Okey, este es mi primer fic destiel. Es el fic más largo que he escrito en toda mi vida. Solo quiero decir que amo a este parcito con toda mi alma fangirleadora. Ojala disfruten leyéndolo tanto como yo hice escribiéndolo. (Y no, no mato a nadie, asi que tranqui)
-UNIENDO LAS PIEZAS-
Sonó la alarma. Dean Winchester no la apagó al instante, ni de un solo golpe –uno tan certero que hubiera dejado el reloj barato del motel medio roto bajo una de las camas—, ni masculló algún improperio, como solía hacer por las mañanas cuando escaseaba el sueño. Por el contrario, un satisfecho Dean Winchester, calmadamente, se quitó de encima las sabanas un tanto húmedas que se le pegaban al cuerpo, poniéndose en pie luego para estirar los brazos y las piernas, bostezando cómodamente. Se vio desnudo y su mirada se fue posando en las distintas prendas de vestir dispersas por el cuarto, todas suyas. Una sonrisa pícara cruzó su rostro. Al parecer alguien se estuvo divirtiendo anoche, ¿uh?, se dijo. Por eso el buen humor. Presumía que la chica con la que salió del bar esta vez hubo de ser realmente apasionada y dulce, porque sentía cada musculo como si hubiese tenido una pelea con mil demonios y sin embargo, absoluto éxtasis lo inundaba. Algo así como que su cuerpo estaba placenteramente agotado. Era una nueva, asombrosa sensación.
Se le notaba sonriente y, curiosamente, ni un poco aturdido por los efectos del alcohol que presuntamente había bebido copiosa y animadamente la noche anterior en compañía de un rostro borroso que aun no lograba concretar. Lo cierto es que Dean no se extraño demasiado por el hecho de no recordar a la mujer aquella, sino de ser plenamente consciente de la maravillosa sensación que sus caricias le habían dejado sobre toda la piel y se limitó simplemente a caminar hacia el baño en busca de una ducha fría, porque las meras imágenes vaporosas le infundían ganas de repetirse el plato, quien sea que fuera la misteriosa mujer de sus ensoñaciones. Solo entonces se percató, por el sonido, de que el agua de la ducha estaba corriendo.
¿Acaso aquella chica aun seguía ahí? No lo creía, solo vio ropa suya tirada. Aunque era posible que se hubiera llevado la ropa al baño para vestirse allí. Dean hubiese golpeado y llamado para preguntar, pero no recordaba el nombre. Un simple "hey" después del sexo no era muy cortés que digamos, aunque fuese todo lo que Dean pudiese decirle a ella. O tal vez, si tenía suerte, solo fuese Sam y no tendría que complicarse intentando sonsacarle el nombre a la mujer con la que presuntamente se había acostado anoche, simplemente lidiar con el chupasangre en que se había convertido su hermanito. Aunque, en defensa de Dean, el no recordar cosas no era muy usual en él; no era resaca lo que empañaba su memoria, sino otra cosa inidentificable.
"¿Sam, estas ahí?" dijo, con la voz ronca, incomodo. No veía a su hermano hacia ya semanas. No después de la monumental pelea a causa de la alianza enfermiza con Ruby y toda la mierda esa de la adicción a la sangre de demonio. Nadie respondió. La ducha seguía corriendo y el vapor rápidamente se escabulló por debajo de la puerta. Dean esperó e insistió. "¿Sam? ¿Sam?" Sintió algo tibio bajo sus pies. Era agua. "¡Sammy!" Dean vociferó, tratando de girar la perilla para entrar, infructuosamente, desesperado, olvidando en esos momentos la traición de su hermano y lo mal que había resultado su despedida. "¡Sammy!" Golpeó la madera con su hombro desnudo, le dolió un poco, pero siguió probando. El agua continuaba fluyendo. La preocupación nublaba la razón de Dean. Como un chispazo vino a su mente la fantástica idea de darle una buena patada a la puerta, como tantas veces había hecho durante alguna caza. Eso mismo hizo y la puerta cedió.
La aflicción que marcaba los rasgos de Dean desapareció el mismísimo segundo en que entró chapoteando como Dios lo trajo al mundo al baño de aquel destartalado motel, siendo suplantada por la sorpresa total, cuando vio al hombre que, en iguales condiciones, se duchaba tranquilo e indiferente del caos que había causado, rodeado por una nube de vapor que lo dotaba de un aire casi irreal o, mejor dicho, celestial.
