Hi there!
Bueno, tengo tiempo siendo lectora en ésta grandiosa página, y desde hace un buen rato tengo este proyecto en mente y por fin me he decidido a publicarlo (Yay!). El Ulquihime es una de mis parejas favoritas de manga, así que decidí hacer mi primer fic sobre ellos. Pero pondré los comentarios al final. Por ahora los dejo leer.
Una aclaración: éste fic está basado en una línea temporal que va cerca de 4 años después de lo sucedido en el arco de el agente perdido, así que la guerra Quincy en éste fic no vale XD
Disclaimer: Bleach no me pertenece, ni tampoco los personajes que uso en ésta historia.
Capítulo 1: Preludio
—¿Me tienes miedo, mujer?
La pregunta apenas y fue audible entre el susurro de las cenizas en las que se estaba convirtiendo el cuerpo del cuarto Espada. La pelea con Ichigo había sido abrumadora. Orihime apenas y podía digerir lo que había pasado un rato antes. Las imágenes de las últimas horas pasaban rápidamente frente a ella, como una vieja película que se corría sin orden alguno. El amor de su vida y su secuestrador en una batalla dentro de Las Noches… un hollow con un cráneo como máscara y con una melena anaranjada y larga lanzando ataques devastadores, haciendo que la eterna noche de Hueco Mundo se iluminara con rojo sangre… Un escudo roto, frente a él un ángel caído intentando apartarla de un cadáver con un agujero en su pecho… desesperación… pánico… dolor… una batalla en la que no quería que nadie muriera, sin importar el bien o el mal… Y después unos ojos brillantes, reptiles, indiferentes, apuntando a su pecho y dándole la esperanza de acabar con ese horrible y doloroso estado que se hacía llamar vida, haciéndole esa misma pregunta. Miedo… lo tenía por sus seres amados, lo tenía por él, que cruelmente le había enseñado el lado oscuro del universo…
—No te tengo miedo —…pero no lo tenía por el destino de ella misma. No tenía nada que ofrecer a nadie. Había sido usada por su nimio poder, como una simple trampa. Y moriría así, inútil. Como una persona que había tenido mucho y no había dado nada a cambio. Un hermano maravilloso, unos amigos simplemente geniales, alguien a quien amar y muchos que la amaran. Tener miedo era con lo peor con lo que podía corresponderle a tanta gente. Y tenerle miedo a él, era simplemente estúpido, ahora lo era, después de haber pasado tanto.
Ambos sabían la respuesta, pero era necesario preguntarlo, para encontrar un consuelo en un mundo lleno de oscuridad. Quiso reírse de sí misma ante semejante ironía. Era su enemigo, y aún así sentía que había una especie de conexión entre ellos, una comprensión que no había encontrado a ese nivel con otra persona.
Sentía que debía llorar por él. Y a pesar de lo que había entre ellos, fuera lo que fuera, necesitaba encontrar el por qué. Él no le mostró el mínimo signo de simpatía, ni siquiera de amabilidad, salvo cuando le dijo que el vestido que traía puesto —ahora hecho trizas— le quedaba bien. Sólo había estado ahí manteniéndola viva como si fuera una mascota. Entonces, ¿por qué tenía que llorar por él?
—Ya veo.
Vio esos ojos que, antes amarillos, ahora volvían a ser verdes. Se perdió una última vez en ellos, y su corazón se encogió al ver que, en ese momento, reflejaban el primer y último sentimiento del arrancar: melancolía. Sus propios ojos se llenaron de lágrimas cuando la culpa comenzó a aplastarla, ya que sentía que era por su causa el que él sufriera de esa manera.
Pero ahora él era quien estaba extendiendo su mano hacia ella, a pesar de que ya lo había alcanzando en el fondo del vacío. Y ella le estaba correspondiendo, con una implacable y desesperada necesidad de salvarlo ¿Por qué?
Una vez se quedó dormido en su habitación. Recordaba bien ese momento. Le había rechazado esa muestra de amabilidad al llamarlo "Ulquiorra-kun".
