió sus manos histéricamente frente a su rostro— que querías que él fuera el primero.

—Ajá.

—¿Entonces? —preguntó ella claramente confundida. De un momento a otro, su boca se abrió con sorpresa y boqueó estúpidamente como un pez por unos segundos—. ¿Es que acaso —ella enfatizó, más de lo que debería— él no es bueno en la cama?

Ni siquiera dejó que Sakura contestara cuando se dejó caer pesadamente sobre la silla diciendo que jamás lo hubiera imaginado, y que eso era algo que Karin definitivamente debía saber.

Sakura la escuchó hablar algo sobre llamar a la tal Karin de inmediato y contárselo, pero la detuvo de la muñeca bruscamente, antes de que ella pudiera siquiera ponerse de pie. Ino la miró mal y se zafó del agarre rápidamente, dispuesta a buscar pleito. Pero Sakura, nuevamente, no la dejó continuar.

—Él me obligó.

Vale, que lo amaba y todo eso, pero las cosas cambian cuando se trata de una violación.

Ino no tuvo oportunidad de articular palabra alguna (no creía poder hacerlo, de todos modos) porque Sakura comenzó a contárselo todo. Desde cómo algunos vasos de whisky fueron lo suficientemente liberadores para que ella no pensara en las consecuencias que acarrearía la simple propuesta de él.

(La música le resonaba en los oídos fuertemente, sintiendo todos y cada uno de los voltios disparándose de un lado a otro en su cabeza. Su cabeza…como dolía pensar.

«Vamos a mi habitación».

No fue una invitación, ni siquiera fue algo a lo que pudiera negarse. Fue una orden.

Se encontraba mareada, sentada poco femeninamente sobre un sillón, con la cabeza a punto de explotarle. Estaba segura de que sí se levantaba muy rápidamente acabaría vomitando, o trastabillaría algunos pasos.

Así que solo sonrió y asintió, dejando que él la guiara entre universitarios borrachos hacia su habitación.

Y se perdió en un mar de gente).

No supo ni cómo o cuando había terminado en la habitación de Ino, con ella acariciándole el cabello como su madre lo hacía.

(—Tu cabello es precioso —le decía siempre que ella regresaba llorando de la escuela porque algún niño grosero se había mofado de su inusual color—. Y todo aquél que se atreva a afirmar lo contrario puede meterse tu pie por el culo.

Y así fue como a los tiernos ocho años de edad, le había metido una patada en el trasero a Kiba —y otra más a su estúpido perro, que se había atrevido a defender a su amo— que se burlaba de su cabello.

Habían mandado a llamar a su madre y ésta la riño frente a la directora, pero al salir le había sonreído, acarició su cabello y le compró un chicle rosado que le supo a triunfo.

Años después Ino salió un par de veces con Kiba. Y él, al parecer —y su perro también— recordaba el incidente de la patada. Sakura se juró a sí misma nunca más hacer algo así.

Y es que Akamaru era enorme).

—Te lo juro, Sakura —Ino ya no enfatizaba. Rechinaba los dientes y apretaba los puños. Fruncía el ceño y la cicatriz en su ojo se arrugaba y parecía romperse por segundos—. Voy a refundirlo en una cárcel. La peor de todas. Donde haya muchos hombres enormes que le den por atrás todos los días.

Ino era muy temperamental, y le encantaban los programas de enigmas policíacos. No dejaba de hablar de un tal Stabler que «debía volver a la Unidad de Víctimas Especiales sí los productores no querían que el programa se fuera a la mierda».

—A los tipos en la cárcel les gustan como Sasuke−kun —besó su frente—. No te preocupes, Sakura. Él va a ser la perra de todos esos reclusos.

(Su dormitorio era más grande que él suyo. Y no lo compartía con nadie. Después de todo, llevar el abanico en su espalda sí marcaba la diferencia.

Avanzó —lo siguió— por entre la sala hasta llegar a una habitación azul marino en la cual predominaban las cosas oscuras. Miró a Sasuke.

«Duh. Tan predecible» pensó.