"Whoa. Cas—" Dean se detuvo en el acto, cubriéndose la vista con el antebrazo al tiempo en que se giraba, dándole la espalda al pequeño soldado del señor, intentando concentrarse en sus pies mojados, en el agua escurriéndose a su alrededor y el cargo extra a su tarjeta de crédito falsa por el desastre en el baño, en cualquier cosa, en verdad, para hacer la vista gorda a su a su pulso acelerado o a la falta de aire o a su repentina erección. Qué mierda, pensó. "¡Que mierda!" dijo en voz alta, el color inundó su rostro como el agua tibia inundaba el cuarto.
"Hola, Dean. Amanecí empapado en sudor y otros...um…fluidos, supongo, así que decidí darme una de estas…duchas" Dijo serenamente Castiel, enjabonándose los pectorales con una esponja espumosa. "Veo con agrado que has tenido la misma idea que yo" añadió, paseando la mirada de arriba abajo y de abajo a arriba por el cuerpo desnudo del mayor de los Winchester.
"P-puedes venir sin preguntar siquiera al hotel que yo estoy pagando a quitare tu sacra mugre si quieres, Cas. Pero si vas a aparecerte sin más, cierra la llave al menos, hombre. Maldición—" ordenó Dean Winchester, imprimiendo falsa molestia en su tono y tratando de pensar en las cosas más horribles y desagradables que alguna vez presenció, como la piel media disuelta de un metamorfo o la cabeza de algún vampiro rodando ensangrentada por el piso, para apaciguar así al inoportuno winchester entre sus piernas, despierto contra su voluntad por la imagen absurdamente sensual del ángel. "Y cúbrete, ¿quieres?" bufó, tanto a Cas como a sí mismo, consiente al fin de su mutua desnudez. Cogió la toalla más cercana, rodeándose la cadera, estúpidamente avergonzado.
Castiel parpadeó varias veces lentamente y ladeó el cabeza, desconcertado al principio, un tanto dolido incluso, pero luego su boca se curvo en una leve sonrisa. El ángel notó al fin lo que sucedía. Miró en derredor la inundación que había provocado al estar completamente abstraído en sus pensamientos –unos pensamientos no muy angelicales, por cierto, que incluían las nuevas experiencias humanas que hace unas cuantas horas había adquirido. "Ah, por supuesto. Mis disculpas." dijo serenamente, cogiendo una toalla. "He estado un tanto…un tanto distraído. Mas, si he de decir algo en mi defensa por este desastre que he causado, he llegado a la conclusión de que es normal sentirse así luego de perder la...uh...castidad"
Dean se sintió muy mareado de pronto. Molesto, incluso ¿Castiel había anoche perdido su celestialmente eterna sagrada virginidad o castidad o, maldición, lo que fuera? Se le hizo un nudo en la garganta y sintió indescifrable pesadez en el estomago, pero la hizo a un lado y se volteó, desconcertado y receloso.
"Así que, Castiel, ¿ya no le haces honor a tu nombre?" Bromeó, tragándose otras emociones. "¡Vaya, así que hiciste más que las paces con la tal Chastity luego de que nos echaran de ese local!", rió nerviosamente Dean, poniendo los brazos en jarras y asintiendo orgullosamente con la cabeza. Tenía que mostrarse feliz por el ángel, eran amigos, habían pasado más de una aventura juntos, el tipo le salvo la vida, lo saco del infierno, maldición. Además, se dijo, fue él quien lo llevo a aquel "antro de perdición", como lo había llamado Cas, pero aun así estaba esa inevitable sensación de fastidio al fondo de su cabeza.
"Estas en un error. Ciertamente he perdido mi castidad, pero no fue con aquella mujer llamada Chastity. Nos hemos conocido bíblicamente, Dean" afirmó el ángel, interrumpiendo el penetrante contacto visual por un fugaz momento para observar con asombro la reacción del travieso wichester que aquella toalla no lograba disimular.
Dean sintió como le hervía la sangre de pronto y se pregunto si acaso todo ese vapor no le salía por los poros, o algo así. Su sorpresa y estupefacción aumentaron, así como el tamaño de cierta parte de su cuerpo. Que le estaba pasando, no lo sabía.
"¡¿Qu—qué quieres decir?!" cuestionó el mayor de los Winchester, medio tosiendo, ahogado, incrédulo. Castiel no acostumbraba bromear. Pero este debía ser uno de sus más terribles intentos. ¡Cuánta incomodidad!
"Quiero decir que anoche, tu, Dean Winchester, y yo, Castiel, consumamos el acto culmine del ritual de apareamiento humano sobre aquel lecho en el que despertaste esta mañana" aclaró Castiel con seriedad, como si todo lo que había dicho fuese más que obvio, una mera constatación de la realidad.
Dean abrió los ojos de un modo que jamás hubo hecho y soltó una carcajada nerviosa; el corazón le martilleaba en los oídos, pero él ignoraba aquel revelador sonido lo más que podía. Retrocedió, y su espalda topó con la brillante pared enlozada del baño. La cabeza le daba vueltas, procuraba recordar lo acontecido, definir los bordes de las etéreas imágenes que desfilaban en su mente, pero no podía. O, tal vez, no quería porque estaba asustado de acordarse.
