Secreto a medianoche


— Natsu, ¿estás bien?

Estaba absorto en el plato de sopa, parecía no escuchar la pregunta.

— Estoy bien. Lo siento —resopló, antes de comenzar a comer.

— No tienes que comer si no quieres, no hace falta que finjas un buen ánimo conmigo. Imagino lo duro que debe ser el trabajo en estos días, la presión a la que estás expuesto…

— Lissana, no lo entiendes y no quiero que te entretengas en hacerlo.

— Soy tu esposa y me preocupo por ti.

— No deberías.

Se miraron directo a los ojos. En el tiempo que llevaban casados, las discusiones fueron pocas y Lissana nunca trató de intervenir en las relaciones laborales de Natsu, no porque no le importaran sino que él siempre separó el trabajo de casa. Para él, todo giraba en torno a estar casado con la nieta del alcalde y a tener una participación destacable en el cuerpo policiaco, no podía permitir que los rumores sobre cómo sus lazos familiares le favorecían en su puesto. Natsu, que toda la vida se había eforzado en ganarse el respeto de los demás por cuenta propia, sentía que todo se iba a la basura con este caso, con esa maldita mujer que…

— ¡Natsu!

Tenía el mantel arrugado entre sus manos, el rostro rojo de rabia.

— Esto te está superando Natsu, por favor deja el caso —trató de tomar la mano de su esposo, pero él la alejó enseguida, se levantó de la mesa yendo directo a la puerta.

— Voy a la estación, no sé a qué hora vuelva.

Lissana tenía la miraba baja, sobre su regazo. Los rastos de las lágrimas se notaban en sus mejillas.

— Solo lleva tu abrigo, por favor. Te estaré esperando.

Natsu sintió una puzada con las palabras de su esposa. Tal vez, ella merecía alguien mejor que él. La amaba, luchó por estar juntoa ella. Era todo para él y todo lo valía.

Subió al auto y fue directo a la estación.

Manejó un par de cuadras distraído, pensando que podría arrollar a alguien en cualquier momento, que sería detenido por sus propios subordinados y pasaría la noche en los separos de la detención preventiva. Tal vez ahí podría dormir.

Dormir parecía un pecado para él en esos momentos.

Días antes, su hermano había acompañado a su prometida a levantar la denuncia por el robo ocurrido en su casa. Ella deseó ir en persona a pesar de haber sido golpeada y llevar una costilla rota. Su hermano se convirtió en otro ciudadano que reclamaba justicia por los actos delictivos de los últimos meses. Tan solo robaron el anillo de compromiso de Levy, mismo que Gajeel compró con anterioridad en una subasta.

Aparcó frente a la estación, bajando casi de un salto. Subió las escalera corriendo, abrió con la misma prisa la puerta topándose al instante con Lucy, quién se proyectó contra su pecho.

— ¿Heartfilia? ¿Qué haces a estas horas en la estación?

Lucy se separó sonrojada, torpemente, de Natsu.

— Quería terminar los pendientes de mañana, pedí la mañana libre y no quiero que se atrase en su trabajo por mi culpa.

Era tan solo unos años mayor, pero veía a Lucy como una niña pequeña. Sabía que era la falta de experiencia en ese mundo que dejaba sin sabor la vida de cualquiera. Esperaba que no la de ella.

— Buenas noches, Heartfilia.

— Buenas…—bajó otro escalón dándose vuelta de último momento para encarar a Natsu— ¿Está bien, detective? Su semblante luce algo… no sabría describirlo.

— Pierde cuidado Heartfilia, estoy bien. Ve a descansar.

La rubia se quedó a media escalera observando cómo Natsu abría las puertas de la estación hasta que dejó de verlo. Parcialmente se sentía inútil al no ayudar a su jefe a mejorar su humor, si bien no era su trabajo empezaba a tomarle algo de cariño y confianza a tal grado que supuso que era mutuo.

Pensó que Natsu Dragneel la estimaba.

Atendió la hora. Iba 10 minutos retrasada. Se encaminó a la derecha, apretando el paso para no llegar aun más tarde.


La puerta de esa oficina tenía un chirrido especial. Desde que empezó a trabajar en la oficina, el sonido estuvo anclado a esa puerta.

Era algo estúpido y desconocía qué lo ataba al sentimentalismo.

Encendió las luces, cerrando la puerta a sus espaldas. El escritorio de Lucy lucía impecable, todos los documentos estaban en orden, cada uno señalado por su utilidad.

Y, en un jarrón con agua en sus últimos días de vida, estaban las flores que él le regaló.

