Tenía pensado este outtake desde que terminé de escribir este fic, así que al fin me tomé el tiempo para poder escribirlo (lo tenía todo en la mente y felizmente no lo he olvidado). Espero que les guste y, lo más importante, que les saque una sonrisa. Editaré el fic completo en unas semanas. :)

Los personajes le pertenecen a SM.


Accidentes de Alcoba

EPOV

Entré al departamento con una sonrisa y esta terminó fulminándose cuando miré el suelo y noté las ropas de Bella por todo el lugar.

Maldición, pensé mientras dejaba mi maletín en el suelo.

Suspiré rendido al mismo tiempo que iba despojándome de mis ropas. Bien, Bella iba a mandar esta noche. Temía por la venganza que de seguro traía en mente... La noche pasada me juró que se vengaría por haber roto su conejo, así que seguro me dejará en medio orgasmo para burlarse de mí. Como si necesitara de Firuláis.

Me sorprendía las ganas y el deseo que sentía por verla de una vez por todas. Ya era una costumbre apreciarla desnuda después del trabajo cada viernes, pero su belleza era algo que me asombraba todos los días, incluso, cuando se suponía que mi atracción apuntaba hacia los hombres... Ella aturdía mi mente desde que me pidió lo que tanto deseaba, y llegó para quedarse ahí por siempre, al igual que en mi corazón.

— Vale, vale, es tu noche.—dije en voz alta para que me escuche donde fuera que esté y caminé descalzo tratando de encontrarla. Por intuición, me dirigí hacia nuestra habitación, y mientras me acercaba pude sentir su aroma, lo que me dio a entender que había llegado poco minutos antes que yo.

No la encontraba por ninún lado. Si Bella ya estaba acá, estaría muy bien escondida porque no había rastro de ella.

Un clic seguido por un "¡Ajá!" hizo que gire rápidamente.

Bella estaba con unas esposas en las manos y una de ellas sujetaba mis muñecas. Me sentí un idiota al no haberme dado cuenta de lo cerca que estaba.

— Estaba más nerviosa que tú.—dijo antes de darme un corto beso en los labios.

— No estaba nervioso.

— Pude ver tus nalgas apretadas desde que entraste al departamento.—rió y rodé los ojos.— Dilo.—se mordió el labio.

Suspiré y miré hacia otro lado.

— Ganaste.

Expandió su sonrisa y jalando del otro lado de las esposas, me llevó hasta su cama.

— ¿No podré tocarte?—le pregunté casi asustado cuando me empujó y me dijo que me acomode. Iba a volverme loco si así era.

— En ninguna parte.—quiso agregar algo, pero aproveché mi única mano libre para agarrarla del cabello y acercar su rostro hacia el mío para besarla.— ¡Edward!— exclamó cuando la solté.

— Déjame nalguearte aunque sea una vez, Bella.—le pedí desesperado.

— He dicho que no.—finalizó y torcí el gesto.— Venga, dame tu mano.—me pidió mientras se sentaba encima de mí y solté un jadeo cuando sentí su humedad.

Me negué y me miró con mala cara mientras comenzaba a dar círculos con sus caderas.

Fue inevitable llevar mi mano hacia uno de sus pechos y fue que aprovechó para llevar mi mano hasta cabecera, donde entrelazó las esposas ya con mis muñecas prisioneras.

— Juro que voy a morder todo lo que no podré tocar.—amenacé entre dientes.

Me gustaba ser posesivo en la cama. Me gustaba poner todos mis sentidos al momento de follar y disfrutar al máximo de ello mientras Bella disfrutaba al mismo tiempo, así que me molestaba estar esposado. Nunca lo había hecho antes.

Sonrió acercando su rostro al mío y dejó un beso en mi barbilla. Se puso de rodillas y avanzó con su cuerpo desnudo hasta que su sexo esté a la altura de mi rostro. Pude ver de reojo que se sostenía de la cabecera y entrelazó sus manos con las mías.

— Come.—me ordenó y quise negarme, pero el embriagante olor de su excitación fue necesario para sacar mi lengua e invadir cada rincón húmedo de su piel.