Castiel, parado aun dentro de la ducha, suspiró profundamente. No estaba seguro si esto le divertía o le asustaba. Al segundo siguiente se materializó al otro lado del cuarto, situándose cara a cara al cazador, escrutándolo como siempre hacia con esos sagaces ojos azules. ¿Era posible que en verdad no recordase?, se cuestionó. Se habían confiado tantas cosas. Y hecho unas cuantas otras…El dejar de ser casto era un evento significativo a los ojos de la comunidad angelical. Era un signo de debilidad. Era estar más cerca de un precipicio. Unos cuantos pasos más y el ángel podría caer. Aunque ya he tomado mi decisión al respecto, se reafirmó Castiel. Uriel se lo reprocharía, mirándolo con asco tras sus severos ojos oscuros. Si Gabriel se enteraba haría mofa de ello, diciéndole que no se ofendiera, pero que siempre había sospechado sus inclinaciones cuando eran aun pequeños y se le pegaba demasiado mientras correteaban por los campos del señor. Y ni hablar de Baltazar, quien seguramente le invitaría un trago y le pediría los detalles, porque Baltasar sin duda había estado con mujeres y también hombres. Por otra parte, aun cuando en todos esos cientos de siglos de vida Cas no había tenido la oportunidad de relacionarse con alguien en ese nivel, no era como si no hubiese sentido curiosidad. Pero Castiel había accedido esta vez, precisamente, porque de Dean Winchester se trataba, porque él había estado ahí para levantarlo, para darle cobijo a su corazón cuando las palabras de Rafael aseverando que Dios estaba muerto lo golpearon en lo más profundo.
"Es perfectamente lógico que tu mente no recuerde con claridad lo acaecido, Dean. Así como no puedes ver mis alas pero sabes que ahí están, tu mente no puede asir los recuerdos tan fácilmente. Mas, las huellas de un ángel del señor, Dean, son imborrables del alma del humano que ha sido marcado" sentenció Castiel, apuntando con sus duros pero serenos ojos azules al hombro del mayor de los Winchester, allí donde la forma de su mano siempre permanecería estampada en la piel del cazador. Allí donde anoche lo había besado tantas veces. El aludido se llevo su propia mano a aquel lugar que sintió arder de pronto, cubriéndose la huella de la palma de Castiel. Hubo un momento sepulcral pero cargado de emociones, en el que la mente de ambos volvió al día en que el ángel del Señor había sujetado con firmeza y salvado de la perdición al Hombre Justo. El grabado en su piel era meramente testimonio de aquel otro más profundo sellado en su alma.
"¿Qué? N-no me vengas con esa estupidez y deja de mirarme así— ¡E-estas ebrio!" profirió Dean, apartando la mirada y los recuerdos, queriendo huir como un niño asustado. Eso que Cas le decía era imposible. Por muchas cervezas que se hubiera tragado, mierda, nunca se metería con un hombre. Mucho menos con un hombre que resultaba ser un puto ángel del señor. Y, sin embargo la fantasía se deslizó subrepticiamente por un segundo...Castiel bajó la mirada hacia aquel delator montículo entre las piernas de Dean. Sonrió sutilmente, porque ahora entendía qué provocaba tal reacción. Anoche su cuerpo había respondido al del cazador de similar manera, y él se había asustado un poco, así que se regocijó culpablemente en ver ahora a Dean alarmado. Dean, con todo, notó su erección creciendo y se maldijo, se maldijo a sí y a su estúpido cuerpo.
Entonces el ángel Castiel alzó, implacable, su mano parcialmente empuñada, para presionar con sus dedos la frente de un atónito Dean Winchester, quien apretó los ojos al tiempo en que todos los músculos se tensaron y al segundo siguiente, su cuerpo se desplomó inerme en los brazos de Castiel. "Tan solo quiero que recuerdes, Dean" susurró el ángel, trasportándolo al sofá de cuero con diseños estrambóticos, en donde depositó cuidadosamente al inconsciente cazador, cubriéndolo pronto con una manta. Lo miró con cierto temor, preguntándose cómo reaccionaría cuando despertase si con la sola mención de lo ocurrido entre ellos, se había alterado tanto, si acaso Dean se arrepentiría de lo dicho y hecho la noche anterior. No podría soportarlo, pensó. La fe del ángel era fuerte, y en su pecho aun latía la paz que su mutua entrega le había provocado, pero no quería tener las expectativas demasiado altas respecto al cazador. Mientras más alto volara, más dolorosa sería la caída.