Terminó por entrar a su privado, de igual forma estaba limpio, las carpetas todas ordenadas por fecha, por asunto, por importancia, colocado todo de la más pulcra manera posible. Incluso su taza de café y la cafetera estaban radiantes.

Lucy Heartfilia había resultado para él un pequeño rayo de sol en todas estas tinieblas que lo intimidaban.

Se llevó una mano a la cabeza. No, no podía estar pensando en ella de esa…

Sonó un teléfono.

Miró de reojo al escritorio y comprobó que no eraa el aparato de la oficina. Sacó su teléfono móvil del bolsillo de su pantalón, únicamente marcaba la hora. Entonces, sintió en su costado derecho una vibración que acompañaba el sonido.

Tenía un teléfono en el bolsillo de la chaqueta, llamando de un número desconocido.

— ¿Sí?

— Buenas noches, detective.

Inclusive logró percibir su aroma en el momento de escuchar la voz femenina que parecía ronrronear al otro lado del teléfono.

— ¿Quién habla? —hizo la pregunta sopena de sonar más ingenuo de lo que ya se sentía.

— Su mayor admiradora, Natsu Dragneel.

Ella disfrutaba mucho de burlarse de esta situación, sus risas coquetas lo demostraban.

— Así que en realidad eres una chica, ¿no?

— Pensé que su amigo lo había confirmado la otra noche en que, pobrecito, quedó como un inútil capullo tirado en el suelo— la escuchó tarerar una melodía, tan solo un par de segundos—. Pero yo tengo otras cosas que tratar con usted. Le propongo un intercambio.

— ¿Qué es lo que quieres? —la voz de Natsu delató que comenzaba a bajar la guardia.

— Información. La otra noche, con la prisa y el juego con Fullbuster no pude terminar de recopilar unos archivos, así que eso es lo que quiero. A cambio podría darle algo de información sobre Raijinshuu.

— Anda, ¿por qué no vienes a tomar de nuevo los archivos por tu cuenta? —Natsu sabía que Gildarts mandó a electrificar cada entrada a ese archivo, acompañado de cámara de seguridad—. Además señorita, nada me asegura que el intercambio sea justo.

— Tal vez ayudaría a su carrera que pudiera tener la ubicación de Laxus.

— ¿Cuál es el archivo? —soltó luego de pensárselo un instante.

— El 3245/X792. Vuelvo a llamar en veinte minutos.

Contuvo la respiración antes de girar la llave de la cerradura del archivo. Era difícil creer lo que estaba a punto de hacer, traicionar la confianza que Gildarts depositó en él por la supuesta ayuda de una delincuente. Tragó amargo y giró el cerrojo.

Apenas transcurrieron 10 minutos, ya estaba fotocopiando el archivo, al tiempo que las dudas como saeta se clavaban en su mente.

¿Por qué la mujer necesitaría ese archivo?

Mientras acomodaba todo en su sitio, el teléfono en su chaqueta comenzó a vibrar.

— ¿Ya terminó, detective?

— Sí. ¿Qué más quieres que haga?

— Tan sumiso… así es perfecto —Natsu comenzaba a odiar esas risas sarcásticas a través del teléfono—. Una cuadra detrás del ayuntamiento hay un edificio en ruinas, la escalera principal aún funciona, llegue al cuarto piso. Ahí estará su pista.

Para cuando ella terminó de hablar y colgó, Natsu estaba saliendo cual bólido de la estación de policía; decidido a no llevarse el auto emprendió la carrera hacia el edificio. Nueve cuadras más tarde, sudoroso y fatigado, Dragneel estaba subiendo las escaleras en busca del intercambio. Si alguien más lo viera, si alguien supiera de esto seguramente estaría despedido en un santiamén, sin contar las burlas que recibiría por creer en un delincuente y cometer semejante estupidez.

La música se hacía más clara conforme llegaba al cuarto piso. Una vez ahí, siguió el sonido hasta el único cuarto habitado de ese lugar: la luz era tenue, desconocía la procedencia de la melodía, algunas mesas tenían cabezas plásticas que servían para montar pelucas de distintos modelos y colores, más atrás había un barandal de que colgaban ganchos con decenas de vestidos, trajes y uniformes. En medio de la pieza, sentada en un sillón frente a una mesita con el servicio de té servido para dos, estaba ella.

— Buenas noches, detective. No tardó nada en llegar.

Usaba un vestido rosáceo vaporoso, con una corona de laureles dorada cubriendo su cabeza, los mechones caoba enmarcando su rostro, sandalias en los pies y un antifaz blanco.

— Entrégame la información.

— ¡Ay por favor! —se acercó a la mesa para tomar su taza de té—. No tiene que ser tan serio, al menos siéntese un momento.

