All I care about is lo... MONEY!


Los personajes son de Himaruya, la historia es del mundo y la adaptación es nuestra.


En pleno auge barroco del siglo dieciocho, hace algún tiempo que el helvético abandono el Sacro Imperio Romano para volverse una tierra libre, pero algunos de los pertenecientes a la casa no vieron esto si no como un abandono desleal.

En especial Austria que se resignó pero nunca perdonó a su antiguo amigo y con la casa de Habsburgo en su reinado conjunto con España trató de controlar Europa. Matrimonio desecho con el español, se vuelve a la calma que precede la tormenta, aunque los dos europeos del centro hace años que dejaron de hablarse. Hasta ahora.

Suiza se limpia la frente mientras ordeña a sus cabras, escuchando los abetos sonar y frunciendo un poco el ceño, mirando el pueblo hacia abajo sin saber realmente lo que inquieta. Se levanta con el balde de leche en la mano y camina hasta su casa silbándole a Niebla... Digo, a Bellota, su perro.

El carruaje más pomposo de todos los carruajes pomposos que alguien podría imaginarse, con cortinajes de terciopelo rojo y columnas hechas de pan de oro, atados cuatro caballos blancos de largas crines cada uno con un sombrerito, se detiene frente a su puerta al mismo tiempo, salpicándole un poco de barro.

Suiza mira al carro de reojo y baja el balde de leche volviendo a silbarle al perro y abriendo la puerta de su casa de madera sin voltear hacia el carro.

Una figura baja sin prisa y se detiene frente a la puerta del carro, abriéndola con pompa y de dentro, otra figura mucho más imponente aparece en un traje que hace pensar que el carro es nada más que una carreta de hortalizas en comparación.

Bellota se acerca a suiza y este se agacha al suelo y le acaricia la cabeza dejando que le lama un poco el cuello y la oreja, luchando por mantenerse lo más tranquilo que puede... Histérico... Haciendo un esfuerzo por no mirar al carro.

Austria se arregla los guantes mirándolo todo con una mezcla de desden y aburrimiento, mientras carraspea para que alguien ponga la chaqueta sobre el barro y no se le manchen las botas al tiempo que acaba de bajarse, mira a Suiza de reojo por una centésima de segundo.

Suiza se levanta tomando su balde de leche y mirando la chaqueta del suelo de reojo con un cierto gesto de desagrado, se gira a la puerta y la abre, dejando que pase el perro antes que el y entrando tras él... Dejando la puerta abierta

Austria chasquea los dedos y el mismo tipo de la chaqueta, busca el timbre y acaba por golpearla al no encontrarlo.

Mein gott... Pasa, te he dejado la puerta abierta por algo.

El moreno sonríe de lado, levanta la mano y hace un gesto con ella para que el otro hombre se vaya, entrando sin tocar nada y mirando alrededor con aire critico.

Suiza hace los ojos en blanco sin mirarlo aun, cambiando la leche a la olla de metal.

Austria espera pacientemente, quitándose los guantes con las cejas levantadas en cierto aire aburrido y mirándose las uñas.

El helvético prende el fuego y abre una ventana, nervioso y fastidiado.

El de las gafas sigue tan tranquilo en el mismo sitio, mirando de nuevo alrededor cualquier cosa que le llame la atención y alejándose un poco del perro.

—¿Qué es lo que supones que puedo hacer por ti? —pregunta sacando una cuchara para la leche. Austria le ignora y a Suiza le salta el ojo. Deja la leche en el fuego y se acerca a Austria un poco, recargándose en la pared.

—¿Te has quedado sordo últimamente con tanta pompa y ridiculez? —pregunta mirándole de frente por primera vez, sin poder evitar sentirse un poco mal con su atuendo.

—Oh, guten morguen Herr Schweizerische Eidgenossenschaft —saluda con toda la pompa con la que es capaz, lentamente, como si fuera la primera vez que repara en él desde que ha entrado y sonríe ligeramente burlón, muy seguro de si mismo. Suiza parpadea frunciendo el ceño.

Guten morgen —responde escrutándole la cara.

—¿Cómo te encuentras? —sigue de forma apacible, cambiando el peso de pierna, sin mirarle.

—Siéntate.

Le ignora, sin mirarle, esperando a que responda y Suiza aprieta los ojos.

Gut. Danke. ¿Usted cómo está, Herr Österreich?

Gut, gut, danke —asiente mirándole otra vez. Suiza hace los ojos en blanco, apretando los puños y Austria sigue mirando el vestíbulo tan tranquilo.

—¿A qué debo su inesperada visita, Herr?

—Negocios, digamos. ¿Se me permite entrar? —pregunta mirándole por encima de las gafas.

—¿Negocios? —levanta las cejas —, entra, mein Gott... ¿Cuántas veces te lo he de decir?

—No recuerdo haberlo oído con anterioridad —da un paso hacia el interior, aún observando y tiene que detenerse un momento y tragar saliva, cerrando los ojos antes de continuar.