Pero no pudo pensar mucho más cuando sintió sus manos vagando en su cintura y su lengua metiéndose en su garganta. Sakura correspondió con dificultad).

Para cuando volvió en sí, Ino seguía hablando sobre la demanda. Se encontraban ahora en el baño, y Sakura tenía mucho frío.

Ino la había desnudado y metido en la ducha en algún momento. Su mejor amiga seguía vestida, pero se encontraba metida también bajo el chorro de agua y tallaba su cuerpo con cuidado.

—Nos vamos (te vas) a quedar con el dinero de su familia —pasó su mano por su frente. La que era muy amplia—. Lo donaremos a quién no lo necesite. Lo haremos para joderlos, a todos esos estúpidos Uchiha cara de póker. Será como "Ah, tenemos todo su dinero, y lo estamos malgastando". —canturreó bajo el agua.

Sus manos seguían acariciando su cuerpo como si fuese una bonita bella obra de arte (y como sí si tacto pudiera hacerla olvidar las manos ásperas de Sasuke−kun tocándolo todo a su paso). Sentía el agua —demasiado caliente— cayendo sobre su cuerpo desnudo. Pero no podía dejar de temblar.

—…así que ya no llores, ¿vale? —Ino sonrió, pero su ceño no dejó de fruncirse. Lucía malvada. Como una villana de alguna antigua película de mafiosos, con la cicatriz y todo—. Lo vamos a solucionar.

¿Estaba llorando? Joder, hacía frío. Y el agua hirviendo no ayudaba en nada.

«Sasuke−kun, detente».

(No supo cuando las cosas se pusieron así de serias. O así de violentas.

En algún momento se alzaba en puntillas para besarlo y en otro era arrojada sin tacto alguno a la cama. Se sorprendió, pero se dejó hacer cuando el gateó hasta ella y besó, mordió y lamió su cuello.

Porque se sentía condenadamente bien.

Pero dolía también. Más cuando él hincaba sus colmillos ahí, justo en su yugular y…

—¡Ah!

Mordía con fuerza hasta sacar sangre.

—Duele, Sasuke−kun.

Pero él hacía caso omiso y seguía mordiendo y luego lamiendo su sangre. Y a Sakura le parecía repugnante. Quiso apartarlo, pero él la enredó con sus fuertes brazos y dejó caer todo su peso sobre ella, apenas dejándola respirar mientras él se perdía en sus pechos.

Entonces, cuando éstos estuvieron libres del obstáculo que le refería a Sasuke la tela de su vestido, ella empezó a llorar. Y pensó que él pararía.

Pero no lo hizo. Y mordió muy fuerte y bebió toda su sangre y se encargó después de beber sus lágrimas toda la noche.

La desnudó y besó, mordió y lamió cada centímetro de piel expuesta. Y mordió, y mordió dejando su marca sobre ella).

Ino empezó a llorar también cuando el llanto de Sakura se había convertido en sollozos y cayó de rodillas en la ducha.

Lloró de desesperación y se aferró a Sakura que gritaba, sufría y gimoteaba, pero no la miraba. Sus ojos estaban opacos, vacíos y sin vida.

«Oh, por Dios. La mató. Este hijo de puta mató a Sakura».

Miró las marcas, rojizas, moradas y aún sangrantes en el cuerpo de Sakura. Eran de esas que no se curan con banditas.

(Se revolcó en el colchón suplicando que parara. Gimoteó su nombre y se resistió, moviendo frenéticamente las manos y piernas, pero él la contuvo bajo su cuerpo con maestría y cuando ella parecía haber encontrado una vía de escape, él la abofeteó tan fuerte que perdió por segundos el sentido.

Cuando volvió a abrir los ojos, Sasuke se desabrochaba el cinturón.

Intentó resistirse, soltarle algún golpe, pero él dominó con facilidad sus puños y los ató a la cabecera de la cama con su cinturón. Y la inmovilizó y volvió a concentrarse en su cuello y pechos.

Quiso patearlo, pero él la mantenía quieta aprisionando sus piernas entre sus rodillas, y sentía poco a poco sus vellos rozando sus piernas perfectamente depiladas.