— No tengo tiempo de esto… como sea que te llames.

— Para usted, puedo tener el nombre que prefiera.

— No me importa llamarte nunca más.

— Eso no puede asegurarlo.

— ¡Maldita sea, dame la información!

Dejo la taza de nuevo en la mesa, se quedó mirando al suelo.

— No sé por lo que esté pasando —se detuvo y sonrió—, mejor dicho sí lo sé y en cierta forma me apena la situación que vive ahora, pero piense que no es el único afectado por los sucesos actuales. Y podría sorprenderse al saber que no es el único inocente de esta historia.

Levantó la mirada y lo encaró. Natsu había avanzado hacia ella, ahora estaban frente a frente.

— ¿Quién eres?

— Si se lo digo ahora, va a sufrir más de lo necesario. Ninguna mariposa sale de su capullo antes de tiempo, porque la naturaleza las dota de sabiduría.

— ¿Qué quieres?

— Ser libre.

Natsu juraría que vio una lágrima escapar del antifaz.

— Seré breve detective ya que veo que no dispongo de su tiempo ni de su cooperación para disfrutar un poco de té y de El barbero de Sevilla —tomó una fotografía puesta sobre la mesa y la extendió a Natsu—: lo llaman Ojo de dragón o Cristal de sangre, se dice que es la joya más valiosa de la Tierra además de ser objeto de una serie de leyendas sobre la inmortalidad de su poseedor. Laxus quiere esa joya, irá en persona a la subasta que ofrecerán en el museo de Magnolia la semana próxima. Será la oportunidad que necesita para atraparlo, si no lo logra, tal vez no se repita.

El semblante del peli rosa se suavizó a medida que escuchaba a la mujer. Apretó los labios y dejó el expediente en la mesilla.

— Aquí tienes lo que me pediste, espero que los planes de Laxus no cambien gracias a esta entrevista— dio media vuelta encaminado a la salida—, la tregua terminó, mañana sigues siendo a vil ladronzuela de siempre.

— No esperaba menos de usted, detective.


Pasaba de la una de la madrugada para cuando Natsu dejó el edificio posterior a su encuentro misterioso. Tomó una bocanada de aire esperando ayudara con el conflicto ideológico del que era víctima, decidir cómo le explicaría a Gray o cómo le fundamentaría la información ante Gildarts para que aceptara enviar gente al lugar y poder capturar a Laxus. Pese a todo, lo más importante ya mismo era descubrir las intenciones de la chica con el expediente pedido, sin contar que ya sabía donde encontrarla. Desconcía el porqué, pero ella había bajado la guardia con él.

Caminó de vuelta a la estación . Justo dos cuadras antes de llegar, desvío su camino paa colocarse en la calle del parque principal, andando un par de cuadras más para terminar frente a una casa del centro, similar a las del resto. Dudó ates de acercarse a la puerta, pero tras unos pasos delant ya estaba tocando la puerta. Repitió su acción para ver resultados, una luz encendida dentro de la casa.

— Buenas noches —dijo ya que escuchó pisadas—, disculpa que venga a esta hora pero necesito algo que pedirte.

— ¿Le ha pasado algo a Lissana?

Adormilada, en bata y con la cabellera blanca trenzada a un lado, la hermana mayor de Lissana, Mirajane, era quién atendió en la puerta.

— No, disculpa, verás…—comprendió que era algo que no podía explicar de forma sencilla—, ¿Puedo pasar?

— Claro que sí, Natsu— Mirajane se apartó para permitirle el paso a Natsu—. Ven a la cocina, te haré un té o café, ¿estás saliendo del trabajo? ¿Ya has cenado?

— Mira, no hace falta, lo que necesito es otra cosa —recordó lo cuidadosa que era ella con el tema—. ¿Crees que podría hablar con Fred?

Los ojos de Mira se ensancharon y su cuerpo se tensó. Esperaba ese tipo de reacción pero inclusive él se sorprendió con el resultado. El semblante amable de la albina se torno sombrío.

— Me parece que ya no son horas para hablar con él ni tendrías un tema agradable que tratar.

— Es importante, por favor, de lo contrario no me atrevería a pedírtelo.

—¡No puedes llegar a casa de alguien y pedir hablar con su esposo enfermo de la nada! ¿Qué acaso la gente se piensa que esto es una broma? ¿Qué demonios tiene Freed que todos está interesados en él ahora? ¡Nadie se interesó por él antes!