—Siéntate —vuelve a ordenarle pero el austriaco no le hace caso, agarrándose del respaldo de una silla de madera y volviendo a sonreír con confianza, calmándose.

Suiza parpadea irritado y decide ignorarlo también, que no se siente si no quiere.

—¿Negocios de qué?

—Comprar leche —suelta. Suiza frunce el ceño y cambia el centro de gravedad al otro pie.

—¿Cuánta leche necesitas? —pregunta suspicaz mirándole a los ojos y ambos se sostienen la mirada unos segundos en silencio.

—Toda —suelta finalmente Austria sonriendo de lado.

—¿Toda? —pregunta el rubio parpadeando descolocado, a lo que él hace un gesto con la mano y levanta una ceja.

—¿Tengo que repetírtelo?

—Tu no vienes a comprar leche —sentencia el helvético. Austria sonríe de lado y suda un poquito, pasándose una mano por el pelo.

—Han estado molestándote últimamente —sentencia en respuesta

Suiza frunce el ceño y se incomoda un poco.

—¿Molestándome? —pregunta girándose a la estufa

—No es como que eso me importe, pero dicen que has estado defendiéndote. Han habido quejas.

Le escuece que le diga que no le importa, frunciendo más el ceño.

—No es como que las quejas me importen.

—Estupendo, tenemos la misma postura al respecto entonces —suelta cínico.

—¿Y eso te ha sorprendido tanto que has venido a hacérmelo notar? —se agacha buscando el cuajo para hacer queso.

—El caso es que lo que si me molesta es la cantidad y asiduidad de ellas.

Se gira a mirarle y el moreno le sostiene la mirada en silencio unos instantes más.

—Sigues sin decirme a que has venido.

—A tratar de ponerles fin, como es obvio —trata de mantenerse con seguridad, sin acabar de conseguirlo esta vez. Suiza suelta ese sonido ahogado que parece una risa.

—¿Has venido aquí, con tus caballos y tu ridícula carroza, vestido así... Con la esperanza de que yo deje de defenderme?

—Cascarrabias —desvía la mirada—. Opinan que necesitas relajarte, como si acaso eso fuera posible —se burla.

El rubio frunce el ceño

—Y por algún motivo creen que yo quizás tengo alguna posibilidad de lograrlo —sigue Austria y hace un gesto vago volviendo a mirarle.

—¿Relajarme? No necesito un emisario para relajarme, Österreich, si me atacan, me defiendo —responde sin entender.

—¿Qué hay de los que no pretenden atacarte y te defiendes igual? —pregunta levantando la barbilla y soltando la silla, acercándose a él un paso.

—Es su problema —se tensa al mirarle.

—Quizás si estás más relajado consiguieras diferenciarles antes de disparar. Esa es la premisa.

Suiza frunce el ceño y vacila un poco.

—¿Insinúas que mis flechas no caen exactamente en donde quiero? —levanta la cara y le mira a los ojos. Austria e le acerca más pasándose una mano por el pelo.

—Insinúo que quieres que caigan en demasiados sitios —responde mirándole fijamente, acorralando al helvético entre si mismo y la mesa. Suiza abre los ojos y tiembla un poco... Y le detesta.

—¿Qué... Qué haces? —pregunta perdiendo toda la seguridad, tragando saliva y tensándose mas.

—¿Has... —aparta la vista y se baja la chaqueta por los hombros—. Estado alguna vez con alguien? —pregunta volviendo a mirarle fijamente en el alguien, con la respiración un poco agitada y más sonrojado de lo que le gustaría.

—¿P-P-Perdona? —susurra sonrojándose sin saber realmente de que habla, intentando fundirse con la mesa para separarse de él, pensando en cosas que no debería y estando seguro de que no es de lo que le habla Austria.

Se quita la chaqueta y la deja sobre la mesa, echándosele un poco encima para hacerlo, con el corazón acelerado... intentando imitar a España y lo que le enseñó cuando estuvieron casados. Lo que es bastante complicado por que España es muy natural y no recuerda que pareciera tan nervioso como está él mismo.

—¿O reservas eso solo para las cabras? —se burla el moreno para calmarse un poco.

Eso último que dice desconcierta a Suiza, pensando que quizá habla de otra cosa, pasándose una mano por el cuello.

—¿Las... cabras? —pregunta intentando fundirse mas con la mesa por que su inocencia le protege un poco.

—Me refiero a lo que haces por la noche bajo las sábanas, cuando te sientes solo y crees que nadie te ve —se lleva las manos al cuello, empezando a desanudarse el pañuelo nerviosamente, intentando mantener la calma y la seguridad.

Suiza se ahoga un poco y se sonroja más aún, porque todas esas fantasías son protagonizadas por Austria. Lo empuja un poco para salirse de contra la mesa, pero el moreno no se lo permite, echándosele encima para besarle, pensando que si vacila y le deja que le aparte, estará ya todo perdido por que sabe que Suiza es más fuerte que él y no dejará que se acerque.