Ah, también la había torturado mentalmente en muchas ocasiones. Recordaba cómo había llorado durante horas y también cómo le suplicaba que parara mientras temblaba como un niño asustado. Eso las primeras veces.
Las veces siguientes ya no fueron iguales. Primero lo ignoró, pero eso ocasionaba que él se ausentara por días y eso la desesperaba porque él era el último pedacito de cordura que podía encontrar en ese mundo tan extraño. Luego intentó contestarle. Sabía que no le ganaría con la lógica, por lo que siempre usaba ese toque de irreverencia que lo terminaba sorprendiendo. Esos fueron los mejores tiempos. La última vez que hablaron dentro de esa habitación lo había abofeteado, llevándolo todo a ese momento, a esa horrible conclusión.
¿Sería por todo eso?
Mientras la distancia entre sus manos se acortaba cada vez más, su mente se iba aclarando poco a poco: era cierto que la había forzado a ir a ese lugar a costa de la vida de sus amigos, que jamás habían forjado una relación que pasara de la enemistad, que diario tenían una lucha psicológica y que la había hecho sufrir más que cualquier otra persona en toda su vida; pero si de algo estaba segura, es que se había hecho fuerte, aunque fuera a regañadientes. Ya no sería la adolescente débil que miraría las espaldas de sus amigos frente a ella, tendría la capacidad de elevar su poder porque el temor ya no obstruiría su camino. Fue gracias a que vio en él sus miedos que supo cómo enfrentarlos. Todo gracias a él.
Y tal vez esa era la razón por la que quería salvarlo. Porque antes había llegado a la conclusión de que era un ser pensante y sin sentimientos. Sin embargo en ese momento le estaba demostrando que, disuelto en esa máscara de Hollow y en esa melancólica mirada, estaba expuesto su corazón, el mismo que se estaba aferrando a ella porque quería recordar algo que en algún momento tuvo sentido. Y ella le daría el suyo sin condición alguna, porque le había mostrado el camino hacia la luz en ese mundo de oscuridad. Sólo un poco más…
…Kurosaki la estaba viendo desde algún lejano lugar, e Ishida estaba desangrándose, tal vez al borde de la muerte. No podía importarle menos. Pronto estaría de nuevo en aquel mundo en el que sólo existían Ulquiorra y ella, donde no había nada más allá de aquella blanca habitación.
Pero ya no se podía. Su mano sólo acarició cenizas. Esos ojos esmeraldas dejaron de verla.
No podía irse a aquel mundo sola; no sin él, que le enseñó a soportar la carga que ella misma había decidido llevar.
¿Por qué se dio cuenta de todo lo que le debía hasta ese momento? ¿Por qué dejó que se fuera?
Debió haber luchado para tomar su mano, juntar cada una de las cenizas en las que se deshizo y traerlo de vuelta con el poco poder que tenía entonces…
Pero no lo hizo.
El incesante sonido del despertador hizo que su sueño —o más bien su pesadilla—, llegara a su fin. El hecho de que se despertara en ese lugar tan común, a diferencia de en el que estaba en los recuerdos de hace tanto tiempo, parecía fuera de lugar.
Y así Orihime Inoue, de 21 años, despertó a la vida prácticamente ordinaria que tenía. Estudiaba medicina en la universidad de Karakura junto a Kurosaki e Ishida, tenía un trabajo de medio tiempo, entrenaba con Tatsuki, visitaba a Urahara, salía con sus amigos… todo iba de una manera tranquila, a comparación de lo que todos, incluida ella misma, habían sido ante lo ocurrido años antes. Pero tampoco es como que ella hubiera cambiado mucho. Seguía siendo un poco torpe y aún le gustaba comer de vez en cuando comida con sabores extrañamente mezclados. Su estatura había aumentado unos cuántos centímetros, su cabello era más largo y su busto había crecido también.
Casi todo estaba dentro del rango de lo normal, a excepción de que de vez en cuando veía a Kurosaki vestido de Shinigami y a Ishida de Quincy yendo de aquí para allá exterminando Hollows gigantes y menos grandes que recientemente habían tenido la amabilidad de aparecer por decenas en las últimas semanas; incluso ella misma se había saltado unas cuantas clases y turnos para ir a combatirlos.
