Varios meses habían pasado ya desde la huída de Hogwarts, y Hermione y Barty se escondían en una vieja casa abandonada de un pequeño pueblecito muggle. El día en que se marcharon del colegio aparecieron allí porque el joven quería mantener a Hermione a salvo de lo que pudiera ocurrir, pues él tenía que ir ante su señor y no podía permitir que supiera de la existencia de la chica. Voldemort sería capaz de todo… y aunque a Hermione no le hacía ninguna gracia su situación, debía lidiar con ella si quería estar toda la vida con un mortífago.

La vida con Barty era harto complicada, pero confiaba en que juntos superarían todos los obstáculos. Además era cuestión de tiempo que Voldemort supiera que existía… y entones no iba a saber qué hacer.

La casa a pesar de ser bastante antigua, estaba bien conservada, algo que Hermione agradeció, pues no le apetecía arreglarla sin magia, a pesar de saber más o menos cómo hacerlo, y no podía arriesgarse a que algún lugareño la descubriera.

El verano llegaba a su fin y a Hermione le encantaba contemplar por su ventana a las ocres hojas de los árboles tambalearse por la suave brisa otoñal. Barty le había prohibido por el momento salir de aquella casa, pues sabía de sobra los planes de su señor y ella no debía verse envuelta en ninguno de ellos: se suponía que Voldemort no sabía que con Barty vivía alguien más. Pero esa tarde sintió unas ganas irrefrenables de salir a explorar, de alejarse de aquellas paredes que iban a terminar por consumirla, así que cogió su chaqueta y se fue aprovechando que el hombre estaba rindiendo cuentas con su señor.

La casa se hallaba en las afueras, así que tenía que caminar bastante si quería llegar al pueblo. Por el camino, se encontró a transeúntes que como ella contemplaban el paisaje embelesados y la saludaban al pasar por su lado. Aquel día era especialmente agradable, y Hermione se sentó en un banco del camino para que el aire le diera en la cara, pues le encantaba aquella sensación.

Miró su reloj en lo que le parecieron apenas unos minutos… ¡Había pasado casi una hora! Debía volver a casa si no quería que Barty le armara un escándalo, así que corrió todo lo que pudo, pero al abrir la puerta se lo encontró sentado en un desvencijado sillón del salón y fulminándola con la mirada.

—Hola —Dijo ella firmemente: si algo había aprendido es que no mostrar miedo era crucial para que el otro se relajara un poco.

—¿No te dije que no salieras? —Le preguntó Barty mientras sus ojos negros recorrían su cuerpo.

—No pude más, lo siento pero necesitaba salir de aquí por un momento… Sé que es difícil para ti, pero hago lo que puedo para que esto salga bien.

Barty se levantó de su asiento y se acercó a ella; una vez estuvo a su altura, acarició suavemente sus mejillas.

—No pasa nada —. Su rostro no parecía querer demostrar sentimiento alguno, pues permanecía como de costumbre imperturbable, pero sus actos decían todo lo contrario, pues levantó a Hermione en brazos y la llevó hasta su cuarto, donde se demostraron todo el amor que sentían aunque no se lo dijeran.

Aunque el miedo en ocasiones se apoderase de ella, quería creer que aquello iba a salir bien.


Bueno, aquí termina esta historia. A los que han leído y comentado, espero que les haya gustado y hayan disfrutado como yo escribiéndola :)

Espero seguir por aquí mucho tiempo subiendo historias y leyendo otras magníficas.