El helvético se paraliza, sin responder en principio... Unos instantes mas tarde cierra los ojos y le besa con absolutas ansias y una angustia enorme en la boca del estomago mientras Austria sigue besándole también muy profundamente y no solo por que así es como besa España.

No pasa mucho tiempo antes de que Suiza pierda la cabeza por completo... Porque Austria huele a Austria y sabe a Austria y esto es quizás lo mejor que le ha pasado nunca jamás en la vida

Austria acaba por obligarle a tumbarse sobre la mesa, subiéndosele encima también, sin dejar de besarle con ansia y frustración por que se fue de su lado cuando el Sacro Imperio, por que no lo entiende por que odia tener que estar haciendo esto a Suiza con burlas y con escondites, por tener que estar... mintiéndole.

Y Suiza le quiere con todo su corazón, sin saber siquiera lo que esta pasando, acostándose encima de la mesa, sorprendido de que Austria sea capaz de hacer esto.

El moreno sigue besándole intentando concentrarse un poco para desnudarle sin dejarle demasiado espacio, más de una manera instintiva que nada, por que ni siquiera sabe demasiado bien qué hace y el rubio le permite, sin tener cerebro para pensar, estando vergonzosamente excitado y perdido. Sin ayudar ni un poco.

Cosa que no importa por que Austria continua como si se fueran a morir dentro de diez minutos, sin poder llevar a su mente consciente el estado en el que están y es probable que Suiza no tenga idea de que es lo que van a hacer, porque suiza el ermitaño es muy ermitaño, así que aun así...

Es así de inocente pero va a dejar a Austria hacer lo que quiera y va a dejarle claro, muy muy claro lo mucho que le quiere, sin siquiera darse cuenta de ello.

El moreno también se lo deja claro por que no está haciendo esto de forma consciente, racional y planificada, así que…

Suiza queda muy convencido y feliz entonces, y he de decir que lo que sigue es probablemente las mejores horas en la historia de suiza.

Tres cuartos de hora más tarde, por que esto ha sido ligeramente complicado con tanta torpeza, Austria se baja de la mesa subiéndose los pantalones.

Suiza sigue sobre la mesa unos segundos más, extrañando la presencia de Austria, mirándole y sonriendo sin siquiera enterarse, mientras toma aire con dificultad

Austria sigue vistiéndose a toda prisa con el corazón a punto de explotar, sin querer ni mirarle.

—¿A... Dónde vas? —pregunta Suiza pasándose la mano por los ojos.

—¿A ti qué te parece? Ya hemos acabado, no tengo nada más que hacer aquí —responde dándole la espalda.

Suiza cae bastante en la cuenta con ese comentario, sonrojándose más de lo que está si eso se puede. Se cubre por inercia y se sienta, en la mesa, empezando a percatarse de lo que acaba de pasar.

Austria traga saliva poniéndose el pañuelo en el cuello sin acabar de anudárselo y colgándose la chaqueta del brazo, sin ponérsela. Se dirige a la puerta. Suiza se sube los calzoncillos y pantalones rápidamente, temblando.

Österreich? —le llama sin poder evitarlo.

—Ten un buen día —responde abriendo la puerta y apretando los ojos sin querer girarse a mirarle.

Sin ponerse la camisa, cojeando un poco, incomodo físicamente por lo que acaba de pasar, el rubio se acerca a la puerta.

Österreich, espera —pide otra vez, porque no esta pensando demasiado aún.

Austria trata de andar lo más deprisa que puede, alejándose, recordándose a si mismo que fue Suiza quien se fue y le abandonó primero, quien NO quería estar con él y quien NO debería significar nada.

El suizo se detiene en su puerta angustiado y desolado sin entender como se va sin siquiera mirarle. Traga saliva.

El austríaco acaba por subirse al carruaje, que evidentemente le han estado esperando y hasta que no está en marcha, no se atreve a mirar a la puerta. Viéndole todo despeinado y sonrojado, solo con pantalones y retiene esa imagen en la mente para si mismo al igual que todas la sensaciones de lo que acaba de pasar tanto como puede.

El helvético odia al carruaje, y la ropa, y odia mas aun que Austria se vaya de esa forma... Y aun así, le mira hasta que desaparece. Termina por suspirar y, temblando aún, entra a su casa dirigiéndose a la olla con leche que se ha quemado. Aprieta los ojos, rabiando y se pasa la siguiente hora tallando la olla con furia hasta que queda BRILLANTE.


Hacía mucho tiempo que queríamos escribir este Ausui, es complicado y denso, pero nos ha enseñado bastante sobre ellos y porqué son como son en las otras historias.

No estoy segura de cuantos capítulos vaya a tener, ni cual sea la frecuencia de actualización, pero aquí está. ¿Quizás quieras decirnos que te parece en un review, por favor?