Nunca antes vio a Mirajane de esa manera. Hacia cuatro años que la conocía, entonces sabía que era casada mas no se relacionó con su esposo hasta días antes de su boda con Lissana. Tan sólo le dijeron que había sufrido un accidente que lo incapacitó de por vida, obligándolo a vivir con medio cuerpo con cicatrices de quemaduras, postrado en una cama ayudado de un tanque de oxígeno. Aunque su vida dio un giro total, Mirajane no se quejó y aceptó cuidar de él.

Ahora parecía que todo explotaba dentro de ella.

—Mira —débil, una voz ronca vino del cuarto contiguo—, no hace falta… no importa… déjalo pasar.

Su mirada se congeló, dejando correr las lágrimas por su rostro. Sus ojos fueron cuchillos que atravesaron a Natsu.

— Mirajane, lo lamento yo…

— Pasa, Freed puede verte ahora.

Podría ser que Mirajane no lo tratara igual de ahora en adelante.

Todo en esa habitación estaba higiénicamente cuidado por Mira. Había dos camas, una más grande que era donde estaba tendido Freed, rodeado de aparatos médicos y cubierto con una sábana amarilla hasta el pecho.

— Hola Natsu, ha pasado el tiempo desde la última vez que nos vimos.

Pudo notar que detrás suyo, apoyada en el marco de la puerta, estaba Mirajane observando lo que iba a hacer con su esposo.

— Dos años Fred, nos vimos antes de la boda.

— Pero no he dejado de tener noticias tuyas —un ataque de tos lo interrumpió —, tú… haces que la familia Strauss se sienta orgullosa de nuevo.

— Por favor Freed, eso no es cierto.

Débil, una sonrisa se formó en el rostro de Freed.

— Mirajane déjanos solos, no tienes nada que temer.

Por el rabillo del ojo, Natsu supo que la mujer abandonó el cuarto de mala gana. Ya solos, se centró en Freed: No había cambiado nada, ni para bien ni para mal. El poco cabello que conservaba iba bien peinado, so rostro reflejaba el cansancio de la enfermedad, el enojo de estar en esa condición.

— No sabía en cuánto tiempo llegaría un policía a mi casa, que esto no podía ocultarse toda la vida.

— Entonces conoces bien el motivo de mi visita, saber cómo te involucraste con Raijinshuu y si en realidad tu condición se debe a…

— Conocí a Laxus en el orfanato donde crecimos, cuando cumplimos la mayoría de edad tuvimos que salir a la calle a aprender a vivir por nuestra cuenta. Me ubiqué como vendedor en la biblioteca, él no tomó un buen camino, comenzó una carrera criminal desde lo más bajo. Tuve que ayudarlo a salir en un par de ocasiones de prisión.

— ¿Lo hiciste por deudas sentimentales?

— No. Cuando me casé con Mirajane recién había comprado la librería y esperaba tener una vida feliz. Fue cuando supe que Laxus estaba buscándome para que investigara sobre una serie de joyas invaluables, como me negué amenazó con hacerle daño a Mira —Natsu sintió nauseas al imaginar lo cobarde que hay que ser para amenazar la felicidad de un amigo—. Presa del miedo, terminé por darle los nombres de los dueños actuales de las joyas y dijo que él se encargaría de obtenerlas todas… el anillo de Levy es una de ellas.

— ¿Hay algo llamado Ojo de dragón?

— Cuando quise dejar a un lado a Laxus me amenazó que de eso no podría salir nunca. Trabajé como investigador de Laxus, dotándole de informes al respecto de personas adineradas que podrían tener más joyas para los robos. Pero todo tiene su límite, así que me decidí a contarle a Mira toda la verdad. Esa misma noche, le reclamé a Laxus todo lo ocurrido. Mi auto tuvo un percance dos días después y mírame —entre lo irónico que lo hacía sonar, las lágrimas de Fred le daban el realismo al momento—. Esa joya es un rubí rojo que pesa cerca de 5 kilos. Supongo que es la última que le falta.

— Perdona por el mal rato, créeme que no era mi intención hacer que recordaras, bueno, es necesario para poder evitar más delitos.

— Es lo mínimo que puedo hacer, somos familia.


Al salir, Mirajane tenía la mirada hundida en la taza de café sobre la mesa.

— Nadie sabe de esto, solo mi abuelo y yo. Quiero que así permanezca, Natsu.

El aludido asintió con la cabeza antes de abandonar la casa.

Tantas cosas en esa noche, demasiada información de golpe.

Dudas…

¿Quién había puesto el teléfono móvil en su chaqueta?


¡Hola chaparritos! Hasta vergüenza me da checar cuándo fue la última vez que actualicé.

Tal vez no sea el mejor cpítulo, pero ahí voy, lenta.

Los quiero, un beso.