Escuchaba sus gemidos y podía sentir cómo se estremecía con cada lamida. Moría por apretarle las nalgas, pero solo me limité a sujetar sus manos con fuerza.

Comenzó a mover sus caderas mientras aceleraba el ritmo de mi lengua, y pude sentir cómo me endurecía con cada segundo que pasaba.

— Córrete, nena.—susurré contra sus pliegues bañados con su humedad.

— Shhh...—dijo temblorosa. Ella estaba disfrutanto, pero lento. Recordé las veces en las que introducía tres dedos dentro suyo mientras mi lengua hacía un trabajo estupendo y el orgasmo le llegaba como un rayo.

Bella se detuvo y me quedé con la lengua afuera, queriendo saber qué pasaba. Se inclinó hacia mi rostro y mordió mi lengua antes de besarme. Al segundo ya estaba acomodándose, pero esta vez su cabeza quedó cerca a mi pelvis y su coño regresó a mí, pero con otro ángulo.

— Sigue.—habló y quise responder pero me resultó inevitable jadear cuando introdució mi necesitada verga en su boca.

Su largo cabello caía como cascada sobre una de mis piernas. Moría por jalárselo mentras introducía todo mi miembro hasta lo más profundo de su jugoso coño. Hoy llegué a casa con ganas de montar, no de ser privado para tocar.

Solo logré meter mi lengua lo más que podía en ella y gozar de sus incesables gemidos. Mordí una nalga suya cuando ahorcó mi verga con sus labios y succionó con fuerza.

— Maldita sea...—rugí contra su piel mientras ella movía su precioso culo para que continúe chupándole.

No podía concentrarme. Lo hubiera hecho si rodeaba sus muslos con mis brazos y halaba su entrada hacia mi boca mientras soltaba gritos de placer, pero era imposible ahora. No con la estupenda felación que Bella me estaba regalando esta noche y con las esposas rodeando mis muñecas.

— Eso, preciosa.—la felicité dejando besos en su húmeda concha.

— Haz que me corra.—me ordenó con urgencia y reí antes de continuar.

Con mucho gusto, su majestad.

Incrementé la rapidez y presición de mis lamidas. Del clítoris hasta la vagina y juguetear con sus labios. A ella le encantaba eso y a mí, cómo se volvía loca gracias a mis acciones. Bella era un regalo de los dioses.

Soltó un grito agudo una vez que tenía su boca libre. Comenzó a masturbarme con la frente apoyada en mi muslo derecho. Sus gemidos no cesaban. Al saber que estaba a punto de llegar, simplemente soplé en su entrada y se corrió acompañada de un grito.

La vecina ya no nos jodía por gritar. Estaba acostumbrada.

— Eso fue elegante.—me miró sobre el hombro y sonreí.

Con sus piernas temblorosas, se acomodó en cuatro, entregándome un paisaje perfecto que era su coño rosado y húmedo debido a su reciente orgasmo. Ni siquiera podía continuar lamiendo porque ella se había alejado unos centímetros.

Ese culo me llamaba a nalguearlo.

— Edward...—comentó cuando yo estaba a punto de alcanzar la cima.

— ¿Hmm?—fue el único sonido que pude hacer. Cerré los ojos e hice las manos en puños.

— Se me acabaron las pastillas.—comentó en el preciso instante que terminé corriendo sabe quién dónde. ¿En su cara? ¿En su boca? Qué interesa. No había tomado las pastillas, así, en plural. Eso significaba...

— Puedo correrme afuera.—propuse cuando traté de recuperarme del orgasmo más extraño que tuve. ¿Por qué tenía que decirme eso en un momento tan bueno? ¿Acaso yo le había provocado un orgasmo agridulce? Jamás.

— Eso ni de broma.—se acomodó a un costado de la cama y me miró mientras se limpiada las comisuras de los labios. Adorable.

Se inclinó hasta su mesa de noche y abrió una pequeña caja que contenían unos cuantos condones. Demonios. Espero que hayan vencido el año pasado. Ya ni siquiera era necesario utilizarlos desde que inicié mi relación con ella porque las pastillas hacian un excelente trabajo.

— Solo por hoy.—sonrió al ver mi cara de disgusto.