Excluyendo eso, todo estaba muy tranquilo. Desde que aquella vez en que un grupo de personas con poderes parecidos a los suyos y que se hacían llamar Fullbringers salieron de por ahí a causar unos cuantos problemas, ya no había vuelto a ver a Rukia, a Rangiku, o a ningún otro shinigami de las sociedad de almas. Pero teniendo en cuenta que todos eran tenientes o capitanes era obvio que no podrían venir a menos de que volviera a ocurrir algo tan grande como aquello, y la situación actual aún no ameritaba eso. Los extrañaba muchísimo, pero si para verlos tenía que pasar algo tan malo, lo mejor sería no desearlo tanto.
Aunque también algo había comenzado a atormentarla: últimamente, había tenido pesadillas cada noche, en las que veía como una y otra vez se repetía el momento en que había visto y dejado morir a Ulquiorra, ese Arrancar que la había secuestrado hace casi 6 años.
Ahí, envuelta entre las sábanas, y sin la energía como para apagar su molesto reloj, recordó como fue al poco tiempo después de que regresaron de Hueco Mundo. Se sentía culpable, y por ello había vuelto más seria y sus amigos se habían preocupado mucho por ella. "No es nada" les había dicho, "Sólo son los estragos de la guerra. Pronto se pasará"… Y así había sido. Había olvidado por la fuerza esos sentimientos en algún rincón de su cerebro junto con la esperanza de que algún día, de alguna manera, volviera a verlo (una esperanza vana, al fin y al cabo), porque sabía que tarde o temprano todo eso acabaría con ella.
Despertó de su ensoñación y se encontró de nuevo entre un mundo tan normal e indiferente de lo que tenía en su cabeza. Se levantó ante la perspectiva de un día más en el cuál era necesario sobrevivir, pero una leve opresión en el pecho la hizo preocuparse. Esos sentimientos amenazaban con devorarla otra vez, y no sabía si esta vez volvería a vencerlos tan fácilmente.
Orihime estuvo el día completo al pendiente de ese molesto sentimiento. Durante las clases se distrajo completamente, mirando desde su lugar en la ventana la cuidad de Karakura. Ignoró por completo la abertura que se hizo en el cielo, a la decena de criaturas que caían de ella, a las excusas para ir al baño y a la enfermería, a sus amigos —que fueron incapaces de decirle una palabra, ya que tanto como el pelinaranja como el chico de lentes eran muy malos para consolar o hablar de sentimientos— vestidos de ropas extravagantes. Ignoró las llamadas de Tatsuki, las tímidas insinuaciones de sus compañeros de trabajo, las almas sin rumbo que flotaban alrededor de ella.
Al acabar el día, mientras veía la gente exhausta que se apretujaba en el tren y recorría las calles de los suburbios, lo único que deseaba era ver que todas esas cosas "paranormales" se desaparecieran. Por un momento se maldijo de tener los poderes que poseía. De no haber sido por ellos, no vería monstruos sin corazón, almas en pena, ni personas encargadas de ambos. No se hubiera tenido que involucrar con Kuchiki ni ir a la Sociedad de Almas. No tendría que haber ido a Hueco Mundo, porque no tendría amigos shinigamis que proteger, ni formar parte del sucio plan de Aizen. Y sobre todo, no habría conocido a Ulquiorra, no se sentiría culpable por haberlo visto morir frente a sus ojos sin hacer nada para evitarlo.
Cerró los ojos un momento y se detuvo. También se maldijo a sí misma por ser como era. De haber sido egoísta, de haberse preocupado sólo por los asuntos que le convenían, no habría tenido por que sufrir tanto. Habría continuado su vida, como una simple humana, cargando sólo con la culpa de no despedirse de su hermano el día que murió, hasta el día que le tocara conocer la Sociedad de Almas de la manera normal. Sin Rangiku, sin Rukia, sin el Seireitei ni sus problemas internos. Pero no. Era la que siempre tenía que preocuparse por todos, menos por ella misma. La que curaba a todos, la que animaba a todos, la que se dejaba pisotear con tal de que todos estuvieran felices a su alrededor, oculta tras una máscara de falsa felicidad.
