Como muchos días en el 221b de Baker Street, al bajar a desayunar John se encontró a su compañero de apartamento utilizando su ordenador portátil sin permiso. Ese día se había levantado de peor humor que lo habitual, así que se acercó a él y husmeó por encima de su hombro, como haría el detective si fuera el doctor quien estuviera conectado a Internet. No era su estilo pero, ya que el ordenador era suyo, qué menos que devolverle el comportamiento maleducado. En cuanto vio lo que estaba haciendo, el moreno se apresuró a minimizar la ventana, pero era demasiado tarde: John ya lo había visto todo.

—Así que buscando información sobre el whist… Te fastidia que te hayan ganado dos señoras, ¿eh? —le pinchó sin esconder una sonrisilla.

Sherlock le fulminó con la mirada.

—En absoluto —replicó—. Si hubiera sido un juego como el ajedrez, en el que interviene el pensamiento lógico y estratégico, sí que habría tenido mérito, pero un ridículo juego en el que solo influye la suerte no me afecta lo más mínimo.

—El whist también tiene un componente estratégico, listillo. De hecho, te recuerdo que el bridge deriva de él e incluso tiene el estatus de deporte olímpico.

El día anterior John había tenido otra oportunidad de comprobar que no era solo a Sherlock a quien no le podía decir que no a nada. También era incapaz de negarle algo a la señora Hudson: «Oh, querido, nos han fallado nuestras dos compañeras. A mí me da igual, pero la señora Turner es una devota del whist y no se puede pasar sin nuestra partidita semanal….». Por mucho que dijera que era por la señora Turner, John sabía que a ella también le encantaba ese entretenimiento, así que, aunque no sabía cómo le iba a convencer, tuvo que decirle que por supuesto que Sherlock y él las sustituirían. Menos mal que luego recordó lo de los cigarrillos y pudo cumplir su palabra. Tenía que admitir que en ocasiones el chantaje era útil.

—Técnicamente no perdí. Se juega por parejas, así que perdimos los dos —sentenció Sherlock tras unos momentos de silencio.

John no podía creer que tuviera la cara tan dura.

—¿Disculpa? ¡Perdimos porque juegas fatal! Y gracias a que ibas conmigo no perdiste por más puntos.

—Dudo que nadie hubiera podido hacerlo mejor con esas infames cartas que me tocaron. ¿Qué querías que hiciera?

—Pues que escucharas cuando te explicábamos las reglas y no echaras las cartas que te daba la gana. Así no les habrías regalado todas las bazas —se quejó el ex militar.

—Si las reglas tuvieran lógica las seguiría.

—Es un juego, las reglas son las que son. No tienen por qué tener lógica.

—¡Pues valiente juego! —se mofó el más joven.

—Ya está bien, Sherlock. No sabes jugar al whist y no te da la gana aprender y en cambio la señora Hudson y la señora Turner se pasan la vida jugando a ello. Has perdido, asúmelo.

El detective le miró con un mohín, se envolvió en su bata azul y se enroscó sobre sí mismo en el sofá, dándole la espalda.

—¿Cuándo vas a dejar de hacer eso? — preguntó John con voz de fastidio. Pero lo cierto es que este comportamiento tan ridículo le divertía tanto como le irritaba.


Agradecimientos para mi abuela, porque su afición al tute (que no sabía que es de la misma familia que el bridge y el whist) me ha dado la idea para este fic. No sé por qué me imaginé a la señora Hudson jugando a las cartas y de ahí a pensar que intentar enseñar a Sherlock sería un espectáculo solo había un paso XD