— Pero voy a sentirme incómodo y no terminaré corriéndome jamás.—le comenté.

Ella me miró con las cejas alzadas. Qué mejor que un pene erecto por más de una hora.

— Bien, te lo pondré de una manera en la que te va a gustar.—se acercó a besarme y cuando bajó su rostro hasta mi asustada verga, se colocó el condón al borde de los labios.

— ¿Es de sabores?—pregunté sin saber qué era lo que hacía.

... Y para qué hable.

Bella, al querer responderme -tontamente-, tomó aire y se tragó el latex. Se sentó rápidamente mientras se rodeaba el cuello con las manos tratando de conseguir oxígeno.

¡CARAJO! No podía hacer absolutamente nada con mis manos sujetas mientras mi novia se asfixiaba con un condón. Y conseguir ser liberado era una tarea casi imposible teniendo en cuenta su estado y porque de seguro las llaves deben estar en cualquier lugar, menos a la mano.

Bella comenzó a lanzarme puñetazos para que haga algo. Sus ojos se estaban poniendo rojos al igual que su rostro.

— Bella, cálmate.—fue lo primero que dije.— Bájate de la cama. Ponte a un lado.—mientras le explicaba, por dentro estaba tratando de convencerme de lo que iba a hacer a continuación era lo necesario. Ella me miró desesperadamente sin entender, pero lo hizo.— Ahora, sujétate de la cabecera y mantente firme.—ella apretó los puños mientras intentaba toser.— Perdóname, amor.—le pedí y le lancé una patada con toda la fuerza que pude cerca a la boca del estómago.

El preservativo salió expulsado de su boca y Bella terminó en el suelo. Por mi parte, me quedé mirándola recuperar el color de su rostro. Estaba seguro que nuestros corazones latían igual de rápido.

Después de medio minuto se puso de pie y regresó a la cama con los ojos llorosos. Estaba aterrada.

— Ya pasó, cariño.—se recostó sobre mi cuerpo desnudo y me abrazó del cuello.

— Dime que no soy la única mujer que se ha atorado con un condón, Edward.—me rogó y le dije dudando:

— No eres la única mujer que se ha atorado con un condón.—por dentro estaba partiéndome de risa.

No dijimos nada más en lo que duró toda la noche. Quería pedirle que me suelte de una maldita vez porque empezaba a no sentir los brazos, pero Bella se quedó dormida y no quise molestrla después de tal susto.

Con ella descansando sobre mi pecho, recordé una de las razones por las cuales comenzaba a sentirme cada vez más enamorado de ella, y era que con Bella ser yo mismo no era algo para sentirme avergonzado. Ella fue una de las pocas personas que aceptó convivir con un completo desconocido y en ese entonces homosexual sin ni siquiera juzgarme. Fue a ella quien le conté cómo me afectaba no ser tomado en serio en las relaciones pasadas que tuve, y aunque lo nuestro no sea la relación más formal que haya, siento que poco a poco estamos conectados de distintas maneras. Incluso lo que pasó esta noche de viernes nos va a marcar tanto que apuesto nunca insistirá en utilizar un maldito condón otra vez.

No me arrepentiría jamás de haber estado con hombres, pasé un buen tiempo, sí, pero me arrepiento de haber estado tanto tiempo sin Bella. Lo bueno es que los viernes nunca se van a acabar.

— ¿A dónde vas?—le pregunté cuando se levantó.

— A tomar una ducha.—se estiró y caminó hacia la puerta.

— Bien. ¿Ya puedes soltarme?—le pregunté seguro de que lo iba a hacer.

— No creas que he terminado contigo.—me sonrió antes de desaparecer.

Todo por culpa del maldito Firuláis.


Y acá termino con una de las historias que más disfruté escribir. Tal vez un poco cursi comparado con los capítulos anteriores... Pero en lo personal, me partí de risa con cada ocurrencia de Bella.

Me alegra que les haya gustado tanto como para tomarse el tiempo de dejarme un review. Espero algún día volver a escribir algo tan gracioso como esto. Mientras tanto, las invito a leer los otros fics que tengo :)

Gracias por leer. ¡Un beso!