Volvió al atardecer al edificio en donde se encontraba su departamento y se quedó parada frente a él. Ya no era el mismo en el que había vivido cuatro años antes, pues decidió mudarse después del ataque de los fullbringers, en uno de los intentos para deshacerse de los sentimientos que ahora resurgían dentro de ella.
Miró ensimismada los últimos rayos del sol que se reflejaban en los cristales. Una vez que se hubo ocultado el sol por completo, se concentró realmente en su hogar y se exaltó al notar que un reiatsu conocido, pero a la vez extraño, se encontraba dentro de él. Corrió escaleras arriba, saludando apenas al hombre de la entrada y sacó las llaves de su puerta para forcejear con ella antes de abrirla.
Entró cautelosamente, intentando reconocer ese reiatsu. En medio de la oscuridad se escuchaba una respiración nerviosa que dejaba ver que su dueño estaba alerta, al haber sido descubierto. Esperó un poco más, pero luego supo que no sería atacada, dada su posición —es decir, con una pared interpuesta entre el sujeto y ella—. Se quitó los zapatos y caminó lentamente por el pasillo, mirando siempre en dirección a la sala, que era donde se escuchaban las respiraciones. El individuo que se encontraba ahí tampoco se movió cuando la vio, por lo que la hizo sospechar más de él. Sin encender las luces, con mucho cuidado entró a la cocina, tomó lo primero que tuvo a la mano —un sartén un tanto pesado— para al menos hacer un poco de tiempo creando una distracción, y se volteó con precaución. Se percató de que en la sala la silueta parecía distraída al observarla con demasiada atención y, sin dudarlo, arrojó el instrumento de cocina con todas sus fuerzas.
—¡Santen kesshun! —Conjuró su escudo, atenta a ver si los resultados de su "plan". Lo siguiente que escuchó, fue el grito de dolor de quien se encontrara ahí, seguido del estruendo que causó el sartén al estrellarse contra el piso.
— ¡Demonios, mujer! Yo que pensé que me habías reconocido…
Esa voz… Orihime se acercó tan rápido como pudo a algún interruptor, mientras la otra persona murmuraba algo como "No debí haber dejado el lugar a oscuras…". Cuando encendió la luz del pasillo vio quién era al que le había acertado tan buen golpe, sintióque el alma se le iba a los pies y que la sangre dejaba de circular por su cuerpo, mientras se le empañaban los ojos de tantas emociones que se arremolinaron en el pecho simultáneamente.
Inmediatamente deshizo el escudo para ver claramente a la única persona que no esperaba encontrar en su casa, una que creía haber visto deshacerse en cenizas un par de años atrás, una que ahora la miraba con los mismos ojos con los que había soñado incontables veces.
—No puede ser…
Frente a ella, Ulquiorra Cifer la miraba con una expresión adolorida mientras se frotaba la cabeza.
Aquí está el final del primer capítulo. Espero que les haya gustado :D
La verdad he estado muy nerviosa, le di muchas vueltas para publicar. No sé, siendo el primero supongo que es normal, no? Y bueno, como soy nueva publicando estoy toda hecha un lío sobre cómo manejar mis historias ... ojalá le agarre la onda pronto.
Quiero agradecerle muchísimo a _kiharu_ (o como se llame aquí en FF XD) por corregirme. Sin tí no me hubiera animado nunca :3 . Y también quiero agradecerles de antemano por leer una de éstas extensiones de mi imaginación.
Espero subir el próximo capítulo pronto. Acabo de volver a la prepa y no sé cuánto tiempo me tome actualizar, pero espero no tardarme más de una semana.
¿Review? Acepto de todo, comentarios, sugerencias, correcciones, lo que se les ocurra.
Saludos nuevamente y hasta otra :D