«Sasuke−kun, Sasuke−kun, Sasuke−kun».

Joder, no. Que así no quería su primera vez).

Ino la metió a su cama así, desnuda y húmeda, como había planeado hacer en un principio. Y ella se metió bajo las sábanas a su lado, con sus ropas chorreando y empapando rápidamente su cama.

Los dientes de ambas castañeaban y sus cuerpos temblaban. De seguro cogían un resfriado. Pero Ino deslizó sus manos por su cuerpo y no paró de repetir que todo estaría bien, hasta que Sakura cayó dormida.

Pero sabía que era mentira. Por eso ella no pudo dormir.

(Su vestido había acabado en el suelo, al lado de los tacones ridículamente altos que Ino le había prestado para combinar su atuendo. Se dijo que si tuviera uno de ellos al alcance, podría clavárselo en un ojo y salir corriendo. Pedir ayuda o tirarse de algún lugar muy alto.

La segunda opción le parecía la mejor.

Lejos siquiera de poder llevarlo a cabo, Sasuke seguía jugando rudamente con su cuerpo. Había destrozado sus bragas y palpaba su sexo con brusquedad.

Sakura gimió. De dolor, de terror. No de excitación.

Por Dios, estaba tan seca.

Pero eso a Sasuke no le importó y metió dos dedos en su vagina sin delicadeza alguna. Sintió que su garganta se desgarró con el grito que profirió.

—Estás —gruñó Sasuke— condenadamente estrecha.

Y añadió un dedo más.

No recuerda mucho más —porque no quiere hacerlo en realidad—, aunque sí piensa en que aún duele allá abajo, recuerda cuando él se lo metió de una sola estocada, llevándose su virginidad a su paso, y no esperó a que el dolor —el ardor, las lágrimas, el miedo— pasara, y se lo hizo toda la noche.

Entonces cayó sobre ella y se quedó dormido, mientras ella lloraba toda la noche en su oído, sin inmutarlo siquiera.

Y cuando amaneció, y los rayos del sol iluminaron su cabello azabache, Sakura ya no lloraba. Sasuke despertó, se levantó de encima de ella, la desató y le ordenó que se fuera. Sakura, con la mirada perdida en el techo, obedeció.

Se levantó, vistió y no lo miró más.

No volvió a llorar.

Y en lo más profundo de su ser se prometió no volver a ese lugar jamás. Y era algo que iba a cumplir.

Salió y se dijo que lo iba a olvidar. Lo iba a superar y Sasuke Uchiha no iba a acabar con su vida. Ni siquiera iba a pensar más en el asunto. Pero Ino era demasiado curiosa

Y algo, muy en el fondo, le decía que Sasuke Uchiha no iba a dejar que lo olvidara tan fácilmente).

Cuando despertó, entre las húmedas sábanas, Ino la esperaba con ojos cansados y cafeína.

Le sonrió —o lo intentó— y le ofreció un poco de café.

—Bebe —la miró. Ya estaba cambiada y tenía el teléfono entre las manos—. Dúchate y vístete. Tenemos mucho que hacer hoy.

—Ino, yo…

—Iremos de compras —la interrumpió—. Vamos a gastarnos todo nuestro maldito crédito sí es necesario. Te compraremos cosas lindísimas, veremos muchas películas y comeremos hasta reventar. Y tú —enfatizó— no vas a acordarte nunca más de lo que pasó, ¿de acuerdo?

Sonrió. Ella sabía que no iba a demandar al estúpido que le había arrebatado —contra su voluntad— la virginidad.

«Sasuke−kun, detente. Me haces daño».

Lloró. E Ino la abrazó con una —un inútil intento de— sonrisa.

Joder, lo amaba.

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Quedo mucho más largo de lo que había planeado, pero me siento satisfecha.

He tenido un día de la mierda y esto me llegó de repente, intentando tranquilizar mi rabia. Déjenme un review o me suicidaré (?). De acuerdo, no lo haré, pero me vendría bien.

(El review, no suicidarme).